Entre las obras arquitectónicas que consolidan el principal edificio religioso de la pedanía optense de Caracenilla, merece nuestra atención el que conocemos como el acceso de San José.
Esta portada ubicada al mediodía destaca por tener su entrada rematada con un frontón triangular, sobre el cual se incluye un bonete dentro del tímpano, que en la zona superior posee una hornacina con la imagen de San José esculpida, estando acompañada en sus laterales con un par de ménsulas que han finalizado en rocalla, junto otra en la parte central que siguiendo los cánones de la época consolidan artísticamente ese espacio de la fachada. Más arriba todavía llegamos a ver una ventana, con dos rocallas, y rematada con un medallón esculpido donde se inscribió el nombre del promotor, junto con un león labrado en piedra, y que entendemos podría ser el emblema de la familia León, en alusión al canónigo promotor de la obra, que como bien sabemos pertenecía a esta estirpe destacada dentro de la localidad.
Recordemos que la familia León era un linaje de hidalgos, que se encontraba asentado en el cercano municipio de Saceda del Río, con el que muy probablemente estaba conectado por una misma raíz genealógica la línea de Caracenilla. Por los datos que hemos ido recabando, parece ser que los León de esta zona tenían su origen en Valdemoro del Rey, o al menos su asiento a finales del siglo XVI, pues su presencia por aquella fecha en esta zona de la Alcarria era una realidad. Como nobles que eran, los León entroncaron con las familias más destacadas del entorno, es el caso de los Garrote, Arcas o los Gascueña. Suponemos que al no tener una ejecutoria de hidalguía que los reconocía oficialmente en el pueblo (aunque estos evidentemente se insertaron como tales), decidirían esculpir el león, en lugar del tradicional escudo con su yelmo como veremos muchas veces en diferentes edificios religiosos en los que se deseaba dejar constancia del papel desempeñado por esa familia.
Los libros parroquiales de Caracenilla dan fe de como esta casa durante los siglos XVII y XVIII invertirá ingentes cantidades de dinero en misas que además de limpiar sus almas del pecado en el purgatorio, proyectarán su estatus más si cabe, lo que unido a este conjunto de obras en las que quedaba patente su mecenazgo y consiguiente realce social dentro de la localidad, los convertirá sin ninguna duda en una de los linajes mejor aposentados, tal y como todavía seguiremos presenciando durante el desarrollo del siglo XIX.
Como indicábamos líneas arriba, los León entroncaron tanto con los Garrote como los Gascueña (es decir, algunas de las familias más ricas del pueblo). Sabemos por ejemplo que María de Gascueña de Arcas, muerta en 1763, era esposa de Francisco de León y Palomares, enterrándose en la capilla de San José, y que siguiendo nuestras indagaciones por los libros de la parroquia, averiguamos que correspondía con el lugar de enterramiento que tenía esta familia. Durante el siglo XVIII ese linaje controlaba la práctica totalidad de las capellanías del municipio tras haber emparentado estratégicamente con los fundadores de las mismas, a lo que habría que sumar las que estos se habían encargado de crear. Al respecto, decir que el matrimonio de Manuel de Gascueña y María de Arcas les resultó bastante provechoso, pues acabaron aportando un patrimonio agrícola que recaería en la casa de los León.
En el libro de defunciones de la Iglesia, apreciamos algunas referencias que nos hablan de esta capilla de San José, gracias a los datos de enterramiento que dan en sus partidas algunos vecinos de la localidad, así por ejemplo sabemos que en el lado de la epístola se cita la sepultura de los Martínez, familia también importante por llevar durante algunas generaciones la escribanía en la localidad, de quienes pudimos averiguar que por aquellos tiempos, su sepultura se hallaba al lado de la tarima del altar de San José. Igualmente, la familia Ballesteros, se cita que tenían su sepultura enfrente del altar de la capilla de San José, ubicándose en el coro, concretamente en la primera bancada al lado de la epístola, junto a la tarima donde se hallaba el altar de San Miguel. No olvidemos que es durante las obras del siglo XVIII, con la ampliación del crucero cuando se levantará la nueva obra de esta capilla, de ahí que las intervenciones fuesen paralelas dentro de esta misma línea. Pensamos a colación de ello, que desde la instalación de la familia en Caracenilla, estos ya disponían de un espacio personalizado para enterrar al linaje, y precisamente dedicado a esta imagen, cuestión por la que podemos suponer una reforma del mismo, tras las actuaciones llevadas a cabo durante la centuria siguiente cuando se realizarán las obras que engrandecerán el templo.
David Gómez de Mora