miércoles, 21 de julio de 2021

La religiosidad y tradición en Verdelpino de Huete

Que la tierra de Huete ha aportado diferentes hijos a la causa carlista durante el desarrollo de las varias contiendas acaecidas durante siglo XIX, es un hecho indudable que demuestran diferentes documentos como notas de prensa recogidas en los diarios de la época. Nada sorprendente teniendo en cuenta que Verdelpino se encontraba en un punto caliente, en el que su paisaje ofrecía la discreción y seguridad que aquellos soldados que se lanzaban al monte buscaban para luego adherirse al grueso de las filas sublevadas, y que tanto apoyo tuvieron en la zona, tal y como presenciaremos en la cercana Valdecolmenas de Abajo, o la misma ciudad de Huete.

En Verdelpino la religiosidad fue un factor que marcó el día a día de las costumbres e identidad de sus habitantes. Y es que a pesar de que en el año 1936 su iglesia parroquial fuese atacada, todavía vemos en el pueblo como existen dentro de su templo, determinados elementos que nos hablan de ese peso que la fe tuvo históricamente en las sucesivas generaciones de verdelpineros que han vivido entre sus calles.

Puerta externa de acceso a la iglesia parroquial de Verdelpino de Huete

A mediados del siglo XVIII en el pueblo había cuatro religiosos, siendo dos de ellos don Francisco de Alcázar y don Juan González Pérez. Además de la iglesia parroquial dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, el municipio desde tiempo atrás ya contaba con dos ermitas, en este caso dedicadas a San Juan Bautista y Santa Ana.

Como curiosidad recordar que el famoso político liberal Fermín Caballero, natural de Barajas de Melo (localidad de su madre), era hijo del verdelpinero don Juan Vicente Caballero y Duque, un terrateniente del lugar, que además de controlar un importante patrimonio agrícola, era un cobrador de tercias que estaba formándose en su carrera eclesiástica, no obstante, como sabemos, éste al final acabaría dejando sus estudios para acabar casándose con la que sería su esposa María Vicente Morgáez Teruel.

David Gómez de Mora

La ganadería en Verdelpino de Huete durante el siglo XVIII

El relieve de Verdelpino es una de las particularidades geográficas que ha permitido que de forma natural, su hábitat se acabara trasformando en un escenario perfecto para la explotación de uso ganadero. Sus colinas inclinadas, la falta de un sustrato terroso profundo, y por tanto, la proliferación de muchos espacios que se presentan como zonas pedregosas y con ciertos índices de erosión, propiciaron la aparición de zonas aptas como dehesas que hábilmente pastores y ganaderos supieron aprovechar

Sabemos que la agricultura siempre tuvo un peso mayor en este lugar, y es que exceptuando al párroco del municipio, el resto de vecinos no controlaba un ganado de envergadura como el que podríamos ver en otros enclaves de la Serranía de Cuenca. No obstante, si atendemos a los datos del Catastro de Ensenada, la verdad es que todavía presenciaremos una cantidad importante que se distribuían entre algunas familias.

Recordemos que en Verdelpino había bastantes zonas destinadas al pasto común, cercanas o por encima de la cota de los mil metros. Una de esas dehesas era la que se llamaba con el nombre de Boyaldón, y que se ubicaba en el desaparecido caserío de Pedro Pascual, dentro del mismo término municipal. Por aquel entonces, el párroco de la localidad, que era quien mayor cantidad de cabezas controlaba, llevaba a sus reses hasta la dehesa de la villa de Valparaíso de Arriba, así como a la de la Algarfa, esta última ubicada en tierras más alejadas, pues lindaba con el mismo río Tajo.

La cifra de animales que se registran entre todos los vecinos en el catastro asciende a más de 3200, destacando unas 1845 ovejas, junto con 498 borregos y 489 borregas. Obviamente este cómputo como hemos ido averiguando no siempre se ajustaba a la realidad, pues por norma general siempre tiraba a la baja, ante el temor de que fiscalmente aquello pudiera afectar a sus vecinos o propietarios.

El hábitat en el que se encontraba este sector económico era idóneo, pues como dice Madoz, el clima era frío, combatido por los vientos del norte. Un paisaje en muchos puntos carente de vegetación abundosa, y que con el bajo matorral permitía complementar el desarrollo de actividades cinegéticas, entre la que destacaba la caza de liebres, conejos y perdices.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Catastro de Ensenada: Verdelpino de Huete- http:pares.mcu.es/Catastro/

*Madoz, Pascual. Diccionario geográfico-estadístico-historico de España y sus posesiones de ultramar

Breves notas históricas sobre Verdelpino de Huete durante el siglo XVIII

Verdelpino de Huete es un pequeño enclave que se alza por encima de los 1000 metros de altitud. Esta pedanía optense, según datos del Instituto Nacional de Estadística, en el año 2017 contaba con 30 vecinos empadronados, nada que ver con los 406 que nos comenta Madoz a mediados del siglo XIX, o los cerca de 600 que había en tiempos del Catastro de Ensenada.

Su economía como la gran mayoría de las localidades del entorno, alrededor de 1750 se apoyaba fundamentalmente en la agricultura y la ganadería. Tierra de diferentes gramíneas, como el trigo, centeno, avena y cebada, sus entrañas también producían hortalizas durante cinco meses al año en algunos puntos dedicados al regadío (más concretamente desde junio a octubre).

En la localidad había cuatro molinos (tres harineros y uno de aceite), de los cuales uno estaba en manos de la villa (el llamado molino de Valdecabras), mientras que los otros restantes eran de titularidad privada (el molino de Calzadilla pertenecía a un Sandoval, mientras que el de Espantaperros a una Albendea y el de aceite tal y como su propio nombre indicaba se conocía como molino de Alcázar). El horno de pan-cocer estaba arrendado a cinco horneros, estando en este caso bajo control del ayuntamiento.

Entre los servicios veremos la presencia de un cirujano, un herrero, una taberna, un puesto de tienda de aceite y vinagre, además de una carnicería y un hospital, sin olvidar un mesón, propiedad de la familia León de Caracenilla, junto con un maestro albañil, tres cardadores y un zapatero de viejo.

A pesar de que en el municipio sólo se registraron por aquellas fechas dos pobres de solemnidad, lo cierto es que en la villa había 55 jornaleros, una cifra bastante elevada, que nos habla en parte de la desproporción existente en el repartimiento de la tierra. Muestra de ello es que varios terratenientes locales tenían a su servicio diversos sirvientes que trabajaban a sus órdenes, siendo este el caso de Diego de Alcázar Medina, Diego de Alcázar Cano, Pedro Muñoz, Casimiro de Alcázar, Juan de la Fuente, María Rincón y otra media docena de propietarios.

El lugar estaría durante cierto tiempo bajo el control de algunos señores que se harían con el mismo por compra a la corona, siendo este el caso de los Silveyra durante el siglo XVII, así como posteriormente los Velasco.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Catastro de Ensenada: Verdelpino de Huete- http:pares.mcu.es/Catastro/

*Madoz, Pascual. Diccionario geográfico-estadístico-historico de España y sus posesiones de ultramar

sábado, 10 de julio de 2021

El maestro herrador en Buenache de Alarcón durante el siglo XVIII

Uno de los oficios tradicionales que por norma general había en la mayoría de municipios, y que aparecerán desde el origen de los mismos, es el del herrador. Laborioso y sacrificado, como gran parte de los trabajos tradicionales de antaño, éste era el encargado de herrar los animales que se empleaban para faenar, tales como caballos, mulas o burros. Su papel desde el medievo hasta el siglo XIX fue crucial, pues en los enclaves rurales la ganadería y la agricultura no podían desarrollarse sin la ayuda de animales que facilitaran el duro día a día.

En algunas localidades el herrero trabajaba de manera itinerante, por lo que se desplazaba hacia zonas colindantes, como sucedía siglos atrás en Piqueras del Castillo, cuando éste prestaba sus servicios desde Valera de Abajo. Por otra parte veremos como en algunas localidades el herrero también podía desempeñar la labor de veterinario, no obstante, ese no era el caso del municipio que nos ocupa, pues además del herrador profesionalizado, estaba el albéitar, encargado en el momento de tratar enfermedades y curas que implicaban una actuación médica sobre el animal.

Durante el Catastro de Ensenada veremos como en Buenache el herrador y el albéitar recaen en una misma persona, por lo que técnicamente habríamos de clasificarlo como maestro herrador, ya que mientras por una lado fabricaba y adosaba herraduras, éste intervenía en la sanación y cura de animales. Ciertamente la ausencia de veterinarios con título en la corte, hacía que los herradores en muchos pueblos ejercieran esa doble función, estando por norma general mucho más especializados, al haber adquirido el oficio por transmisión generacional, tal y como solía suceder, pues previamente ya habían trabajado con sus padres o familiares, además de conocer mejor los animales con los que habitualmente lidiaban por se propiedad de los vecinos del lugar.

La herradura era la pieza que el herrador debía encajar en el casco del animal, básicamente por una doble función. Por una parte proteger su extremidad (huesos, ligamentos, articulaciones, etc...), así como también para corregir posibles desequilibrios que pudiesen afectar a su movilidad.

Esta pieza consta de varias partes, en su zona central superior está lo que se conocen como las lumbres, es decir, la franja que forma la media luna de la herradura. Desde la misma descienden lo que denominamos como hombros, hasta que llegamos a la “cuarta parte” (detrás de los hombros), a continuación, descendiendo hallamos los callos o talones, y que vienen a ser las extremidades de la herradura. Entre la cuarta parte y los callos están las ramas, y que distinguimos entre externa e interna. Por último, el borde externo es el que presenta una forma convexa, mientras que el interno queda en la parte cóncava. La forma que describe la sección interior curvada de la herradura recibe el nombre de bóveda.

David Gómez de Mora

Bibliografía:

* Catastro de Ensenada. Buenache de Alarcón. http://pares.mcu.es/Catastro

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).