"Y también mando que la madera que tuviere de ripia y vigas (...)"
En una época en la que todo se aprovechaba, veremos como Diego de Solera, vecino de Verdelpino de Huete, en su testamento redactado el 2 de abril de 1607, solicita ante el escribano de manera preferente, que los hijos de uno de sus dos matrimonios, pudieran llevarse los varios restos de madera y tablas que este tenía en una parte de la vivienda.
Cuesta imaginar que este tipo de donaciones se estipularan en el momento de redactar las últimas voluntades de una persona, no obstante eran más normales de lo que uno se puede llegar a imaginar, ya que precisamente la ripia es una de las tablas que se coloca sobre los travesaños de los techos para servir de soporte a las vigas, un elemento que indicaba el estatus de su propietario como de la familia que residía en su interior, pues esta se asociaba a gente pudiente, ya que los pobres habían de conformarse con jaras secas para poner las tejas sobre ellas.
Diego de Solera, era hijo de Domingo de Solera, además de un labrador acomodado. Un personaje procedente de una casa de verdelpineros con tierras y recursos, lo que le permitió solicitar por la salvación de su alma, familiares y ánimas del purgatorio más de 120 misas.
Este tipo de breves referencias, a los investigadores locales nos aportan mucha información, pues con ellas uno va perfilando la radiografía social de las gentes de cada lugar, a pesar de que nos separen más de 400 años de historia.
David Gómez de Mora