Por norma general los topónimos o
nombres suelen estar vinculados con referencias alusivas a personas, accidentes
geográficos, o más concretamente elementos del ámbito de la naturaleza, bien por
su relación con el agua, la vegetación, animales e incluso cuestiones de tipo
religioso.
Lo poco que por ahora hemos
podido cotejar, nos recuerda como las plantas han sido uno de recursos
favoritos por los sacederos para designar los diferentes puntos de su término
municipal. Simplemente hay que ver el nombre de la localidad para comprender
como de importante eran los fitónimos entre el lenguaje diario de nuestros
antepasados.
Conocemos partidas como la de Valdeselvales
(cuya etimología nos indica una zona baja entre montañas con abundante
vegetación). Igualmente veremos nombres como el de los cermeños (en alusión a
una especie de peral con las hojas en forma de corazón, y de cuyo fruto sale la
cermeña). No es por ello casual que uno de los pueblos vecinos sea precisamente
La Peraleja, palabra que tampoco esconde ningún misterio si tenemos en cuenta todo
lo antes expuesto. Otro nombre del mundo arbóreo es el de Hoya Serval (una zona
baja de relieve en la que abunda una planta con dicho nombre. El serbal es un árbol
de tamaño medio, que tiene por nombre científico sorbus aucuparia. Éste abunda
en la zona, además de ser una especie muy resistente al frío).
En cuanto a los oficios
vinculados con el cuidado de los animales, veremos el Alto Rabadán (un apellido
muy extendido por diversos pueblos de Cuenca, y que tiene su origen en el
oficio que desempeñaban los pastores encargados de vigilar las cabañas de
ovejas). Otro que no sabemos si tiene algo que ver con una zona clara del
paisaje o por uno de los apellidos extendidos en la zona es el lugar del Cerro
Rubio.
Existen igualmente algunos nombres
alusivos a la geomorfología del terreno, como ocurre con el de Hoyo Hondo, la
veguilla, además de otros tan evidentes como el cerro de la cruz.
David Gómez de Mora