En el anterior artículo ya se trataron algunos aspectos de las familias más destacadas de la sociedad local de Castillejo para el período que abarcaba desde finales del siglo XVI hasta principios del XVII. Gracias a los recursos de los que dispusieron parte de las gentes más acomodadas (pues siguiendo con las costumbres, fueron transmitiendo sus bienes entre algunas líneas concretas de descendientes), estos consiguieron salvaguardar su posición o incluso mejorarla mediante la búsqueda de enlaces matrimoniales, con personas de características sociales similares.
Solía tratarse de ricos labradores con disponibilidad de tierras, que por norma general pretendían medrar, intentando que algunos de sus hijos accediera a una formación religiosa, que además de darle mayor renombre a la familia en el lugar de origen, promocionaba al resto de hermanos que todavía estuvieran por casar. Y es que la posesión o creación de una capellanía, fue en muchas ocasiones motivo de peso a la hora de fomentar el desarrollo de acuerdos matrimoniales entre personas, que pretendían aprovechar las prestaciones de uno estudios pagados, y que obviamente no estaban al alcance de todos.
Nos encontramos por lo tanto, ante un sistema donde las leyes daban preferencia a los más ricos, lo que favorecía la creación de grupos de poder, donde se heredaban derechos o recursos que permitieran un mantenimiento de aquel modo de vida (tales como fundaciones, vínculos, patronazgos…), en el que se proyectarán sus integrantes.
El asignarse un cargo dentro del Santo Oficio, era otra de las alternativas que se prestaban para los iniciados, y que obviamente no era fácil de conseguirse, por el gasto que aquello comportaba (además de la lucha de influencias que se disputaban entre las casas más fuertes del lugar, pues la disponibilidad de plazas era limitada), no obstante, si se conseguía el propósito, no cabía la menor duda de que ese hito suponía un triunfo para la familia al completo, pues reportaba una reputación y poder adicional al linaje, aunque sólo fuese en un ámbito tan escueto como el municipal.
Tampoco deberíamos de olvidar a los escribanos, un oficio con cierto rango por el papel que estos desempeñaban de cara a las élites, ya que además de dar fe a la hora de confirmar los datos de una documentación escrita, compulsarla e incluso manipularla, eran personas que custodiaban los secretos testamentarios de todo el pueblo, en los que sabían con precisión, todos y cada uno de los bienes que poseían sus vecinos. Una información muy privilegiada, a la que cualquiera deseaba tener acceso.
Sobre ese contexto, durante mediados del siglo XVII, se proyectaron dos apellidos, que comenzaron a tener un notable auge entre las gentes de Castillejo. Se trataba de los miembros del linaje Rubio y de la Puerta.
Genealogía del linaje Rubio de Castillejo del Romeral. Elaboración propia
Los Rubio fueron una familia que por aquella época se adjudicó una familiatura del Santo Oficio, concretamente Julián Rubio, quien casó con una representante de la familia Hernández. Otra hermana suya lo hizo con Domingo de Herando. No olvidemos que los Herando eran en realidad descendientes de los Fernández o Hernández, pues sabemos que su origen genealógico procedía del linaje fruto del matrimonio entre Miguel de Herando Fernández y su esposa Isabel Fernández.
Igualmente nos interesa la relación de algunos representantes de los Rubio con la casa de los Romo, y que como explicamos en el artículo anterior, eran a principios de siglo una de las familias mejor posicionadas de Castillejo. Tampoco se nos puede pasar por alto el enlace que en 1606 celebró Catalina Rubio con Martín Palenciano, vecino de la Peraleja, de familia labradora, y que en algunas de sus líneas efectuaron diversas fundaciones de bienes para salvaguardar y acumular el patrimonio que tenían.
Por lo que concibe a los de la Puerta, fueron otra de las muchas familias que adquirieron poder dentro del municipio, con especial intensidad a partir de mediados del siglo XVII, justo cuando ya eran poseedores de la escribanía local, y que supieron transmitir durante generaciones. Esto les valió para acrecentar un protagonismo, que ya desde las primeras décadas de la centuria fue una realidad, gracias a sus políticas matrimoniales con vecinos de idéntica condición. Así lo comprobamos con los Romo, y cuyos hijos celebraran sus nupcias con personas portadoras del apellido López-Lozano, Saiz y de la Fuente.
Genealogía de la familia de la Puerta. Apuntes genealógicos (elaboración propia)
Un testimonio sobre el nivel de vida de aquellos labradores, lo tenemos en uno de los inventarios de bienes que hemos hallado en el Archivo Municipal de Huete, concretamente en la sección de protocolos, volumen número 197, correspondiente al año 1698.
A través de un listado se describen las posesiones de Inés Saiz, mujer del señor Juan de la Puerta. Entre las mismas se citan elementos de diferente tipología, que nos acercan mucho más al estilo de vida de este conjunto de personas, mencionándose por ejemplo diversas clases de textiles y enseres, almacenados en varias arcas.
Pero si queremos hablar de detalles curiosos, no se nos pueden pasar por alto la posesión de algunas joyas. Así lo vemos en un anillo de nueve piedras, como de una filigrana de plata valorada en 60 reales, así como otro, tasado en 30 reales. Piezas que no todos los habitantes poseían, y que junto con más elementos de plata (sin olvidar varios Agnus Dei o un rosario tasado en 75 reales), formaban parte del ajuar familiar.
Los bienes rústicos son también descritos en este documento, por lo que sin ningún tipo de dudas, reflejan muy bien el poder de esta clase privilegiada que hoy relacionamos con los labradores acomodados. Y es que además de dos casas (una encima de la Iglesia de Castillejo con su corral, así como otras en el Barrio de Arriba), había que añadir muebles de cierta calidad, como un escritorio de pino con su llave, dos bufetes, junto cuatro camas, mesas y sillas…, un mobiliario que a los ojos de hoy podría parecernos insignificantes, pero que ciertamente eran poco usuales en la gran mayoría de los hogares de aquellos tiempos. Aunque si algo era poco común entre el resto de agricultores, fueron sus más de 150 fincas, y que los convirtieron en grandes acaudalados. La producción de viña, avena, centeno y trigo era uno de los recursos más explotado de esas tierras.
Tampoco se nos deberían de pasar por alto las más de 300 cabezas de ganado que poseían (256 de ovejas y 82 becerros), y que eran aprovechadas para extraer la lana. A ello cabría añadirle 49 colmenas, junto varios machos para faenar en las numerosas tierras, y que convirtieron a esta familia como a sus antepasados en gentes bien posicionadas.
Como curiosidad, decir que los bienes muebles y raíces de Julián de la Puerta, según la escritura ascendían a un total de 180.852 reales. Cifra contundente, que nos ayuda a entender el perfil social, de muchos de aquellos labradores, en los que este tipo de acumulación de tierras eran una realidad que marcaba las pautas del futuro de sus descendientes.
Guillermo Fernández Rabadán y David Gómez de Mora
Fuentes:
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libros I, II y III de matrimonios de Castillejo del Romeral.
-Archivo Municipal de Huete. Libro de protocolos notariales, nº 197. Año 1698.
-Archivo personal. Genealogías familiares y apuntes de los autores sobre los linajes locales de Castilllejo del Romeral.