jueves, 29 de abril de 2021

El II Duque de Maqueda y la isla de Tabarca

Bernardino de Cárdenas y Pacheco, conocido como el segundo Duque de Maqueda, es uno de los personajes más relevantes que forman parte de los anales de la nobleza que ha dominado la ciudad de Elche. Ostentó los cargos de Virrey y capitán general de Navarra y Valencia. Y entre sus muchos bienes, se hallaba lo que formaba parte del antiguo Señorío de Elche, el cual le venía por su abuelo Gutierre, cuando la reina Isabel, y que recibió como dote la ciudad ilicitana por parte de su suegro el Rey de Aragón, entendió que como recompensa de los servicios prestados por la familia Cárdenas, gracias a las labores negociadoras de Gutierre (el abuelo de Bernardino) para su casamiento con Fernando el Católico, este enclave con sus territorios adjuntos podía ser una buena manera de mostrar su gratitud. Entre esos varios espacios adscritos, estaban Santa Pola y su isla (Tabarca).

La posición geográfica de Nueva Tabarca le valdrá la función de una escollera natural de inmensas dimensiones, que a su vez protege a Santa Pola cuando azotan fuertes temporales de mar, una avanzadilla perfecta, que distaba a tan solo ocho kilómetros de la población. Como sabemos, la frecuencia con la que aparecían los piratas en muchas de sus numerosas incursiones, hacían de este punto un espacio inseguro, que a falta de pruebas más contundentes que demuestren la presencia de un puesto de vigilancia antes de la llegada de los Duques de Maqueda, nos conducen a un área de recreo, donde los Cárdenas y sus acompañantes se entretenían con la celebración de jornadas de caza. Y es que la isla, siempre ha sido un reservorio de aves, que seguramente junto con conejos, fueron motivo de visitas en muchas ocasiones.

Un estudio genealógico de la familia de don Bernardino nos conduce por su línea recta de varón hasta un linaje que si bien antes del enlace entre los reyes católicos pertenecía a la nobleza, nada tenía que ver con esas ricas estirpes aristocráticas del círculo cortesano. El segundo duque de Maqueda y Marqués de Elche, casó con doña Inés de Velasco, hija del Condestable de Castilla y Duque de Frías.

Armas de los Cárdenas. Obra de Diego Hernández de Mendoza

Pero que a nadie se le olvide que la línea materna de nuestro personaje, arrastra también mucha solera, y es que Mencía Pacheco, era la hija póstuma del Marqués de Villena, quien entre otros títulos portaba el del Ducado de Escano y el Condado de Xiquena. El padre de Mencía, Juan Pacheco, era a su vez hijo de Alfonso Téllez-Girón y María Pacheco, linajes de reputada consideración, ya que si Alfonso era vástago de Martín Vázquez de Acuña, quien llegó a ser alcalde mayor de Lisboa, además de Conde de Valencia de Don Juan y señor de Castrojeriz (en Castilla), Tábua, Sul, Gulfar y Besterios en Portugal, María Pacheco era la hija del Señor de Belmonte, Ferreira de Aves y Penela, además de alcalde de algunas ciudades portuguesas antes de su exilio, como guarda mayor del rey Juan I de Portugal.

Bernardino tenía en mente algunas obras, como la de una acequia que condujera el agua desde el Azarbe de Monteagudo hacia la ciudad de Elche (Espinar, 2019, 292-293). Del mismo modo, una de las preocupaciones del duque, era asegurar la línea marítima de la franja costera, y eso obviamente implicaba el perímetro de la zona de Tabarca, y es que a pesar de que no hemos podido determinar de manera clara que en la isla se construyera cualquier tipo de obra o se rehabilitara algún hipotético edificio que ya pudiera estar presente, si vemos como el Duque de Maqueda fortificó la costa con torres vigías y refugios y en 1557 levanto el denominado Castillo con amplia plaza de armas en la villa de Santa Pola” (Espinar, 2019, 134).

Genealogía de don Bernardino de Cárdenas y Pacheco

No cabe duda que don Bernardino sabía de la importancia que suponía proteger esa franja de la costa alicantina, por lo que entendió la necesidad de que Santa Pola contara con una fortificación de tales características, estando por ello complementada con otros puntos de defensa, que venían a ser el primer paso hacia una política de afianzamiento de los dominios familiares. No obstante, y a pesar de esas buenas intenciones, la isla no comenzará a contar con una estructura urbanizada y militar hasta entrado el siglo XVIII.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Espinar Moreno, Manuel (2019). Noticias sobre la historia de Elche II. Don Gutierre de Cárdenas y herederos, señores de Elche, Crevillente y Aspe. Libros EPCCM. Granada

martes, 27 de abril de 2021

Les creus a les ermites del nord de Castelló

Segles arrere en moltes ermites del nord de Castelló (com en altres punts de la península), era costum gravar creus en les seues parets per diferents motius, depenent del grau de creença i devoció que es vivia al lloc. Les raons que explicaven la seua presència podia ser diversa, així doncs, per exemple després de l'Edat Mitjana, era normal marcar amb creus aquells llocs sagrats, en els quals era important mantindre la netedat moral d'eixe espai, en considerar-se un entorn carregat d'un elevat pes devocionari. Una de les empleades era la creu triomfal, la qual representa el triomf final i regnat de Jesucrist sobre el món, a més de ser usada com a símbol d'evangelització mundial.

Creus triomfals als Ports de Morella

La creu patriarcal és un altra varietat carregada de simbolisme i que incideix en la Trinitat. Aquesta manté la seua forma, amb l'afegiment d'un travesser menor respecte al principal i que es col·loca per damunt, sent des d'antany un signe amb el qual s'identificava als Arquebisbes.

Com sabem la iconografia de les creus està carregada de molta història, i és que el seu simple disseny és en realitat una representació del punt d'unió existent entre el cel i la terra, a través del eix situat en el centre en al·lusió a l'Axis Mundi (eix del món).

La quantitat de creus que podem veure escenificades en una zona concreta, poden donar-nos informació com la devoció i intensitat amb la qual s'ha viscut la fe en eixe espai, a banda d'una mostra de com arriben a mesclar-se costums i tradicions. La seua finalitat era protectora, doncs hi havia la creença que representant-se en la part exterior d'un edifici, podia espantar-se tot allò dels voltants que puguera resultar perniciós.

Creu patriarcal als Ports de Morella

Les creus funcionaven com a elements protectors que esquivaven el mal, no sols cap a les persones, sinó també per a dins de la llar, i consegüents animals que hi havia en el seu interior, i fins i tot pel que feia a la propietat agrícola en el cas que aquesta s'estenguera pels seus voltants.

Aquests signes, a més de marcar un punt de reunió o convergència veïnal, eren fites sagrades en el moment d'una romeria, com succeïa a les ermites, doncs al voltant de les parets marcades, s'amuntegaven els habitants de les zones rurals, ja que des d'eixe lloc el capellà podia celebrar un ritual de benedicció del terme municipal. Les rogacions i les novenes eren motiu més que justificat per a acostar-se fins a aquestes.

Creu potençada als Ports de Morella

Un altra de les creus que se represtaven molt sovint eren les potençades: les que tenen els extrems en forma de T majúscula o més exactament de potença. Empleades pels templers a les croades, el seu simbolisme és notori, ja que representa a la Creu de Jerusalem, entenent-se com una font de fe i creença que donava una protecció addicional al seu portador.

David Gómez de Mora

domingo, 25 de abril de 2021

Los arrieros picaceños a mediados del siglo XVIII

El Catastro de Ensenada indica que durante el año 1752, en El Picazo vivían 281 familias, de las cuales 21 se dedicaban al oficio de arriero. Lo cierto es que la cantidad comparada con otros municipios es bastante elevada, de ahí que la arriería pudo ser una característica más de la economía local que incentivó la proyección de algunas familias afincadas en este lugar. Además, cabe recordar que tanto aquí como en Sisante, tuvieron un peso importante los empleados en el transporte de mercancías hacia lugares en los que había una demanda garantizada de productos básicos, tal y como era por aquel entonces la producción de vino y trigo, siendo por ejemplo este el caso de la ciudad de Madrid. Hecho que ya nos comenta en su estudio Benedicto Collado, y que explicará como llegaron a medrar socialmente casas de picaceños como la de los Jiménez.

A pesar de haber consultado algunos de los libros parroquiales de la localidad, y que se hallan en el fondo del Archivo Diocesano de Cuenca, resulta imposible no citar el gran trabajo de recolección genealógica efectuado por los hermanos Collado, además del referido libro publicado años atrás por Benedicto, donde su autor trata a lo largo de diferentes apartados, el trascurso de la historia del Picazo desde sus orígenes más remotos hasta entrado el siglo XX. Una obra fundamental de obligada consulta para quien desee indagar sobre cualquier aspecto que concierna a este pueblo.

En el caso que nos ocupa intentaremos analizar la importancia que en ocasiones llegaron a tener las políticas matrimoniales, partiendo del interés en que un oficio se extendiera o estuviese relacionado con el resto de parientes que formaban el núcleo familiar. Los arrieros transportaban mercancías a diferentes lugares que iban desde la misma provincia conquense hasta el territorio levantino o en dirección hacia el interior peninsular. En ese sentido desde El Picazo surgirán una serie de linajes, que acabarán especializándose y transmitiendo el oficio de padre a hijo, a pesar del árduo y sacrificado esfuerzo que suponían aquellas travesías en las que el arriero se desplazaba con su recua por caminos tortuosos, polvorientos y pocas veces no exentos de peligros.

Recordemos que en muchas ocasiones los arrieros no eran simples transportadores de mercancías, ya que ejercían como verdaderos hombres de negocios de la época, es decir, un conjunto de comerciantes que alimentaban las profesiones liberales, con las que creció y se consolidó la burguesía local de tantísimos lugares del país. Con la definición de carreteros, muleros o acemileros podemos ver una misma definición para esta ocupación.

Cabe decir que las caballerías en El Picazo por aquellos tiempos normalmente solían estar tiradas por mulas (si eran caballerías mayores), así como menores en el caso de llevar asnos. El mulo era sin lugar a dudas el preferido por los profesionales de este gremio, ya que era más dócil y soportaba una mayor carga de peso respecto al asno, no obstante podían combinarse en trayectos largos.

El traslado de estas caballerías solía hacerse en forma de cordón o fila india, siendo el primero del grupo aquel animal más dócil y lleno de experiencia, al cual se le cargaba un cencerro o cascabeles para que así guiara al resto del grupo.

En el caso del Picazo, además de mulas y asnos, también se hacía uso de los bueyes, quienes además de las labores agrícolas, se podían emplear para el desplazamiento de carretas. Así pues en 1752 la población contaba con 45 bueyes, de los cuales 38 trajinaban con 16 carretas. Si hablamos de caballería mayor, en El Picazo preferían la mula antes que el caballo. No obstante, aquí la mayoría empleaban el asno.

Escena de un enganche de las encuartas frente al cuartel de Valdenoceda para subir el puerto de la Mazorra aparecida en Crónica de Las Merindades (2011). Imagen: sientepadronesdebureba.wordpress.com

Los Martínez involucrados con este oficio, descenderán mayoritariamente de un mismo tronco genealógico, y que será el representado por Benito Martínez Villena y su esposa Catalina Martínez, surgiendo del mismo diferentes integrantes que se volcarán mostrando su apoyo al bando noble de los Montoya y Villanueva tras los conflictos acaecidos con el paso de los siglos.

Uno de los hijos de Benito y Catalina fue Gabriel Martínez Moya, quien en 1597 celebró sus nupcias con María Saiz, dejando una importante descendencia que llevará este apellido en la localidad. De entre sus familiares destacarán los entronques con la casa de los Jiménez-Granero, como con los Granero-Sevilla, además de los referidos Jiménez, quienes como luego veremos, serán la otra línea principal de arrieros que había en el lugar. Remarcable era la rama de Benito Martínez Villena, involucrada también en el alboroto de los bandos. Dicho personaje fallece en 1696 con pago de 115 misas. Su padre, Benito Martínez Saiz murió como su mujer Ana López, en 1665 con pago de 102 misas.

Tampoco podemos olvidar a Teresa Martínez, mujer de Andrés Jiménez, y cuya descendencia entablará alianzas con los Granero. Teresa (la esposa de Andrés), falleció en 1676 con pago de 226 misas, mientras que su hija de igual nombre y apellido, lo hizo cinco años antes con manda de 200 misas.

Los datos sobre arrieros que hemos podido recoger abarcan el periodo de mediados del siglo XVIII, no obstante, queda claro que no es casual como este tipo de políticas matrimoniales entre dichas familias viene arrastrándose desde mucho antes, lo que partiendo de que por tradición bastantes veces los oficios se acababan transmitiendo de padres a hijos, nos lleva a pensar que muchos de los componentes de estas familias, ya venían ejerciéndolos desde antes de la reseña que efectúa el Catastro de Ensenada, de ahí que no sería descabellado plantear que en algunos casos nos encontremos antes verdaderas sagas de arrieros con varios siglos de historia.

Genealogía de la familia picaceña de los Martínez Villena (elaboración propia). Datos extraídos de la base genealógica de los hermanos Collado

Entre los integrantes de esta agrupación de arrieros, tenemos reseñas precisas gracias al Catastro de Ensenada, de donde extraemos que Pedro Martínez Sevilla tenía tres caballerías menores, así como José Martínez Andrés otras seis de las mismas características. La de su hermano Francisco era de dos caballerías menores, mientras que la de Juan de Olivares se complementaba con una caballería mayor y seis menores. Benito Saiz tenía dos caballería menores, Miguel Parreño cinco de la misma clase y Lucas Martínez Villena una mayor y otra menor.

Otra de las familias dedicadas al oficio era la casa de los Granero, quienes entroncarán en sucesivas ocasiones con los Jiménez. La línea afincada en Alarcón estaba reconocida como integrante de la nobleza local, de ahí que una de sus líneas entroncará con otros linajes del mismo municipio, tal y  como sucederá con los Zapata, Lorca y Velázquez de Cuellar. En ese sentido especialmente destacará la descendencia de Lucas Granero y María Rabadán, y que volverá a reiterarse con otras líneas de Granero asentadas en El Picazo.

Los Granero desde su origen fueron una familia acomodada, que sabrá mantener su posición trascurridos los siglos, pues tal y como ya nos indica Benedicto en 1745, “cuando el Ayuntamiento quiso realizar un reparto entre todos los vecinos para pagar el sueldo del médico, se opusieron los nobles y los más ricos, encabezados por D. Francisco Portillo Pacheco, D. Mateo Jerónimo Villanueva y Francisco Granero Cisneros” (Collado, 2004, 257). Este Francisco que fue alcalde de la población en 1740 y 1747, era descendiente directo de su homónimo y que también ostentó idéntico puesto en la localidad durante 1660, Francisco Granero Cisneros, el marido de María López Agraz, fallecido en 1695 con pago de 132 misas. Descendiente del mismo tronco fue el Licenciado Roque Granero, presbítero de la localidad, fallecido en 1732, con manda de 260 misas.

Sobre Juan Granero, marido de Leonor Benítez, Benedicto Collado nos señala que el 20 de enero de 1637, otorga junto con su esposa, una escritura de censo a favor de la Pía Memoria que fundó Don Diego de Andrade, cura de la Santísima Trinidad de Alarcón.

La familia Granero-Sevilla, es otra de las líneas fuertes que nacerán en la localidad. Sus orígenes documentados a través de los libros de matrimonios, nos conducen hasta Juan Sevilla, marido de María García. A partir de ese enlace comienzan a surgir descendientes que intercalarán la forma Granero, Granero-Sevilla o Sevilla. Entre éstos veremos diferentes arrieros, que mantendrán políticas matrimoniales con gentes agrupadas dentro del mismo gremio.

La vinculación de los Granero con los Muñoz tampoco será un hecho casual, pues la casa de los últimos procedía de Sisante, donde también ejercieron el oficio de transportadores de mercancías, lo que nos hace suponer que ya desde el siglo XVI algunos de los miembros se dedicarían a los mismos quehaceres.

Como decíamos anteriormente, uno de los linajes que entroncó con los Granero fueron los Jiménez, quienes acabarían expandiendo su prole con el trascurso de las generaciones. Éstos en origen nos conducirían hasta Andrés Jiménez Chumillas, nacido alrededor de mediados del siglo XVI en Zafrilla, y que tras casar con Agueda Martínez dejará una notable descendencia que en algunas de sus líneas acumulará bastantes bienes. Siendo ejemplo de ello la casa de los Jiménez Cisneros, y que veremos en la figura de Alonso Jiménez Cisneros y su esposa Ana Granero Muñoz (enlace donde de nuevo se fusionan tres de los linajes que aquí describimos). Juan Jiménez, fallecido en 1702, y marido de María Rabadán, mandó un total de 352 misas.

Otra de las líneas que destacará será la del transportista y comerciante Francisco Jiménez, quien a finales del siglo XVIII alzará una bonita vivienda en la calle San Mateo, dándole si cabe más renombre a su familia. Su hija doña Elvira Jiménez, casó con el que años más tarde fue el alcalde de la localidad. El padre de Francisco (Andrés Jiménez), además de las tierras, también se dedicaba al transporte de mercancías, pues disponía de varios animales para desempeñar su actividad laboral. Así lo refleja el Catastro de Ensenada, cuando nos informa que tenía una caballería mayor y dos menores, sin olvidar la fuerza animal de su hijo Francisco, quien a principios del siglo XIX, poseía cuatro mulas de labor y tres de recua. Andrés Jiménez falleció en 1684 con pago de 156 misas, éste era primo hermano del bisabuelo del mismo Andrés Jiménez, que trabajando como arriero aglutinó una riqueza importante.

Genealogía de la familia picaceña de los Granero-Jiménez y sus asociadas (elaboración propia). Datos extraídos de la base genealógica de los hermanos Collado

Además de los Jiménez, veremos como las familias que entroncan con éstos tampoco se quedaban atrás, pues si Diego García poseía dos caballerías menores, José Lucas tenía tres de la misma clase, así como otros entre los que estaba Alonso Martínez Blanco Granero poseían dos mayores y cuatro menores, o su cuñado Patricio García Granero que tenía cuatro caballerías menores.

Valgan estos datos para reflejar una parte de los intereses económicos que inmiscuyeron a un sector del vecindario de esta localidad, y que sirven para entender mejor la importancia de las políticas matrimoniales en enclaves rurales con una baja presión demográfica, donde los intereses vinculantes con la economía local eran decisivos a la hora de entender las agrupaciones familiares, originadas con el paso del tiempo.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1566-1610). P-2739.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro II de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1611-1666). P-2740.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1666-1684). P-2741.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro IV de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1684-1708). P-2748.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro V de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1708-1734). P-2749.

-Biblioteca Nacional de España. Catastro del Marqués de la Ensenada. Municipio: El Picazo (Cuenca), año 1752.

-Collado Fernández, Benedicto (2004). Picazo, un lugar en tierra de Alarcón. 373 páginas.

-Collado Fernández, Benedicto y Collado Fernández, Ricardo. Genealogías del Picazo. Elpicazo.net

-Gómez de Mora, David (2019). “Los Granero, Jiménez, Martínez y Muñoz del Picazo”. En: davidgomezdemora.blogspot.com

lunes, 19 de abril de 2021

L'escapulari de la Verge del Carme en les terres del nord de Castelló

En localitats marineres la festivitat de la Verge del Carme ha tingut sempre molta importància, sent venerada des de temps antics i motiu que explicarà com la devoció continua mantenint-se, doncs temps arrere, aquesta ja venia demostrant-se amb el lluïment del seu escapulari, i sobre el qual hi ha una llarga història que ens agradaria esbossar.

Pel que fa al seu ús, cal destacar un famós privilegi per als fidels, i que segons diu, permetia al portador aconseguir directament el cel després del dissabte següent a la seva mort, sense necessitat així d'haver d'allargar la seva estada en el purgatori. Una tradició plena de polèmica, ja que el relat beu d'una butlla papal apòcrifa, sobre la que s’ha vingut advertint des de la Santa Seu fa segles.

Igualment, no hem d'oblidar la preocupació que antany existia entre les famílies de localitats amb models socials molt semblants als que hem analitzat en multitud d'ocasions, on la salvació del difunt era una de les màximes prioritats, d'aquí que en el instant de l'últim adéu, la família acompanyava la cerimònia amb una inversió en ingents quantitats de misses, aconseguint així que l'ànima passés el menor temps possible en el purgatori. Sobre aquest tema, els llinatges amb fills vinculats al braç eclesiàstic, així com aquelles que volien segellar associacions matrimonials que els permetessin gaudir d'una capellania per a la formació religiosa d’algun dels fills, van ser qüestions molt a tenir en compte, especialment en territoris on la població catòlica a més de garantir una millora socioeconòmica, estava molt preocupada per obtindre el descans etern dels seus èssers estimats.

Cal recordar que l'escapulari de la Verge del Car
me és una miniatura de l'hàbit carmelita, a més d'un sagrament. Un signe extern de la relació especial, filial i confiada, que s'estableix entre la Verge, Reina i Mare del Carmelo, i els devots que es confien a ella amb total lliurament, i a qui recorren en tota confiança per a la seva intercessió maternal; recordant la primacia de la vida espiritual i la necessitat de l'oració (Vaticà, 2001). Un protector molt venerat que sempre ha alimentat la fe en les persones que patien una greu situació de salut o han arriscant la seva vida en el camp de batalla.

I és que la seva vinculació com a protector ve arrossegant-se des de l'edat mitjana, quan al Prior General de l'Orde del Carme, Sant Simón Stock, es diu que en una de les seves plegaries va veure a la Santíssima Verge, qui portava entre les seves mans un escapulari, i a qui li va dir que “aquest és per a tu i als teus un privilegi: perquè qui ho porti serà salvat de tot". Òbviament, la interpretació d'aquest missatge marcarà un precedent, i explicarà segles després el seu ús per molts milicians en temps de guerres.

En aquest sentit, l'escapulari inicialment era beneït per un sacerdot, que després, i gràcies a la tradició oral que ens ha arribat, veurem com des d'abans de la guerra civil de 1936, ja serà portat per solda
ts del bàndol carlí en aquestes terres.
Més que com a antibales, se li assignarà una funcionalitat
que garantia el descans etern al seu portador en el cas que aquest caigués en el combat, doncs es deia que el guerrer que moria portant-ho escaparia del foc etern.

Està format per dues peces, quedant una de les mateixes sobre el pit del portador, mentre que l'altra a la seva esquena. Ambdues estan unides per dues tires que passen sobre la espatlla i les escàpules (omòplats), part del cos d'on deriva l'etimologia de l'objecte en qüestió.

David Gómez de Mora

Referència:

* Directorio sobre la piedad popular y la liturgia. Principios y orientaciones. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. Vaticano, 2002.

El arrabal de Sant Pere en Vinaròs

A lo largo de los últimos cien años el paisaje de Vinaròs ha cambiado de forma drástica, algo que se irá produciendo paulatinamente a través de la alteración de numerosos elementos arquitectónicos y que por desgracia albergaban parte de la esencia por la que se caracterizó el quehacer diario de nuestros ancestros.

Ni que decir tiene que el aspecto de la franja litoral que quedaría dentro del casco urbano, no tendrá nada que ver con la imagen de la playa que esta localidad poseía siglos atrás. Simplemente basta observar como desde la zona de Aigua Oliva hasta Sòl de Riu se levanta una plataforma acantilada que dependiendo de la zona en la que nos encontremos, irá variando con una mayor o menor potencia. Es por ello que si nos ceñimos a un análisis detallado de esta cuestión dentro de lo que sería la parte septentrional del área urbana (donde entraría el área del antiguo barrio de pescadores), observaríamos como décadas atrás todavía afloraban resquicios rocosos de un antiguo acantilado, fruto de una extinta línea serpenteante conformada sobre salientes y entradas encastadas por cantos rodados, que a pesar de contar con una potencia baja, en algunos puntos ofrecía niveles que oscilaban entre los dos y tres metros de altura.

Sin lugar a dudas ese era el verdadero litoral de Vinaròs, un relieve costero accidentado, del que todavía la cartografía histórica nos ofrece ciertas pistas, además de algún topónimo que la memoria oral ha fosilizado, es el caso de la antigua platgeta del Fart, ubicada en un entrante de lo que hoy es el Passeig de Fora Forat.

Desde el punto de vista geográfico, cabría hacer una serie de distinciones entre lo que sería el antiguo casco urbano, y los barrios periféricos que como arrabales se irán asentando en sus inmediaciones. Es ahí pues donde deberíamos insertar el que se conocía popularmente como de los marineros o Sant Pere, el cual iría experimentado un crecimiento voluntario, pero manteniendo cierto “orden” al adaptarse a las zonas del margen fluvial por donde discurrían una serie de barrancos que influirían en su distribución.

Por otra parte, tendríamos una franja externa adyacente, y que quedaba “fora del forat”, un paisaje de huerta litoral, tan característico de los emplazamientos rurales costeros donde la noria y las balsas eran construcciones características que se acompañaban con sus respectivas casetas de campo, en las que el agricultor se tomaba su merecido descanso debajo del porche. Parcelas separadas por una red de acequias que daban todavía más personalidad a un entorno del que los más mayores todavía conservan buenos recuerdos.

El barrio de los marineros de Vinaròs era una zona modesta, apartado del centro urbano. Encarado hacía el mar, y del que sus moradores vivían simbioticamente. Las casas eran de fábrica simple y muy próximas a la línea de playa.

Respecto al topónimo Fora Forat, sabemos por una referencia que cita Joan Bover, que éste aparece documentado en el año 1773, al darse licencia al Justicia, Procurador y Síndico de la villa para su uso como embarcadero tras haberse estropeado el que tenía la población. Teniendo en cuenta que la etimología se remonta al siglo XVIII, queda claro que su designación es anterior al periodo de las guerras carlistas, hecho que descartaría algunas teorías románticas que buscan vincular su origen toponímico con sucesos posteriores en el tiempo.

Los habitantes de aquel antiguo barrio eran los foriños, moradores de un sector urbano que agolpaba a las familias de marineros, distribuidos entre la zona donde hoy están las calle de San Pedro y las Almas.

La parte que quedaba más al norte de la calle las almas era una franja dedicada a tierras de huerta, donde algunos propietarios poseían sus norias. Un espacio que siglos atrás quedaba fuera del sistema amurallado.

Ese barrio aislado por barrancos y zonas de escorrentía, atesoraba cierta personalidad. Y es que hemos de recordar como desde la antigua calle del barranco (calle de San Pascual), se encajaba una rambla que antaño tenía su desembocadura sellada por una restinga donde el agua quedaba aislada del mar. Una zona de marjal y que le valió el nombre de barranc del Estany.

Intuimos que la evolución de su trama urbana arrancaría a partir del siglo XVII entre el espacio que quedaba sobre los barrancos de la calle San Pascual y una rambla ubicada en la zona de la calle de las Almas, comenzando a levantarse de forma paralela al barranco diferentes casas que rellenando y colmatando ese espacio buscarían una proximidad a su lugar de trabajo. El barrio crecería por naturaleza hacia al norte, dando luego pie a lo que sería estrictamente la calle de las almas, así como una serie de viviendas frontales que miraban de cara al mar, y que harían de avanzadilla, ante la disponibilidad de un terreno que todavía estaba sin urbanizar.

Mientras tanto nuestra hipótesis urbanística nos hace pensar que las residencias pudieron distribuirse hacia arriba de la parte norte de la calle San Pascual y zona sud de un barranquillo que hoy sería la actual calle de San Sebastián, de manera que se iría aterrando la superficie, conectando con la línea de la actual calle de las almas, donde ya se habrían alzado varias viviendas pegadas contra la zona de playa, justo en la parte que quedaba más al norte.

David Gómez de Mora

martes, 13 de abril de 2021

Breves notas sobre los Ramírez de Arellano en Piqueras del Castillo

Entre las familias de la nobleza asentada en Piqueras, una de las que hasta la fecha no teníamos constancia, pero que vemos documentada gracias a un legajo de papeles sueltos de la Parroquia de Piqueras del Castillo, es precisamente la de los Ramírez de Arellano.

Un linaje del que ya hemos registrado reseñas en el vecino Buenache de Alarcón, así como en Valverde del Júcar. Esta información guarda cierto interés ya que por un lado nos aporta datos sobre una línea que desconocíamos en la localidad, además de que confirma el abanico de enclaves en los que esta estirpe se fue moviendo desde tiempos antiguos.


Imagen del escudo de los Ramírez de Arellano. Nobiliario de Diego Fernández de Mendoza, fol. 230

El dato viene por un bautismo del día 31 de enero de 1673 de una hija de Andrés Sánchez de Sotoca y Juana Ramírez de Arellano, quienes figuran como vecinos de este lugar. La criatura recibió el nombre de Inés, naciendo once días antes de la celebración sacramental, siendo sus compadres de pila Juan Cañadas y Catalina Andrés, vecinos de Valera de Abajo, y estando entre los testigos Esteban Zamora y Pedro Mateo, siendo su oficiante don Joseph de Villora.

Mediante nuestros apuntes genealógicos hemos averiguado que la familia de Andrés estaba asentada una generación antes en la localidad de Valera de Abajo, aunque su origen radicaba en la población de La Almarcha, de donde eran naturales Andrés Sánchez de Sotoca y Catalina Moreno. Por otro lado, hemos apreciado entre los vecinos de Piqueras una línea del apellido Ramírez, y que bien podría corresponder con la de Juana, explicando que ella fuese en realidad la parte que vincularía a Inés con este lugar.

David Gómez de Mora


Referecias:

*Archivo Diocesano de Cuenca. Legajos sueltos, carpeta nº3. Sig. P-2604. Piqueras del Castillo. 

La Cofradía de la Virgen del Rosario en Piqueras del Castillo

Poco a poco vamos indagando en aspectos históricos del Piqueras del pasado. En este caso quisiéramos tratar la cuestión vinculante con la fundación de la Cofradía del Rosario, una de las varias que existían en el lugar desde hace muchos siglos, y que ya vemos documentada en el año 1589, a través de una donación de tierras efectuada el 24 de abril, reflejada por el puño del escribano Pedro de Villarreal.

La información la hemos recogido gracias a una transcripción de unas hojas presentes en uno de los legajos sueltos de este municipio, y que se custodian en el Archivo Diocesano de Cuenca. Como decimos se trata de una donación efectuada por Juan de Mingo, vecino de Valera de Yuso, en la que están presentes el Licenciado Domingo Sánchez (cura en ese momento del pueblo), el clérigo Bartolomé Bermejo y el mayordomo de la referida Cofradía y Hermandad de Nuestra Señora de la Virgen Santa María del Rosario, Pedro Ruiz de Alarcón.

En el documento se nos habla de una veintena de fincas que acumulan una cantidad de 31 almudes de tierras de pan llevar ubicadas en el término de Piqueras, y que anteriormente fueron del vecino Juan de Gil, ya difunto, y quien muy probablemente tendría que guardar algún parentesco con el citado Juan de Mingo. Con todo ello se solicita una misa anual el día de esa festividad, así como se recogen el conjunto de propiedades que conforman ese lote.

Ya indicamos hace unos años (2018), que el apellido Gil de Piqueras ha sido uno de los probablemente menos analizado por los estudios genealógicos de esta zona, a pesar de arrastrar un pasado más que interesante a tenor de diferentes cuestiones que desearíamos exponer. En su día W. F. King comentó que era muy probable que la supuesta mujer del que fuera hijo de los Señores de Piqueras del Castillo, Garci Ruiz de Alarcón, dejara su descendencia a través de una integrante de este mismo linaje.

En un primer momento se podría haber pensado que esto no iba más allá de una mera hipótesis genealógica, aunque una vez leído el testamento del clérigo e hijo de los Señores del lugar, quedaba constancia de que así fue. Sobre los Gil sabemos que eran una familia de labradores con posibles y disponibilidad de tierras. Sólo hemos de ver el vínculo fundado por María Gil, y que nosotros creemos que pudo integrarse bajo los bienes de los Cano, o al menos, parte de lo que tenía su familia.

El documento guarda bastante interés, ya que en el se citan bastantes topónimos, algunos de los cuales todavía se conservan. Entre las referencias destacamos “La cañada el molinillo”, “Vallejo la yegua”, “Vallonguillo”, “La vacariza”, “El morrón”, “Fuente el Cuebra”, “La Calera”, “Vallejo hondo”, “El toconar”, “Huerta los cáñamos”, “El calvario”, “El pradillo”, “Llano del morrón”, “Solana de la Saceda” o la “Nava el Cubillo”, entre otros. Salta a la vista que varios de éstos hacen alusión al ámbito de la ganadería y la explotación animal, sector en boga tradicionalmente en el municipio.

Imagen de la Iglesia de Piqueras del Castillo. Imagen: mural.uv.es

Del mismo modo veremos los nombres de algunos vecinos, que al tener tierras lindantes con las del donante, son mencionados a la hora de precisar la ubicación de las fincas, es el caso de Juan Cavero, María Beteta, Martín de Arcos, Juan de Arcos, Pedro de la Orden, Miguel de la Orden, Gil Martínez y Pedro Martínez (en varias ocasiones), Francisco Martínez, Juan Miguel, Juan López hijo de Julián López, Gaspar López, Catalina Lucas, Pedro Saiz, Juan Cano, Martín Ortiz, Matías de la Fuente, Juana Herráiz, sin olvidar algunos miembros del apellido Gil como Francisca Gil y Francisco Gil, o el que en ese momento era Señor de Piqueras, don Luís Ruiz Pacheco. Recordemos que su nombre y apellidos eran los de don Luís Pacheco de Silva y Girón Ruiz de Alarcón, conocido como el quinto Señor de Piqueras, quien casó con doña Juana de Portocarrero y Osorio. Éste era hijo de don Alfonso Girón Ruiz de Alarcón y doña Juana Pacheco de Silva, de quien habría de llevar por delante su apellido. No obstante esto no impediría que en la documentación local fuese designado como don Luís Ruiz. Su tío era el citado cura don García Ruiz de Alarcón, quien dejó descendencia a través de la línea de los Gil.

Resulta interesante la relación familiar entre el mayordomo Pedro Ruiz de Alarcón y el Señor don Luís, ya que eran primos hermanos, además de la mención patrimonial que Juan de Mingo vuelca en la cofradía y que le viene precisamente por un Gil, que dará lugar al apellido con el que entroncará el clérigo don García Ruiz de Alarcón.

Este linaje de cierto nombre a lo largo de la centuria venidera, guardará discreción entre las élites locales. Recordemos que en Piqueras los apellidos por aquellas fechas se intercalaban, de ahí que veremos tanto la línea colateral de los Gil revindicando ciertos derechos, como por otra parte la segundona de los Ruiz de Alarcón, y que hasta el siglo XVIII mostrará con honor todo su apellido solapado.

En cuanto a la advocación de la Virgen del Rosario, decir que aunque la Iglesia lleve por titular a Santiago Apóstol, ésta figura como patrona, apareciendo en el interior de la nave, donde contemplamos un retablo dedicado a la misma.

En Piqueras ya hace trescientos años en el mes de marzo una de las grandes jornadas festivas era la procesión y misa que se efectuaba el día 25, en honor a la Encarnación de Nuestro Señor. Este acontecimiento religioso era pagado por el mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, y del mismo modo, cuando llegaba octubre, justo siempre el primer domingo se celebraba con pompa la fiesta del Cabildo de Nuestra Señora del Rosario, siendo ésta respaldada por los cofrades de dicha agrupación. Para ello se realizaba una procesión, con misa cantada, que al día siguiente finalizaba con un réquiem, y como la anterior corría a cuenta del mayordomo.

David Gómez de Mora


Referencias: 

*Archivo Diocesano de Cuenca. Legajos sueltos, carpeta nº3. Sig. P-2604. Piqueras del Castillo. 

*Gómez de Mora, David (2017). “Las fiestas de Piqueras del Castillo hace más de 300 años”. En: davidgomezdemora.blogspot.com 

*Gómez de Mora, David (2018). “Las élites locales de Piqueras del Castillo siglos atrás. Notas personales y apuntes genealógicos”. En: davidgomezdemora.blogspot.com 

*King, Willard. F. (1970). “La ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 19, Nº1 (1970), 49-86 pp.

domingo, 11 de abril de 2021

Les creus de romer

Antigament en la zona del nord de Castelló, era habitual veure a les portes de corrals i habitatges, diferents amulets o elements protectors que salvaguardaven als seus inquilins de perills que aguaitaven els quefers diaris d'una societat rural, profundament forjada en els valors del treball, la religió i la tradició.

Quan arribava la quaresma, era freqüent que en els accessos dels corrals i cases es clavaren creus de romer, doncs el seu propòsit era el de protegir els animals que habitaven el seu interior, perquè així aquests no arribaren a patir malalties, de la mateixa manera que els propietaris que habitaven eixes llars. També, i durant Setmana Santa, aquest tipus de creus es deixaven veure en els horts i camps, tot això amb la finalitat de garantir una collita fructífera, davant el risc de pedregades sobtades, tan característiques del nostre clima.

Dir que en el cas de Peníscola antany les bótes en les quals es guardava el vi se desinfectaven i aromatitzaven amb romer. D'altra banda, a la comarca dels Ports, els apicultors col·locaven els ruscos prop de zones en les que abundava aquesta planta, per a així obtindre la preuada mel de romer.

Com déiem anteriorment, les creus de romer eren un element vinculat amb el bestiar, ja que la cria de ovelles, cabres, vaques i bous era la font d'ingressos d'aquesta gent, raó per la que no s'escatimava en esforços que garantiren una bona salut als animals de l'explotació. Doncs el perill que suposava la visita d'un llop o una rabosa dins del corral, era motiu més que suficient pel qual els propietaris col·locaven una creu de romer que segons la creença servia per a espantar-los.

Imatge: creu a la porta d'un mas del terme municipal de Morella. Foto de l'autor

De la mateixa manera el seu ús pseudoveterinari estava estés per tot el territori. En aquest sentit, la saviesa d'alguns pastors relacionava el poder curatiu del romer com a aliment per a les ovelles, amb la finalitat d'evitar trastorns hepàtics, encara que cal afegir que un abús podia comportar problemes greus en la salut de l'animal. D'altra banda, hi ha qui utilitzava aquesta planta aplicada en forma de cataplasma per a curar contusions i torçades en cavalls. Entre els caçadors existia el costum de donar flors picades de romer com a aliment als furons, que en ficar-se dins dels caus, podien resultar enverinats al mossegar gripaus.

Amb tot això queda clar com el romer per la seua abundància i multitud d'usos, des de temps històrics va ser una planta vista amb molt bons ulls, tant per llauradors, pastors i ramaders, que ja van associar simbiòticament la seua capacitat protectora espiritual amb la dels seus usos medicinals, explicant conjuntament la presència d'aquestes creus en moltes de les finques del nostre territori.

David Gómez de Mora

domingo, 4 de abril de 2021

Doña Isabel Sánchez de Pisa

Uno de los personajes más destacados del Villarejo de la segunda mitad del siglo XVI y sobre quien se ha escrito muy poco, será la esposa de don Perafán de Ribera, Señor de Villarejo de la Peñuela, Cabrejas y Valmelero. Parada (2010, 103) ya nos informa de que ésta era hija de Hernando de Cuenca (Sánchez de Cuenca en otros documentos), y doña María de Pisa, originaria de Almagro.

Doña Isabel fallecía el 29 de mayo de 1564, con una serie de mandas propias de una persona vinculada a la nobleza acomodada. Solicitó misas con novenario, letanías, y vigilia diaria con presencia de ocho clérigos. En total mandó medio millar de éstas, un centenar por la memoria de sus padres y las 400 restantes por su alma. Todo sin olvidar la clásica ofrenda de pan, vino y cera sobre su sepultura que se había de producir de forma permanente, con misa de rogativa los domingos.

Ahora bien, ¿qué sabemos realmente sobre los Pisa?. Al respecto, Parello aporta datos de interés (1999), indicándonos que se trataba de un linaje judeoconverso almagreño, que durante el siglo XV parte su tronco de don Juan Rodríguez de Pisa. Personaje que dejará una nutrida descendencia, y de la que muy probablemente procederá la referida Señora de Villarejo. Veremos como la familia ya comienza a moverse por la Alcarria Conquense desde inicios del siglo XVI, así sucederá con Manuel de Pisa, de quien Parello (1999), nos informa que era bachiller en leyes, teniendo entre sus hijos a un Juan Rodríguez de Pisa, quien fue vecino de Cuenca, además de Regidor, guarda mayor y procurador, o García de Pisa, regidor de Huete. Otro hermano de Manuel fue Miguel de Pisa, quien tendrá por hijo a Julián de Pisa, abogado en Huete por las mismas fechas.

Atributos heráldicos de los Cuenca-Pisa de Huete

Como tan acertadamente define Velasco (2013, 250) en su artículo dedicado a la historia de las generaciones iniciales de este clan, veremos como se nos informa de que “las primeras noticias que tenemos de la familia Pisa nos trasladan a las últimas décadas del siglo XV en Almagro. Prontamente los vemos actuar sobre tres ejes que les permitían influir en su entorno: la riqueza de sus negocios vino acompañada por una progresivamente mejorada posición, primero económica (que permitiría estudios universitarios y un temprano control de oficios municipales mediante la venalidad de cargos) y después social, basada en relaciones de parentesco. Posteriormente, entraba en juego la vinculación de bienes de sus grandes fortunas y posesiones raíces, que se había aprobado en Toro en 1505, oportunidad jugosa que se ofrecía perfectamente a hacer pensar, con el tiempo, que esos vínculos se poseían por nobleza; en especial si se completaba con otras estrategias que ayudaran al prestigio y distinción del linaje (como la fundación de patronatos con beca o capellanías, u obras pías con una renta asignada para segundones y sobrinos, a veces con normas muy estrictas sobre el orden y condiciones de los beneficiarios). Por otro lado, la política matrimonial –especialmente de las hijas– fue el eje axial de las estrategias familiares, pues permitían establecer relación con otros linajes con intereses comunes, adaptados a las necesidades de cada momento (grandes propietarios con ambiciones nobiliarias, familias empobrecidas de la oligarquía, concentración patrimonial mediante matrimonios consanguíneos…)”.

El linaje sigue un patrón clásico de proyección si nos atenemos a sus orígenes, donde normalmente comenzamos con un primer personaje perseguido o sentenciado una vez muerto, en donde no hay rastro de ninguna nobleza como la que posteriormente la familia acabará invocando con tal de promocionar su nombre, y esconder un pasado que a los ojos de la época era algo sumamente deshonroso. Así pues, sobre el progenitor que tenemos referenciado, se nos dice que Juan Rodríguez de Pisa, que había muerto en 1461, fue condenado y penitenciado por la Inquisición, acusado de herejía, en 1485. Este hecho trastocaría para siempre la vida de sus descendientes, que trataron de ocultarlo por todos los medios” (Velasco, 2013, 250). A partir de ahí, y como solía ser habitual, la familia al disponer de posibles y una buena red de contactos, comenzaría a gestar un conjunto de políticas matrimoniales endogámicas que siempre les solían resultar beneficiosas, manteniendo así su estatus y conseguir ir medrando con el trascurso de las generaciones. Obviamente que una mujer como doña Isabel casara con el Señor de Villarejo, es una prueba más que refleja en qué esfera social se movían lo Pisa por aquellas fechas, y es que como bien ha definido la autora anterior en su título sobre el estudio de este linaje, los Pisa pasarán de financieros, a convertirse en miembros de una nobleza titulada que los emparentará con muchas de las grandes casas de una aristocracia, pero sobre las que muy sabidas eran las manchas judeoconversas que arrastraban bastantes de sus integrantes.

Sobre el padre de doña Isabel también hay poco que añadir, y es que los Cuenca eran por aquellos tiempos un linaje bien aposentado en la ciudad de Huete, con unas tachas muy similares, ya que igualmente procedían del mundo judeoconverso, tras haber ennoblecido y mutado sus atributos socio-religiosos durante el siglo XV. “Tuvieron capilla y enterramiento en la parroquia de San Nicolás de Almazán, con escudo de armas en que se veía un cáliz bajo veneras y un águila dorada” (Parada, 2010, 103).

David Gómez de Mora

Bibliografía:

* Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de defunciones (1557-1578), Sig. 113/13, P. 2124

* Parada (de) y Luca de Tena, Manuel (2010). “Naturales y vecinos de la ciudad de Huete que pasaron a Indias durante los siglos XV y XVI”. Revista de la CECEL, 10, 2010, pp. 91-134

* Parello, Vincent (1999). “Sociología conversa en los siglos XV y XVI: La dinámica de las familias manchegas”. Sefarad Vol. 59, Fasc. 2 (1999)

* Velasco Tejedor, Rocío (2013). “De financieros judeoconversos a nobleza titulada. Las estrategias de ascenso social de la familia Pisa (siglos XVI – XVII)”. Historia y Genealogía Nº3 (2013), pp. 243-261

jueves, 1 de abril de 2021

El testamento de doña Ana de Sandoval

El 10 de noviembre de 1625 redactaba enferma y ante la inminente llegada de su muerte, las últimas voluntades una de las personalidades más destacadas de Villarejo que vivió a caballo entre finales del siglo XVI y las primeras décadas de la centuria siguiente. Se trataba de doña Ana de Sandoval, esposa del ya fallecido don Perafán Coello de Ribera.

Su única hija y heredera será doña Isabel Coello de Sandoval y Ribera, quien casó con su primo segundo don Agustín Coello de Ribera, éste hijo de don Pedro Coello de Ribera y doña Juana de Acuña y Sotomayor.

Sabemos que el escribano que plasmará sus peticiones será Martín Sánchez o Sainz, miembro de una familia que destacará de manera ininterrumpida entre los habitantes del lugar. Doña Ana solicitó ser enterrada en la Iglesia Parroquial de San Bartolomé Apóstol de la localidad, más concretamente en lo que sería la tumba familiar, es decir, en la capilla mayor.

Cruz de Villarejo de la Peñuela. Imagen: Raúl Contreras

Sus mandas sumaban un total de 1100 misas, las cuales se repartirán entre 800 (de las que 2/3 se habían de decir en los Monasterios de Santo Domingo y San Francisco de Huete, junto con el de las Descalzas Carmelitas de la villa de Uclés), otras 200 irán a parar a las ánimas de sus difuntos padres y marido, y las 100 restantes para las almas del purgatorio.

Genealogía de la familia Coello de Ribera

Entre los familiares que se citan veremos el nombre de su hermano, don Gaspar de Sandoval, y quien parece ser por aquellas fechas residía en Huete. Doña Ana fue agradecida con sus criados, por ello cita a dos en el testamento: Pedro de la Cruz (quien recibe 1000 reales) y Margarita de la Blanca (a quien otorga 800 reales).

Entre sus voluntades llama la atención la construcción de un humilladero que se alzaría en la villa de Valparaiso de Abajo. Indicándose que había de poseer unas dimensiones de diez pies cuadrados estando acompañado por la Imagen de Nuestra Señora de la Misericordia.

David Gómez de Mora


Referencia:

* Archivo Histórico de la Nobleza. Priego, C.2, D.45. Traslado documental del 29-5-1716

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).