Aunque muchas veces tratemos bajo
una misma designación la profesión del arriero y la del carretero, cierto es
que cada una se caracteriza por un conjunto de peculiaridades, que explicarán la
necesidad de su distinción, además de su diferencia semántica, pues como
veremos en ambos casos sus integrantes, al englobarse dentro del sector de la
actividad económica del transporte de mercancías, acabarán reduciéndose a una
misma cosa.
Cabe recordar que los arrieros
eran los encargados de transportar diferentes productos a lomos de sus mulos y
asnos, pudiendo también ofrecer un servicio temporal de carga de sus acémilas, especialmente
cuando se daba el caso de tener que acceder hasta una zona difícilmente comunicada,
algo que veremos en algunas partidas donde existía un relieve más accidentado, siendo
el caso de las explotaciones agrícolas habidas en puntos de la Serra d’Irta,
donde el abancalamiento y explotación de olivos o algarrobos, hacía que la
única forma posible de sacar los frutos de la cosecha, fuese con el apoyo de un
animal que pudiese traerlos hasta la casa del labrador.
Igualmente los arrieros
aprovechaban sus traslados a otros lugares para hacerse con productos que escaseaban
o eran inusuales en el pueblo donde vivían, trapicheando o revendiéndolos a sus
vecinos tras volver a casa.
Dependiendo de su capacidad
económica, estos podían contar con una recua o harria de bestias mayor o menor en términos numéricos, y que iba circulando
en fila, buscando sobre todo las épocas de ferias o mercados de otras
localidades por distantes que fueran.
Respecto a los carreteros, como
bien indica su nombre, estos eran aquellos transportistas que aprovechando la disponibilidad
de un carro rodado y tirado por la fuerza de la tracción animal, podían trasladar
mercancías muchos más pesadas, por lo que si la distancia recorrida era
importante, se llegaba a necesitar de una mayor cantidad de gente implicada en
el proceso, no obstante, también con el concepto de carretero, se podían definir aquellas personas que se encargaban de realizar la fabricación de carros.
Entre los arrieros documentados
en un censo del año 1857 en la localidad de Peñíscola, únicamente encontramos
al vecino Francisco Bayarri y Martorell, (marido de Josefa María Boix Salvador).
En cuanto al número de carreteros, veremos que había muchos más, siendo el caso
de Bautista Bayarri y Martorell (esposo de una Guzmán), así como otros entre
los que estaban los nombres de Vicente Mundo Martínez (marido de María Rosa
Martínez), Agustín Mundo y Albiol o Agustín Roig y Ayza.
Dejamos para un futuro artículo
la conexión parental entre algunos de los representantes de estos oficios, pues
como ya hemos indicado en más de una ocasión, en el caso de Peñíscola había una
especialización por familias o linajes que solía trasmitirse generacionalmente,
donde el control de un nicho económico, se consolidaba con la celebración de
políticas matrimoniales, puesto que se deseaba que estas personas estuviera
asociados por vínculos laborales.
David Gómez de Mora
Referencia:
-Censo de la población de Peñíscola (1857). Fondo Municipal
de Peñíscola