sábado, 20 de noviembre de 2021

El cargador de Peñíscola. Breves apuntes históricos sobre su funcionalidad en el medievo y el espacio de influencia abarcado

Que Peñíscola tuvo el mayor puerto exportador de lanas del Mediterráneo entre los siglos XIV y XV, es una cuestión ya planteada previamente por algunos autores como F. Melis, y que Rabasa i Vaquer (2005) recoge en su estudio sobre la evolución comercial de este enclave portuario durante la baja edad media. Al respecto, Rabasa llegará a proponer dos periodos importantes de actividad económica en la localidad. Un primer espacio de tiempo que comprendería la segunda mitad del siglo XIII hasta los primeros decenios del XIV (caracterizado por una fuerte exportación de trigo hacia Barcelona para abastecer su mercado, además de una parte más minoritaria en dirección hacia Italia). Así como posteriormente una segunda etapa de auge comercial, que englobaría desde el último tercio del siglo XIV hasta mediados del XV, momento en el que la exportación de lana hacia Italia pasará a convertir Peñíscola en el puerto más importante del Mediterráneo en lo que respecta al transporte de este producto.

Decir que la herencia genética de ese periodo todavía sigue presente en muchos de los descendientes de sangre peñiscolana, ya que entre sus marcadores apreciamos porcentajes reseñables relacionados con la isla de Córcega, gracias a la interacción socioeconómica tan estrecha que propiciaron los flujos comerciales entre nuestro puerto valenciano y el territorio italiano.

Debemos recordar que hay constancia documental de como durante el siglo XIII existe una línea de exportación del trigo morellano hacia Peñíscola, para luego ser trasladado hacia la ciudad condal. Tampoco hemos de olvidar la cantidad de producción cárnica que Peñíscola como cargador abastece al resto del Regne de València, al poseer las montañas dels Ports de Morella, Alt Maestrat y Baix Maestrat un potente sector ganadero, que tanto por su calidad como proximidad geográfica, motivaron su comercialización a lo largo del reino.

Rebaño de ovejas en Castellfort (imagen del autor)

El auge económico del cargador peñiscolano comienza a alcanzar cotas históricas a partir de la segunda mitad del XIV, fundamentalmente gracias a la lana que se baja desde Sant Mateu, Catí y Morella. Desafortunadamente, con el final del medievo, vislumbraremos esos últimos momentos de vida de un periodo esplendoroso, y que nunca más volverá a alcanzar el puerto peñiscolano. Precisamente, por aquel entonces Vinaròs comenzaba a ser un rival a tener en cuenta, y es que sin ir más lejos, Alfonso el Magnánimo ya escogió sus aguas como punto de desembarque en alguna de sus operaciones, además de que la crisis lanera, ya de por sí alterará los usos y funciones del puerto de Peñíscola.

No por designios del azar, es a partir de ese periodo cuando la economía peñiscolana comenzará a ralentizarse y focalizar sus operaciones en una actividad pesquera que no irá más allá del ámbito local, no obstante esta no perderá de vista la comercialización de otros productos exportados hacia un marco supralocal, como sucederá con los cultivos que proporcionará la producción de sus campos de secano, entre los que el vino tendrá su respectiva relevancia.

Pero dejando de lado este siglo de oro de la exportación de lana, cabe preguntarse cuál fue la verdadera situación económica y geopolítica que se estableció bajo la época de dominio musulmán, en aquella Banískula que ya venía siendo un hito importante dentro de las líneas comerciales de la franja levantina, y que debido a su envidiable ubicación geográfica, como naturaleza defensiva de su peñón, junto con la presencia de agua dulce en grandes cantidades desde dentro de la misma roca, hacían de este lugar un punto custodiado celosamente de manera ininterrumpida desde la época en la que sus antiguos pobladores pusieron el ojo en su loma caliza.

Y es que, al margen de las interpretaciones que se le quieran dar al lugar ocupado por Peñíscola a lo largo de su historia, este fue uno de los principales puntos de apoyo para aquellas fortificaciones medievales de la franja interior de Castellón. Sirviendo como puerta de salida hacia el mar. Función necesaria para todos esos asentamientos que comenzarán a fortificarse, con especial intensidad entre los siglos X y principios del XI, un momento clave de la historia de este entorno, donde la franja de lo que hoy ocupan las tierras del Baix Maestrat, Alt Maestrat y Ports de Morella, empezarán a consolidarse como un espacio de relativo peso estratégico, y que ya extendía su radio de acción hasta la franja meridional de la parte baja de la desembocadura del río Ebro.

Inscripción arábiga en el Castillo de Alcalà de Xivert (imagen del autor)

Creemos importante remarcar este periodo como un punto de inflexión, no solo por su coincidencia cronológica como fase de transición de la alta a la baja edad media, sino también por la instauración de los Reinos de Taifas, y que como bien sabemos, vinieron cargados de intereses, además de cuestiones sociales, políticas y económicas que se reflejaron en este tipo de espacios de poder, y que jugaban una baza especial como zonas fronterizas, donde la propia naturaleza de los hechos, obligaba a consolidar su puesto estratégico, bien a través del reforzamiento como alzamiento de puntos defensivos que guarnecieran aquellos focos poblacionales que se desparramaban sobre su marco territorial.

Rabasa (2005, 1274) ya nos habla de un puerto auxiliar o secundario emplazado en Alcossebre escasas décadas con posterioridad a la reconquista, un modesto cargador de lana, ya bajo dominio templario, pero que obviamente seguiría desempeñando una labor heredada, arrastrada desde tiempos precedentes en los que la cultura musulmana sabía del potencial de esa zona perfectamente controlada desde el inicio de la Serra d'Irta. La posición de Alcossebre se descolgaría de la franja que descendería desde Morella, al haber una distancia considerable, y que por proximidad resultaría más práctica como punto de servicio portuario para la anexa área de Alcalà de Xivert, a la cual, como históricamente se ha venido demostrando, le ha ejercido la funcionalidad de “grao”y consiguiente zona de salida hacia el mar. Alcalà de Xivert bajo una parte del periodo musulmán se encontraría en la zona de influencia de los Ibn Rummān, quienes además de dar nombre a la localidad de les Coves de Vinromà, y tener sus alrededores como zona de asentamiento, les valió para entrar en contacto directo con la casa de los Abū Qaşīr (quienes darían nombre a la población de Albocàsser), y que ya enmarcaríamos dentro de la potente red defensiva estructurada de los fuertes del Alt Maestrat, y que como presenciamos, tejerían una estrecha red de asociaciones clánicas, que mediante las visuales de sus castillos, sugieren como poco un nexo sociopolítico, en el que además de vínculos comerciales, convergerían intereses en la búsqueda de una salida comercial hacia el Mediterráneo, sin obviar las evidentes prestaciones defensivas, y que fortalecerían las líneas de enclaves como el de la Torre d’En Besora (antaño designada con el nombre de “Torre de Vinarabí”), y que se hallaba asociada a otras estructuras de mayor envergadura como las del castillo de Benassal (ya citado a principios del siglo XI), el de Culla (del que no quedan vestigios antiguos por haberse destruido en épocas posteriores, pero donde el mismo topónimo de “Kullya” nos evidencia sus raíces musulmanas), sin olvidarnos del emplazamiento fortificado de Ares del Mestrat (cuyo ayuntamiento ya se edifica sobre unas antiguas murallas islámicas datadas en el siglo X), o el vecino Castellfort, cuya mención toponímica habla por sí sola.

Castillo de Alcalà de Xivert (imagen del autor)

Igualmente hemos de entender que esta línea fortificada será parte de la herencia poblacional arrastrada desde época ibérica o romana, y que como veremos durante la reconquista se seguirá empleando. Y es que como bien indica Rabasa (2005, 1274), la producción medieval de lana que tenemos documentada en Vilafranca del Cid, no quedaría lejos de esta zona de embarcadores. Obviamente, nadie duda de como durante el medievo la cantidad de lana que saldría desde las tierras Morella era muy importante, hecho que recogen las abundantes referencias de la época entre sus comerciantes, y donde queda patente como Peñíscola será su principal punto de apoyo portuario, al permitirle así dar salida a su producción. En ese sentido, las zonas de tránsito ganadero, como especialmente las que ayudarán a carretear el género que partía desde la actual comarca del Ports, potenciarán una serie de caminos y ramales que hasta la fecha no han sido debidamente estudiados a fondo. Cuestión nada baladí, y en la que la arqueología conocida nos puede dar las principales pistas, pues esta serie de castillos conectados estratégicamente, podrían obedecer a una clara sistematización de las relaciones de comunicación existentes entre los diferentes enclaves desde época antigua.

Vestigios del castillo de Ares del Maestrat (imagen del autor)

El corredor de Catí es sin lugar a dudas un punto de unión con bastante interés entre esta zona del Alt Maestrat y la parte interior del Baix Maestrat, en el que la fortaleza musulmana de Xert antes de la reconquista ejercería de bisagra, al dominar visualmente todo el entorno de comunicación de la antigua Vía Augusta, además de conectar con el ramal descendiente que busca la costa de Vinaròs (donde se hallaba el fuerte de Kasteli), y que reforzaba la posición prelitoral más baja, a través de los castillos de Cervera y Ulldecona. Al respecto, ya en tiempos del medievo cristiano, Rabasa (2005, 1277) apoyándose en documentación del momento, comenta el papel operativo de Peñíscola, gracias a las negociaciones que en el ámbito lanar desempeñará un miembro del linaje de los Santjoan de Catí.

Castillo de Cervera del Maestre (imagen del autor)

Volvemos a reiterar la importancia que adquiere reinterpretar este tipo de flujos comerciales, y que a pesar de producirse durante la baja edad media, son lo más cercano en el tiempo sobre lo que nos podremos apoyar historiográficamente hablando, para así entender los vínculos de población y consiguiente comunicación, desempeñados en este perímetro del norte provincial castellonense, durante el periodo de transición de la alta a la baja edad media.

Castellfort (imagen del autor)

Por un lado la Peñíscola musulmana se servirá del bastión de Kasteli (ya descrito por Al-Idrisi, y que nosotros emplazamos en Vinaròs -más concretamente en el Puig de la Misericòrdia, al concordar en ese preciso punto todas las distancias geográficas que el geógrafo ceutí aporta en su obra, y que por tanto desecharían la tesis tradicional que lo ubican en territorio catalán-). Desde este enclave se interaccionaría con la fortaleza de Cervera, cercando el dominio de la no tan lejana Vía Augusta, así como la consiguiente red de comunicación precedente y que será reutilizada por la cultura musulmana. Ejerciendo una medianera que permitirá controlar el acceso hacia las tierras de Xert, que según se cree, llegaría todavía a estar bajo dominio del hisn cerverí, además de mantener una visual perfecta que abarcaría hasta el corredor meridional catalán, en el que Kasteli se reforzaría con el puesto adelantado de Ulldecona, y que lógicamente integraríamos dentro de la trama defensiva prelitoral organizada alrededor del hisn peñiscolano.

Perspectiva desde lo alto de la cima del Castillo de Ares del Mestrat (imagen del autor)

Recordemos que el castillo de Cervera ya se vinculará como un hisn existente en época califal, en el que durante las prospecciones que se citan en la memoria de una de las intervenciones arqueológicas efectuadas en el yacimiento, y publicada en el número 21 de los quaderns de prehistòria de Castelló, se advierte de la presencia de cerámica decorada en manganeso sobre superficie estannífera (2000, 383).

Tampoco podremos obviar el entorno litoral, en su sentido estrictamente más inmediato, en el que a pesar de no existir vestigios de construcciones militares, al margen del peñasco fortificado de Peñíscola, habría puntos de poblamiento que actuarían como alquerías defensivas, conformadas por modestos clanes, bajo una estructura social tribal, siendo este el caso de los Ibn-al-Arós (Vinaròs) o los Banu-Gazlum (Benicarló), entre otros. Un panorama sociopolítico bastante heterogéneo, en el que pequeños grupos de poder, y representados por diversos caciques, servirán a unos intereses comunes que promovían la configuración de un espacio claramente conectado, a pesar del tan reiterado interés que algunos autores sostienen al querer desmembrar o hacer desaparecer la continuidad poblacional en esta franja del territorio valenciano desde épocas antiguas.

Restos del antiguo punto fortificado de la Torre d’En Besora (imagen de autor)

Por la parte baja siguiendo la costa peñiscolana nos encontramos con los vigorosos acantilados de la Serra d’Irta, indispensables a la hora de aprovechar las prestaciones defensivas de ese medio natural, de ahí la necesidad de alzar estructuras intermedias a lo largo de esa primera línea, tal y como sucederá con la torre Badum o Al-madum, sobre la que nos gustaría matizar que la historiografía general en algunos casos ha caído en el error de otorgarle unos orígenes que no van más allá del siglo XVI. Cuestión que ya hemos expuesto con anterioridad en otras publicaciones, puesto que nosotros partimos del planteamiento de que es precisamente en ese periodo cuando ésta únicamente se readapta a las exigencias militares del momento, teniendo por ello unas antigüedad superior, y que la misma toponimia delata. Y es que en ese sentido, hace ya más de treinta años, el erudito peñiscolano Alfred Ayza (1982), advertía de las reminiscencias musulmanas de esta construcción.

Restos de la antigua fortificación adosada a la actual ermita de Santa Llúcia i Benet (imagen del autor)

Creemos que las sucesivas obras de restauración, y el desgaste al que se veían sometidos edificios de esta tipología (por exponerse en zonas donde proliferan abundantes agentes naturales que los van castigando), hacen que nada sepamos sobre sus etapas más primigenias. No obstante, es lógico pensar que por su ubicación, este punto defensivo quedaba claramente integrado en el área defensiva del hisn de Banískula, o en su defecto, funcionar como un punto de apoyo que reforzaba las posición trasera del Castillo de Xivert (el cual como ya sabemos remonta sus orígenes como mínimo hasta el periodo califal). Fenómeno idéntico al que sucederá con la torre vigía de Sòl de Riu, en este caso en el término municipal de Vinaròs.

Castillo de Culla. Reconstrucción del enclave defensivo (imagen del autor)

Este entramado se apoyaría a su vez sobre la fortaleza emplazada en el otro extremo de la Serra d’Irta, es decir, el castillo de Alcossebre (en lo que hoy es la ermita de Santa Llúcia y Sant Benet), y cuyo topónimo es bastante alusivo por derivar del mote "Al-qusaybah”, es decir, pequeño castillo, y que con toda seguridad sería el ocupado por este singular edificio con excelentes vistas. Creemos que el diminutivo surgiría por comparación con la fortificación más inmediata, y que se hallaba erguida en esa precisa franja del corredor de Irta en dirección a Peñíscola, el (Al-qal'at) “castillo” de Xivert. A continuación, el espacio se cercaría con la fortificación de Santa Magdalena de Polpis, puesto que el tramo de su acceso hasta el área costera y cuya visibilidad la impedía el mismo sistema montañoso de Irta, sólo reforzaba las espaldas del acceso a Banískula, por lo que hábilmente se desplegarían diferentes puestos de defensa en la franja del litoral acantilado, como sucederá con Torre Badum.

Torre Badum (imagen del autor)

Hemos de recordar que algunas de estas fortalezas ya vendrían existiendo desde mucho antes, mejorando los musulmanes su uso militar, de ahí que no resulte casual que en enclaves como el castillo de Cervera o Xivert, pobladores de otras culturas dejaran vestigios de su paso por el lugar. Lo mismo ocurre con la concepción tan tardía que se le dan a varios de los castillos medievales de la zona. Así por ejemplo conocemos el caso del fuerte de la ermita de Alcossebre, el cual pasaría por un periodo de dos fases, cuya primera etapa de poblamiento comprendería entre los siglos IX al XI.

Castillo de Santa Magdalena de Polpis (imagen del autor)

Lo mismo sucederá con el de Santa Magdalena, y que como es sabido ya se reconstruirá durante el siglo XI, siendo ampliado y readaptado durante el periodo de instalación cristiana, pero arrastrando unas raíces que podrían remontarlo hasta el siglo X, y es que parece impensable que un enclave tan importante como el corredor de la Serra d’Irta, estando ya guarnecido por el castillo califal de Xivert, no dispusiera de las prestaciones de apoyo que como vemos le pudo complementar un punto fortificado como este.

David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Ayza Roca, Alfred (1982). “La Madum. Piratería y defensa del litoral valenciano”. Revista Peñíscola, nº55

* Barrachina Ibañez, Amparo M.; Vizcaíno León, David; (de) Antonio Otal, José Manuel y Bravo Hinojo, Eva María (2000). “Memoria de la intervención arqueológica en el castillo de Cervera del Maestre (Castellón)”. Quaderns de Prehistòria de Castelló, nº21, pp. 357-396

* Gómez de Mora, David (2020). “La red de fortificaciones musulmanas del norte de Castelló y el papel geoestratégico de Banískula. Una visión personal. Revista Peñíscola, nº204

* Rabasa i Vaquer, Carles (2005). Funcions econòmiques del port de Peníscola durant la Baixa Edat Mitjana. XVIII Congrés Internacional d’Història de la Corona d’Aragó, pp. 1269-1290

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).