Para conocer a fondo la
historia del Picazo, es de obligada consulta el libro realizado por Benedicto
Collado Fernández, en el que su autor trata en diferentes apartados, el
trascurso de la historia de esta localidad, desde sus orígenes más remotos
hasta entrado el siglo XX.
Una pieza fundamental, que
sirve de base para cualquier investigación que deseemos efectuar sobre este
lugar.
Es precisamente, partiendo de
esta idea, cuando al entrar en el siglo XVII, se percibe en el enclave una
etapa convulsa, a raíz de una serie de episodios bastante tensos entre algunas
familias del vecindario, y que Benedicto nos sitúa tras la llegada de los
nuevos vecinos que desde Tébar y Alarcón comenzaron a instalarse en el
municipio.
El detonante de aquellos rifis
rafes, como dice el autor, respondía a cuestiones de índole económica y
posición social (Collado, 2004, 56), de ahí que resulte crucial analizar las
genealogías y representantes de cada hogar, para hacernos una idea de que
sucedió durante mucho tiempo en un municipio que en la época del Catastro de
Ensenada no contaba ni tan siquiera con 300 hogares (lo que suponía poco más de
un millar de habitantes), pero donde se generaron “dos partidos
irreconciliables en el pueblo y que, con altibajos, se han mantenido hasta
comienzos del siglo XX” (Collado, 2004, 56).
Parece ser que la familia de
los Herráiz, procedente de Solera de Gabaldón durante el siglo XVI, gozó de una
buena posición desde el momento de su instalación. El estatus dentro de la
localidad era importante para ellos, pues no olvidemos que poseían su
respectiva casona solariega, con un precioso escudo de armas, que recordaba su
entronque con los Carrillo, y los convertía a su vez en miembros del estado
noble. La familia Herráiz supo como mantener su nombre, y para ello recurrió a
una reiterada política de enlaces matrimoniales con la casa de los Cardos, otra
de las grandes familias asentadas en este municipio durante los últimos 500
años. Ambas en su conjunto, consolidaron uno de los dos bloques sociales, en
donde el parentesco fue estrechándose, puesto que sus miembros iban enlazando con
descendientes, a los que fueron sumándose a sus filas otras familias de la
nobleza comarcal, que acabó fortaleciéndolos.
Por otro lado, como ya indicaba
Benedicto, la entrada de gentes procedentes de fuera del Picazo (el caso de los
Montoya y los Villanueva), generó un grave conflicto de intereses para la casa
de los Herráiz y Cardos. Sin lugar a dudas, para que este choque se gestara, cabía
sumar el apoyo ofrecido por familias de la pequeña burguesía local. Se trataba
mayormente de labradores autóctonos del Picazo, y que del mismo modo que los
Herráiz, comenzaron a sellar alianzas matrimoniales que fomentaron la creación
de una pequeña élite local. En este caso, su posicionamiento no fue
precisamente con sus vecinos, sino con los linajes inmigrantes, fenómeno que
acrecentó más la tensión.
Benedicto nos describe la
situación con estas palabras: “Uno de los partidos representaba a los nobles
venidos de Tébar, formado alrededor de las familias Montoya y Villanueva y
acaudillados por Don Sebastián de Montoya. Formaban parte de su partido Benito
Martínez, su cuñado Alonso, Francisco Muñoz y sus hijos, Francisco de
Sepúlveda, Ambrosio Rodríguez y Adrián Rodríguez, hermanos, Alonso Martínez
Donate, Alonso Jiménez Granero y Francisco Jiménez y su yerno Alonso Muñoz,
Francisco Jiménez Cisneros y Andrés de Sepúlveda, molinero. También formaban
parte de este grupo los vecinos de Tébar avecindados en el Picazo, D. Diego de
Montoya, hijo de D. Sebastián de Montoya, sus sobrinos D. Fernando de Montoya y
Don Cristóbal de Briones y D. Mateo Villanueva Palomares, su yerno” (Collado, 2004, 56).
Casa
de los Jiménez, que fue propiedad del arriero Francisco Jiménez, hijo de Andrés
Jiménez y Jiménez. Francisco Jiménez fue uno de los más importantes vinateros
del Picazo en el siglo XVIII y transportaba su vino a Madrid, para lo que
poseía una recua de burros (Collado, 2004, 351-352).
En el presente artículo nuestro
interés radica en este bloque de labradores con recursos, que aprovechando la
oportunidad que les brindaba la entrada de los Villanueva y Montoya, diseñaron
nuevas estrategias de proyección, gracias a las que fueron consolidando puestos
destacados dentro del ámbito local. Así lo vemos reflejado en el control de
alcaldías y regidurías que con el paso de los siglos fueron representando
varios de sus integrantes. La situación fue bastante compleja, ya que las
nuevas familias, aprovechando su posición privilegiada, junto con el apoyo de
varios de algunos miembros de estas familias que hemos descrito, acabaran
dilatando sus relaciones con otros vecinos, desembocando en diversos pleitos y
peleas, que propiciaron un escenario donde no faltaron los conflictos y
disputas.
Al margen de quienes eran o no sus
implicados, estudiando sus genealogías queda claro que en el lugar se fueron
trazando relaciones estrechas entre varias casas de labradores, ese fue el caso
de los Granero-Sevilla, Jiménez, Martínez y Muñoz. Una maraña de acuerdos
matrimoniales, que serán los que a continuación queríamos comentar.
Tronco
de la casa de los Herráiz-Carrillo. Datos extraídos de la genealogía de
Benedicto y Ricardo Collado Fernández.
Los
Granero
Los Granero en Alarcón estaban
reconocidos como miembros de la nobleza local, de ahí que una de sus líneas entroncará con otros linajes del mismo municipio, tal y como pasó con los Zapata, Lorca y Velázquez de
Cuellar. En ese sentido especialmente destacará la descendencia de Lucas
Granero y María Rabadán, y que volverá a reiterarse con otras líneas de Granero
asentadas en El Picazo.
Los Granero desde su origen
fueron una familia acomodada, que sabrá mantener su posición trascurridos los
siglos, pues tal y como ya nos indica Benedicto en 1745, “cuando el
Ayuntamiento quiso realizar un reparto entre todos los vecinos para pagar el
sueldo del médico, se opusieron los nobles y los más ricos, encabezados por D.
Francisco Portillo Pacheco, D. Mateo Jerónimo Villanueva y Francisco Granero
Cisneros” (Collado, 2004, 257). Este Francisco que fue alcalde de la población
en 1740 y 1747, era descendiente directo de su homónimo y que también ostentó
idéntico puesto en la localidad durante 1660, Francisco Granero Cisneros, el
marido de María López Agraz, fallecido en 1695 con pago de 132 misas.
Descendiente del mismo tronco fue el Licenciado Roque Granero, presbítero de
la localidad, fallecido en 1732, con manda de 260 misas. Benedicto Collado nos
informa que cinco años antes su madre le hizo donación de varios bienes para
que éste pudiera ordenarse.
Esta línea de la familia
refleja los intereses de un conjunto de labradores, que encabezada por algunos
personajes que veremos en el ámbito de la política municipal, ya había
conseguido que varios de sus integrantes formaran parte del clero local.
Representantes de esta misma
línea serán Juan Granero Cisneros y Alonso Granero Cisneros (padre e hijo,
fallecidos el mismo año), con mandas respectivas de 150 y 220 misas.
Sobre Juan Granero, marido de
Leonor Benítez, Benedicto Collado nos señala que el 20 de enero de 1637,
otorga junto con su esposa, una escritura de censo a favor de la Pía Memoria
que fundó Don Diego de Andrade, cura de la Santísima Trinidad de Alarcón.
La familia Granero-Sevilla, es
otra de las líneas fuertes que nacerán en la localidad. Sus orígenes documentados
a través de los libros de matrimonios, nos conducen hasta Juan Sevilla, marido
de María García. A partir de ese enlace comienzan a surgir descendientes que
intercalarán la forma Granero, Granero-Sevilla o Sevilla. María Granero casó
con Esteban Herráiz, personaje que nos interesa, ya que hasta la fecha no hemos
conseguido averiguar si guarda alguna relación con la casa principal de este
linaje. Una de las nueras de Esteban y María fue Magdalena Martínez, quien pagó
en 1680 un total de 275 misas por su defunción. Mientras que su marido Esteban
Herráiz lo hacía en 1677 con pago de 148 misas.
Sólo sabemos que Esteban
establece políticas matrimoniales con las mismas familias que lo harán el resto
de casas de labradores que apoyan la causa del partido noble de los Montoya y
Villanueva, es el caso de los Jiménez y los Martínez. Podría parecer un hecho
casual, pero vemos como algunos de los nombres de sus integrantes aparecen
relacionados con los implicados en el proceso que se vive durante la segunda
mitad del siglo XVII entre ambos partidos.
Volviendo a los descendientes
de esta familia, destaca la figura de Lucas, hijo de Juan Sevilla, y que celebró
sus bodas con Isabel Muñoz (Muñoces que luego abordaremos), intercalando
sucesivamente las formas Granero-Muñoz en sus descendientes. También será
estrecha su relación con la línea de los Granero-Cisneros, a través del
matrimonio de María López Agraz y Francisco Granero Cisneros (quien antes ha
sido mencionado por ocupar la alcaldía del Picazo en 1660).
En 1706, Juan Granero Sevilla
falleció efectuando un pago de 439 misas. Sabemos que su sobrino era Diego
Sevilla, hijo de Diego Sevilla Muñoz, por lo que conectaría con el tronco de
Lucas Granero Sevilla e Isabel Muñoz. Otro hijo de estos últimos personajes fue
Francisco Granero, fallecido en 1616, con manda de 187 misas. También es de
destacar la partida de defunción de María García, esposa de uno de los nietos
de Lucas e Isabel, que en 1698 pagó un total de 767 misas.
Otro hermano fue Diego Sevilla
Granero, quien murió en 1648 y realizó su testamento ante Pedro Sevilla,
escribano de la localidad. Diego solicitó 100 misas, además de dejar en su
testamento 3000 reales para la obra de una custodia, de acuerdo a la
información que nos proporciona Benedicto Collado en su genealogía del Picazo.
Hechos como este, revelan en parte el poder de la familia, y la manera en que
por aquellos tiempos se proyectaban muchas de aquellas personas a escala local.
Por otra parte, la línea de los
Granero que consigue entroncar con los hidalgos de Alarcón, y que puede guardar
un parentesco muy estrecho con Juan Sevilla (no olvidemos que éste junto a su
mujer María García, tenían sepultura junto al coro de la Iglesia del Picazo), medrará
con familias como los Peralta, Zapata y Muñoz durante sus primeras generaciones.
Así lo veremos con Margarita Granero Muñoz, que luego antepondrá el doña, y
casará en primeras nupcias con un Peralta, mientras que posteriormente tras
enviudar lo hará con un Marcilla, falleciendo en 1687 con manda de 158 misas.
Siete años antes, su hija doña Margarita Peralta y Granero moría pagando un total
de 144 misas. Lucas Granero, marido de Bárbara Gómez, falleció en 1636 con
manda de 148 misas. Dicho Lucas era precisamente tío de doña Margarita Granero
Muñoz.
Los
Jiménez
El linaje de los Jiménez es sin
lugar a dudas uno de los más importantes de la historia del Picazo. Sus
orígenes genealógicos nos conducen hasta Andrés Jiménez Chumillas, nacido
alrededor de mediados del siglo XVI en Zafrilla, y que después casará con Agueda
Martínez. A través de su descendencia irán consolidándose diferentes líneas con
bastante poder.
Buen ejemplo es la casa de los
Jiménez Cisneros, y que veremos en la figura de Alonso Jiménez Cisneros y su
esposa Ana Granero Muñoz (enlace donde de nuevo se fusionan tres de los linajes
que aquí describimos). Juan Jiménez, fallecido en 1702, y marido de María
Rabadán, mandó un total de 352 misas.
Otra de las líneas que
destacará será la del transportista y comerciante Francisco Jiménez, quien a
finales del siglo XVIII alzará una bonita vivienda en la calle San Mateo, dándole
si cabe más renombre a su familia. Su hija doña Elvira Jiménez, casó con el que
años más tarde fue el alcalde de la localidad. El padre de Francisco (Andrés
Jiménez), además de las tierras, también se dedicaba al transporte de
mercancías, pues disponía de varios animales para desempeñar su actividad
laboral. Así lo refleja el Catastro de Ensenada, cuando nos informa que tenía
una caballeriza mayor y dos menores, sin olvidar la fuerza animal de su hijo
Francisco, quien a principios del siglo XIX, poseía cuatro mulas de labor y
tres de recua.
Andrés Jiménez falleció en 1684
con pago de 156, éste era primo hermano del bisabuelo del mismo Andrés Jiménez,
que trabajando como arriero aglutinó una riqueza importante.
La familia Jiménez establece
nexos matrimoniales con gentes de la familia Granero, además de los Muñoz,
junto con los Herráiz que vinculan a Esteban con María Granero, sin olvidar
tampoco a los Martínez, con los que efectúan repetidos matrimonios. A grosso
modo, quedan claros los intereses de proyectar a la familia, sin perder de
vista al resto de linajes de labradores, que les servirán para afianzar un
patrimonio que entrado el siglo XVIII los llevará a estar entre una de las casas
más importantes de la localidad
Los
Martínez
A pesar de ser un apellido muy
común y existir diferentes líneas, vemos como hay una que sin lugar a dudas
destaca por su importancia, siendo la que luego se volcará dando su apoyo al
bando noble de los Montoya y Villanueva. Esa será la descendencia de Benito
Martínez, personaje de mediados del siglo XVI, que luego casó con Catalina de
Moya, y vino hasta El Picazo desde Almodóvar del Pinar.
El hijo de Benito y Catalina
fue Gabriel Martínez Moya, quien en 1597 celebró sus nupcias con María Saiz, dejando
una importante descendencia que llevará este apellido en la localidad. De entre
sus familiares destacarán los entronques con la casa de los Jiménez-Granero,
como con los Granero-Sevilla, además de los referidos Jiménez.
Remarcable era la línea de
Benito Martínez Villena, involucrada también en el alboroto de los bandos. Dicho
personaje fallece en 1696 con pago de 115 misas. Su padre, Benito Martínez Saiz murió como su mujer Ana López, en 1665 y con pago de 102 misas.
Tampoco podemos olvidar a
Teresa Martínez, mujer de Andrés Jiménez, y cuya descendencia entablará
alianzas con los Granero. Teresa (la esposa de Andrés), falleció en 1676 con
pago de 226 misas, mientras que su hija de igual nombre y apellido, lo hizo cinco
años antes con manda de 200 misas.
Los
Muñoz
Por último, la familia Muñoz estableció
relaciones muy estrechas con los Granero y Sevilla, creándose un triángulo de
intereses, donde muchos de sus hijos intercalarán o irán variando los
apellidos, o incluso solapándolos.
El origen del linaje de los
Muñoz nos conduce hasta mediados del siglo XVI a la vecina localidad de
Sisante, municipio donde estaban asentados, y que por los libros parroquiales
que hemos investigado, evidencian como estos casaron con gentes destacadas del lugar.
La familia Olivares está directamente vinculada con los Muñoz, puesto que
Agueda Olivares (esposa de Alonso Jiménez), era sobrina del Licenciado Muñoz.
Recibiendo del mismo sus bienes.
Los Muñoz desde su llegada al
Picazo fueron una familia bien posicionada, pues los veremos en diferentes
épocas controlando alcaldías, además de ocupar cargos en la Iglesia.
Con el paso de las generaciones
todavía había representantes de la familia con cierto protagonismo, es el caso
del alcalde que a finales del siglo XVIII había en la localidad, don Domingo
Muñoz García. Fenómeno similar sucederá con el nieto de Miguel Muñoz y Juana
Granero, quien también fue alcalde en repetidas ocasiones hasta poco antes de
fallecer. Francisco Muñoz, marido de
María Granero, falleció en 1673 con pago de 172 misas.
Relaciones
genealógicas entre las familias Granero-Sevilla, Muñoz-Sevilla, Jiménez y
Martínez. Elaboración propia. Extraído de la información genealógica de
Benedicto y Ricardo Collado Fernández junto los libros de defunciones de la localidad.
La casa de los Muñoz entroncó
especialmente con la de los Granero, tanto por la línea que procedía de Lucas
Granero y María Rabadán, como con los que anteponen el apellido Sevilla, además
de los Jiménez.
En la partida de defunción de Isabel
Muñoz (año 1614), se dice que ésta es esposa de Lucas Granero Sevilla, además
de sobrina del alcalde ordinario Miguel Muñoz y nieta de Juan Muñoz, natural de
Sisante. Es por este motivo, que en un futuro no descartamos aportar nuevos
datos sobre este linaje a través de las referencias recopiladas en nuestra
genealogía familiar.
David Gómez de Mora
Fuentes:
-Collado Fernández, Benedicto
(2004). Picazo, un lugar en tierra de Alarcón. 373 páginas.
-Collado Fernández, Benedicto y
Collado Fernández, Ricardo. Genealogías del Picazo. Elpicazo.net
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro
I de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1566-1610). P-2739.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro
II de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1611-1666). P-2740.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro
III de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1666-1684). P-2741.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro
IV de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1684-1708). P-2748.
-Archivo Diocesano de Cuenca. Libro
V de testamentos y entierros de la parroquia del Picazo (1708-1734). P-2749.