Cerca de la ciudad romana de Valeria, cuya fundación se remonta alrededor del año 90 a.C. por el cónsul Cayo Valerio Flaco, pensamos que existirían diversidad de enclaves ruralizados y diseminados, entre los que habríamos de insertar algunos dentro de lo que hoy es el término municipal de Piqueras.
Recordemos que Cayo Valerio era hermano de Lucio Valerio Flaco, un antiguo político de origen patricio, que con anterioridad ya había ostentado los cargos de cónsul y censor.
Los Valerio eran uno de los linajes más importantes que había en Roma, remontando su origen a los sabinos que marcharon hasta la capital del imperio con Tito Tacio (el cogobernante de Rómulo). Sabemos que desde el siglo III a.C. empezaron a cobrar un enorme protagonismo dentro de la política romana. El nomen Valerio (valere) es un patronímico vinculado con el progenitor de la familia: Voleso, quien se dice que fue el sabino que marchó con Tito Tacio, y cuya significado procede de las palabras “ser fuerte”.
Debido a que nos encontramos ante un linaje con mucha historia, apreciaremos la existencia de diferentes ramas genealógicas, que nos muestran la importancia alcanzada por esta gens, acuñando a su vez diferentes monedas que promocionaron el nombre de su casa a lo largo y ancho del imperio.
Aunque sin ánimo de extendernos demasiado en datos relativos a esta estirpe, debemos recordar que la fundación conquense de Cayo Valerio, tuvo que resultar decisiva en el surgimiento de nuevos asentamientos que como nos revela la arqueología, empezarían a esparcirse dentro del territorio piquereño.
Partimos de la idea de que la ciudad de Valeria tuvo que generar alteraciones en la estructura social y económica de esta zona, tal y como solía ocurrir en el momento en que nacían núcleos de considerable influencia como el caso que nos ocupa. Al respecto, y a falta de un mayor conocimiento de este espacio, abogamos por la hipótesis geográfica de que en la zona del área fluvial del río Piqueras, así como en puntos que conectan con el mismo, se irían asentando algunos poblados, especialmente a partir del siglo I a.C., donde lugares comunicados por accesos anexos a reservorios de agua, en los que las fuentes jugarán un papel fundamental, explicarán la génesis de algunos hábitats, que incluso con la caída del imperio, irían prolongándose en el tiempo hasta la llegada de la alta edad media.
Pensamos que el área que se introduce por el antiguo acceso que lleva hasta la zona de Alcol, gracias a lo que hoy es el camino de Fuentealcol, es sin lugar a duda uno de los puntos de tránsito secundario, que conectaban esta zona con Solera de Gabaldón, apoyándose en los pasos de cañadas y antiguas dehesas, que por varios ramales llegaban hacia Piqueras, sin prescindir obviamente del tramo que comprenden los afluentes de su río (la fuente del Horcajo y la del Oro), estas posicionadas en las inmediaciones de la localidad en dirección este.
Piqueras en esas fecha pudo ser un modesto asentamiento, que como hipótesis creemos que se integraría dentro de una modesta red de localidades a lo largo de la época romana, donde resultaría difícil de imaginar que el lugar que ocupa quedara sin habitarse, pues como veremos desde los primeros indicios de vida cristiana, este punto se fortificará, utilizándose su ubicación como espacio desde el que divisar la zona de acceso natural que conduce hasta Valera de Abajo.
Si atendemos al área que ocupa la zona vieja del casco urbano de Piqueras, veremos que esta se posiciona cerca de un río con un caudal permanente y que aprovecha el realce natural de su loma, además del agua de aquellas fuentes dispersas a las afueras de su área oriental y que se incorporan paulatinamente a su cuenca de drenaje, todo ello sin olvidarnos de que a los pies del pueblo, transcurre el principal vial que conecta con los pueblos de la zona (Valera de Abajo y Barchín del Hoyo).
Nuestra hipótesis sobre la prexistencia cristiana de una comunidad de personas en esta población, la realizamos basándonos en la presencia de otros asentamientos para la época en sus alrededores, tal y como lo refleja la arqueología, llevándonos a pensar que este punto era una zona más que conformaba ese croquis mental que hemos esbozado, afianzado sobre un poblamiento disperso y ruralizado, dependiente sustancialmente del curso que seguirán las aguas de la principal arteria que pasa por las afueras de la localidad, y que disponiendo de una buena visual para otear el terreno, además de contar con un acceso a las vías de comunicación, eran motivos más que fundamentados para organizar una estructura de pobladores en ese espacio.
Como ya se ha indicado, el cambio demográfico y socioeconómico que podía aportar la fundación de un municipio como la ciudad romana de Valeria, y que distaba a menos de una veintena de kilómetros de Piqueras, tuvo que ser decisivo a la hora de entender el surgimiento de algunos asentamientos a raíz del siglo I a.C., sin antes olvidarnos de que hay constancia arqueológica, sobre yacimientos de época ibérica, que ya existían mucho antes a largo de diferentes puntos de esta franja del territorio conquense.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Piqueras del Castillo