martes, 7 de febrero de 2023

La festividad de la Candelaria y San Blas en La Peraleja

Estos días atrás tuve la suerte de poder presenciar en primera persona varias de las jornadas festivas más importantes que se llevan a cabo dentro del calendario peralejero, siendo este el caso de la Virgen de la Candelaria y el copatrón San Blas.

Debido a que en estos tiempos muchos municipios (y como ocurre en el caso que nos ocupa), han perdido una parte considerable del grueso poblacional que antaño habitaba de forma permanente sus casas, los festejos se han ido trasladando a la llegada del fin de semana, ya que así no se pierde una de esas viejas costumbres, y que como veremos en otros diferentes enclaves de esta zona de la Alcarria Conquense, ahondan sus raíces en tiempos inmemoriales, en plena estación invernal donde independientemente del frío que haga, su celebración es una cuestión obligada.

En esta ocasión, durante la tarde del pasado viernes, se comenzó con la preparación de la tradicional hoguera, que gracias a la combustión de grandes troncos de olivo, pudo entrar en funcionamiento, manteniéndose y avivándose durante todo el sábado, para seguir estando presente hasta la mañana del domingo.

Esta se encendió llegada la medianoche del primer día, justo en la esplanada de la plaza de las escuelas, dando así arranque al inicio de los momentos venideros en los que se iban a celebrar los actos de la Candelaria y San Blas.

Sabemos que antaño esta no era la única hoguera que se hacía en el pueblo, ya que al haber muchos más habitantes residiendo, existían otros puntos, que siempre buscando un espacio sin mucho desnivel, eran entornos idóneos en los que activar un foco de calor al que sus vecinos se acercaban a charlar, impidiendo así que se desvanezca esa familiaridad y hermandad propia de los pequeños enclaves.

Como bien sabemos por la documentación y la evolución de la trama residencial de este lugar, el planteamiento urbanístico de La Peraleja, se desparrama desde la zona elevada de donde se halla su casco antiguo, para así ir descendiendo a lo largo de la loma de una zona con pendiente, en la que irán surgiendo barrios y calles, que ya estarán perfectamente definidos a principios del siglo XVII.

La significación que alberga una hoguera es más importante de lo que cualquiera puede llegar a imaginarse, ya que esta además de ser un espacio de reunión en el que las personas se agolpan o en el que los niños se entretienen, posee si cabe un calado más profundo, que enfocado desde la mentalidad de antaño, remarca ese simbolismo de purificación y anunciación del inicio de unos días festivos, que tal y como sucede con la celebración de unos juegos olímpicos, nos recuerda de este modo como en ese espacio, y durante un par de días, su plaza de las escuelas, y posicionada casualmente en una de las partes elevadas de la localidad, simbólicamente se asemejará con ese rito, al fuego encendido durante todo el periodo de tiempo en el que trascurra la festividad de la Candelaria y San Blas, tal y sucedía en el altar del Prytaneion de Olimpia en la antigua Grecia .

Con la llegada de la mañana, y dejando atrás una de esas características noches frías de la Alcarria Conquense, los vecinos iban acercándose a la puerta de la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel, dando de este modo inicio a las 11:30 la celebración de la misa de la Candelaria.

Como bien sabemos, durante esta festividad se rememora la presentación del niño Jesús en el templo semanas después de su nacimiento, tal y como establecerá la tradición judía al especificar el tiempo que había de trascurrir antes de presentarse un niño en sociedad (Levítico 12: 1-8), no sin antes habiéndose repartido entre todos los asistentes la tradicional vela o candela, que una vez bendecida, recordaba como la luz de su fuego anunciará la presencia del hijo de Dios.

Mientras tanto, a los pies del altar de la Iglesia, y en cada uno de sus laterales, se dispondrán las imágenes de la Virgen en el costado del Evangelio, y San Blas en la parte de la Epístola, haciendo de este modo ambas acto de presencia, para ser posteriormente sacadas en procesión por las calles del municipio en su momento correspondiente.

Durante la Candelaria la protagonista será la imagen de la Virgen y su niño. Esta como sabemos irá transportándose por sus vecinos durante un pequeño recorrido de una distancia aproximada de poco más de 200 metros. Un trayecto que consiste en dar una vuelta completa alrededor del templo cristiano, para de nuevo volver a entrar por el mismo lugar. Para ello la imagen trascurrirá por el flanco sureste del edificio, e inmediatamente encarar la calle empinada de la fuente del avellano, siguiendo a continuación por la plaza de las escuelas, y así volver a entrar dentro del recinto religioso.

Cabe indicar, que antes de finalizar la misa, la imagen es transportada desde la zona donde está depositada, para ser llevada hasta el altar, no sin antes rendirle todos los honores que le corresponden, pues esta es conducida por debajo de un palio o baldaquino, bajo el que encara el pasillo de la nave central, para finalmente dirigirse hasta el altar, donde además de una ofrenda compuesta por dos pichones (y que la tradición bíblica ya atestigua en Lucas 2:24, de acuerdo a la costumbre establecida en Lv 14:22), se acompaña con un pastel, todo ello sin olvidarnos de la principal acción que se festeja en este día, y que como ya se ha indicado, es la presentación del niño. Razón por la que este es extraído de la imagen, para ser depositado encima del altar, pasando de nuevo la Virgen por la nave central así como debajo del palio, mientras su hijo queda encima de la mesa consagrada.


Ya para finalizar la jornada posterior, y que en este caso irá dedicada a la festividad de San Blas, los habitantes se acercarán hasta el templo a la misma hora que en la celebración de la Candelaria. La importancia de la cita se aprecia a simple vista, ya que la cantidad de vecinos que acuden hasta el lugar, hacen que falte espacio en el recinto religioso para que todo el mundo pueda acomodarse en el momento de la celebración de la misa.

San Blas de Sebaste es una imagen especial en el santoral peralejero, que nos recuerda la vida de un médico procedente de una familia noble, que cuenta la tradición llegó a salvar a un niño de morir ahogado por una espina de pescado con la que este se atragantó, todo ello sin antes olvidar una vida de retiro y sacrificio, que finalmente le condujo al martirio y muerte por no renunciar a la defensa de la fe cristiana.

Como sabemos, durante esta estación del año, y especialmente en zonas frías como la que nos ocupa, era por desgracia habitual que se disparasen los temores a contraer catarros y gripes, los cuales, muchas veces cuando se manifestaban, podían empeorar hasta llevar a la muerte a quien los padecía, pues la escasez de medios eficientes con los que poder paliarlos era uno de los grandes quebraderos de cabeza que atormentaban a nuestros antepasados. Es por ello importante destacar que precisamente bajo la figura de San Blas, es donde el devoto seguirá encomendándose a su protección, para que este por la intercesión de Dios pueda sanar aquellos vecinos afectados de enfermedades, o incluso protegerlos de futuros males que pudiesen acecharles.

La fiesta comienza con una procesión por las diferentes calles del pueblo, en las que se saca la imagen durante un trayecto de más de 700 metros. El copatrón y su peaña son alzados con la ayuda de cuatro vecinos, que a lo largo de todo el recorrido irán turnándose, siguiéndole por sus espaldas el cura y una larga comitiva de vecinos, que al sonido de las dulzainas y el tambor que enaltecerán más si cabe esta estampa, se complementará con la emoción que produce el grito espontáneo de vivas al santo.

Desde su salida por la puerta principal, mirando hacia la calle capitán Jarabo, la imagen es transportada por el viario de la Iglesia, descendiendo por la calle Concepción, para luego girar en la calle de Félix Jarabo, continuando de este modo por la calle mayor (anteriormente Ministro de Justicia Francisco Ruiz-Jarabo), y luego ir ascendiendo por la calle de Rafael Bono y la de enmedio, hasta conectar finalmente por donde la procesión ya había antes descendido, llegando así a la Iglesia Parroquial.

Una vez el santo es depositado en su punto de arranque, la misa seguirá desarrollándose con una presencia excepcional de vecinos, donde como es habitual, no podrá faltar la clásica bendición de las caridades o panecillos de San Blas, así como el cariñosamente llamado San Blasillo (una pequeña imagen del mártir, que junto con el pastel de la ofrenda de la Candelaria, serán sorteados en una rifa justo al finalizar la fiesta tras abandonarse el templo).

Sabemos que antaño era frecuente que muchas personas consumieran este pan por decirse que sanaba afecciones de garganta o dolores de muelas, pues al haber sido bendecido durante la celebración de esta onomástica, siempre se entenderá que guardará una serie de propiedades curativas que le otorgaban tales atributos. No era por ello extraño escuchar relatos entre los más mayores, donde se reiteraba la afirmación de que durante el último año, estos no habían padecido ninguna enfermedad de la garganta, debido al consumo o ingesta de aquel trozo de pan bendecido esa misma jornada.


Otras personas en lugar de consumirlo, optaban por su preservación, y es que la creencia popular decía que este además de no coger moho, se empleaba poco menos que como una especie de reliquia, que dejándose siempre dentro de la casa durante todo el año, sus residentes no sufrirían penurias o pasarían hambre. Todo ello sin olvidar que las personas de la vivienda quedaban protegidas de enfermedades, especialmente las vinculadas con la garganta o el sistema respiratorio.

Para finalizar la parte litúrgica, tendremos el momento de la veneración a la reliquia del santo, bien sea besándola o rindiéndole la reverencia que se merece, para así inmediatamente llevarse a cabo la entrega del panecillo, que fuera se acompañará con un vaso de zurra, donde la dulzaina y el tambor darán más ambiente a la fiesta, permitiendo que el acto finalice con un galopeo.

Este panecillo se elabora en el horno que todavía persiste en la localidad, el cual tuvimos la fortuna de poder visitar, para conocer con mayor detalle como era su proceso de elaboración. Este panecillo se caracteriza por llevar un toque de anís.

Es importante reconocer la labor de todas y cada una de esas personas, que a pesar de las dificultades por las que está pasando el mundo rural, siguen acudiendo anualmente a esta cita para estar presentes, además de involucrarse y participar activamente en la respectivas misas y procesiones. 

Siendo todo ello otra más de esas manifestaciones, en las que el ser humano demuestra la importancia con la que se deben rememorar y respetar aquellas tradiciones con muchos siglos de antigüedad, que tal y como nuestros antepasados fueron trasmitiendo de manera generacional, hoy siguen defendiéndose y estando igual de vivas, puesto que el amor a un pueblo o un lugar preciso no hay forma de poder mesurarlo siempre que ese sentimiento nazca desde dentro del corazón. Es por ello y no me cabe la menor duda de que La Peraleja es un gran ejemplo.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de La Peraleja

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).