sábado, 30 de enero de 2021

La escuela alemana de geógrafos

Sin lugar a dudas, uno de los grandes revulsivos en los estudios geográficos durante el siglo XIX fue la escuela alemana. Introductora de una nueva concepción sobre la interpretación del territorio, que marcaría de forma drástica y para siempre la forma de entender la población mundial hasta nuestros días.

Se trató de la implantación de un giro de 180º respecto a las visiones establecidas en lo vinculante a la importancia de lo que hoy entendemos como la geografía social y sus variables intrínsecas, las cuales interaccionan entre el hombre y el medio físico con el trascurso de los siglos.

Esto dará como resultado uno los grandes productos que emanarán de esa maquinaria ideológica: El determinismo geográfico, una tendencia cultural e intelectual apoyada en el darwinismo social y el vitalismo, cuyo padre y artífice fue el geógrafo alemán Carl Ritter (1779-1859), quien legaría una rica obra materializada por 19 volúmenes en los que estudiará argumentando con pruebas como de real ha sido la influencia del medio físico en las diferentes razas que pueblan el planeta.

Hemos de decir que éste, incluso sin llegar a concluir su trabajo, dejaría aportaciones y conexiones que desde el punto de vista filosófico e histórico guardan sumo interés por su particular visión, pues alternando conocimientos de geografía y antropología, se verá las serias implicaciones que por aquellos tiempos tendrán sus ideas sobre la geografía política, donde el Estado pasará a convertirse en el actor principal. Una especie de ser vivo que para existir debería alimentarse permanentemente, tras demandar un crecimiento por la acción de los habitantes que consolidaban sus entrañas. Una estructuración simbiótica entre los humanos y su nación, arrastrada desde cronologías remotas, pero que poco a poco había ido desfigurándose, donde la misión del geógrafo era saber interpretarla para reconstruir de modo efectivo que necesidades habían marcado su extensión o reducción en el pasado.

La idea de esta concepción acabaría cobrando fuerza llegado el siglo XX con las aportaciones de los mejores geógrafos que dará este movimiento intelectual (Ratzel, Kjellén y Haushofer, -quienes sin lugar a dudas serán sus figuras más relevantes-).

En el seno de este caldo de cultivo surgirá el concepto de geopolítica, y que afianzará sus raíces en una escuela que promoverá un aislamiento de las relaciones internacionales, regidas por una mentalidad autárquica y tradicional, insertada en lo que denominaríamos como posturas realistas, donde los Estados compiten, lanzando por tierra el buenísimo que autores generalistas defendían desde la necesidad de las relaciones conjuntas entre naciones. Un discurso que la propia realidad demostraba que no era factible, pues tal y como se revelará, sabida es la unilateralidad como el beneficio individual que comportan las señas de identidad de ese sistema capitalista en el que vivimos, caracterizado por la búsqueda de una ganancia particular en detrimento de la pérdida de poder del resto de agentes.

No cabe duda de que los aspectos geográficos serán un determinante en la política exterior, donde se agruparán conceptos como el de espacio vital, que incluso podrá ampliarse si resultaba necesario, ya que no tenía sentido entender el pasado desde una geografía estática en la que se hablaba de fronteras fosilizadas y que raras veces habían existido de modo permanente.

Estábamos por lo tanto ante el prolegómeno de una geografía panterritorialista, en la que siguiendo el criterio difundido por aquellos estudiosos, Rusia, Japón y EEUU, junto Alemania, pasaban a convertirse en las principales potencias mundiales que habían de abanderar una expansión mundial.

Como veremos en un primer momento esa extensión geográfica, determinará de manera clara la concepción de lo que verdaderamente conllevaba la idea de la geopolítica, designación que por cierto, después de la segunda guerra mundial y hasta llegados los años setenta estuvo muy mal vista, en buena medida por la vinculación que arrastraba con las corrientes de la escuela alemana y que durante los tiempos del dominio nacionalsocialista alcanzó su clímax.

El geógrafo alemán Fiedrich Ratzel (1844-1904) argumentaba como los estados eran organismos vivientes que debían extenderse, pues éstos necesitaban crecer atendiendo a sus demandas históricas que muchas veces los humanos acabamos ignorando, por lo que tanto geógrafos como historiadores habían de ser los encargados en devolver esa restructuración natural que explicaba muchos problemas que la sociedad del momento no entendía.


Autor anónimo

Aunque Ratzel no sería el primero en tratar a fondo la idea del concepto geopolítica (pues el término habría que acuñárselo a Kjellén), éste arrastrado por las ideas de Darwin y las teorías deterministas del XX (donde Ritter tuvo gran parte de peso), ahondó en la tesis sobre que papel había de desempeñar el ser humano en aquel espacio geográfico donde se movía, viendo como se acabará relacionando la historia mundial con las leyes naturales que le rodeaban. Aquí jugará un papel importante la antropología, pues se enfatizará la necesidad de remarcar que claves han dado como producto final el nacimiento de una cultura.

En realidad Ratzel estaba fomentando una justificación de lo que serán las políticas imperialistas de la época, cuyos engranajes eran las tesis evolucionistas que desde la perspectiva biológica en aquel instante estaban en boga además de tremendamente aceptadas por la comunidad científica. Un préstamo innegable a través de su teoría vital, de la que hábilmente supo sacar tajada el tercer Reich.

Este geógrafo alemán recordaba como los Estados eran organismos vivientes que debían extenderse, pues para él, mientras más crecían sus dominios, éstos aumentaban su nivel cultural, una idea que como veremos ya había estado difundida durante la época del Imperio Romano, pues para poder expandirse, había de producirse una anexión de aquellos miembros más pequeños, en los que al final la frontera acababa convirtiéndose en un órgano periférico.

El desdibujamiento de las fronteras de muchas demarcaciones nacionales y regionales obligaría a que estas fuesen revisadas, pues no olvidemos que los ríos y accidentes geográficos adscritos a lindes perceptibles y remarcables físicamente desde el punto de vista geomorfológico, señalaban en realidad hitos que muchas veces pasarán desapercibidos en contextos posteriores en los que el paisaje erróneamente no volverá a interpretarse con los mismos ojos.

Otro de los pensadores de este movimiento fue el geógrafo conservador Rudolf Kjellén (1864-1922), de nacionalidad sueca, pero figura indispensable en el momento de entender la escuela alemana. Para este autor, padre del término “geopolítica”, el Estado ha de ser concebido como un organismo geográfico que consume recursos para sobrevivir. De ahí que el Estado tiene una vida que ha de mantenerse reforzando un sistema de autarquía nacional, donde ha de prevalecer un individualismo racial, asegurado desde un complemento económico sólido, para así garantizar su supervivencia con garantías.

La tesis de aquel Estado viviente conseguirá plasmarla mediante un modelo en el que el corazón y los pulmones de la nación estarán representados por los órganos administrativos. Sus venas eran las vías de comunicación, y el resto de miembros vitales las áreas de producción, donde un conocimiento y mantenimiento del medio y la raza que lo habitaban era indispensable. Para Kjellén la autarquía había de ser real, salvaguardando su eficiencia en las diferentes ramas económicas que la complementaban.

Ya para finalizar, el ariete que se sumará a esta escuela, cuyo destino tras el final de la segunda guerra mundial marcará un punto de inflexión, es la del geógrafo alemán Karl Ernst Haushofer (1869-1946), quien llegaría más lejos que los dos autores anteriores, llevando hasta sus confines la idea del espacio vital como un ámbito necesario para la subsistencia del pueblo, la cual había de corresponderse con la extensión de la cultura o raza que en el habitaban. La idea de ese famoso lebensraum difundido en la época del Reich, recordará como la sangre y el suelo condicionan al hombre, además de la idea prestada de los autores anteriores en los que el Estado era un organismo vivo y perfecto que debía mantenerse.

De sus ideas se profundizan las bases del panregionalismo, que de nuevo vuelve a considerar a Japón, Rusia, Estados Unidos, junto con su Alemania natal como los focos de esa expansión mundial, en los que la geografía económica juega una baza indispensable, pues en su interior se integran todo el resto de países que habrán de depender de ese Estado general y superior.

David Gómez de Mora


Referencias bibliográficas de interés:

* Haushofer, Karl Ernst (1925). Geopolitik des Pazifischen Ozeans 

* Haushofer, Karl Ernst (1932-1934). Macht und Erde

* Kjellén, Rudolf (1905). Stormakterna. Konturer kring samtidens storpolitik

* Kjellén, Rudolf (1906). Rationell samling. Politiska och etiska fragment

* Kjellén, Rudolf (1908). Ett program. Nationella samlingslinjer

* Kjellén, Rudolf (1914-1915). Politiska essayer

* Kjellén, Rudolf (1915). Världskrigets politiska problem

* Kjellén, Rudolf (1916). Staten som livsform

* Ratzel, Friedrich (1891). Anthropogeographie

* Ratzel, Friedrich (1897). Politische Geographie

* Ritter, Carl (1804-1807). Europa ein geographisch-historisch-statistiches Gemaelde (1804-1807).

* Ritter, Carl (1817-1859). Die Erdkunde im Verhältnis zur Natur und Geschichte des Menschen (Las ciencias de la Tierra en relación a la Naturaleza e Historia de la Humanidad), 19 volúmenes

* Ritter, Carl (1820). Die Vorhalle europaeischer Voelkergeschichte von Herodot 

* Ritter, Carl (1838). Die Stupas, oder die architektonischen Denkmale an der indobaktrischen Königstrasse un die kolosse vom Bamyan 

martes, 26 de enero de 2021

Los peones camineros en Vinaròs y sus inmediaciones

Un oficio hoy desaparecido, pero con varios siglos de historia, fue el de los encargados en ocuparse de las faenas de mantenimiento y conservación de nuestros caminos y carreteras. Los peones camineros habitaban viviendas distribuidas a lo largo de diferentes puntos de nuestras principales vías de comunicación, y que por asignación pública tenían el deber de preservar en buenas condiciones.

Durante el siglo XVIII, en tiempos de Carlos III, es cuando se crea una red de carreteras que nada tendrá que ver con el sistema establecido hasta la fecha. No obstante, es a principios del siglo XIX cuando se introducirán una serie de medidas, entre las que destacará la creación de un cuerpo encargado de su mantenimiento. Un equipo jerarquizado en tres niveles formado por ingenieros, capataces y peones camineros.

Las residencias o casillas se ubicaban en diferentes trayectos en los que ya habían estado posicionadas las ventas que desde siglos atrás venían existiendo, pues la idea era precisamente la de reforzar los principales puntos por los que discurrían las carreteras.

La función primordial del peón era la del mantenimiento de una legua de trayecto, es decir, una distancia que se podía efectuar aproximadamente alrededor de una hora a pie (5 ó 7 kilómetros). A éste se le asignaba un lugar en el que había de establecerse permanentemente, puesto que a diario se le encargaba vigilar ese trayecto. Las labores de reparación, como el arreglo de baches, la plantación de árboles en los márgenes del camino, junto con otras funciones como la de advertir a los viajeros de riesgos o recomendaciones, eran algunas de las tareas más cotidianas.

Casilla de peones camineros ubicada en Benicarló (actualmente en grave estado de abandono). Durante varios años en ella estuvo residiendo la familia del peón Jaime Martínez i Roca

Llegada la segunda mitad del siglo XIX, la superficie de cada casilla tenía poco más de 100 m2, acompañándose por un jardín o huerto que ocupaba casi otros 70 m2. Se intentaba que la residencia estuviese dispuesta en un lugar elevado con buena visibilidad, además de afincarse en una zona con reserva de agua y vegetación arbórea que regulaba la temperatura del hogar (especialmente cuando entraba el verano). Sabemos que hubo alrededor de media docena de tipos de residencias que se extenderán por toda la península. En las cercanías de Vinaròs todavía podemos ver los restos de la que se conserva en la carretera nacional 340, poco antes de entrar en la zona de Aigua Oliva (justo en el término municipal de Benicarló); así como la que años atrás se destruyó, y que se disponía en la carretera nacional 232, a la altura de la partida Vistabella. Cabría sumar otra ubicada a varios kilómetros arriba del mismo vial (todavía dentro de nuestro municipio), sin olvidar una levantada en la carretera que va hacia Ulldecona (nacional 238).

Su interior intentaba ser lo más acogedor posible, de ahí que contaban con una zona de cocina y chimenea. Sin lugar a dudas se posicionaban en un enclave tranquilo, por estar alejado de las urbes o localidades habitadas. En origen los peones camineros estaban exentos de ir a cualquier guerra en la que entrara el país, así como de pagar el impuesto sobre el trigo y la cebada que cultivaban, incluso de no ejercer labores que conllevaran algún tipo de recaudación. Otro de los privilegios eran las prestaciones de las que disponían si deseaban hospedarse en ventas. En realidad era un trabajo reconocido, y que prácticamente les suponía equipararse a como hoy lo haría un funcionario, pues disponían de unas garantías que aseguraban su continuidad laboral

David Gómez de Mora

sábado, 23 de enero de 2021

Los Castro de Villarejo de la Peñuela

A finales del siglo XVI tenemos constancia de la presencia de miembros de la familia Castro en esta localidad. Sobre sus orígenes hasta la fecha poco hemos podido esclarecer, no obstante es sabido que diferentes portadores del apellido estaban desperdigados por algunos municipios de la tierra de Huete, de ahí que como hipótesis preliminar podamos suponer un posible parentesco entre varios de los mismos.

Si en La Peraleja existen referencias sobre una mujer llamada Juana de Castro, y que por los datos de su defunción podemos entender que gozaba de cierto estatus, además de estar casada con un labrador de posibles como Andrés del Olmo, tampoco hemos de olvidar que no será casual que uno de sus hijos estuviera vinculado con Villarejo.

Recordemos que los Castro presentarán su hidalguía en algunas localidades, a pesar de que en origen estaba completamente demostrado su pasado converso. Lo cierto es que tanto ellos como los representantes del apellido Lara jugarán al despiste al aprovecharse del episodio histórico acaecido en Huete durante el siglo XII, tras la batalla del año 1164 entre las fuerzas de la Casa de Lara (encabezada por Manrique Pérez de Lara), contra las tropas de los Castro, a las órdenes de Fernando Rodríguez de Castro.

Vivienda en la que se encuentra el escudo de la familia Castro en Villarejo de la Peñuela

Nada más lejos de la realidad estas familias del siglo XVI no guardaban parentesco directo con aquellos caballeros de los tiempos de la conquista, pues tal y como demostrará posteriormente la documentación, estos linajes habían surgido de la abundante comunidad conversa que vagaba por estos lugares, para luego acabar adquiriendo apellidos con solera y así aliviar parte de la presión que les suponía arrastrar unas raíces religiosas a ojos del Santo Oficio. Una operación más extendida de lo que nos podemos imaginar, y que obviamente ayudaba a consolidar su posición en una sociedad donde la procedencia genealógica de las élites y casas destacadas se miraba con lupa.

Durante el siglo XVII en Villarejo veremos diferentes Castros, aunque estos asociados a líneas de mujer. Así sucederá con María de Castro, quien era viuda de Domingo Saiz y fallecería en la segunda mitad de esta centuria, mandando un pago total de 120 misas el día de sus defunción. Poseemos referencias de una María de Castro (y que por ahora no sabemos si es la misma que la citada anteriormente), casada con Pedro Saiz y Saiz, éste hijo de Marco Saiz y María Saiz.

Tampoco podemos olvidar la intercalación del apellido con la casa de los Saiz, creando de este modo el apellido Saiz de Castro, y que todavía era visible en el municipio durante el siglo XVIII, siendo este el caso de María Saiz de Castro, esposa de Francisco Redondo. Ciertamente todo haría pensar que esta última María pudiera ser hija de los descritos en el párrafo precedente, aunque como veremos no ocurrirá así, ya que sus padres eran Julián Saiz y Ana de Molina.

No cabe duda que a pesar de la pobre descendencia que dejará el apellido en el pueblo, estos consiguieron levantar una casa solariega que les permitiría afianzar su reputación, aunque hasta la fecha no hallamos visto su nombre ocupando los principales cargos de las familiaturas del Santo Oficio, y que en esos momentos recaían en el linaje de los Peña. Que sus alianzas conyugales se produjeran con familias de labradores que tenían vínculos con el clero, como es el caso de los Saiz y los Redondo, nos indica que intenciones albergaban en el sentido de querer abrir una fase de políticas de ascenso social, pero que debido a la falta de una línea de varón que portara el apellido, al final acabaría siendo absorbida por éstas.

A día de hoy la vivienda de los Castro es la más destacada del municipio, aunque lo cierto es que siglos atrás no sería la única, pues el palacio de los Señores del lugar era de proporciones mucho más imponentes. El hecho de que la residencia de los Castro estuviese próxima al mismo, nos hace pensar en una posible vinculación de servidumbre o apoyo local. No obstante, como matizábamos al principio, son todavía muchos los interrogantes que cabe despejar sobre la historia de esta casa de la nobleza local.

David Gómez de Mora

lunes, 18 de enero de 2021

Notes sobre els forns de calç a Vinaròs

Per a l'elecció d'un forn de calç era molt important la disponibilitat de matolls ben a prop, amb els quals activar contínuament el foc del seu interior. Se solien tallar amb anterioritat per a després agrupar-los en diferents munts, ja que era necessari comptar amb una quantitat considerable, doncs el forn havia d'estar en funcionament durant diversos dies. Els més valorats eren els d'argelaga, i que una vegada deixats assecar cremaven amb enorme rapidesa.

Les parets interiors es cobrien de fang perquè així se guardés millor la calor. La disponibilitat de pedra calcària en el Puig de la Misericòrdia, així com en alguns barrancs del terme municipal, faran que aquests llocs siguin les zones més idònies per a l'alçament d'aquestes construccions, ja que així es podrà explotar la matèria primera sense necessitat d'invertir desplaçaments des de punts llunyans.

El calçiner havia de col·locar de manera enginyosa les pedres al voltant de les parets en filades, ascendint i connectant-les fins a crear una falsa volta amb la qual es tancava la zona superior. Arribat a aquest moment, sempre que la meteorologia ho permetia, començava la fase principal: la calcinació.

Forn de calç al Puig de la Misericòrdia (Vinaròs)

En les primeres hores les pedres sempre desprenien la humitat que portaven en el seu interior, per a després anar canviant de color (tons blancs), sortint així un fum més negrós en la part superior del forn. Una vegada aconseguida la temperatura adequada, havia de mantenir-se el foc de manera constant. Al llarg de determinats moments se solien treure les cendres de la boca de la construcció.

Preferentment els millors moments de l'any per a fer-ho funcionar eren els dies de primavera o a principis de la tardor, doncs calia passar algunes nits al seu voltant. Encara que això sempre depenia de la demanda, doncs si alguna cosa tenia positiva la producció de calç, és que el guany econòmic per la seua venda era immediat en relació amb el sacrifici que suposava cultivar i posteriorment recol·lectar els productes del camp.

Finalment, passats dos o tres dies la boca del forn es tapava, deixant que perdés gradualment la seva calor, de manera que transcorreguda una setmana les pedres eren recollides (només les que el calçiner considerava que tenien una certa qualitat), emmagatzemant-se en recipients hermètics fins que s'anessin a utilitzar, quan es “matava” amb aigua la calç viva.

Aquesta en una correcta proporció amb terra servia com a argamassa per a revocar les parets, a més d'empastifar els troncs d'arbres pel seu poder càustic. A la fi un sulfat molt efectiu i natural per a protegir la collita dels insectes que rondaven els camps.

David Gómez de Mora

sábado, 16 de enero de 2021

Les canyes de ganxo

Són molts els relats que ens han arribat dels nostres avantpassats quan treballaven els camps de garroferes a les terres del nord de Castelló. Un dels meus favorits és el de l'obtenció de la canya amb la que després es recol·lectava la garrofa, i que com en altres molts llocs de la nostra península, seguia un ritual pràcticament idèntic, i que a continuació passe a descriure.

Durant el quart minvant de gener, era important l'aprovisionament de la "canya de ganxo". Els antics llauradors ja advertien que aquest era el millor moment de l'any per a arrancar-la del canyar, ja que la saba estava morta, és a dir, la canya no creixia, motiu pel qual mostrava una major rigidesa i eficàcia per a treballar amb ella en el futur.

Canya de ganxo i detall de la part treballada (antiga arrel seca) que serveix per a tirar les garrofes

Les canyes que es buscaven havien de ser grosses, preferint dos tipus que feien eficaç les seues funcions. La més llarga servia per a arribar a les parts més altes de la garrofera, doncs alguns exemplars tenen fins a 6 metres, mentre que les altres variants posseeixen una menor dimensió, ja que s'usaven per a les zones més accessibles o baixes de l'arbre. La canya també s'aprofitava per a altres cultius de secà com l'ametler. El procés de transformació en vara de treball és molt simple.

Una vegada extreta del canyar, tallant des de la part més baixa, aquestes "s'arreglaven", donant-li la mesura desitjada. Després de netejar la seua arrel (perquè aquesta serà la part del ganxo que servia per a colpejar o moure les branques de l'arbre des d'on queia la garrofa), ja estava pràcticament enllestida. A l'agost una vegada que estaven seques i rígides, se'ls donaven uns últims retocs, pelant les impureses que podien haver-hi amb la falç, per a quan arribara setembre començar a emprar-les en la recol·lecció. Preferentment si es disposava de més canyes extretes en la temporada anterior, les acabades d'agafar es deixaven assecant fins al següent any, perquè es deia que la seua qualitat encara era molt millor.

David Gómez de Mora

Mozárabes en las tierras del norte de Castellón

Hace ya más de diez años tratamos por primera vez, como de factible fue la existencia de población cristiana bajo el periodo de dominación musulmán en la zona septentrional de Castellón. Un tema que por desgracia se encuentra supeditado a los intereses personalistas de historiadores como propagandistas, que promueven un argumentario negacionista, plasmado por un conjunto de directrices de elevado calado político, que tienen como propósito alterar y maquillar la presencia de una comunidad de personas que de acorde a los resultados que han ido emanando desde diferentes estudiosos en este último siglo, demuestran mejor que antes su existencia en diferentes puntos del actual territorio valenciano.


1. Muestras de poblamiento cristiano anteriores a la reconquista

Sobre las evidencias que señalan como los cristianos han habitado estas tierras desde antes de la fundación del Reino de València por Jaume I, tenemos pruebas de tipo etimológico, que como mínimo indican la superveniencia de topónimos con una raíz romana o incluso previa, que si bien consiguió preservarse (a pesar de los bruscos cambios que comporta la instalación de cualquier cultura o pueblo venido desde fuera), se debe en parte a una continuidad del mismo sustrato social que ha estado siempre designando ese espacio como tal. Al respecto, recordemos como “cuando Blasco de Alagón ordena en 1232 a cuatro musulmanes de Morella que le muestren el enorme término de la ciudad, los nombres geográficos recogidos en el pergamino original llegan casi al medio centenar. No resultando de una dominación ex-novo (ni por los musulmanes, ni por don Blasco); preexistían. Y esto es lo que sucede en general en el territorio” (Peñarroja, 2018, 539). Tampoco podemos pasar por alto las donaciones eclesiásticas que cita Peñarroja en tiempos del gobierno de Ibn Mardanis “el rey Lobo o Llop de las crónicas cristianas (1147-1172), personaje de costumbres peculiares, de probable estirpe hispánica” (Peñarroja, 2018, 549).

Igualmente, este mismo autor nos habla de una donación eclesiástica por parte de la zona musulmana, en la que a la hora de escribirse en el año 1057, ésta ya relata que había iglesias abiertas al culto, así como un clero organizado en el territorio valenciano: “omnes ecclesias et episcopatum regni nostri {…} omnes clerici, presbyteri et diachoni in locis prefatis commorantes {…}” (Peñarroja, 1995, 21). Precisamente, de nuevo el mismo, utilizando documentos mozárabes toledanos de Gonzales Palencia, Pons Boigues y el Cartulario de la catedral de esa ciudad, determina la presencia permanente de poblaciones mozárabes a lo largo de la península, especialmente, y por lo que respecta a nuestro interés: en la zona de València y Tortosa.

Otras muestras que apuntan en esta misma línea parten del cartulario de la catedral de Barcelona, donde existe copia de un documento, que sacaron a la luz La Marca y Flórez, y que ya conoció Diago, y que es una prueba palmaria de como en la primera mitad del siglo XI existían bastantes cristianos en esta región (Chabás, 1891, 9). Dicho autor manifiesta de forma genérica que ese tipo de poblamiento cristiano no era algo inusual, sino que un fenómeno real extendido a lo largo de determinados puntos de lo que hoy es la geografía valenciana.

Una temática de gran interés, en lo referente a las hipótesis de un posible poblamiento cristiano en Vinaròs durante la época de dominio musulmán, lo encontramos en la Ermita de la Misericordia, y que se halla emplazada en el lugar más estratégico de su término municipal. En este caso, a través del trabajo de Sarthou Carreres, al hablar de ella éste indica que antes de la reconquista, se halló en esa zona una mezquita. No obstante, lo más intrigante viene cuando se dice que anteriormente a ese edificio, existió un templo dedicado a San Antonio, dato que atestigua el propio Sarthou cuando afirma que es indudable que esa ermita sea más antigua que la propia fundación de la reconquista de Vinaròs, puesto que el culto religioso ya existía desde siglos antes. No olvidemos que en la obra de Borràs Jarque, el historiador vinarossenc relata que en nuestro enclave el fervor a San Antonio viene desde tiempos “inmemoriales”, ¿cuánto puede ser eso?, ¿antes de la llegada de Jaume I?

La entrega de un pago permanente por parte de los cristianos a los musulmanes para la práctica de sus creencias religiosas, es un argumento a favor que desde la perspectiva económica demostrará un interés en salvaguardar su presencia dentro del territorio. No olvidemos que muchos de aquellos mozárabes deberán como mínimo partir de una rentabilidad económica beneficiosa, y que lógicamente se apoyaría en un modelo de producción agrícola y ganadera, a través del que dispondrán de propiedades que les permitirán cubrir el pago de ese tipo de impuestos, y que como sabemos no eran bajos, es por ello que su permanencia en zonas aisladas y rurales, en las que como decimos podían contar con una destacada cantidad de patrimonio por explotar, obviamente favorecerá el mantenimiento de su fe cristiana. No cabe duda de que una franja geográfica como esta, era en si un espacio con muchos elementos favorables para salvaguardar este tipo de comunidades, fenómeno que quedaría manifestado a través de la permanencia de múltiples topónimos anteriores a la instalación islámica.

En el año 1150 Ramón Berenguer IV dona el castillo de Cervera a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén, así como 19 años después en el testamento de Alfonso I el batallador aparece citado el Castillo de Alcalà de Xivert, el cual vuelve a referenciarse en una donación confirmada por Pedro II de Aragón entre 1208-1209. Obviamente este tipo de reseñas delatan como los cristianos mantenían una parte de su control en esta zona fronteriza, en la que sus lindes no estaban tan estrictamente delimitados como pretenden hacernos ver diferentes historiadores. Una especie de ambigüedad territorial o vacío geográfico (por decirlo de algún modo) en el que los mozárabes conseguirían hacer prevalecer un peso demográfico más intenso de lo que se ha creído.


2. El topónimo Alcanar

Uno de los elementos clave y que puede probar que tanto en el territorio vinarossenc, como en sus alrededores han existido núcleos cristianos antes de la reconquista, lo encontramos en un topónimo, precisamente en una de las localidades que linda por el norte con Vinaròs. Una teoría personal que entendemos si interpretamos que en aquellos lugares denominados por el nombre hispanoárabe /Kanisa/ (pl. kana´is) bajo las formas alcanissia y canassia se estaría haciendo alusión a la existencia de templos cristianos en época de dominio islámico. Recordemos que “los textos hispano-árabes y los relativos a la España musulmana emplean “kanisa” con un único (o al menos enteramente general) sentido 'iglesia cristiana'” (Peñarroja, 1991, 364).

Del mismo modo, hemos de recordar que encontramos este mote en otros puntos de la provincia de València, en donde ya se ha especulado acerca de estas instalaciones cristianas, como en el caso de las tierras de la Ribera. Por ello, siguiendo con la información de Chabás (1891), vemos como en Alcira ya había una partida llamada Alcanicia, derivando posiblemente de un enclave con un pasado de época mozárabe, y que todo indica que guarda la misma raíz toponímica que la vecina población de Alcanar. Respecto a los focos rurales como puntos de atracción mozárabe, Peñarroja (1993, 67) también hace hincapié en que la población cristiana debió constituir una parte muy significativa del campesinado, en contraposición de la plebe urbana (amma).


3. La frontera del actual área septentrional de Castellón y la figura de Ibn Mardanīš

Ubieto ya advirtió (1979, 99) que las “tierras del Sur del Ebro -hoy catalanas-, durante la Edad Media estaban integradas en el Reino de Aragón”, dato que intenta concretar al decir que durante el siglo XII la frontera entre el reino aragonés y el Condado de Barcelona la marcó el río Ebro. Un hecho en parte que hemos de aceptar, puesto que como ya hemos venido indicando en alguna ocasión, esta arteria fluvial fue sin lugar a dudas un hito geográfico que separaría los distintos territorios (Gómez de Mora, 2020), algo que la propia arqueología viene demostrando, pues no olvidemos que el río ya desde época ibérica marcó un punto de inflexión al funcionar como división territorial entre las culturas habidas del momento, no obstante, que toda la extensión litoral que va desde el área de Amposta hasta Ulldecona-Alcanar estuviese bajo dominio aragonés tiene bastantes matices, pues no hay constancia de un control rígido como el que plantea el Ubieto con anterioridad a cuando Berenguer tomó Tortosa o incluso en años posteriores, y es que alguna fortificación, como será el caso de la de Xivert, durante la segunda mitad del siglo XII estaba en manos del mismo Conde, por otro lado, de ser en parte cierta esa idea que esboza Ubieto, se tendría que haber manifestado en el Reino de Aragón la disponibilidad de un núcleo portuario, y que como sabemos, fue una de las grandes carencias que arrastró este territorio hasta bien pasados los siglos.

En realidad el territorio sud del Ebro, como parte del área más inmediata a la frontera que quedaba al norte de Banískula, fue en cierto modo un territorio que no gozaba de un control estricto, en el que tendríamos residiendo tanto a cristianos como musulmanes en sus respectivas comunidades. Un modelo de poblamiento que se caracterizaría por una baja presión demográfica. Es decir, un punto fronterizo, ambiguo, difuso y poco definido, que a partir de mediados del siglo XII no tiene un claro controlador, algo en parte explicado por la heterogeneidad y dificultad de poblar un área tan delicada en la que además de nuevos cristianos reconquistadores y musulmanes agolpados en el castillo de Banískula, habría también viejos mozárabes.

Que el Ebro fue un punto de división territorial, es algo de lo que a estas alturas ya no tenemos ninguna duda, así por ejemplo, incluso pasadas varias décadas, y dentro del siglo XIV, Ubieto (1979, 99) recuerda como todavía en “el año 1319 se produjo una reorganización administrativa de los Hospitalarios al incorporar los bienes de la desaparecida orden del Temple, donde se establecerá que la separación de las encomiendas catalanas y aragonesas seguirá la línea de demarcación del río Ebro”.

No olvidemos que el papa Alejandro III, se dirigirá al valenciano rey Lobo, para que éste libere a los cristianos cautivos de sus dominios, agradeciendo por ello el buen trato que ha tenido con los mozárabes en su territorio, y remarcando que el monarca musulmán amaba y honraba a los fieles seguidores de Cristo. Desde luego, esta alusión, y que la extraemos del trabajo de Peñarroja (1993), de ser así resulta más que significativa.

Muhámmad Ibn Mardanís nació en Banískula alrededor de los años 1124-1125, un personaje controvertido, debido a los nexos que según se cree le unían con el cristianismo en tiempos pasados, pues parece ser que éste era descendiente de una familia de la nobleza muladí. Al Rey Lobo nunca le molestó establecer alianzas con los grupos de poder cristianos, de ahí que hubieron de resultarle muy beneficiosos los acuerdos mantenidos con Ramón Berenguer, así como con su hijo Alfonso II de Aragón. Cuestión que seguramente aguardaba muchos intereses, pues no olvidemos que precisamente sobre su localidad natal es desde donde se controlaba el flanco norte de las tierras que durante tanto tiempo estuvieron sumidas bajo unos dominios geopolíticos sobre los que queda mucho por escribir.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

-BORRÀS JARQUE, J. M., (1929). Historia de Vinaròs. Tomo I. Ajuntament de Vinaròs

-CHABAS LLORENS, R., (1891). Los mozárabes valencianos. Ed. Facsímil. Madrid

-GÓMEZ DE MORA, D. (2020). “La influencia geográfica de la Peñíscola musulmana y sus alrededores”. En: davidgomezdemora.blogspot.com

-PEÑARROJA TORREJÓN, L., (1991). “El árabe Kanisa 'Iglesia' en la toponimia española”. Revista de Filología Española, vol. LXXI, n.º 3/4

-PEÑARROJA TORREJÓN, L., (1993). Cristianos bajo el islam. Los mozárabes hasta la reconquista de Valencia. Gredos. Monografías históricas.

-PEÑARROJA TORREJÓN, L., (2018). “Mozárabes en el Levante español. Debates esenciales sobre la cuestión mozárabe”. Los mozárabes. Historia, cultura y religión de los cristianos de Al Ándalus. Almuzara, 521-579 pp.

-UBIETO ARTETA, A., (1981). Orígenes del Reino de Valencia (I). Cuestiones cronológicas sobre su reconquista. Zaragoza. Cuarta edición

-UBIETO ARTETA, A., (1979). Orígenes del Reino de Valencia (II). Cuestiones cronológicas sobre su reconquista. Zaragoza

-SARTHOU CARRERES, C., (1989). Reedición: Geografía del Reino de València. Provincia de Castellón. Publicaciones del semanario de estudios económicos y sociales. Cajas de ahorros y montepiedad de Castellón

Breves notas sobre los Álvarez de Toledo y los Pacheco

A finales del siglo XIV entran en escena una serie de familias en el territorio conquense que marcarán un punto de inflexión en el reparto de poderes entre los miembros del sector nobiliario. Este será el caso de los Coello, Acuña y Pacheco, quienes tal y como recuerda Ortega Cervigón (2006, 214), se exiliaron en este lugar por su traición al monarca portugués Juan I.

Sobre los Coello podemos decir que desarrollaron una efectiva estrategia de pactos matrimoniales con familias que englobaban la élite del momento. La gesta de aquella operación se desenvuelve cómodamente gracias a su posición en el círculo privilegiado en el que ya estaban insertados, y cuyos pactos se sellarán con linajes que albergaban un pasado que los alejaba de la idea preconcebida de la limpieza de sangre cristiana. Un fenómeno que comprobamos con los Álvarez de Toledo así como los Pacheco. Recordemos que una hija de Pedro Coello acabaría casando con Juan Álvarez de Toledo, así como Egas Coello con Mayor Alfonso Pacheco. Ortega (2006, 214) considera que estas alianzas, junto “con algunos episodios de armas en la frontera con el Reino Nazarí, pudieron influir en la concesión del señorío de Montalbo”. No obstante, cabe preguntarnos que tienen en común los Álvarez de Toledo y los Pacheco. Ambas eran un conjunto de familias que acabarían formalizando diversos matrimonios, en los que realmente lo que se buscaba era reforzar una serie de vínculos de poder (que a pesar de la mancha de conversión arrastrada por muchos de sus ancestros), donde todavía gozaban de cierta consideración. No olvidemos que no será hasta finales del siglo XV cuando se instaurará el Santo Oficio y su respectiva apertura de la veda.

Escudo de los Condes de Cervera (Álvarez de Toledo). Imagen: Historia y Genealogía. Paloma Torrijos

Sabemos que la genealogía de la familia Álvarez de Toledo ha sido estudiada por algunos autores, no obstante si alguien ha indagado en aspectos muy precisos vinculantes con sus raíces genealógicas, ese ha sido Manuel de Parada, quien en un trabajo que lleva por título “El Contador Mayor Álvarez de Toledo y el Condado de Cervera, en Cuenca”, recuerda los “sambenitos que aún se veían a mediados del siglo XVII en la Catedral, encima de la reja de la capilla de don Luis de Guzmán” (Parada, 2014, 253; en Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición. Legajos 47, 50 y 53. Y en A. H. N., Órdenes. Pruebas para obtener el hábito de Santiago de don José Carrillo de Toledo y que anotaron con disimulo los caballeros informantes).

Francisco de Mendoza (1999,170-171) tampoco olvida gracias a sus datos genealógicos que “del Secretario Hernán Álvarez de Toledo descienden los Zapatas de Toledo y varios de ellos que fueron castigados por la Inquisición, de los cuales es la mujer de don Gabriel (Juan) de Córdoba en Granada y de don Juan de Córdoba su sobrino, hijo del Deán de Córdoba (…) Del Contador Alonso Álvarez de Toledo, que se convirtió de judío, descienden Luis Martínez, que es su nieto o bisnieto y de doña Petronila de Mendoza y otras”. Parada (2014, 263) recuerda como el Contador Mayor de Castilla era hijo de Garci Fernández, y nieto paterno de Juan Álvarez (cabeza del linaje, además del judío que se convertirá al cristianismo tras ser ennoblecido por privilegio).

El caso de los Pacheco podría parecer diferente, pero nada más lejos de la realidad, Francisco de Mendoza (1999, 7-8) ya nos recuerda que “Los Pachecos, según escribe el Conde don Pedro, descienden de Gonzalo López Tabiera y de doña María Ruiz, hija de Ruy Capón que fue un judío que pasó a Portugal con la Reina doña (Urraca , testado) Blanca, año de 1340 y fue su almoxarife y después se bautizó y se llamó Ruy Capón, a quien el Rey don Alonso, hijo del Rey don Sancho segundo de Portugal hizo caballero y favoreció con muchas mercedes y trajo a su hija de Castilla, que era muy hermosa, y habiéndose bautizado le dio mucha riqueza en dote con el dicho Gonzalo Ruiz Tavira, y una descendiente de éstos que se llamó María Gómez Tavira que casó con Lope Fernández Pacheco, Señor de Ferreira en Portugal y Gran Privado del Rey don Alonso de Portugal”

El vínculo genealógico que emparentaba las casas de los Álvarez de Toledo y los Pacheco es mencionado por Francisco de Mendoza (1999, 98-99) cuando cita que “los Marqueses de Cerralvo, proceden de Esteban Pacheco, cuya hija doña Leonor, mujer de don Alonso Pérez Osorio; fue su hijo Juan Pacheco, cuyo hijo fue Rodrigo Pacheco, Señor de Cerralvo, casó con la hija del doctor Talavera y de una fulana de Castro de Salamanca, habida por no limpia. De manera que a más de venir de Ruy Capón, judío, les viene por esta vía de ésta Castro, que fue hermana de la mujer de don Hernando Álvarez de Toledo, Secretario”. De nuevo la obra reeditada de Mendoza (1999, 111) describe la línea descendiente que lleva a los Pacheco cuando “María Ruiz, y que fue hija de Ruy Capón y entrambos se convirtieron en judíos, se casó con Gonzalo López Taveira (Tavira), que tuvo a Lorenzo Gómez y Lorenzo Gómez (Gómez Lorenzo) a María Gómez Taveira, que casó con Lope Fernández Pacheco, Lope Fernández Pacheco tuvo en la dicha hija a Diego López Pacheco y Diego López Pacheco tuvo a Juan Fernández Pacheco. Este Juan Fernández Pacheco tuvo a María Pacheco que casó con Alonso Téllez Girón, su primo, hijo de Martín Vázquez de Acuña y nieto de Lope Vázquez de Acuña, bisnieto de Violante López Pacheco y de Martín Vázquez de Acuña. Alonso Téllez Girón y doña María Pacheco tuvieron al Maestre (de Santiago,) don Juan Pacheco y a don Pedro Girón Maestre de Calatrava”.

Este linaje de portugueses, a pesar de su enorme reputación, hará que el apellido en más de una ocasión se pueda vincular con la Inquisición, cosa que King recuerda al indicar que en el Archivo Histórico Nacional (Madrid) aparece un documento de la Orden de Santiago, referenciado como casamientos, núm. 10.332, y al que éste llama "Averiguación de Juana Pacheco”. En el mismo se mencionan las pruebas de judaísmo que arrastraban algunos de los antepasados vinculados con esta familia. King (1970, 77) recuerda por ejemplo que varios de los apellidos con quienes se había relacionado la familia Albaladejo eran de algún modo sospechosos. Carrillo, Valencia, Alarcón, Castillo, Pacheco, Velasco son algunos de los que se citan con mayor frecuencia en casos de judaísmo”.

Ignacio de la Rosa (2016) tampoco pasará por alto los testimonios genealógicos que se describen en documentación de don Andrés Cerdán de Landa (presentes en el Archivo Histórico Nacional), y donde se dice que “de las dichas informaciones consta que los dichos Pachecos trahen su origen y descendencia de Rodrigo Rodríguez de Avilés, natural de Quintanar de la Orden, y de su mujer Beatriz Hernández alias la Pachequita, hija de Juan Hernández y Beatriz Sánchez, ama que crió de leche a doña María Pacheco, hija de Juan Fernández Pacheco y de doña Inés Téllez de Meneses, señores de la villa de Velmonte, y porque la dicha Beatriz Hernández se criaua y estaua también con la dicha ama su madre en casa de los dichos señores la llamaban la Pachequita, la qual tubo del dicho Rodrigo Rodríguez Avilés su marido entre otros hijos a Rodrigo que después de muerto el dicho su padre se llamo Rodrigo Pacheco, tronco y origen de los dichos pachecos de la villa de San Clemente y otras partes y el primero que uso este apellido, y alguno de sus descendientes usaron juntamente el de Avilés, y parece que el dicho Rodrigo Rodríguez de Avilés fue comberso de judíos y hombre que andaua con arrendamiento de rentas y el dicho Rodrigo, el primero Pacheco, y doña Cathalina de Alarcón su muger tubieron por hijos entre otros a Juan y Diego Pacheco, alcayde de Velmonte, que casó con doña María del Castillo, hija de Hernando del Castillo”.

Al respecto, Francisco de Mendoza en su tizón de la nobleza ya indicaba que Lope Fernández Pacheco, de quien nacería Diego López Pacheco, el cual dejaría por vástago a Juan Fernández Pacheco, y que finalmente tendrá por hija a una María Pacheco, casó con Alonso Téllez Girón, otro linaje que también arrastraba tachas de conversión en su ascendencia, de ahí que diera por valido que losPachecos y Girones procedían de Lope Fernández Pacheco y de doña María Gómez de Tavira, que como referimos y se ha dicho que afirma el Conde don Pedro, descienden de Ruy Capón, judío convertido y almojarife de la Reina doña Blanca” (Mendoza, 1999, 24). El autor recordará más adelante que “los Girones, Condes de Ureña, Duques de Osuna proceden de Pedro Girón, Maestre de Calatrava, hermano menor de don Juan Pacheco, Maestre de Santiago, ambos hijos de doña María Pacheco y de Alonso Téllez Girón, el cual era hijo de Martín Bázquez de Acuña y nieto de Lópe Bázquez de Acuña y bisnieto de Martín Bázquez de Acuña y de Violante López Pacheco, de manera que tienen por dos partes Pachecos y descendientes de Ruy Capón (judío)” (Mendoza, 1999, 92).

David Gómez de Mora


Bibliografía:

* AHN. INQUISICIÓN, 1391, Expediente 5. Informaciones genealógicas de Andrés Cerdán de Landa, natural de Cuenca, pretendiente a oficial del Santo Oficio, y de su mujer, Rosa María Portillo Pacheco y Mendoza, natural de Picazo (Cuenca). 1709

* KING, Willard. F. (1970). “La ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 19, Nº 1 (1970), 49-86 pp

* MENDOZA (DE) Y BOBADILLA, Francisco (1999) Reedición. El tizón de la nobleza de España, 1560 (Introducción, versión paleográfica y notas de Armando Mauricio Escobar Olmedo y prólogo de Fredo Arias de la Canal, México: Frente de Afirmación Hispanista, A. C., 1999, p. 103).

* ORTEGA CERVIGÓN, José Ignacio (2006). La acción política y la proyección señorial de la nobleza territorial en el obispado de Cuenca durante la baja Edad Media. Universidad Complutense de Madrid.

* PARADA (DE) Y LUCA DE TENA, Manuel (2014). “El Contador Mayor Álvarez de Toledo y el Condado de Cervera, en Cuenca. Un linaje converso de judíos ennoblecidos por privilegios”. ARAMHG, XVII, 2014, 251-280

* ROSA (DE LA) FERRER, Ignacio (2016). “Los oscuros orígenes de los Pacheco de San Clemente y de los señores de Minaya”. En: historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com

martes, 12 de enero de 2021

Apuntes históricos y genealógicos sobre la familia de los Señores de Altarejos

Juan de Valencia (uno de los incitadores contra la persecución de los Castillo a finales del siglo XV), será más tarde quien no pondrá impedimento alguno en la celebración del matrimonio de su única hija legítima (Guiomar Girón de Valencia), cuando ésta casó con el Señor de Albaladejo (García Ruiz de Alarcón), personaje descendiente por línea recta de varón del Doctor Pedro González del Castillo.

Cierto es que con anterioridad a este episodio, se intentó pactar una unión matrimonial entre el referido Juan de Valencia (por aquel entonces Señor de Piqueras), y la señora doña Inés del Castillo. Una estrategia que resultó fallida, y que en cierto modo el padre de la pretendiente acabaría pagando muy caro, como resultado de los sucesos desencadenados tras el proceso inquisitorial de 1491.

Ignacio De la Rosa (2008) 1, recoge el testimonio de algunos vecinos que intervinieron en el mismo, donde podemos leer un repertorio de acusaciones contra Hernando del Castillo, además de toda su familia, tras ser designados como un linaje de sangre conversa. Una grave acusación que por desgracia no inmiscuirá sólo a sus allegados, pues incluso acabaría extendiéndose hasta los mismos Pacheco.

Sin lugar a dudas, la figura de don Juan de Valencia resulta esencial a la hora de entender una parte de la historia de esta generación de los Castillo. Desconcertante, pero también habitual en aquella época, era que personas como don Juan, a pesar de la buena reputación que tenían como noble, arrastraba en realidad una genealogía sumamente dudosa, probablemente por el pasado religioso de alguno de sus ancestros, no obstante, aquello quedaría muy lejos de las averiguaciones del Santo Oficio, ejecutando sagazmente una leyenda, que decía como la casa de los Valencia era portadora de sangre regia. Desde luego con una maniobra como esta, poco se podía decir en su contra, a pesar como ya hemos indicado en alguna ocasión, sea escasa la fiabilidad que desde la perspectiva historiográfica nos ofrezca su genealogía durante las primeras décadas del siglo XV.

Según King 2 la boda entre García Ruiz de Alarcón y Guiomar Girón de Valencia tuvo que producirse alrededor de 1497, por lo que don Juan vivió unos cuantos años más, documentándose su defunción alrededor de 1505. Creemos que la falta de apoyos y su aislamiento, tuvo que hacerle plantearse muchas cuestiones, como la de qué paradero correrían sus bienes. Y es que Guiomar no era en realidad la única descendiente que éste dejó, pues se tiene constancia de un varón ilegítimo procedente de sus segundas nupcias con María de Ludeña (mujer que después lo abandonaría).

Juan, ya entrado en años y viéndose solo con Guiomar, no tuvo más opciones que volcar todos sus bienes hacia su única hija reconocida. Ciertamente García Ruiz de Alarcón portaba la sangre de los Castillo, pero en algunos aspectos poco o nada distaba de las ambiciones que albergaba su suegro. Además, si a esto le sumamos que él ya era poseedor del señorío del Albaladejo, existían motivos más que suficientes para olvidar los problemas que comportaba la sangre conversa de aquel linaje, de ahí que la unión de sendos señoríos no se llegaría a ver como una mala idea.

Más adelante, García Ruiz de Alarcón, permitirá que su hija Beatriz Ruiz Girón de Alarcón celebre nupcias con uno de los miembros destacados de la casa de los Señores de Altarejos (es decir, otro Castillo).

Este núcleo de poder tejido mediante un conjunto de alianzas entre los clanes familiares de los Señores de Altarejos, Albaladejo y Piqueras en cuestión de una misma generación, fue crucial para que los descendientes de los Marqueses de Villena tampoco vieran ningún inconveniente en afianzar lazos de sangre entre Alonso Ruiz Girón de Alarcón (hijo de García y Guiomar), con la distinguida doña Juana de Silva Pacheco.

Sin ninguna duda la operación final engrandecía el poder de la familia, pues los Marqueses (propietarios conjuntamente de otros Señoríos) emparentaban con los Ruiz de Alarcón, además de la línea bastarda de los Castillo. No olvidemos que el suegro de Alonso era don Luís Pacheco (Señor de Villarejo de Fuentes, Alconchel, Villagordo y Almonacid).

Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción. Imagen: Raúl Conteras

Hay que señalar como las cláusulas y exigencias que imponía el Marqués de Villena no eran poco conformistas, de ahí que por orden del mismo, los padres de Alonso habrían de crear un nuevo mayorazgo en el que se incluirán las posesiones de Albaladejo y Piqueras, además de que los sucesores y herederos, estuviesen obligados a usar los apellidos «Ruiz Girón de Alarcón», omitiendo los que por línea de varón pertenecían a sus ancestros (Castillo y Valencia), ambos peligrosos de cara a los ojos de la Inquisición (especialmente el primero).

Sobre la relación de los habitantes de Altarejos con sus señores hay mucho por escribir. A grandes rasgos nos encontraríamos con una población no excesivamente grande, donde un conjunto de familias que se alinearon al lado de sus amos comenzaron a medrar al son de sus directrices.

La manera de favorecerlos era muy simple, pues así lo veremos con la concesión de hidalguías. Este hecho, y que tenía una clara carga delictiva, ya es resaltado por López-Salazar, quien nos comenta como “era ilegal a todas luces que el señor juzgara sobre hidalguías. Pero a pesar de ser materia reservada a las Salas de los Hijosdalgo de las Chancillerías, algunos se atrevieron a ello” (1999, 482) 3. Cabe decir que esto no fue un episodio aislado en determinados enclaves, pues se acabó convirtiendo en una práctica habitual, en la que se reflejaba el deseo del Señor al querer estar respaldado por hombres de confianza, que con favores de esta índole quedaban más que saldados. Al fin y al cabo, la Chancillería era quien dirimía y analizaba cada caso, aunque no hemos de olvidar que la documentación que se tramitaba desde cada lugar (simplemente con la mano hábil de un escribano que pudiese compulsarla y manipularla), era más que suficiente para lograr tal fin.

El ejercer un determinado oficio que conllevara un acto positivo o prueba de nobleza, así como otro tipo de prácticas que se movían en la misma línea, fomentaron la proliferación de este tipo de ilegalidades. En este sentido, “don Bernardino del Castillo y Guzmán, señor de Altarejos, por el año 1587, con la colaboración de su alcalde mayor, borró de los padrones de pecheros a tres vecinos” -vésase Archivo de la Real Chancillería de Granada, Cabina 508, leg. 2.014, núm. 1- (extraído de López-Salazar, 1999, 483).

Suponemos que en Altarejos no se andaban con chiquitas, pues la mano dura del Señor queda atestiguada, siempre y cuando alguien fuese en contra de sus exigencias, llegando a ser desterrado o incluso acabar ejecutado, fenómeno que vemos reflejado a finales del siglo XV:

"...esto fue que cada vno dellos me diese vn día para las lavores e presas de mis molinos por tanda, de manera que syenpre andan en mi fasienda ocho o diez dellos a quatro marauedís de jornal cada día. A causa de lo qual, diziendo que les fazía dexar sus faziendas e perderlas por entender en la mía. E así lo han dicho e publicado conmo quiera que yo les fasía rrasonable paga. E todo el concejo e vezinos del dicho lugar Altarejos, yndagados por los sobredichos, se leuantaron contra mí e contra Diego del Castillo, mi fijo, negándonos la obediençia que nos deuen conmo a sus sennores tenporales. E demás desto yo les di çiertas tierras para que labrasen por diez annos, non las labraron çiertos annos, non queriendo cunplir su arrendamiento; pero yo les hise pagar nouenta cahíçes de pan de aquellos annos de que montaua el arrendamiento; que para ellos es tanto conmo sy les matara los fijos. Otros, a algunos vezinos del dicho lugar, yo e el dicho mi fijo, les avemos desterrado e dado penas corporales e tomadas sus fasiendas por sus delitos e maldades; espeçialmente a Juan de la Mota, que fue condenado por falsario, porque fiso vn testamento falso; se lo firmó e le mandé cortar la mano; e ge la cortaran saluo porque se saluó por la corona. E, otros y, el dicho Gil Lopes, falsamente, syn poder mío e syn poder del conçejo, quitó la vara al alguazil del dicho lugar Altarejos. E crió e puso otro alguazil de su mano. E con el dicho nuevo alguazil alborotó el pueblo contra mi alcalde mayor e lo çercó en su casa e le fizo botar, ftiyendo por las paredes. A causa de lo qual el dicho Diego del Castillo, mi fijo, lo prendió a él e a otros más de treynta vezinos del dicho lugar, e lo condenó a muerte e les tomó todos sus bienes. Y al dicho Alonso Garçía Tanborino, que agora biue en La Mota, el dicho mi fijo, por mi mandado, lo condenó a pena de muerte; e después, a rruego de algunos rreligiosos e de otras buenas personas, le perdonó la pena de muerte, pero tomó todos sus bienes e desterróle perpetuamente de la dicha villa cauallero en vn asno, con vna cadena al pie. Y esto fue porquel dicho Alonso Tanborino cometió ynçesto e adulterio con la muger de Pascual Cid, que era su prima hermana" (Archivo Diocesano de Cuenca. Inquisición. Leg. 271480, fols. 11r -13v., fols. 103r1-103v°; en García Moratalla, 2003, 210-211) 4.

Sobre la genealogía de los Señores de Altarejos, hemos investigado los diferentes testamentos de sus integrantes, gracias a las referencias de traslados y partidas de defunción que hemos visto en los libros sacramentales de la parroquia municipal. Una información en nuestra opinión de sumo interés, ya que además de aportarnos fechas precisas, nos acerca a las estrategias y políticas matrimoniales del linaje. Tengamos en cuenta que los datos despejan múltiples dudas sobre la familia, ya que el estudio de las élites sociales en Altarejos es una cuestión hasta la fecha poco profundizada.

Durante el siglo XV, Lope de Alarcón (Alcaide de Alarcón, Señor de Valverde, Talayuelas, Veguilla, Hontecillas, Albaladejo y Zafra), y marido de Constanza Barba, acabaría perdiendo Zafra. “Don Juan Pacheco, que consideraba a Lope de Alarcón como un personaje poco digno de su confianza, lo terminó echando de Alarcón en 1458, previo pago, pues además le compró sus derechos sobre Gascas y Zafra para lo cual hubo de intermediar el obispo de Cuenca Lope Barrientos” (Salas, 2019, 65, en AHN). Será precisamente este personaje quien tendría mucho que ver en el ascenso de los Castillo. Recordemos que después veremos documentado como Alcaide de Zafra y Alarcón a Hernando del Castillo (esposo de Juana de Toledo) y Señor de Altarejos, además de Perona.

Recordemos que Guiomar del Castillo (la hija de Hernando), casará con Alonso Álvarez de Toledo, quien era a su vez hijo de Juan Álvarez de Toledo y Leonor de Coello. Éstos controlaban el fuerte de Cervera del Llano, un sistema defensivo conectado con otros puntos, que formaban parte de la trama defensiva que poseía la familia, y sobre la que desde la perspectiva geopolítica poco se ha escrito. Ciertamente conocemos el apartado que se dedica en el trabajo coordinado por Salas (2019), donde se dan detalles acerca de la torre del calabozo y los restos del palacio que se ubican dentro de una propiedad privada, en la zona alta el municipio. Creemos que el sistema defensivo de la torre-palacio era mucho más extenso, estirándose hasta las inmediaciones de una parte de lo que hoy sería la zona que ocupa la Iglesia. Esta Torre se protegería con un sistema amurallado, del que prácticamente nada se ha conservado, pero que es pausible imaginar que abarcaría un mayor espacio.

Ya de fechas posteriores, tenemos algunas noticias sobre los señores de este lugar. Así ocurrirá el día 14 de septiembre de 1580, cuando fallecería doña Beatriz Girón de Alarcón 5, quien mandará entre sus últimas voluntades ante el padre García de Arribas (miembro de una familia de la pequeña burguesía local), un total de 1130 misas, además de la creación de una capellanía. Recordemos que ésta era hermana del párroco de Piqueras del Castillo, don García Ruiz Girón de Alarcón, e hija de los Señores de ese lugar y Albaladejo.

Doña Luisa Guzmán redacta a finales del siglo XVI sus mandas testamentarias como Señora de Altarejos 6, pidiendo que su cuerpo sea sepultado en la tumba donde descansan sus padres y hermano. Ésta realiza un donativo para los pobres, menciona los molinos que poseé en la ribera del Júcar dentro del término de la villa de Alarcón, así como las casas y heredamientos de Valdemorillo para que vayan a parar a una memoria fundada por ella misma. También pide que se pague la renta de los bienes vinculados a su hermana doña Guiomar Girón y Guzmán, además de un total de 2000 misas. Añade a todo esto la fundación de una capellanía, en la que el cura estará obligado a decirle misa en su sepultura semanalmente, dando preferencia para ocupar la plaza a los hijos de sus pajes (Juan y Antonio Beléndez).

Otra figura de esta familia es don Bernardino del Castillo y Guzmán 7 , quien redactaría su testamento en la ciudad de Granada. En el documento éste manda ser enterrado en la sepultura que tiene en la capilla mayor de la Iglesia de Altarejos la familia. Al encontrarse fuera, Bernardino no tiene más remedio que solicitar a su sobrino que en el caso de que su cuerpo no pudiese trasladarse hasta el municipio conquense, insta a que lo deje en el convento de San Francisco de Granada.

La manda total de misas del difunto ascendía a 3000, mencionando además un molino con una torre bautizado con el topónimo de “Molino de la Membrillera”, junto con el heredamiento fundado de Tresjuncos, del que también existe información detallada en la Biblioteca Nacional8. El heredero de este mayorazgo es su sobrino Fernando, dejando como segundo en sucesión a su hermano Bernardo Portocarrero. Cita como paje a Juan Beléndez, a quien entrega dos machos de carro. Tampoco se olvidará de su criada, Ana Carrascosa, a quien da 30 ducados, dejando como albaceas a su esposa doña Luisa del Castillo Guzmán, a su sobrino Fernando y a su cuñado don Juan de Sandoval.

Otra representante de la familia de los Señores de Altarejos fue doña Luisa del Castillo y Guzmán 9 (trasladada a la sepultura familiar a finales de enero de 1598 por encontrarse fuera de la localidad). Ésta hizo una manda de 1500 misas (un millar por su alma), además de la creación de un arca con dos llaves para que se custodiasen los 20 ducados que en dos jornadas anualmente se darían a doncellas huérfanas. Además creó adicionalmente una capellanía para fusionarla a la que ya fundó su madre doña Beatriz.

Años más tarde, en 1620 tenemos referencias de la muerte de la Señora de Altarejos, doña Guiomar Girón y Guzmán 10, quien manda 1200 misas además de enterrarse en la sepultura de su linaje. La tumba de los Castillo Guzmán también estaba disponible para aquellos miembros que emparentaran con la casa, así lo apreciamos con doña María de Castañeda en 1662 11 (madre de don Fernando del Castillo), quien además de precisar una manda de 600 misas, informa que la sepultura de los señores se encontraba en la parte del Evangelio de la Iglesia.

Durante 1628 otro miembro fallecido es doña Mayor, quien testó ante su merced, el Señor don Fernando del Castillo y Guzmán, con manda de 1000 misas 12. Por último, otro testamento de notable interés, es el de don Fernando del Castillo y Guzmán Portocarrero 13, quien lo redactó el día 31 de diciembre de 1644. Éste era hijo legítimo de don Domingo del Castillo Portocarrero y doña María de Castañeda. Resulta curioso ver como Fernando todavía no olvidaba la manda de su tío Bernardino casi medio siglo antes, por lo que cumplió con lo acordado, trayendo su cuerpo hasta tierras conquenses, remarcando que fuese depositado “con toda la honra y veneración que sea posible y sea enterrado en la parte y lugar que yo estuviese enterrado”. Fernando solicitó un total de 3900 misas, creando una capellanía donde nombra por cura al Licenciado don Diego de Torres, citando por testamentaria a su hermana doña Beatriz Portocarreroy al Señor de Valera don Rodrigo Pacheco, así como a don Domingo Pacheco (su hijo), caballero de la Orden de Santiago y Señor del Fresno.

Valgan pues estas notas genealógicas, como una información adicional sobre la historia de la casa de los Señores de Altarejos.

David Gómez de Mora



Bibliografía:

* Archivo Diocesano de Cuenca. Tomo I de defunciones de Altarejos. Años 1580-1595. Sig. 15/1

* Archivo Diocesano de Cuenca. Tomo II de defunciones de Altarejos. Años 1595-1673. Sig. 15/18

*Archivo Histórico de la Nobleza, Frías. C. 712 D. 9-12. Sentencia arbitral del obispo de Cuenca entre Alarcón y el marqués Juan Pacheco de una parte y Lope de Alarcón.

* García Moratalla, Pedro Joaquín (2003). La Tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (siglos XIII-XV). Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”. Diputación de Albacete, 394 pp.

* Gómez de Mora, David (2019). “Los antepasados paternos de Don García Ruiz Girón de Alarcón (el párroco de Piqueras del Castillo)”. En: davidgomezdemora.blogspot.com

* López-Salazar Pérez, Jerónimo (1999). “Las Oligarquías y el Gobierno de los Señoríos”. V Reunión científica asociación española de historia moderna. Tomo II. La administración municipal en la edad moderna. Universidad de Castilla-La Mancha, 471-498 pp.

* Porcón, Cª 234, nº21 y nº22. Nº21: Mayorazgo de Altarejos de Francisco del Castillo y nº 22: Mayorazgo de Bernardino del Castillo. Biblioteca Nacional. Madrid.

* Rosa Ferrer (de la), Ignacio (2018). “Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, y sus herederos de San Clemente”. En: historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com

* Salas Parrilla, Miguel -coord.- (2019). Cuenca, castillos y fortalezas. Autores: Miguel Salas Parrilla, Rafael Moreno García, José Luis Rodríguez Zapata, José Antonio Almonacid Clavería, Michel Muñoz García, Miguel Ángel Valero Tévar, Santiago David Domínguez-Solera, Marino Poves Jiménez, José Ramón Ruiz Checa, David Gallego Valle, Juan Ramón Arcos Conde, Jaime García-Carpintero López-Mota, Miguel Romero Sáiz, Agrimiro Sáiz Ordoño, Miguel Ruiz Bricio, Jorge Jiménez Esteban, Miguel A. Castillo Sepúlveda, 576 pp.



Notas:


1 Investigador que ha estudiado a fondo la biografía de la familia Castillo, sobre 

cuyos detalles genealógicos como históricos hay bastante información en este 

artículo: De la Rosa Ferrer, Ignacio (2018). “Hernando del Castillo, alcaide de 

Alarcón, y sus herederos 

de San Clemente”. En: historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com

2 King, Willard. F. (1970). “La ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 19, Nº1 (1970), 49-86 pp.

3 López-Salazar Pérez, Jerónimo (1999). “Las Oligarquías y el Gobierno de los Señoríos”. V Reunión científica asociación española de historia moderna. Tomo II. La administración municipal en la edad moderna. Universidad de Castilla-La Mancha, 471-498 pp.

4 García Moratalla, Pedro Joaquín (2003). La Tierra de Alarcón en el Señorío de 

Villena (siglos XIII-XV). Instituto de Estudios Albacetenses “Don Juan Manuel”. 

Diputación de Albacete, 394 pp.

5 Archivo Diocesano de Cuenca. Tomo I de defunciones de Altarejos. Años 1580-

1595. Sig. 15/17

6 Archivo Diocesano de Cuenca. Tomo II de defunciones de Altarejos. Años 1595-

1673. Sig. 15/18

7 Archivo Diocesano de Cuenca. Tomo II de defunciones de Altarejos. Años 1595-

1673. Sig. 15/18

8 Porcón, Cª 234, nº21 y nº22. Nº21: Mayorazgo de Altarejos de Francisco 

del Castillo y nº 22: Mayorazgo de Bernardino del Castillo. Biblioteca 

Nacional. Madrid.

9 Archivo Diocesano de Cuenca. Tomo II de defunciones de Altarejos. Años 1595-

1673. Sig. 15/18

10 Ídem

11 Ídem

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).