Si nos fijamos en muchos de los sillares que integran la zona externa de edificios religiosos, como también civiles, apreciaremos en ocasiones marcas o incisiones paralelas, agrupadas en un mismo espacio, que evidentemente tienen una explicación que nada tiene que ver con el proceso de extracción o trabajo de la piedra que en su día realizó el cantero que las moldeó.
Ejemplo de ello lo presenciamos en una de las esquinas de la Iglesia Parroquial de Santiago Apóstol de la localidad de Piqueras del Castillo, donde a una altura accesible para cualquier persona, vemos un conjunto de sillares muescados, cuya explicación puede deberse a diferentes motivos que obedecen a una misma intención.
Lo cierto es que esto no es un hecho excepcional, pues si prestamos atención a las fachadas de muchas construcciones que poseen piedras de arenisca o de unas cualidades similares, veremos que este mismo fenómeno suele repetirse. Nosotros también lo hemos presenciado en la ciudad de Huete, donde debido a la diversidad de viviendas elaboradas con este material tan maleable y bueno para afilar el metal, los vecinos siglos atrás ya lo iban aprovechándolo para el mismo fin.
Como indicábamos, la explicación de estas líneas cortadas, podía deberse a que en ocasiones los habitantes accedían hasta ese lugar concreto del municipio por ser uno de los pocos (sino el único), en el que a falta de una piedra de afilar en su hogar (o también por evitar el coste del servicio del afilador o el herrero), representaba una de las pocas alternativas con la que desempeñar esa labor.
Recordemos que uno de los viejos oficios hoy ya prácticamente desaparecido era el del afilador, un comerciante ambulante, que todavía muchos hemos llegado a ver ejercer, y que se encargaba de sacar el filo a tijeras, hachas, navajas, cuchillos así como otras herramientas de corte. Sabemos que todavía existen personas dedicadas al mismo, aunque cada día resultan más difíciles de ver.
Desconocemos si siglos atrás cerca de la iglesia se celebraba algún tipo de mercado o venta de productos, pues era normal que alrededor de esas zonas de afluencia, la gente aprovechaba su proximidad para afilar utensilios, pues no serían pocos los vecinos que por comodidad acabarían tomando esta medida. Una práctica que como se verá por la diferencia del tamaño de las muescas pudo haberse extendido a lo largo del tiempo en diferentes momentos de la historia, a pesar de las advertencias que seguramente desde el clero se efectuarían al querer preservarse la estética de este edificio sagrado, pues recordemos que estamos hablando de la iglesia del municipio.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Piqueras del Castillo