sábado, 9 de agosto de 2025

La bestia de Veyreau

A finales del siglo XVIII, en la zona occitana de Veyreau, se produjeron una serie de ataques mortales, ocasionados por una criatura, sobre la que escasos datos se han podido recabar hasta la fecha.

Como solía ocurrir en este tipo de situaciones, aquel animal se acabaría asociándo con uno de los muchos que el imaginario popular nunca llegaba a determinar, pero que nada más lejos de la realidad, podría tratarse de uno de los tantos lobos, que vivían en las entrañas de la Francia rural.

La bestia de Veyreau (IA)

En este caso, los sucesos relataban las incursiones de un animal, rápido y violento, que desaparecía en escaso margen de tiempo, y que tenía como presa preferente a los niños que vivían en la región de la Causse Noir. Un relato que recuerda mucho en parte a los trágicos sucesos, vividos tres décadas atrás en la región de Gévaudan.


I. El terror se apodera de la región de la Causse Noir

La bestia de Veyreau, llegó a ser vista por algunas personas, no obstante, nunca se llegó a certificar que acabase siendo cazada, por lo que sólo podemos suponer que el periodo en el que se movía por esta región rural, fue al menos entre los años 1799-1801.

Foto del autor

Hubo incluso gente de la zona que creía que la bestia de Gévaudan cazada en 1767 por Jean Chastel, no había sido abatida, llegando a señalarla como causante de lo sucedido. Algo obviamente sin sentido, pero que alimentaba todavía más el miedo.

A priori no conocemos la cifra exacta de víctimas que se vieron afectadas, aunque se cree que pudieron ser alrededor de una decena de personas fallecidas. La información que nos llega sobre este animal, procede básicamente de la crónica del padre Fages1, así como de los relatos recogidos en la obra “Peiralèu” de Christian-Pierre Bedel2.

La bestia de Veyreau se desplazaba a lo largo de diferentes zonas de la Causse Noir (foto del autor)

Las primeras informaciones apuntan a que este animal se movía por el entorno de Paliès, sin temor a ser visto a plena luz del día. Concretamente, la historia nos sitúa en verano de 1799, cuando el padre Fages, apoyándose en una recopilación de los hechos recabados años más tarde, nos informa de que esta criatura efectúa un ataque mortal en una granja de Paliès, justo el día de la víspera de San Juan (23 de junio), ante unos niños que se encontraban en el campo.

Estos, al percatarse de la presencia del animal, corrieron rápidamente en busca de un lugar seguro, escogiendo la zona alta de un árbol, no obstante, uno de aquellos niños no conseguiría salvarse, alcanzándolo el animal, a pesar de encontrarse a una altura de dos metros. En este caso, la víctima era un niño de 6 años, llamado Pierre-Jean Mauri, del cual en su partida del registro parroquial se especifica que fue “devorado por la feroz bestia”.

Foto del autor

Esta información, resulta de sumo interés, ya que se nos está hablando de una criatura, que parece ser ya era conocida en la región, y que la gente denominaba como “la feroz bestia”. Como se ha indicado, en el libro de Christian-Pierre Bedel, en la página 248, se dan detalles sobre algunos ataques más, como el ocurrido dos semanas después, es decir, en la jornada dominical del 7 de julio.

En esta ocasión, se trató de un niño que estaba guardando los bueyes con su hermano mayor en una granja de La Roujarie. Por desgracia, y a pesar de los intentos de ayuda del hermano mayor, y que salió corriendo en busca de socorro hacia la localidad de Veyreau, al volver al lugar de los hechos, su hermano ya había fallecido.

Foto del autor

A partir de ese momento, la aparición de este animal, demostraría que lo ocurrido poco antes no era un caso aislado, por lo que empezaría a extenderse el miedo en esta región francesa, donde como sabemos la presión demográfica era muy baja en comparación con otros lugares del país.

La cifra de ataques no cesó, pues veremos como de nuevo se menciona otra víctima, sobre la que desconocemos la fecha del ataque, aunque si algunos datos. Se trataba de un niño llamado Julien, el cual vivía en Bourjoie. Se dice que su padre estaba recogiendo los frutos de su explotación agrícola, cuando súbitamente, y teniendo al lado a sus hijos, aquel animal se abalanzó rápidamente hacia estos, llevándose consigo a uno de ellos. Finalmente su cuerpo fue encontrado sin vida días más tarde.

Como se había visto, las edades de las víctimas eran bajas, pues la mayoría de las que hemos podido investigar, se situaban entre los 6-14 años. Un perfil que nos recuerda también al de muchas de las muertes ocasionadas por la bestia de Gévaudan. Un hecho por desgracia nada extraño, si tenemos en cuenta que este era el sector de la población más vulnerable, ya que con esas edades antaño la gente trabajaba en el campo, además de que no podían ofrecer la misma resistencia o disponer de armas para defenderse como una persona adulta.

La gente del lugar decía que la zona en la que se cobijaba este animal era en el área del Puits des Fangettes (foto del autor)

Sobre esta criatura, la tradición relata que el animal en alguna ocasión fue alcanzado por cazadores, aunque sin conseguirlo abatir, algo que de nuevo nos recuerda a los hechos que se indican de la primera bestia de Gévaudan, y que como sabemos sobrevivió a varios encuentros con vecinos que se enfrentaron a ella.

Sabemos por una descripción que se realizó del ejemplar de Veyreau, que este precisamente no sería excesivamente corpulento como en el caso del famoso lobo abatido el 21 de septiembre de 1765 cerca de Saint Julien des Chazes. El de Veyreau era esbelto y muy rápido.

Como se ha dicho anteriormente, algunos testigos indicaron que este fue visto a plena luz del día en la localidad de Saint-André-de-Vézines. No cesando por desgracia la cifra de víctimas, ya que las fuentes mencionan que antes de acabar el año, se registraron varias bajas más, teniendo estas un perfil muy similar a las anteriores. Se trataba en esta ocasión de una niña y dos niños.

Foto del autor

El pánico era tal, que la gente si tenía que desplazarse por la montaña, lo hacía especialmente durante las horas de sol, incluso yendo pertrechados con una punta o filo cortante sujeto a un palo (a modo de alabarda), para de esta forma plantarle cara al animal en el caso de un hipotético encuentro.

Foto del autor

Durante aquel año de 1799, las teorías como era de esperar comenzaban a extenderse entre la gente del lugar, tal y como también ocurrió con las bestias de Gévaudan. Se decía que si se trataba de una hiena, un lince de gran tamaño, incluso un hombre lobo.

Foto del autor

Al igual que apreciaremos en los casos de la región de Gévaudan, hubo gente que en su encuentro con este animal consiguió sobrevivir. Hecho que por ejemplo se sabe que le sucedió a una niña que fue atacada en Labadie. En este caso, la niña tuvo la suerte de poder defenderse, gracias a la intervención de su hermano, quien la liberó del animal, llevándola hacia su casa, y pudiendo cerrar la puerta, manteniéndose ambos a salvo.

Según cuenta el padre Fages, aquel lobo estuvo merodeando en la zona exterior de la vivienda durante un periodo de tiempo, hasta que vio que aquellos niños no salían del hogar. En este caso, lo que salvó la vida a los jóvenes, fue la cercanía en la que se encontraba su vivienda en el momento del ataque, pues esto les permitió resguardarse rápidamente. 

Cabe decir, que este no será el primer caso, en el que se relataba que estos animales llegaban casi a plantarse hasta en la misma puerta de las casas, algo que de nuevo, volvemos también a apareciar en la bestia de Gévaudan. Aquella niña como consecuencia de la mordedura que padeció, tuvo una cicatriz de por vida, que podemos suponer que no le permitiría borrar aquel momento tan terrorífico de su mente.

Saint Jean des Balmes se ubica en las cercanías donde se produjeron varios de los ataques mortales de 1799 (foto del autor)

Como se ha indicado, la bestia no consiguió cazarse, a pesar de los intentos llevados por los vecinos a través batidas y cebos distribuidos en muchos puntos de las Causse Noir. Aunque el relato tradicional nos habla de “decenas” de personas atacadas, por ahora solo podemos registrar con rigurosidad poco más de media docena de muertos, no obstante, la cifra de diez o incluso unos cuantos más, es perfectamente factible, ya que por ejemplo se nos habla de otra niña fallecida dos años más tarde.

Este dato se recoge a través de una referencia sacada de los Archives de Millau (4 D 81), citada en la página de millavois.com3, donde se indica que en el valle de Dourbie, en el mes de mayo de 1801, se tienen noticias de que una niña de entre 10-12 años fue atacada mortalmente por un lobo. Se decía que aquel animal era el mismo que con anterioridad había estado en Saint-André-de-Vézines, un dato clave, que nos informaría de que todavía la bestia de Veyreau seguía con vida.

Foto del autor

Al respecto, un elemento interesante que apreciamos en esta zona de estudio, lo tenemos en la Iglesia dedicada a Saint-Amans-et-Saint-Loup de Paulhe, donde comprobamos a día de hoy la representación heráldica de un lobo rampante esculpido en piedra, el cual se ha planteado que podría guardar alguna relación con el co-patrón de la parroquia y un señor medieval4.

Foto del autor

Para nosotros no cabe la menor duda de que las advocaciones dedicadas a Saint Loup, y que tienen sus reminiscencias mayoritariamente en figuras del clero francés que vivieron durante el periodo de la Alta Edad Media, mantienen un nexo muy estrecho con la protección contra los peligros del lobo, el cual como es sabido, tras la caída del Imperio Romano, comenzó a incrementar su población por el territorio europeo.

Esto en parte se debe a los relatos que se irían contando sobre la vida de algunos de estos religiosos, los cuales en más de una ocasión hemos apreciado que se asociarán con intervenciones en las que salvarán a sus vecinos del ataque del cánido, como ocurrirá en el caso de Saint-Loup de Troyes. Al mismo tiempo, el nombre que portaron estas personas (Lupo/Loup), es una derivación del latín lupus (lobo), lo que obviamente aguarda un significado muy profundo por ese simbolismo que asocia el nombre del santo y esa característica protectora atribuida contra dicho animal.

No sería por ello un disparate el proponer que en esas zonas donde emerge la devoción hacia los diferentes Saint Loup, pueda deberse en parte a ese temor hacia el lobo, debido a la ocurrencia de ataques como los que se recogerán a lo largo de los siglos alrededor del territorio francés.

Foto del autor


II. Los “meneurs de loups”

Hasta principios del siglo XX, en esta área geográfica, era muy bien recordada por sus gentes, la figura de los “meneurs de loups” o guías de lobos. Se trataba de personas que domesticaban a estos cánidos, y que luego empleaban para pedir dinero a los vecinos de la zona, a cambio de sus supuestas habilidades para controlarlos, y de esta manera, ejercer un chantaje que funcionaba como una garantía para que a la cabaña ganadera de aquellas personas nunca les sucedería nada malo.

La gente por norma general tenía respeto y temor a este tipo de personajes, ya que siempre estaba presente la preocupación de que si no se cumplía con el estipendio que este solicitaba (en forma de dinero o comida), los lobos de la zona podían acabar siendo un riesgo para los granjeros de ese lugar.

Obviamente, las autoridades comenzaron a perseguir a este tipo de personajes, ya que muchas veces veremos que actuaban como bandoleros, teniendo a la gente de la región amedrantada ante las exigencias a las que los sometían. En cierto modo, esta figura nos recuerda un tanto a la del famoso lobero que hubo por las tierras de Cuenca (“el lobero de Castejón”), y que fue procesado por la Inquisición.

Foto del autor

Por norma general, estas personas decían tener una serie de poderes o habilidades, que la gente no tardaba en asimilar con el mismísimo diablo. Tengamos en cuenta que en el caso francés, se sabe que estos intimidaban sólo con su presencia, pues muchas veces iban abrigados con pieles de esos mismos animales, que estos decían mantener alejados de las zonas habitadas. Aquello acabaría dando pie al nacimiento de figuras conocidas dentro de ese mundo, como ocurrirá en la región de Veyreau con el meneur llamado “La Conque”5, así como con Jean Grin6, quien se decía que se escondía en el Mas de la Vaysse.

Foto del autor

Precisamente, sobre este, veremos que su nombre salía a menudo a relucir en la localidad de Monna, para así asustar a los niños que se portaban mal, incluso precisándose que este podía aparecer en el barranco de Massebiau7.


David Gómez de Mora


Referencias:

1https://johnknifton.com/2016/01/18/the-beast-of-veyreau-another-cannibal-killer/

2 Bedel, Christian-Pierre (1999). Peiralèu: La Cressa, Mostuèjols, Ribièira, La Ròca, Sent-Andriu, Vairau. Mission départementale de la culture, Aveyron, 272 pp.

3 https://millavois.com/2020/05/23/au-mas-de-la-vaysse-sur-les-pas-de-jean-grin/

4 https://millavois.com/2019/10/19/leglise-saint-amans-et-saint-loup-de-paulhe/

7 Testimonio oral de Mª Manenq, contado en septiembre de 1975 en la fuente de Monna a Raymond Robert. Archives Raymond Robert: https://millavois.com/2020/05/23/au-mas-de-la-vaysse-sur-les-pas-de-jean-grin/

miércoles, 30 de julio de 2025

Apuntes sobre la cruz procesional de Saceda del Río

La cruz procesional de Saceda del Río (hoy expuesta en el Museo de Arte Sacro de Huete) puede considerarse uno de los objetos litúrgicos más preciados que antaño se empleaban en este enclave durante las jornadas en las que se celebraban procesiones.

La pieza está realizada con plata y plata sobredorada, destacando entre su ornamentación una serie de figuras, como son el Cristo Crucificado de su anverso, o la Virgen y el Niño que apreciamos en el reverso.

Para no repetirnos sobre algunos de los elementos decorativos que la integran (y que esbozamos en nuestro primer trabajo impreso sobre la localidad en la año 2021), en esta ocasión, quisiéramos tratar una sección específica, en la que observamos determinados detalles, que merecen la pena comentarse aunque sea de forma breve. 

Se trata de la parte del nudo, la cual se compone de un templete con una cúpula con costillas y seis santos en hornacinas entre balaustres, donde comprobamos las figuras de seis Apóstoles, sobre un cielo con querubines.

Los Apóstoles, junto con otras partes de la pieza, como ocurre con el citado Cristo Crucificado y los balaustres de la manzana, se cree que podrían haber sido reaprovechados. Analizando su iconografía, una pregunta qué algunas personas se han realizado, es la de cuáles han sido los escogidos para ocupar ese espacio.

Cruz procesional de Saceda del Río (Museo de Arte Sacro de Huete)

Para responder a este interrogante, es necesario matizar que por el momento no hemos conseguido una imagen con detalle de cada uno, por lo que resulta complejo dar una contestación precisa. No obstante, si analizamos la iconografía que grosso modo apreciamos de cada figura, pueden apreciarse diversos atributos, que nos permiten al menos descartar y distinguir algunos de esos Apóstoles.

Así pues, una de las figuras que podríamos aproximar con una mayor seguridad, es la que creemos que hace alusión a Santiago el Mayor, quien veremos que se representa como un hombre adulto con barba, portando el característico sombrero y su bastón de peregrino.

Detalle de la referida figura, presente en el nudo de la cruz procesional de Saceda del Río

Otro de los Apóstoles que pensamos podría formar parte de ese conjunto, es la imagen de Santo Tomás, quien muchas veces se ilustra como un hombre adulto con barba que sostiene en sus manos una escuadra de constructor.

Detalle una de las figuras presentes en el nudo de la cruz y que podría representar al Apóstol Santo Tomás

La tercera que podría también integrar parte del nudo de la cruz, es la del Apóstol San Judas Tadeo, quien suele tener en una de sus manos el garrote o maza doblada con la que se efectuó su martirio.

Ahora bien, respecto al resto de imágenes, hemos de decir que debido a la escasez del detalle que poseen las fotografías que tenemos, no podemos apreciar, y por tanto asegurar, que Apóstoles podrían estar representando.

Detalle de las figuras restantes que aparecen en la cruz procesional de Saceda del Río

Por ejemplo, observamos que una de estas alza su mano con un dedo levantado en actitud de enseñanza, portando en la otra mano un objeto, que en el caso de ser una copa podría identificarse con San Juan Evangelista. En las dos restantes vemos la figura de varones mayores, apreciándose un libro en una de las manos de la figura, así como en la otra lo que parece ser una especie de cuchillo o utensilio, que podría recordarnos a San Bartolomé, pero que debido a la falta de nitidez de la imagen, tampoco podemos asignar a un Apóstol en concreto.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Saceda del Río

martes, 29 de julio de 2025

El barrio "La Solana" de Saceda del Río

A una distancia de un centenar de metros del área urbana de Saceda del Río, apreciamos un conjunto de viviendas, que conforman un pequeño barrio denominado como La Solana. Esta agrupación de casas, se dispone sobre la falda sureste de una pequeña loma, que en su parte más elevada, alcanza los 967 metros de altura sobre el nivel del mar.

La construcción de caseríos aislados o haciendas como en el caso de las Fuentecillas, es un ejemplo que guarda ciertos paralelismos con lo que sería el origen de un “villarejo” (cuya palabra proviene del término villar <<un pequeño núcleo habitado>>). Una terminología que podemos asociar con espacios residenciales en origen formados por un conjunto de varias casas, que son al fin y al cabo, un testimonio de una forma de poblamiento, que con el trascurso del tiempo ha ido evolucionando.

Barrio La Solana visto desde arriba

Algunos de estos barrios se acabarían integrando con la trama urbana del núcleo poblacional, otros irían desapareciendo, o como sucede en el caso de Saceda, se mantendrán apartados del lugar al que pertenecen. 

Cabe decir que en el pasado Saceda del Río incluso llegó a tener algún poblado adscrito a su término, tal y como nos informa el geógrafo Tomás López en el siglo XVIII, cuando comenta en su obra que por aquel entonces todavía eran conocidos los restos de un despoblado denominado “Palomarejas”, el cual se ubicaba en una zona cercana a la vega del río Peñahora.

Respecto al barrio La Solana, este antaño disponía de un pequeño manantial, cerca del cual se produjo la aparición de la imagen de Nuestra Señora de la Paz, y de la que las fuentes escritas ya nos recuerdan que contaba con su propia ermita.

Vista del barrio La Solana viniendo desde Saceda del Río. En la falda de su cerro es donde cuenta la tradición local que fue hallada la imagen de Nuestra Señora de la Paz

Tengamos en cuenta que en el libro de defunciones de la localidad, se informa en 1682 tras el fallecimiento del Licenciado Francisco Vicente, que este entrega a su sobrino Diego Martínez 80 ducados, para que con la mitad de ese dinero “haga una capilla junto a la ermita de Nuestra Señora de la Paz, y en ella coloque la imagen de San Guillermo”, añadiendo que con la parte restante de ese dinero, este espacio se pueda reparar (AEH, fol. 72 v.).

Con este dato podemos saber que ya existía un lugar de culto a dicha Virgen, al menos en la década de los años ochenta del siglo XVII, indicándose al mismo tiempo que este debía repararse por el estado en el que se encontraba. 

El nombre de La Solana también aparece en la documentación de tiempos pasados, así pues, si leemos las propiedades que se recogen en la capellanía que estaba fundada en el siglo XVII por el licenciado Juan López-Lobo, entre las diferentes zonas del término municipal, se mencionan “el camino de La Solana” así como el “Cerro de La Solana”.

Área residencial del barrio La Solana

Cabe decir que en el mismo documento se recoge otro topónimo alusivo a este tipo de espacios urbanos: “el barrio de la fuente”. El cual pensamos que pudo ser la zona que hoy comprende la calle de la Fuente, y que como sabemos se sitúa en la parte este de Saceda del Río. 

Lo que si podemos detallar con mayor precisión, es el número de casas de cada uno de los habitantes que residían en este barrio de la localidad, gracias a un censo de población, elaborado entre los años 1857-1858, y que se halla presente en el Archivo Municipal de Huete.

En este documento se nos informa de que por aquellos tiempos, en la localidad había un total de 503 habitantes (265 hombres y 238 mujeres), precisándose que de los 265 varones, 129 estaban solteros, 119 casados y 17 viudos; mientras que en el caso de las mujeres, 101 eran solteras, 122 casadas y 15 viudas. La población por debajo de los 20 años, sumaba un total de 202 personas, es decir, un 40% del total de sus habitantes.

En ese momento, en la localidad solo se registra un religioso (nada que ver con las cifras de un siglo antes), además de la existencia de dos pobres de solemnidad. Y es que dentro de las limitaciones que existían en este enclave, veremos que el campo o la tenencia de un patrimonio agrícola, daba de comer a la gran mayoría de las personas.

De las 147 viviendas registradas en el municipio, 140 estaban habitadas, no habiendo ninguna de un piso, mientras que 42 poseían dos, y las restantes 105 una altura de tres plantas. 

Otro dato que complementa este artículo, y que tampoco podemos pasar por alto, es un padrón de principios de los años treinta del siglo XIX, donde se especifica el lugar de residencia de cada uno de los vecinos, efectuándose una distinción por calles, que suman una cifra total de 468 habitantes (varias decenas menos como veremos respecto los datos de 1858).

En esos momentos, en la localidad había tres clérigos, por lo que detectamos esa trayectoria descendente de miembros del brazo eclesiástico en comparación con el siglo XVIII, y que irá decayendo a medida que avanza la centuria del XIX.

Respecto a la distribución del vecindario sacedero, veremos que este se divide en poco más de una media docena de áreas residenciales, siendo estas una calle denominada como del Palomar, la de las Torquillas, junto varias que existen todavía, manteniendo incluso sus nombres tradicionales (calle de abajo, de enmedio, de arriba, olmos y el barrio La Solana).

Museo Etnográfico de Huete

Si analizamos el repartimiento de los habitantes de acorde a estos viarios, veremos que el del Palomar y el de las Torquillas, albergan a un 6% y 9% respectivamente de los habitantes que vivían en la localidad durante los primeros años de la década de 1830. El sumatorio se completa con un 16% en la calle de arriba, un 6% en la calle de enmedio, un 7% en la calle olmos, y un 40% en la calle de abajo (que era donde se concentraba la mayor cantidad de vecinos). El porcentaje restante lo comprendería el barrio La Solana, que con sus 70 habitantes censados, representaba un 15% del total de la población, sin olvidarnos de un 1% residual procedente de la familia que vivía en el molino.

Para conocer un poco mejor que personas residían en las casas de La Solana, hemos trasladado los nombres de cada una de las familias que se citan en el referido documento, durante lo que serán los primeros años de la década de 1830. Estas en total suman 19.

Analizando por encima algunas de estas, apreciamos diferentes apellidos que al mismo tiempo irán apareciendo en el resto de habitantes que estaban afincados en la zona del casco urbano. No obstante, llama nuestra atención que además del cirujano (y que residía en este lugar), veremos también algunos representantes de la familia Rodríguez procedentes de Carrascosilla, sobre quienes sabemos que varios de sus componentes se dedicaron a la explotación ganadera, tal y como venían haciendo en su población de origen, puesto que ya ejercían de pastores. También apreciamos que estaban afincados en el barrio los integrantes del linaje Nieto.

El interés de algunos pastores por residir en esa parte de la población, estribaba en que en este barrio disponían de un mayor espacio para guardar el ganado, por no estar la residencia dentro de la zona urbana (donde este era más limitado), pudiendo así contar con corrales más espaciosos justo al lado de la casa en la que habitaban.

No olvidemos que antaño el lobo era una amenaza constante para el mantenimiento de las reses, de ahí que los corrales, y especialmente los apartados del área urbana, requerían de paredes altas que ayudaban a tener el rebaño más seguro, puesto que tanto estas criaturas como otras especies animales podían generar daños en este tipo de recintos.

Puerta de un corral del barrio La Solana

Detalle decorativo en la referida puerta del corral


Vecindario que residía en el barrio La Solana a principios de los años treinta del siglo XIX:

*Manzana nº12, nº1: Lázaro López (de oficio labrador), su esposa Bonifacia Gómez y dos hijos

*Manzana nº12, nº2: un matrimonio de jornaleros, donde aparece María Romero

*Manzana nº12, nº3: el tejedor Manuel González Alique, su esposa Luisa Nieto, así como su hijo

*Manzana nº13, nº1 y 2: el labrador viudo Gabriel Alique

*Manzana nº13, nº3: el matrimonio de jornaleros de la familia Vellisca-López

*Manzana nº13, nº4: el matrimonio de jornaleros integrado por Antonio Cantero y María García

*Manzana nº13, nº5: los tejedores Tiburcio González, su esposa Alejandra García (ella natural de Carrascosilla) y sus dos hijos

*Manzana nº13, nº6: el pastor Anselmo Rodríguez, natural de Carrascosilla, su esposa María Nieto (natural del barrio), y sus seis hijos

*Manzana nº14, nº1: el labrador Bernardo Nieto, casado con Manuela Muñoz

*Manzana nº15, nº1: el labrador Tadeo de la Fuente (viudo) y sus cuatro hijos

*Manzana nº15, nº2: el pastor de Valdecolmenas Braulio Ibáñez y su esposa Catalina Cantero de La Peraleja, junto sus dos hijos

*Manzana nº15, nº3: el jornalero Antonio Ballestero, su esposa Narcisa Arana y sus dos hijos

*Manzana nº16, nº1: el labrador Isidro Cantero y su mujer Josefa Jarabo de La Peraleja

*Manzana nº17, nº1: el labrador Agustín González, su mujer Jacoba de la Fuente, junto sus tres hijos

*Manzana nº17, nº2: la labradora viuda Leonor Rodríguez y sus cuatro hijos, entre los que estaba el estudiante Mateo Cantero Rodríguez

*Manzana nº18, nº1: el labrador Pedro García y su mujer Gregoria González, junto sus cuatro hijos

*Manzana nº19, nº1: el cirujano don Joaquín y su esposa Josefa Moraleja, ambos foráneos de la localidad (ella procedente de Villalba)

*Manzana nº19, nº2: el labrador Francisco González y su esposa María López

*Manzana nº19, nº3: siete miembros de la familia Rodríguez, dedicados al pastoreo y al campo


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Saceda del Río


Referencias:

-Archivo Eclesiástico de Huete. Libro de difuntos de Saceda del Río (1670-1738)

-Archivo Municipal de Huete. Saceda del Río, Ref. 74/6. Padrón de habitantes de 1832

-Archivo Municipal de Huete. Saceda del Río, Ref. 74/6. Censo de población de Saceda del Río. Años 1857-1858

-Biblioteca Nacional de España. López de Vargas-Machuca, Tomás (siglo XVIII). Diccionario geográfico de España, 870 hojas

viernes, 27 de junio de 2025

El palacio de los Señores de Villarejo de la Peñuela

Entre las construcciones más emblemáticas de la historia de Villarejo de la Peñuela, resulta imposible no mencionar la que fue su antiguo palacio señorial, alzado por los integrantes de la familia Coello de Ribera. Este espacio residencial, creemos que tendría sus raíces en una construcción anterior, de la que tan solo podemos especular, por tener este linaje ya los dominios del lugar desde la primera mitad del siglo XIV.

Por ahora conocemos algunas imágenes que recuerdan el estado de ruina en el que se encontraba durante la segunda mitad del siglo XX, así como algunas referencias que nos sirven para recrear parte de su aspecto, y que ya esbozó en su día el archivero conquense Dimas Pérez Ramírez, a través de un artículo, en el que indica las siguientes reseñas: 

Era “todo él de sillería, con planta baja y principal, no muy lejos de la iglesia parroquial de Villarejo. Elegante como la portada, que después describo, era el patio central, recuerdo todavía en estas casas castellanas del impluvium de la vivienda romana. En los ángulos de la fachada principal podían verse sendas torretas, donde se situaba más como signo de poder que como auténtica defensa, la ligera artillería de un par de culebrinas. En otro ángulo interior del edificio estaba la capilla de los señores. Y en el flanco derecho un jardín o solarium, al cual daba acceso desde el palacio un hermoso arco de medio punto”1 (Pérez, 8-9).

Sobre el escudo del palacio, Dimas Pérez ya señala que fue trasladado a la Venta de Cabrejas. Por nuestra parte, en un anterior trabajo, comentamos cuáles eran los emblemas de las familias que lo conforman. En el primer cuartel apreciamos el escudo de los Coello, mientras que en el segundo estaría el de los Sotomayor. En el tercero nos encontramos con el de los Zapata, mientras que en el cuarto las armas de los Carrillo de Mendoza.

Recordemos que los Condes de la Ventosa y Señores de Villarejo de la Peñuela, junto otros lugares, fueron don Pedro Coello de Ribera y de Zapata (hijo de don Fernando Coello de Ribera y doña Luisa Zapata), así como su esposa y con la que casó a principios del siglo XVII: doña Constanza de Sandoval y Coello (esta hija de don Juan de Sandoval Carrillo de Mendoza y Sotomayor y doña Luisa Coello de Mendoza).

Respecto a la referida portada que tenía esta construcción, y que hoy se encuentra en la ciudad de Cuenca, apreciamos que la entrada estaba formada por un bonito arco de medio punto sustentado en pilastras y flanqueado por columnas dóricas, sobre plintos que soportan un friso decorado a base de triglifos y métopas. También vemos esculpido el característico león rampante con ocho cruces de Calatrava, y que debemos adscribir al linaje de los Coello. 

En Villarejo todavía pueden presenciarse otros restos del edificio, como son las ventanas con su alféizar, además de algunas ménsulas que hay reaprovechadas en un par de casas de la localidad. El uso que los señores le darían a este palacio, desconocemos si era permanente, en temporadas o de forma ocasional.

Cierto es que las posibilidades que ofrecían los montes que controlaban en la zona, y que se extendían por el entorno de Villarejo de la Peñuela, como los hoy despoblados de Cabrejas y Valmelero, invitan a pensar en que estos disponían de un amplio espacio de terreno, que además de explotar para su beneficio económico, les reportaría grandes jornadas de actividad cinegética.

Así pues, la toponimia todavía nos recuerda como a lo largo de esta franja montañosa de los Altos de Cabrejas, había disponibilidad de una amplia gama de especies animales, que con toda seguridad, atraerían a sus antiguos señores a practicar el noble arte de la caza. Igualmente, la construcción de este tipo de espacios residenciales, estaba cargada de un enorme simbolismo, que consolidará el prestigio e imagen que los señores querían trasmitir a sus vecinos.

Portada del palacio

Aquello representaba todo un ejemplo y manifestación de su autoridad, además de con su arquitectura, simular incluso un uso defensivo. De la misma forma, Villarejo está posicionado en un lugar estratégico entre dos de las principales ciudades de la actual provincia, y que ya por aquellos tiempos eran los núcleos poblacionales más importantes de la zona (Huete y Cuenca).

Escudo de los Coello en la decoración de la portada del palacio

Igualmente, además de esas jornadas ociosas que podían permitirse sus señores, los veríamos también desempeñando obligaciones de control y administración de sus bienes. Tengamos en cuenta que la aparición en los libros parroquiales de los integrantes de esta casa recibiendo diferentes sacramentos, son el reflejo de la existencia de un lazo muy estrecho con la localidad en la que alzaron su vivienda palaciega.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela


Referencia:

*Pérez Ramírez, Dimas (1978). “Los señores del Villarejo de la Peñuela y su Palacio renacentista”, revista Cuenca, nº13, pp. 5-19  

Santiago Apóstol y Piqueras del Castillo

La devoción hacia Santiago Apóstol en Piqueras, ya se arrastra desde los primeros momentos en los que tenemos referencias escritas de su parroquia. Cierto es que a lo largo de la historia de esta localidad, apreciaremos el fervor religioso de sus habitantes, hacia determinadas advocaciones, que harán que el santoral local sea diverso, a pesar de que solo tengamos una Iglesia Parroquial.

Respecto al caso que nos ocupa, llama nuestra atención como en el calendario festivo del municipio, dos de las fechas más señaladas, son tanto la que engloba la denominada como fiesta de los mayos, así como la que en muchos lugares de España rememora a Santiago el hijo de Zebedeo.

Es importante realizar una serie de matices respecto al caso de Piqueras, ya que consultando su documentación, apreciaremos que su templo tiene como advocación principal a Santiago Apóstol. Como sabemos, existen dos apóstoles llamados Santiago, el Mayor y que también representa la figura de Santiago Matamoros, así como el Menor. El primero era hijo de Zebedeo, mientras que el segundo de Alfeo.


Iglesia parroquial de Piqueras del Castillo (google earth)

Si seguimos la tradición que se ha mantenido hasta nuestros días, la advocación del templo está relacionada con la imagen del Apóstol hijo de Zebedeo, algo que corrobora la cruz procesional, como la imagen que hace unos años se le dedicó en la Iglesia, ya que en ambas aparece representado Santiago recordando su famosa aparición en la Batalla de Clavijo.

Ahora bien, si analizamos la documentación parroquial de varios siglos atrás, podemos comprobar que en las diferentes visitas pastorales que se efectuaron al templo durante la segunda mitad del siglo XVII, no hay una definición detallada de cuál de los dos apóstoles es el que tiene la iglesia por advocación. Algo a priori sin importancia, si tenemos en cuenta que por el Apóstol o incluso la mención sin detalles que veremos de “San Santiago”, se entiende que se refiere al hijo de Zebedeo. No obstante, en el referido libro de cuentas de fábrica, veremos que también llega a citarse en alguna ocasión a este como Santiago el menor.

Podemos pensar que ello se debe a un error en el momento en que se escribió esa referencia, no obstante, tampoco habría que descatar que el Menor gozara de popularidad en el pueblo, a pesar de que como sabemos el hijo de Zebedeo es el que veremos representado en los diversos elementos del templo.

Es importante partir de que el patronazgo, como los atributos con los que se representan ambos Santiagos son diferentes, falleciendo además con una diferencia de dos décadas, al margen de que se engloben en un mismo periodo histórico.


Referencias de la Iglesia Parroquial de Piqueras del Castillo en el libro de cuentas de fábrica de los años 1658-1699 (ADC, P-2581)

La idea que se mantiene hasta el momento a tenor de lo que hemos comentado, es que el “San Santiago” que se cita en la documentación, es el Apóstol hijo de Zebedeo, el cual cobrará notable devoción en nuestro país, tal y como a veces no deja duda la referencia que se hace de este como patrón de España. No obstante, el hecho de que su nombre solo se cite como San Santiago y no llegue a especificarse en multitud de veces, o incluso veamos escrito en el caso que nos ocupa el nombre del Menor, deja en el aire la duda de si el Apóstol hijo de Alfeo, pudo tener un papel más destacado en la historia religiosa de Piqueras que por ahora desconocemos, lo que podría explicar parte de esa referencia.

Precisamente, la noche del 30 de abril al 1 de mayo, se celebra en el municipio, como en otros muchos lugares del territorio conquense, el conocido canto de los mayos, en el que tradicionalmente los mozos cantaban a la Virgen y a las mozas del pueblo, en una emotiva festividad que adaptándose a los tiempos actuales, sigue manteniéndose entre sus vecinos.

No hemos de olvidar, que casualmente el día 1 de mayo, es cuando antaño se celebraba la festividad de Santiago el Menor, así como el día 3 el de la Santa Cruz.

Desconocemos si Santiago el Menor o el Justo, ha tenido un papel destacado en la devoción local piquereña, aunque ciertamente no deja de ser como poco llamativo, que tanto en las fiestas de inicios de mayo, como durante la celebración del patrón de España, en Piqueras ambas jornadas siempre han gozado de notable importancia en su calendario festivo.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Piqueras del Castillo

 

Referencia:

*Archivo Diocesano de Cuenca. Libro de cuentas de fábrica de la Iglesia Parroquial de Piqueras del Castillo (1658-1699). Sig 130/1, P-2581 

domingo, 8 de junio de 2025

Cangrejos de río y anguilas

En el diccionario geográfico-estadístico-histórico de Pascual Madoz, podemos leer en la descripción referente al río Mayor de Huete, que en sus aguas se crían peces, además de cangrejos y anguilas.

Estos dos animales, aunque a veces cueste verlos en muchos de los ríos de nuestro país, antaño no era tan complicado, tal y como saben muchos de nuestros mayores, puesto que ambas especies, formaban parte de la dieta de muchos antepasados, que con gracia y destreza, sabían donde había mayor posibilidades de encontrarlos. La anguila con su cuerpo serpentiforme, es un animal que tiempo atrás estaba muy extendido en nuestras aguas.

Su facultad para adaptarse a diferentes medios, gracias a su capacidad alimenticia, tanto de pececillos vivos como muertos, además de larvas y gusanos, ayudará a que no resulte tan raro encontrarlas en determinadas zonas fluviales de interior, como ocurriría en el caso de Huete.

Sabemos que estas pueden descender por el curso de los ríos hasta el mar. Su presencia llega incluso a darse en momentos de bajadas violentas de aguas torrenciales, a pesar de que nos encontremos en cauces que permanecen buena parte del año secos, tal y como vimos décadas atrás en el caso de Vinaròs, concretamente hace más de veinte años, cuando se vieron anguilas en la zona de l'Estret tras la descarga de agua por parte de este barranco mediterráneo, con motivo de unas intensas lluvias que se produjeron en la cuenca alta del lecho fluvial.

La capacidad para sobrevivir en pozas o zonas donde hay escasa cantidad de agua, así como en puntos de lodo húmedo, explican que antaño no fuese tan raro toparse con anguilas en barrancos que tendrán poca agua para transportar. Durante las últimas décadas, la sobrepesca a la que se ha visto sometida la especie en los ríos, así como la peor calidad de las aguas fluviales, debido al incremento de los contaminantes que sobre estas se vierten, complican si cabe el crecimiento de su población. Ello sin olvidarnos del problema que puede generar la interposición de presas en medio de los cursos de ríos.


Cangrejo de río y anguila, dos animales muy presentes antaño en las aguas del río Mayor de Huete (IA)

Respecto al cangrejo de río, a pesar de ser menos representativo que siglos atrás, sabemos que en cauces como el río mayor de Huete, todavía es posible encontrarlo. Conocemos el caso vivido en 1998, ocasionado por un brote de tularemia, vinculado con la manipulación de este animal en la zona de Moncalvillo de Huete, y que afectó a varias personas que presentaron síntomas como úlceras en las manos y fiebre, tal y como recoge en su tesis doctoral Carlos Durántez (2019, 43).

Ahora bien, es importante diferenciar entre el cangrejo de río autóctono como el que describe Madoz, respecto los que hoy se pueden ver en buena parte de nuestros ríos, ya que la especie originaria, se ha visto desplazada por el cangrejo rojo americano, el cual es más competitivo y resistente que los que tradicionalmente habitaban estos espacios. De la misma forma, la expansión de algunas enfermedades que los cangrejos americanos portan consigo y que no les afectan, pero si a la variedad autócona, ha propiciado una reducción importante del número de los ejemplares que siempre hubo en nuestras aguas. 

Si a esto le sumamos la pesca excesiva que se dio en tiempos pasados, además de los cambios que en las últimas décadas se han vivido en cursos fluviales de escaso tamaño, tenemos, pues, razones suficientes, para entender como la situación en la que se encuentra esta especie, nada tendrá que ver con la que nos describe Madoz, hace casi ya dos siglos atrás.


David Gómez de Mora


Referencias:

*Durántez Fernández, Carlos (2019). Desarrollo y utilidad de las técnicas de ELISA y quimioluminiscencia para el diagnóstico de la tularemia humana (Tesis doctoral, Universidad de Valladolid).

*Madoz Ibáñez, Pascual (1845-1850). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid