martes, 30 de mayo de 2023

Apuntes sobre ejemplos de arquitectura rural en el norte de Castellón

Las construcciones de piedra seca, son un elemento que define la riqueza arquitectónica de la gente del campo que antaño trabajaba las interminables extensiones agrícolas como ganaderas, que hoy aunque en buena medida se hallan abandonadas, reflejan el carácter y forma de vida ruralizada de la gente que ha habitado históricamente estas tierras.

Para muchos resulta familiar el término de barraca de piedra en seco o piedra seca, pues este tipo de obras, realizadas a base del mismo material que otorga el terreno donde se alzan, nada más que apilando y encajando cada una de las piedras que el labrador o el pastor encontraba alrededor de ese lugar, apreciamos que en su conjunto representan un elemento de un elevado valor etnografico como arquitectónico, que afortunadamente las nuevas generaciones están comenzando a entender, pues como bien sabemos, no resulta nada fácil el poder alzar una de estas, así como otros de los muchos tipos de construcciones que las acompañan y que a continuación pasamos a describir.

Como sabemos, las barracas ejercerán la labor de cobijo, especialmente durante las estancias que una persona o su familia podían realizar durante los duros días de trabajo en el campo, bien cosechando o preparando el terreno, debido a la distancia que podía haber desde esa explotación hasta el lugar de residencia, y donde la falta de medios de un transporte eficiente o rápido, motivará que durante temporadas en las que el tiempo era benigno, estas se pudieran habitar, aunque solo fuese para un periodo muy concreto, además de para resguardarse de una tormenta cuando esta sorprendía a los trabajadores, así como para descansar después de comer durante una jornada intensa que todavía no había finalizado.

 

Las barracas muchas veces se remataban con una piedra que se colocaba en la parte superior de la cúpula exterior, y que recibe el nombre de caramull. Tampoco podemos olvidar otras secciones como la piedra llindar, y que a veces sustituida por una viga de madera, se colocaba entre los laterales de la zona superior de la entrada para que esta aguantase el peso de la parte de arriba.

Alrededor de la barraca no podían faltar algunos elementos auxiliares, como la piedra salera si había ganado, la cual consistía en una losa larga en la que se depositaba la sal para los animales, además del clásico escondrijo o “amagatall”, que bien aprovechando en un margen o zona de la barraca, servía para esconder todo tipo de objetos y que de este modo el labrador o el pastor no hubiera de trasladar de manera cotidiana hasta ese lugar.

Elementos auxiliares serán los mojones que delimitarán propiedades, o zonas hondas que reforzadas con muros en sus alrededores, servirán como balsas para abastecer de agua al ganado, así como el pedrís o asiento que adosado a la pared o a la barraca servía como asiento para el campesino.

La destreza en la construcción de los muros será también otra de esas características que definen este tipo de obras artesanales. Así pues, las paredes o muros rematados "amb pedra alera" o medianera, eran aquellos que se habían realizado a base de piedras o losas largas con borde puntiagudo, y que colocándose de forma vertical remataban la parte superior de la pared. Posicionándose de canto se conseguía que el ganado no saltase o se escapara del área cerrada, además de impedir la entrada de lobos, y que como sabemos hasta las primeras décadas del siglo XX fueron una pesadilla para los ganaderos del interior de nuestras tierras.

Precisamente para acceder hasta cada uno de los bancales que habían cortado por niveles la tierra en origen ataludada que luego pasaba a aprovecharse como zona de cultivo, se podía recurrir a la ardua tarea de encajar una serie de escalones de piedra que ayudaban a que desde en medio del margen el agricultor pudiese acceder hasta la zona anexa, así como también a través de lo que se denominaba pujador o rampa que conectaba una parte con la otra.

David Gómez de Mora

La religiosidad en la sociedad peñiscolana

La pasión que despertó el catolicismo entre nuestros antepasados peñiscolanos fue una realidad que todavía queda plasmada en la tradición y devoción que arrastran las festividades de su localidad, y que a través de diferentes advocaciones o jornadas marcadas dentro del calendario municipal, movilizan a un grueso considerable de sus habitantes.

Resultaría imposible obviar el día de San Antonio, una efemérides que en una sociedad que a pesar de ser marinera, estaba estrechamente arraigada con el sector agrícola y ganadero, y cuya mejor manifestación son los extensos espacios de su término municipal dedicados a las tierras de cultivo de secano, como de corrales que nos hablan de un uso hoy casi extinto. San Antonio contará con su propia ermita, ubicándose a varios kilómetros de la población, en una loma empinada, donde las vistas son envidiables. La edificación tiene su origen en el siglo XVII. Como sabemos, San Antonio era una figura del cristianismo muy venerada, por ser el patrón de los animales, esos mismos que servían como medio de transporte y trabajo para aquellas personas que vivían en zonas rurales como la que en este caso nos ocupa.

Igualmente no podemos pasar por alto la devoción a la Mare de Déu d'Ermitana, la cual se venera desde tiempos ancestrales. Aunque la tradición popular remonta su veneración hasta el periodo del Apóstol Santiago (indicando que tras la invasión musulmana su antigua imagen fue oculta en una cueva, para luego ser expuesta de forma permanente tras la toma de la población en 1233), lo que si podemos aportar desde una perspectiva historiográfica, es que ya en la Baja Edad Media esta imagen aparece documentada, por lo que entendemos que será durante ese periodo cuando esta comenzó a estar presente entre sus vecinos.

 
Imagen: Natàlia Sanz

Uno de los relatos que estipula la documentación del Archivo de la Catedral de Tortosa, es que tras el primer intento fallido de toma de la localidad en el año 1225 por el rey Jaume I, se dice que este posteriormente, al celebrar la festividad de la Natividad de la Virgen, dio al clero local una imagen de la Mare de Déu. El cronista de la localidad, Juan Bautista Simó, ya nos informa en un artículo redactado en la revista Peñíscola, y que lleva por título “Apostillas en torno a la primitiva imagen de la Mare de Déu d'Ermitana”, que en el año 1395, esta aparece referenciada en un legado testamentario que se encuentra en el Archivo Eclesiástico de Morella. Su festividad se celebra cada 8 de septiembre, con un conjunto de danzas enfrente de la ermita a la que está dedicada su advocación, y que se emplaza en la zona alta de la roca, estando adosada al mismo castillo. Esta construcción religiosa se llevó a cabo gracias al gobernador militar de Peñíscola, don Sancho de Echevarria, quien la mandó edificar como agradecimiento al pueblo de Peñíscola por su fidelidad y resistencia titánica a favor de la causa borbónica durante el desarrollo de la Guerra de Sucesión.

Tampoco puede pasarse por alto la devoción que antaño existía hacia la Mare de Déu de Gràcia, y cuya imagen desapareció en la guerra incivil de 1936, al ser pasto de las llamas que arrasaron no solo el archivo parroquial de la localidad, sino que otros muchos elementos de interés artístico que componían el tesoro eclesiástico del municipio. Se trataba de una escultura gótica-renacentista, que a tenor del análisis de las imágenes que se han conservado de la misma, se cree que podría pertenecer al siglo XV. Cabe recordar que en muchos lugares donde se sigue celebrando su festividad como Maó, Vila-real o Barcelona, esta jornada se enmarca durante el mismo periodo que en Peñíscola se celebran sus fiestas patronales a la Virgen de la Ermitana.

David Gómez de Mora

La vivienda tradicional peñiscolana

Peñíscola es una localidad singular, donde el lugar ocupado por su antigua trama urbana sobre un peñasco calizo que sobresale por encima de la línea del mar, eleva su castillo a una altura de 64 metros de altura, convirtiéndose así en un espacio con unas prestaciones que desde el punto de vista geoestratégico, permitían que durante fuertes temporales, y hasta antes de la construcción del puerto, la población quedase incomunicada durante varios días a modo de isla.

Las residencias que apreciamos dentro del casco antiguo de la población, son el ejemplo de como se debía aprovechar al máximo el escaso espacio disponible que había dentro de la roca, de ahí que los pisos o plantas de la casa tradicional sean estrechos y exploten hasta donde pueden la disposición de algunos niveles en altura, donde la escalera puede ir adosada a uno de los muros laterales de la vivienda.

Tras la Guerra de Independencia, con la consiguiente afección que tuvo el bombardeo del General Elio en 1814, la reedificación del viario urbano motivaría que tanto pescadores como labradores estructuraran de nuevo sus casas en espacios habitables que aprovecharán la profundidad que les permitía adaptarse hasta donde podían el roquedo que envuelve su viario. En la planta baja se depositaban los aperos, el carro o aquellos animales que tenía la familia, y que en estaciones como la otoñal e invernal daban calor a la zona superior, la cual era donde hacían vida sus inquilinos. Como decimos por encima de la planta baja se hallaba esta sección, además de una u dos alturas adicionales.

 

 
 
Debido a las imposiciones que causa la falta de espacio, será normal que estas residencias tengan pocas salidas de ventilación. Las vigas de madera de sus techos serán uno de los elementos más llamativos de la zona privada, y que se caracterizaba por estar escasamente amueblada. No faltaban los balcones, pequeñas ventanas y la puerta de entrada, disponiendo en su zona baja de un orificio que servía de gatera, armonizando el conjunto con un encalado general de la fachada, interrumpido por el azul de los marcos de ventanas y puertas.

Los testamentos del siglo XVIII de algunas familias de Peñíscola, nos recuerdan que estas casas en su mayoría eran austeras en elementos decorativos. La tradición de encalarlas, así como de repasar determinadas partes con añil (azulete), era una forma muy difundida en localidades de nuestro país. Cierto es que desde tiempos inmemoriales las viviendas se han cubierto de cal por diferentes motivos. Bien fuese por la discreción y homogeneidad que daban a su conjunto cuando esta no ofrecía un aspecto portentoso, así como especialmente por las propiedades antisépticas que aporta este producto, sin olvidar su función termo reguladora, pues resulta un buen reflector de radiación solar, proporcionando de este modo una temperatura adecuada a la parte interior del hogar en momentos de elevado calor.

Como sabemos ese blanco se complementa con la tonalidad tan llamativa que ofrece el azul en determinadas partes de la fachada, siendo este el caso de los marcos de balcones y ventanas, o la misma puerta de acceso a la vivienda. Este diseño responde a motivos de conservación, pero que también se entremezclan con lo oculto y las costumbres ancestrales. Así pues, existía la creencia de que en aquellos hogares donde los accesos que daban al exterior eran pintados con este tono azulado, funcionaban como elementos protectores ante la presencia de malos espíritus o el mismísimo maligno, impidiendo así su entrada dentro de la vivienda. Igualmente otro de los usos que tradicionalmente se le ha asignado en la franja mediterránea como en otras partes de la península, es su aplicación como repelente contra las moscas, especialmente en lugares donde la economía marinera hacia que estas abundaran con creces en las entradas y alrededores de las casas, al haber notable presencia de animales como de desperdicios de la materia prima con la que se trabajaba.

Antes de la llegada de la luz eléctrica, la escasa ventilación y por consiguiente de entrada de luz natural, daban una osuridad destacada a la parte interior, donde la penumbra de las velas y las lámparas de aceite eran una de las formas con las que se podían realizar los quehaceres diarios dentro del hogar.

En la primera planta la familia desarrollaba la vida, estando la cocina como las habitaciones para descansar, y donde la presencia de estampas o elementos religiosos que protegieran la casa era lo más común. En la zona superior estaba el desván o parte dedicada para el almacenaje de productos u otros utensilios, y que en nuestra zona como sabemos denominamos bajo la designación de angorfa.

David Gómez de Mora

Veranillos otoñales

Los incrementos de temperatura trascurridos durante la estación otoñal siempre han sido bienvenidos, especialmente antaño en la ya olvidada sociedad agropecuaria y que movía las riendas del país, época en la que los ojos de nuestros abuelos estaban constantemente dirigidos hacia el cielo o aquellos animales que a través del estudio y conocimiento de su comportamiento, siempre podían arrojar algo de luz sobre que tipo de escenario meteorológico nos podíamos encontrar.
 
En este sentido, los veranillos son uno de esos episodios que la tradición como el refranero todavía nos recuerdan, especialmente llegados los meses de octubre y noviembre, puesto que siguiendo nuestras costumbres y dichos, es cuando mayor cantidad se perciben, tal y como la sabiduría popular nos recuerda. Al respecto, durante algunos años, pasadas las precipitaciones que dan entrada al otoño y que en nuestro territorio asignamos con el nombre del cordonazo de San Francisco, el tiempo de nuevo vuelve a entregarnos un respiro, recordando que todavía falta un poco para la llegada del invierno
 
Un fenómeno que se percibe es un ascenso de las máximas, mediante lo que conocemos como estiuet de Santa Teresa. Este veranillo y que suele presenciarse a mediados de mes, se caracteriza por manifestarse con una estabilidad que permite el florecimiento por segunda vez de algunas plantas, tal y como ocurre con las rosas, de ahí que otro de los nombres con el que se le asigna es el del “veranillo de las rosas otoñales”.
 

Igualmente, antes de finalizar octubre, la tradición siempre recuerda que para la fecha cercana a Todos los Santos, muchas veces se deja sentir un incremento de las temperaturas, donde a pesar del acortamiento de las horas de Sol por la tarde, los termómetros pueden traer registros más altos de lo normal para la época en la que nos encontramos, siendo por ello este intervalo de varios días conocido con el nombre de veranillo de Todos los Santos o de las almas.
 
Una quincena o diez días más tarde, muchos años puede presenciarse un incremento de las temperaturas y que según los mayores es el último respiro que se nos da antes de la llegada del frío, siendo este momento denominado como veranillo de San Martín, del cual el refranero nos recuerda que “de l'hivernet de Sant Mamet a l'estiuet de Sant Martí, mig any curt hi comptí”.
 
Todavía hay incluso quienes comentan que antes del invierno pueden presenciarse ascensos térmicos que nos vuelven a llevar a otro veranillo, de ahí que el de San Andrés (cuya onomástica se celebra el día del 30 de noviembre), es uno de los que durante 2 o 3 días, los cambios de temperatura pueden permitir un incremento térmico. Y es que aunque “Per sant Andreu, pluja o neu o fred molt greu", en nuestra región no es extraño presenciar el desarrollo de jornadas caracterizadas por una estabilidad atmosférica durante los primeros días de diciembre.
 
David Gómez de Mora

lunes, 29 de mayo de 2023

Santa Ana y Peñíscola. La Santa protectora de las embarazadas y de las madres

En la religión católica veremos diversas advocaciones que estarán relacionadas con la fecundidad y la garantía de que la mujer pudiese tener un parto seguro que no pusiera en riesgo su vida, como la de los futuros hijos que podían dar a luz.

Al respecto, una de las figuras más extendidas de nuestra religión fue la de Santa Ana, quien también podía ser suplida por otra advocación como la Virgen de la Leche, de modo que tanto una como la otra, siempre han estado vinculadas con la preocupación por el desarrollo exitoso de un embarazo y posterior parto, así como también para garantizar la posibilidad de que una mujer llegara a conseguir quedarse embarazada. Y es que la importancia que antaño suponía el dejar un descendiente en la familia, era una cuestión crucial.

Recordemos que la tradición nos relata que Santa Ana era una mujer estéril, que luego acabaría siendo ni más ni menos que la madre de la Virgen María. Un hecho similar ocurre con la veneración a Santa Isabel, y que de la misma forma en un principio era estéril, para después acabar siendo la madre de San Juan Bautista.

No muy lejos de las tierras del norte de Castellón todavía presenciamos la importancia que adquiere la veneración a Nostra Senyora de la Cinta (más concretamente en la ciudad tarraconense de Tortosa). En este lugar, desde hace muchos siglos atrás, numerosas mujeres rodeaban sus vientres con una cinta en el momento en que estaban embarazadas (especialmente durante los últimos meses de gestación), pues siempre estuvo extendida la creencia de que esto ayudaría a protegerlas durante el momento del embarazo y posterior parto.

En este sentido, según la tradición, la noche del 24 al 25 de marzo de 1178, se dice que la Virgen se presentó a un sacerdote a quien le entregó una cinta que sería la que acabaría sirviendo para proteger a las mujeres embarazadas de aquella ciudad. Esto motivará una fuerte devoción, que se traducirá en el movimiento de un ingente número de personas procedentes incluso desde las tierras del norte de las tierras de Castellón.

Recordemos como todavía existe esa cinta, que venerada como una reliquia, la tradición enmarca su aparición durante la segunda mitad del siglo XII, y que la gente conoce con el nombre de la Santa Cinta, estando compuesta por una tela de seda blanca e hilo de plata, que se conserva en la Catedral de Santa María de Tortosa, y a la cual se le sigue guardando ese respeto y devoción que históricamente se ha transmitido entre los fieles.

En Peñíscola existe un espacio de veneración muy vinculado con aquellos lugares religiosos de esta clase, más concretamente se trata de una capilla de pequeñas dimensiones, dedicada a Santa Ana, y que podemos apreciar si nos dirijimos a la calle Saiz de Carlos, donde una reja permite apreciar el interior de este espacio religioso.

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Este punto se sitúa anexo a la misma muralla que protege la población. Al respecto, la tradición peñiscolana señala que era habitual celebrar misas, acudir a rezar oraciones, comprometerse con acciones, así como encender velas, que demostraran con fe y agradecimiento la gratitud de muchas mujeres del pueblo, por haber conseguido sacar adelante un parto sin que peligrara su vida ni de la de sus hijos, o poder haberse quedado embarazadas.

Recordemos como todavía en el siglo XIX los casos de “mortalidad materna” (concepto estadístico que se refiere a la muerte de una mujer durante el momento del embarazo, el parto o el posparto), eran muy elevados, de ahí la importancia en demostrar mediante la fe el encomendarse a esta Santa para que todo saliese de forma correcta, además de asegurarse una descendencia dentro del hogar.

David Gómez de Mora

El Corral de Figuetes (Peñíscola)

Este corral se encuentra en mal estado de conservación, no obstante en su interior todavía puede distinguirse la casa del pastor con un techo a una sola agua, además del área cubierta para resguardar a los animales. Su planta era cuadrada con una superficie de unos 530 metros cuadrados, destacando sus dos patios, los cuales acabarían siendo separados al sellarse un acceso que podía haber en la parte central, aunque a través de las zonas cubiertas igualmente quedaba comunicado. 

Uno de los elementos que más hay que destacar de esta zona es el acceso al corral, para el que se han usado bloques de formas semiregulares, que precisamente en la zona superior mediante una piedra central, y trabajada para encastarse con cada uno de sus laterales dan mayor entidad a la entrada. Esta se encuentra reforzada con argamasa para que así pueda tener una mejor sujección. Cerca del corral surca el relieve el barranc de Sant Antoni, un torrente seco pero que en momentos de fuertes precipitaciones puede acarrear agua de forma violenta.

David Gómez de Mora

Corral de les Roquetes (Peníscola)

Aquesta construcció es troba en un estat ruïnós, degut segurament a la seua antiguitat. Se situa a uns 450 metres del Corral del Pelat, i encara que els vestigis que es mantenen en peu es troben en mal estat, a tenor de les restes de la seua planta quadrada, podem intuir que aquesta tenia una superfície superior als 300 metres quadrats.

Manca per la seua mala conservació d'una part important de la edificació, per la qual cosa a simple vista només podem intuir algunes seccions, situant-se les zones cobertes en la part superior, tal com solem veure en aquest tipus d'obres. El pati estava partit en dues seccions, comunicades en la part alta de la vessant amb les paridores corresponents. La casa del pastor era de sostre de mitja volta, tal com s'intueix per l'arrancada de la resta de paret que es conserva. El corral es troba clavat en la lloma d'una muntanya, discorrent per la seua zona baixa un barranc. En la paret que delimita les paridores, apreciem un espai obert que podria servir com un "contaor" o punt de pas per al bestiar d'una part a l'altra.

 David Gómez de Mora

El Corral del Pelat (Peñíscola)

Nos encontramos ante un corral con paredes robustas, además de la clásica caseta para el pastor de techo abovedada, y que tan frecuente era de ver por nuestra zona de huerta. Su planta es cuadrada sin contar la referida vivienda del pastor, poseyendo el conjunto una superficie total que abarca un espacio de unos 350 metros cuadrados.
 
El interior de la construcción presenta un patio partido en dos secciones, con un par de zonas cubiertas a las que se accede a través de los clásicos arcos realizados con piedras del terreno y que hallamos reforzados con argamasa. Apreciamos que entre este punto que conecta la zona resguardada con el área abierta del patio, se limitó su amplitud. Como ocurre con el resto de corrales, la pendiente del terreno permite que el agua circule tierra abajo y así este espacio no se encharque, apreciándose a día de hoy aquellos sumideros que en la franja más baja posibilitan la evacuación de las aguas pluviales.
 
David Gómez de Mora

jueves, 25 de mayo de 2023

El Corral de l'Acampament (Peníscola)

Es tracta d'un corral bastant peculiar per la distribució del seu espai interior amb una superfície inferior als 400 metres quadrats, disposant d'una planta semi-rectangular, de la qual sobreïx una construcció.

La seua entrada està rematada amb tres pedres esmolades de manera natural adossades amb argamassa. Les paridores es distribueixen al llarg de la part nord i oest, així com l'interior es troba conformat per quatre patis, de xicoteta grandària, cadascun diferent i que a través d'arcs ben treballats connecten amb l'àrea coberta.

 


La zona de la paridora conserva part de la seua teulada i bigues. Just en el que és la part d'accés (en el lateral oposat a l'antiga casa del pastor), apareix una altra construcció que és posterior, i que serveix com l'anterior per a acollir a aquest, preservant encara la seua ximeneia, la teulada a una aigua, a banda d'una finestra que permet l'entrada de llum natural i un espai per a poder descansar, a més de les restes d'alguns elements que bé per a penjar o com prestatgeries, servirien perquè es depositaren els objectes del treballador, i que d'aquesta manera no entraven en contacte amb el sòl. Al costat d'aquest espai es troba un xicotet aljub que serviria perquè el corral comptara amb una reserva d'aigües pluvials.

David Gómez de Mora

La Pequeña Edad de Hielo en el territorio conquense

Denominamos con las siglas P.E.H. (Pequeña Edad de Hielo), a un período climático caracterizado por un descenso de las temperaturas, y que se extendió a grandes rasgos en un espacio cronológico de varios siglos (concretamente desde el XIV hasta el XIX), en diferentes escalas y lugares de nuestro planeta, pero que en el caso que ocupa nuestro territorio, este se notaría con mayor influencia entre los siglos XVI-XVIII, de ahí que existan autores que lleguen a enmarcarlo como una especie de descenso de las temperaturas extendido durante el barroco, que se manifiesta a través de pleitos y problemas originados por la escasez de recursos (especialmente en la estación invernal), donde el investigador percibe parte de una problemática histórica y climática, que a pesar de haberse comenzado a estudiar durante las últimas dos décadas, sigue ofreciendo aspectos de interés que pueden aportarnos mayor información al respecto.

Apreciamos como en regiones septentrionales de Europa, su manifestación fue más temprana, mientras que en otros puntos del continente, su desarrollo acabó llegando más tarde. De sus repercusiones, hay múltiples anécdotas, que nos sirven para reflejar las diversas formas de afección, que tuvo al mismo tiempo, en unos y otros puntos de Europa.

No podemos pasar por alto una conferencia efectuada el 8 de abril de 2019 por el Doctor Pedro Miguel Ibáñez, en la Sala Capitular de la Catedral de Cuenca, y que llevaba por título: “La Pequeña Edad de Hielo en la Catedral. Clima y Arquitectura”, en la que su autor expone como las particularidades climáticas de este periodo se acabaron imponiendo sobre la evolución constructiva de algunas partes de este edificio religioso y emblemático de la ciudad.

En este sentido, tenemos ejemplos como la nevada temprana de 155o, cuando el 20 de septiembre de ese año cayó una fuerte nevada en Cuenca, así como otros episodios históricos climáticos que por su intensidad se percibieron en las dos centurias siguientes.

El sellado del claustro del Convento de San Pablo en Cuenca o el claustro de la Merced de Huete por cuestiones térmicas (al haber de protegerse del frío durante el siglo XVIII), son ejemplos que cita Pedro Miguel (2019). Añade el autor el caso del intento de la transformación de la capilla honda de Cuenca, cuando se propuso el cubrir su precioso techo con un cielo raso o bóveda, para así calentar la estancia.

La apertura de ventanas en determinadas secciones de la Catedral de Cuenca (para una mayor entrada de luz solar que calentara el edificio), así como el propio claustro cuando se planteó cerrar o el aprovechamiento inferior de la capilla honda, son otros tantos casos más.

Estas adaptaciones arquitectónicas vendrán a ser una manifestación que se dejará sentir en la economía agropecuaria de nuestros antepasados, y que también podemos percibir en las crisis y temporadas de malas cosechas, con los respectivos incrementos de mortalidad que apreciamos en las series de los libros de defunciones de las parroquias de aquellos municipios que hemos estudiado.


  

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En el caso de Aragón, si nos vamos a la provincia de Teruel, a más de uno le habrá llamado la atención saber que durante los momentos de mayor dureza de la P.E.H., municipios como Griegos (ubicado en la comarca de la Sierra de Albarracín), podía encontrarse durante varios meses incomunicado como consecuencia de la nieve que quedaba acumulada en el lugar, puesto que las temperaturas y el régimen de nevadas, imposibilitaban cualquier labor encaminada a aliviar del hielo este entorno de singular belleza.

Incluso las localidades costeras no llegaban a librarse de la influencia de este fenómeno, pues municipios que tenemos estudiados, como el caso de Vinaròs, sabemos que a lo largo de este período sus temperaturas mínimas pasarán a acentuarse de modo considerable, dándose pie al desarrollo de distintas problemáticas, originadas por la escasez de recursos, como consecuencia de la modificación de los patrones climáticos.

También parece no ser un fenómeno casual, que sea en este preciso momento, cuando se acentúe la crisis de la actividad salinera del Golfo de Valencia, entre los siglos XVI y XVII (2).

De las mínimas históricas que pasarían a formar parte de nuestros anales, Font Tullot dejó notas de interés, como las referentes a las diversas olas de frío que se intensifican durante la segunda mitad del siglo XVI: “punto aparte merece el mencionado severo invierno de 1572-1573, durante el cual hay que destacar entre otros acontecimientos: la gran nevada que el 29 de diciembre cayó en Alicante, nevando también luego en Córdoba; los estragos causados por el frío en la agricultura y ganadería de Cataluña; la helada del Ebro en Tortosa en el mes de enero; y los intensos fríos en Levante y en Baleares, donde también hubieron nevadas. Durante este invierno la Península cayó bajo los efectos de una masa de aire de origen siberiano que afectó principalmente a la vertiente mediterránea” (3).

Ahora bien, dejando de lado datos y fechas, una cuestión que también debe de interesarnos, es la referente al origen y las causas que explican la génesis de la P.E.H.

Existen diversas teorías, entre las que cabe destacar aquella que atribuye este descenso planetario de las temperaturas, como resultado de las potentes erupciones volcánicas que se generaron por aquellas fechas. Así, un equipo internacional de investigadores de la Universidad de Colorado Boulder, cree que el destacable frío del momento, pudo verse favorecido por las importantes erupciones volcánicas que desde el trópico, generaron una gran emisión de sulfatos y partículas hacía la atmósfera que reflejaban la luz hacía el espacio, de modo que ello afectó al clima, con las consecuentes variaciones en las corrientes marinas y masas de hielo planetarias (4).

Otra explicación, es aquella que se fundamenta en la teoría de los ciclos solares. Según los datos analizados por un equipo de investigadores de la UAB y diversas universidades americanas, la incidencia de los ciclos solares fue más importante de lo que hasta el momento se ha creído para resolver el complejo significado de lo que fue la Pequeña Edad de Hielo (5).

El principal elemento de peso, es que se ha conseguido demostrar que durante este periodo hubo máximos de avance glaciar, que coinciden perfectamente con las fases mínimas del ciclo solar. Pues durante estos siglos, el frío posiblemente fue el factor más importante que determinó buena parte de la evolución de nuestro medio, así como de la posición de la línea de playa.

David Gómez de Mora



Referencias:

(1) Conferencia efectuada el 8 de abril de 2019 por el Doctor Pedro Miguel Ibáñez, en la Sala Capitular de la Catedral de Cuenca, y que llevaba por título: “La Pequeña Edad de Hielo en la Catedral. Clima y Arquitectura”. https://www.youtube.com/watch?v=W-i-ygRqNKQ&t=2505s

(2) Mateu Bellés, J. F.; Sanchis Ibor, C. y Ferri i Ramírez, M. (1999). El Golf de València durant els segles XVI i XVII. Cambis Ambientals. 367-374 pp. Geoarqueología i Quaternari litoral. Memorial María Pilar Fumanal. Universitat de València. Departament de Geografia.

(3) Font Tullot, I. (1988). Historia del clima en España. Cambios climáticos y sus causas. Instituto Nacional de Meteorología. 297 pp. Madrid.

(4) De Jorge, J. (2012). El enigma de la Pequeña Edad de Hielo de la Tierra. ABC, ciencia (31-1-2012)

(5) Rull del Castillo, V. (2006), La Pequeña Edad de Hielo, ¿causada por un mínimo en el ciclo solar? Revista de divulgación científica de la UAB. Univesitat Autónoma de Barcelona. Barcelona

El Corral de les Covetes (Peñíscola)

Una de las construcciones ganaderas del término peñiscolano y que se ubica en el área septentrional de los inicios de la Serra d'Irta y que merece ser mencionada es el corral conocido con el nombre de les Covetes, debido a que este se sitúa dentro de la misma partida que le da ese nombre.

Como la gran mayoría, a pesar de encontarse en estado ruinoso, todavía mantiene su entrada orientada hacia la zona montañosa, distribuyendo su parte interior en dos patios separados, y desde donde en la zona superior conecta con un espacio cubierto, hasta la casa del pastor, y que además de su clásica chimenea disponía de una zona en la que el encargado de velar por el cuidado de los animales podía descansar. Dentro de la misma construcción, hallamos un reservorio de aguas pluviales anexo a esta parte de la estructura pecuaria.

David Gómez de Mora

Lo Corral Blanc (Peníscola)

Al nord de la Serra d'Irta, seguint un antic camí de ferradura que s'endinsa entre pins, a una cota no excessivament alta (86 metres sobre el nivell de la mar), s'alcen les restes d'una casa de pastor amb una entrada realitzada en el seu marc amb blocs de pedra treballats amb destresa, a més d'un sostre a dos aigües, la corresponent ximeneia i una dependència al costat i que comunica amb el clàssic pati que connecta amb les zones cobertes separades d'un corral.

 

 
Lo Corral Blanc

Enmig del pati on es disposava el bestiar, encara apreciem les restes de mur que segurament serviria per a partir aquella zona descoberta en dues seccions. No gaire lluny de la construcció, a uns 160 metres de distància es troba una bassa d'aigua de dimensions importants, amb diversos metres de profunditat i que es disposa en rampa, amb un diàmetre superior a una dotzena de metres, i on la quantitat d'aigua per emmagatzemar no seria poca.

 

Bassa d'aigua

Cal recordar que a mig quilòmetre en línia recta des d'aquest corral, es troba un altre espai denominat dins de la toponímia local com “Lo Corral Blanc Vell”, fet que ens fa recordar a l'antiga estructura ramadera de la qual després es rebatejaria el que posteriorment es va construir.

Desconeixem que va motivar a designar aquest espai amb aquest nom, encara que tot porta a pensar que l'antiga construcció podria estar emblanquinada en quantitats considerables, la qual cosa probablement serviria per a atribuir-li aquest mot i que el distingiria de la resta de corrals peniscolans. La construcció ocupa una superfície total per damunt dels 500 metres quadrats (incloent la casa del pastor).

David Gómez de Mora

viernes, 19 de mayo de 2023

Sucesos en Villarejo de la Peñuela durante la década de los años cincuenta del siglo XVII

Durante el año 1650 la mortalidad infantil en Villarejo se disparó de forma notoria, hecho que nos lleva a pensar en el desarrollo de alguno de los diferentes brotes de peste que por aquellos tiempos se vivían de manera muy frecuente en muchas de las poblaciones de nuestra geografía peninsular. Durante esa época el escribano del municipio y que se encargaba de redactar los testamentos como otros documentos propios de los que se elaboran en una notaría, era el vecino Alonso Saiz.

Casi una década después (entre finales de agosto y principios de septiembre de 1659) se registra la muerte seguida de diferentes niños del pueblo, lo cual da pie a pensar en la aparición de algún episodio como el acontecido en 1650. Cabe decir que no todos los vecinos tenían la posibilidad de poder repartir algo entre sus descendientes o familiares cuando este fallecía, algo que comprobamos por ejemplo en la partida de defunción de una villarejeña en el año 1652, cuando se nos informa de que Ana González, mujer de Miguel de Torrijos, falleció en la localidad de Cabrejas, siendo “pobrísima”.

 

 
Villarejo de la Peñuela (Vivetupueblo.es)

Nada que ver con Catalina López, y que era la madre del Licenciado Miguel de la Peña, sacerdote en ese momento de la localidad, puesto que su progenitora solicitó diversos centenares de misas antes de fallecer. La manda resulta de interés por el hecho de que se nombran las cofradías que en ese momento había en la localidad, siendo el caso la del Santísimo Sacramento, Nuestra Señora del Rosario, Santa Ana y Vera Cruz. No olvidemos que también había otra dedicada a las Ánimas del Purgatorio, con lo cual la cifra en ese momento era de un total de cinco.

Como veremos muchas veces la devoción hacia una imagen o espacio sagrado no siempre se concentraba en un mismo lugar de la localidad, y esto lo veremos durante los pagos y mandas de misas de diversos vecinos, tal y como ocurría con las abundantes peticiones de misas a la Merced de Huete, o hacia espacios vecinos en el caso del Santo Cristo de Valdecolmenas.

No hace falta recordar como el nacimiento de un hijo era siempre todo un riesgo para cualquiera de las madres en el momento de dar a luz. Así nos lo recuerda una partida de defunción de una vecina llamada María García, esta mujer de Francisco de Torrecilla, quien falleció al “morir de parto”, habiendo recibido por última vez la Eucaristía el día de la circuncisión (es decir, el 1 de enero). Precisamente, el mismo día de su muerte, a María se le administraron los santos óleos o también llamado aceite de unción para los enfermos, y que se impone durante el sacramento de la Extrema Unción.

Otros vecinos debido a la situación de su enfermedad podían no recibir la Eucaristía, tal y como le ocurrió a Miguel de Torrijos Martínez en 1658, cuando en su partida de defunción se especifica que “no la recibió porque le dio una apretura de garganta tal que no pasaba con el agua”. Había otras personas como la niña María Luengo, quien ese mismo año murió con 9 o 10 años, contando sus padres con tan pocos recursos, que en su  partida de defunción se cita textualmente que sus progenitores “no pueden por su pobreza hacerle bien ninguno”.

De la misma forma que hoy, siempre podían ocurrir desgracias que conmocionaban a buena parte de la población, tal y como ocurrió en 1658 con Sebastián Rubio, quien según reza en su partida de defunción murió ahogado al salir "de Cuenca en el río Júcar yendo a dar agua a la cabalgadura, cayó de ella y se ahogó”. Otros como María de Cañada, mujer de Julián López falleció en 1659, no pudiendo testar por haber sufrido una apoplejía.

 

 
Villarejo de la Peñuela (Vivetupueblo.es)

Para un control y seguimiento del registro de la documentación que justificara los pagos de misas de los vecinos difuntos, estaban las visitas pastorales, las cuales siempre suponían uno de los eventos más destacados de la localidad por la importancia de la personalidad que la solía efectuar y que siempre se reflejará en las hojas de los libros de la parroquia del pueblo. Así pues, en el año 1656, más concretamente el día 15 de noviembre, apareció por Villarejo de la Peñuela el señor don Gregorio Vaca de Castro, examinador y visitador general de la ciudad y obispado de Cuenca. Por norma general, si caía la noche y no había tiempo de poder marchar hacia otra localidad, estos visitadores solían descansar en la vivienda del sacerdote del pueblo o en alguna de las pertenecientes a las familias destacadas del lugar. Cabe decir que este mismo señor volvería a aparecer poco después de dos años más tarde, más concretamente el 4 de diciembre de 1658, para así volver a examinar los diferentes libros de la parroquia y comprobar el estado en el que se encontraba el templo parroquial dedicado a San Bartolomé.

 

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

 

Referencia:

*Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1623-1764), Sig. 113/15, P. 2126

jueves, 18 de mayo de 2023

Apuntes meteorológicos de abril y mayo en Vinaròs (año 2023)

El refranero y los dichos vinculados con la meteorología no son solo una cuestión de una enorme riqueza etnológica, sino también un dato que hasta quienes nos hemos formado bajo una formación académica no debemos olvidar, ya que se fundamentan en el poso de una sabiduría popular, actualmente olvidada e infravalorada por la mentalidad de una sociedad matematizada como la del siglo XXI.

Gráfica de mínimas en Vinaròs (abril de 2013)


Gráfica de mínimas en Vinaròs (abril de 2023) 

La comparativa entre los registros de temperaturas mínimas del mes de abril del año 2013 con los de 2023, nos recuerdan como algunos de esos inviernillos y veranillos de los que tanto hablaban nuestros antepasados (y que por especial necesidad, al trabajar tanto en el mar, en el campo o con animales, les obligaban a tener en mente de forma continua), siguen percibiéndose en la actualidad. 

De la misma forma, el descenso de las temperaturas y que la tradición popular nos recuerda entre los días 11 al 15 de mayo (los Santos de Hielo), ha vuelto de nuevo a evidenciarse en nuestros termómetros. 

Gráfica de mínimas en Vinaròs durante el periodo de los Santos del Hielo (año 2023) 

La combinación de una geografía física con unos conocimientos precarios desde el punto de vista científico como la de siglos atrás, unida a una tradición y religiosidad profundamente arraigada en la sociedad de nuestros abuelos, deben de seguir teniéndose en cuenta no solo para entender la forma de vida y mentalidad de nuestros ancestros, sino también como un dato que desde la perspectiva histórica sigue guardando un interés que nos demuestra como de prácticas y avispadas eran aquellas personas que nunca apartaban la mirada del cielo. 

 David Gómez de Mora

miércoles, 17 de mayo de 2023

El clero de Saceda del Río entre la segunda mitad del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII

Desde la segunda mitad del siglo XVII veremos religiosos ejerciendo sus funciones en esta pedanía optense como sucederá en el caso de Miguel Recuenco y Miguel Cano Olmedilla. Más adelante, ya dentro de la década de los ochenta, aparecerán nombres como el de Ignacio Rubio Sánchez, el licenciado Miguel de Hernánsaiz o el Notario Apostólico José Fernández, así como Francisco de León, quien tendrá un protagonismo destacado en la iglesia parroquial desde finales del siglo XVII hasta la entrada de la centuria siguiente. Igualmente seguiremos viendo a personajes del linaje Olmedilla entre los representantes de Dios, siendo el caso del licenciado Francisco de Olmedilla Manzano.

Por aquel entonces Saceda seguía siendo ese municipio que gracias al trabajo del campo había consolidado una pequeña burguesía agraria que podía permitirse insertar a algún hijo dentro del clero, pues sabedores eran estas familias de los beneficios y aspiraciones que otorgaba el tener a uno o varios de estos dentro del brazo eclesiástico.

Así pues, durante el siglo XVIII el licenciado Francisco García-Vaquero, seguido de Ignacio Rubio o el anteriormente mencionado Francisco de Olmedilla, seguirán desempeñando la representación de este grupo, y que acabará volviéndose más estático con la repetición de integrantes de algunas de estas familias en décadas posteriores, a medida que desde estas casas irán ordenándose sacerdotes. Recordemos que en los años treinta de esta centuria veremos estampar en las partidas sacramentales las firmas del licenciado Tomás de Sevilla y Lorenzo Antonio Ramos, muestra de que otras casas empezaban también a dejar muestras de su influencia.

Evidentemente estos religiosos que hemos citad0 no representarán de forma conjunta todo el brazo secular que habían en la localidad, pues tengamos en cuenta que a mediados del siglo XVIII en Saceda ya hemos comentado en más de una ocasión que era uno de los municipios del área geográfica con más curas por habitante.

Salta a la vista que familias como los López-Lobo y los Saiz-Mateo, y que durante los siglos XVI y primera mitad del XVII habían acumulado mucho poder, comenzaban paulatinamente a dejar ese espacio de las élites a nuevos linajes que acabarían en muchos casos entroncado con ellos, y que por tanto ahora se convertirán en algunas de las casas preponderantes de la localidad, siendo el caso de los Omedilla, Rubio, León, García-Vaquero y Sevilla. Estas como sabemos no eran las únicas que podíamos destacar dentro de esa élite local, ya que por aquel entonces, otras como los Martínez, eran sin duda una de las que controlaba una mayor cantidad de patrimonio agrícola en el término municipal.

Tengamos en cuenta que los Olmedilla comenzaron a destacar a partir del siglo XVII, teniendo entre sus filas algunos representantes del clero. Sus políticas matrimoniales se ciñen al modelo habitual de entronques con casas de labradores desahogados que con el paso de las generaciones permitirán que algunas de sus líneas gocen de un nombre que a nivel local las posicionará dentro de los grupos de poder municipal.

Una caso idéntico ocurrirá con los Rubio, quienes ya desde el siglo XVI en este área veremos que contarán con miembros que llamarán su atención por la tenencia de un patrimonio agrícola, sellando a la vez enlaces con familias como la de los López-Lobo o los Vicente. Estos también entroncarán con los León, tal y como veremos en el caso de Juana Rubio y su esposo Bernardo de León, la cual tras fallecer en 1709 solicitará un pago de 300 misas. Recordemos que Juana Rubio era hija de Asensio Rubio y Juliana Muñoz, estos velados en 1657, y quienes tuvieron además entre otros hijos a Micaela Rubio, esposa de Juan-Custodio de la Fuente (otro miembro de una casa con recursos en la zona), así como Juan Rubio, marido de Isabel Vicente.

Igualmente no se puede pasar por alto el caso de los García-Vaquero, quienes a partir del siglo XVII entrarán con fuerza en Saceda, enlazando con los referidos Martínez. Ambas casas tenían en común que de diferentes formas acabarán siendo reconocidas como miembros del estado noble. Así pues, si en alguna localidad de la Alcarria estos García lo habían consiguiendo, los Martínez que posteriormente alargarían el apellido con la forma Unda lo materializarán a través de la Chancillería durante el siglo XVIII, prosperando más si cabe durante el trascurso de la centuria siguiente.

Conocida es la línea de Ignacio García-Vaquero, quien falleció en 1682, sin antes haber dejado fundado un vínculo y pagar más de medio millar de misas. La familia contaba con una zona de enterramiento dentro de la iglesia que se ubicaba en la capilla mayor. Esta línea de los García tuvo bastante poder, muestra es que una hermana del referido Ignacio y llamada Isabel, pagó en el momento de su muerte más de 500 misas. Estos al disponer de muchas ganancias, se permitieron el poder ayudar en la construcción del retablo mayor de la iglesia, una pieza de valor artístico, policromada y dorada, dividida en tres calles organizadas mediante un entablamento y que afortunadamente consiguió salvarse de los estragos de la guerra incivil en 1936.

Igualmente, otra de las grandes casas de esta zona, y que también se podría insertar dentro de esa pequeña nobleza local que afloró por estas tierras, es la casa de los León, cuya línea en el caso que nos ocupa procedía de Valdemoro del Rey. Esta comenzó a proyectarse en la localidad a partir de mediados del siglo XVII, momento en el que comprobamos como se aprecia un cambio de agentes, en el que familias históricas de la centuria siguiente, dan paso a la entrada de otra nuevas que ocuparán ese nicho de poder. Al igual que sucedió con algunas de las representantes que hemos citado anteriormente, los León entablarán en sus inicios un enlace clave con uno de los antiguos linajes del municipio, siendo este el caso de Bartolomé de León tras casar con la sacedera Catalina López-Lobo.

El control de capellanías, o el incremento de poder e influencias a través de alcaldías, regidurías, así como religiosos que irán aprovechando las capellanías que había en esta zona, son una muestra de ese crecimiento social que también en localidades como Caracenilla los catapultará y convertirá en uno de los linajes más fuertes incluso entrado el siglo XIX.

Para finalizar, no podemos dejar de lado el caso de los Sevilla, otra de esas familias históricas que tenemos documentadas desde los primeros libros parroquiales, y que especialmente en este periodo de estudio, empezaron a controlar en alguna de sus líneas un patrimonio agrícola importante. Si en Saceda a partir del siglo XVIII estos son un linaje a tener en cuenta, algo similar sucederá con una de las ramas aposentadas en la vecina Carrascosilla. Recordemos como a mediados de esta centuria, el clero sacedero tenía entre sus filas a dos miembros de este apellido, siendo el caso de don Tomás de Sevilla y don Isidoro de Sevilla.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Saceda del Río

El clero de Villarejo de la Peñuela entre la seguda mitad del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII

A mediados del siglo XVII Villarejo seguía siendo una tranquila localidad alrededor de la que se agrupaban una serie de familias que socialmente habían comenzado a acumular cierto patrimonio a pesar de las limitaciones con las que económicamente podía potenciarse una burguesía local como la que veremos en otras localidades de la zona. En este sentido, una de las casas que tenía la fortuna de poder tener representantes dentro del clero, y que como sabemos era toda una demostración de influencias y poder entre sus vecinos, era la de los Peña, quienes por aquellas fechas ya estaban intentando medrar y darse a conocer en la ciudad de Huete, donde descendientes de la familia buscarán un lugar entre los miembros destacados del Santo Oficio.

En este sentido, no podemos pasar por alto al Licenciado Miguel de la Peña, quien pertenecía a una de las casas más importantes que en aquel entonces había en el pueblo. Recordemos que su cuñado era el optense don Juan Rubio de Alcázar, regidor perpetuo de Huete y familiar del Santo Oficio. Miguel murió en 1682 con un pago de 1250 misas, citando en su testamento a su sobrino don Jerónimo, quien era hijo del mencionado don Juan e Isabel de la Peña. El licenciado Miguel además de ese millar y pico de misas, dio muchos de sus bienes a su sobrino don Jerónimo, quien además de ser familiar del Santo Oficio como su padre, ejerció de sacerdote en la parroquia optense de San Nicolás de Almazán.

Décadas más tardes la documentación nos reflejará como irán pasando varios sacerdotes por la parroquia de San Bartolomé, entre los que cabe destacar durante los años ochenta a Juan Antonio de Alcázar y al Licenciado José López Saiz. Este último representará a sus parroquianos hasta la primera década de la centuria siguiente, siendo sustituido por Alfonso Martínez del Río, religioso que veremos estampar su firma hasta entrada la década de los años treinta del siglo XVIII en la documentación eclesiástica.

Posteriormente tendríamos a Fray Pedro Herráiz Sainz, así como al doctor Bernardo López Polano, quien ejercerá varias décadas en la iglesia del municipio. Salta con ello a la vista que entre las familias del ámbito local que tuvieron una relación muy directa con el clero local durante este intervalo tenemos a los Peña, así como a los López, quienes ya se habían hecho con un lugar destacado entre las élites del municipio.

La escasez de religiosos en esta localidad se aprecia en la pregunta número 38 del Catastro de Ensenada, cuando se detalla que en el pueblo únicamente existen dos curas, uno que vive en la población, y que será el que aparece firmando las partidas sacramentales (cosa que en ese momento nos lleva a pensar en el doctor Bernardo López), junto con otro que a pesar de tener una vivienda anexa a la suya en la población, residía en la ciudad de Cuenca.

Sobre los López no es la primera vez que comentamos el poder que ejercieron a nivel local, especialmente gracias a una serie de políticas matrimoniales acertadas con familias bien asentadas del pueblo, además de concentrar una cantidad importante de propiedades que les ayudaron a que algunos de los miembros de su familia pudieran insertarse dentro del clero, siendo durante el siglo XVIII una de las casas más destacadas que veremos en Villarejo de la Peñuela, tal y como da testimonio de ello una lápida grabada en el suelo del templo cristiano.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

El clero de Verdelpino de Huete entre la seguda mitad del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII

En tiempos del Catastro de Ensenada, es decir, trascurrido el ecuador del siglo XVIII, se dice sobre Verdelpino de Huete que la localidad tenía “cuatro eclesiásticos, sacerdotes, en que se incluye el prenotado señor párroco, y un tonsurado, con capellanía colativa de ánimas, fundada en la villa de Valdecolmenas de Arriba”. Cierto es que la representación del clero no era pequeña si nos atenemos a las cifras de lugares que veremos en la zona, aunque nunca a la altura de puntos donde la proporción era exagerada como veremos en el caso de Saceda del Río. No olvidemos que la familia Alcázar pudo permitirse la formación de muchos de sus integrantes, lo que se tradujo en el ingreso dentro del Santo Oficio y el Priorato de Uclés de diferentes de sus hijos a lo largo de los años.

Respecto a los nombres y apellidos de la mayoría de sacertodes que veremos dentro de los libros sacramentales de la localidad, no cabe duda que nos hallamos ante miembros de un bajo clero, cuyas familias en el caso de ser nativas se encuentran entre las más destacadas de la localidad.

Sus integrantes era gente procedente de casas de campesinos con recursos y profesiones liberales, que gozaban de una cierta calidad de vida en el lugar, representando una parte de esa mesocracia o burguesía local que desde hacía varias centurias tenía un papel destacado en este tipo de espacios geográficos donde al margen del señor del lugar, como los Silveyra y que estarán desvinculados del lugar, veremos familias de la nobleza local, que en generaciones atrás procedían de esa mesocracia que había retenido un patrimonio que les permitirá una serie de ganancias con el trascurso del tiempo.

Muchos de estos religiosos intentarán proyectarse y mejorar su posición dentro de una carrera religiosa que siempre miraba más allá del pueblo, donde la consecución de un beneficio eclesiástico era muy importante para desempeñarla con éxito.

Cierto es que en localidades como la que nos atañe, había una formación que desde el punto de vista teológico favorecía una relajamiento de las costumbres católicas, de ahí que en ocasiones hubiese diferencias en la forma de entender o interpretar una mentalidad donde la superchería estaba extendida entre muchos de los vecinos del lugar.

La importancia del análisis del clero secular para acercarnos a la comprensión de aquella sociedad ruralizada, resulta esencial, ya que representaba uno de los principales grupos de poder que veremos por aquellos tiempos en enclaves como este.

No olvidemos que en Verdelpino, y que históricamente por su proximidad se ha insertado dentro del espacio de poder de la ciudad de Huete, las familias intentarán insertar las líneas fuertes de la casa, para que si socialmente pretendiesen mejorar su estatus, estas gozaran de mayores garantías de prosperar con éxito.

Por aquel entonces Huete era una auténtica manifestación de fervorosidad religiosa, contando con muchas iglesias, además de convento y monasterio. La explosión barroca que se vivirá en esta localidad, es una muestra de ese poderío alcanzado, y que nunca más volverá a repetirse, marcándose un punto de inflexión, que del mismo modo afectará a toda la órbita de enclaves rurales que se posicionarán a su alrededor.

Y es que para comprender la evolución de pedanías y municipios como Saceda del Río, Caracenilla, la referida Verdelpino, la hoy desaparecida Carrascosilla, y otras más apartadas como La Peraleja e incluso Villarejo de la Peñuela, es imprescindible tener en cuenta la historia de esta ciudad, así como de los barrios más dinámicos que permitieron el afianzamiento de una élite que acabará apoyando su estatus desde dentro de los grupos de poder que allí estaban afincados.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Verdelpino de Huete

El clero de Piqueras del Castillo entre la segunda mitad del siglo XVII y primera mitad del siglo XVIII

Piqueras del Castillo es un pequeño enclave del cual no cabe discutir la importancia que el clero y las tradiciones católicas llegaron a tener entre sus habitantes siglos atrás. La adquisición de determinados objetos que veremos en los inventarios de su iglesia y que nos han llegado referenciados a través de la documentación que hoy se conserva en el Archivo Diocesano de Cuenca, reflejan situaciones de pujanza o bienestar entre algunos de sus vecinos, quienes siempre que podían o lo consideraban, aportaban con sus donativos una fuente de ingresos para la consecución de piezas u obras que sirvieran para engalanar su templo.

No debemos de olvidar como Piqueras durante el siglo XVI se hizo con la adquisición de un retablo, obra de los ilustres pintores renacentistas conquenses de la casa de los Gómez. Ahora bien, el siglo XVII, como especialmente el XVIII, irán perfilando una sociedad que paulatinamente iría adaptándose a la situación económica de su momento. En este sentido, aunque Piqueras no dispusiera de grandes edificios o una iglesia de envergadura como la que veremos en otras localidades próximas, lo que si tenía claro era la importancia que comportaba el que dentro de las familias más destacadas hubiese personas asociadas al brazo eclesiástico, pues esto comportaba una serie de beneficios espirituales, como desde el punto de vista social ayudaba a que un linaje gozara de mayor reputación, ya no solo dentro del ámbito local, pues como bien sabemos, cuando la rama de una familia comenzaba a despuntar, esta comenzaba a buscar enlaces matrimoniales con gente procedente de zonas más alejadas del área residencial. Es por ello que en este sentido la importancia de poseer dentro del seno familiar alguien rezando por las almas del Purgatorio, el contar con una persona de renombre considerada como una autoridad local, permitía a su vez una mejora de la promoción de los integrantes de cualquier casa.


Simplemente hemos de leer los interrogatorios que se efectuaban para ordenarse en una corporación de caballeros o de carácter religioso, para entender como un argumento de peso que demostrara la cualidad de una persona, podía ser la de tener miembros insertados dentro del clero. Es por ello que cualquier historiador que desee efectuar un análisis social que permita la reconstrucción de los grupos de poder en cualquier localidad del momento, deba acudir a referencias como los libros sacramentales o como en el caso que nos ocupa, los libros de defunciones (a falta de protocolos notariales), donde uno aprecia a simple vista que familias o personajes destacaron dentro de una localidad en un momento preciso de su pasado.

Desmenuzando los nombres de algunas de las autoridades locales que desde el clero hubo en Piqueras a partir de mediados del siglo XVII, no podemos olvidarnos de José de Villora, y cuya sepultura estaba en la primera fila de la iglesia parroquial, siendo por ello uno de los espacios más valorados dentro de la importancia que adquirirá la limpieza de los pecados cuando el alma del difunto llegara al Purgatorio.

Otros religiosos que veremos reflejados entre las hojas de los libros sacramentales durante este intervalo de tiempo son los de Pedro Gigante Belmonte, Nicolás Martínez de Lucas, Pedro López Beltrán, Juan del Horno y Villora, el Licenciado Alonso Sánchez de Alcaraz o el famoso don Matías de Barambio y Blanco. Salta a la vista por muchos de los apellidos que hemos citado, que algunos de estos derivan de líneas afincadas en la vecina localidad de Buenache de Alarcón, siendo especialmente conocido el caso del último religioso.

Don Matías de Barambio fue un sacerdote que en su testamento dejó mandado un total de 400 misas por su alma y la de sus familiares, cifra que ya nos revela parte de su poder. Este fundó un patronato de legos sobre una vivienda nueva que edificó en la villa de Piqueras. Según la referencia testamentaria, esta casa se hallaba en la plaza del pueblo.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Piqueras del Castillo

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).