Toda población con su viario urbano se convierte en una especie de ser vivo que va cambiado y adaptándose a las circunstancias del momento, debido a la interacción de variables internas de tipo social y económico que obligan por cuestiones demográficas a la búsqueda de nuevas viviendas en las que instalar a sus habitantes.
Como suele ocurrir en muchos ámbitos de la investigación, el geógrafo no siempre llega a comprender qué ha ocurrido en un determinado espacio. Es por ello que esta labor detectivesca de intuir cómo pudo ser el aspecto en el pasado de un lugar concreto, se convierta en una pregunta controvertida de responder hasta que aparezcan datos que desde la arqueología o un análisis del parcelario urbano, nos sirvan para interpretar algo más.
Cuando se trata un tema de esta índole, apreciamos como la geografía social tiene mucho que decir aunque sea desde un prisma simplista, al menos para entender el conjunto de decisiones tomadas en ese sitio, así como las limitaciones económicas que dieron pie a una ordenación territorial que implique de lleno el modelo productivo del mismo.
El caso que nos ocupa, nos muestra un núcleo rural en donde el motor de la actividad laboral se ha movido mayoritariamente entre el ámbito de la agricultura y la ganadería. Un sistema bastante homogéneo, donde veremos casi siempre un mismo patrón, como la falta de vías de comunicación de calidad.
Villarejo de la Peñuela es una localidad con uno de los señoríos más antiguos de esta franja del territorio conquense, y cuyo emplazamiento puede responderse desde un reaprovechamiento de un hábitat anterior, ya que a pesar de carecer su posición de una accidentalidad del terreno que le otorgue ciertas garantías, veremos como desde los bordes de la peñuela o loma que muy posiblemente dará su nombre al municipio, se irá extendiendo el parcelario urbano, que de este modo quedará delimitado por el trayecto de dos senderos que la misma erosión acentuará, y que durante épocas de estiaje funcionarán como meros caminos, pero en momentos de precipitaciones como dos escorrentías que marcarán perfectamente el espacio habitado por sus gentes.
Si a ello le añadimos que hacia el flanco este circula el arroyo de Cabrejas, tenemos pues un enclave que a pesar de no gozar de una defensa imponente, tenía al menos en ese llano fértil, un punto de cierta comodidad para trabajar la tierras, que muy posiblemente se vería defendido por alguna especie de construcción, y que creemos posicionar en el espacio en el que luego sus señores mandarán la construcción de su residencia palaciega, y de la que todavía quedan escasos vestigios que nos hablan del porte de su planta.
Es desde esta base como nosotros presentamos una interpretación del territorio villarejeño en tiempos posteriores a la instalación cristiana, del que quedan muchas cosas por esclarecer, especialmente en lo que concierne a su evolución y donde las cotas de las curvas de nivel, nos parecen señalar una planificación que acordonaba su núcleo primigenio, en el que el espacio delimitado por esa pequeña loma, parapetaría su parte central, y que en dirección hacia el arroyo de Cabrejas iría buscando su asentamiento natural.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela