Entre las tramas urbanas que hemos podido estudiar de diferentes pueblos, el caso de Villarejo nos ofrece elementos interesantes, y que a continuación quisiéramos remarcar. Como bien sabemos, Villarejo es uno de los señoríos más antiguos de los que se tiene constancia documental en esta zona del territorio conquense, al caer en manos de la familia Ribera durante la primera mitad del siglo XIV, más concretamente en el año 1328 a través de una donación real.
Es obvio que por aquel entonces en el lugar ya hubiera restos de ese “villarejo”, sobre el que en alguna ocasión ya hemos explicado que su nombre nos señala que en origen este lugar sería un pequeño villar (conjunto de casas agrupadas), de no excesivas dimensiones, tal y como nos reflejaría el sufijo diminutivo “-ejo”, en el que se afincarían una serie de familias que finalmente compondrían una pequeña comunidad de labradores.
Una de las pistas más importantes nos la ofrece el casco urbano del lugar, y que como veremos para nada es abrupto, no obstante, si nos fijamos en la parte meridional, apreciamos como en la zona donde los señores decidieron emplazar su palacio, ya se detecta una inclinación del relieve, que por un lado nos estaría indicando los vestigios paleogeográficos que se han conservado del punto más elevado de esa vieja población, además de un topónimo de índole geomorfológico que estaría aludiendo a esa peñuela o loma, sobre la que se alzaría la construcción más importante desde el punto de vista social como estratégico del pueblo, y donde cabría preguntarse si tiempo antes pudo haber una fortificación medieval.
Creemos que muy posiblemente sería esa loma la misma que pudo dar origen al topónimo de la localidad, y en la que para garantizar la defensa del lugar durante el medievo, se alzaría algún puesto desde el que proteger la posición. De ahí que cuando los Ribera se afianzaran con el señorío, aprovecharían la misma estructura.
No olvidemos que las curvas de nivel y la orientación del parcelario en esa franja precisa, sigue precisamente una misma orientación que no se repite en en los alrededores de municipio, una prueba más a la que cabe añadir que desde los bordes de la peñuela discurren a través de la pendiente dos caminos o viales que obviamente antaño eran empleados como caminos, pero que también funcionarían como escorrentías esporádicas, que ayudarían más si cabe junto con la vegetación de sus alrededores, a delimitar un perímetro, que dentro de la escasa accidentalidad natural que tiene el lugar, daban un puesto cercado en el que desarrollar esa modesta trama urbana que comentábamos anteriormente, de ahí que la propia naturaleza a través de la pendiente del terreno, generaría dos viales paralelos, que por el norte a través de la calle alta y luego por la calle prado, acabaría convergiendo en el arroyo de Cabrejas, como del mismo modo por la franja meridional y de forma paralela el acceso que desciende desde el lateral de la montaña hacia la calle escuelas, para girar finalmente por la calle de la fuente y encontrar el mismo destino que el ramal anterior. En el caso de esta última, al circular a la altura de la zona del templo, pensamos que en origen iría trascurriendo de forma recta sin generar ese giro tan brusco en lo que hoy es el área urbana, no obstante, la ampliación del parcelario urbano y al funcionar más como un mero sendero que una escorrentía, permitiría que su trayecto acabase discurriendo por la calle de la fuente.
Es por ello que a través de dicho circuito quedara todo el entorno perfectamente sellado y a su vez en armonía con la orientación de una trama urbana que se adaptaría a la pendiente natural, y que vendría impuesta desde el mismo piedemonte del relieve. Y es que como bien indica el nombre Peñuela con el sufijo “-ela”, apreciamos que esto marcará un hito que tanto simbólicamente como geoestratégicamente recordarán el espacio sobre el que se alzará el entorno más primigenio del municipio.
Otra razón de peso es que precisamente los dos edificios más antiguos del lugar, y que arrancan desde los tiempos de medievo (el palacio y el templo), distan a tan solo 50 metros, insertándose en ese espacio aquí comentado.
Del mismo modo, otro aspecto igual de interesante dentro de este hipotético perímetro bajomedieval que aquí proponemos, es que observamos tanto con el topónimo de la antigua calle del horno, junto con otro viario con evidentes raíces arábigas, se emplazan también en ese mismo sector.
Así pues, justo de forma paralela al palacio, un poco más abajo veremos el viario que en la localidad se conoce con el nombre de calle zacatín, arabismo cuya etimología procede de la forma plural árabe-hispánica saqqattín, y que viene a significar ropavejero, es decir, calle o lugar en donde se comercializaba la ropa, además de la venta de telas.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela