San Blas se celebra cada día 3 de
febrero, es decir, la jornada después de la Candelaria, y que como sabemos
antaño comprendían en su conjunto una serie de jornadas importantes dentro del
calendario festivo de nuestros antepasados.
La celebración religiosa que
rememoraba la vida de un médico que acabó siendo martirizado, y que cuenta la
tradición llegó a salvar a un niño de morir ahogado por una espina de pescado
con la que se atragantó, se enmarca en una serie de días especiales, que ya
arrancaban desde la jornada de la Candelaria, y en la que se rememora la
presentación del niño Jesús en el templo, en cuya festividad no podían faltar
las candelas o velas bendecidas.
Igualmente las velas volvían a
hacer acto de presencia en la festividad de San Blas, siendo costumbre en
muchos lugares del país que los habitantes bendijeran la garganta de las personas
acatarradas o con problemas respiratorios a través de aceite o velas, intentando
mejorar así el estado de salud de quien padecía anginas, tos o enfermedades
respiratorias.
Con el trascurso del tiempo
veremos que esta sanación se extenderá de forma más genérica, al asociarse el
médico martirizado como uno de los grandes santos protectores, y por lo tanto más
demandados dentro del santoral católico para la invocación de la cura de
enfermedades de todo tipo.
Como bien sabemos, durante esta
estación, y especialmente en las zonas más frías, era por desgracia habitual
que se disparasen los temores a contraer catarros y gripes, de ahí que siempre estaba
presente la posibilidad de que estos llegaran a complicarse, no siendo por ello
pocas las muertes que durante la estación invernal se generaban por causas de
esta índole, una cuestión que se refleja en las partidas de defunción o
testamentos de la época, y que en parte también explica el arraigo y devoción
hacia esta figura a la que el creyente siempre ha acudido en busca de su
protección.
Tampoco podemos olvidar que el
hecho de que San Blas acabase siendo martirizado con rastrillos de cardar la
lana, acabará vinculando su imagen con el patronazgo de los cardadores. Sabemos
que la lana durante el medievo llegará a tener un notable peso en el mundo
laboral, de ahí que desde época musulmana, como en los siglos posteriores a la
reconquista, este producto pasará a convertirse en uno de los grandes pilares
de la economía conquense.
David Gómez de Mora