lunes, 11 de julio de 2022

Apuntes históricos sobre el clero en La Peraleja

La historia de La Peraleja como la de cualquier población que formé parte del marco geográfico en el que se ha desarrollado la religión católica, debe entenderse desde la importancia que implica el estudio de la Iglesia y aquellas figuras sociales insertadas dentro de su brazo clerical.

Recordemos que las casas con posibles o aquellas que podían disfrutar de una formación académica bajo el parapeto de una capellanía, eran por norma general de las mejor posicionadas que había en los pueblos, garantizándose con éxito que uno o varios de los hijos pudieran ingresar en corporaciones religiosas o ejercieran como capellán en alguna parroquia del territorio. Disponer de un clérigo en el seno familiar ya no solo era un punto a favor para mejorar el estatus o imagen del núcleo familiar, sino también un elemento positivo en todo lo vinculante a la parte religiosa o de fe, pues su representación y nexo con la iglesia incrementaba las posibilidades de la salvación de las almas de sus seres queridos, ya que el difunto podía disponer de una persona que celebraba continuamente misas y rezos que ayudaban a abandonar el tan temido purgatorio, invirtiendo una cantidad considerable de liturgias con tal de acelerar su perdón. 

Iglesia de San Miguel Arcángel de La Peraleja

Las capellanías eran suculentas tanto para aquellas familias que deseaban medrar, como para las que ya gozaban de una buena posición económica. Al respecto veremos casos en los que se pactaban políticas matrimoniales, que tenían como propósito permitir un entronque entre linajes, que luego facilitará a futuros descendientes su acceso a unos estudios religiosos. Su tenencia comportaba el pago de una serie de misas anuales, y que de manera esporádica eran revisadas cuando se efectuaban las visitas pastorales por parte de algún miembro del obispado. En el momento de su creación, el fundador estipulaba una serie de normas que por un lado comportaban quien era el heredero prioritario, así como el conjunto de bienes que la integraban, pues de ellos se obtenían rentas, para que de este modo con las ganancias se pudieran cumplir los pagos de misas para la salvación del alma de su fundador.

El número de curas que había en La Peraleja a mediados del siglo XVIII comprendía un total de cinco. Ciertamente la cifra no era exagerada como en otras localidades vecinas, siendo el caso de la pequeña Saceda del Río, donde por esa misma fecha y con poco más de 100 casas había un total de 9 religiosos. No obstante, La Peraleja como buena parte de los enclaves que conforman esta área geográfica de la Alcarria Conquense, siempre ha sido un lugar en el que ha abundado la devoción y la mucha estima hacia las tradiciones y la religión, de ahí que no resultase un hecho extraño la aparición de diversos miembros que durante el trascurso de las guerras carlistas empuñasen un arma con tal de defender los valores de Dios, Patria y Rey.

Iglesia de San Miguel Arcángel de La Peraleja

La información alusiva a las capellanías puede consultarse entre la documentación eclesiástica del Archivo Diocesano de Cuenca (P. 817), y que aquí brevemente vamos a esbozar, para una mejor comprensión de los linajes que las crearon, así como quiénes las aprovecharon, además de los bienes que las componían. 

Francisco de Crespo, marido de Elvira Ballestero fue el peralejero del que poco o nada conocemos sobre sus raíces, no obstante, su hijo Pedro establecería un enlace matrimonial con una hija de los Jarabo-Vicente, dos casas de labradores que vivían de manera desahogada y desde donde se extenderá la descendencia en generaciones posteriores. Pedro tendrá varias hijas con la nieta del hacendado Bonifacio Jarabo: Ana de Crespo Jarabo, casada en 1644 con Juan Palenciano Domínguez, así como Isabel de Crespo Jarabo, quien lo hará en 1633 con Miguel Martínez de Villanueva (otro agricultor con posibles). Isabel 42 fallecería en 1677, llegando a fundar una capellanía que inmediatamente será aprovechada por sus parientes para proyectarse como miembros del clero local.

Si nos queremos centrar en gente de peso y que dieron a los representantes de su familia una mayor solera, resulta imposible obviar al Maestro Baltasar Domínguez, primo de Juan Domínguez -el viejo-, así como de la monja Francisca de la Cruz. Sobre el patrimonio de Baltasar, podemos leer reseñas de interés en los apuntes sobre capellanías y vínculos de uno de los volúmenes del Archivo Diocesano de Cuenca (bajo la signatura P.820, Sig. 30/20). Los bienes adscritos se componían de varias fincas que sumaban una producción de unos 24 almudes de trigo, además de un viñedo con 800 cepas. Asimismo, en el lote había otras tantas propiedades como varias casas de morada, unas de estas en la ciudad de Huete, justo en una calle que daba a la bajada del Convento de San Francisco, y que lindaban con la residencia del noble capitán don Juan de Vidaurre y Orduña.

Residencia donde antaño residía el párroco de La Peraleja

También conocemos el caso de la capellanía que creó Tomás González, marido de María Herráiz (casados en 1649), y que en primeras nupcias lo hizo con Magdalena Parrilla de Crespo en 1639. Esta fundación se encontraba compuesta por siete fincas: una de cuarenta, otra de doce y una de ocho almudes de cebada; luego habría una de ocho almudes de trigo, y dos de cuatro de la misma gramínea, así como un viñedo, con unas 300 cepas. Su hijo Juan, fruto del primer enlace, casó en 1650 con Ana Parrilla Muñoz, fundando un mayorazgo en el que acumuló en un mismo lote el patrimonio que controlaba su familia.

Los Hernán-Saiz tampoco pasarán desapercibidos en esta cuestión, por ello los veremos ocupando capellanías y creando fundaciones, al igual que representando alcaldías, además de celebrar enlaces matrimoniales con las gentes más destacadas del municipio. Una línea destacada fue la del fundador de la capellanía de los Hernán-Saiz que realizó en su día Gerónimo de Hernán-Saiz, viudo de Inés González, y fallecido en 1735, momento en el que paga un total de 200 misas. En 1751, la fundación religiosa estaba bajo el control de Silvestre de Hernán-Saiz, el cuál era menor, y por lo tanto la administración de la misma recayó en su padre Miguel de Hernán-Saiz. Esta capellanía estaba relacionada con los bienes que aglutinó Ana de Hernán-Saiz, esposa de Alejandro Parrilla. Como decimos, la capellanía tenía una dote importante. De ahí que estuviese formada por unas casas y corrales que tenían bodega, además de un par de viñedos que sumaban 800 cepas junto con más de una quincena de fincas dedicadas al trigo, también varios olivares, otras tierras de varios cultivos e incluso un manantial, que era conocido con el nombre de la fuente de la Peña.

No olvidemos por ejemplo, que la familia del Olmo ya se había adjudicado una capellanía, en este caso la fundada por Simón Vicente y Juana del Olmo, lo que le valdrá a don Francisco del Olmo ejercer como presbítero en La Peraleja. Con ello apreciaremos como muchas veces las familias sin ser fundadoras, si disponían de una descendencia importante, y el linaje que las había creado no tenía miembros que las pudieran representar de forma directa, esta casa asociada era la que pasaba a hacerse con su control.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de La Peraleja

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).