domingo, 13 de febrero de 2022

Poder y estatus en Verdelpino de Huete

Escribanos y curas eran sin lugar a duda en municipios de labradores y ganaderos como el referido, aquellas personas mejor formadas ya no solo en lo tocante a cuestiones como escribir o leer un documento. Como sabemos tanto unos como otros necesitaban de una formación que les permitiese ejercer sus oficios, que a su vez les valían para darse una notoriedad aceptable dentro del vecindario.

Si los escribanos daban fe de los bienes, pleitos y otro tipo de documentos que se generaban en cada localidad, los sacerdotes además de oficiar su liturgia y suministrar los sacramentos, también se encargaban de registrar en los libros parroquiales las celebraciones de bautismos, matrimonios, defunciones, así como otro tipo de documentación que en ocasiones salía del puño del mayordomo de la parroquia, y que como veremos a falta de voluntarios, el mismo escribano o alguien de su confianza con suficiente formación, era quien la acababa desempeñando.

En el caso de Verdelpino llegaron a existir en el siglo XVII hasta dos escribanos, los cuales como veremos solían ser siempre familias que transmitían el oficio de forma generacional o entre parientes, creando dinastías locales que habían acrecentado su poder desde ese puesto. En este sentido no podemos obviar el caso de Alonso Muñoz, quien desde finales del siglo XVI hasta casi las primeras décadas del siglo XVII será uno de los más importantes del lugar en este oficio, así como los miembros de la familia García, como sucederá con Domingo García Romero, Agustín García y Francisco García, y que abarcarán un control del puesto desde los años veinte del siglo XVII hasta varias décadas después. Tampoco podemos obviar a Miguel Pérez, escribano que gracias a la documentación del archivo municipal de Huete aparecerá registrado muchas veces, además de Julián Collada y Domingo Collada Pérez.

Verdelpino de Huete

Entre los párrocos que se recogen en la documentación de los siglos XVI y XVII veremos algunos nombres foráneos, siendo el caso del optense don Juan Cañaveras. No obstante, apreciaremos que por norma general muchos de ellos serán nativos de Verdelpino de Huete y acabarán insertándose dentro de los mismos núcleos familiares que componían las familias más acomodadas, es el caso de fray Agustín Fernández de Solera, Joseph Pérez, el doctor don Juan de Alcázar y el licenciado Juan de Alcázar o el licenciado Juan de Solera.

Sin lugar a duda este conjunto de linajes se asociará de forma hermética con el paso de las generaciones, creando grupos de poder, en los que las fundaciones de capellanías y la tenencia de un amplio patrimonio agrícola como animal, eran credenciales suficientes para medrar y mantener un nivel de vida bastante aceptable que les permitió a más de uno alcanzar el reconocimiento de hidalgos.

Otros nombres de religiosos son los de Pedro Fernández Pérez, Francisco García Martínez, el licenciado Gerónimo Fernández, Marco Fernández, el licenciado Miguel Martínez, Francisco de la Fuente, Pedro Fernández Infante, Miguel Muñoz, fray Juan Pérez de la Fuente, Francisco Pérez, el licenciado Martínez Carretero, el licenciado Jacinto Pérez, el licenciado Alonso Aguilar, Juan de Valera, Bernardino de Valera o el párroco Aparicio Muñoz. Todos ellos como podemos comprobar siempre con apellidos muy repetidos, debido a que la transmisión del patrimonio y las alianzas matrimoniales entre las familias del pueblo era algo normal.

Junto a estas casas había linajes locales que a través de entronques con líneas segundonas de las antes referidas intentaron mejorar su estatus, creando una pequeña burguesía agrícola y ganadera desde la perspectiva local, que no iba más allá de la tenencia de una serie de bienes en el lugar. En este sentido aparecerán apellidos conocidos en otros municipios de la alcarria optense, pero que no conseguirán crecer como sus parientes de zonas aledañas, es el caso de los Olmo y Rojo, sin olvidar otras casas como los Collado y Recuero. Tampoco podemos dejar de lado familias como los Fuente y Molina, quienes lograrán insertar a algunos de los suyos dentro del clero, además de aprovechar la reputación que su apellido tenía en varios municipios de la zona. Conocemos el caso de los Martínez, quienes en Caracenilla ya habían adquirido una escribanía, mientras que en Verdelpino disponían de un conjunto destacado de tierras.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).