A pesar de que Villarejo de la Peñuela es un municipio que ofrece una reducida trama urbana, esto no impide que todavía entre algunas de sus calles podamos observar elementos característicos de la arquitectura rural, que al andante curioso siempre le evocarán esa vida de épocas pasadas.
Por este motivo, siempre será un ejercicio interesante, el darse un paseo entre algunas de estas zonas del viario local, observando elementos que bien por haberse reaprovechado de obras anteriores, o simplemente sobrevivido en su mismo lugar de origen, nos hablan de una parte de la historia y vida de las gentes que antaño habitaban este pueblo.
Al respecto, todavía es posible encontrarnos con algunas viviendas tradicionales, que mantienen el encalado de su fachada para fines antisépticos, además de termorreguladores, puesto que el color blanco, sabido era por nuestros abuelos que refleja muy bien la luz solar, permitiendo durante la estación veraniega que el interior de la residencia pudiese estar más fresco. Igualmente, este aplique de cal, ayudará a que las paredes evitasen la acumulación de humedad dentro de los muros, especialmente en periodos de lluvias, de modo que la vivienda resistiese mucho mejor el deterioro ocasionado por los agentes atmosféricos.
Precisamente, con una finalidad estética, y para mantener alejadas de manchas y suciedad el primer medio metro de altura que había desde el suelo, se optaba por pintar esa franja inferior con colores de tonalidad grisacea o terrosos, escondiendo así las marcas de barro y polvo que se producían en las calles antes de que estas se asfaltasen.
Otro elemento decorativo, que guardaba una finalidad práctica, pero al mismo tiempo de tipo creencial, era la de pintar de color azul determinadas partes de la fachada, siendo este el caso de los marcos de balcones y ventanas, o la misma puerta de acceso a la vivienda. Esto responde a motivos de conservación, pero que también se entremezclan con lo oculto y las costumbres ancestrales. Así pues, existía la creencia de que en aquellos hogares donde los accesos que daban al exterior eran pintados con este tono azulado, funcionaban como elementos protectores ante la presencia de malos espíritus o el mismísimo maligno, impidiendo así su entrada dentro de la vivienda.
Igualmente otro de los usos que tradicionalmente se le ha asignado en la franja mediterránea como en otras partes de la península a este tipo de pintura, es su aplicación como repelente contra insectos. Tampoco podemos olvidar otro elemento decorativo y funcional que observamos en algunas de las viviendas del municipio como en la misma Iglesia Parroquial: las piezas de forja castellana.
Sin lugar a duda la forja castellana ha gozado siempre de enorme valor, tanto por la robustez como elegancia que aporta al conjunto de la casa. Aunque en Villarejo tengamos ejemplos de algunas ventanas con trabajos de forja sencilla, veremos en algunos casos partes en las que se aprecian elementos decorativos. Este material podía trabajarse a mano en la fragua del pueblo o bien en municipios de los alrededores.
Los barrotes y remates de las rejas, armonizarán con las aldabas y herrajes que por desgracia fueron desapareciendo de la mayoría de las casas con el trascurso de las últimas décadas. En las mejores viviendas era normal que esta forja se trasladara a los balcones, así como a las puertas que eran reforzadas con herrajes y clavos que daban todavía mayor sobriedad a la entrada de la residencia, demostrando así la disponibilidad de recursos de sus inquilinos. Al mismo tiempo, estos destacarán con elementos de carácter religioso, que siempre que se podía ensalzaban el simbolismo salvaguardador de la cruz.
No olvidemos que el arraigo y devoción que la religión cristiana ha tenido en zonas rurales como la que nos ocupa, ayudará a que las cruces se aplicaran en el diseño de algunas de las zonas externas de la residencia.
La preocupación por la propagación de enfermedades, además de otras creencias que iban más allá de los tan temidos males de ojos que siempre hubo por estas tierras, se sumaban a esos miedos que hasta no hace tanto afloraban durante el periodo de la festividad de las ánimas. Igualmente, la cruz también la veremos reflejada en algunos de los sillares del exterior de la Iglesia Parroquial, y que junto con otras formas incisas sobre la piedra, nos hablan de los usos y creencias de nuestros antepasados.
Sillares de la Iglesia Parroquial de Villarejo de la Peñuela con marcas de cruz
Así pues, la presencia de este tipo de incisiones en piedras de arenisca, justo en la sillería de los edificios sagrados, puede deberse a que en ocasiones los habitantes accedían hasta ese lugar por ser uno de los pocos, en el que a falta de una piedra de afilar en su hogar (o también por evitar el coste del servicio del afilador o el herrero), era una de las pocas alternativas con la que podían realizar esta tarea.
Recordemos que uno de los viejos oficios hoy ya prácticamente desaparecido era el del afilador, un comerciante ambulante, que todavía muchos hemos llegado a ver, y que se encargaba de sacar el filo a tijeras, hachas, navajas, cuchillos así como otras herramientas de corte.
Precisamente, debido a este motivo, veremos como muchos vecinos desde siglos atrás considerarán las áreas externas de estos edificios, como un espacio en el que se extenderán unos atributos sacros, en contra de las advertencias que se podían efectuar desde el clero local, por querer salvaguardar lo mayormente posible la estética del edificio.
Tampoco podemos pasar por alto, la decoración del alero de la Iglesia Parroquial de la localidad, donde observamos el clásico diseño de “dientes de sierra” o “dientes de lobo”, y que como ya se ha comentado en alguna ocasión, estaban tanto en viviendas como en este tipo de edificios.
La creencia daba una cualidad protectora a este diseño, recordando con esa forma, su carácter salvaguardador, incluso en espacios religiosos, donde a pesar de que nos encontramos en la Casa del Señor, calará muy fondo en el subconsciente, la costumbre de decorar esas partes inferiores del tejado, como algo cotidiano y artístico, con un trasfondo que nos remonta a tiempos lejanos, que irá trasladándose generacionalmente, y donde también se verá la figura de la Santísima Trinidad.
Finalmente, otro elemento que hemos observado, y que todavía no habíamos comentado (al margen del característico sillar que aparece incrustado en la zona exterior de la Iglesia), es el de un reloj solar, que vemos en uno de los sillares del templo. Se trata de un reloj solar de tres líneas cuya varilla estaría colocada sobre la junta superior del sillar.
David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela