La historia de Tabarca no puede
entenderse sin analizar previamente la vida de los Marqueses de Elche
y Duques de Maqueda: el linaje Cárdenas. Una familia de la alta
nobleza, cercana a la Corte, y que desde la época de los Reyes
Católicos, vieron
como su vida tomaba unos derroteros inesperados.
Sin
lugar a dudas un personaje clave en el destino de lo que hoy nosotros
conocemos como la isla Nueva de Tabarca, es el aristócrata don
Bernardino de Cárdenas y Pacheco, quien mandó construir el castillo
de Santa Pola para defender su puerto y disponer de hombres que así
pudieran maniobrar hasta la isla en caso de repeler ataques piratas,
consiguiendo de
esta forma, tener parte del control sobre los bienes
patrimoniales que había heredado de generaciones atrás.
El
interés por fortificar Santa Pola, llevaría a que posteriormente
(siglo XVIII) se ejecutara una defensa factible de la isla, y que con
anterioridad siempre había quedado en agua de borrajas, ante los
graves
problemas de seguridad que suponía su abandono, al hallarse
completamente inhabitada ,
convirtiéndose por tanto, en un prolífico nido de piratas y
contrabandistas del mar.
Parece
ser que Nueva Tabarca no
estaba tan dejada a su suerte como podríamos imaginar, ya
que tenemos referencias en
las que se cita como
don Bernardino de Cárdenas
y Pacheco, acudía hasta el
lugar con motivo de su
afición por la caza, pues este territorio se acabaría convirtiendo
en un entorno
idóneo en el
que podía desempeñar todo tipo de
actividades cinegéticas. No olvidemos que los bienes de los
Cárdenas, venían de su
abuelo don Gutierre, quien
recibe mediante el favor de los reyes, una serie de territorios por
donación perpetua que integrarán el
señorío ilicitano, y entre los que se encontraba la famosa isla. A
Gutierre, le seguiría su hijo
don Diego de Cárdenas y Enríquez, quien casaría con doña Mencía
Pacheco, fruto de cuyo enlace nacerá don Bernardino.
Recordemos
que Don Bernardino de Cárdenas y Pacheco toma posesión de la isla y
sus dominios el 7 diciembre de 1543, y que a la muerte de éste, es
su hijo Bernardino (el
mozo) quien le continúa
el 6 de enero de 1560 (Espinar, 2019, 13). La finalización de la
fortaleza y acondicionamiento de Santa Pola, fue un primer paso que
mucho tiempo después fomentará la idea de que aquel lugar podía
habitarse. Aunque nada más lejos de la realidad, el precio a pagar
sería elevado si
tenemos en cuenta por el calvario que habrían de pasar las
primeras generaciones que se asentaron, una
historia recogida en
escritos de la época, que alertan
de la crudeza con la que
habían de afrontar los quehaceres diarios sus habitantes, ante la
desoladora
falta de medios en el lugar.
Desde
luego no sería exagerado
decir que la
isla era un lugar sumido en
la más inmensa de la miserias, testimonio recogido en las crónicas
del siglo XVIII, donde se nos advierte la
vida precaria de sus gentes. Así lo refleja
el párroco de la isla (Manuel Castell) en
el año 1809, cuando
escribe que
“[…] halló que la indicada
isla carece totalmente de agua y leña […] pues aunque en el año
de mil setecientos sesenta y tantos se formaron un pequeño número
de casas y muralla […] desde entonces acá ha ido para menos
aquella plaza y vecindario, de suerte que los pocos vecinos que
quedaron fueron quemando por necesidad la madera de las puertas,
ventanas y techos y por consiguiente se arruinaron las casas; […]
El número de vecinos en la actualidad es de diez y ocho a veinte a
quienes se les permite pescar […]”
(Archivo Histórico Nacional, 1809: Expediente: autorización al
párroco). Leyendo
estas líneas
cualquiera puede hacerse
una mínima idea de lo difícil que resultaba poder vivir en un lugar
de aquellas características. Un entorno hostil carente de todo
recurso de primera necesidad, donde a la falta de agua dulce, había
que sumarle el peligro
de la piratería.
Obviamente,
la exposición en un entorno de esta naturaleza, es motivo más que
suficiente para moldear la forma de ser y pensamiento de unos
habitantes que autosubsisten dedicándose a la pesca, sin la
posibilidad de plantearse una mejora social en el caso de permanecer
de manera ininterrumpida en la isla.
Al
fin y al cabo se trataba de una modesta sociedad que se movía en un
reducido ámbito local, endogámica y abrazada fuertemente a la
religión, pues
la fe era la única puerta a una respuesta
que justificara la importancia de seguir anhelando la esperanza de la
llegada de tiempos mejores, a pesar de que las comodidades eran
nulas.
Nueva
Tabarca era el reflejo de un pueblo volcado en
el duro trabajo de la pesca, sumido en unas indiscutibles pautas de
ruralización, en el que la única salida a muchos de los
interrogantes que acechaban a sus gentes, procedía de la metafísica
y la paciencia.
Un
entorno tradicional, marcado por una monotonía diaria en torno al
oficio, donde se acababan
entremezclando las manías
y ritos del vulgo ancestral, con una
modesta formación
cristiana que cuando podía el capellán impartía en sus liturgias.
Una
vida nada
fácil, en la que tal y como comenta en su estudio Arpide, había
multitud de dichos y creencias, entre
la que podemos destacar una costumbre muy peculiar en el momento del
parto, y que se vivía en aquellas casas donde “predominaba
el fatalismo, pues rezan al santo de su devoción, encienden velas,
practican los siete domingos de San José, etc, todo ello para que la
mujer tenga feliz embarazo y mejor alumbramiento”
(González Arpide, 1981, 432).
Aunque
en los años setenta parece que en el pueblo no hay sanadores ni
curanderos, en las mentes de la gente del pueblo todavía persistían
numerosas manías, tal y como esa en la que decían como “los
niños que nacían desde las diez del Jueves hasta la misma hora del
Viernes Santo, eran llamados saludores por tener la virtud de curar
las heridas producidas por los perros rabiosos lamiéndolas. Hasta el
punto de que se decía que podían guardar en el pecho culebras y
lagartos vivos sin que les hirieran”
(González Arpide, 1981, 436).
Otra
costumbre arraigada y que esperamos estudiar en una futura entrada,
es precisamente la preocupación de los habitantes por la necesidad
de distribuir elementos protectores en diferentes puntos de la isla.
Famosos eran los consejos para evitar el mal de ojo, así como las
advertencias de poder verse afectados por los designios negativos de
un vecino envidioso.
Parte
de estas ideas, y las consecuencias que puede generar el vivir lejos
de cualquier zona masificada, generará un caldo de cultivo propicio
par la continuación de una sociedad sumida
en un mundo de creencias ancestrales,
en el
que las diferentes imágenes y rituales que vamos a pasar a
describir, generan una especie de cóctel, en el que se entremezclan
prácticas poco ortodoxas desde la perspectiva católica, junto con
las que aguardan un fervor religioso tradicional, y que finalmente se
canalizan en la devoción de imágenes como la de la Inmaculada
Concepcion, San Pedro, San Pablo, la Virgen del Carmen y la del
Rosario.
La
Virgen de la Inmaculada Concepción
La
Inmaculada Concepción es la patrona de la isla, a quien antaño se
le dedicaron unos gozos
que todavía siguen empleándose, junto con otros a San Pedro y San
Pablo. El miedo a los peligros de la mar, y la preocupación de no
padecer una muerte sin sufrimiento, se reflejan claramente en el
contenido de una parte de estos textos religiosos. La celebración de
la Inmaculada coincide precisamente con el día en el que los
tabarquinos de Argel fueron liberados, efemérides que se
produjo el 8 de diciembre
de 1768. Como indica Pérez Burgos (2016, 512), en origen la
festividad se conmemoraba
el día marcado por el calendario tradicional, no obstante, tiempo
después pasará a integrarse con las fiestas patronales de los
apóstoles.
Sobre
la Inmaculada cabe recordar que el tema religioso es anterior a la
natividad de Jesús y deriva de la creencia de que la mujer elegida
por Dios para ser la Madre de su hijo debía ser una criatura
excepcional y limpia de pecado. Desde la tardía Edad Media, artistas
como Giotto que pintaba escenas de textos apócrifos, como el beso de
San Joaquín y Santa Ana, donde se dice que concibieron sin pecado a
la Virgen, surgen las representaciones de la Tota Pulchra, donde la
Virgen se representa de pie, con el cabello suelto y las manos unidas
en actitud de rezar y rodeada de los símbolos de las prefiguraciones
del Antiguo Testamento; los símbolos de pureza del Cantar de los
Cantares: el Sol, la Luna, el cedro, la rosa sin espinas, la fuente,
la estrella del mar, el lirio, la rama de olivo, la torre de David y
el espejo sin mancha.
Imagen de la Virgen de la Inmaculada (isla de Tabarca). Fotografía del autor
Los
artistas conocían estos símbolos e iconografías por las letanías
que circulaban en Europa desde el siglo XV (gracias a la imprenta).
No obstante, de este modelo surgiría otro más difundido, el de
María Mulier Amicta sole que estaba inspirado en el fragmento del
Apocalipsis (12,1) donde dice: “Y
allí apareció una maravilla en el cielo; una mujer vestida con el
sol y la luna, a sus pies y sobre su cabeza una corona de doce
estrellas”. Éste era
reconocido por el Concilio de Trento, por lo que dicha iconografía
alcanzó mucha popularidad, estando muy difundida por los modelos de
las estampas que circulaban entre los artistas, presentando siempre
unas características formales similares. Las más populares fueron
las de Murillo, a partir de la que numerosos pintores copiaron
también su diseño, siendo ese el caso de Salvador Maella.
Esta
virgen será la patrona del lugar, motivo más que justificado por el
que su festividad era uno de los acontecimientos más celebrados en
el pueblo. Recordar que el padre Villalta ya informaba de que ésta
era muy venerada por todas las mujeres jóvenes de la Isla. Por
desgracia no se pueden recabar datos precisos a través del los
libros de la iglesia, puesto que el archivo parroquial fue pasto de
las llamas junto con el templo tras el estallido de la guerra incivil
española.
San
Pedro
Otra
festividad religiosa era la del 29 de junio, en conmemoración a San
Pedro, también patrón del lugar, como posteriormente San Pablo.
Pérez Burgos (2016, 539) comenta citando a Encarni Rabadán del
Olmo, que muy probablemente en origen San Pedro era el único titular
de la fiestas del pueblo, habiéndose introducido después San Pablo,
tal y como
podría reflejar un
documento del Archivo Municipal de Alicante, en el que sólo se trata
de patrón a San Pedro a mediados del siglo XIX (legajo 1905-4-25/0
-1885-, Archivo Municipal de Alicante). Recordemos que “en la
mayoría de las casas se pone durante todo el tiempo del parto (bien
en la misma habitación de la parturienta o bien en una inmediata),
un cuadro entre dos velones o cirios con estampas de San Pedro y San
Pablo o de la Inmaculada” (González Arpide, 1981, 435).
El
peso religioso de este personaje no era para menos, especialmente en
un hábitat isleño, pues las gentes
se identificaban con él por su oficio de pescador. Como ya sabemos,
su nombre de nacimiento era el de Simón, y
hasta antes de su encuentro con Jesús
faenaba en el mar de Galilea.
Iconográficamente
se le representa con las llaves, que simbolizan el Reino de Dios o
con un gallo en relación a sus
negaciones, sin olvidar la cruz como muestra de su martirio, y
el báculo que nos recuerda su labor de pastor, o el pez que hace
alusión a la narración de los evangelios sinópticos, cuando junto
con su hermano Andrés, son invitados por Jesús a hacerse
“pescadores de hombres”.
San
Pablo
Aunque
podría intuirse que San Pablo no acaba convirtiéndose en uno de los
patrones de la localidad hasta llegado el siglo XIX, una tradición
cuenta que su nombre es precisamente el que acabaría bautizando a la
misma ciudad de Santa Pola, tal y como algunos autores han
interpretado, de ahí que sería Santa Pola la que tomaría el nombre
de la isla, planteando que su antigua etimología (Isla de Santa
Pola) deriva de “Paula” en alusión al apóstol Pablo, puesto que
la leyenda relata que éste desembarcó en
Tabarca.
Cabe
matizar desde un primer momento que la visita del apóstol sería
casi imposible de creer, ya que como bien sabemos, durante sus
trayectos y que tenemos documentados, el más cercano que realizó en
dirección hacia
aquí, fue cuando se dirigía como prisionero en su cautiverio desde
aguas griegas hacia Roma.
Pablo
era hijo de hebreos y descendiente de la tribu de Benjamín. Se
cree que será justo a
partir del año 37
cuando iniciará sus grandes acciones misioneras. Es muy probable que
su devoción en la localidad se deba con motivo de la leyenda que se
iría extendiendo sobre su llegada, y que pudo haberse creado a
finales de la Edad Media.
La
Virgen del Carmen
A
mediados de julio le tocaba el turno a la Virgen de Nuestra Señora
del Carmen, que como es costumbre, su onomástica se festeja el 16 de
julio. Esta advocación es a la que se acogen los pescadores de la
Cofradía de Nueva Tabarca. El fervor cristiano y la vinculación
histórica del lugar con el sector marinero,
son una combinación perfecta para entender como de importante es la
veneración a su imagen religiosa.
El
origen de esta advocación surge en el momento de la aparición de la
propia orden de los Carmelitas, a fines del siglo XII. Concretamente,
en el ermitorio que se erigió en el monte Carmelo (Karmel en hebreo)
a cargo del cruzado San Bertoldo de Calabria, en memoria de los
profetas Elías y Eliseo.
Dicho lugar custodiaba una imagen de la Virgen María, la cual
seguiría posiblemente los modelos iconográficos bizantinos de
vírgenes con el niño en brazos. Pero, según el tipo que nos ha
llegado hasta la actualidad, parece ser que esos modelos se podrían
concretar en el de Virgen Eleúsa o Virgen de la Ternura, así como
el de la Odighitria, que significa “La que indica el camino”.
Esta última representa a María con su hijo en brazos a quien señala
como camino de Salvación. En cuanto a la Eleúsa, que parece ser la
iconografía más difundida, también evoca a la Virgen María con el
niño en brazos aludiendo a la maternidad, y a la vez, a la humanidad
de María.
Como
toda sociedad católica y marinera, no podían faltar los
escapularios de la Virgen, y que hemos estudiado en el caso de las
localidades litorales del norte de Castellón. Al respecto sabemos
que en cuanto a su uso, hay que destacar un famoso privilegio para
los fieles, y que según dice, permitía al portador conseguir
directamente el cielo después del sábado siguiente a su muerte, sin
necesidad así de tener que alargar su estancia en el purgatorio. Una
tradición llena de polémica, puesto que el relato bebe de una bula
papal apócrifa, sobre la que se ha venido advirtiendo desde la Santa
Sede hace siglos. Precisamente una de las tradiciones que había en
la localidad al respecto, es la que indicaba que “si
una criatura pace con camiseta, adquiere la propiedad de resistir la
fuerza de las balas. Y si es niño, de escapulario”
(González Arpide, 1981, 437).
Representación de la Virgen del Carmen (isla de Tabarca). Fotografía del autor
Igualmente, no tenemos que
olvidar la preocupación que antaño existía entre las familias de
localidades con modelos sociales rurales muy parecidos a los que
hemos analizado en multitud de ocasiones, donde la salvación del
difunto era una de las máximas prioridades. Obviamente en Nueva
Tabarca no iba a ser menos, de ahí que estaba extendida la costumbre
que decía como si la madrina que había en el bautizo de un niño,
era la misma que aparecía en el casamiento de su madre, en el caso
de que a ésta se le permitiese sacar al hijo de la pila en el
momento del sacramento iniciático, aquello se traducía con la
liberación de una de las almas presentes en el purgatorio (González
Arpide, 1981, 439-440).
La
Virgen del Rosario
Resultaría
imposible pasar por alto las celebraciones de la Virgen del Rosario,
y que se conmemoran el primer domingo de mayo. Para conocer el
significado de esta advocación tenemos que remontarnos a los
orígenes de la orden de los Predicadores (dominicos), más
concretamente a su padre fundador, Domingo de Guzmán. Domingo de
Guzmán, miembro de la nobleza castellana, abandonó los lujos para
dedicar su vida a la predicación y sobre todo a emprender una
“cruzada” contra los cátaros en el sur de Francia, allá por el
siglo XIII. La primera fundación dominica fue el convento de Santa
María de Prulla (Francia), que tenía la misión de acoger a mujeres
cátaras convertidas.
Según cuenta la leyenda fue en este cenobio donde se le apareció la
Virgen María a Santo Domingo y, dejándole a éste un rosario, le
indicó que lo predicara entre los hombres. El dominico lo enseñó a
los soldados que comandaba Simó de Montfort haciéndoles ganar así
la batalla de Muret.
Tiempo
después, se revalorizaría el culto a esta iconografía de María,
concretamente en el siglo XVI, cuando el papa san Pio V la reinstauró
después de la Victoria de la armada española junto con la Liga
Santa en la Batalla de Lepanto, y que derrotó a los turcos.
Así fue como se creó la fiesta de la “Virgen de las Victorias”,
y que no sería hasta la época del papa Gregorio XIII cuando cambió
el nombre por el de “Nuestra Señora del Rosario”.
Como
curiosidad, González Arpide (2012, 160), indica que en Semana Santa
“había una procesión, con la imagen de la Virgen del Rosario
sacada en andas por las calles principales. Más tarde, en la Plaza
Grande, se colgaban unos conejos vivos a los que se les tiraban
piedras y aquel que acertase se llevaba uno”.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
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Noticias
sobre la historia de Elche II. Don Gutierre de Cárdenas y herederos,
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Gómez de Mora, David (2021).
“L'escapulari
de la Verge del Carme en les terres del nord de Castelló”. En:
davidgomezdemora.blogspot.com
*
González Arpide, José Luis (1981). Los tabarquinos: (estudio
antropológico de una comunidad en vías de desaparición. Tesis
doctoral. Universidad Complutense de Madrid. 868 pp.
* González Arpide, José Luis (2012, pg.
151). “Costumbres antiguas de Tabarca”. Canelobre, 60. Invierno
2012, pp. 150-161
*
Martínez Carretero, Samuel (2012). “La advocación del Carmen.
Origen e iconografía”, Advocaciones marianas de Gloria: Simposium
(XX edición), San Lorenzo del Escorial, 6/9, 2012, pp. 772-775.
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Pérez Burgos, José Manuel (2016). Nueva Tabarca, patrimonio
integral en el horizonte máximo. Tesis doctoral. Universitat
d'Alacant. 717 pp.
*
Reder Gadow, Marion (2012), “La advocación mariana rosariera: la
Virgen del Santísimo Rosario”, Advocaciones marianas de Gloria:
Simposium (XX edición), San Lorenzo del Escorial, 6/9, 2012, pp.
9-20.
Notas: