jueves, 12 de agosto de 2021

Nicolás Segovia. Un referente del carlismo picaceño

Como ya reconocía la prensa liberal de la época, nuestro antepasado Nicolás Segovia era la "esperanza de la facción del Picazo". Líder y cabecilla del contingente de su localidad natal. Un villano para el alcalde corrupto del lugar, y un héroe para buena parte de la gente de su pueblo.

Tras el ataque gestado en El Picazo en septiembre de 1834 contra los cuatro caciques que dominaban la población, Nicolás no tuvo más remedio que huir, despidiéndose de sus hijos, y dejándolos a cargo de su familia.

Prófugo por los rincones de las tierras conquenses, y "errante entre los bosques desde su loco arrojo", tal y como define la prensa del momento, actuó en compañía de su fiel amigo Cirondo (otro histórico de la causa carlista por estas latitudes).

Varios meses después y tras haberse entregado los escasos compañeros de andanzas que le seguían, Nicolás se mantuvo fiel a su ideario de resistencia. Por aquel entonces la partida estaba formada por Cirondo, su hijo y él. Tres guerrilleros solitarios. Para mí, tres románticos de los que ya no quedan, y que creían firmemente en el dicho de que en esta vida nada era imposible.

Finalmente el día 26 de diciembre nuestro antepasado fue rodeado por varias decenas de milicianos liberales. Nicolás lo tenía claro, por ello en lugar de abandonar y entregarse, cargó su escopeta y luchó hasta el final. La superioridad numérica era de 1 contra 15. No había nada que hacer, aun así los tres hombres desde las tres de la madrugada de aquella fatídica jornada "se defendieron desesperadamente por espacio de tres horas, haciendo fuego muy vivo", tal y como recogen los periódicos de la época.

A las seis Cirondo y su hijo caían heridos, mientras tanto Nicolás seguía cargando su escopeta hasta que finalmente fue rodeado por una marabunta que lo apuntaba por todas las partes de su cuerpo.

Cinco días después, el 31 de diciembre de 1834, atado de manos, el héroe del Picazo fue expuesto en la plaza de su pueblo. Allí mismo, esa misma tarde, delante de sus vecinos y familia, Nicolás fue ejecutado por el brigadier del que durante varios meses se había escabullido.

El acto no fue casual, pues el objetivo de tan trágico desenlace era amedrantar a todos los presentes, para que se entendiera que aquellas gestas tenían consecuencias irreparables.

Suponemos que el resultado no sería el esperado cuando la documentación municipal informa de que “todavía el 8 de enero de 1887, el alcalde del pueblo se ve en la obligación de comunicar al Gobernador Civil -que algunos vecinos de esta localidad se presentan en público con boinas rojas, por más que no producen alarma y quizás sin ningún interés, pero sin dejar de producir sospechas por ser de los que han militado en las filas carlistas-".

Nicolás fue asesinado en 1834, la tercera guerra carlista finalizó en 1876, y como sabemos hasta finales del siglo XIX el carlismo en El Picazo seguía siendo venerado por muchos hijos del pueblo. Nicolás dejó descendencia a través de su hija, quien casó con un miembro de una familia que también defendería la causa en Rubielos Altos.

De este matrimonio saldrá Domingo Ruiz Segovia, quien insertado en el mismo núcleo ideológico, llevaba los apellidos de una familia que de nuevo encabezó el movimiento rebelde durante el estallido de la tercera guerra en la localidad.


David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).