martes, 31 de marzo de 2020

Los Febrero en Saceda del Río


Una de las familias que cobró cierto protagonismo en el antiguo Saceda fue la casa de los Febrero, un pequeño linaje con representación en varios oficios de tipo gremial, y que enriquecieron el variopinto tejido laboral con el que contaba este pueblo hace unas cuatro centurias atrás.
El origen de los Febrero podría apuntar hacia Langa, cuando un vecino llamado Marco Febrero, casó a finales del siglo XVI con una sacedera de la casa de los Martínez-Mañas. Desconocemos si este hombre fue realmente el primero en llegar, pues por la misma fecha hay constancia de otra línea, que como mínimo abre la posibilidad de un parentesco estrechísimo entre ambos personajes.
Ese “otro” se llamaba Francisco, quien del mismo modo que Marco, expandió la descendencia de la familia. Francisco Febrero casó muy probablemente a finales del siglo XVI con María del Ejido, consiguiendo un enlace satisfactorio para su hija María Febrero, pues ésta celebró su boda en 1622 con Cristóbal de las Heras, un linaje local de cierta reputación, ya que había fundado una de las capellanías más antiguas de las que tenemos constancia en el municipio.
Las estrategias sociales de los Febrero serán poco contundentes en comparación con las de otras familias, no obstante sus descendientes continuaron en el pueblo, pues supieron ver las oportunidades que ofrecía, ya que excepto en momento puntuales, su territorio no estaba expuesto a la presión señorial, al contrario de lo que pasaba en otros términos cercanos, consiguiendo además que sus integrantes sellaran alianzas con gente de cierto peso (los Torrecilla y los Felipe). Estos últimos eran un linaje de la pequeña nobleza local conquense, y que por lo que respecta a nuestra franja de estudio, se movieron entre Saceda y Carrascosilla. Valentín Febrero de Alcázar casó en 1665 con María Felipe (siendo hija de Gregorio Felipe y Ana Romero).
Cuadro donde se ilustra a un tejedor de lienzos, un oficio que controlaron los Febrero en Saceda del Río. Otterlo, Króller-Müller Museum, 1884.
Resulta interesante otro enlace establecido por uno de los nietos de Marco Febrero, concretamente el gestado con Lucía Garrido Pérez, ésta natural de Mazarulleque y portadora del apellido más popular de su pueblo (pues estaba reconocido como miembro de la pequeña nobleza local), cabe matizar que esta solera era sólo de tipo semántico, ya que Lucía en realidad pertenecía a la línea segundona del linaje, y que por aquellas fechas se movía a caballo entre las Cuevas y Mazarulleque.
Una de las líneas de Febrero que progresará de forma satisfactoria será un hijo de Marco, Juan Febrero, casado con Ana Muñoz Moreno (una familia de labradores con recursos), lo que permitirá que alguno de sus hijos disponga de bienes, tal y como se intuye por las referencias que apreciamos en sus partidas de defunción.
A grandes rasgos los Febrero eran una familia que combinaba el trabajo artesanal con las labores del campo, estando constantemente en una lucha por mejorar sus perspectivas socioeconómicas, pues a pesar de no tener un asiento estable hasta que se expande su descendencia en la primera mitad del siglo XVII, percibimos intentos que abogaban por seguir la estela de las políticas matrimoniales que habían proyectado a algunas de aquellas casas, y que a partir de aquel momento ya empezaban a engrandecer la tenencia de bienes agrícolas.
David Gómez de Mora
Referencias:
*Apuntes de la genealogía familiar. Inédito

Los Muñoz y los Felipe en Saceda del Río durante el siglo XVII


Entre las varias familias de labradores existentes en este enclave de la Alcarria Conquense, no podemos pasar por alto el caso de los Muñoz y los Felipe. Dos linajes estrechamente relacionados, especialmente en la centuria que nos ocupa. Los primeros eran en su mayoría propietarios agrícolas dedicados al cultivo de la vid, hecho que ayudará a crecer a varias de sus líneas, permitiéndoles consolidar su economía familiar.
La línea de Juan Muñoz (marido de Ana Moreno), prosperó de forma remarcable. En este sentido tenemos constancia de que su nieto Juan Muñoz Rodríguez, falleció en 1681 con pago de 300 misas, un personaje que como la mayor parte de su prole, gestionaba y trabajaba la tierra de su antepasados. Su madre Catalina Rodríguez, moriría sólo seis años antes que él con una manda de 320 misas.
Por lo que concibe a los Felipe, éstos aprovecharon su apellido por encontrarse en determinados puntos de la provincia conquense bajo una adscripción al ámbito nobiliario. No sabemos si por ello, u otra serie de características, la familia pudo vivir bastante bien, consiguiendo proyectarse durante varios siglos, entablando relaciones con gente como los Martínez-Unda o los López-Lobo, y que, en períodos diferentes, debemos de considerar como las casas de sacedeños más ricas de la historia del municipio.
Relación genealógica de los Muñoz y los Felipe de Saceda. Genealogía familiar
No hemos de olvidar que los Muñoz estaban asociados con los Felipe, hecho que comprobamos en diferentes matrimonios, nada extraño si tenemos en cuenta sus muchos paralelismos en común. Sabemos que los Felipe se asentaron a principios del siglo XVII en Carrascosilla, casando Gregorio Felipe con Catalina de Culebras, otra familia del ámbito local que no deberíamos obviar. Los padres de Catalina eran Martín de Culebras (mayordomo de la Iglesia de Carrascosilla y padrino de la familia de los Señores del lugar), y Librada de Miguel. Martín falleció en 1629 con una manda total de 219 misas. Tenemos constancia por la documentación parroquial de Carrascosilla que éste tenía una relación muy estrecha con la nobleza local de la pequeña aldea, siendo en muchas ocasiones el encargado de gestionar su patrimonio, ya que los Graciano pasaban buena parte del año en Huete.
Entre estas familias, como la gran mayoría de labradores que poseían propiedades, se solían legar vínculos a un receptor a cambio de misas, y de las que había de garantizar su celebración, para así salvar del purgatorio al alma de su donante. Al respecto, Ana Felipe (esposa de Francisco López-Lobo), entrega a su hermana Isabel la fundación de una viña, a cambio de una misa el día de su onomástica.
David Gómez de Mora

Referencias:
*Apuntes de la genealogía familiar. Inédito

domingo, 29 de marzo de 2020

La teoria de l'ànima de Plató


L'origen de l'ànima de Plató probablement té la seua base a l'escola pitagòrica. Per a ell aquesta té tres funcions i parts, que òbviament la diferencien del món material, per aquest motiu s'integrarà dins d'una dimensió contrària (l'espiritual).
L'ànima pot ser racional (dedicada a la raó), passional (defensora de l'ordre) i sensual (més convulsa). Seguint el criteri classificador, cadascuna representa els tres nivells socials que Plató considera primordials perquè la societat funcione.
Els filòsofs dedicats a la raó, segons ells són els qui han de dirigir la política, i per tant, marcar les pautes del sistema. En una part inferior estarien els soldats (encarregats de vetlar pel compliment dels principis dels qui manen) i un tercer grau, el més baix, on entrarien la resta de treballadors, i que segons Plató mai arribarien a ser bons governants, per la qual cosa assumeix que han de seguir les pautes indicades pels qui entenen el que és correcte.

Imatge: mitologia.guru

Plató presenta diverses proves seguint la seua teoria de les idees, en les quals pretén demostrar la immortalitat de l'ànima. Partint del seu principi dualista, si existeixen elements materials que muten i es corrompen, també hauria d'haver-hi altres invisibles, immutables i eterns, en els quals òbviament es trobaria l'ànima.
Un altre factor que ressenya, és que el coneixement forma part de l'ànima, considerant que s'activa a través del nostre record, com si d'una idea heretada es tractara, que per tant mai s'ha corromput, i s'ha transmés de manera permanent. Per això si hem rebut aquest coneixement, és perquè existeix una perduració en el temps que va més enllà de la vivència material.
A tot això Plató afegix que les ànimes que han usat el sentit de la raó existiran feliçment de manera permanent, en canvi les que hagen efectuat fets indignes pagaran el càstig d'haver-se deixat portar per les passions que l'han dominada en el seu món corromput. Es tracta d'un estira-i-arronsa constant en el qual ha d'imperar la raó, per damunt dels nostres impulsos, que automàticament ens estan allunyant d'ella.
De nou tornem a veure reflectida en aquesta teoria la mentalitat conservadora de Plató (clarament aristocràtica), on creu fonamental l'existència d'un ordre per jerarquies, en el que cada nivell estigue controlat per un superior, on només una minoría (que és la més preparada i capacitada), pot conduir-nos cap a la veritat.
David Gómez de Mora

La teoria de les Idees i la seua relació en la immortalitat de l'ànima platónica


La teoria de les idees de Plató és completament metafísica. Per al nostre filòsof les idees existeixen per si soles, veient-les només a través de la ment, sense arribar a ser coses, sinó que un concepte immortal, irreductible a alguna cosa més, és a dir, una definició estrictament del que ell considera com a pur. En l'estructura platònica les idees no canvien (són immutables), sent per això el coneixement més perfecte que hi ha.
Per a Plató l'ànima és immortal, tema que estudiarà a fons en dos de les seues obres. D'una banda en la República (on justifica raons que expliquen aquesta tesi) i el Fedó (on argumenta que les idees són un coneixement diví).
Amb això aconsegueix condensar en un mateix nivell la immortalitat, com a idea perfecta que la persona ha de trobar a través del seu sentit crític i científic, únicament en un món intel·ligible, al qual no tots poden arribar per si sols.
Dins de la visió clasista, Plató ens presenta dos mons: el sensible (generat per coses materials, completament subjectives) i l'intel·ligible (compost per les idees, absolutament pures, que mai podrem tocar).
En parlar d'idees, distingeix entre el que denominaríem com l'arkhé (que representaria el principi de les coses. On tindriem, el Bé, l'Eros (amor), la Unitat, les proporcions matemàtiques), i després les idees de coses concretes (és a dir, les que nosaltres podem tindre sobre un cotxe, una taula …).

Per a entendre el mite de la caverna i la immortalitat que defensa Plató, és necessari comprendre eixe món intel·ligible on existeixen les seues idees perfectes, d'aquesta manera, podrem associar de manera més clara la seua estructura filosòfica.
Aquest món, és independent, estàtic, immutable, perfecte, i per tant, etern. Contrari al físic que coneixem, on es dóna cabuda a conceptes que existeixen, però que no podem tocar amb les nostres mans o representar estrictament, tal com succeeix amb l'ànima.
En aquesta dualitat apreciem la seua manera de distingir entre el cos i l'ànima, perquè en el cas del primer, el podrem palpar, representar, i per tant, assumir que un dia haurà de desaparéixer, en canvi, en el segon cas (l'ànima), aquesta posseeix unes capacitats totalment oposades, per la qual cosa a diferència de l’anterior, mai desapareixerà.
Tot allò que podem englobar com un objecte, fins i tot el diamant (i que com bé sabem és el material més dur de tots els coneguts per l'ésser humà), també està exposat a un procés erosiu que algun dia el farà desaparéixer com li succeiria a qualsevol altra roca, l'única diferència serà el període de temps que això li comportarà, però el final serà el mateix.
Amb això, Plató deixa en un nivell inferior les coses materials, i que òbviament menysprea, en assumir que hi ha un estrat superior, governat per idees abstractes, on romanen idees percebudes únicament per la raó i la intel·ligència, on trobaríem elements de tipus matemàtic, moral, metafísic, la bellesa, la justicia, entre d’altres. 

David Gómez de Mora

La influència social en la mentalitat platònica


La influència del cercle social en el qual es movia Plató va ser crucial en la seua forma de pensament. Recordem que dos dels seus oncles materns (Càrmides i Críties), van formar part dels trenta tirans proespartans, i que tant de mal van causar al seu territori, com a resultat de les nefastes polítiques de gestió en la majoria dels àmbits, especialment en els de tipus social i econòmic. Òbviament el desengany pel sistema polític del seu temps li venia de prop, fet que va haver d'aguditzar de manera crítica en la visió filosófica que proposarà posteriorment.
Plató no creu en el sistema democràtic que va promoure l'assassinat del seu gran mestre, simplement era una faula, carregada de falsedat, enveges, pors i interessos que corrompien a les elits que se negaven a renunciar al poder.
Per això el nostre autor creurà fermament en el desenvolupament d'una política conservadora, regida només pels millors, on el filòsof ocupa un paper superior, ja que pot ser l'únic que entengui la vertadera idea del bé, doncs aquesta serà la que ens condueixi cap a la nostra perfecció.
El filtre crític de Plató rebutja el sistema democràtic, per una aristocràcia, l'etimologia de la qual ens indica la seva missió: el poder dels millors (aristo-millor, cratos-poder). Aquesta haurà de ser regida per aquelles persones que estiguin millor preparades, és a dir, únicament els éssers humans que siguen capaços de trobar la veritat i el significat del bé, de la mateixa manera que ho va fer l'intrèpid que abandonà la caverna en el seu mite, cap a la recerca de la realitat oculta.
El model de pensament de Plató segueix una estructura ordenada, basada en unes clares pautes de classificació, sempre partint de la naturalesa de les seves idees. De la mateixa manera que la noblesa tenia una sèrie de privilegis que li atorgaven superioritat respecte a la resta de mortals, el sistema havia de mantenir una fórmula semblant, capaç de regir-se per nivells, on sempre s'establiran conceptes duals i contraposats. És a dir, uns havien d’estar per damunt dels altres.
Bon exemple és el seu esquema en el qual divideix dos tipus de món.  Així, Plató defensava l'existència del món sensible (només percebut pels sentits) i el món intel·ligible (que seria la perfecció de l'ànima a través de la saviesa, al qual només es pot accedir de manera espiritual). El món sensible era més simple, mentre que l'intel·ligible molt més sofisticat i clarament perfecte. La diferència era notable, doncs al primer podíen accedir tots, mentres que al segon només els millors.
Plató ja ens indica que el bé és la idea suprema de la raó, per aquest motiu en el referit mite acaba associant aquest amb el Sol (el centre del nostre sistema solar que ens il·lumina). Un símbol tremendament encertat, i que de nou torna a posar damunt de la taula el coneiximent del model heliocèntric entre els autors de la Grècia Antiga i que poc temps després defensarà Aristarc de Samos. Per al nostre filòsof el bé és la idea que està per sobre de totes. Sorgint ací la clau que ens permetrà ser lliures i conseguir la immortalitat.
La caverna escenifica el món sensible, imperfecte, allunyat de la veritat, on la raó no impera, mancat de llum, replet de foscor i mogut per ombres aparents, en canvi, la sortida a l'exterior, hem d'associar-la amb el món intel·ligible, mitjançant el qual es troba la veritat no fàcil de percebre.
Encara que certament, tal com es comprova, aquesta no sempre serà ben rebuda, per això, és necessari establir una jerarquització, en la qual uns pocs, seran els que mitjançant les seves capacitats, puguin aconseguir il·lustrar a la resta de persones.
Aquesta necessitat de jerarquitzar tots el conceptes de la seua filosofia, ens acosta a la mentalitat classista, la mateixa en la qual el seu autor va créixer i va desenvolupar temps després les seves idees conservadores, i que òbviament van haver de calar en el seu plantejament.
És per això necessari formular una pregunta, doncs davant la mentalitat elitista de Plató, i que influenciarà el seu model filosòfic, si aquest en lloc de descendir de nobles i ho hagués fet de gent més humil, hagués estat igual d'estructurada i jerarquitzada la seva visió de la vida?
David Gómez de Mora

María Nieves, una piquereña del siglo XVI


La familia Nieves, Nieve o Nieva comprende un mismo apellido que abarca al menos de manera conjunta la zona de estudio en la que se engloban las localidades de Buenache de Alarcón y Piqueras del Castillo, así como algún enclave adicional sobre el que sus integrantes fueron moviéndose.

Sabemos por un documento de ingreso en la Orden de Carlos III de los Sainz de Zafra de Buenache, que precisamente este linaje pudo ser reconocido como miembro de la pequeña nobleza rural. En el caso de Piqueras, tenemos constancia de que María de Nieves fue un personaje destacado, que nacería a mediados del siglo XVI, y que más tarde casaría con Alonso Valero, también natural del mismo pueblo.

De aquel matrimonio nacerían varios hijos, entre los que estaría Alonso (1576), Isabel (1578) y Bartolomé (apellidado como Martínez en 1584). María falleció en 1616, aunque dejó un pago de 70 misas, así como un testamento destacado para los que solían efectuarse en el municipio por aquellos tiempos.

Imagen del paisaje que rodea Piqueras del Castillo. Verpueblos.com

Entre sus bienes se citan poco menos de una treintena de propiedades que daban una producción de unos ochenta almudes de trigo. Una cantidad que no estaba nada mal, pues a pesar de convertirla en una pequeña propietaria, era más que suficiente para disponer de un patrimonio agrícola que sirviera para alimentar a los suyos. Desconocemos por ahora datos sobre la procedencia de su familia, así como de donde se le asigna este apellido, puesto que en Piqueras no hemos conseguido hallar más referencias, motivo por el que acabaría perdiéndose, a pesar de la costumbre en intercalarlos a través de distantes líneas femeninas, una tradición que como en otros enclaves de la provincia, se produjo como mínimo hasta entrado el siglo XVIII.

En el testamento de María se relatan diferentes mandas que indican cierto poder de su familia. Poco igualmente hemos podido indagar de su esposo Alonso Valero, aunque no hemos de olvidar que en su partida de defunción ésta cita como cuñado a José López, quien en ese momento era alcalde de la localidad.

Además del caso de Buenache, sabemos por nuestros apuntes genealógicos la presencia de más miembros con el apellido Nieves en la anexa Valera de Abajo, siendo así el de otra mujer de mismo nombre y apellido, ésta esposa de Pedro Saiz de la Blanca, un linaje con ciertos recursos, sobre el que recientemente abordamos algunas líneas en el artículo dedicado a los integrantes del apellido Valero. La cercanía y escaso esparcimiento del apellido, probablemente sitúe sendas Marías dentro de un mismo tronco genealógico.

David Gómez de Mora

Referencias:

* Apuntes genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo. Inédito

El linaje de los Checa en Piqueras del Castillo


Los Checa son uno de los linajes que mejor conocemos, ya que su llegada a la localidad se produce en un período en el que comienza a aflorar la documentación eclesiástica. Hasta la fecha no hemos podido precisar su origen, aunque cronológicamente habría que situarlo aproximadamente a finales del siglo XVI, cuando su progenitor, Alonso de Checa, dejará una serie de descendientes, que desde la primera generación comenzaron entablando matrimonios con familias importantes del lugar, es el caso de su vástago Juan, quien casó con Isabel López (hija del alguacil mayor), por citar algún ejemplo.
Esto no sería un hecho aislado, pues si analizamos a fondo su genealogía veremos como volverán a estrechar lazos continuamente con la casa de los Crespo o la línea local de los Ruiz de Alarcón, además de los López. Un conjunto de estrategias matrimoniales que sin ninguna duda fueron favorables a su asentamiento y posterior consolidación en el municipio.
Durante el siglo XVIII la familia continuó creciendo, realizado ya uniones con personas foráneas, es el caso de uno de los hijos de Juan de Checa y María de Crespo, Alonso de Checa y de Crespo, quien celebró nupcias con María Antonia Ruiz Serrano-Gil (ésta nieta materna de Juan Serrano Gil y María Saiz de la Blanca), gente muy conocida en la comarca  (especialmente en Valera de Abajo), puesto que llegaron a ser noticia en la Gaceta de Madrid del 14 de junio de 1707, a raíz de su involucración en la guerra de sucesión, cuando el mencionado abuelo de María Antonia, siendo Regidor de la villa de Valera de Abajo, fue colgado en la horca por su oposición a las hordas sublevadas, fenómeno que motivó a que su esposa hubiese de acabar refugiándose en la corte de Madrid durante un tiempo, con una paga de cinco reales diarios.
La familia Checa sabía muy bien lo que hacía dentro de su política matrimonial con los Crespo, pues consiguieron sacar rédito de la capellanía fundada por el Licenciado Miguel Sánchez, y que representaba una de las más prolíferas del pueblo (una producción de unos 226 almudes de trigo).
Imagen de Piqueras del Castillo. Verpueblos.com
Recordemos que Juan de Checa al casar con María de Crespo, volvía a iniciar una relación estrechísima en términos de consanguinidad, pues ambos eran primos. Un fenómeno que no era casual, ni tampoco la primera vez que se producía, pues reportaba una mayor concentración de los bienes para la familia, reforzándose así las posibilidades de tener un hijo párroco con sus estudios pagados. Esta operación consiguieron materializarla más adelante, pues sabemos que en 1753 don José de Checa y Crespo era poseedor de esta plaza.
Como decíamos, la familia se integró con facilidad, así uno de los nietos del progenitor, Pedro de Checa, ya fue nombrado mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, permitiendo que sus hijos se casaran con las principales líneas de la familia López, tal y como vemos con Juan de Checa, quien lo hizo en 1693 con Quiteria López (bisnieta del que fuera alguacil mayor).
Poco a poco éstos fueron adquiriendo posesiones agrícolas, de modo que si en el siglo XVIII algunas líneas comenzaron a tener labradores con disponibilidad de tierras, durante el siglo XIX sus políticas endogámicas con familias como los Ruiz, favorecieron todavía más su calidad de vida. Tenemos referencias sobre defunciones de interés que merece la pena destacar, es el caso de Juan de Checa, quien en 1675 mandó un total de 110 misas, o Pedro de Checa, que trece años más tarde lo haría con pago de 95 misas. Como dato curioso, mencionar que en 1706 fue hallado muerto de “una puñalada grande” Alonso de Checa, vecino que en ese momento era mayordomo de la Iglesia del pueblo.
David Gómez de Mora
Referencias:
* Apuntes genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo. Inédito

El linaje de los Crespo en Piqueras del Castillo


Los Crespo fueron una familia de la pequeña burguesía local, asentada durante la primera mitad del siglo XVII en este municipio, y sobre cuyos orígenes seguimos teniendo dudas. Gracias a unas segundas nupcias de la esposa del progenitor, Juan de Crespo, sabemos que ésta era natural de Arguisuelas, de ahí que cabe la posibilidad de que el origen de ambos, pudiese proceder de este enclave conquense.
Desde la primera generación la familia consiguió fortalecer su estatus, manteniéndolo algunos de sus descendientes a lo largo del siglo XVIII, consiguiendo así englobarse dentro del grupo de labradores hacendados.
Las hijas de Juan de Crespo celebraron bodas con familias que tenían una buena posición en el pueblo, así Juliana lo hizo con Melchor Gil, una estirpe de labradores bastante conocida por su entronque con el que fuera hijo de los Señores del lugar, mientras que su hermana se acabaría casando con Pedro de Checa, quien supimos que llegó a ser mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario años más tarde.
Como indicábamos, uno de los puntos de apoyo del linaje durante sus primeras generaciones fueron los Checa, con quienes celebrarán diversos enlaces. Un conjunto de políticas matrimoniales cerradas, que mejoraban la situación de la familia, permitiendo que el patrimonio no se dividiera.
Imagen de Piqueras. Verpueblos.com
La riqueza de los Crespo hay que buscarla en el testamento de don Miguel Sánchez Abad, cura que fue de Piqueras del Castillo, pero cuyas raíces le trasportaban hasta Jábaga. Este párroco dejó una capellanía junto con un patronazgo de legos para que lo tuviera y poseyera Julián de Crespo, hijo de Juan Crespo y de Catalina García. En el mismo integrará todos los bienes que tenía en la villa de Piqueras (hazas, viñas, la mitad de la casa en la que vivía, así como dos yuntas de heredad que poseía en Cólliga), a cambio Julián debía de rezar dos misas semanalmente en el altar de Jesús y que estaba dentro de la Iglesia del pueblo, además de celebrar una fiesta anual el día de San Miguel.
En la cláusula se especifica que después de Julián, quienes podía aprovechar la posibilidad a ocupar el puesto de capellán, eran sus sobrinos, en este caso, preferentemente los hijos de Juan de Crespo, así como en su defecto los de sus hermanas Juliana, y finalmente Ana, remarcando que si hubiesen varios pretendientes, la plaza de estudios debía ser entregada a quien más lo necesitara. Obviamente el cargo que desempeñaba el párroco era muy deseado, puesto que otorgaba nombre a la familia, además de dejar a buen recaudo la salvación de sus almas en el caso de que éstas fueran al purgatorio, teniendo así una ayuda extra que garantizaba rezos permanentes. Un elemento importante a la hora de entender la necesidad y protagonismo que ocupaban los curas en unas sociedades rurales donde el catolicismo y las costumbres eran sagradas.
Árbol genealógico de los Crespo. Genealogía familiar
La fundación que heredará Julián de Crespo comprendía casa y alrededor de unas sesenta de propiedades agrícolas (con una producción de 226 almudes). Otro dato a tener en cuenta eran las zonas privilegiadas de enterramiento que adquirieron las hermanas del cura, pues por ejemplo Juliana se hizo con dos zonas de sepultura en la primera fila del lado del Evangelio, un lugar que como sabemos era de los más deseados, y a los que sólo accedían los miembros de la Iglesia así como las familias más pudientes. Ésta cuando falleció en 1695 mandó que se diera para la Virgen del Rosario un cuadro de Nuestra Señora de la Leche.
Otro dato que no podemos pasar por alto, es que Julián de Crespo (el presbítero), heredó adicionalmente los bienes de Alonso de Piqueras y Olaya García, ambos vecinos de Barchín del Hoyo. Igual de interesante nos resulta su otra hermana Ana de Crespo, quien se adjudicó una sepultura en la segunda fila en el lado de la Epístola, donde se enterraría su cuerpo tras fallecer en 1704.
Obviamente este conjunto de referencias son indicativas de cómo este linaje, nada más establecerse en el municipio, consiguió ostentar un protagonismo que a su vez retroalimentaba aquellas comunidades cerradas de labradores, favorables a sellar matrimonios entre personas de idéntica características sociales, de las que obviamente podían sacar réditos. La falta de varones y personas que intercalarán este apellido, harán que a partir del siglo XVIII su representatividad empiece a desaparecer entre los habitantes del municipio.

David Gómez de Mora
Referencias:
* Apuntes genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo. Inédito

Apuntes históricos sobre los López de Piqueras del Castillo


El apellido López es uno de los más frecuentes en la historia de este municipio, nada raro teniendo en cuenta la diversidad de líneas que existían en la localidad, y que con el trascurso de los años fueron propagándose de manera considerable.
Muchos de éstos fueron labradores que entroncaron con otras casas similares, tal y como sucedió con los Checa o los Ruiz de Alarcón, sin olvidar también a los integrantes de su mismo apellido. Aquello fomentaba un conjunto de políticas endogámicas, que se convirtieron en un fenómeno habitual, pocas veces mal visto por la mayor parte del vecindario.
En el presente artículo la línea sobre la que quisiéramos desmenuzar algunos retazos era la que a principios del siglo XVII era conocida en el pueblo con el distintivo de “los López del alguacil”, un identificativo preciso, en alusión al oficio de su principal cabeza, Juan López, quien ejerció como alguacil mayor en el pueblo, además de ser esposo de Catalina Pérez.
El alguacil era un funcionario municipal que podía tener potestad en cuestiones de tipo civil y criminal, aunque como era en el caso que nos ocupa, sólo desde dentro del reducido ámbito en el que residía. No sabemos si en Piqueras estaríamos hablando de un mero cargo honorífico, pero de lo que no cabe duda es que éste siempre le era asignado a aquellos representantes más destacados y bien posicionados de la localidad.

Tronco de las líneas de López principales de Piqueras del Castillo de la primera mitad del siglo XVII (genealogía familiar).
La familia de Juan y Catalina comenzó a medrar a través de políticas cerradas con vecinos del mismo pueblo que tenían cierta disponibilidad de bienes, así sucedió especialmente con los Checa, donde vislumbramos claramente ese conjunto de referidas planificaciones matrimoniales.
Si hablamos de Juan López, resulta imposible obviar su nexo con la casa de Juan Fernández, labrador piquereño y fundador de un vínculo, creado en 1612 tras su defunción, y que recayó en su hija María Fernández, quien celebró sus nupcias con Alonso López (hijo del citado alguacil). Esta línea que bautizaremos como de los López-Fernández integró un conjunto destacado de tierras agrícolas, que obviamente mejoraron su calidad de vida, y que en su computo final llegaban a conformar cerca de una treintena.
Hemos de matizar que no todo acababa ahí, pues la esposa de Juan Fernández (Sabina García), también procedía de una casa de labradores, y que tras fallecer en la década siguiente, aportó un conjunto de tierras al lote, de modo que Alonso López, gracias al patrimonio de su mujer, aseguraba a su prole unas condiciones de vida bastante aceptables.
Recordemos que la hermana de Juan era Francisca López, esposa de Sebastián de Fuentes y Moya de Buedo, otro vecino del pueblo que tenía sus bienes adscritos a una fundación que le venía por parte de sus padres, y que sin ser excesivamente grande, permitía cierta seguridad y comodidad para su hogar.
Salta a la vista que la familia de Juan López estrechó nexos con aquellas personas que poseían sus tierras adscritas a vínculos y patronatos, nada casual, y una manera de garantizar para su descendencia la tenencia de un patrimonio sobre el que poder trabajar, y que en aquellos tiempos eran un seguro de vida ante la dificultad de abastecerse en enclaves difícilmente comunicados como era el caso de Piqueras.
David Gómez de Mora
Referencias:
* Apuntes genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo. Inédito

viernes, 27 de marzo de 2020

Notas sobre la familia Torrijos en Villarejo de la Peñuela


Desde siglos atrás, a pesar del modesto protagonismo que en la perspectiva histórica ha tenido el enclave de Villarejo de la Peñuela, tenemos constancia de como muchos de sus vecinos aprovechaban a fondo los recursos agrícolas que producían sus campos, especialmente los frutos y géneros hortícolas ubicados en su parte baja, y que gracias a la privilegiada disposición junto a una zona de ribera, no proliferaban del mismo modo en otros municipios del área circundante.
La ubicación de Villarejo en el fondo de un valle, alimentado por aguas fluviales, unida a la disponibilidad de un terreno fértil, le otorgaban aun mayor singularidad. Una de esas familias eran los Torrijos, un pequeño linaje que a tenor de nuestras investigaciones genealógicas, parece que llegarían hasta el municipio durante el siglo XVI. Las políticas matrimoniales de sus integrantes no distaban excesivamente de la tradición hermética que imperaba en el lugar.
Durante el momento del Catastro de Ensenada el alcalde de la localidad era el señor Miguel de Torrijos, quien había entablado matrimonio en 1724 con Pascuala del Rincón y Redondo, dos apellidos también con historia dentro del pueblo. Recordemos que los Rincón se hallaban extendidos por otros muchos sitios de esta región (acusados de judaísmo en origen, pero con reconocimiento como miembros del estado noble en determinados asentamientos. Hechos que por norma general solían estar asociados).
En los tiempos del catastro, Villarejo era un enclave apartado de los principales núcleos de influencia, un tanto alejado de Cuenca, pero posicionado en una zona provechosa de la Alcarria, que no distaba de la “capital” optense.


Delimitación del término de Villarejo de la Peñuela (pares.mcu.es)
El cerezo fue uno de los productos explotados por los lugareños, teniendo cierto reconocimiento más allá de la localidad, pues existían diferentes variedades de este árbol. Las gramíneas también eran numerosas, de ahí los campos de trigo y cebada que los labradores trabajaban sin olvidar sus viñedos.
Por norma general los agricultores con patrimonio serán las caras visibles de la política local, y en ese sentido cabe reseñar la familia del que por aquellas fechas era el alcalde de la villa. Miguel de Torrijos no vivía nada mal, su esposa era la hija del escribano notario, hecho que unía una vez más sendas familias. Sabemos que uno de los hijos de Miguel y Gerónima de Cañas fue Jorge de Torrijos, fallecido en 1759 con manda de cien misas. La hermana de éste se llamaba Rosa, casada en 1722 con Antonio de Ocaña (y encargada de solicitar una cifra de misas casi idéntica tras su muerte). Precisamente Antonio fue quien mayor cantidad de producción (en uvas, cerezas y guindas) transportaba con sus caballerías a mediados del siglo XVIII fuera de la localidad.
Recordemos que Miguel era vástago de Andrés de Torrijos y Paula Pérez Romo (casados en 1671). Andrés era a su vez hijo de Miguel de Torrijos y Catalina García. Éste tuvo una hermana llamada Isabel, fallecida en 1682 con pago de ciento setenta misas. Otra de las familias que establecerá matrimonios con la casa de los Torrijos serán los Saiz (propietarios agrícolas en muchas de sus líneas, y sobre los que hemos dedicado algunas reseñas en otros artículos que incumben al pueblo). Y es que después de Antonio de Ocaña, el siguiente exportador en importancia era el labrador Miguel Saiz, esposo de María López-Saiz.
Sirvan pues estas modestas notas genealógicas, para entender un poco mejor que personalidades y linajes locales, ostentaban cierto protagonismo en el Villarejo de siglos pasados.

David Gómez de Mora

Referencias:

*Apuntes de la genealogía familiar. Inédito

* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de matrimonios (1626-1764), Sig. 113/10. P.2121

* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones (1623-1764), Sig. 113/14. P. 2125

Los Cañas de Villarejo de la Peñuela


Una de las familias más destacadas de Villarejo durante los siglos XVII y XVIII fue la de los Cañas. Un linaje autóctono, con unas raíces profundas desde las primeras referencias escritas que existen en los libros sacramentales del pueblo.
Los miembros de esta casa llegaron a sellar políticas matrimoniales bastante cerradas, cosa que no fue una excepción, pues como ya advertimos, la estrecha consanguinidad en Villarejo estaba a la orden del día. Una línea con la que establecerán continuos nexos matrimoniales fue la de los Torrijos, muchos de ellos labradores y representantes destacados de la localidad.
Entre los personajes más llamativos, hemos de mencionar la descendencia de Andrés de Cañas, quien, hasta su fallecimiento en 1693, era conocido en el lugar como el escribano notario. Desde luego los Cañas sabían con quién pactaban sus enlaces, pues una nieta de éste, tuvo por suegro a otro escribano de la localidad. Una estrategia habitual, en la que se acababan gestando la creación de clanes unidos por un mismo elemento social.
La relación parental de los otros escribanos procedía por vía de Andrés López Saiz, quien ejerciendo la misma profesión que su abuelo, casó en 1686 con Ana Saiz, fruto de cuya unión nació José López Saiz, y que décadas más tardes establecerá alianzas conyugales con la referida nieta de Andrés (Josefa de Cañas). Recordemos que el hermano de este escribano era el presbítero don José López (Gómez de Mora, 2018), figura reseñable, y de la que todavía se conserva una lápida grabada en la Iglesia de Villarejo. Obviamente los Cañas sabían de la necesidad en mantener este tipo de políticas, pues oficios como el suyo, y el parentesco con el clero local, eran credenciales esenciales para mejorar su calidad de vida.Los escribanos acudían a las casas de aquellos vecinos que deseaban efectuar un testamento cuando su estado de salud se lo impedía, además de tramitar otro tipo de documentación de la que daban fe, aunque en ocasiones pudiese ser falsa o manipulada, un encargo habitual que solía venir en este último caso por parte de quienes pretendían adquirir la condición de miembros del estado noble, y cuyo reconocimiento era necesario mediante este tipo de procedimientos. Decir que la madre del escribano Andrés se llamaba Juliana García, siendo esta natural de Villanueva de los Escuderos.

Escena donde se representa a un escribano redactando el testamento de Don Quijote de la Mancha, Antonio Carnicero (1779)
Sin lugar a dudas el campo siempre que reportaba beneficios destacados era otro de los sectores en los que labradores con recursos podían emparentar con este conjunto de familias. En Villarejo algunos agricultores aprovechaban la fuerza de sus animales, para además de trabajar la tierra, poder exportar parte de su producción a pueblos de los alrededores, de este modo se rompía el sistema de autosubsistencia, consiguiendo generar ingresos extras, que obviamente aportaban más dinero.
Al respecto, el Catastro de Ensenada nos informa de cómo “en esta villa no hay arrieros que traten en sacar frutos ni de uvas a vender fuera, y que si algunas cargas salen, las conducen los cosecheros con sus caballerías, faltando con sus personas, criados y caballerías en tiempos de la uva, a la simentera de granos y en el de la fruta a la recolección de ellos” (257-257 v.). Añadiendo después que “las cargas que algunos vecinos sacan por sí y sus caballerías, consignaron por este tráfico” (258). María de Cañas y Josefa de Cañas serán unas de las que mayor cantidad de uvas, cerezas y guindas transportarán.
La esposa de Andrés era Catalina López, quien dejó una fiesta por su memoria tras fallecer. Un apellido común y extendido por el pueblo, sobre el que existirían diferentes líneas genealógicas. Sobre este matrimonio sabemos que sus hijos pagaron sumas importantes de misas, es el caso de Gregorio de Cañas, quien lo hizo con doscientas, o José de Cañas con más de trescientas. La relación con la casa de los Torrijos era estrecha. Por ejemplo en los libros de defunciones se indica que Gerónima de Cañas (hija de Andrés y Catalina), tras morir en 1715 mandó 100 misas, operación idéntica a la de su marido Miguel de Torrijos, y que a mediados del siglo XVIII era el alcalde del pueblo. Tampoco debemos obviar a María de Cañas, viuda de Francisco Delgado, que tras morir en 1753 mandó 203 misas. En su testamento menciona a sus sobrinos Miguel de Torrijos, Jorge de Torrijos, además de Josefa de Cañas (persona a quien nos hemos referido en varias ocasiones a lo largo de este artículo).
David Gómez de Mora

Referencias:
*Apuntes de la genealogía familiar. Inédito
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de matrimonios (1626-1764), Sig. 113/10. P.2121
* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones (1623-1764), Sig. 113/14. P. 2125
* Catastro del Marqués de Ensenada.
* Gómez de Mora, David (2018). “La familia López-Saiz de Villarejo de la Peñuela”. En: davidgomezdemora.blogspot.com 

lunes, 23 de marzo de 2020

Notas sobre la geografía económica de Villarejo de la Peñuela siglos atrás


Villarejo de la Peñuela es un modesto municipio de la Alcarria conquense, emplazado en una zona de escasa pendiente, en medio de un apacible valle, rodeado por montañas desde donde siglos atrás hubo prolongadamente no más de un centenar de casas de vecinos, capaces de autorregular su descendencia a través de políticas matrimoniales no excesivamente abiertas.
En relación con otros enclaves del territorio alcarreño, Villarejo no será una localidad que se enriquecerá gracias a un intenso modelo de explotación agrícola, no obstante, a diferencia de otros pueblos complementaba su economía de secano con cultivos de huerta, aprovechando la privilegiada área fértil sobre la que se encuentra, y que como sabemos era escasa en esta zona de la provincia.
Ello obviamente no impidió la proliferación de diversos linajes, que consolidaron el nacimiento de algunas casas, en su inmensa mayoría de labradores, con capacidad para explotar sus tierras, cuya labor complementaban con otro tipo de trabajos dependiendo de la época del año.
Y es que, si algo caracterizó la vieja economía de Villarejo, fue la complementariedad de sus oficios. Tenemos constancia de que la presión señorial fue una realidad que tuvo su afección, aunque sin llegar a asfixiar la permanencia del pueblo, tal y como ocurrió en Carrascosilla. Sobre las familias de la pequeña nobleza rural, sin necesidad de entrar en contacto con la línea genealógica de sus señores, vemos por ejemplo en una de sus calles una vivienda con un escudo de armas, vinculado con la familia Castro y que muy probablemente tenga relación con un linaje de labradores autóctonos (los Saiz), ya que conjuntamente éstos aparecen sellando alianza matrimonial con una de las integrantes de este clan. Decir que la presencia de este apellido, y que en diferentes puntos de la comarca será reconocido como miembro del estado noble (a pesar de las acusaciones de conversión que le acechaban), lo hemos visto también en la localidad de La Peraleja durante la segunda mitad del siglo XVI.
 
 Representación de Villarejo de la Peñuela y su área geográfica. Tomás López, Diccionario Geográfico de España, fol. 883
Si leemos los datos que se nos dan sobre Villarejo en los tiempos del Catastro de Ensenada, podremos apreciar como a mitad del siglo XVIII no había yeguadas en el término, aunque como era de esperar sí que existían “mulas, machos, burros y burras” para labrar las huertas. Analizando la distribución de las vías de comunicación, vemos que desde tiempo atrás este pueblo sabe sacar rédito de su posición estratégica, un factor vital, que le proporcionará establecer nexos con otros asentamientos mejor comunicados, conectados mediante caminos de herradura, con los que podían comercializar excedentes agrícolas.
De acuerdo al texto mencionado, “no hay arrieros que traten en sacar fruta, ni uvas a vender fuera, y que, si algunas cargas salen, las conducen los cosecheros con seis caballerías, faltando con sus personas, criados y caballerías en tiempo de la uva, a la simentera de granos y en el de la fruta a la recolección de ellos”. Matizándose que “las cargas de algunos vecinos sacan de por sí, y sus caballerías” diferentes productos, entre los que veremos los cultivados en sus huertas y fincas de secano.
Línea de comunicaciones. Mapa del año 1692

A pesar de que a mediados del siglo XVIII en el pueblo no hubiera más de setenta casas de vecinos, se mencionan tres tejedores y hasta un total de treinta y pico personas relacionadas con la comercialización de uvas, guindas y cerezas. Estos fueron Pedro de Cañas, Manuel Delgado, Vicente Martínez, Ginés Torrijos, María de Cañas, Josefa de Cañas, Adrián de Torralba, Joseph de Cañas, Mateo González, Luís González, Andrés López, Juan del Rincón, Antonio Ocaña, Manuel González, Manuel de Soria, María Delgado, Juan Delgado, Francisco López, Francisco de Cañas, Domingo Pérez, Juan Pérez, Valentín González, Diego Muñoz, Miguel de Torrijos, Félix Ortega, Miguel Pérez, Miguel Delgado, Miguel Saiz, Felipe López, Juan Pérez, Donato González, Pedro de Cifuentes, Pascual de la Cruz y el optense don Joseph Cabeza.
En el diccionario de Tomás López se precisa que los productos cultivados en su término son trigo, cebada, avena, garbanzos, judías, uvas, cerezas, guindas, ciruelas y ceremeñas. Sin celebrarse ferias, mercados u otros acontecimientos que permitieran de manera más activa la entrada de género procedente del exterior.
Una localidad como decimos con unas pautas de autosubsistencia destacables, pero sobre la que habría que sumar una red de contactos que de puertas hacia afuera era más importante de lo que parece reflejar la documentación. Dependiendo de la temporada los vecinos ejercían otros oficios, pudiendo desplazarse a municipios cercanos como Valdecolmenas de Arriba o Abajo y Castillejo del Romeral, sin olvidar la cría de animales que en casas y corrales muchos poseían. Villarejo a grandes rasgos será el reflejo de un pueblo donde la gente podía vivir de manera razonable, acumulando ciertos bienes, y arañando mediante el esfuerzo las posibilidades que les brindaba su área geográfica.
Las políticas de matrimonios herméticos entre vecinos del municipio podrían explicar porque uno de los párrocos elaborará más adelante un volumen en el que registraba mediante árboles genealógicos los parentescos y grados de familiaridad entre aquellos habitantes que se iban casando. Una manera de agilizar la averiguación sobre qué nivel de consanguinidad existía entre cónyuges. Por otro lado, entre las casas con ciertos bienes, estaba extendida y asumida la idea de la importancia en incentivar el desarrollo de estudios religiosos entre alguno de sus hijos, ya que además de brindarle a éste una oportunidad que le hiciese vivir mejor, suponía a su vez un realce en el nombre del linaje familiar, además de garantizar una salvación de tipo espiritual para todos sus allegados, sumamente valorada en una cultura católica y tradicionalista como la del área a la que nos estamos refiriendo.
David Gómez de Mora 

domingo, 22 de marzo de 2020

La capilla de los Perea Zapata en Barchín del Hoyo


Siguiendo con las costumbres de las familias de la nobleza local y que estaban viviendo una buena situación económica, la casa de los Perea Zapata ya había tomado la iniciativa de dar un paso más, y levantar un espacio con un toque personal dentro de la Iglesia de Barchín.
Para ello invertirían lo que fuese necesario, con tal de distinguirse del resto de linajes que eran enterrados dentro del templo. Las capillas familiares eran construcciones que realzaban el estatus de sus integrantes, además de una seña efectiva que los promocionaba para todo aquel vecino, curioso o visitante que deseara introducirse en el edificio más importante del pueblo. Este tipo de obras eran un claro signo de poder, en las que de modo intencionado veremos como se muestra de manera repetida el escudo de armas del linaje que las poseía. Un mensaje claro y contundente.
El blasón de sus promotores puede verse tanto en la puerta, como en la zona interior de la capilla. Ya comentábamos como durante la segunda mitad del siglo XVII, muchos linajes comienzan a extender esta costumbre en la zona. Es el caso de los Reyllo, así como los Ximénez-Moreno en Buenache de Alarcón.
Por lo que respecta a los Ruiz de Alarcón, éstos ya se habían anticipado mucho antes a la creación de una capilla en el caso de Piqueras del Castillo, como también en el vecino Buenache. Visto así, los Perea Zapata venían a ser un linaje más que pretendía seguir aquella estela.
Analizando las armas de la capilla que lleva en su retablo como principal advocación a San Julián, observamos cuatro cuarteles, adscritos a diversos apellidos.
Acceso de la capilla. Imagen: Raúl Contreras
Sabemos que las relaciones entre los Perea, Zapata, de la Torre y Montoya, fueron una realidad confirmada por las ejecutorias de hidalguía desde el siglo XVI. Creándose así una estrecha relación entre un conjunto de linajes (algunos con bastante solera), tal y como sucedía con los Zapata (que sin saber de manera precisa que tipo de nexos pudieron guardar con la casa primitiva de infanzones aragoneses a los que invocaba su linaje), eran conscientes de que gente más popular invocaba su mismo apellido (los Señores del Provencio). Obviamente este tipo de estrategias se extendieron por doquier en todo nuestro territorio, de ahí la necesidad de enfatizar, seleccionar y anteponer dentro de cada casa aquellos apellidos que pudiesen permitir una imagen más beneficiosa para medrar.
Igual de popular era el caso de los Montoya, y que como bien sabemos estarán incluso detrás de las fundaciones de algunos de los lugares que había por estas tierras. Sus alianzas matrimoniales, eran en realidad un catalizador social que permitía incrementar sus posibilidades a la hora de alcanzar puestos destacados dentro del Santo Oficio, además de expandir sus dominios.
Detalle del escudo en el acceso a la capilla. Imagen: Raúl Contreras
Siguiendo la pieza heráldica que vemos decorada en la puerta de forja de la capilla, apreciamos los cuatro cuarteles del escudo, y que pasamos a describir a continuación:
En el primer cuartel en campo de oro, cinco panelas de sinople puestas en sotuer (familia Perea).
En el segundo cuartel en campo de azur, una torre de oro y dos leones empinados a la torre de su color (familia de la Torre).
En el tercer cuartel en campo de gules, cinco zapatas de sable y oro a jaquelas puestas en sotuer, que traen en bordura de gules ocho escudetes del mismo oro, cada uno a banda de sable atravesado (familia Zapata).
En el cuarto cuartel en campo de azur, diez panelas de plata puestas en palo, tres, tres, tres, una, que traen en bordura de gules ocho aspas de oro (familia Montoya).
El origen de los escudos se encontraba en don Cristóbal Perea Zapata, quien siguiendo las políticas endogámicas que a su familia tantos réditos le proporcionarán, casó con doña Juana de Zapata, fruto de cuyo matrimonio nacerá don Diego de Perea Zapata, personaje clave, y que casará con doña Mariana de la Torre Vizcarra Montoya (Gómez de Mora). Ambos sellarán su alianza en 1641, siendo precisamente sus apellidos los que veremos representados en los blasones que habrá presentes en diferentes puntos del pueblo, como sucederá con su casa solariega o la capilla privada de la Iglesia.
Emblema heráldico de los fundadores de la capilla, donde apreciamos de nuevo los mismos cuatro cuarteles que dominan en la entrada. Imagen: Raúl Contreras

En este caso las armas están invertidas respecto a las que hemos visto en el resto de la capilla, colocándose el segundo cuartel en el lugar que ocupaba el primero, así como el tercero donde estaría el cuarto y viceversa. Creemos que ello se debería a la idea ornamental de que el emblema habría de ofrecer una imagen simétrica en el sentido estricto, anteponiéndose a las normas dictadas por el protocolo heráldico.
Aunque si hay un elemento que destaca dentro de la capilla de esta familia, ese es el del retablo de San Julián, quien fue segundo Obispo de Cuenca, presidiendo por ello el altar de la Capilla del Evangelio de esta Iglesia de la Asunción de Barchín del Hoyo. Según el libro: “Vida, virtudes y milagros de San Julián, segundo Obispo de Cuenca” de Bartolomé Alcázar, la capilla fue fundada en 1689 (seguramente sería cuando se otorgó la licencia) por Don Pedro Perea Zapata, Prior y canónigo de Cuenca, descendiente de los linajes antes descritos. Este libro comenta que la capilla que se había hecho en dicha iglesia era “muy decente” y “con mucho adorno, en el sitio más principal, à el lado del Evangelio, con licencia del señor obispo; y ha dotado vna capellanía con su capellán, para que cuyde de ella” (Lib. II, Cap. XXI, p. 291). 
Evidentemente, “con mucho adorno” se refería a la decoración del momento, pues el pleno barroco se hacía notar en cualquiera de los retablos e imágenes que se llevaban a cabo en cada parroquia; incluidas las de poblaciones pequeñas como en el caso que nos ocupa. Siguiendo la moda imperante de la Corte y sobre todo de las influencias que venían de Salamanca con los modelos de los hermanos Churriguera, el estilo de este retablo de la segunda mitad del siglo XVII, obedece al canon churrigueresco, caracterizado por la utilización de columnas salomónicas, estípites y la decoración a base de zarzillos, sarmientos u otros motivos vegetales.
El retablo encaja perfectamente con la forma de capilla, adaptándose al arco de medio punto de la bóveda de ésta y dejando espacio para los escudos de los promotores de la obra, a ambos lados. El retablo está compuesto por banco, dos pisos y tres calles. El primer piso se distribuye en torno a cuatro columnas salomónicas decoradas con racimos de uvas y sarmientos que separan el retablo en tres calles. Las uvas tienen su razón de ser, pues simbolizan el vino eucarístico. En la calle principal, y más ancha que las laterales, se representa una escultura de San Julián de bulto redondo y de madera policromada. Es la única imagen en forma de escultura. En las calles laterales, se representa a San Pedro, en el lado del Evangelio, y a San Pablo en el de la Epístola en forma de pinturas.
Retablo de la capilla de San Julián. Imagen: Raúl Contreras
El segundo piso, se articula con dos estípites (especie de pilastras en forma de pirámide invertida) decoradas con guirnaldas de flores, que se levantan sobre el friso y la cornisa del piso inferior. Su función es más bien ornamental. Entre estos estípites, y situada en la calle central, se muestra una pintura con una de las escenas de la vida de San Julián: el momento en que recibe la visita de la Virgen María cuando le da una palma. La Virgen aparece en un estadio supraterrenal, rodeada de ángeles, mientras que el Santo Obispo permanece de rodillas frente a ella recibiendo la palma, en señal de su virginidad y pureza (Lib. III, Cap. II, p. 331-332). La composición, en diagonal, obedece a los cánones barrocos, que hacen énfasis en estas perspectivas forzadas para acentuar el dinamismo, y a veces el dramatismo de la escena.
Por último, otro elemento que cabe señalar del retablo es el tabernáculo, utilizado para guardar el cuerpo de Cristo. En este caso está incrustado en el mismo banco, justo debajo de la hornacina de San Julián. Se puede atisbar el resto del banco porque el pequeño armario está decorado con un cáliz, así como la Sagrada Forma junto a las siglas alfa y omega. A raíz del Concilio de Trento se enfatizó la importancia de la veneración del Santísimo Sacramento, por lo que es habitual encontrarlo en la capilla del Evangelio.
Parte central del retablo. Imagen: Raúl Contreras
La decoración del retablo se complementa con elementos vegetales y caras de niños, que ocupan frisos, cornisas, columnas y cualquier espacio que quede libre. El juego entre elementos curvos y rectos, así como la decoración floral en relieve, crea una sensación de luces y sombras que caracterizará el efecto de dinamismo y teatralidad imbuido por los preceptos del Concilio de Trento. Así mismo, y tan propio del barroco, se suma el hecho de mezclar la arquitectura, la pintura y la escultura en una misma obra, evocando la conjunción de todas las artes, tan en boga durante este período artístico.
Por otro lado, aunque la capilla fue patrocinada de modo particular, las razones que impulsaron a dedicarla a San Julián, puede que excedieran al simple hecho de que fuera el obispo de Cuenca, pues en los años en que se realizó es cuando se experimentó el período de mayor grado de hambruna, debido a la escasez de alimentos que, unidos con el tercer brote de peste en el siglo XVII, asoló a gran parte de la población e hizo que aumentara el culto hacia santos como San Roque, San Sebastián y especialmente San Julián, abogados contra la peste y la hambruna. Entre 1647 y 1652 un segundo brote de peste asoló Andalucía y la zona oriental de la península Ibérica, siendo el último entre 1676 y 1684. De esa segunda mitad del seiscientos datan muchas de las imágenes y retablos dedicados a este santo. Buenos ejemplos de ellos los tenemos en Uclés, Villalba, Las Mesas, Villarejo de Espartal, Canalejas, Utiel, Requena, Villanueva de Guadamejud, en Carrascosa del Campo, en la Capilla del Convento de Nuestra Señora de la Merced, de Huete, e incluso en Málaga y otras tantas ciudades andaluzas, en Murcia o en Lorca (Lib. III, Cap. XIX, p. 459).
Valgan pues estas notas como un conjunto de referencias históricas, genealógicas y artísticas, acerca de un primer análisis detallado sobre una de las piezas más importantes con las que cuenta la Iglesia del municipio de Barchín del Hoyo.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Alcázar, Bartolomé (1692). Vida, virtudes y milagros de San Julián, segundo Obispo de Cuenca. Madrid

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).