Un villar es una agrupación de casas, que como debemos de presuponer en el caso que nos ocupa, al estar ubicada dentro de la Serra d'Irta, se dedicaría tanto a la agricultura como a la ganadería. En nuestra modesta opinión, quedan muchos cabos por atar para llegar a concretar cual fue el espacio concreto en el que se ubicaría lo que la historiografía local conoce como el despoblado de Irta.
Es lógico pensar en la presencia de un enclave ruralizado, con una presencia humana durante el medievo, y cuyo topónimo solo es un ejemplo más de esa supervivencia de las pequeñas comunidades rurales autosubsistentes, que ni tan siquiera habían alterado la raíz del nombre del lugar en el que residían desde tiempos lejanos.
Juan Bautista Simó (2013), posiciona este despoblado en la zona cercana al Clot de Maig, comentando que uno de los grandes problemas con los que tuvo que lidiar el asentamiento fue la problemática que comportaba la ausencia de un manantial en la zona, motivo por el que para abastecerse de agua se cree que sus habitantes debían proveerse de reservorios conectados a través cisternas y recogedores naturales de agua. El autor nos comenta que la aldea es concedida al monasterio de Benifassà en el año 1253, por lo que no sería repoblada al uso, quedando la posibilidad de que hasta los tiempos de la desamortización esta no recayera en manos de particulares.
Este enclave posicionado a escasos kilómetros de Banískula, además de poseer una evidente toponimia prerromana que ha persistido y que nos remonta a los tiempos de la Ora Marítima, puede explicarse porque hasta antes de la reconquista, entre sus gentes las diferencias de tipo cultural, podrían haber sido motivo suficiente para que nunca llegaran a poblar la roca del tómbolo, hasta llegado el momento de la cristianización de la región.
Ahora bien, creemos importante plantear una serie de preguntas, que nos llevan a pensar desde una visión un tanto crítica, si el lugar que hoy conocemos como el despoblado, es en realidad el mismo enclave que durante el medievo ocupó este conjunto de casas o villar.
Por una parte veremos que los restos de construcciones que nos han llegado, se enmarcan cronológicamente entre los siglos XIX e incluso primeras décadas del siglo XX, de ahí que llame nuestra atención la ausencia de obras medievales como las que pudo haber en la referencia del monasterio de Benifassà. Cierto es que un espacio habitado puede ir mutando y alterarse por completo en cuestión de varias generaciones, especialmente si este cae en estado de completo abandono, no obstante la pobreza hídrica del lugar complican más si cabe la idea de que hubiese en esa zona un poblamiento permanente como el que tendría cualquier conjunto de viviendas con las correspondientes familias y animales a su disposición. Creemos por ello a a raíz de este planteamiento como otras cuestiones que en un futuro quisiéramos desarrollar, que nos resulta un tanto complejo dar por hecho que en la zona que hoy denominamos como “el despoblado” se hallasen los restos de este asentamiento, que como mínimo durante el siglo XIII y muy probablemente en centurias anteriores, tuvo una presencia humana.
Una cuestión que desde aquí no deja de ser una mera hipótesis personal, pero que nos gustaría tratar más a fondo en futuros artículos.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
*Simó Castillo, Juan Bautista (2013). “El despoblado villar de Irta”, nº 74, julio de 2013. Centro de Iniciativas Culturales, Peñíscola, 16-18 pp.