domingo, 27 de febrero de 2022

La isla de Tabarca y el ocio de los Cárdenas

Que la isla de Tabarca era un espacio de ocio cinegético para la familia Cárdenas, (especialmente entre los siglos XVI y XVII), es una cuestión que queda documentada a través de la crónica de Vicente Biendicho. No obstante, surgen preguntas sobre los hábitos de aquella alta nobleza de la época, como la de si estaba permitido el uso de armas de fuego en determinadas zonas y círculos sociales, o de qué forma se desempeñaba el desarrollo de una jornada de campo de estas características.

Sabemos por ejemplo que en Castilla durante la primera mitad del siglo XVI, la prohibición del uso de armas de fuego en este tipo de acontecimientos fue una realidad, tal y como lo revelan diferentes ordenanzas de la época.

Durante esta centuria el arma más empleada era la ballesta, la cual como sabemos siguió teniendo una difusión muy amplia en época posteriores, especialmente por ser mucho más económica, menos pesada que los mosquetes y con un mecanismo menos complejo a la hora de emplearla.

El día que se desempeñaban estas actividades, el señor de la isla evidentemente no iba solo, pues el peligro que acarreaba el distanciarse de una costa infestada de piratas berberiscos, era algo por desgracia muy conocido por aquellos marineros que salían a faenar rutinariamente, por lo que como era habitual, estos partían acompañados por un numeroso séquito de nobles, guardias y ayudantes que llevaban sus rehalas, gracias a las que la jornada podía rematarse de forma satisfactoria. No cabe duda de la presencia de personas en estos acontecimientos, cuando leemos que Vicente Biendicho menciona como el día que el Duque perdió uno de sus perros, mandó un total de 24 hombres únicamente para que se encargasen de buscarlo.

Las rehalas son el conjunto de perros que se adiestran y preparan para el desarrollo de monterías, y entre las cuales veremos cómo las razas preferentes son las de galgos y podencos, aunque dependiendo de la región a la que nos dirijamos, llegarán incluso a precisarse tipologías concretas, por las mejores prestaciones que ofrecen a los cazadores para un terreno determinado.

Isla de Tabarca (foto del autor)

Su labor es la de caza en equipo, al estar preparados aprovechando sus capacidades visuales, auditivas y de olfato para detectar presas. Imaginamos que la cantidad de perros empleados en estas jornadas podría superar perfectamente las varias decenas.

Seguramente Bernardino de Cárdenas cazaría con ballesta, pues como decíamos anteriormente, las armas de fuego estarían prohibidas en este tipo de actividades hasta el siglo XVII. De la misma forma, tampoco cabe olvidar que no siempre se podía cazar, especialmente durante el periodo que comprendía la cuaresma hasta la llegada del verano. No obstante, las elevadas temperaturas, y el calor que se alcanza durante la estación estival en esta zona, hacían inmediatamente mella, por lo que se esperaba a la llegada del otoño y el invierno, como la temporada idónea para emprender las partidas. Igualmente, en época de nieves, estaba también prohibida la caza de conejos y liebres. El motivo se debía a que bajo estas condiciones climatológicas los animales estaban más limitados, no obstante este problema rarísimas veces se podía haber dado en una isla, donde la nieve como sabemos es algo inaudito.

El historiador Escolano dice a principios del siglo XVII de este lugar que: “la Isla Planesa, por la llanura que tiene, como arriba se dijo; que es tanta, que convida a los amigos de caza de conejos, pasen a ella en barcos, por los muchos que engendra y por ser tan tratable y llana”.

Durante los siglos XVI, XVII y una parte del XVIII, la isla funcionó como un coto natural, garante de calidad por sus casi 30 hectáreas de extensión deshabitadas. Un territorio prácticamente llano, y que solo gana algo de altura en la zona que se conoce como “el campo”, es decir, el área que hay a las afueras del núcleo urbano, y donde en el mejor de los casos se alcanza una altura levemente superior a los 15 m.s.n.m., sin existir ningún accidente en el terreno, por lo que la pendiente es continuamente leve, y por tanto la visual de tiro mucho mayor.

Las piezas demandadas eran conejos y liebres, que vivían de forma permanente en este hábitat, cavando madrigueras y aprovechando los recodos que les brindaba el bajo matorral del entorno,  que como es de suponer, antes de que se antropizara el medio, cubriría buena parte de la isla. La producción cinegética del lugar queda reflejada en la descripción realizada por Vicente Biendicho, cuando recordaba las 150 presas logradas en dos días por el Duque de Maqueda, por “la mucha y abundante caza que hay de conejos, que se ha visto en dos días cazar los lebreles”

La caza menor en Tabarca se vería fuertemente favorecida por el escaso espacio sobre el que los animales podían moverse, además de la ausencia de masas arbóreas, y la regularidad de un terreno prácticamente llano, lo que permitía buenos lances a una mayor distancia.

Por aquellos tiempos las ballestas, dependiendo de su tamaño, podían tener una potencia de disparo que impulsaba el proyectil varios centenares de metros, no obstante, sería en los primeros treinta, en los que el cazador tenía mayores posibilidades de abatir a la presa. Teniendo en cuenta que la isla en las partes más anchas puede cubrir una distancia que no va más allá de trescientos y pico metros, junto con una longitud de la isla principal que no sobrepasa los dos kilómetros, partimos pues de un conjunto de características ventajosas que promovieron este tipo de actividades de forma continua en su interior, al funcionar como un reservorio natural.

David Gómez de Mora

 

Bibliografía:

* Biendicho, Vicente (1640). Crónica de Alicante

* Escolano, Gaspar (1610-1611). Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y Reyno de Valencia

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).