En uno de los sillares de la Iglesia de San Miguel Arcángel de La Peraleja apreciamos una inscripción que se gravó en la piedra de la esquina del templo, donde reza la leyenda de que el 17 de mayo de 1658 se bajó la imagen de la Virgen hasta la localidad. No sabemos el motivo por el que un hecho como aquel pasaría a ser recogido de esta forma, aunque teniendo en cuenta lo inusual de lo ocurrido, podemos presuponer que sería con motivo de alguna situación extraordinaria en la que los vecinos se vieron en la necesidad de suplicar una ayuda divina.
Recordemos como en el texto del dominico peralejero Juan González-Breto, se indica que la imagen de la Virgen del Monte se sacaba en procesión para que intercediera cuando las sequías se prolongaban, y por tanto hacia falta agua en los campos. Partiendo de ese hecho, podemos entender que el haberse esculpido en la piedra de un edificio religioso un episodio como este, tuvo que deberse a una situación que probablemente ya vendría agravada desde tiempo atrás, y que por esas fechas comenzaba a causar estragos entre la población.
En un intento de localizar algún atisbo o consecuencia de ese episodio en el número del registro de defunciones que se anotaban en el libro de la parroquia, hemos de decir que no hemos detectado ninguna variable que hiciese presagiar una afección en el incremento de las muertes, tal y como podía ocurrir en periodos en los que las malas cosechas iban de la mano con momentos de hambruna y consiguientes enfermedades que disparaban el número de fallecidos.
Para realizar este ejercicio comparativo, hemos recurrido al libro segundo de defunciones de La Peraleja, y que abarca un periodo desde el año 1614 hasta 1693. A primera vista, analizando las series de años de los volúmenes en que el párroco anotaba los diferentes sacramentos que se celebraban en la iglesia parroquial, podemos plantear la hipótesis sin miedo a equivocarnos de que se desprende cierto desentendimiento en la obligación de registrar correctamente cada una de las entradas que este inscribía (el licenciado Miguel Chamorro), pues era el encargado en esos momentos de llevar a cabo esta tarea, puesto que veremos cómo los nombres de todos aquellos vecinos que se han casado o fallecido en la localidad, suelen estar desprovistos de referencias que por norma general el párroco había de anotar.
Analizando los registros que efectuó durante un periodo de años considerable el licenciado Miguel Chamorro, apreciamos una clara escasez informativa, que a los investigadores nos conduce a una falta sustancial de información para entender un poco mejor la historia del municipio, tanto por lo que respecta a los matrimonios (ya que omite muchísimas veces el nombre de los padres de los contrayentes), así como en las partidas de defunción, en las que a modo de hipótesis, presuponemos que puede existir un vacío en el número de muertes de vecinos, al no haber registrado todas. Lo único que podemos afirmar con seguridad, es que este muchas veces no especifica la época del año en la que los feligreses van falleciendo, no obstante este problema por desgracia será más habitual de lo que nos podemos imaginar en otras parroquias.
Precisamente, es a colación de este tipo de situaciones, donde radican muchos de los quebraderos de cabeza por los que hubieron de pasar párrocos posteriores en el momento de intentar averiguar los grados de parentesco entre vecinos, al resultar la partida matrimonial la fuente más recomendable para solucionar este tipo de cuestiones.
Cierto es que los libros de protocolos notariales, gracias a las referencias testamentarias, pueden subsanar la omisión de la paternidad en esas partidas de los peralejeros. No obstante, la falta de una señalización del mes en la que se produce el fallecimiento, nos impide precisar un estudio de la estacionalidad de las defunciones, pues escogiendo los testamentos de los protocolos notariales, veremos que no siempre todos los vecinos podían redactarlo si carecían de bienes, así como que el hecho de que estos mandasen escribir sus últimas voluntades ante una inminente muerte, aquello no significaba que el enfermo falleciese inmediatamente a la redacción del documento, pues veremos como en ocasiones se realizan codicilos y arreglos con diferencias de años, y que muchos elaboraban de forma preventiva, independientemente de su estado de salud.
A continuación hemos realizado un recuento de los fallecidos en el libro segundo de defunciones de la parroquia entre los años 1653-1662, una franja que consideramos más que apta para ver si la sequía se tradujo en un incremento de las defunciones medias que se producían en el municipio. Hemos de decir que cuando indicamos el fallecimiento de niños, estamos englobando lo que hoy designaríamos como el grupo de menores, es decir, desde recién nacidos hasta los 18 años aproximadamente, pues como sabemos muchas veces en este tipo de registros no se especifica si era un mozo o un niño con varios días el que moría, sino que simplemente que era hijo o un joven que dependía de sus progenitores.
AÑO 1653
1 niño en marzo
1 niño en mayo
1 niño en agosto
1 adulto en septiembre
2 adultos y un 1 niño en octubre
1 niño en noviembre
1 adulto en diciembre
TOTAL: 5 niños y 4 adultos (9 muertes)
AÑO 1654
1 adulto en ¿?
3 adultos en marzo
1 adulto en abril
2 adultos en ¿?
1 adulto en junio
2 adultos en ¿?
1 adulto en agosto
5 adultos y 2 niños en ¿?
1 adulto en septiembre
6 niños en ¿?
1 adulto en noviembre
TOTAL: 8 niños y 18 adultos (26 muertes)
¿AÑOS 1655-1656?
15 adultos en ¿?
9 niños en ¿?
1 adulto en noviembre de 1656
5 adultos ¿?
3 niño en ¿?
TOTAL: 12 niños y 21 adultos (33 muertes, media de 16 por año)
AÑO 1657
1 adulto en enero
3 niños en ¿?
3 adultos en junio
4 niños en junio
2 niños en ¿?
TOTAL: 9 niños y 4 adultos (13 muertes)
AÑO 1658
1 adulto en marzo
1 niño en ¿?
1 adulto en abril
1 adulto en mayo
3 niños en ¿?
1 adulto en junio
2 adultos en agosto
1 adulto en diciembre
TOTAL: 4 niños y 7 adultos (11 muertes)
AÑO 1659
2 adultos en enero
1 adulto en febrero
1 adulto en marzo
1 adulto en agosto
1 adulto en octubre
1 niño en ¿?
TOTAL: 1 niño y 6 adultos (7 muertes)
AÑO 1660
1 adulto en enero
1 niño en ¿?
1 adulto en marzo
1 adulto en ¿?
1 niño en ¿?
1 adulto en abril
1 niño en ¿?
2 adultos en mayo
1 adulto en agosto
1 niño en ¿?
1 adulto en diciembre
TOTAL: 4 niños y 8 adultos (12 muertes)
AÑO 1661
2 adultos en mayo
1 adulto en ¿?
4 adultos en ¿?
3 niños en ¿?
1 adulto en septiembre
1 adulto en ¿?
2 niños en ¿?
TOTAL: 5 niños y 9 adultos (14 muertes)
AÑO 1662
1 adulto en enero
1 niño en ¿?
1 adulto en febrero
1 niño en marzo
1 niño en abril
1 adulto en mayo
1 adulto en ¿?
4 niños en septiembre
1 niño en octubre
1 adulto en diciembre
1 niño en diciembre
TOTAL: 9 niños y 5 adultos (14 muertes)
Partiendo en el supuesto caso de que el licenciado más o menos pudo anotar todas las defunciones que se irían produciendo en la localidad, vemos como durante el año de la rogativa y anteriores, no hay un incremento sustancial en las cifras de muertos que haga presagiar un empeoramiento o aumento de la mortandad media de los peralejeros. Si bien es cierto, durante el año 1654 se disparan tanto en niños y adultos estos números, aunque ello en principio no tendría nada que ver con la rogativa que se efectuaría tres años y pico después.
Es más, cabría decir que a raíz de ese momento, llegamos incluso a percibir un descenso en el número de niños fallecidos hasta finales de la década de los cincuenta. De ahí que por ahora no apreciamos hechos significativos entre la comparación de la proporción de niños y adultos fallecidos a lo largo del periodo de estudio y el intervalo de años anteriores a 1658. Ello unido a la dificultad de poder interpolar datos con esa situación que no sabemos hasta qué punto pudo haber estado vinculada con la necesidad de plasmar en la pared del templo un episodio como aquel, nos lleva a la conclusión de que resulta muy difícil atisbar un nexo entre la evolución de la cifra de fallecidos con la necesidad de traer la Virgen a la localidad. Todo ello teniendo en cuenta como se ha indicado al principio, que partimos de la hipótesis de que los datos aportados por el párroco a pesar de poder ofrecer lagunas que afectarían a una interpretación genérica de la evolución demográfica del vecindario peralejero de esos tiempos, a grandes rasgos no distarían mucho de lo que acaecería en la localidad.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de La Peraleja
Referencia:
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro II de defunciones de La Peraleja (1614-1693), Sig. 30/15, P. 816