domingo, 12 de enero de 2020

Los Ruiz de Alarcón de Piqueras y sus alianzas. Fortificaciones y geopolítica del momento


Ya hemos publicado en diferentes ocasiones que tipo de intereses albergaban los Alarcones a la hora de querer extender sus dominios en determinados puntos de la geografía conquense. Y es que desde finales de la Edad Media, apreciamos como se valora el papel que juegan las torres de vigilancia, desde las que se podía divisar un entorno que en cuestión de varias décadas había comenzado a fragmentarse y señorializarse de forma súbita.

Las concesiones territoriales se disparan a partir del reinado de Enrique III, marcando un punto de inflexión, lo que dibujará un intrincado tablero, en el que sólo los más poderosos podrán ejercer el dominio de un lugar preciso. Una nueva oportunidad que será aprovechada sólo por aquellas familias con un destacado poder económico, y entre las que se encontraban algunas que hasta no hacía mucho tiempo, acababan de modificar su nombre y apellido, como resultado de la gran revuelta antijudía de 1391, que en Cuenca como en otros puntos de su geografía, se recuerda por la intensa espiral de violencia alcanzada.

Con ese panorama, y ante una sociedad que dejaba bien claro que límites y manera de crecer socialmente era la adecuada, comenzamos a ver distintos linajes, que aprovechando una segunda oportunidad para “reinsertarse”, invertirán y mostrarán su apoyo de manera legítima a la Corona. Esto se traducirá en concesiones y otorgamientos, que generarán una feudalización del marco geográfico, donde veremos todo tipo de situaciones, empezando con antiguas familias involucradas desde los tiempos de la primera guerra civil castellana, así como otros grupos que procedían de grandes terratenientes del lugar (en algunos casos cristianos viejos que como labradores de sus propias haciendas, habían mejorado económicamente), sin olvidar los mencionados conversos judíos, prestamistas y acaudalados rentistas que tras sobrevivir a la purga de 1391, estaban dispuestos aceptar las nuevas reglas de juego.

La gran mayoría del conjunto de este grupo de personas tan heterogéneo, al menos compartía algo en común, y eso era el invocar a un pasado mitológico o legendario de su familia, que los remontaba hasta los tiempos de la conquista cristiana. Este relato era entendible, especialmente a partir de finales del siglo XV, cuando el contexto social lo requería más si cabe, pues entra en escena la Inquisición. 

A partir de ahí la elección era libre, los había quienes afirmaban haber combatido junto al mismísimo Alfonso VIII durante la toma de Cuenca en 1177, otros eran más precavidos e intentaban ser más discretos, tirando de algún cacique o personaje que la documentación histórica no pudiese probar de ninguna de las maneras.

Sobre ese escenario de fondo es como comenzaremos a ver el nacimiento de una pugna, en la que cada linaje intentará hacerse con una parte del pastel. Un tira y afloja que como apreciamos en el caso de la tierra de Huete tuvo que frenarse en seco, pues con tanto nuevo Señor, quien sufría las primeras consecuencias era la propia corona, de ahí la necesidad de controlar esta práctica en determinados lugares, además de confabularse enmarañados acuerdos, que siempre deberemos ver con los ojos de la geografía política de aquellos tiempos.

Centrándonos en los Ruiz de Alarcón de Piqueras, ya comentamos que su pasado genealógico es una cuestión claramente turbia y confusa. Si queremos seguir el relato de los tratados familiares, todo es sencillo y claro, pero no es el caso, ya que como bien sabemos, la intencionalidad y uso de estas fuentes era mera propaganda del linaje, editándose en un periodo de tiempo muy apartado del que pretendemos abordar, y que por lo tanto nos aleja del objetivo que perseguimos a la hora de entender los intereses territoriales de estos grupos de poder.

Sobre esta rama de los Ruiz de Alarcón, una de las pocas conclusiones a las que hemos llegado, es que desciende de los González del Castillo. Un linaje converso, en el que hasta los mismos Alarcón, reconocen su pertenencia en variados documentos.

En todo este relato entra en juego un personaje que la historiografía ha dejado literalmente de lado, pero quien desde la perspectiva genealógica e histórica explica muchas cosas, ese es Garci Ruiz de Alarcón. 

Garci era sobradamente conocedor de su ascendencia, y tanto por interés personal, como por el de su prole, supo cómo emplear cada una de las informaciones que afectaban a su familia.

Castillo de Fuentes, en Villarejo de Fuentes. El Señorío perteneció al hijo de García, Don Alonso Ruiz Girón de Alarcón, tras celebrar su matrimonio con Doña Juana Pacheco de Silva. Imagen de castillosdelolvido.com

Don García ya era Señor de Albaladejo desde finales del siglo XV, concesión sobre la que hemos expuesto en diversas ocasiones su probable origen. Es importantísimo dejar clara la cuestión de cómo le llegan estos dominios a los Alarcón de Piqueras, puesto que indirectamente estaremos reconstruyendo ese pasado familiar, que como nosotros sostenemos, empezó a desdibujarse en tiempos de su protagonista.

W. King comentaba que “el  licenciado Fernán González del Castillo, hijo de Pedro González, heredó   de  su  padre  algunas   propiedades  en   Castillo   de   Garcimuñoz, habiendo medrado,  pues  hizo  un  buen   matrimonio    (su  mujer   Guiomar   de   Alarcón,   hija   de   Garci Ruiz  de  Alarcón,  señor  de  Buenache,  quien establece  el  primer vínculo  con  los    descendientes   de   Fernán    Martínez   de   Ceballos),   comprando   la   villa   de  Albaladejo  en   1474   y  fundando   en   este  mismo  año  un  mayorazgo  para  su  hijo  Pedro  de  Alarcón” (King, 1970, 63).

Para desgracia de los que amamos la genealogía, la inversión del apellido en la ascendencia de García, acarreará una desfiguración de su pertenencia a un linaje, del que afortunadamente si existen estudios, destacando especialmente los efectuados por los historiadores Miguel Rodríguez Llopis, Aurelio Pretel Marín o Ignacio de la Rosa Ferrer, quienes han aportado un conjunto de conocimientos sin precedentes acerca de la vida de los Castillo.

Elementos defensivos relacionados con la familia de García Ruiz de Alarcón (elaboración propia)

A pesar de que a García lo único que le llega es un Señorío que nada tenía que ver con el que poseyeron sus antepasados, hemos de ver como todavía conserva ese interés por tomar parte del control del espacio geográfico sobre el que está asentado. Recordemos que Pedro González del Castillo fue Señor de Santa María del Campo y de Santiago de la Torre, que en el caso de este último reforzaría arquitectónicamente. Como indica Ignacio de la Rosa, “Santiago el Quebrado era propiedad de Rodrigo Rodríguez de Avilés, el antecesor de la línea bastarda de los Pacheco, que consolidó su poder en el señorío de Minaya. Preso de los moros tuvo que pagar un alto rescate, que le obligaría a vender en 1428 su heredad de Santiago el Quebrado al doctor Pedro González del Castillo. Especial querencia debía tener el doctor a este lugar pues aquí lo dispuso como primer lugar para que se le enterrara y aquí mando construir el castillo que hoy se nos conserva” (De la Rosa, 2008).

Castillo de Santiaguillo de la Torre con su principal baluarte. Imagen de castillosdelolvido.com

Mientras tanto, el hermano del Doctor, Hernán González del Castillo mandaba alzar la torre vieja de San Clemente. De este modo la línea de los González del Castillo dejaba huella en un marco geográfico donde se vislumbran unos planes de futuro como los de cualquier señor que pretendía expandir sus dominios. Esto nos lleva a pensar que el antepasado de García y su tío lejano, pudieron barajar la posibilidad de extender su influencia alrededor de ese perímetro, pero en el que otras familias como los Pacheco y los Calatayud ejercían un peso importante. Al final aquello quedo en nada.

No sabemos qué planes tenían en mente los González del Castillo, pues proponer algo más sería mera especulación, aunque si en algún momento mostraron interés por ampliar su dominios, aquello hubo de ser alrededor del área fluvial que comprendía el territorio dibujado por el curso del río Záncara, en paralelo hacia el este con el río de Santa María del Campo Rus. Un entorno que ofrecía las prestaciones de los tan valorados molinos, pero que como decimos, tanto por la dispersión y repartición heterogenia de esa porción del mapa, complicaban cualquier jugada. Al menos los lindes estaban claros, o así por lo menos creemos que los pudo ver el Doctor, quien reforzando sus influencias desde San Clemente gracias a su hermano el Corregidor de Ávila, intentarían revindicar su modesta esfera de poder.

Torre Vieja de San Clemente. Imagen de castillosdelolvido.com

Obviamente de todo esto poco o nada habrá que relacionar con García el esposo de Guiomar, quien además de renegar sobre su ascendencia, el dominio que poseía quedaba a la otra parte del Júcar, viniéndole por la línea de los Ruiz de Alarcón, quienes a diferencia de su rama de los Castillo, ya habían aglutinado un conjunto patrimonial muy bien conectado. No olvidemos que mientras García Ruiz de Alarcón (el hijo de Fernán Ruiz) poseía Buenache, la familia ya tenía asignado el Señorío de Valverde, Hontecillas y Gascas. Siendo por lo tanto Albaladejo del Cuende una pequeña porción más del amplio dominio Alarconiano, y que nuestro García supo aprovechar. Hecho que demostró tras casar con Guiomar Girón de Valencia, única heredera del Señorío de Piqueras. 

Suponemos que a García poco le importaba el pasado de su suegro, quien además de promover la persecución contra sus ancestros, nada buena era la reputación que pesaba sobre su persona por estas tierras, especialmente después del espectáculo acaecido con Mosén Zarzuela, en el que se destaparon las intenciones como tejemanejes[1] del sujeto, y que García Moratalla (2003, 180) nos relata en su obra sobre la Tierra de Alarcón. Creemos que García, astuto como él solo, sabía de la mala situación por la que estaría pasando Juan de Valencia pocos años antes de su muerte, unas hora bajas que pensamos que serían decisivas para que no viese ningún impedimento en que su única hija legítima, Guiomar, acabará entablando alianza matrimonial con él. 

García no se conformaba con poco, por lo que una vez fallecido su suegro, y con la seguridad de que Piqueras formaba parte de sus dominios, inmediatamente abre una relación de enemistad con Francisco de Bazán, Señor consorte de Valera de Abajo, enclave del que García estaría muy interesado. Pensamos que el escaso periodo de tiempo que separa el fallecimiento de su suegro con las luchas establecidas contra Bazán no son casuales, de ahí que ante la tranquilidad y seguridad de poseer un nuevo territorio que ya nadie le podía arrebatar,  García emprende una política de acecho hacia esa pieza del rompecabezas que le faltaba para completar sus dominios, llegando incluso a meterse en el bolsillo a muchos de los vecinos de Valera, pues le dieron su apoyo en alguna de las escaramuzas.

Torre de Piqueras del Castillo. Fotografía de José Ramón Ruiz-Checa

No nos cabe ninguna duda que la torre de Piqueras fue un hito indispensable en este conjunto de jugadas, desde las que García tenía controlado el perímetro de su demarcación. Una presión que si no es mucho especular, podría explicar el porqué de la denuncia de 1504, en la que se informa como “se levantó una fortificación no autorizada en Valera de Abajo, que había llegado a manos del Comendador Alonso de Hinestrosa, suegro del alcalde de Requena Francisco de Bazán” (Cooper, 2019, 208). Nada extraño conociendo a García, quien tenía literalmente rodeado al Señor Bazán, a través de sus dominios de Albaladejo y Piqueras, obviamente, Francisco viendo lo que le podía venir, se anticipó y tomó precauciones.

El ahora Señor de Piqueras y Albaladejo había conseguido vender una imagen ambiciosa y temperamental, lo que extendía el nombre de su casa (para bien o para mal), pues recordemos que en el Obispado muy probablemente sus movimientos se estaban mirando con lupa, pues ya le habían dado un primer aviso. No obstante, el gran hito que consigue en el ascenso social de su familia, se mediará a través del enlace de su hijo Alonso Ruiz Girón de Alarcón, con la prima segunda del Marqués de Villena, Juana Pacheco de Silva, hija de Luis Pacheco de Silva, Señor de Villarejo de Fuentes, y de cuya descendencia emanará la ilustre Casa de los Condes de Cifuentes. Tampoco olvidemos los restantes entronques de sus vástagos, pues Ana Ruiz Girón de Alarcón casó con Diego Pacheco (alcalde de Belmonte), así como otra hija con Hernando del Castillo (señor de Altarejos).

Según los datos aportados por Antonio Suárez de Alarcón, los dominios de Alconchel y Villarejo se sumaban al control del hijo de García (Coord. Salas, 2019, 82). “El señorío de Villarejo de Fuentes, al que pertenecía Alconchel, lo creó don Juan Pacheco para dote de su hija Beatriz (Segovia, 2-11-1453) cuando ésta se casó con el conde de Medellín. Por testamento realizado en Castillo de Garcimuñoz (29-3-1490), Beatriz se lo cedió a su hijo Luis Pacheco de Silva que era fruto de su segundo matrimonio con don Alonso de Silva, II conde de Cifuentes. Así se explica que Alconchel, que perteneció a la tierra de Alarcón y después al marquesado de Villena, terminara formando parte del condado de Cifuentes (Guadalajara)” (Coord. Salas, 2019, 83, de Miguel Lasso de la Vega -marqués del Saltillo-, El señorío de Valverde, p. XIX.).

Castillo de Alconchel de la Estrella. Imagen de castillosdelolvido.com

Con este conjunto de políticas matrimoniales, por un lado García realza el nombre de su familia, además de concentrar en su descendiente casi todo el patrimonio señorial del clan, ello conjuntamente con el de un territorio mucho más alejado, ubicado hacia el norte, además de encontrarse en la otra parte del río Júcar, pero con la gran prestación de hallarse fortificado. 

Sin lugar a duda los tiempos estaban cambiando, por lo que la nueva situación política y la forma de entender el territorio, distaba bastante de la idea con la que se forjó la señoralización del territorio conquense desde finales del siglo XIV.  Aquella mentalidad tardomedieval donde los caciques locales se aferraban a sus dominios feudales, y que en algunos aspectos escasamente distaban de los vividos en los tiempos de las taifas, poco a poco comenzaban a desdibujarse, abriéndose un horizonte, en el que nuevos agentes empezaron a cambiar e influir en las ideas sobre lo que sería la geopolítica del momento, pues el territorio se iba mirando con un prisma diferente.


David Gómez de Mora


Bibliografía:

* De la Rosa Ferrer, Ignacio (2006). “Los Castillo o el malogrado intento de reducir San Clemente a jurisdicción señorial (I)”. En: historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com

* García Moratalla, Pedro Joaquín (2003). La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (Siglos XIII-XV). Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel", 394 pp.

* Salas Parrilla, Miguel -coord.- (2019). Cuenca, castillos y fortalezas. Autores: Miguel Salas Parrilla, Rafael Moreno García, José Luis Rodríguez Zapata, José Antonio Almonacid Clavería, Michel Muñoz García, Miguel Ángel Valero Tévar, Santiago David Domínguez-Solera, Marino Poves Jiménez, José Ramón Ruiz Checa, David Gallego Valle, Juan Ramón Arcos Conde, Jaime García-Carpintero López-Mota, Miguel Romero Sáiz, Agrimiro Sáiz Ordoño, Miguel Ruiz Bricio, Jorge Jiménez Esteban, Miguel A. Castillo Sepúlveda, 576 pp.

* King, Willard F. (1970). “La ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 19, Nº1 (1970), 49-86 pp.


Imágenes:

* Castillosdelolvido.com

* José Ramón Ruiz-Checa


[1] García Moratalla (2003, 180): “Como también veremos después, este mosén Zarzuela había entablado conversaciones con Juan de Valencia, señor de Piqueras y vecino de la villa del Castillo de Garcimuñoz, con tal de que este último le diese entrada en ese lugar. En pago, el tal Valencia recibiría la tenencia de la fortaleza de la villa, 100.000 maravedís de juro y el lugar de Barchín y otras mercedes. El trato fue desbaratado por el capitán del Marqués, Fernando del Castillo, alcaide de Alarcón, ya que "...vino a notiçia del dicho Fernando del Castillo, e avn vino a su poder la escribtura e asiento dello. E por lo rremediar, fue a la dicha villa del Castillo e echó della al dicho Juan de Valençia mui desonrradamente, que non le dexó comer en la dicha villa del Castillo siendo ya salidos de misa maior, si no que lo hizo yr a comer a la Fuente del Berro, publicando el dicho trato". A. Diocesano de Cuenca. Inquisición. Leg. 271480, fol. 121r°.

sábado, 11 de enero de 2020

Reflexiones acerca de la heráldica y ascenso social de los Reyllo en Buenache de Alarcón


Los Reyllo son una de las familias más influyentes de la nobleza bonachera, que ya reclamaron su exención de no pechar, al menos desde su asentamiento en la localidad durante la primera mitad del siglo XVI. Hablar de los Reyllo, es hacerlo de un linaje sobre el que existen múltiples conexiones con grandes familias de la nobleza conquense, es por ello que durante estos años hemos intentado indagar diferentes aspectos que vincularan su parentesco, con otras líneas sobre las que hemos dedicado varios escritos, y que en su conjunto nos vislumbran las formas y estrategias mediante las que este tipo de casas de la nobleza rural relataban la historia  de sus antepasados, para legitimar así unos derechos, que de acuerdo a las normas establecidas les correspondían.
 
Una cuestión que a simple vista puede parecer mera labor de recopilación, pero que conlleva el surgimiento de numerosos interrogantes, en los que uno aprecia que podía suponer para un linaje preservar o recordar sus orígenes (ya fuese para bien o mal), pues dependiendo de una u otra situación, se repetían por activa y por pasiva sus logros como méritos conseguidos, o en su defecto, se emprendía un arduo ejercicio de maquillar y esconder de la manera más ingeniosa posible, cualquier resquicio que probase informaciones negativas que los vinculasen con antepasados judíos o familias de labradores…, hecho que por norma general solía ser muy habitual.

Según se desprende de la documentación, los Reyllo comienzan a exigir su reconocimiento como miembros del estado noble desde los primeros instantes que llegan a Buenache, y de ello quieren dar constancia en la documentación del siglo XVI, que presentan en la ejecutoria del linaje fechada en el año 1588[1], momento a partir del cual inician una campaña de promoción que continuará en los siglos posteriores, hasta finalmente consolidar un patrimonio destacado, sellado dentro de un mayorazgo desde el que se proclamarán amos y señores, e indiscutibles portadores de sangre hidalga.

Cuando llegamos a los relatos y leyendas que nos hablan sobre el conjunto de méritos que buscaban argumentar sus privilegios hidalgos, en algunos casos habremos de ser escépticos como resultado del modus operandi de muchas familias (bien por haber sido cristianos viejos, o simplemente conversos), por lo que sus descendientes se ingeniaran variados mecanismos donde los escribanos jugarán un papel crucial. Es por lo tanto en ese instante cuando los investigadores hemos de plantearnos la verdadera labor, que además de informar sobre los datos que se dan en el documento, hay que complementar con una disertación en la que nos acerquemos al trasfondo de la cuestión, ya que en ocasiones veremos cómo se incurren en mentiras, contradicciones o verdades a medias, que pudieron falsearse sólo para ensalzar o limpiar la imagen del solicitante…, un mero trámite, pero por desgracia rutinario, entre muchas de las élites que obtienen su reconocimiento nobiliario siglos después de la conquista cristiana.

Siguiendo el relato tradicional de la familia Reyllo, sus orígenes se remontaban a Arcas, donde el progenitor recibiría una Real Carta de Hidalguía, y donde se indica como en la Iglesia Parroquial de este municipio existía en una zona inmediata a las gradas del Altar Mayor del lado del Evangelio, una sepultura con letra gótica antigua en la que estaba escrito y grabado un epitafio en el que rezaba como en ese lugar descansaban los restos del capitán Francisco Reyllo Mogobrejo, quien murió sirviendo a los Señores Reyes Católicos en las costas del Rey de Granada, inscribiéndose debajo un escudo de armas que se dividía en cuatro cuarteles, entre los que se reconocía un castillo, una flor de lis y en la parte baja derecha contrapuesta cuatro bandas.

Armas de la familia Reyllo en Buenache de Alarcón. Imagen proporcionada por Jose Muñoz Mora

Sabemos que la familia fue variando su heráldica de acorde a los enlaces que iban celebrando con otras familias de la nobleza, pues por ejemplo tenemos constancia de la existencia de otros escudos donde se esculpirá una flor de lis, junto con un castillo en dos cuarteles, acompañado por un par de lebreles atados a su puerta, además de un cuartel inferior con cuatro bandas.

Obviamente las armas referentes al Castillo, harían referencia a la casa de los Castillo conquenses, los mismos que fueron perseguidos por el Santo Oficio, ya que desde el siglo XV resultaba casi imposible obviar sus acusaciones de judaísmo, y que en el caso concreto de este linaje, entroncaban con los Valdeolivas, otra estirpe tachada del mismo sambenito, y del que los Reyllo supieron distanciarse de forma satisfactoria. Sin lugar a dudas el papel desempeñado por algunos de sus descendientes al ejercer como Secretario del Secreto del Santo Oficio, será crucial al suprimir cualquier tipo de información que resultase comprometida para la familia.

Los Reyllo del siglo XVIII habían emparentado con lo más granado de la nobleza conquense, pues desde su capilla privada dentro de la Iglesia de San Pedro de Buenache, escuchaban misa los Marqueses de Palacios cuando visitaban la villa, de quien llegaron incluso a ser familia. Igualmente se vincularon linajes ilustres, tales como los Villaviciosa, quienes curiosamente fueron Señores de las villas de Reyllo y Cañizares, sin tampoco olvidar las líneas vinculadas con Órdenes de Caballeros, como el caso de los Herreros (pertenecientes a la de Santiago) o los Melgarejo (de la de Calatrava), incluyendo los Mendoza, lo que les emparentaba con los Conde de Priego, y que en momentos concretos inmortalizarán en sus escudos, agregando el emblema de “Ave María”. Todo esto se produce tras el exitoso enlace de Don Diego Alfonso del Castillo y Reyllo (Secretario del Secreto) con su esposa doña Ana Garcés de Mendoza. No olvidemos que este familia desde los tiempos del abuelo de Diego Alfonso, había comenzado a medrar dentro de los escalafones inquisitoriales, pues su padre Don Pedro del Castillo y Reyllo ya ejerció como Secretario del S.O., además del abuelo Don Diego del Castillo, que ya entró como familiar del Santo Oficio, y con quien por primera vez aparece el apellido Castillo, puesto que Don Diego lo recogió de su madre Andrea del Castillo, combinándolo con el de Reyllo dependiendo de la ocasión o situación en la que se encontrase la familia.

Escudo de armas en mal estado presente en Buenache de Alarcón, y que según creemos también se podría atribuir a los Reyllo, por distinguir en el primer y cuarto cuartel un castillo, como una especie de bandas en el tercero. Imagen proporcionada por Jose Muñoz Mora.

Tampoco hemos de olvidar que la capilla del linaje estaba engalanada con toda la decoración necesaria para remarcar su estatus, lo que le daba el toque distintivo buscado para diferenciarse del resto de habitantes. Sabemos que esta obra arquitectónica se hallaba dedicada a la advocación de Nuestra Señora de la Concepción, protegiéndose con una reja grande de madera de barniz encarnado que se remataba con piezas doradas en sus laterales y en las que se sostenían los escudos de armas, en los que aparecía el castillo, por su descendencia con Andrea del Castillo, así como la flor de lis y las bandas que veríamos asociadas al capitán de Arcas. Igualmente no podía faltar un retablo dorado en el centro con la imagen de la advocación, acompañado por dos altares colaterales decorados con lienzos pintados.

El lugar de enterramiento se emplazaba inmediato a la grada del altar mayor, ubicándose al lado del evangelio un retrato de Don Diego de Reyllo (el que fuera Prior de la Iglesia Colegial de la villa de Belmonte), que acompañado por un escudo pintado de la familia, representaba los castillos, flor de lis, junto con las bandas y divisas de la Inquisición.

Veremos como en los armoriales, la figura del castillo o de la torre fortificada, se convertirá sin ningún lugar a dudas en la referencia heráldica que empleará la familia, variando el modelo, dependiendo de las ramas o entronque que sus representantes fuesen realizando.

Diversas representaciones heráldicas de las armas de los Reyllo más simplificadas

Tampoco se nos ha de pasar por alto que existen testimonios que nos hablan de escudos mucho más fraccionados, en los que se incluirían emblemas más complejos, pues algunos podían tener hasta 5 ó 7 cuarteles, como resultado de los linajes que se iban incorporando y dando renombre a la familia. En ocasiones los veremos con pechinas que acompañaran la torre fortificada, que como ya hemos repetido, su reminiscencia heráldica vendría por la línea de los Castillo. Recordemos que Andrea del Castillo (esposa de Francisco de Reyllo y de Silva, éste nieto del mencionado Capitán de Arcas), era hija de Antonio del Castillo y Catalina de Valdolivas (en algunas ocasiones escrita como Baldolinas), sendos linajes conversos, con sambenitos más que reconocidos en Garcimuñoz como en otras partes de la geografía conquense.

David Gómez de Mora


[1] Existe una Ejecutoria de Hidalguía, con fecha del año 1588 (303-387-16) en la Real Chancilleria de Granada, donde se alude a que Francisco de Reyllo y Julián de Reyllo eran hermanos de Juan de Reyllo, en la misma invocan ser caballeros hidalgos de devengar 500 sueldos.

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).