Dentro del término municipal de La Peraleja apreciamos topónimos bastante significativos, que nos recuerdan la existencia de algunas familias, además de su paso por la historia de esta localidad. Una de ellas es la de los Benito, un linaje que consolidó la base de la pequeña burguesía agrícola rural, encargada de fortalecer la modesta estructura económica del enclave en el que se asentaron. La familia Benito la veremos afincada en este municipio desde la segunda mitad del siglo XV, momento en el que nace el apellido, cuando el labrador Benito Saiz, seguramente para distinguirse de otros vecinos que portaban el mismo apellido, acompañará con su nombre el apellido de sus hijos, siendo conocidos en el municipio como los Saiz de Benito, y por tanto sus vástagos Martín y Miguel de Benito los primeros en llevarlo. Miguel casaría con la señora Magdalena Ribatajada y Ayllón, surgiendo desde aquí una prolífica descendencia.
La familia Benito fundó una capellanía además de controlar durante varias generaciones la escribanía del lugar, lo que nos indica su disponibilidad de patrimonio en diferentes partes del término municipal. Precisamente, prueba de ello sigue siendo el cerro que encontramos en una zona apartada del casco urbano, y que la toponimia local designa como Cerro Benito.
Se trata de un pequeño montículo consolidado sobre un sustrato sedimentario con abundante cantidad de yeso, tan característico entre el material geológico que hallamos en esta zona de la Alcarria Conquense, y que se alza en una cota de 806 m.s.n.m.
Este técnicamente se halla dentro del término municipal de La Peraleja, aunque en la zona cercana al linde que divide sus tierras con Gascueña, próximo a la partida de esta localidad, y que en el área se conoce con el nombre del guijarral. El acceso hasta este punto se realiza prácticamente a través del camino paralelo que sigue la vega del río Guadamejud, presentando una geomorfología muy parecida a la que encontramos en otras lomas de similar altitud como los Cerros de San Sebastián.
Sin lugar a duda los libros de protocolos notariales como la cartografía histórica son herramientas indispensables para intentar atinar con mayor detalle como y de qué forma se fueron forjando el uso de estos topónimos para designar zonas concretas del término municipal, y que los peritos labradores de cada municipio conocían como la palma de su mano.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de La Peraleja