martes, 22 de junio de 2021

Los Girón y Ortegícar

Dentro del término municipal de Cañete la Real encontramos un enclave de elevada singularidad histórica como arquitectónica, se trata del cortijo de Ortegícar, una construcción que salta rápidamente a la vista por su emblemática torre de casi 19 metros de altura, cuya base es prácticamente cuadrangular, apoyándose en una muralla que le da una estructura defensiva a todo el conjunto, y que nos muestra como antaño ejercía un elevado peso estratégico por situarse como zona de paso junto al río Guadalteba.

No sabemos con exactitud el momento de su construcción, aunque todo hace pensar que debería remontarse a la época de dominio musulmán. Una alquería fortificada donde todavía pueden apreciarse diferentes elementos que nos hablan de sus particularidades urbanísticas.

Torre-alquería de Ortegícar (imagen: malaga.es)

En origen el emplazamiento pudo haberse aprovechado por culturas anteriores como la romana, nada de extrañar teniendo en cuenta el lugar en el que se acabó posicionando. Se sabe que durante determinados momentos de finales del medievo, antes de consolidarse la conquista de las tierras malagueñas, el emplazamiento iría alternándose bajo el control de musulmanes y cristianos.

Decir que no todo su encanto se reduce a la trama señorial de lo que hoy es el cortijo, pues para acceder hasta allí existe un puente nazarí (en forma de lomo de asno), consolidado por un pavimento de cantos rodados.

Una de las grandes familias nobiliarias de aquellos tiempos eran los Girón, quienes obtuvieron su control durante la segunda mitad del siglo XV. Una Real Provisión recuerda como Pedro de Cárdenas traspasó Ortegícar a Pedro Girón, por lo que una vez integrado dentro del Condado de Ureña, acabaría engrosando los bienes del Ducado de Osuna.

Torre de Ortegícar (imagen: malaga.es)

Este emplazamiento no lo veremos nunca deshabitado, pues en su interior había un alcaide junto varias decenas de familias que residían y trabajan sus tierras, sin olvidar algunos funcionarios que le daban al lugar la autoridad y servicios suficientes como con los que habría de contar cualquier localidad por muy pequeña que fuese.

Los Cárdenas eran una familia que durante ese periodo estaba proyectándose socialmente con mucha fuerza. Además, éstos ya contaban con una nutrida expansión de sus líneas genealógicas, lo que irá moviéndoles por diferentes puntos de la geografía peninsular. Creemos sin miedo a equivocarnos, y a falta de una asignación más concreta, que don Pedro de Cárdenas, y que traspasa Ortegícar a la familia Girón, tuvo que pertenecer a una de esas líneas del linaje.

La casa de los Cárdenas estaba emparentada con la del Marqués de Villena, de cuya línea descenderá la de los Marqueses de Elche y propietarios de diversos bienes en tierras alicantinas, entre los que se encontraba la Isla de Tabarca. Igualmente, además del parentesco probado entre los Girón y los Pacheco conquenses, veremos como la nuera del señor de Piqueras y por tanto segunda representante del clan (doña Beatriz de Villegas y Osorio), los anales genealógicos la hacen descendiente de los Osorio-Cárdenas. Todo ello dentro de un marco cronológico muy estrecho, nos aventura a plantear la hipótesis de que la donación de don Pedro de Cárdenas a don Pedro Girón de la alquería de Ortegícar se debía en parte a esa serie de nexos genealógicos entre familias de una mismas características sociales. Sobre los Girón hay poco que ya no se haya escrito acerca de su estatus e influencias. Como ya hemos comentado en alguna ocasión, este don Pedro era hijo de don Alfonso Téllez-Girón y doña María Pacheco, él Señor de Frechoso y ella de Belmonte.

Puente de Ortegícar (imagen: malaga.es)

Su nombre completo era el de don Pedro Girón de Acuña y Pacheco en honor a los apellidos de sus abuelos. Entre sus bienes estaban el señorío de Briones junto con el de Ureña. Recordemos que Ureña la recibe tras su participación en la histórica batalla de Olmedo, siendo también nombrado Maestre de la Orden de Calatrava.

Sus abuelos paternos eran Martín Vázquez de Acuña (I Conde de Valencia de don Juan) y Teresa Téllez-Girón (por donde le vendrá su primer apellido). Los padres de su madre serán Juan Fernández Pacheco e Inés Téllez de Meneses. Como veremos cuatro grandes casas que en su conjunto ya presagiaban la posición destacada que la familia alcanzará en generaciones posteriores.

Pocos años después, en 1454 Enrique IV es proclamado rey, y sin olvidarse de su amigo don Pedro, éste le dona una serie de señoríos entre los que se hallaba el de Osuna, muy vinculado con la localidad de Cañete la Real, pues el arraigo de sus duques con este pueblo ha sido histórico, pues siempre figurarán como grandes terratenientes de patrimonio en las diferentes referencias que nos hemos ido topando al analizar algunos documentos del archivo municipal cañetero.

Tierras de Ortegícar (imagen: malaga.es)

Don Pedro falleció en 1466, traspasándole la alquería a su hijo Alonso Téllez-Girón, quien por desgracia fallece sólo tres años después, de ahí que ésta acabara recayendo en su hermano Juan Téllez-Girón, tronco del que descienden los Condes de Ureña, y título nobiliario instituido por el mismo Enrique IV a favor de su hermano Alfonso.

Recordemos que los Girón, además de su parentesco con el Marqués de Villena (pues Juan Pacheco era tío de Juan Téllez-Girón), también guardaba una estrecha consanguinidad con otras líneas de la familia que se habían proyectado en diferentes puntos del país, es el caso del primer señor de Piqueras, Alfonso Téllez-Girón (esposo de Blanca Pacheco y sobre la que desconocemos el vinculo familiar con el Marqués de Villena, pues sabemos que empleaba sus mismas armas heráldicas). Alfonso era hijo de don Juan de Valencia y doña Beatriz de Acuña Girón, es decir, hija de los anteriormente referidos don Martín Vázquez de Acuña y doña Teresa Téllez-Girón, lo que convertía a la madre del señor de Piqueras en la tía del propietario de Ortegícar allá por los años sesenta del siglo XV.

David Gómez de Mora

martes, 15 de junio de 2021

Notas sobres los Jaraba en el “Alfabeto General” de Francisco Zazo y Rosillo

La mayor parte de las familias que integraban la nobleza partían de un relato o leyenda que enaltecía sus logros en el pasado. Una manera de justificar la posesión de un privilegio, que socialmente remarcaba el estatus de sus integrantes. Entre este grupo de familias destacaron dentro del círculo de la nobleza conquense los Jaraba, un linaje del que veremos su apellido escrito de diferentes formas y que como apreciaremos, se extendería por diversos enclaves de esta provincia.

Bajo una misma designación, siguiendo las partidas de los libros parroquiales, podremos leer las formas Xarava, Jarava, Jarabo o Xaravo, además de otras que también aparecerán en los respectivos protocolos notariales de aquellos lugares en los que estaban asentados, tal y como sucederá en localidades como La Peraleja o Huete. Sobre éstos, podemos leer en las notas del Rey de Armas, don Francisco Zazo y Rosillo, que en la “Historia de Cuenca por Juan Pablo Martir Rizo, en folio página 279, se dice que su origen proviene de los Reyes de Aragon, concretamente cuando Doña Petronila (hija del Rey de Aragón Don Ramiro II, que llamaron el Monge y de doña Inés, su mujer), casó con don Ramón Berenguer, Príncipe de Cataluña, X Conde de Barcelona que sucedió en el Reino de Aragón que sucedió al otro don Ramiro, el cual no tenía hijos y se ofreció a una Imagen muy devota de Nuestra Señora que se llamaba de Xarava por estar cerca de un pueblo pequeño que tiene este mismo nombre que está a siete leguas de Daroca en Aragón. Concediéndole días muchos hijos por intercesión de esta Imagen, y al uno de los hijos le llamaron Xarava, que fue el principio y cabeza de esta familia. Sus armas son las barras y bandas de Aragón. Sigue el autor la descendencia y rama de las que pararon en Cuenca” (fols. 18-18 v).

Otra cuestión interesante, es que el apellido Jarabo en ocasiones acabará asociándose a dicha familia, tal y como comprobamos en varios documentos, y que a priori, bien podríamos pensar que responden a un error de transcripción del escribano, o a la costumbre de feminizar con la terminación “-a” las líneas de mujer, no obstante, existen evidencias lo suficientemente claras, como para ver que no siempre es así, pues en determinados momentos, algunos Jarabo invocarán de forma intencionada al apellido Jaraba, tal y como se desprende de diferentes documentos del Archivo Parroquial y Municipal de Huete.

Por un lado tenemos en los protocolos notariales de La Peraleja, una referencia del hacendado Bonificacio Jarabo, quien llega a firmar bajo la forma de “Bonifacio de Jaraba”, o el caso Juan Jarabo de Uterviejo (hermano de éste), y quien llega a crear un mayorazgo, en cuyas cláusulas exige que sus poseedores deban portar el apellido Jarabo como condición sine qua non, para así conseguir heredar los bienes familiares. Recordemos que el mayorazgo era una institución del derecho civil que impedía que las propiedades de las familias nobles llegaran a dividirse. Obviamente no será un hecho casual, que tanto Bonifacio como Juan, siendo algunos de los representantes del linaje que obtendrían una mayor cantidad de bienes, a través de estas fórmulas estaban claramente intentando demostrar una asociación del linaje Jarabo con la casa de los Jaraba de Cuenca.

Otro dato que merece nuestro interés radica en los libros parroquiales de Huete, cuando miembros descendientes de la casa Jaraba de Cuenca entre sus vástagos intercalan el apellido Jarabo y Jaraba de manera arbitraria, descartando un despiste o error del párroco al caer en la costumbre de feminizar las líneas de mujer, pues el hecho se produce de forma reiterada en un intervalo considerable de varios años.

Descripción de los Jaraba de Zazo y Rosillo. Biblioteca Nacional de España

En los apuntes de Zazo, veremos como en su manuscrito nobiliario menciona algunas obras en las que invoca diversas reseñas sobre el apellido Jaraba, y entre las que cabe destacar el formulario de Diego Hernández de Mendoza, de quien especifica como los Jaraba tienen “su asiento en la ciudad de Cuenca, siendo buenos caballeros y antiguos con su mayorazgo y sus armas y cuarteles en las dos en cada uno banda negra en oro, y en las otras jaqueles amarillos y negros” (fol. 18).

Un apunte curioso, y que vemos de nuevo en la obra de este rey de armas, son los diseños heráldicos que se plantean para el escudo del apellido, al variar éste en determinadas ocasiones, pues si algunas veces alberga los atributos heráldicos de los Reyes de Aragón, en otros refleja el clásico jaquelado con banda sobre sable y oro, o como sucede en el caso del formulario de armería de Miguel de Salazar presenta “cuatro bandas rojas en oro” (fol. 631).

Una referencia que vincula a la familia de los Jaraba con los Ruiz de Alarcón, está recogida por el mismo autor en sus notas históricas, cuando comenta sobre las relaciones genealógicas de la casa de los Marqueses de Trocifal, y publicada en 1656 por Antonio Suárez de Alarcón (folios 234-235), que “Martín Ruiz de Alarcón, quien sucedió en la casa, tuvo la tutela de sus hermanos, como consta por dos cartas de pago, con fecha a 7 de enero de 1397, y en ellas se dice, que Martín Ruiz fue tutor, y guardador de sus hermanos Álvaro Ruiz, de quien los Señores de Almodóvar, Pedro Ruiz, de quien los Xaravas, Señores de Huércemes, García Ruiz, progenitor de los Señores de Buenache tuvieron también otro hijo, que fue Gil Ruiz de Alarcón”.

David Gómez de Mora

Bibliografía:

* Biblioteca Nacional de España. Signatura: MSS/11953 V.39. Alfabeto General de Francisco Zazo y Rosillo

Linajes de Villarejo de la Peñuela durante la segunda mitad del siglo XVI. Notas genealógicas

Durante las últimas décadas del siglo XVI, Villarejo seguía siendo ese apacible enclave aislado de los grandes centros de presión demográfica, donde la agricultura fomentaba el crecimiento de una serie de familias, que en el caso de las más favorecidas dará pie a la consolidación de una docena de casas de labradores, algunas de las cuales seguirán prosperando dentro de aquel marco local con el trascurso del tiempo.

Se trataba de un conjunto de familias con políticas matrimoniales variadas y aleatorias, donde la presencia y control de los Ribera como señores de todo su perímetro, no impedirá la consecución de una sociedad agrícola con cierta autonomía, capaz de concentrar bienes sobre los que de un modo mucho más modesto, intentará imitar un estilo de vida que otorgaba autonomía y poder al agricultor que trabaja su propia tierra.

Así lo plasmarán gente como los García o Martínez de Villarejo, a quienes el control de una serie de propiedades ya por aquellas fechas les parecía poco, pues no se conformaban con pagar elevadas cifras de misas cuando fallecía un familiar, de ahí que llegarán a plantearse la construcción de una ermita, intentando demostrar obviamente delante de todo el vecindario una solvencia económica que marcaba la senda una serie de nuevos cambios, y que comenzaban a percibirse claramente dentro de aquella sociedad rural.

Otras casas venidas de fuera como los Grueso consolidaron nexos conyugales con los Redondo o los Torrijos (éstos naturales de Cabrejas). Tampoco podían faltar los Moreno oriundos de Valmelero, o sus parientes los González, sin olvidar a los Castros, casa nobiliaria por excelencia del municipio, y que hasta el siglo XVIII dejará testimonio de su apellido entre los nativos.

De forma breve, vamos a intentar comentar algunos aspectos vinculados con estas familias y sus genealogías, que podemos consultar a través de los dos libros de defunciones, y que abarcan un periodo cronológico que va entre 1557-1595. Un intervalo de casi cuarenta años, en los que Villarejo experimentará una serie de cambios, fruto del enriquecimiento de algunas casas allí afincadas, y que como veremos, con más o menos suerte, intentarán expandir su influencia con el trascurso de varias centurias.


Cañas

El origen del apellido nos conduce hasta Aparicio de Valdecañas, quien casaría con Catalina Sainz, ésta fallecida en 1584, y fundadora de una fiesta de aniversario, cuyas tierras recaerán en uno de sus hijos. Entre los varones que representan la descendencia estaría Juan de Cañas, así como Francisco de Cañas, quien casó al menos en dos ocasiones; la primera con Ana Martínez Pérez (muerta en 1573), así como después con Francisca de Albalate.


Castro

Como ya se ha señalado anteriormente, este linaje acabaría obteniendo un reconocimiento de su nobleza a través de diferentes ejecutorias de hidalguía y reales provisiones de la Chancillería de Granada. El origen de su línea principal nos conduce hasta Buendía, donde la familia ya empezó a proyectarse. No olvidemos que llegaron incluso a tener capilla de enterramiento en la iglesia de San Pedro de Huete, de ahí que no sorprenda que tiempo después alzasen su casa solariega en Villarejo de la Peñuela. Julián Fernández de Castro había casado con Catalina García, familia notable de la localidad, y que estaba vinculada con la casa de los Alcázar. Su cuñada Cecilia García era mujer de Francisco Ximénez.

Entre los hijos de Julián veremos al reverendo don Juan Fernández de Castro, así como a su hermano Pedro Fernández de Castro, quien casaría con Cornelia de Ojeda. Precisamente el hijo de ambos, don Fernando Fernández de Castro, en 1620 obtendría el reconocimiento de hidalgo en la localidad de Palomares del Campo.


García-Martínez

En enlace entre las familias de labradores de los García y Martínez supuso la unión más importante desde el ámbito patrimonial en la localidad de Villarejo durante la segunda mitad del siglo XVI. Por un lado estaba Juan García, quien fallecerá con un testamento en el año 1575, donde además de demostrar su capacidad económica, percibimos el peso de sus creencias y devoción cristiana, al invertir cantidades de dinero importantes por salvar su alma como la de sus seres queridos del purgatorio. Su esposa, Catalina Martínez, morirá cinco años más tardes. Ella era hija de Gonzalo Martínez, y por el costado de su madre heredará una viña que había cerca del molino, y que llegaba hasta la zona del río. Entre sus mandas destacan las casi 600 misas, junto con el patrimonio que dejará a sus descendientes.

Hemos podido averiguar que sus hijos y nietos enlazarán con las familias más notables de la zona, es el caso de María García y Juana García, quienes lo harán con dos Alcázar de Caracenilla. Por otro lado, su hermano Juan García, casará con Ana González, otra familia de ricos labradores, con la que se consolidará el nombre del linaje.


Fuente de Villarejo de la Peñuela


González

A mediados del siglo XVI casaron Martín González y María de Alhambra, ésta creadora de un vínculo con raíces en el municipio de Villar del Maestre. Esta familia intentó unir a sus hijos con linajes locales como los Moreno o los García. El patrimonio recaerá en Alonso, vástago de los anteriores, quien tendrá por hijo a Francisco González, y que recibirá el vínculo que procedía de su abuela María, donde como sabemos había diversas casas, tierras y viñas.


Moreno

Un matrimonio del que afloraron algunos labradores de este linaje es el de Juan Francisco Moreno y su esposa Pascuala Martínez, ésta fallecida en 1576 con manda de 100 misas, y creadora de una memoria que heredará su hijo Francisco Moreno, éste casado con María Sánchez, quien también pertenecía a otro linaje arraigado desde tiempo atrás en Villarejo.

Parece ser que los Moreno podrían haber venido desde Valmelero. La llegada de nuevas familias por aquellas fechas no será un un hecho aislado, así pues, a éstos cabría sumar los Redondo (procedentes de Torrejoncillo) o los Torrijos (oriundos de Cabrejas).


Pérez

Esta familia enlazó con otras casas como es el caso de los Martínez o los Cañas. El progenitor del linaje fue Alonso Martínez, marido de María Pérez, de quien conocemos tres hijos y donde veremos una inversión de los apellidos, puesto que si Elvira y Ana adoptarían el Martínez, Alonso seguramente por motivos de herencias acabó portando el Pérez de su madre. Éste casó con María de Fitos, de cuyo enlace nacerá Domingo Pérez de Fitos.


Sainz

Ya hemos comentado en alguna ocasión que si en Villarejo hubo una familia que destacó por su patrimonio agrícola fue la casa de los Sainz, quienes junto con los García y los Martínez controlaban una producción importante de la localidad, con el permiso de sus señores, los Ribera, y que desde el medievo tenían una cantidad considerable de tierras que aglutinaban el mayorazgo de su familia.

Alonso Sainz era esposo de Pascuala Martínez. De este matrimonio nacerán varios hijos, es el caso de Alonso Sánchez (quien realizó varias donaciones a la iglesia), Lázaro Sainz (poseedor de un vínculo familiar, y marido de Isabel Sainz de la Peña), así como Miguel Sánchez, junto con María Sánchez. Miguel era propietario de diferentes tierras que dividirá en tres fundaciones para dos hijos. María casó con Pedro Grueso, personaje que dará pie a la creación de un apellido que también integrarán aquel conjunto de casas de labradores bien aposentadas.


Sainz-Grueso

Remitiéndonos al linaje anterior, María Sainz falleció en 1582 con un testamento bastante rico, tras haber casado con Pedro Grueso. De este matrimonio conocemos al menos cuatro hijos, por un lado Alonso Grueso, casado con María Pérez en 1569; Juan Grueso, marido de María Sainz; Pedro Grueso, quien casó en dos ocasiones, siendo la segunda vez con Ana de Torrijos en 1577, así como Julián Sainz-Grueso, marido de Isabel de Torrijos.


David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1557-1578), Sig. 113/13, P. 2124

* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro II de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1578-1595), Sig. 113/14, P. 2125

* Archivo de la Real Chancillería de Granada. Ejecutoria de hidalguía de Fernando Fernández de Castro. Palomares del Campo (Cuenca). Año 1620, Ref. 301-106-3

jueves, 10 de junio de 2021

Las ermitas de Sant Gregori y de la Verge de la Misericòrdia en Vinaròs

Conocidas son en nuestra localidad las dos ermitas que encontramos en nuestro municipio en lo que va de recorrido desde el cementerio municipal hasta la parte alta del Puig de la Misericòrdia. Dos hitos geográficos imprescindibles a la hora de entender el peso de la tradición y devoción a lo largo de la historia de Vinaròs

La más antiguas de ambas es sin lugar a dudas la ermita de la Misericòrdia, de la cual ya tenemos referencias por un documento de finales del siglo XV, donde puede leerse cómo se manda la elaboración de un retablo que debe de tener por un lado a San Fabián y en el otro a San Sebastián, debiendo de estar posicionados junto a la imagen ya existente.

Ciertamente, ni siquiera conocemos la totalidad de la estructura completa de lo que ha podido ser la antigua ermita, al enmarcarse toda ella en diferentes fases arquitectónicas que la han hecho evolucionar, buen ejemplo de ello lo tenemos en su patio, en cuyo subsuelo podrían hallarse los restos de antiguas construcciones de las que ignoramos su papel histórico.

Sabemos que los dominios de la ermita se extienden a lo largo de un espacio que denominamos como “de la redona”, y del cual todavía se conservan algunos de los mojones que delimitaban sus lindes. Una señalización necesaria ya que antiguamente hubo vecinos que intentaron apoderarse de varias de las porciones de tierra adscritas a su dominio.

Y es que la denuncia de la ocupación de terrenos que cubren este área del Puig de la Misericòrdia es un fenómeno documentado y que por ejemplo veremos reflejado a principios del siglo XX, cuando Borràs Jarque comenta como el 4 de febrero de 1917, en el Ayuntamiento de Vinaròs se celebró una sesión en la que un concejal advertía de que si no se protegía la redona de l’ermita, pronto no quedaría ni un palmo de tierra libre, debido a las usurpaciones que se venían realizando, y que como mínimo ya están documentadas desde el siglo XVI.

Ermita de la Verge de la Misericòrdia de Vinaròs (wikipedia.org)

Igual de interesante nos parece la ermita de San Gregorio, de menor envergadura en su conjunto, pero con una historia atrás digna de estudio. La proximidad de este edificio al cauce del río Cervol, afectó a su interior en diversas ocasiones con motivo de las fuertes riadas ocasionadas por las aguas rebosantes que invadieron una parte del templo.

Así por ejemplo durante la inundación de 1866, veremos como el Cervol se desbordaría durante el 20 de octubre. En esta ocasión se destruyó el puente recién acabado por el que pasaba el ferrocarril así como el que hay en la carretera general. En la ermita de San Gregorio el agua llegó a una altura de seis palmos y en la población el flujo torrencial cargado de barro lo hizo a través del camí de la Mare de Déu, camí carreró y carrer de Càlig, tal y como relata nuestro cronista Borràs Jarque, no obstante, y a pesar de la virulencia, se dice que afortunadamente no se tuvieron que lamentar víctimas mortales.

De nuevo en el año 1921, apreciaremos cómo el Cervol volvería a anegar las calles de nuestra localidad, causando severos daños en el casco urbano, volviendo la Ermita de San Gregorio a verse afectada, donde el nivel de cota máxima llegaría hasta la ventanilla de la puerta que hay en el edificio.

David Gómez de Mora

Bibliografía:

* Borràs Jarque, J. Manuel (1929). Història de Vinaròs. Tom I

Defensa y arquitectura religiosa en la iglesia Arxiprestal de Vinaròs

Una pintura muy conocida del puerto de Vinaròs es la de Pere Oromig: la expulsión de los moriscos. Iniciada en 1612 y acabada un año después, ésta formaba parte de una serie de cuadros que representaban la expulsión de 1609.

El rey Felipe III encargó al virrey de València, el Marqués de Caracena, que mandara hacer un conjunto de obras sobre la representación de los diferentes puertos valencianos en los que se produjo. En el caso de Vinaros, la pintura de Oromig presenta la imagen del campanario de la Iglesia Arxiprestal como uno de los elementos más destacables en la composición. Una torre cuadrangular y de forma exageradamente alargada que despunta hacia el cielo.

Si tenemos en cuenta la imagen actual de la torre no podemos decir que sea una representación fidedigna. Ésta, más bien, ofrece una imagen muy idealizada donde el que interesa destacar es su altura, lo cual no es extraño si tenemos en cuenta el carácter propagandístico del lienzo. Otra representación que se plasmó de nuestro campanario la vemos en el libro de Horas del archivo parroquial de la Iglesia Arxiprestal. En esta ocasión la imagen se acerca más a la realidad: siendo dividido en tres líneas de imposta y con un solo cuerpo de campanas y una base en forma de talud. La torre se construirá con piedra y mortero, reforzando con sillares de piedra sólo los flancos y el piso superior de las campanas. Y es que si algo tenía nuestro campanario, es que se integraba simbióticamente con el resto del templo como una Iglesia-Fortaleza que reflejaba cierta inexpugnabilidad.

Sin lugar a dudas era uno de los elementos arquitectónicos más destacados que reforzaba el perímetro amurallado de nuestra localidad, al discurrir junto a sus alrededores uno de los dos principales accesos a la población. Salta a la vista que la trama arquitectónica exterior de nuestra Iglesia Arxiprestal nos recuerda mucho al de una fortaleza, ello es así, puesto que desde el momento de su ejecución hasta el siglo pasado, ésta jugaba ese doble rol que hoy ya casi todos conocemos.

El pasillo militar que recorre sus flancos oeste, norte y este, es un ejemplo más del papel militar que ostentó, y de la funcionalidad geoestratégica desempeñada por Vinaròs, pero que obviamente vendrá heredándose desde el momento de la fundación del Reino de València, y que también quedaría reflejado en la desaparecida iglesia gótica, de ahí que el mismo Viciana antes de su desmantelamiento, como posteriormente interpretará Borràs Jarque, creerá este último que también funcionó como iglesia-fortaleza, al aprovechar las prestaciones defensivas de su respectivo campanario.

El estrecho acceso del actual campanario, no es tampoco casual, así, en el supuesto de un intento de asedio, los enemigos debían de acceder como máximo de uno en uno, estrategia favorable para quienes desde la segunda planta podían defender con mayor efectividad.

A partir de esta segunda planta, y justo detrás del reloj, nos encontramos con ese pasillo (que se ubica por encima de las capillas), donde nos toparemos con diferentes habitáculos donde aún se pueden observar algunos grafitis presentes en sus paredes (los más antiguos datables a priori durante el siglo XIX, así como otros que se enmarcan en pleno siglo XX). Las secciones del pasillo militar interior destacan por su baja altura. En este caso, evidentemente volvemos a toparnos con características propias de un edificio de funcionalidad defensiva, pues recordemos que en el supuesto de que un contingente enemigo consiguiera alcanzar ese lugar, el rebajamiento y la estrechez de los accesos, dificultaría su avance, pues difícilmente podrían emplear con precisión sus armas de fuego. Una serie de argumentos que en su conjunto, facilitarían un mejor control de este espacio, y que durante las guerras carlistas se reforzará con un piso superior, ya abierto hacía el exterior.

Además de la pared ataludada, una de las características más llamativas de este sector del edificio, lo tenemos en el grosor de sus paredes. Hemos de pensar que por aquellas fechas la pólvora ya había revolucionado el mundo de la armamentística, y por lo tanto para poder resistir con mayor eficacia el fuego enemigo, era menester disponer de unos muros más resistentes.

Iglesia Arxiprestal de Vinaròs

Por último también es interesante destacar la funcionalidad de las aspilleras, entre las cuales merece la pena remarcar la que se ubica en la esquina del flanco NW, y que está orientada hacia la actual calle San Cristóbal (el primitivo acceso para quienes intentaban efectuar una ofensiva desde el norte de la población). Pues en el caso de producirse, estos quedaban expuestos al fuego vinarocense, al situarse en el punto de mira que focaliza el lugar, así como por la dificultad de poder responder con acertada precisión.

Otra de las partes destacadas del edificio es su portada plateresca y lo que conocemos como la capilla de la comunión.

Borràs Jarque nos señala en su crónica como esta portada será aprovechada de la iglesia gótica. Por otro lado, autores como José Antonio Gómez Sanjuán, plantearon ciertas cuestiones que abogaban por una línea contraria, como el que veremos reflejado en un artículo de prensa local durante el mes de abril de 1985, cuando refiriéndose al origen de la misma, añade que “de lo que tampoco dudamos es de que esta portada no es específicamente una puerta de iglesia. Los dos personajes, en los dos medallones circulares, ni son santos ni tienen por qué serlo. Los angelotes, contra lo que pudiera parecer, tampoco son indiscutiblemente elementos religiosos, antes bien son muy corrientemente localizables en arquitecturas profanas. Es, por lo tanto, una portada estructuralmente profana. ¿Cómo fue a parar a una iglesia?. Y precisamente a una iglesia que iba a demolerse en breve y para la que ya se recaudaban fondos entre la población... ¡Todo un contrasentido!”.

Según la interpretación de Gómez Sanjuán, la portada podría no haber salido de la iglesia gótica. Lo cierto es que Borràs Jarque tampoco se apoya en ninguna referencia documental fiable para realizar la tesis del aprovechamiento desde otro templo religioso.

Es cierto que si profundizamos en su aspecto, apreciamos que en el supuesto de que fuese un antiguo acceso religioso como el que siempre se le ha atribuido, éste era de un tamaño no muy grande. Si a ello le sumamos que incluso la decoración es idéntica a la que tenemos en una fachada de la calle San Juan, en donde aparecen los mismos medallones y unos ángeles de traza muy similar, nacen pues cuestiones más controvertidas, acerca de cuál podría haber sido su origen. Del mismo modo, para aquellos que deseen romper una lanza a favor de Borràs Jarque, es igual de factible pensar que esa portada nada tendría que ver con otro edificio que no fuese la antigua iglesia, debido a que dichas piezas se enmarcan en un mismo marco cronológico, previo a la construcción de la que luego será la Arxiprestal, habiendo sido una locura no aprovecharla, y teniendo en cuenta el poco tiempo que había pasado desde su elaboración.

David Gómez de Mora

Élites y grupos de poder en Vinaròs entre los siglos XVIII y XIX

Uno de los edificios más emblemáticos y destacados de nuestra localidad es la iglesia arxiprestal. Como sabemos, en los templos cristianos no sólo se iba a rezar, pues aquel espacio religioso era un escenario de proyección social para todas aquellas familias que quisieran hacer alarde de su poder.

Ello se debe en parte a lo que se conocerán como las zonas de enterramientos o vasos de almas, y que hasta principios del siglo XIX seguirán empleándose por muchas familias.

Es por ello que tanto la nobleza, el clero y la burguesía local, aprovecharán esta posibilidad, al convertirse por su capacidad económica en los mejores aspirantes para acabar descansando eternamente dentro del lugar más sagrado del municipio. Como decimos, todo un signo distintivo en comparación al resto de la población, y que a su vez servía según la tradición para estar más cerca del cielo, de modo que se acortaba el periodo de espera en el purgatorio.

Recordemos que la mayoría de los vecinos eran enterrados en el cementerio exterior, y que por aquellas fechas se ubicaba en lo que hoy es la actual comisaría de policía.

En cuanto a los nombres grabados que podemos leer en algunas de las lápidas que se han hallado dentro de este edificio, tenemos las de aquellas familias que gozaron de cierto prestigio por su estatus, siendo ésta una rama de los Gavaldà, y que ya el cronista Martí de Viciana, menciona en su obra durante la segunda mitad del siglo XVI, cuando al hablar de Vinarós escribe: “hay casas antiguas de linajes honrados de padres y abuelos, antecesores como los Gavaldà”.

Decir que los Gavaldà fueron sin lugar a duda, una de las familias que ostentó una influencia destacada, no sólo en nuestra localidad, pues entroncaron con linajes de municipios próximos, como sucedió con los Zurita o los Orfanell.

Sabemos por ejemplo que Pedro Gavaldà ocupará el cargo de lugarteniente de Justicia, llegando a firmar el acta de colocación de la primera piedra de la arxiprestal. En este sentido, también vemos como Jaume Gavaldà, será otro de los representantes del clero vinarossenc, o incluso un Juan Bautista Gavaldà, también aparecerá entre los firmantes de los documentos de la fundación del convento de San Telmo.

Otro de los nombres que podemos leer en una de las lápidas, es el de José Traginer. Sobre esta familia poseemos escasos datos, no obstante su aparición en ese lugar no es un fenómeno casual, ya que los Traginer eran miembros de la antigua burguesía local. Así, por ejemplo, entre los encargados de recolectar limosnas para sufragar los gastos de las fiestas, nos aparece un José Traginer en 1701. Lo cierto es que el que se nombra en la lápida, falleció durante los años sesenta del mismo siglo, de ahí que pudiera ser un descendiente del mismo o miembro de dicha familia.

Además de este tipo de espacios de ostentación y poder, tenemos también las viviendas señoriales que a lo largo de diferentes puntos de lo que hoy es esa zona del casco urbano de la población, fueron levantando entre los siglos XVIII y XIX las familias más destacadas de Vinaròs, y que a continuación pasamos a describir.


La Casa del Baró d’Herbers

Uno de los grandes protagonistas de los inicios de la primera guerra carlista en estas tierras del norte de Castellón, fue el insigne Barón de Herbés, don Rafael Ram de Viu i Pueyo, quien además de ostentar tan honroso título, representó a su vez el del Condado de Samitier, obteniendo una grandeza de España que le llegaría a título póstumo, tras dar su vida por la causa carlista.

El Barón fue un militar y político incansable, que asumió cargos significativos, que le dieron mayor prestigio. Su aportación a la lucha con el bando sublevado fue escueta, pero suficientemente importante, ya que marcaría la senda de lo que luego serían los pasos heredados por don Ramón Cabrera (el Tigre del Maestrazgo). Recordemos que don Rafael se alzó en armas en el otoño 1833 a favor del pretendiente Carlos V, siendo varias semanas después cuando éste sería fusilado en tierras turolenses.

Se cree que su ascenso a corregidor-gobernador de la capital del Turia en verano de 1828, pudo ser el detonante hacia una conversión ideológica, en la que agudizaría mucho más su perfil conservador.

Durante la primera guerra, Ram de Viu contaba con más de mil hombres a su disposición, a través de los que se fortaleció en Calanda, no obstante, los ataques ocasionados por los enemigos, le hicieron disgregar parte de su contingente, acabando después como prisionero junto con otros familiares, hasta que finalmente fue pasado por las armas.

Recordemos que por mediación de sus ancestros los Valls, el linaje recibirá el grueso de la herencia y mayorazgo que le valdrán la consecución de los bienes que representaban la baronía. Por lo que respecta a sus propiedades en Vinaròs, Borràs Jarque, en su crónica nos cuenta como éste tenía un huerto, conocido en el pueblo como del “Baró d’Herbés”, el cual se situaba dentro de su residencia, y en la que parece estuvo antes de partir hacia Morella cuando proclamó su apoyo a la causa.


La Casa Membrillera

Una de las familias más ricas con las que ha contado Vinaròs era la de los Febrer. Anteriormente, este linaje con raíces nobles, empezó a acumular cierto poder, lo que le permitió encontrarse por encima del resto de casas aquí asentadas desde finales del medievo. La estrategia que catalizará socialmente su posición se gesta gracias a un enlace matrimonial (un método de proyección habitual entre la aristocracia como la burguesía), en este caso por su alianza con una familia infanzona de Aragón, concretamente a través de la figura de doña Margarita de la Torre y de la Torre.

De ese enlace, nacerá la línea de los Febrer de la Torre, permitiendo que las mejores familias de la comarca se adhieran a su genealogía con el transcurso de las generaciones venideras. Esto desde luego resultará una manera efectiva de ascenso, mediante el que la pequeña nobleza irá generando un bloque, que en la mayoría de localidades, será el que controlará los ayuntamientos y puestos más destacados de la cúspide social de cada lugar, ocupando cargos de notoria importancia, tales como en el ámbito militar, eclesiástico y político.

Casa Membrillera (wikipedia. org)

No será pues casualidad que precisamente en ese momento don Joan Baptista Antoni de Febrer i de la Torre (primer alcalde de Vinaròs después de la supresión de los Justicias y Jurados de la población), fuese a quien en 1713 se le concediera una porción considerable de tierras en la zona de la calle Socorro, así como en 1752 una Real Facultad de Mayorazgo e incluso un altar para la familia dentro de la iglesia arxiprestal (concretamente en la capilla de la Purísima). Éste como otros tantos familiares, comenzará a aglutinar un patrimonio destacado, que los llevará a ser uno de los linajes más influyentes del Vinaròs del siglo XVIII.

Sin lugar a dudas los Febrer obtuvieron algo que hasta la fecha ninguna familia había conseguido asentar: un legado patrimonial extensísimo, que gracias a su dominio local, les permitía desempeñar muchas muestras de su poder. Sólo como ejemplo cabe decir que el huerto que poseían dentro de la población ocupaba el área que hoy va desde la calle Socorro, hasta la calle Santa Magdalena, subiendo por la calle San José, y girando hasta la calle San Francisco.


La Casa Giner

Poco antes de la llegada de la filoxera, Vinaròs estaba viviendo el sueño que toda sociedad liberal de la época pretendía alcanzar. Nuestra población era un lugar de oportunidades, acogedor y sustentado en una economía sólida, que brindaba la posibilidad a la gente de medrar socialmemte.

El caso de los Giner cronológicamente es diferente, no obstante, debemos de enmarcarlo en esa atmósfera de crecimiento y cambio arquitectónico, ya que su vivienda se edificará al poco tiempo después de sufrir la localidad el varapalo de la crisis de la vid, donde todavía podemos apreciar ese interés por las familias acomodadas en materializar de cara al exterior el triunfo de una nueva forma de entender la vida, en contra del pensamiento estático y cerrado que se arrastraba desde centurias atrás.

Los Giner eran un linaje de la burguesía local, que ahora rivalizaba con las antiguas élites, representantes de una mentalidad selectiva y tradicional. En este sentido, el viario público fue uno de los diversos campos de batalla en el que se libró una lucha de intereses, un espacio abierto, en las que no había ningún tipo de restricciones a la hora de demostrar quien tenía el poder.

Casa Giner (wikipedia.org)

Por aquel entonces los materiales de construcción eran novedosos en muchos casos. Una manera diferente de trabajar la forja y una decoración cargada que se recrea en la incorporación de elementos naturales (con especial predilección por las formas vegetales), que engrandecieron un conjunto de intenciones, cuyo principal objetivo era el de crear un museo exterior, que impactara al viandante, para que éste se detuviera con mirada atenta, y visualizara hasta los detalles más recónditos de cada vivienda.

La vidrería de la Casa Giner, la forja de la Casa Sendra, y los detalles de corte floral que muestran algunas de las viviendas que todavía quedan en pie en la calle San Francisco, no son sólo vestigios de un periodo arquitectónico acogido por la burguesía, sino que un viaje en el tiempo, que permite desentrañar una parte de la mentalidad y la manera de entender la vida que poseían las familias que por aquellas fechas supieron sacar partido de la situación económica del momento.


La Casa Sendra

Resulta obvio apreciar el público que fomenta este tipo de vivienda, siendo prácticamente acogido por una nueva burguesía municipal, que simbolizará el auge de las clases emergentes, y que desde el punto de vista político como económico, darán un cambio radical a la imagen de la ciudad.

Su emplazamiento no será casual, puesto que cuando uno necesita proyectar sus aspiraciones de poder, siempre lo hará desde un punto donde haya testimonios que lo corroboren. Ese espacio será la principal vía de acceso a la localidad, un lugar de encuentro para todos aquellos que desde el sur pretendieran acceder a Vinaròs, o simplemente venían desde Catalunya.

Casa Sendra (wikipedia.org)

Un conglomerado de factores que interactúan en un intervalo de tiempo tan preciso y reducido -una sola generación- (1880/1910), que marcará una nueva etapa en la planificación urbana. Unos restos que no sólo serán físicos a través de la propia fachada, sino que también abstractos, tales como la forma de pensar o la preocupación por mejorar la imagen del espacio público, además del gusto por los efectos visuales, así como el otorgar vida a la vivienda.

Dentro de su contexto histórico-económico, Vinaròs vive un proceso de crecimiento sin precedentes..., su puerto estaba en pleno funcionamiento, el vino era uno de los productos codiciados con muy buena acogida en los mercados extranjeros, tanto es así que diferentes vías de comercio internacional rentabilizaban un sector marítimo, que estaba estrechamente conectado con la agricultura, puesto que ese era el corazón desde el que surgía la materia prima.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Borràs Jarque, José Manuel (1931). Historia de Vinaròs. Tomo II

*Gómez de Mora, David. Apuntes históricos y geográficos de Vinaròs. Inédito

Apuntes sobre la paleogeografía costera de Vinaròs siglos atrás

Buena parte del espacio que ocupa actualmente la plaza del mercado, hace poco más de 500 años quedaba integrado dentro de una antigua línea de playa, que dista bastante del aspecto que ofrece a día de hoy nuestro litoral.

Sabemos que esta zona daba junto a la entrada de la ciudad amurallada y a la que se accedía desde el denominado como Portal de Baix, lo que nos indica que estamos ante uno de los primitivos entornos en los que el pueblo de Vinaròs dejaba sus embarcaciones, además de poder navegar metros arriba a través de lo que ahora es la plaza de San Telmo, por haber antaño una lengua de agua que pudo existir hasta alrededor del siglo XVI, y que en su conjunto se adscribía a una desaparecida bahía costera, aprovechada por el socavamiento de la desembocadura de un barranco que la surcaba y conectaba hasta el mar.

Estas características geográficas tuvieron que ser decisivas en el momento de establecer la anterior alquería musulmana, y posterior emplazamiento que daría origen a la ciudad de Vinaròs.

Del mismo modo creemos que esta zona durante la Edad Media ya pudo haber funcionado como el cargador portuario que sostenía la vida del sector marítimo de la localidad.

Pensamos que no sería la única franja litoral que se dedicaría a estos menesteres, pues ese enclave no se extendería más allá del periodo climático denominado como de la pequeña edad de hielo, momento en el que comenzaría a retroceder el nivel de las aguas, en favor de una prolongación continental fomentada por la sedimentación del llano costero.

Es muy probable que la fase en la que esa lengua de agua tuviese una mayor extensión se produjese durante la época de dominio musulmán, ocupando parte de la zona media y baja de la plaza de San Agustín, buscando desde el actual auditorio la línea de la calles de Santo Tomás y del Ángel, hasta ascender a las inmediaciones de lo que hoy es la plaza de San Valente, tal y como en su día propuso el aparejador e historiador local José Antonio Gómez Sanjuan. Incluso en un grabado del siglo XVI llega a intuirse parte de esta morfología natural que poco después comenzaría a mutar.

Cabe decir que la ubicación del antiguo convento de agustinos con el que contó nuestra población, pudo no ser del todo casual, ya que si hoy el emplazamiento escogido (en la zona alta de la actual plaza del mercado), puede parecer un punto sin importancia, habríamos de realizar un viaje en el tiempo de varios siglos atrás, para imaginar que aspecto ofrecía ese mismo lugar.

Playa del Fortí (wikipedia.org)

Antaño la costa de Vinaròs tenía una imagen propia de la de una franja litoral rodeada por un espacio de marjalería de aguas estancadas y surcada por barrancos respecto la que conocemos en el presente. Será en la desembocadura de una de estas escorrentías donde la orden religiosa controlará la entrada de las diferentes embarcaciones que irán varando en nuestro municipio.

Respecto a su historia, se dice que fue el papa Inocencio IV el que por petición de unos ermitaños, fundó la regla agustina, siguiendo los preceptos establecidos por el propio San Agustín.

Al igual que franciscanos y dominicos, los agustinos siguieron un estilo de vida vinculado con la castidad y la obediencia. La norma de los mendicantes, a la cual están todos adscritos, se caracterizaba por profesar un ideal de pobreza y austeridad, marcado por la caridad.

El aspecto fundamental que determina a estas órdenes es su dedicación a la vida contemplativa, aunque también empezaron a desarrollar una ardua labor de evangelización y predicación. Habitualmente, intentaban situar sus centros religiosos en el interior de las ciudades, alejándose así del modelo asceta de otras compañías que solían vivir aisladas de la población como ocurrirá con los monasterios situados normalmente entre zonas escarpadas y abruptas de la montaña.

Dentro de este edificio se emplaza lo que hoy conocemos como la capilla de Santa Victoria. Su disposición resulta un hito interesante desde la perspectiva paleogeográfica, puesto que desde la misma calle por donde se accede a ésta, podemos comprobar cómo se describe una morfología de vaguada, y que correspondería con una antigua lengua de agua ya extinta por la que se podía navegar, y de la que los agustinos sacaban provecho económico cobrando lo que se conocerá como el derecho de palos.

La morfología urbana sobre la que se halla de forma perpendicular esa formación ya desaparecida, comprendería entre las calles del Ángel y Santo Tomás, conformando un espacio que venía a ser en realidad la desembocadura de un barranco que descendía desde lo alto de la zona (Lo Camí Fondo), allí, una vez que éste bajaba hacia el Camí Carrero, llegaba a la plaza trasera de la actual iglesia, donde debido a una ruptura de la pendiente del terreno, se permitía la entrada de agua marina. Un espacio a su vez aprovechado como zona de desagüe por los habitantes de Vinaròs desde siglos atrás.

En la actualidad la parte baja de lo que fue esa vía de aguas lo representa la calle de Santa Rita, donde unas obras efectuadas hace más de diez años permitieron sacar a la luz una parte del colector que desagua al mar.

Antaño, mucho antes de que se cubriera este espacio, podemos imaginarnos la presencia de un barranco con escaso calado y trayecto, cubierto en su zona baja por las aguas del mar, y que en momentos de precipitaciones torrenciales transportaría una característica lamina pluvial acumulada a lo largo de su cuenca de drenaje. Sabemos que estas aguas empezaban a concentrarse en el área superior del actual Camí Fondo, desde donde discurrían pendiente abajo, hasta descender, haciendo un último giro, antes de encarar lo que hoy es la plaza de Sant Valent, entrando así en contacto con el mar.

Otro dato interesante es que ya en el siglo XVII, este pequeño cauce se documenta como “barranc de la sèquia”, aunque también recibía el nombre de barranc de la iglesia.

Finalmente, el avance continental que durante la pequeña edad de hielo se produciría en buena parte de nuestro litoral, conseguiría hacer desaparecer esa zona de aguas inundadas. Un proceso de colmatación, creado tanto por la mano del hombre como por la naturaleza, algo que explicaría el porqué ya en un plano de 1648, esa formación ni tan siquiera puede reconocerse. No olvidemos además que a la zona ya se la denomina con el distintivo del “escorial”, designación más que evidente por lo que le toca a la modificación influenciada por la mano del hombre, ya que sobre su espacio se lanzaban desperdicios que ayudarían más si cabe a colmatarla.

Un elemento constructivo en parte vinculado con esa disposición del terreno era la Casa de la Vila (segundo ayuntamiento de Vinaròs), y que todavía alberga reminisencias arquitectónicas propias de la fase final del medievo. Hemos de recoradar que sobre la parte baja de su arco se encontraba la antigua zona de mercado con el que contaba la población. Es de imaginar que aprovechando el accidente geográfico que dejó la lengua de agua que ascendía desde la línea de playa en dirección a la plaza trasera de lo que luego será la iglesia Arxiprestal, se aprovecharía su disposición para que de este modo las embarcaciones pudieran cargar y descargar el género que allí se vendía.

Se cree que el Ayuntamiento se trasladó hasta este lugar entre el último tercio del siglo XIV e inicios del XV, es decir, unos metros más arriba, al estar el anterior dispuesto en lo que hoy es la calle de San Juan. Seguramente nuestra lonja sería el principal hervidero económico en el que se cerrarían muchos tratos, un punto bullicioso y de encuentro donde se comercializaba con una parte importante de los alimentos que consumían nuestros antepasados.

Más al sur quedaría otro espacio geográfico que poco tiene que ver con la distribución urbana que el avance urbanístico de la localidad nos ha legado, se trataría de la zona aledaña a la plaza de toros, y que se hallaba surcada por la desembocadura de un barranco hoy visualmente desaparecido, conocido en la población con el nombre de “Barranc del Clot”.

Este espacio durante el siglo XIX fue una zona de actividad industrial, donde se ubicaron algunas fábricas. Antaño se le conocía como barranc de Na Nineta, concentrando sus aguas pluviales desde más arriba de la medianera que corta la vía del ferrocaril.

Otro de los distintivos que recibió esta rambla fue el de “Clot de Pipante”. Junto a sus inmediaciones antaño se encontraban multitud de campos y huertas acompañados por las características cenias que tantas ganancias dieron a nuestros labradores en tiempos pasados. A su alrededor seguía extendiéndose un paisaje de tierras de cultivos interrumpidos por barranquillos y pequeñas escorrentías que desembocaban al mar, como sucederá en lo que hoy es la actual plaza primero de mayo con el paleobarranco de la calle San Narciso.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Gómez de Mora, David (2007). Paleogeografía de Vinaròs. Ed. Antinea

*Gómez de Mora, David (2014). El litoral de Vinaròs y su influencia geográfica sobre el territorio. Ed. Associació Cultural Amics de Vinaròs

miércoles, 9 de junio de 2021

La familia de Costa y Borràs

A pesar de que Vinaròs ha sido una localidad donde la burguesía y el liberalismo tuvieron mucha fuerza durante el siglo XIX, veremos como algunas de sus figuras más representativas emergerán desde el brazo clerical. 

Sin lugar a dudas, una de las personalidaes más relevantes de esa centuria fue Josep Domènec Costa i Borràs. Eclesiástico y senador descendiente de una familia acomodada, que desde una edad muy temprana tenía claro que debía de cursar estudios religiosos. Así lo hará en el Seminario de Tortosa como en la Universitat de València. De ideas claramente conservadoras, perdió la cátedra que había obtenido, tras su distanciamiento público respecto al discurso liberal que imperaba por aquellas fechas. No obstante, una vez que se produce la entrada del partido moderado en las instituciones políticas, Josep acabaría recuperando su plaza. 

Monumento dedicado al Arzobispo de Tarragona (wikipedia.org)

Dentro de la trayectoria profesional que efectuó a lo largo de su vida religiosa, hay que destacar el nombramiento como Obispo de Lleida, además de años más tarde su elección como Arzobispo de Tarragona. Erudito y directo en sus intervenciones, hemos de considerarlo el principal artífice en las negociaciones que se llevarían a término en la construcción del ansiado puerto de Vinaròs. Razón más que justificada para que su pueblo le acabara dedicando una escultura. Fue enterrado en la capilla de la Anunciación de la Catedral de Tarragona. Su familia estuvo directamente vinculada con el ámbito religioso, así por ejemplo su sobrino Josep Meseguer i Costa, llegaría a ser Arzobispo de Granada, quien a la vez tuvo por hermano al doctor en derecho civil y sagrada teología Josep Domènec Meseguer i Costa. Obviamente el nombre de su tío ayudó a consolidar la figura del linaje dentro del ámbito clerical. 

Genealogía familiar del Arzobispo vinarossenc (elaboración propia)

Otras de sus hermanas fue Hilaria Meseguer, devota cristiana que casó con el señor José María López-Dóriga, matrimonio del que nacería Josep Lluís López-Dóriga y Meseguer, canónigo que escapó de nuestra población hacia México cuando estalló la guerra civil de 1936. Otra hermana era Sor Regina Meseguer, quien ocupó el cargo de Priora en el convento de las Carmelitas Descalzas de Valladolid. A pesar de que Vinaròs fue una población que durante las guerras carlistas se insertó dentro del bando liberal, no faltaron personas involucradas con la causa tradicionalista. De ahí que tal y como relata en su crónica Borràs Jarque, durante momentos concretos como los de la tercera guerra carlista, y en el que los sublevados pudieron hacerse con el control de la población, el brazo religioso volvería a cobrar cierta entidad dentro del ámbito local. Recordar que por aquellos tiempos la gran mayoría de las familias que deseaban crecer socialmente, era normal que por costumbre tuviesen nexos y descendientes vinculados con la Iglesia. 

 David Gómez de Mora

martes, 8 de junio de 2021

El añil y el encalado antaño en la isla de Tabarca

En las tesis de González Arpide (1981), como más adelante de Pérez Burgos (2016), leemos una parte dedicada a los aspectos que definen la vivienda tradicional tabarquina. Como todo pueblo marinero, las características que apreciamos en la isla, se ciñen dentro de las líneas insertadas en la mayoría de casas de pescadores. 

Hábitats modestos arquitectónicamente tanto por fuera como por dentro, partiendo de una planificación urbanística, que en el caso que nos ocupa, viene delimitada por las órdenes establecidas tras la colonización del lugar durante el siglo XVIII. Las residencias, adaptándose a la trama amurallada, y resultando prácticas para los inquilinos de acorde a sus necesidades diarias, se cimentarán con la consolidación de piedras de mampostería, barro y argamasa que tal y como solía hacerse a la antigua usanza, servirán para afianzarlas.

Detalle de una ventana en la isla de Tabarca (foto del autor)

Ahora bien, un aspecto que guarda notable interés, es el de su decoración, y que a pesar de los cambios que ha sufrido la trama urbana del lugar, deben enmarcarse dentro de la corriente que se seguirá en muchos otros enclaves de nuestro territorio. Las casas de Tabarca serán austeras y humildes, aunque no por ello dejaremos de ver entre sus calles algunos retazos que habiéndose incorporado más tarde o con anterioridad, nos hablan de una costumbre que salpican a bastantes hogares de nuestro marco geográfico.

Muchas veces nos preguntamos dónde radica la tradición de encalar las casas, así como de repasar determinadas partes con añil (azulete). Cierto es que desde tiempos inmemoriales las viviendas se han cubierto de cal por diferentes motivos. Bien fuese por la discreción y homogeneidad que daban a su conjunto cuando ésta no ofrecía un aspecto portentoso, así como especialmente por las propiedades antisépticas que aporta este producto, sin olvidar su función termoreguladora, pues resulta un buen reflector de radiación solar, proporcionando de este modo una temperatura adecuada a la parte interior del hogar en momentos de elevado calor.

Vivienda en la isla de Tabarca (foto del autor)

Como sabemos ese blanco se complementa con la tonalidad tan llamativa que ofrece el azul en determinadas partes de la fachada, siendo este el caso de los marcos de balcones y ventanas, o la misma puerta de acceso a la vivienda. Este diseño responde a motivos de conservación, pero que también se entremezclan con lo oculto y las costumbres ancestrales. Así pues, existía la creencia de que en aquellos hogares donde los accesos que daban al exterior eran pintados con este tono azulado, funcionaban como elementos protectores ante la presencia de malos espíritus o el mismísimo maligno, impidiendo así su entrada dentro de la vivienda. Igualmente otro de los usos que tradicionalmente se le ha asignado en la franja mediterránea como en otras partes de la península, es su aplicación como repelente contra las moscas, especialmente en lugares donde la economía marinera hacia que éstas abundaran con creces en las entradas y alrededores de las casas, al haber notable presencia de animales como de desperdicios de la materia prima con la que se trabajaba.

David Gómez de Mora


Reseñas:

* González Arpide, José Luis (1981). Los tabarquinos: (estudio antropológico de una comunidad en vías de desaparición. Tesis doctoral. Universidad Complutense de Madrid. 868 pp.

* Pérez Burgos, José Manuel (2016). Nueva Tabarca, patrimonio integral en el horizonte máximo. Tesis doctoral. Universitat d'Alacant. 717 pp.

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).