domingo, 27 de febrero de 2022

La isla de Tabarca y el ocio de los Cárdenas

Que la isla de Tabarca era un espacio de ocio cinegético para la familia Cárdenas, (especialmente entre los siglos XVI y XVII), es una cuestión que queda documentada a través de la crónica de Vicente Biendicho. No obstante, surgen preguntas sobre los hábitos de aquella alta nobleza de la época, como la de si estaba permitido el uso de armas de fuego en determinadas zonas y círculos sociales, o de qué forma se desempeñaba el desarrollo de una jornada de campo de estas características.

Sabemos por ejemplo que en Castilla durante la primera mitad del siglo XVI, la prohibición del uso de armas de fuego en este tipo de acontecimientos fue una realidad, tal y como lo revelan diferentes ordenanzas de la época.

Durante esta centuria el arma más empleada era la ballesta, la cual como sabemos siguió teniendo una difusión muy amplia en época posteriores, especialmente por ser mucho más económica, menos pesada que los mosquetes y con un mecanismo menos complejo a la hora de emplearla.

El día que se desempeñaban estas actividades, el señor de la isla evidentemente no iba solo, pues el peligro que acarreaba el distanciarse de una costa infestada de piratas berberiscos, era algo por desgracia muy conocido por aquellos marineros que salían a faenar rutinariamente, por lo que como era habitual, estos partían acompañados por un numeroso séquito de nobles, guardias y ayudantes que llevaban sus rehalas, gracias a las que la jornada podía rematarse de forma satisfactoria. No cabe duda de la presencia de personas en estos acontecimientos, cuando leemos que Vicente Biendicho menciona como el día que el Duque perdió uno de sus perros, mandó un total de 24 hombres únicamente para que se encargasen de buscarlo.

Las rehalas son el conjunto de perros que se adiestran y preparan para el desarrollo de monterías, y entre las cuales veremos cómo las razas preferentes son las de galgos y podencos, aunque dependiendo de la región a la que nos dirijamos, llegarán incluso a precisarse tipologías concretas, por las mejores prestaciones que ofrecen a los cazadores para un terreno determinado.

Isla de Tabarca (foto del autor)

Su labor es la de caza en equipo, al estar preparados aprovechando sus capacidades visuales, auditivas y de olfato para detectar presas. Imaginamos que la cantidad de perros empleados en estas jornadas podría superar perfectamente las varias decenas.

Seguramente Bernardino de Cárdenas cazaría con ballesta, pues como decíamos anteriormente, las armas de fuego estarían prohibidas en este tipo de actividades hasta el siglo XVII. De la misma forma, tampoco cabe olvidar que no siempre se podía cazar, especialmente durante el periodo que comprendía la cuaresma hasta la llegada del verano. No obstante, las elevadas temperaturas, y el calor que se alcanza durante la estación estival en esta zona, hacían inmediatamente mella, por lo que se esperaba a la llegada del otoño y el invierno, como la temporada idónea para emprender las partidas. Igualmente, en época de nieves, estaba también prohibida la caza de conejos y liebres. El motivo se debía a que bajo estas condiciones climatológicas los animales estaban más limitados, no obstante este problema rarísimas veces se podía haber dado en una isla, donde la nieve como sabemos es algo inaudito.

El historiador Escolano dice a principios del siglo XVII de este lugar que: “la Isla Planesa, por la llanura que tiene, como arriba se dijo; que es tanta, que convida a los amigos de caza de conejos, pasen a ella en barcos, por los muchos que engendra y por ser tan tratable y llana”.

Durante los siglos XVI, XVII y una parte del XVIII, la isla funcionó como un coto natural, garante de calidad por sus casi 30 hectáreas de extensión deshabitadas. Un territorio prácticamente llano, y que solo gana algo de altura en la zona que se conoce como “el campo”, es decir, el área que hay a las afueras del núcleo urbano, y donde en el mejor de los casos se alcanza una altura levemente superior a los 15 m.s.n.m., sin existir ningún accidente en el terreno, por lo que la pendiente es continuamente leve, y por tanto la visual de tiro mucho mayor.

Las piezas demandadas eran conejos y liebres, que vivían de forma permanente en este hábitat, cavando madrigueras y aprovechando los recodos que les brindaba el bajo matorral del entorno,  que como es de suponer, antes de que se antropizara el medio, cubriría buena parte de la isla. La producción cinegética del lugar queda reflejada en la descripción realizada por Vicente Biendicho, cuando recordaba las 150 presas logradas en dos días por el Duque de Maqueda, por “la mucha y abundante caza que hay de conejos, que se ha visto en dos días cazar los lebreles”

La caza menor en Tabarca se vería fuertemente favorecida por el escaso espacio sobre el que los animales podían moverse, además de la ausencia de masas arbóreas, y la regularidad de un terreno prácticamente llano, lo que permitía buenos lances a una mayor distancia.

Por aquellos tiempos las ballestas, dependiendo de su tamaño, podían tener una potencia de disparo que impulsaba el proyectil varios centenares de metros, no obstante, sería en los primeros treinta, en los que el cazador tenía mayores posibilidades de abatir a la presa. Teniendo en cuenta que la isla en las partes más anchas puede cubrir una distancia que no va más allá de trescientos y pico metros, junto con una longitud de la isla principal que no sobrepasa los dos kilómetros, partimos pues de un conjunto de características ventajosas que promovieron este tipo de actividades de forma continua en su interior, al funcionar como un reservorio natural.

David Gómez de Mora

 

Bibliografía:

* Biendicho, Vicente (1640). Crónica de Alicante

* Escolano, Gaspar (1610-1611). Década primera de la historia de la insigne y coronada ciudad y Reyno de Valencia

La religiosidad en la isla de Tabarca. Apuntes de interés a través de la obra de Armando Parodi

Entre los estudios que recogen una mayor cantidad de información referente a la isla de Tabarca, además de las ya conocidas tesis de González Arpide y posteriormente Pérez Burgos, no podemos olvidar la recolección de datos que desde una perspectiva historiográfica presenta Armando Parodi en su “Crónicas de Nueva Tabarca”.

Un trabajo de enorme riqueza etnográfica y publicado por el Ajuntament d’Alacant hace unos años, y en el que a lo largo de sus más de 400 hojas, el autor realiza un viaje en el tiempo, indicándonos aspectos interesantes, así como diversas cuestiones, vinculadas con los quehaceres diarios de una sociedad isleña, que por lo que respecta a nuestro caso, nos interesa especialmente desde la perspectiva religiosa.

Aquellos que ya conocen los varios artículos que hemos redactado sobre esta temática, saben que llevamos cierto tiempo estudiando para una mejor comprensión, la parte tocante en lo que concibe a la mentalidad de los pueblos marineros como el referido, así como el peso de la fe en su forma de vida y consiguientes tradiciones que con el trascurso de los años han ido evolucionando entre sus gentes.

En esta ocasión quisiéramos tratar monográficamente, aquellas menciones de interés que vemos en la obra de Parodi, y que a continuación vamos a comentar:

Nada más llegar a la isla, muchos curiosos que observan con detenimiento la zona de desembarco, puede llamarles la atención los restos de lo que era su viejo cementerio, del que se conservan unos escasos cimientos, que señalan su antigua ubicación en las proximidades del muelle. Igualmente, no muy lejos de ahí, sin necesidad de introducirse todavía en el casco urbano de la isla, en la franja de costa que mira hacia el este, vemos como en la roca de la playa se aprecia una hornacina excavada, que los nativos denominan como “la purissimeta”, y de la que Parodi (2018, 67) nos relata que fue colocada por un fraile hace poco más de un cuarto de siglo.

Las raíces católicas de Nueva Tabarca arrancan desde antes de que el lugar se poblara, cuando los antepasados de aquellos primeros habitantes de la isla, y que a pesar de su desamparo en medio de la costa de Berberia, estaban vinculados espiritualmente con el Arzobispado de Génova. Posteriormente, y desde el momento en el que sus gentes residirán en la isla alicantina, Parodi (2018, 99) indica que por lo que se refiere al ámbito eclesiástico, esta dependerá de la Diócesis de Orihuela.

Illa de Tabarca (foto del autor)

Como tan acertadamente define el autor (2018, 135), “la profunda religiosidad de los cautivos tabarquinos fue su tabla de salvación. Y lo fue en un doble sentido: la propia fuerza de su fe, fortalecida por la atención espiritual del padre fray Juan Bautista Riverola, antiguo cura de la tunecina Tabarka de la orden de los Agustinos, cautivo como uno más; y las cartas que escribiera el padre fray Bernardo de Almanaya, basadas en las misivas del padre Riverola”.

Por desgracia la guerra incivil diezmó el archivo de la bonita iglesia de estilo neoclásico que se alzó en la isla durante el siglo XVIII. Un daño irreparable, puesto que sus volúmenes eran los únicos testimonios que nos relatarían con detalle a través de sus libros de fábricas, cofradías y festividades religiosas, como era la vida en el lugar hace hace poco menos de 100 años atrás .Todo ello sin olvidar los actualmente tan demandados libros sacramentales, con los que se puede analizar a fondo las relaciones sociales y genealógicas de sus habitantes, las cuales como sabemos por los datos que nos permiten despejar las partidas del registro civil conservadas, eran notablemente cerradas y endogámicas. Algo propio de cualquier sociedad isleña en la que se han configurado una serie de características socio-económicas, que sumadas al propio distanciamiento geográfico del lugar, incrementan si cabe este tipo de alianzas entre familias de marineros del mismo municipio.

Tal y como ya se comenta en la referida obra, la Semana Santa es sin lugar a duda una de las fechas cumbres del calendario religioso de los tabarquinos, y que como ya indicaba González Arpide, cogía fuerza con la llegada del Jueves Santo, cuando se desarrollaba la procesión del Nazareno y de la Dolorosa. Parodi (2018, 141) nos comenta que “hasta 1936, en Viernes Santo se efectuaba un Vía Crucis a las tres de la tarde, que transcurría hasta la plaza mayor y que, tras la Guerra Civil fue sustituido por un segundo Vía Crucis en el interior de la iglesia”. Finalmente, llegado el Domingo de Resurrección, se doblaban las campanas, realizándose el encuentro de las imágenes, para luego volver al templo y dar por finalizada la celebración religiosa. Como sucederá en estos actos, en las jornadas festivas de San Pablo y San Pedro, los mayordomos de la cofradía y vecinos del lugar se encargarán de sacar las respectivas imágenes. La importancia que para un pequeño pueblo que siempre ha tenido que encomendarse a Dios como resultado de una vida marinera tan dura y peligrosa, todavía se refleja en cada uno de los rincones de sus calles. Los diversos hagiotopónimos con los que se han bautizado diferentes espacios del lugar, son solo un testimonio más.

De la misma forma que presenciaremos en otras tantísimas localidades de nuestro litoral, el día de la Virgen del Carmen se sacaba su imagen para trasladarla en una embarcación, realizando una procesión alrededor de la isla, y que finalmente, en el momento de devolverla al templo, se cerraba con una misa y responso por las ánimas de aquellos pescadores fallecidos, y que por desgracia seguramente en los desaparecidos libros de defunciones del siglo XIX, nos aportarían mucha información sobre una problemática tan común, como la del riesgo y muerte de quienes faenaban contra una naturaleza imprevisible y que a tantos inocentes engulló en sus entrañas. Es precisamente en el momento de la celebración de esta festividad, cuando los tabarquinos arrojaban flores junto a la zona del cementerio, en recuerdo de aquellos pescadores muertos en sus aguas.

Al respecto, todavía queda palpable en el recuerdo de muchos pescadores ancianos de esta área, la historia que relata como durante las jornadas del día 1 de noviembre, y especialmente la mañana siguiente (día de los fieles difuntos), no estaba bien visto que ninguno saliera a faenar, pues estaba extendida la creencia de que las almas de aquellos que habían fallecido ahogados y su cuerpo no se había recuperado, iban vagando por las aguas durante esos días.

David Gómez de Mora


Referencia:

* Parodi Arróniz, Armando (2018). “Crónicas de Nueva Tabarca”. Ajuntament d’Alacant. Publicacions Universitat d’Alacant, 485 pp.

jueves, 24 de febrero de 2022

Apuntes de geografía urbana de Saceda del Río y Carrascosilla. Hipótesis sobre su núcleo primigenio

A lo largo de estas tierras podemos ver diferentes poblaciones cuyo núcleo embrionario obedece a diferentes motivos, así pues, enclaves como Saceda del Río o Carrascosilla se adaptan a un camino o ruta. Otras como Verdelpino lo harán sobre una trama planificada siguiendo los cánones del urbanismo romano que tan en boga estuvo con las fundaciones ex-novo que pretendían reforzar su posición en tiempos de la reconquista, como de la misma manera sobre viejos núcleos urbanos, en donde ya existirían fortificaciones previas, y que se adaptaron a los nuevos usos de un momento en el que lo importante era aprovechar al máximo cualquier espacio heredado que permitiera una instalación rápida de sus gentes, todo con tal de organizar y asegurar el control de ese punto.
 
Ni que decir como de importante fue el origen cristiano de muchos de estos pueblos, en donde el factor estratégico y militar fue el principal argumento con el que se reorganizaba el marco espacial recuperado a los musulmanes. Estos municipios eran zonas rurales que a pesar de su escasa dimensión, estaban en un lento pero continuo cambio, una especie de crecimiento orgánico que poco a poco permitiría la expansión de arrabales o barrios que iban distanciándose de ese espacio originario.

No obstante, creemos que esto no siempre sucedería, ya que había localidades cuya ubicación junto a una zona de paso, era motivo más que suficiente para promover su asentamiento, aunque no se dispusiera de elementos funcionales desde la perspectiva militar. Creemos que dentro de este grupo podemos englobar los casos de Saceda del Río y Carrascosilla.

Hipótesis sobre el núcleo urbano primigenio de Saceda del Río (sigpac)

Factores naturales como barrancos, pendientes prolongadas y la disponibilidad de vías de comunicación, marcaron el rumbo de muchos de esos pueblos. La simplicidad desde la perspectiva de la investigación que nos ofrecen los asentamientos humanos que luego se convierten en pueblos pegados a caminos, se manifiesta en una evolución homogénea que se prolonga a lo largo de ese eje, con tal de cumplir su demanda demográfica.

Saceda del Río (vuelo americano -serie b, 1956/1957-). Instituto Geográfico Nacional

Saceda era una población-camino, tal y como parece demostrarnos su trama. Un punto estratégico, que como Carrascosilla, la arqueología nos recuerda su papel como área de extracción de lapis specularis en época romana. No obstante, estos espacios no siempre dispusieron de facilidades para llevar a cabo una presencia permanente. Solo hemos de ver los problemas de despoblamiento que ya desde el siglo XVII se documentan en Carrascosilla, para entender que el posicionarse junto a un vial, no era siempre un seguro de vida con el que mantener mejor comunicado un asentamiento humano. Obviamente aquí entraría la calidad de ese circuito, como de los puntos conectados con el mismo, lo cual como sabemos en este último caso fue uno de los principales desencadenantes que llevó a su desaparición.

Por norma general la iglesia siempre se alzaba en una zona elevada de esa superficie, hecho que comprobamos también en ambos sitios, y a partir de la cual se esparce de forma lineal y paralelo a ese camino de acceso el parcelario urbano de la localidad. Podríamos decir por tanto que el edificio religioso y la orientación del camino que los comunica, es sobre el eje director a partir del que irán creciendo municipios de estas características.

Hipótesis sobre el núcleo urbano primigenio de Carrascosilla (sigpac)

Carrascosilla (vuelo americano -serie b, 1956/1957-). Instituto Geográfico Nacional

David Gómez de Mora


Apuntes de geografía urbana de Caracenilla. Hipótesis sobre su núcleo primigenio

Una acertada interpretación de un plano urbano o fotografía aérea, aporta muchos elementos a favor de la reconstrucción de un lugar, pues nos permite entender su proceso de crecimiento o que configuración se ha desarrollado en el pasado, además de las diferentes fases de crecimiento vividas en ese sitio. La orientación de las calles y su parcelario, al fin y al cabo son una especie de pruebas arqueológicas que nos explican la relación de las gentes de ese lugar con los principales edificios del municipio.

Desde luego que el diseño urbano es un elemento a tener en cuenta para apreciar que tipo de planificación se adopta en un lugar concreto. La disposición interna de las viviendas, motivada tanto por factores exógenos u endógenos, junto con la disposición del relieve sobre el que se habrían de adaptar estos enclaves, es igual de importante a la hora de representar correctamente las ideas esgrimidas durante la vida primigenia de la baja edad media en muchos de estos municipios que estamos tratando en estos artículos. Incluso aunque hablemos de zonas de escasa densidad demográfica, apreciaremos como puntos preferentes que condicionarán socialmente a sus pobladores, son importantes, sin olvidar además el factor cultural de sus gentes.

Hipótesis sobre el núcleo urbano primigenio de Caracenilla (sigpac)

En Caracenilla nos encontramos ante un lugar con una particularidad paleogeográfica que merece nuestra atención. Por un lado la planta primigenia del municipio se halla en un punto escasamente accidentado, "cerca" de la vega del río mayor, no obstante, cabe decir que esa simplicidad se ve truncada por la alternancia de una serie de antiguas escorrentías que proceden desde su área trasera montañosa, y que de manera natural marcan unas pautas de instalación, y que no será hasta el paso del tiempo y a medida que la cantidad de habitantes crezca, cuando se habrán de acondicionar espacios adyacentes para la expansión de sus arrabales, en los que estos accidentes naturales comenzarán a desfigurarse.

Caracenilla (vuelo americano -serie b, 1956/1957-). Instituto Geográfico Nacional

Creemos que el entorno que queda debajo de la plaza, y que circula junto al puesto donde hallamos la iglesia parroquial, es donde posiblemente se crearía el núcleo que poco a poco fue ampliándose hacia sus laterales, tal y como nos hace intuir la distribución y forma de su parcelario. Todavía a día de hoy la zona que queda trasera a la iglesia, como especialmente la misma calle de la chopera, son testimonios de esos condicionantes naturales medievales de los que poco o casi nada se ha conservado.

David Gómez de Mora


Apuntes de geografía urbana de Villarejo de la Peñuela. Hipótesis sobre su núcleo primigenio

Toda población con su viario urbano se convierte en una especie de ser vivo que va cambiado y adaptándose a las circunstancias del momento, debido a la interacción de variables internas de tipo social y económico que obligan por cuestiones demográficas a la búsqueda de nuevas viviendas en las que instalar a sus habitantes.

Como suele ocurrir en muchos ámbitos de la investigación, el geógrafo no siempre llega a comprender qué ha ocurrido en un determinado espacio. Es por ello que esta labor detectivesca de intuir cómo pudo ser el aspecto en el pasado de un lugar concreto, se convierta en una pregunta controvertida de responder hasta que aparezcan datos que desde la arqueología o un análisis del parcelario urbano, nos sirvan para interpretar algo más.

Hipótesis sobre el núcleo urbano primigenio de Villarejo de la Peñuela (sigpac)

Cuando se trata un tema de esta índole, apreciamos como la geografía social tiene mucho que decir aunque sea desde un prisma simplista, al menos para entender el conjunto de decisiones tomadas en ese sitio, así como las limitaciones económicas que dieron pie a una ordenación territorial que implique de lleno el modelo productivo del mismo.

El caso que nos ocupa, nos muestra un núcleo rural en donde el motor de la actividad laboral se ha movido mayoritariamente entre el ámbito de la agricultura y la ganadería. Un sistema bastante homogéneo, donde veremos casi siempre un mismo patrón, como la falta de vías de comunicación de calidad.

Villarejo de la Peñuela (vuelo americano -serie b, 1956/1957-). Instituto Geográfico Nacional

Villarejo de la Peñuela es una localidad con uno de los señoríos más antiguos de esta franja del territorio conquense, y cuyo emplazamiento puede responderse desde un reaprovechamiento de un hábitat anterior, ya que a pesar de carecer su posición de una accidentalidad del terreno que le otorgue ciertas garantías, veremos como desde los bordes de la peñuela o loma que muy posiblemente dará su nombre al municipio, se irá extendiendo el parcelario urbano, que de este modo quedará delimitado por el trayecto de dos senderos que la misma erosión acentuará, y que durante épocas de estiaje funcionarán como meros caminos, pero en momentos de precipitaciones como dos escorrentías que marcarán perfectamente el espacio habitado por sus gentes. 

Si a ello le añadimos que hacia el flanco este circula el arroyo de Cabrejas, tenemos pues un enclave que a pesar de no gozar de una defensa imponente, tenía al menos en ese llano fértil, un punto de cierta comodidad para trabajar la tierras, que muy posiblemente se vería defendido por alguna especie de construcción, y que creemos posicionar en el espacio en el que luego sus señores mandarán la construcción de su residencia palaciega, y de la que todavía quedan escasos vestigios que nos hablan del porte de su planta.

Es desde esta base como nosotros presentamos una interpretación del territorio villarejeño en tiempos posteriores a la instalación cristiana, del que quedan muchas cosas por esclarecer, especialmente en lo que concierne a su evolución y donde las cotas de las curvas de nivel, nos parecen señalar una planificación que acordonaba su núcleo primigenio, en el que el espacio delimitado por esa pequeña loma, parapetaría su parte central, y que en dirección hacia el arroyo de Cabrejas iría buscando su asentamiento natural.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

Apuntes de geografía urbana de Piqueras del Castillo. Hipótesis sobre su núcleo primigenio

Como ya comentábamos anteriormente, la escuela alemana marcó unos parámetros en los que la geografía de un enclave no puede ir disociada del hombre, así Ratzel presentó a finales del siglo XIX su idea sobre lo que el entenderá como el campo de la antropogeografía, además de otros autores como el geógrafo alemán Otto Schlüter, quien plantea las ciudades como paisajes culturales.

Años después vendrán las corrientes francesas para complementar esas metodologías que enriquecerán más si cabe un campo de la investigación sobre el que estábamos presenciando sus primeros pasos.

La convergencia de aspectos históricos y económicos en un lugar, serán la clave para comprender el desarrollo de cada entorno por el que nos deseemos interesar.

Hipótesis sobre el núcleo urbano primigenio de Piqueras del Castillo (sigpac)

Así pues, en pequeños enclaves como los del territorio conquense, presenciamos un evidente componente de economía primaria, donde las viviendas de labradores se suelen acompañar con un espacio adicional para el cuidado del ganado, con corrales y estructuras auxiliares que como veremos en muchas ocasiones se integran dentro de esa trama urbana desde una fase primaria.

En el caso de Piqueras del Castillo se aprovechará las prestaciones defensivas de su loma, realzada en la parte norte del casco urbano, y sobre la que a finales del siglo XII se edificaría su torre de defensa. Rentabilizando la presencia de ese hito defensivo que controlaba la zona de acceso por la parte baja de la ribera del río de la localidad, junto a la misma se irían emplazando la iglesia, y que de este modo flanqueaba el acceso de entrada como salida al pueblo, convirtiéndose así lo que hoy es la calle de mediodía como el punto de control, guarnecido por esa posición, y desde el que de nuevo se podía acceder a la vía externa que circulaba por abajo y que la torre divisaba. Creemos que es sobre este punto desde donde se marcarán las pautas de las futuras ampliaciones que irán desarrollándose en el parcelario piquereño con el trascurso de los siglos.

Piqueras del Castillo (vuelo americano -serie b, 1956/1957-). Instituto Geográfico Nacional

David Gómez de Mora

Apuntes de geografía urbana de Verdelpino de Huete. Hipótesis sobre su núcleo primigenio

Como señalábamos en nuestro anterior artículo, la geografía urbana alcanzará un gran impulso en el campo de los estudios internacionales entre finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se puede considerar que las dos escuelas de geógrafos más importantes (la alemana y la francesa), comienzan a efectuar avances en sus estudios, en los que se refiere a perfeccionar y sistematizar de manera metódica la forma de interpretar el territorio en el que vivimos las personas.

El análisis del espacio, a través de su plasmación en un plano, remarcando los detalles de su morfología, funciones, recursos e intereses, además de la comparación y explicación evolutiva de los diferentes barrios que lo forman, permiten jerarquizar y por tanto aplicar un modelo más detallado a la hora de comprender ese lugar.

Hipótesis sobre el núcleo urbano primigenio de Verdelpino de Huete (sigpac)

En el caso de Verdelpino de Huete salta a la vista que precisamente su casco antiguo ofrece los parámetros propios de una localidad ex-novo de la reconquista siguiendo los patrones clásicos ya extendidos en época romana con el cardo y decumanus como ejes directores del parcelario. Esto que lo apreciamos en su viario, junto la presencia de su iglesia en una zona escarpada, donde se ha ganado terreno hasta el último palmo, nos invitan a pensar en la presencia en ese punto de un puesto fortificado, probablemente desde la época de la instalación islámica, cuando enclaves elevados y con una buena panorámica, casi obligaban a reforzar este tipo de posiciones. 

Verdelpino de Huete (vuelo americano -serie b, 1956/1957-). Instituto Geográfico Nacional

Es por ello que tras la toma y consolidación de la cultura cristiana durante la reconquista de este territorio, comenzará a aplicarse un modelo de poblamiento sobre ese espacio precedente, en el que una nueva reforma orientaría y adaptaría las futuras expansiones a las que se adaptó la localidad, y que como sabemos en momentos de máximo auge llegó a superar la cifra de más de medio millar de almas.

David Gómez de Mora

Apuntes de geografía urbana de La Peraleja. Hipótesis sobre su núcleo primigenio

La geografía es una ciencia que desde una disciplina como el urbanismo puede aportar numerosas cuestiones vinculadas con la génesis y formación de los enclaves humanos, a través de la síntesis y análisis de los testimonios espaciales que nos ofrece el territorio.

En el momento de querer realizar cualquier estudio de un lugar por pequeño que sea, es necesario complementar ese trabajo con materias auxiliares como la historia, sociología (donde la genealogía aporta un componente crucial y que por norma general es ignorado), así como especialmente la arquitectura a través del viario de ese entorno.

Partiendo de ese conjunto de parámetros, uno ya puede comenzar a hablar con cierta fiabilidad a la hora de querer interpretar o proponer modelos hipotéticos sobre la evolución del parcelario de un enclave humano. Así pues, ya desde la época clásica, autores como Estrabón nos aportan descripciones de ciudades muy conocidas de su tiempo, como el propio historiador Plinio el viejo al referirse a Pompeya, sin olvidar los textos del célebre arquitecto Vitruvio.

Hipótesis sobre el núcleo urbano primigenio de La Peraleja (sigpac)

No obstante, no será hasta tiempos más tardíos, cuando llegados al siglo XIX, la geografía aportará una metodología más rigurosa que servirá como soporte de pruebas en el momento de querer especular sobre cómo y de qué forma ha ido variando el lugar en el que vivimos.

De los diferentes pueblos que hemos investigado, nos parece interesante el caso de La Peraleja, ya que su casco antiguo, y desde el que se expande la trama embrionaria de la población, vemos como esta obedece a un conjunto de patrones que podríamos señalar como de precedente islámico. Es decir, pensamos que el municipio en su parte alta ya se habría reedificado durante la cristianización sobre los restos de un asentamiento anterior. Un hecho nada extraño teniendo en cuenta la presencia de la cultura musulmana en estas tierras desde su llegada en el siglo VIII.

La Peraleja (vuelo americano -serie b, 1956/1957-). Instituto Geográfico Nacional

Nuestra hipótesis parte de un evidente desorden en la ordenación del parcelario más viejo, con rupturas claras de espacios regulares sobre los que después se intentan adaptar las diversas actuaciones de prolongación urbana a las que se iría sometiendo al municipio a medida que fue creciendo. La ausencia de un callejero rectilíneo en el corazón de esa zona superior, donde convergen precisamente los edificios más representativos de estas sociedades de la reconquista, como ocurrirá con el área donde se instala su iglesia, son uno de los varios elementos en el que nos basamos para formular esta hipótesis urbanística, obviamente abierta a posibles reinterpretaciones en un futuro a medida que podamos indagar en más pruebas o fuentes que apunten en esta línea.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de La Peraleja

miércoles, 23 de febrero de 2022

Notas sobre la geografía urbana de Villarejo de la Peñuela

Entre las tramas urbanas que hemos podido estudiar de diferentes pueblos, el caso de Villarejo nos ofrece elementos interesantes, y que a continuación quisiéramos remarcar. Como bien sabemos, Villarejo es uno de los señoríos más antiguos de los que se tiene constancia documental en esta zona del territorio conquense, al caer en manos de la familia Ribera durante la primera mitad del siglo XIV, más concretamente en el año 1328 a través de una donación real.

Es obvio que por aquel entonces en el lugar ya hubiera restos de ese “villarejo”, sobre el que en alguna ocasión ya hemos explicado que su nombre nos señala que en origen este lugar sería un pequeño villar (conjunto de casas agrupadas), de no excesivas dimensiones, tal y como nos reflejaría el sufijo diminutivo “-ejo”, en el que se afincarían una serie de familias que finalmente compondrían una pequeña comunidad de labradores.

Una de las pistas más importantes nos la ofrece el casco urbano del lugar, y que como veremos para nada es abrupto, no obstante, si nos fijamos en la parte meridional, apreciamos como en la zona donde los señores decidieron emplazar su palacio, ya se detecta una inclinación del relieve, que por un lado nos estaría indicando los vestigios paleogeográficos que se han conservado del punto más elevado de esa vieja población, además de un topónimo de índole geomorfológico que estaría aludiendo a esa peñuela o loma, sobre la que se alzaría la construcción más importante desde el punto de vista social como estratégico del pueblo, y donde cabría preguntarse si tiempo antes pudo haber una fortificación medieval.

Villarejo de la Peñuela

Creemos que muy posiblemente sería esa loma la misma que pudo dar origen al topónimo de la localidad, y en la que para garantizar la defensa del lugar durante el medievo, se alzaría algún puesto desde el que proteger la posición. De ahí que cuando los Ribera se afianzaran con el señorío, aprovecharían la misma estructura.

No olvidemos que las curvas de nivel y la orientación del parcelario en esa franja precisa, sigue precisamente una misma orientación que no se repite en en los alrededores de municipio, una prueba más a la que cabe añadir que desde los bordes de la peñuela discurren a través de la pendiente dos caminos o viales que obviamente antaño eran empleados como caminos, pero que también funcionarían como escorrentías esporádicas, que ayudarían más si cabe junto con la vegetación de sus alrededores, a delimitar un perímetro, que dentro de la escasa accidentalidad natural que tiene el lugar, daban un puesto cercado en el que desarrollar esa modesta trama urbana que comentábamos anteriormente, de ahí que la propia naturaleza a través de la pendiente del terreno, generaría dos viales paralelos, que por el norte a través de la calle alta y luego por la calle prado, acabaría convergiendo en el arroyo de Cabrejas, como del mismo modo por la franja meridional y de forma paralela el acceso que desciende desde el lateral de la montaña hacia la calle escuelas, para girar finalmente por la calle de la fuente y encontrar el mismo destino que el ramal anterior. En el caso de esta última, al circular a la altura de la zona del templo, pensamos que en origen iría trascurriendo de forma recta sin generar ese giro tan brusco en lo que hoy es el área urbana, no obstante, la ampliación del parcelario urbano y al funcionar más como un mero sendero que una escorrentía, permitiría que su trayecto acabase discurriendo por la calle de la fuente.

Hipótesis geográfica sobre la formación del núcleo medieval de Villarejo de la Peñuela y consiguiente espacio embrionario a partir del que emergería la población. Antaño este se hallaba delimitado por dos modestas escorrentías pluviales que circulaban pendiente abajo desde la peñuela que dio nombre al emplazamiento, tal y como evidenciarían las curvas de nivel y que acabarían desembocando hacia el arroyo de Cabrejas. Como suele ocurrir en casi todos los casos, el aterramiento del terreno, las alteraciones urbanas del lugar, y otros elementos de índole antrópica como natural, alterarían un paisaje del que partirían los orígenes que llevaron a alzar sobre ese enclave un asentamiento del que hoy nos ha llegado un testimonio mutado (fotografía aérea: www.ign.es)

Es por ello que a través de dicho circuito quedara todo el entorno perfectamente sellado y a su vez en armonía con la orientación de una trama urbana que se adaptaría a la pendiente natural, y que vendría impuesta desde el mismo piedemonte del relieve. Y es que como bien indica el nombre Peñuela con el sufijo “-ela”, apreciamos que esto marcará un hito que tanto simbólicamente como geoestratégicamente recordarán el espacio sobre el que se alzará el entorno más primigenio del municipio.

Otra razón de peso es que precisamente los dos edificios más antiguos del lugar, y que arrancan desde los tiempos de medievo (el palacio y el templo), distan a tan solo 50 metros, insertándose en ese espacio aquí comentado.

Del mismo modo, otro aspecto igual de interesante dentro de este hipotético perímetro bajomedieval que aquí proponemos, es que observamos tanto con el topónimo de la antigua calle del horno, junto con otro viario con evidentes raíces arábigas, se emplazan también en ese mismo sector.

Así pues, justo de forma paralela al palacio, un poco más abajo veremos el viario que en la localidad se conoce con el nombre de calle zacatín, arabismo cuya etimología procede de la forma plural árabe-hispánica saqqattín, y que viene a significar ropavejero, es decir, calle o lugar en donde se comercializaba la ropa, además de la venta de telas.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

La toponimia rural en Villarejo de la Peñuela

Villarejo es una tranquila localidad conformada por un modesto término municipal que llega a abarcar una superficie de 13 kilómetros cuadrados. Un espacio de escasas dimensiones pero no por ello carente de interés, puesto que en las entrañas de sus parajes y zonas de campo hallamos multitud de topónimos o nombres que nos recuerdan como eran las sociedades de antaño, así como la mentalidad agrícola y ganadera que marcó severamente la forma de vida de unas sociedades rurales en las que elementos del medio natural, tales como plantas, animales o accidentes geográficos, eran hitos que siempre acababan registrándose en el vocabulario de sus gentes, tal y como vamos a comentar a continuación.

La localidad se erige a poniente de lo que es el piedemonte de la zona montañosa conocida con el nombre del Alto de las Cabrejas, topónimo bastante sintomático sobre un animal que antaño habitaba en proporciones mucho más elevadas en los parajes abruptos de estas tierras. Precisamente, el designar zonas del territorio con nombres de animales no será un hecho aislado, pues dentro de la misma localidad, en dirección noreste, a poco menos de un kilómetro y medio de distancia sabemos de la existencia de un área conocida como Tasugo, forma con la que se ha denominado tradicionalmente siempre en muchas regiones al tejón.

Villarejo de la Peñuela (foto del autor)

No obstante, como veremos los villarejeños siempre han tenido una mayor predilección por denominar a sus espacios naturales en base a lo que denominaríamos como geotopónimos, es decir, nombres de accidentes geográficos o elementos geomorfológicos. Así pues, el mismo nombre de la población nos lo recuerda, al hacer alusión a un diminutivo de peña (peñuela). Veremos por su término otras referencias, como sucede con el caso de las cavadillas, el montarral (en alusión al área montañosa), la conocida fuente de la peñuela, las hoyas del monte, la cabeza (por ser un peñasco o relieve redondeado), la cabezuela (como diminutivo del anterior), las cuevas, la peña gorda o la franja de los añojales, y cuya explicación debe de buscarse en las superficies de tierras que se cultivaban durante algunos años para luego dejar descansar la tierra, no obstante, se cree que este nombre también podría hacer alusión a una franja montañosa con escasa vegetación ya que como sabemos, ese espacio se halla sobre una zona de ladera, en cuya cima todavía queda una parte clara que se aprovecha como finca para labrar.

Tengamos en cuenta que muchos de estos topónimos están documentados desde hace muchos siglos atrás, por los que el cambio del uso de un lugar o el aspecto del paisaje en ocasiones dificulta más si cabe el entender el por qué ese entorno se denomina de una u otra forma. Conocemos también por ejemplo el empleo de antropónimos, como ocurre con el diminutivo de Benito cuando hablamos del Benitillo, u otros hábitats en los que la presencia de agua ha permitido la creación de microhábitats concretos, tal y como sucede con el carrizal, o el entorno denominado como el hontanar, y cuya etimología deriva del latín fontana, es decir, agua de fuente.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

Apuntes paleogeográficos sobre Caracenilla y su espacio primigenio

Los orígenes del nombre de Caracenilla nos conducen como mínimo hasta los tiempos del medievo, cuando esta franja de territorio comienza a afianzarse bajo el dominio de la reconquista cristiana, a pesar de que mucho tiempo antes, ya veamos como por todo su entorno existen multitud de asentamientos tardoromanos y visigodos en los que las comunidades mozárabes irán perpetuándose y prologando su presencia incluso durante los tiempos de la dominación musulmana.

Sobre la etimología de la palabra Caracenilla, apreciamos como el erudito Helidoro Cordente (1993) en su “toponimia conquense”, señala que este nombre procede del arabismo “karazi”, es decir, un lugar o superficie de terreno en el que abundaban los cerezos, y de cuya deformación acabaría surgiendo la mención de esta localidad. No obstante veremos como existen otras posibilidades, y que obviamente abren el abanico de candidaturas a explicar el nombre de este lugar, ya que sucedía en multitud de ocasiones que había topónimos resultantes por comparaciones entre zonas, bien por una diferencia de tamaño u otros rasgos, que daban pie a menciones contrapuestas que a pesar de estar distantes, solo podían entenderse cuando se englobaban ambas de forma conjunta. Cosa que podría haber sucedido con la cercana Caracena, y cuya etimología según se cree podría referirse a un hidrónimo. Incluso tampoco hay que descartar que la raíz de la palabra arrancase de una etimología pre-romana, ya que la forma (cara o “kara”) la presenciaremos en diferentes zonas de las tierras de Castilla en alusión a una peña o roca que sobresale en el terreno.

Campanario de Caracenilla

Como vemos son diversas las posibilidades que se nos presenta, y que por tanto complican esclarecer con detalle cual podría haber sido el origen del nombre con el que se bautizaría a esta localidad. No obstante, lo que si parece estar más claro son los cimientos del área urbana sobre la que se fueron asentando los primeros habitantes. Y ello en parte podemos deducirlo por diferentes elementos paleogeográficos que pasamos a describir a continuación.

Red hidrográfica del casco urbano de Caracenilla en tiempos del medievo (fotografía aérea: www.ign.es)

Caracenilla estaba delimitada por una serie de escorrentías o paleobarrancos que sellaron su perímetro primitivo. Obviamente esto cuesta de imaginar si partimos de la actual imagen que conocemos del lugar, al haber quedado buena parte del terreno aterrado y modificado por completo, aun así, las curvas de nivel todavía dejan entrever esa líneas de aguas pluviales, que desde el sur descendían a través de la franja del Monte de Valdibáñez como del Vallejo, y que a las afueras de la localidad convergían, creando una única vía, sumándosele otra que transitaría por dentro del actual casco urbano, donde ya se encajaba para luego incorporarse al referido colector que descendía desde el piedemonte. Esta comenzaba a zapar el terreno a la altura de la actual calle chopera para buscar más abajo el barranco anteriormente referido, y que a la altura del cascajar ya se incorporaba en las cuencas del Valdibáñez y el Vallejo.

Hipótesis geográfica sobre el núcleo primigenio de Caracenilla durante el medievo y que quedaba protegido por las escorrentías locales que blindaban el perímetro oeste, sur y este de la localidad (fotografía aérea: www.ign.es)

Siguiendo este modelo, comprobaríamos como queda delimitado un espacio muy concreto, que ocuparía el perímetro extendido por la iglesia, integrando además su plaza, la calle de bajada, así como la conocida calle consuelo, donde muy posiblemente pensamos que en tiempos del medievo estaría la trama embrionaria a partir de la cual comenzaría a extenderse el municipio a medida que fue creciendo en habitantes.

Partimos de esta hipótesis urbanística al aplicar los criterios paleogeográficos antes referidos, además de la propia morfología del parcelario urbano, tras comprobar como es en las zonas periféricas a ese punto, donde ya se desarrolla una planificación más lineal, propia de los arrabales que van emergiendo con el incremento del número de habitantes, a través de los ejes que parten desde el señalado núcleo primigenio, y que no por designios del azar, queda conectando por dentro del antiguo camino que desciende desde la montaña hasta el curso de la vega del río mayor, aproximándonos más si cabe al aspecto que conformó la evolución urbana de Caracenilla siglos atrás.

David Gómez de Mora

La toponimia rural en Caracenilla

Caracenilla es una pedanía optense ubicada en un espacio de elevado peso geoestratégico y que antaño le permitió estar comunicada debidamente con otros enclaves vecinos de sus alrededores. Su disposición en la franja piedemontera de lo que es el Cerro del Olivar entre un cruce de barrancos que descendía hasta lo que hoy son las afueras del casco urbano de la localidad, convirtieron este entorno en una zona resguardada, con disponibilidad de tierras fértiles, que además la posicionarán a tan solo un kilómetro de la vega por donde discurre la principal arteria fluvial de este territorio: el río mayor.

Es sobre ese enclave donde se desarrollará una sociedad que tendrá como principal eje económico el trabajo de la tierra, fenómeno que motivará diferentes designaciones toponímicas de sus alrededores, en las que como solía ser natural se emplearán nombres de plantas (fitónimos) y geotopónimos que servirán para ubicar e identificar cada uno de los parajes aledaños de su entorno.

Caracenilla

Conocemos nombres de árboles, arbustos y plantas que servirán para designar diferentes zonas, así ocurrirá con el antes citado Cerro del olivar y que alcanza una cota máxima de 1062 m.s.n.m., así como el corral de la chopera (por la presencia de chopos), además del paraje del cascajar (por la abundante coscoja que siempre hubo en la zona) o el vallejo de las nogueras, junto con diminutivos como las carrasquillas, las olivillas o los espinillos (este en alusión a un espacio natural con alta proporción de espinos).

Igualmente la presencia de hidrónimos como el área de la lagunilla, y formaciones como el vallejo o las cuevecillas nos recuerdan hitos que llamaron la atención a nuestros antepasados hace muchos siglos atrás. Tampoco podemos obviar el Cerro Peñarrubia y que alcanza la cota más elevada del entorno, al encontrarse su cima en una cota de 1071 m.s.n.m.

Otros nombres vinculados con personas como el Monte valdeibáñez, o santos que darán designaciones a lomas, siendo el caso de la ermita de San Antón, son solo ejemplos más de esa riqueza lingüística que conforma el sustrato identitario de enclaves rurales, en los que la agricultura, la religiosidad y las tradiciones marcaron el día a día del espacio en el que se movían aquellas gentes.

David Gómez de Mora

Toponimia rural y urbanismo medieval en La Peraleja

Entre los diferentes municipios que integran la Alcarria conquense, merece nuestra atención el caso de una localidad con una larga historia como La Peraleja. Un enclave moldeado por una sociedad labradora, que a lo largo de los siglos fue trabajando y antropizando un territorio, al que acabaría dándole una serie de nombres, que con la finalidad propia de cualquier población que pretende marcar unos hitos o espacios de referencia, ayudaron a la creación de un rico vocabulario, mediante el que sus habitantes se orientaban o empleaban para delimitar aquellas zonas en las que se movían de forma cotidiana.

En este sentido, los orígenes que nos conducen hasta el periodo bajomedieval en el que se conforma la localidad de La Peraleja, y sobre la que se creará el sustrato de una población que con el trascurso de las generaciones irá bautizando cada uno de los rincones del lugar en el que habitará, nos demostrará que siguiendo los patrones paleogeográficos, como las curvas de nivel o la disponibilidad de terreno, nos indica como esa Peraleja medieval posterior a la reconquista aprovecharía el emplazamiento existente en lo alto de un cerrillo que estaba posicionado al norte de lo que hoy se denomina “el barranco del lugar”, un entorno con una buena visual, en el que la trama urbana y la dificultad de poder planificar un urbanismo regular como el que veremos por esas fechas en otros enclaves que hemos estudiado, nos da pie a plantear la hipótesis de que el núcleo embrionario del municipio, se asienta sobre un entorno previamente ya habitado, y del que parecen desprenderse determinados elementos, propios de un urbanismo desordenado, cuyo viario pudo haber quedado fosilizado entre la trama que fue creciendo por sus alrededores.


Campana de la Ermita de la Virgen del Monte de La Peraleja (foto del autor)


Como suele suceder en la mayoría de localidades, la plaza del ayuntamiento y la iglesia ocupan parte de ese centro medieval que iría extendiéndose como una mancha de aceite. Dicho perímetro comprendería el casco antiguo de La Peraleja. a la que invoca la tradición oral, como un municipio llenado por gentes venidas desde lo que hoy son las tierras Castilla y León. Ese área, hoy integrada por la casa de la villa y la iglesia, así como por algunos de sus viarios circundantes, como son una parte de la calle López Ochoa, la calle Ruiz de Alda, la calle mártires y General Mola, son el espacio probablemente más antiguo de la población.


Área urbana que según nuestra hipótesis geográfica comprendería la zona más antigua de la localidad (fotografía aérea: www.ign.es)

No debemos de olvidar que dentro del ámbito de la toponimia podemos encontrarnos con diferentes tipologías en el momento de clasificar conceptos, y que dependiendo de su etimología o designación, nos servirán para agruparlas en varias clases que nos permiten a los investigadores poder reconstruir o especular sobre diferentes cuestiones que implican de lleno el pasado de un territorio. En nuestro caso hemos elaborado una clasificación general que parte de seis tipologías, en las que encontraremos nombres referentes a personas (antropónimos), menciones de árboles y plantas (fitónimos), accidentes geográficos, caminos y lindes (geotopónimos), santos o elementos religiosos que han dado pie a las denominaciones de parajes o lugares (hagiotopónimos), así como otros directamente vinculados con la presencia de agua (hidrónimos) y los referentes a animales (zoónimos) que podemos ver designados en los diferentes entornos que componen los casi 35 kilómetros cuadrados de su término municipal.


Antropónimos:

-Cabezo Gil

-Cerro Benito (topónimo referente a uno de los linajes que dará lugar a este nombre en La Peraleja entre finales del siglo XV y principios del siglo XVI)

-Valdeolaya (zona depremida alusiva al nombre o apellido de Olaya)


Fitónimos:

-Camino de la carrasca

-El cambrón (área donde abundan arbustos espinosos)

-El carrascoso

-El chaparral (paraje en el que hay notable presencia de arbustos)

-La Higuera

-La Peraleja

-Las hongueras

-Portillo tocón (zona donde se acumulaba la leña cortada)

-Sierra de La Peraleja

-Valdelaleña


Geotopónimos:

-Cerro del melgar (etimológicamente la palabra melgar designa un espacio de vegetación o zona de cultivo)

-Covata alta

-El covatón

-El prado

-La nava (entorno poco accidentado que tiende a encharcarse o empantanarse en momentos de lluvias. De este topónimo veremos muchas derivaciones).

-Los cabezuelos (referente a peñascos o montículos redondeados)

-Los calderines (diminutivo de calderón o caldera, y que se emplea para referirse a una zona deprimida u honda)

-Montuenga (antiguo asentamiento cuya etimología podría derivar de la forma Monte luenga, o lo que vendría a significar Monte largo. Hecho que quedaría todavía reflejado en parte de su geomorfología)

-Peña horadada (que está agujereada)


Hagiotopónimos:

-Cerro de San Sebastián

-Ermita de San José

-Fuente de los curas

-Santa Ana

-Vallejo de los Santos


Hidrónimos:

-Los chorreaderos

-Los chorros

-Valdelagua


Zootopónimos o zoónimos:

-Barranco mochuelo

-El Bú (se trata de un ser mitológico, representado con el aspecto de un gigantesco búho antropomorfo, que según se decía perseguía a los niños que no obedecían a sus padres. Tenía el rostro de un ave, fuertes garras en sus brazos y piernas, además de unos característicos ojos rojos, junto con un gran pico afilado con el que podía entrar por las ventanas de las viviendas, en busca de aquellos zagales que no hacían caso a sus progenitores, especialmente cuando llegaba la hora de dormir. Conocemos diferentes referencias del Bú tanto en la zona de Castilla y León como en La Mancha. Los adultos también solían acordarse de él cuando los niños se alejaban del área urbana, de ahí que como veremos el topónimo aparezca en una franja apartada de la localidad. La presencia de otros topónimos en la zona como el del barranco del mochuelo o el propio búho, estarían señalando un rico sustrato folclórico en el que convergerá la presencia de esta ave de rapiña con la leyenda difundida por los habitantes del lugar)

-El búho

-Cabezota del águila

-Fuente culebras

-Las madrigueras


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de La Peraleja

El Verdelpino de Huete medieval. Cuestiones sobre su urbanismo primigenio

En lo alto de una loma, a una cota de 1000 m.s.n.m., se alza una de las localidades con mejores vistas de la zona cercana al perímetro optense, fenómeno que obviamente la convertiría en un lugar atrayente desde la perspectiva geoestratégica, pues las prestaciones defensivas del lugar son bastante notorias.

Es precisamente en torno a dicha cuestión cuando podemos comenzar a plantearnos la evolución urbana que ha vivido un municipio de tales características, en el que obviamente desde una fotografía aérea, salta a la vista la forma evolutiva del trazado embrionario a partir del que iría expandiéndose la franja urbana de Verdelpino de Huete.

Verdelpino de Huete

Sin lugar a duda un punto clave es la actual iglesia, la que creemos y planteamos como hipótesis que se asienta sobre los cimientos de una construcción que como mínimo ya empezaría a afectar esa zona de la loma durante el medievo, y que muy probablemente responda a los restos de una fortificación, sobre la que posteriormente se aprovecharía su ubicación para el alzamiento de la iglesia románica y que tras una posterior evolución daría lugar a la planta que hoy conocemos.

No olvidemos que partimos de un precedente de interés, y que hallamos en un estudio publicado por varios investigadores bajo el título: “Intervención Arqueológica en el Atrio de la Iglesia Parroquial de Verdelpino de Huete, Cuenca” (2007), donde ya se nos advierte de como “la estructura original de la iglesia debió asentar sobre un saliente rocoso natural parcialmente modificado y que, ya entre los siglos XVI-XVII con la construcción de buena parte de la estructura principal de la iglesia actualmente visible, se debió erigir el muro de contención y, en consecuencia, el atrio” (Domingo et al, 2007, 11).

Imagen aérea de Verdelpino de Huete (www.ign.es)

Las curvas de nivel en esa zona, nos llevan a pensar en la hipótesis de una construcción sobre un peñasco, que perfectamente pudo jugar un papel defensivo, y por tanto conducirnos hasta los tiempos de la fortificación de este área en la época de la dominación islámica. Del mismo modo se aprecia como esa zona estratégicamente bien guarecida, favorece un aprovechamiento para el control del entorno gracias a una buena visual del perímetro por la posición que le otorga el relieve natural. Todo ello siguiendo una planificación urbana de la época, propia de las localidades que tras la reconquista estaban readaptándose y siguiendo el esquema del cardo-decumanus, cuyas reminiscencias como es sabido proceden de los tiempos del Imperio Romano.

Hipótesis sobre el área urbana de Verdelpino de Huete en el periodo bajomedieval (www.ign.es)

Evidentemente el decumanus verdelpinero es hoy el viario que conforma la actual calle de San Juan, de la misma manera que el cardo la otra vía perpendicular que la corta por el centro y que leemos en el parcelario con el nombre de calle de las cuatro esquinas. De las unidades o islas de casas resultantes, se aprecia una evidente planificación urbanística, que se completaría al sellar su circuito hacia el este con el saliente de la iglesia, de modo que sobre esa planta trapezoidal encajada en lo alto de aquella primitiva loma, es donde probablemente hallaríamos el Verdelpino de los tiempos del infante Manuel, así como aquellos antepasados que vivieron en los primeros albores tras la reconquista cristiana de este territorio a los sarracenos. Una hipótesis urbanística que pretende enfatizar el origen de la trama embrionaria a partir de donde iría creciendo el municipio durante la Baja Edad Media.

David Gómez de Mora 

Bibliografía:

 * Domingo Puertas, Luis Andrés; Magariños Sánchez, Jaime Max, Gallego Revilla, Ignacio; y García González, F. Javier (2007). “Intervencion Arqueologica en el Atrio de la Iglesia Parroquial de Verdelpino de Huete, Cuenca”. Actas de las II Jornadas de Arqueología de Castilla - La Mancha. Volume: 4. Intervenciones Arqueológicas en Entorno Urbano

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).