sábado, 29 de junio de 2019

Los Granero, Jiménez, Martínez y Muñoz del Picazo



Para conocer a fondo la historia del Picazo, es de obligada consulta el libro realizado por Benedicto Collado Fernández, en el que su autor trata en diferentes apartados, el trascurso de la historia de esta localidad, desde sus orígenes más remotos hasta entrado el siglo XX.

Una pieza fundamental, que sirve de base para cualquier investigación que deseemos efectuar sobre este lugar.
Es precisamente, partiendo de esta idea, cuando al entrar en el siglo XVII, se percibe en el enclave una etapa convulsa, a raíz de una serie de episodios bastante tensos entre algunas familias del vecindario, y que Benedicto nos sitúa tras la llegada de los nuevos vecinos que desde Tébar y Alarcón comenzaron a instalarse en el municipio.

El detonante de aquellos rifis rafes, como dice el autor, respondía a cuestiones de índole económica y posición social (Collado, 2004, 56), de ahí que resulte crucial analizar las genealogías y representantes de cada hogar, para hacernos una idea de que sucedió durante mucho tiempo en un municipio que en la época del Catastro de Ensenada no contaba ni tan siquiera con 300 hogares (lo que suponía poco más de un millar de habitantes), pero donde se generaron “dos partidos irreconciliables en el pueblo y que, con altibajos, se han mantenido hasta comienzos del siglo XX” (Collado, 2004, 56).

Parece ser que la familia de los Herráiz, procedente de Solera de Gabaldón durante el siglo XVI, gozó de una buena posición desde el momento de su instalación. El estatus dentro de la localidad era importante para ellos, pues no olvidemos que poseían su respectiva casona solariega, con un precioso escudo de armas, que recordaba su entronque con los Carrillo, y los convertía a su vez en miembros del estado noble. La familia Herráiz supo como mantener su nombre, y para ello recurrió a una reiterada política de enlaces matrimoniales con la casa de los Cardos, otra de las grandes familias asentadas en este municipio durante los últimos 500 años. Ambas en su conjunto, consolidaron uno de los dos bloques sociales, en donde el parentesco fue estrechándose, puesto que sus miembros iban enlazando con descendientes, a los que fueron sumándose a sus filas otras familias de la nobleza comarcal, que acabó fortaleciéndolos.

Por otro lado, como ya indicaba Benedicto, la entrada de gentes procedentes de fuera del Picazo (el caso de los Montoya y los Villanueva), generó un grave conflicto de intereses para la casa de los Herráiz y Cardos. Sin lugar a dudas, para que este choque se gestara, cabía sumar el apoyo ofrecido por familias de la pequeña burguesía local. Se trataba mayormente de labradores autóctonos del Picazo, y que del mismo modo que los Herráiz, comenzaron a sellar alianzas matrimoniales que fomentaron la creación de una pequeña élite local. En este caso, su posicionamiento no fue precisamente con sus vecinos, sino con los linajes inmigrantes, fenómeno que acrecentó más la tensión.

Benedicto nos describe la situación con estas palabras: “Uno de los partidos representaba a los nobles venidos de Tébar, formado alrededor de las familias Montoya y Villanueva y acaudillados por Don Sebastián de Montoya. Formaban parte de su partido Benito Martínez, su cuñado Alonso, Francisco Muñoz y sus hijos, Francisco de Sepúlveda, Ambrosio Rodríguez y Adrián Rodríguez, hermanos, Alonso Martínez Donate, Alonso Jiménez Granero y Francisco Jiménez y su yerno Alonso Muñoz, Francisco Jiménez Cisneros y Andrés de Sepúlveda, molinero. También formaban parte de este grupo los vecinos de Tébar avecindados en el Picazo, D. Diego de Montoya, hijo de D. Sebastián de Montoya, sus sobrinos D. Fernando de Montoya y Don Cristóbal de Briones y D. Mateo Villanueva Palomares, su yerno” (Collado, 2004, 56).



Casa de los Jiménez, que fue propiedad del arriero Francisco Jiménez, hijo de Andrés Jiménez y Jiménez. Francisco Jiménez fue uno de los más importantes vinateros del Picazo en el siglo XVIII y transportaba su vino a Madrid, para lo que poseía una recua de burros (Collado, 2004, 351-352).

En el presente artículo nuestro interés radica en este bloque de labradores con recursos, que aprovechando la oportunidad que les brindaba la entrada de los Villanueva y Montoya, diseñaron nuevas estrategias de proyección, gracias a las que fueron consolidando puestos destacados dentro del ámbito local. Así lo vemos reflejado en el control de alcaldías y regidurías que con el paso de los siglos fueron representando varios de sus integrantes. La situación fue bastante compleja, ya que las nuevas familias, aprovechando su posición privilegiada, junto con el apoyo de varios de algunos miembros de estas familias que hemos descrito, acabaran dilatando sus relaciones con otros vecinos, desembocando en diversos pleitos y peleas, que propiciaron un escenario donde no faltaron los conflictos y disputas.

Al margen de quienes eran o no sus implicados, estudiando sus genealogías queda claro que en el lugar se fueron trazando relaciones estrechas entre varias casas de labradores, ese fue el caso de los Granero-Sevilla, Jiménez, Martínez y Muñoz. Una maraña de acuerdos matrimoniales, que serán los que a continuación queríamos comentar. 

Tronco de la casa de los Herráiz-Carrillo. Datos extraídos de la genealogía de Benedicto y Ricardo Collado Fernández.


Los Granero

Los Granero en Alarcón estaban reconocidos como miembros de la nobleza local, de ahí que una de sus líneas entroncará con otros linajes del mismo municipio, tal y  como pasó con los Zapata, Lorca y Velázquez de Cuellar. En ese sentido especialmente destacará la descendencia de Lucas Granero y María Rabadán, y que volverá a reiterarse con otras líneas de Granero asentadas en El Picazo.

Los Granero desde su origen fueron una familia acomodada, que sabrá mantener su posición trascurridos los siglos, pues tal y como ya nos indica Benedicto en 1745, “cuando el Ayuntamiento quiso realizar un reparto entre todos los vecinos para pagar el sueldo del médico, se opusieron los nobles y los más ricos, encabezados por D. Francisco Portillo Pacheco, D. Mateo Jerónimo Villanueva y Francisco Granero Cisneros” (Collado, 2004, 257). Este Francisco que fue alcalde de la población en 1740 y 1747, era descendiente directo de su homónimo y que también ostentó idéntico puesto en la localidad durante 1660, Francisco Granero Cisneros, el marido de María López Agraz, fallecido en 1695 con pago de 132 misas. Descendiente del mismo tronco fue el Licenciado Roque Granero, presbítero de la localidad, fallecido en 1732, con manda de 260 misas. Benedicto Collado nos informa que cinco años antes su madre le hizo donación de varios bienes para que éste pudiera ordenarse.

Esta línea de la familia refleja los intereses de un conjunto de labradores, que encabezada por algunos personajes que veremos en el ámbito de la política municipal, ya había conseguido que varios de sus integrantes formaran parte del clero local.

Representantes de esta misma línea serán Juan Granero Cisneros y Alonso Granero Cisneros (padre e hijo, fallecidos el mismo año), con mandas respectivas de 150 y 220 misas.
Sobre Juan Granero, marido de Leonor Benítez, Benedicto Collado nos señala que el 20 de enero de 1637, otorga junto con su esposa, una escritura de censo a favor de la Pía Memoria que fundó Don Diego de Andrade, cura de la Santísima Trinidad de Alarcón.

La familia Granero-Sevilla, es otra de las líneas fuertes que nacerán en la localidad. Sus orígenes documentados a través de los libros de matrimonios, nos conducen hasta Juan Sevilla, marido de María García. A partir de ese enlace comienzan a surgir descendientes que intercalarán la forma Granero, Granero-Sevilla o Sevilla. María Granero casó con Esteban Herráiz, personaje que nos interesa, ya que hasta la fecha no hemos conseguido averiguar si guarda alguna relación con la casa principal de este linaje. Una de las nueras de Esteban y María fue Magdalena Martínez, quien pagó en 1680 un total de 275 misas por su defunción. Mientras que su marido Esteban Herráiz lo hacía en 1677 con pago de 148 misas.
Sólo sabemos que Esteban establece políticas matrimoniales con las mismas familias que lo harán el resto de casas de labradores que apoyan la causa del partido noble de los Montoya y Villanueva, es el caso de los Jiménez y los Martínez. Podría parecer un hecho casual, pero vemos como algunos de los nombres de sus integrantes aparecen relacionados con los implicados en el proceso que se vive durante la segunda mitad del siglo XVII entre ambos partidos.

Volviendo a los descendientes de esta familia, destaca la figura de Lucas, hijo de Juan Sevilla, y que celebró sus bodas con Isabel Muñoz (Muñoces que luego abordaremos), intercalando sucesivamente las formas Granero-Muñoz en sus descendientes. También será estrecha su relación con la línea de los Granero-Cisneros, a través del matrimonio de María López Agraz y Francisco Granero Cisneros (quien antes ha sido mencionado por ocupar la alcaldía del Picazo en 1660).

En 1706, Juan Granero Sevilla falleció efectuando un pago de 439 misas. Sabemos que su sobrino era Diego Sevilla, hijo de Diego Sevilla Muñoz, por lo que conectaría con el tronco de Lucas Granero Sevilla e Isabel Muñoz. Otro hijo de estos últimos personajes fue Francisco Granero, fallecido en 1616, con manda de 187 misas. También es de destacar la partida de defunción de María García, esposa de uno de los nietos de Lucas e Isabel, que en 1698 pagó un total de 767 misas.

Otro hermano fue Diego Sevilla Granero, quien murió en 1648 y realizó su testamento ante Pedro Sevilla, escribano de la localidad. Diego solicitó 100 misas, además de dejar en su testamento 3000 reales para la obra de una custodia, de acuerdo a la información que nos proporciona Benedicto Collado en su genealogía del Picazo. Hechos como este, revelan en parte el poder de la familia, y la manera en que por aquellos tiempos se proyectaban muchas de aquellas personas a escala local.

Por otra parte, la línea de los Granero que consigue entroncar con los hidalgos de Alarcón, y que puede guardar un parentesco muy estrecho con Juan Sevilla (no olvidemos que éste junto a su mujer María García, tenían sepultura junto al coro de la Iglesia del Picazo), medrará con familias como los Peralta, Zapata y Muñoz durante sus primeras generaciones. Así lo veremos con Margarita Granero Muñoz, que luego antepondrá el doña, y casará en primeras nupcias con un Peralta, mientras que posteriormente tras enviudar lo hará con un Marcilla, falleciendo en 1687 con manda de 158 misas. Siete años antes, su hija doña Margarita Peralta y Granero moría pagando un total de 144 misas. Lucas Granero, marido de Bárbara Gómez, falleció en 1636 con manda de 148 misas. Dicho Lucas era precisamente tío de doña Margarita Granero Muñoz.


Los Jiménez

El linaje de los Jiménez es sin lugar a dudas uno de los más importantes de la historia del Picazo. Sus orígenes genealógicos nos conducen hasta Andrés Jiménez Chumillas, nacido alrededor de mediados del siglo XVI en Zafrilla, y que después casará con Agueda Martínez. A través de su descendencia irán consolidándose diferentes líneas con bastante poder.

Buen ejemplo es la casa de los Jiménez Cisneros, y que veremos en la figura de Alonso Jiménez Cisneros y su esposa Ana Granero Muñoz (enlace donde de nuevo se fusionan tres de los linajes que aquí describimos). Juan Jiménez, fallecido en 1702, y marido de María Rabadán, mandó un total de 352 misas.

Otra de las líneas que destacará será la del transportista y comerciante Francisco Jiménez, quien a finales del siglo XVIII alzará una bonita vivienda en la calle San Mateo, dándole si cabe más renombre a su familia. Su hija doña Elvira Jiménez, casó con el que años más tarde fue el alcalde de la localidad. El padre de Francisco (Andrés Jiménez), además de las tierras, también se dedicaba al transporte de mercancías, pues disponía de varios animales para desempeñar su actividad laboral. Así lo refleja el Catastro de Ensenada, cuando nos informa que tenía una caballeriza mayor y dos menores, sin olvidar la fuerza animal de su hijo Francisco, quien a principios del siglo XIX, poseía cuatro mulas de labor y tres de recua.
Andrés Jiménez falleció en 1684 con pago de 156, éste era primo hermano del bisabuelo del mismo Andrés Jiménez, que trabajando como arriero aglutinó una riqueza importante.

La familia Jiménez establece nexos matrimoniales con gentes de la familia Granero, además de los Muñoz, junto con los Herráiz que vinculan a Esteban con María Granero, sin olvidar tampoco a los Martínez, con los que efectúan repetidos matrimonios. A grosso modo, quedan claros los intereses de proyectar a la familia, sin perder de vista al resto de linajes de labradores, que les servirán para afianzar un patrimonio que entrado el siglo XVIII los llevará a estar entre una de las casas más importantes de la localidad


Los Martínez

A pesar de ser un apellido muy común y existir diferentes líneas, vemos como hay una que sin lugar a dudas destaca por su importancia, siendo la que luego se volcará dando su apoyo al bando noble de los Montoya y Villanueva. Esa será la descendencia de Benito Martínez, personaje de mediados del siglo XVI, que luego casó con Catalina de Moya, y vino hasta El Picazo desde Almodóvar del Pinar.

El hijo de Benito y Catalina fue Gabriel Martínez Moya, quien en 1597 celebró sus nupcias con María Saiz, dejando una importante descendencia que llevará este apellido en la localidad. De entre sus familiares destacarán los entronques con la casa de los Jiménez-Granero, como con los Granero-Sevilla, además de los referidos Jiménez.

Remarcable era la línea de Benito Martínez Villena, involucrada también en el alboroto de los bandos. Dicho personaje fallece en 1696 con pago de 115 misas. Su padre, Benito Martínez Saiz murió como su mujer Ana López, en 1665 y con pago de 102 misas.

Tampoco podemos olvidar a Teresa Martínez, mujer de Andrés Jiménez, y cuya descendencia entablará alianzas con los Granero. Teresa (la esposa de Andrés), falleció en 1676 con pago de 226 misas, mientras que su hija de igual nombre y apellido, lo hizo cinco años antes con manda de 200 misas.


Los Muñoz

Por último, la familia Muñoz estableció relaciones muy estrechas con los Granero y Sevilla, creándose un triángulo de intereses, donde muchos de sus hijos intercalarán o irán variando los apellidos, o incluso solapándolos.

El origen del linaje de los Muñoz nos conduce hasta mediados del siglo XVI a la vecina localidad de Sisante, municipio donde estaban asentados, y que por los libros parroquiales que hemos investigado, evidencian como estos casaron con gentes destacadas del lugar. La familia Olivares está directamente vinculada con los Muñoz, puesto que Agueda Olivares (esposa de Alonso Jiménez), era sobrina del Licenciado Muñoz. Recibiendo del mismo sus bienes.

Los Muñoz desde su llegada al Picazo fueron una familia bien posicionada, pues los veremos en diferentes épocas controlando alcaldías, además de ocupar cargos en la Iglesia.

Con el paso de las generaciones todavía había representantes de la familia con cierto protagonismo, es el caso del alcalde que a finales del siglo XVIII había en la localidad, don Domingo Muñoz García. Fenómeno similar sucederá con el nieto de Miguel Muñoz y Juana Granero, quien también fue alcalde en repetidas ocasiones hasta poco antes de fallecer. Francisco Muñoz, marido de María Granero, falleció en 1673 con pago de 172 misas.



Relaciones genealógicas entre las familias Granero-Sevilla, Muñoz-Sevilla, Jiménez y Martínez. Elaboración propia. Extraído de la información genealógica de Benedicto y Ricardo Collado Fernández junto los libros de defunciones de la localidad.

La casa de los Muñoz entroncó especialmente con la de los Granero, tanto por la línea que procedía de Lucas Granero y María Rabadán, como con los que anteponen el apellido Sevilla, además de los Jiménez.

En la partida de defunción de Isabel Muñoz (año 1614), se dice que ésta es esposa de Lucas Granero Sevilla, además de sobrina del alcalde ordinario Miguel Muñoz y nieta de Juan Muñoz, natural de Sisante. Es por este motivo, que en un futuro no descartamos aportar nuevos datos sobre este linaje a través de las referencias recopiladas en nuestra genealogía familiar.

David Gómez de Mora


Fuentes:

-Collado Fernández, Benedicto (2004). Picazo, un lugar en tierra de Alarcón. 373 páginas.

-Collado Fernández, Benedicto y Collado Fernández, Ricardo. Genealogías del Picazo. Elpicazo.net

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1566-1610). P-2739.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro II de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1611-1666). P-2740.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro III de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1666-1684). P-2741.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro IV de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1684-1708). P-2748.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro V de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1708-1734). P-2749.

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).