domingo, 29 de octubre de 2023

San Gregorio y Saceda del Río

Saceda del Río es un pequeño municipio, adscrito como pedanía a la histórica localidad de Huete. Un enclave, que de acorde a los datos publicados en el último padrón del Instituto Nacional de Estadística, se indica que en el año 2022 tenía censados un total de 8 habitantes. Una reseña curiosa que para nada quita importancia al pasado de este lugar, ubicado en medio de una zona natural, sobre la que se fue gestando durante el trascurso del tiempo el asentamiento de una comunidad de personas, dedicadas mayoritariamente al campo y la ganadería, cuya devoción y religiosidad queda claramente manifestada a través de tesoros artísticos como apreciamos en su Iglesia parroquial de la Natividad de Nuestra Señora.

Saceda del Río 

El peso que la religión católica tuvo en este lugar fue tal, que durante la realización del Catastro de Ensenada (a mediados del siglo XVIII), se nos informa de que el municipio contaba en ese momento con un total de ochos religiosos, cifra que como sabemos en algunos momentos de su historia llegaría incluso a ser un poco superior. Un dato aparentemente sin trascendencia, pero que la posee si se contextualiza que en ese preciso momento, Saceda del Río tenía solo alrededor de un centenar de casas de vecinos.

Su Iglesia parroquial es una joya de la arquitectura sacra de estas tierras, donde tenemos secciones y elementos que nos hablan de los diferentes periodos artísticos por los que irá pasando el enclave, desde una portada románica, superando el medievo e introduciéndonos en esas comunidades rurales de la zona, que durante el periodo renacentista, como posteriormente en el barroco, se afianzaron y manifestaron su situación económica con algunos periodos de bonanza, que se manifestaron en la ejecución de diferentes piezas artísticas, de las cuales Saceda tiene la grandísima fortuna de poder haber salvaguardado sus magníficos retablos.

Así pues, entrar en el interior de su templo es toda una suerte, ya que uno puede sumergirse en el tiempo, contemplando los diferentes altares, y que son el testimonio de un pasado con mucha historia.

La relación de esta pedanía optense con su devoción a San Gregorio, resulta difícil por ahora de precisar, aunque ya podemos anticipar que bebe de un sustrato de varios siglos de antigüedad. Hecho que apreciamos en los libros sacramentales de la localidad y que se custodian en el Archivo Parroquial de Huete, y en los que uno detecta esa estrecha relación entre el sacedero de antaño y una advocación a la que buena parte de su vecindario constantemente estaba encomendándose.

Sobre el problema de la identificación de Gregorio Nacianceno y el Ostiense, como ya se ha comentado en alguna ocasión, existe una confusión general extendida en diferentes lugares de nuestra geografía peninsular, que podría responder a varios motivos, ya que además de que ambos santos comparten idéntico nombre, estos también han sido vinculados como protectores contra las plagas y problemas derivados de los campos, además de poseer similares atributos con los que a primera vista resulta complicado el poder diferenciarlos. Ello sumado al resurgir que el Nacianceno tuvo durante la centuria del XVI y que acabaría extendiendo su popularidad en muchas zonas (especialmente en las tierras de la actual Castilla-La Mancha), explican el motivo por el que con el paso del tiempo estos fueron venerándose, sin llegar a producirse distinciones que los diferenciasen como en el caso que nos ocupa.

En Saceda del Rio, San Gregorio además de ser hoy recordado en su altar mayor, llegará a poseer una ermita propia, la cual siempre fue un lugar especial para nuestros antepasados, por acudir anualmente a una bonita romería que movilizaba a buena parte de la gente del pueblo.

A pesar del estado de ruina en el que actualmente se halla, todavía podemos presenciar los restos de esa modesta arquitectura, tan características de estas tierras, que aprovechando los medios y recursos de la zona, hará todo lo posible para que se alzase en este lugar un espacio de culto cargado de enorme simbolismo para sus vecinos.

Suponemos que en tiempos de Madoz (mediados del siglo XIX), esta todavía no se encontraba en el estado de ruina actual, por lo que podría seguir siendo un lugar al que se acudía anualmente. Los restos de la ermita se encuentran en las estribaciones de lo que se conoce como los Altos de la Marquesa, cerca de los límites del término de Bonilla, pero todavía dentro de las tierras de Saceda, en una cota por encima de los 1000 m.s.n.m., distando a 2.500 metros del casco urbano, y por donde se accedía entre fincas a través de un camino que los mayores denominaban como “Camino del Santo”.

Imagen de San Gregorio en la Iglesia Parroquial de Saceda del Río

A día de hoy todavía podemos presenciar los restos de su planta semicuadrada de unos cinco metros de lado aproximadamente, junto con los resquicios de las trompas que partiendo de las esquinas permitían que su techo se cerrara con una cúpula. Sus paredes poseían un grosor aproximado de unos 50 centímetros, y aparentemente no disponía de ventanas en sus laterales, habiendo como entrada de luz lo que era la zona abierta al exterior que quedaba en la pared de enfrente de la puerta. Suponemos que en la parte superior habría una espadaña con su correspondiente campana.

Como ocurre con todas la advocaciones que veremos en un lugar concreto, estas no responden a motivos casuales, de ahí que la veneración a San Gregorio, tenga que relacionarse con la búsqueda de su protección, como intercesor para el resguardo de las tierras de cultivo, esas que muchas veces en periodos de caristía, como durante el desarrollo de riesgos biológicos (siendo el caso de las plagas de langosta) u otros agentes atmosféricos que tiraran al traste la cosecha de la temporada, ponían en jaque la supervivencia de muchas familias. 

De la misma forma, la aparición de epidemias o enfermedades, generaban bajas, que hacían que los campos no estuviesen en condiciones aceptables, y por tanto no poder aprovechar los recursos que brindaba la tierra, y que como sabemos exigía de un mantenimiento y trabajo constante, razón por la que tanto a través de la acción indirecta de pestes o bien por el daño causado durante el trascurso de episodios naturales, era casi siempre necesaria la búsqueda de la intercesión del santo. Como en todos los municipios de tradición católica, la Pascua era uno de los momentos más importantes del calendario litúrgico, por ello durante el Domingo de Ramos, los vecinos cogían ramilletes de olivo que eran bendecidos por el párroco con su hisopo, siendo luego depositados en las verjas de ventanas y balcones de los hogares. Estaba extendida la creencia que cuando se avecinaban fuertes tormentas o nubarrones sospechosos de traer una descarga violenta, los habitantes recogían un trozo de rama de olivo para ser depositada en la chimenea, pues con ello se decía que se prevenía de la caída de rayos o granizo en los campos.

Algunas de las verjas de la vivienda se solían acompañar con cruces, de modo que el efecto protector se agudizara. Por un lado aparte de su funcionalidad salvaguardadora contra rayos y tormentas, estaba también extendida la creencia de que estas ramas protegían de aquellos malos espíritus que se pudieran introducir en la casa, además de portar prosperidad a la familia que habitaba en su interior.

En este sentido, otra de las operaciones que realizaban los vecinos ante la caída de granizo, era la de colocar de forma invertida los trébedes (del latín tripĕdis, “trípode”), de modo que las patas se disponían mirando hacia al cielo. Se solían poner en la calle, alrededor de la vivienda o en el patio de la misma, pues se decía que de esta forma se evitaba la caída del tan temido pedrisco y que podía echar al traste toda la cosecha de la temporada. Esta costumbre la veremos extendida por diferentes lugares de la Península, creyéndose que tiene sus reminiscencias como mínimo en tiempos del medievo, cuando ya hay constancia de su empleo en lugares variopintos. Igualmente veremos al párroco bendecir el término en determinadas romerías, para que de este modo el suelo que trabajaban los agricultores quedara protegido por la mano de Dios.

Ahora bien, y respecto a San Gregorio, conocemos diferentes episodios, que son citados en la obra de Manuel de Parada (2019, apuntes para una bibliografía optense), donde apreciamos la aparición de determinados momentos relacionados con pestes y plagas, que como anteriormente se ha referido, pudieron haber promovido seguramente esa búsqueda de una protección espiritual, y que hemos de pensar que si acontecieron en la cercana localidad de Huete, muy probablemente por proximidad a Saceda del Río, estos también podrían haberse dejado sentir entre sus gentes.

Cabe recordar como este tipo de riesgos biológicos fueron una realidad que periódicamente azotaban a la población, así lo veremos con la pandemia de mediados del siglo XIV, o posteriormente con brotes de peste como el de 1494, además del ocurrido el año 1540, o los episodios tan dramáticos de finales del siglo XVI, los cuales hicieron sus estragos por estas tierras, y que todavía reaparecerían poco después, como sucedería en 1601, motivo por el que Juan Bautista de Briones redactaría su famoso “Discurso lastimoso de la peste que hubo en la ciudad de Huete en 1601”.

Sobre plagas de langosta Manuel de Parada indica que además de 1619, “Luis Suárez Fernández en La crisis de la hegemonía española; siglo XVII, tomo VIII, 1986, recoge plaga en la Ciudad de Huete y contorno en los años 1674, 1675 y 1676 (…), así como también nos indica Antonio Checa en el año 1709”.

Queda con ello claro y a tenor de los datos que nos proporciona este autor, que el siglo XVII fue una centuria dura para mucha de la gente de estas tierras, tras la recurrente aparición de plagas de langostas como epidemias que azotaban el marco geográfico de esta región, y que muy seguramente reforzarían esa necesidad de encomendarse constantemente a la advocación gregoriana.

Sobre el origen de San Gregorio en Saceda no contamos por ahora con una fecha exacta que valga para atribuir un punto concreto de arranque a su devoción en el santoral local. Únicamente, hasta el momento, de acorde a nuestras investigaciones, podemos añadir que en el libro de defunciones de la Iglesia parroquial de Saceda del Río y que abarca entre los años 1670-1738, se indica en una partida del año 1699 referente a José García-Vaquero (fol. 139), que este manda “cuando llegue el caso de hacer la caja o retablo de San Gregorio, se de limosna para ayuda”.

Un dato de sumo interés y que complementamos con otra referencia procedente escasas hojas atrás del mismo volumen, donde podemos leer en la descripción de las propiedades que integran la capellanía del sacedero Juan López-Lobo (fallecido en 1653, pero cuya fundación se vuelve a trascribir a mediados del siglo XVII ), que en el pueblo existía una zona donde se hallaba “la senda que va a San Gregorio”, es decir, podemos suponer que durante esta centuria en la localidad ya existía una ermita dedicada al santo.

Ambas reseñas a pesar de no concretar el origen de la devoción a San Gregorio, nos indican por un lado que en el siglo XVII este ya era venerado, además de que se estaba programando la realización de un retablo en el que se debería colocar su imagen.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Saceda del Río

 

Referencias:

*Archivo Parroquial de Huete. Libro de defunciones de Saceda del Río (1670-1738)

*Instituto Nacional de Estadística. Padrón de habitantes de Saceda del Río a 1 de enero de 2022

*(de) Parada y Luca de Tena, Manuel (2019). Apuntes para una bibliografía sobre la noble y leal ciudad de Huete. Madrid

sábado, 28 de octubre de 2023

Piqueras del Castillo en el año 1787

En la obra de las descripciones geográficas dirigida por el geógrafo Tomás López, leeremos en el volumen dedicado a la provincia de Cuenca, una breve reseña vinculada con la localidad de Piqueras, con motivo de la visita que uno de sus auxiliares, don Alonso González, efectuaría el día 19 de abril de ese mismo año, donde siguiendo un cuestionario formado por una serie de preguntas, se recopilaban aquellos datos de tipo histórico y económico que podían guardar más intereses para estos viajeros incansables.

De Tomás López de Vargas-Machuca podríamos decir muchísimas cosas, pues como geógrafo fue sin lugar a duda uno de los principales engranajes que moverán esa sociedad ilustrada, que aportará una notable cantidad de información, a través de sus viajes y descripciones, que hoy los investigadores empleamos para intentar conocer un poco mejor si cabe, como era la vida en esos lugares que estas personas visitaron hace varios siglos atrás. Hemos de destacar que Tomás recibió el título de “geógrafo de los dominios de su Majestad”, así como que estuvo al mando del gabinete del geografía creado por Carlos III.

Ahora bien, y respecto a lo que podríamos destacar sobre la información recabada en Piqueras (hoja 582), quisiéramos recopilar aquellos datos de tipo histórico como vinculados con el medio físico, donde se nos dan algunos detalles que merece la pena reproducir.

Sobre su pasado nos indica que el antiguo señorío de la población en ese momento estaba insertado en los dominios de los Condes de Cifuentes, habiendo mucho antes (en el siglo XV) estado en manos de don Rodrigo Manrique de Lara, personaje que fue primer Conde de Paredes de Nava, además del padre del famoso poeta Jorge Manrique.

Imagen de la torre-fuerte de Piqueras del Castillo (castillos.net)

Respecto a la ermita de San Sebastián, indica que a “extramuros a un tiro de bala, mirando al sol de mediodía, tiene una ermita que regulan con la advocación a San Sebastián”. Sobre la disponibilidad de agua, nos dice que “mirando al mediodía, y a distancia de un tiro corto de bala, pasa una acequia de agua. Se compone de los muchos humedales de este término, y algunas fuentecillas, todo en cantidad tan corta que no puede seguidamente moler una piedra de molino harinero. En el dicho molino de esta villa tiene mirando al poniente a donde corre dicha agua que se incorpora con las de Valera de Abajo”.

Por lo que respecta al medio físico, escribe que “todo el término está lleno y rodeado de monte de poca consideración y sin nombres, a excepción de la sierra que mira al mediodía que se intitula del monje. Todo el término está poblado de pinos rodenos, algunas encinas, matas rubias y pardas, sabinas y romeros”.

Finalmente llama la atención la descripción que efectuará de la torre-fuerte, al indicar que esta es “un castillo en cuadro de muy buena fortaleza, está en la orilla del pueblo, enfrente de la Iglesia parroquial. Parece construcción de moros. Su entrada está a tres varas del piso, y solo parece serviría de aviso a la señal del fuego a otros que existen en estos pueblos confinantes”.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Piqueras del Castillo

 

Referencia:

*López de Vargas-Machuca, Tomás (siglo XVIII). Diccionario geográfico de España: Cuenca. Biblioteca Digital Hispánica, 870 hojas.

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).