domingo, 25 de mayo de 2025

Colores, creencias y simbolismos en las zonas externas de las viviendas de nuestros antepasados

En diferentes entradas de este blog, ya hemos comentado el significado que tenía antaño el color azul, por interpretarse que funcionaba como un elemento protector, que se aplicaba pintando las puertas de las casas y sus marcos, así como otras partes de la fachada. Esto sucederá a lo largo de nuestro país como en diferentes zonas del Mediterráneo. No olvidemos que esta cromática tiene un simbolismo muy intenso con lo divino, y especialmente con la tonalidad del Cielo.

Igualmente, este tipo de creencias las veremos que se aprecian en otros pueblos de cultura musulmana. En el caso peninsular, apreciaremos que además del azul, otro color que estará presente en esa parte de la vivienda será el verde. Algo que de manera inconsciente se mantendrá con el trascurso de los siglos como un tema meramente estético, pero que ahonda en la mentalidad y percepciones de antaño. 

Es por ello que no debe extrañarnos, que sobre las capas de cal que se acaban desprendiendo de muchas fachadas de casas antiguas, afloren todavía restos de ese característico azul índigo o añil, así como verde esmeralda, y que en tiempos pasados decoraba nuestras viviendas.

Mucha gente cree que el empleo de este tipo de colores, es algo que se debe a razones decorativas o estéticas. Obviamente, esto es lo que hoy ocurre, aunque no en el caso de siglos atrás. 

Si analizamos a fondo algunos elementos de la cultura musulmana, comprobaremos por ejemplo que precisamente el color verde, guarda una significación muy importante, lo que podría explicar que en muchas localidades de raíces moriscas, este de manera inconsciente, se ha mantenido en la forma de decorar la vivienda, aunque en origen su trasfondo se deba más bien a razones religiosas o de otras creencias. 

Por otro lado, es igual de cierto, que la costumbre de emplear el verde en la decoración de las viviendas de nuestro país, no siempre hay que buscarla en la influencia de tierras africanas, y es que por ejemplo, en la zona atlántica del norte, veremos como en muchas casas, a pesar de no haber existido un grado de influencia notorio con el área septentrional africana, era normal que antaño se pintasen puertas y marcos de ventanas con esa misma tonalidad, al asociarse el verde con la armonía y las buenas cosechas. 

Sobre el uso del color verde en la decoración de muchas viviendas del medievo, o que luego tendrán una influencia morisca tras la reconquista, es interesante apreciar algunos aspectos del Islam, como ocurre con las vestiduras del Paraíso, o también el aprecio que hacia este color tenía el Profeta Mahoma.

Por otro lado, el hecho de que se pintaran o marcaran con diferentes colores las viviendas de antaño, lo apreciaremos en más culturas y religiones. Sin ir muy lejos, pensemos que los antiguos israelitas ya se encargaron de desmarcarse del pueblo egipcio, pintado con la sangre de sus ofrendas los marcos de las puertas de sus casas, demostrando así su fidelidad a Yahveh, para de este modo no padecer el mismo final que los egipcios, tal y como nos recuerda el libro de Éxodo. 

También ya hemos hablado en más de una ocasión, sobre la importancia del simbolismo que poseen los dientes de sierra o de lobo, y que veremos en los aleros de las casas, combinándose con esos colores anteriormente descritos, donde arraiga una costumbre, que estará presente en la decoración de edificios religiosos como civiles, lo que nos retrotrae al simbolismo del triángulo, y que recordará la Santísima Trinidad, donde se incide en el denominado Ojo de la Providencia, en el que se plasma la mirada constante de Dios, sobre esas criaturas que ha creado, cuidando constantemente de nosotros, a la vez que las hileras repetidas de los aleros, evocan su sabiduría infinita, remarcando además los tres atributos por los que se distingue: omnipresencia, omnisciencia y omnipotencia.

David Gómez de Mora

viernes, 23 de mayo de 2025

Los aleros de la Iglesia Parroquial de Caracenilla

La Iglesia Parroquial de Caracenilla, es sin lugar a duda, el edificio más importante y representativo que encontramos en esta pedanía optense, sobre la que todavía queda mucho por escribir, gracias tanto a la historia como detalles que atesora, y que presenciamos en diferentes elementos que nos hablan de su pasado.

Es al respecto, encima de la entrada principal de este espacio religioso, donde presenciamos una serie de motivos decorativos, que se extienden por buena parte de nuestro territorio, y que reciben varios nombres, siendo algunos el de “dientes de sierra” o “dientes de lobo”.

En realidad se trata de un diseño de formas triangulares, pintado en la zona de los aleros, cuyo simbolismo nos conduce a épocas muy antiguas, en las que las creencias entremezclan el temor a lo desconocido y la búsqueda de una protección, que intenta salvaguardar la integridad de las personas.


Aleros de la Iglesia Parroquial de Caracenilla

La creencia popular, ya indica que estos elementos debían pintarse en el exterior de las residencias, para así mantener protegidos a sus inquilinos (incluso a los animales que en su interior habitaban). Parece ser que con el trascurso del tiempo, esa costumbre, acabó derivando en una moda decorativa, que se incorporó a edificios religiosos, adquiriendo un significado, que paulatinamente se extenderá entre los fieles cristianos.

No debemos de olvidar que el triángulo es una forma muy usada en nuestra religión, la cual simboliza el dogma de la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), al mismo tiempo, que el referido patrón decorativo, recuerda la eternidad y el orden del Creador.

Las líneas de triángulos, también simbolizarán de modo esquemático los rayos solares, los cuales, recordarán el descendimiento sobre ese espacio de la luz divina, remarcando así la importancia sagrada de ese punto. Su visualización desde el suelo, hacia esa parte elevada del edificio (entre la tierra y el cielo), estará también cargada de un enorme simbolismo en la conexión que los mortales albergamos con Dios.

David Gómez de Mora
Cronista Oficial de Caracenilla

Arquitectura rural y creencias de antaño en Villarejo de la Peñuela

A pesar de que Villarejo de la Peñuela es un municipio que ofrece una reducida trama urbana, esto no impide que todavía entre algunas de sus calles podamos observar elementos característicos de la arquitectura rural, que al andante curioso siempre le evocarán esa vida de épocas pasadas.

Por este motivo, siempre será un ejercicio interesante, el darse un paseo entre algunas de estas zonas del viario local, observando elementos que bien por haberse reaprovechado de obras anteriores, o simplemente sobrevivido en su mismo lugar de origen, nos hablan de una parte de la historia y vida de las gentes que antaño habitaban este pueblo.

Al respecto, todavía es posible encontrarnos con algunas viviendas tradicionales, que mantienen el encalado de su fachada para fines antisépticos, además de termorreguladores, puesto que el color blanco, sabido era por nuestros abuelos que refleja muy bien la luz solar, permitiendo durante la estación veraniega que el interior de la residencia pudiese estar más fresco. Igualmente, este aplique de cal, ayudará a que las paredes evitasen la acumulación de humedad dentro de los muros, especialmente en periodos de lluvias, de modo que la vivienda resistiese mucho mejor el deterioro ocasionado por los agentes atmosféricos.


Vivienda tradicional en Villarejo de la Peñuela

Precisamente, con una finalidad estética, y para mantener alejadas de manchas y suciedad el primer medio metro de altura que había desde el suelo, se optaba por pintar esa franja inferior  con colores de tonalidad grisacea o terrosos, escondiendo así las marcas de barro y polvo que se producían en las calles antes de que estas se asfaltasen.

Otro elemento decorativo, que guardaba una finalidad práctica, pero al mismo tiempo de tipo creencial, era la de pintar de color azul determinadas partes de la fachada, siendo este el caso de los marcos de balcones y ventanas, o la misma puerta de acceso a la vivienda. Esto responde a motivos de conservación, pero que también se entremezclan con lo oculto y las costumbres ancestrales. Así pues, existía la creencia de que en aquellos hogares donde los accesos que daban al exterior eran pintados con este tono azulado, funcionaban como elementos protectores ante la presencia de malos espíritus o el mismísimo maligno, impidiendo así su entrada dentro de la vivienda.

Igualmente otro de los usos que tradicionalmente se le ha asignado en la franja mediterránea como en otras partes de la península a este tipo de pintura, es su aplicación como repelente contra insectos. Tampoco podemos olvidar otro elemento decorativo y funcional que observamos en algunas de las viviendas del municipio como en la misma Iglesia Parroquial: las piezas de forja castellana.

Sin lugar a duda la forja castellana ha gozado siempre de enorme valor, tanto por la robustez como elegancia que aporta al conjunto de la casa. Aunque en Villarejo tengamos ejemplos de algunas ventanas con trabajos de forja sencilla, veremos en algunos casos partes en las que se aprecian elementos decorativos. Este material podía trabajarse a mano en la fragua del pueblo o bien en municipios de los alrededores.


Trabajos de forja en Villarejo de la Peñuela

Los barrotes y remates de las rejas, armonizarán con las aldabas y herrajes que por desgracia fueron desapareciendo de la mayoría de las casas con el trascurso de las últimas décadas. En las mejores viviendas era normal que esta forja se trasladara a los balcones, así como a las puertas que eran reforzadas con herrajes y clavos que daban todavía mayor sobriedad a la entrada de la residencia, demostrando así la disponibilidad de recursos de sus inquilinos. Al mismo tiempo, estos destacarán con elementos de carácter religioso, que siempre que se podía ensalzaban el simbolismo salvaguardador de la cruz.

No olvidemos que el arraigo y devoción que la religión cristiana ha tenido en zonas rurales como la que nos ocupa, ayudará a que las cruces se aplicaran en el diseño de algunas de las zonas externas de la residencia.


Ventanas de Villarejo de la Peñuela

La preocupación por la propagación de enfermedades, además de otras creencias que iban más allá de los tan temidos males de ojos que siempre hubo por estas tierras, se sumaban a esos miedos que hasta no hace tanto afloraban durante el periodo de la festividad de las ánimas. Igualmente, la cruz  también la veremos reflejada en algunos de los sillares del exterior de la Iglesia Parroquial, y que junto con otras formas incisas sobre la piedra, nos hablan de los usos y creencias de nuestros antepasados.

Sillares de la Iglesia Parroquial de Villarejo de la Peñuela con marcas de cruz

Así pues, la presencia de este tipo de incisiones en piedras de arenisca, justo en la sillería de los edificios sagrados, puede deberse a que en ocasiones los habitantes accedían hasta ese lugar por ser uno de los pocos, en el que a falta de una piedra de afilar en su hogar (o también por evitar el coste del servicio del afilador o el herrero), era una de las pocas alternativas con la que podían realizar esta tarea.

Sillares con incisiones en la Iglesia Parroquial de Villarejo de la Peñuela

Recordemos que uno de los viejos oficios hoy ya prácticamente desaparecido era el del afilador, un comerciante ambulante, que todavía muchos hemos llegado a ver, y que se encargaba de sacar el filo a tijeras, hachas, navajas, cuchillos así como otras herramientas de corte.

Precisamente, debido a este motivo, veremos como muchos vecinos desde siglos atrás considerarán las áreas externas de estos edificios, como un espacio en el que se extenderán unos atributos sacros, en contra de las advertencias que se podían efectuar desde el clero local, por querer salvaguardar lo mayormente posible la estética del edificio.

Tampoco podemos pasar por alto, la decoración del alero de la Iglesia Parroquial de la localidad, donde observamos el clásico diseño de “dientes de sierra” o “dientes de lobo”, y que como ya se ha comentado en alguna ocasión, estaban tanto en viviendas como en este tipo de edificios.

Aleros con decoración de "dientes de lobo" en la Iglesia Parroquial de Villarejo de la Peñuela

La creencia daba una cualidad protectora a este diseño, recordando con esa forma, su carácter salvaguardador, incluso en espacios religiosos, donde a pesar de que nos encontramos en la Casa del Señor, calará muy fondo en el subconsciente, la costumbre de decorar esas partes inferiores del tejado, como algo cotidiano y artístico, con un trasfondo que nos remonta a tiempos lejanos, que irá trasladándose generacionalmente, y donde también se verá la figura de la Santísima Trinidad.

Marcas de un reloj solar en la Iglesia Parroquial de Villarejo de la Peñuela

Finalmente, otro elemento que hemos observado, y que todavía no habíamos comentado (al margen del característico sillar que aparece incrustado en la zona exterior de la Iglesia), es el de un reloj solar, que vemos en uno de los sillares del templo. Se trata de un reloj solar de tres líneas cuya varilla estaría colocada sobre la junta superior del sillar.


David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

miércoles, 21 de mayo de 2025

Toponimia de Villarejo de la Peñuela. Apuntes adicionales

La toponimia es una disciplina de la onomástica, intrínsecamente relacionada con la historia y geografía de un lugar. Sabemos que los motivos que pueden llevar a que un lugar se denomine de una forma concreta, depende de multitud de factores. 

En ocasiones esas referencias pueden parecernos bastante extrañas o generar desconcierto, si dicho espacio ha sufrido notables cambios. Igualmente, podemos percibir un efecto contrario, cuando se comprende o incluso aprecian todavía esos elementos que dieron pie al surgimiento de ese nombre.

Término municipal de Villarejo de la Peñuela (IGN, año 1942, nº609, Villar de Olalla)

Algunas veces pueden apoyarse en la presencia abundante de un determinado animal o uso, así como de una historia o leyenda local que diese origen a tal denominación. En otras ocasiones, veremos reseñas de personas o propietarios vinculados con el sitio, así como formas o parecidos con elementos. Sucesos curiosos, caprichos de la geomorfología, la presencia de algunas plantas, la relación con un determinado color, o incluso definiciones que hoy ya han caído en desuso, son otros de los ejemplos que explican el origen de algunos de esos topónimos. 

Al mismo tiempo, la introducción de aumentativos, diminutivos y adjetivos, complementan otros casos. Adjuntamos a continuación algunos nombres de partidas que hemos podido recopilar dentro de lo que denominaríamos como la toponimia villarejeña, y que cabe sumar a otros ya publicados en nuestros trabajos anteriores:

Arroyo de Cabrejas, Arroyo de Valmediano, Arroyo Hontanar, Arroyo Mayor, Barranco Espinoso, Benitillo, Boca de los caños, Camino a Valdecabrilla, Camino a Valmediano, Camino a Villar del Maestre, Camino a Villarejo de la Peñuela, Camino de Canalillas, Camino de las cuevas, Camino del Rosario, Cañada hermosa, Carrizal, Cerro de hazas de mantas, Cerro de la bandera, Cerro de la Cabeza, Collado Alfonso, Coronilla de la Ojosa, Corrales del tejar, Covatilla, Dehesa boyal, El batán, El cantarral, El encañado de la covatilla, El enebral, El hoyo, El laderón, El mojón, El montarral, El mochuelo, El pedregal, El sotillo, El tajón, El tinta, Encañado del Tío Cordero, Fuente del ojo, Haza de Torres, Haza del gallo, Haza María Pedro, Hoya de la veguilla, Hoya de peña, Hoya mayor, Huerta de arriba, La abadeña, La ballestilla, La cruz, La pala, La perra, La prestamera, La serrana, La sima, La veguilla, Las cuevas, Las huertas, Llano canadillas, Llano cavadillas, Llano del roble, Llano faco, Los cañamares, Los fuelles, Los horcajos, Los manzanillos, Los paraisos, Los peñascares, Los pozos, Moladero, Peña Barajas, Peña del corral, Peña Galindo, Peña gorda, Peña la Zorra, Peñas del corral, Prado espinoso, Prado Herrera, Puntal de la moladera, Ribera de los molineros, Rocho de la Elena, Solana ballestilla, Solana de la Peña la Zorra, Solana de la quebrada, Solana del barranco, Tasugo, Umbría de la cueva, Umbría del verdinal, Umbría nevera, Umbría rebollarejo, Vallejo del Tío Andrés, Vallejo Martín, Viña de la fuente, Viña del Conde, Viña nueva, Villa Mariana y Zona de pájaros.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

sábado, 10 de mayo de 2025

El lobo en la zona del Garbí

La Serra Calderona ha sido un espacio natural, históricamente con presencia de lobos a lo largo del territorio por el que se extiende. Esto es algo que se recoge tanto en fuentes históricas, como en la misma toponimia que todavía se conserva en diversos puntos de la zona.

Al respecto, sabemos que antaño el lobo se extendía por multitud de lugares de nuestra geografía, hasta que las políticas severas de caza hacia la especie condujeron a su extinción en la mayoría de enclaves del país. Esto es algo que también ocurrió en el bonito paraje del Garbí, una zona rica en flora y fauna mediterranea, cuyo entorno es un espacio donde se sabe de la presencia de este cánido hasta hace menos de 150 años atrás.

Vistas desde el Garbí

El lobo como veremos llega a ser mencionado en algunos de los nombres de la zona, hecho que apreciamos en la localidad de Nàquera, donde todavía existe un punto montañoso denominado como el “Collado dels llops”. 

Otras especies que resultaban dañinas para los campesinos eran los zorros, una criatura que también será reflejada en la toponimia a través de la “Cova de les raboses”. Estas referencias de cánidos se plasman en algunos sitios por donde discurre la Serra Calderona, siendo el caso de un barranco perteneciente a la localidad de Gilet.

Vistas desde el Garbí

Seguiremos viendo en esta área montañosa especies de plantas que popularmente se han vinculado bien por su aspecto u otras creencias con algunos de los animales de este tipo de hábitats, hecho que demuestra la riqueza etnobotánica de entornos naturales donde desarrollaban antaño sus quehaceres diarios nuestros antepasados, a través de esa vida dedicada al sector primario, en la que la explotación ganadera, así como el trabajo de la tierra, marcaban unas pautas rutinarias.

Flora del Garbí

Tanto el zorro, como especialmente el lobo, eran vistos como competidores para aquella sociedad labriega, la cual practicaba la caza y mantenía a raya su explotación, en lugar de ver a este como un simple animal con el que compartir un espacio de convivencia.

La disponibilidad de un amplio corredor natural, que en lugares como el Garbí, ofrecía espacios de cobijo, así como disponibilidad de fauna en abundancia, y la ausencia de entornos con elevada presión demográfica, explicarán la resistencia del lobo hasta hace poco más de un siglo.

David Gómez de Mora

sábado, 3 de mayo de 2025

Zootoponimia de los Altos de Cabrejas

Los Altos de Cabrejas representan una sierra y punto de transición, entre lo que serán las tierras de Huete y el área periférica de las poblaciones cercanas a la ciudad de Cuenca. Un enclave natural, que sigue una orientación este-oeste, del que sobresalen diferentes montes, algunos de los cuales se hallan por encima de los 1100 metros sobre el nivel del mar.

Este relieve, marca además la división natural entre los valles de los ríos Gigüela y Mayor, así como da origen al nacimiento de diferentes fuentes, que garantizan la riqueza de múltiples espacios naturales, donde el diminutivo que sirve para bautizar esta área montañosa, nos recuerda a través del sufijo “-eja”, la notable presencia antaño de cabras en estas tierras. Esta designación se extiende por otros puntos del área, lo que dará lugar a topónimos que derivarán del mismo, como ocurre con el riachuelo que pasa por Villarejo de la Peñuela (el arroyo de Cabrejas), y que nace en el vecino término municipal de Abia de la Obispalía.

A lo largo de la zona de los altos, y todavía dentro de Villarejo, presenciamos más nombres vinculados con especies animales, hecho que sucede con una de las laderas cercana al área del río de Valdecolmenas de Arriba (el Tasugo). Una forma escrita con la que se ha denominado tradicionalmente al tejón (Meles meles) en muchas regiones de nuestro país.

Otros nombres de animales que veremos por esta sierra a su paso por Villarejo de la Peñuela, son el de la Peña de Cabrejas (a 1173 m.s.n.m,), así como la fuente del puerco (en este caso, por alusión al jabalí). En la vecina Valdecolmenas de Arriba tenemos el paraje de la buitrera.

Altos de Cabrejas (google earth)

En la zona montañosa de Villanueva de los Escuderos, veremos la fuente de los asnos, además de la de Valdelacierva, sin olvidarnos de núcleos despoblados como Valdecabrillas y Cabrejas. Obviamente esta recolección, es solo una parte de algunos zootopónimos que hemos querido plasmar en esta breve reseña, que junto con otros ya desaparecidos, y que no han llegado a fosilizarse en la cartografía del territorio, reflejan la riqueza faunística de este enclave montañoso, donde además de jabalís, ciervos, corzos y cabras, no podrán faltar los lobos (de los que en la obra de Madoz (T.V, 1846, 54)) llega a precisarse que en Cabrejas a mediados del siglo XIX, “algunos lobos y zorras hacen bastante daño”.

Finalmente, otra especie que muchas centurias atrás seguramente podría hallarse en esta zona, pero de la que a duras penas se rescatan algunas referencias en topónimos de espacios no muy alejados de esta área de la provincia, es el oso (Ursus arctos), cuyos últimos ejemplares resistieron en lo que será la zona montañosa de la Serranía de Cuenca.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Villarejo de la Peñuela

La caza a finales del medievo. Breves apuntes sobre Piqueras del Castillo y Villarejo de la Peñuela

El entorno montañoso de municipios que hemos ido estudiando años atrás (tal y como sucede en el caso de Villarejo de la Peñuela y Piqueras del Castillo), son zonas de sumo interés, si deseamos interpretar qué funcionalidad desde el punto de vista económico, así como del ocio, pudieron tener para sus respectivos señores. Tengamos en cuenta que la actividad cinegética, fue uno de los entretenimientos que mantuvo muchas horas ocupados a este tipo de miembros de la nobleza local.

No sería mucho el especular que en lugares como Piqueras del Castillo, su señor, don Juan de Valencia, durante la segunda mitad del siglo XV, como otros miembros más de su familia, invirtieran de vez en cuando una parte de su tiempo libre en la realización de actividades cinegéticas, tal y como siempre se ha creído por la disposición del medio físico en el que se hallaban algunas de sus propiedades, como de la misma forma ocurriría con los señores de Villarejo de la Peñuela, en lo que será una parte del área adscrita a sus dominios particulares.

Sabemos que estas tierras estaban repletas de ciervos, jabalíes, corzos, cabras salvajes e incluso algún oso, además de lobos, y que por aquel entonces había a lo largo de la actual provincia conquense. Tengamos en cuenta que la caza era una actividad de enorme carga social, con mucho simbolismo, donde se movilizaba a un nutrido número de gente. Por aquel entonces, las armas no eran de fuego, a la vez que la estrategia y correcta dirección de una montería, era fundamental para que todo saliese bien.

Aquellos señores tenían en sus respectivos lugares una residencia, la cual podían emplear de forma esporádica o con mayor frecuencia. En el caso de Piqueras, sabemos que su torre era una edificación aprovechada por don Juan de Valencia, por lo cual entendemos que esta se hallaba mínimamente adecuada. Esto era contar con pieles de animales que forraban las paredes interiores, así como una chimenea que permitiese calentar alguna de las estancias.

Escena de caza (IA)

Por norma general en las cacerías, las armas que se portaban a finales del medievo, eran lanzas, espadas, puñales, así como ballestas y arcos. Estos señores no iban solos, estando habitualmente acompañados por todo un personal auxiliar, entre los que había miembros de familias de confianza de aquel lugar o escuderos, quienes como en el caso de los señores de Piqueras, sabemos que fueron los Zamora en tiempos de don Juan. Aquellas gentes, entre sus responsabilidades, tenían la de llevar a los perros (indispensables para el desarrollo de la jornada de caza).

Los acompañantes también ejercían la función de batidores, quienes gracias al uso de un cuerno o sus voces, levantaban las piezas que el señor había de abatir.

Entre las especies animales que frecuentaban esta zona, estaría tal y como sucede a día de hoy el caso de los jabalíes, los cuales obligaban muchas veces a emplearse con lanzas largas y perros de agarre. Armas como la ballesta y la lanza era sin duda de las más adecuadas para cazar ciervos y corzos, ya que estos son animales ágiles y rápidos. 

Las prestaciones de la ballesta tampoco podemos ignorarlas, ya que además de ser muy buena para el desempeño de la caza menor, en el caso de la mayor esta era igual de apta. Respecto las lanzas, como se ha indicado, además de las dos especies de animales citadas anteriores, esta también resultará muy práctica en las batidas contra jabalíes u osos, permitiendo así guardar una mayor distancia de seguridad, usándose tanto desde lo alto de un caballo como a pie. En esas cacerías tampoco podía faltar un tipo de lanza más específica: los venablos, una pieza corta con punta de hierro, muy usada en caza mayor.


Peñas de don Juan, en Piqueras del Castillo (google earht)

Con este tipo de actividades, los señores de los lugares, además de entretenerse, reafirmaban su poder sobre la zona donde se hallaban, todo esto, sin olvidar que la caza era una actividad social bastante restrictiva, ya que no todo el mundo podrá practicarla, ampliándose como sabemos hacia la población, a partir de los siglos XVIII-XIX.

Zona montañosa de Villarejo de la Peñuela (google earth)

En el caso de Piqueras del Castillo, conocemos zonas aptas para este tipo de actividades, como ocurrirá con las peñas de don Juan. Estas se hallan en plena Sierra del Monje, entre Buenache de Alarcón y Barchín del Hoyo. Igualmente, en el caso de Villarejo de la Peñuela, disponemos de zonas montañosas que antaño al no ser  aprovechadas como espacios agrícolas o ganaderos, pudieron servir también como espacio para la práctica cinegética.

David Gómez de Mora

Cronista Oficial de Piqueras del Castillo y Villarejo de la Peñuela

viernes, 2 de mayo de 2025

La bestia de Gévaudan

A pesar de que han trascurrido más de 250 años, la bestia de Gévaudan sigue siendo tema de debate entre naturalistas e historiadores, quienes han intentado esbozar diversas teorías, sobre qué fue lo que realmente ocurrió en una de las regiones rurales de Francia durante la segunda mitad del siglo XVIII.

Aunque nunca sepamos con detalle la cifra exacta de víctimas que entre los años 1764-1767 generaron los ataques de la denominada como "bestia de Gévaudan", es importante contextualizar que nos hallamos en una zona apartada de las grandes urbes, con una población muy vulnerable.

Escultura dedicada a Marie-Jeanne Vallet en el municipio de Auvers (foto del autor). Esta joven con 19 años (natural de la localidad de Paulhac-en-Margeride), se enfrentó contra la bestia en el verano de 1765

La bibliografía en la materia, cada día resulta mucho más densa, contando con diferentes obras de referencia, entre las que sin lugar a duda, resulta esencial el trabajo de Jean-Marc Moriceau, publicada su primera edición en el año 2008 (La Bête du Gévaudan. Mythe et réalités). Una obra clave, en la que este especialista en historia del mundo rural, aporta detalles fielmente documentados y de forma rigurosa, que dan pie a plantear que el desarrollo de aquella sangría, estaría estrechamente relacionada con episodios generados por ataques de lobos que campaban por esa región.

Afueras de Pontajou (foto del autor)

Aunque no comprobemos un consenso entre los diferentes investigadores en el momento de precisar el número exacto de víctimas mortales en los ataques producidos (ya que irán oscilando entre las 80-120 personas aproximadamente), es importante remarcar, que esta serie de acciones, no debemos asignarlas a una sola o un par de criaturas. De ahí que es necesario enfatizar la entrada en escena de diferentes “bestias”, que al mismo tiempo (tal y como refleja la cronología de los sucesos), actúan en algunos casos casi al mismo tiempo entre espacios apartados, y que solo desde la proliferación de varios ejemplares, pueden explicar ese itinerario de tres años.

Zona de La Besseyre-Saint Mary (foto del autor). La bestia dejó verse por área geográfica produciendo diferentes víctimas

Es importante indicar que al menos hubo dos de estas criaturas, que por su singularidad y otros factores, debemos analizar a parte, englobando de este modo cada una de ellas, dos fases o intervalos de tiempo, que a continuación vamos a comentar.

Entrada en el Parc les loups du Gévaudan (foto del autor)

El primer lobo fue un espécimen de gran tamaño, abatido en septiembre de 1765 (conocido como la primera bestia). Este llegó a ser disecado y trasladado a la corte francesa, para que el rey y la población pudiesen contemplarlo. El segundo fue otro lobo de dimensiones considerables, cazado en junio de 1767 (denominado por algunos investigadores como la segunda bestia). De este se conocen datos precisos sobre sus medidas, gracias a un informe que proporcionará detalles de algunas de las partes de su cuerpo.

Auvers (foto del autor). Este municipio y sus alrededores fueron una de las zonas más castigadas por la bestia, especialmente durante lo que denominamos como el periodo de la segunda ola de ataques

Como se ha señalado, la división entre esos dos intervalos de tiempo, se aprecia por la reducción del número de ataques entre septiembre de 1765 y finales de ese mismo año, justo inmediatamente tras la caza de la primera bestia. Un hecho que corroboraría la hipótesis sobre el causante de una parte considerable de las muertes en aquel fatídico año en la región.

Fuente en Javols. En invierno de 1765 la bestia hirió a varias personas de esta zona y sus alrededores

Por otro lado, veremos como tras abatirse la designada como segunda bestia en junio de 1767, no será un hecho casual que los ataques desapareciesen, lo que invita a pensar en la hipótesis del lobo, tal y como diversos investigadores han planteado.

Es importante tener en cuenta que cuando el 20 de septiembre de 1765 François Antoine caza el lobo de Chazes (la primera bestia), pocos días después siguen registrándose en el área afectada algunos ataques, aunque con una frecuencia y forma, que nada tenían que ver con lo visto meses atrás.

Para desgracia de los aldeanos de la región, será con el inicio de la navidad de aquel año, cuando comenzamos a ver una actividad preocupante, que escasos meses después, y ya en 1766, se traduce en más ataques mortales, lo que nos lleva a pensar que en esta zona había otras "bestias", de similares características a la abatida en septiembre de 1765.

Escultura de la bestia de Gévaudan en Saint Privat d'Allier (foto del autor)

Cuando se cazó la segunda bestia por el granjero Jean Chastel (el 19 de junio de 1767), veremos que escasos días después es abatido otro lobo de gran tamaño, siendo en este caso una hembra que junto con el descrito, actuaban de forma conjunta por la zona.


I. Datos sobre las bestias

A pesar de la escasez de referencias precisas que nos permitan clarificar cuántos animales estarían implicados en la suma de tantas víctimas, conocemos algunos detalles, como es el caso de las medidas que tenían las dos principales bestias y que acabarán siendo las más populares.

Explotación ganadera en la afueras de Prades (foto del autor). En esta área la bestia generó diversos ataques con un final trágico

Si analizamos las descripciones que proporcionaron algunos de los supervivientes que se toparon con esta, entendemos que nos encontramos ante ejemplares de lobos con unas dimensiones muy por encima de la media habitual.

Para nada deben extrañarnos estos datos, pues incluso en nuestra tierra, no son pocas las historias de “llopasos” o lobazos, que por sus dimensiones, llegaban en más de una ocasión a atemorizar a los mismos cazadores que los buscaban. Un dato que llega incluso a ser reflejado en la obra de Jaume Sabaté “Bandolers, llops i vents al Priorat” para el caso de esta región tarraconense.

El propio Moriceau en su trabajo sobre la bestia de Gévaudan, en la parte final, recoge en una tabla, el peso de algunos de los lobos más grandes de Francia que han sido cazados en los últimos siglos, figurando como ejemplo una hembra que pesaba 100 kilos en el lugar de Lignières-Orgères (año 1886) o también el de otro ejemplar macho, en Asque (año 1883) con un peso de 98 kilos (Moriceau, 2021, 455).

Escultura de la bestia de Gévaudan en Marvejols (foto del autor)

Aunque las descripciones que se irán realizando de las bestias variarán notablemente, veremos como se remarca casi siempre su tamaño anormal, así como otras características sobre su pelaje u otros rasgos, que pudieron proporcionar algunos de los diferentes testigos que sobrevivieron a su encuentro.


Recreación por IA de la primera bestia de Gévaudan (el lobo de Chazes)

Por ejemplo, en el caso de la primera bestia, una de las descripciones indica que se trataba de un lobo de gran tamaño, de color café tostado, con vientre blanco, además de una cabeza grande y una raya negra en la espalda, junto una cola muy peluda. En cambio, de la segunda criatura, sabemos que esta tenía un pelaje rojizo, así como unas dimensiones muy por encima de lo que sería un ejemplar medio.

Recreación por IA de la segunda bestia de Gévaudan (el lobo de Chastel)


II. Las cifras del terror

Si analizamos el intervalo cronológico en el que se desarrollan los ataques mortales en esta área francesa, apreciaremos que el estadio temporal de tres años en el que se engloban las acciones de la popular “Bête de Gévaudan”, se puede dividir grosso modo en dos fases.

La primera comprendería desde el momento en que se producen los ataques iniciales (primavera de 1764 -a pesar de que la primera víctima se registre a finales de junio-) hasta septiembre del año siguiente. El segundo intervalo cabe situarlo entre la segunda mitad de 1765 hasta junio de 1767, donde encontraríamos subperiodos con más o menos actividad.

Si desglosamos los datos que se recogen en la página betedugevaudan.com comprobaremos en la primera fase referida (desde junio de 1764 hasta septiembre de 1765), una cifra que da como sumatorio un total de 160 ataques y casi 80 víctimas mortales.

Cifras de ataques y víctimas mortales entre junio de 1764 y septiembre de 1765. Fuente: betedugevaudan.com


Evolución acumulada de ataques y víctimas mortales entre junio de 1764 y septiembre de 1765. Fuente: betedugevaudan.com

Si nos fijamos en lo que denominamos como el segundo intervalo (desde diciembre de 1765 hasta junio de 1767), veremos que la evolución de los ataques durante ese año y medio es diferente respecto al intervalo anterior.


Cifras de ataques y víctimas mortales entre diciembre de 1765 y junio de 1767. Fuente: betedugevaudan.com


Evolución acumulada de ataques y víctimas mortales entre diciembre de 1765 y junio de 1767. Fuente: datos interpretados de betedugevaudan.com

Comparando la periodicidad de los ataques entre los dos periodos descritos, veremos que en ambos casos, es en la estación primaveral cuando hay una elevada intensidad , tal y como se detecta en los registros de marzo y mayo de 1765, así como en los de abril y mayo de 1767.


Comparativa por meses de la que denominamos como “primera fase”. Fuente: betedugevaudan.com

Comparativa por meses de la que denominamos como “segunda fase”. Fuente: betedugevaudan.com

La cifra exacta de víctimas va variando dependiendo de los autores que consultemos. Por ejemplo, en la obra de Moriceau se recogen un total de 84 personas, en cambio, otros investigadores rebajan incluso en unas cuantas personas menos el cómputo final, mientras que en algunos casos se superan las más de 100 víctimas.

Escultura de la bestia de Gévaudan en Paulhac-en-Margeride (foto del autor)

III. Características geográficas del entorno

Es importante tener en cuenta que ya en el siglo XVIII, la deforestación en esta zona era muy elevada, lo que obligará a que el lobo se acercase hacia zonas pobladas, donde estaba la gente trabajando con su ganado. A ello cabe sumar que esta área de por sí se caracteriza por haber tenido una baja presión demográfica, además de una economía que incluso a día de hoy sigue girando alrededor del sector primario, siendo una de las zonas más ruralizadas de la nación, y por tanto, donde además del medio geográfico y la disposición de zonas boscosas, hubo antaño una población importante de animales salvajes.

Venteuges (foto del autor). Por esta área geográfica se produjeron varias víctimas durante el invierno de 1765

Las creencias populares, además del poso religioso que poseían muchas de sus gentes, alimentaron bastantes de esos relatos que con el paso del tiempo se fueron produciendo sobre la bestia. Todavía a día de hoy incluso uno comprueba en las modestas aldeas donde se vivieron algunos de los hechos fatídicos, como la presencia de elementos religiosos que evocan la vida cristiana son habituales, retrotrayéndonos a esa mentalidad del momento, en la que la imagen del lobo se asociará muchas veces con las del mismísimo maligno.


Escultura del Parc les loups du Gévaudan (foto del autor)

Sobre las teorías que intentan eliminar cualquier posibilidad de que los ataques fuesen producidos por lobos, además de la evidente relación causa-efecto entre la caza de los principales especímenes y el cese de las bajas, hay que añadir que en la zona afectada, ya se habían reportado en tiempos anteriores más ataques de estos animales. Cierto es que con esa intensidad y daños las fuentes no habían registrado un itinerario tan detallado como el que se extraerá de las “bestias”, lo cual evidentemente mitificará más si cabe su imagen en esta historia.

Iglesia de Paulhac-en-Margeride (foto del autor)

Otra cuestión muy debatida ha sido las características de una parte importante de las personas fallecidas. Para nosotros queda claro que muchas de estas fuesen niños y mujeres, es algo que como ya se ha comentado por multitud de autores, no debe sorprendernos, ya que en aquella época, ese sector de la sociedad era el más vulnerable, puesto que por un lado los niños desde bien pequeños tenían la responsabilidad de trabajar en las tareas que se les asignaban en la casa, así como de las misma forma, las mujeres adolescentes a diferencia de muchos hombres, no solían poseer armas con las que defenderse, lo cual podría explicar esa vulnerabilidad dentro de este sector de la población.

Cruz de la población de Grèzes (foto del autor). En enero de 1765 la bestia produjo varias muertes y heridos en esta área rural

Tampoco debe ignorarse que por aquel entonces la escolarización de la población (segunda mitad del siglo XVIII), nada tenía que ver con la situación que hoy conocemos, motivo por el que muchos de esos niños pasaban parte de su tiempo ayudando en labores del campo, con los consiguientes riesgos que ello implicaba.

Venteuges (foto del autor). El área afectada por la bestia era una zona altamente ruralizada, donde la fe y la religión cristiana marcaban buena parte de la idiosincrasia de sus gentes


IV. Breve resumen del itinerario por el que se movieron las bestias

Pensamos que tanto el designado como lobo de Chazes (la primera bestia) y el de Chastel (la segunda), son solo dos de los ejemplares, que junto con otros varios, generarían parte de los ataques que se irán produciendo en la zona. 

La mencionada como primera bestia, provocó muchas bajas a lo largo del área por la que se desplazó. Respecto la que englobamos dentro del segundo intervalo, apreciamos que los episodios trágicos se concentrarán especialmente en el área de La Besseyre-Saint-Mary.

Igualmente, es importante desgranar muchos de esos sucesos, que tanto la prensa, como las creencias de la época, acabarán expandiendo y mediatizando. Fenómeno que ha servido a muchos estudiosos de la materia, el llegar a plantear que detrás de bastantes de esas muertes, en lugar de encontrarnos ante un lobo, pudiese existir un híbrido de perro-lobo, una hiena, e incluso teorías criptozoológicas.

Escultura dedicada a la bestia de Gévaudan en Saugues (foto del autor)

Sobre la cronología de los hechos que nos sitúan en esta historia, cabe indicar que ya desde unos meses con anterioridad a junio de 1764, se menciona la ocurrencia de ataques generados por una criatura, no obstante, será a partir de ese momento, cuando los registros comienzan a ser precisos, permitiendo establecer una cronología sobre lo que irá aconteciendo.

Los medios de la época, sin lugar a duda jugarán un papel importante, ya que propagarán historias, así como descripciones exóticas, que paulatinamente distorsionarán su imagen, transformando lo que podrían ser unos lobos con un tamaño muy por encima de la media, en criaturas extrañas.

Los sucesos comienzan a informar de la muerte de una joven en Les Hubacs a finales de junio de 1764. Durante ese verano, buena parte de estos ataques se generarán al norte del área de Châteauneuf-de-Randon. En el mes de octubre, estos se desplazarán más hacia el oeste, así como a finales de año, ascendiendo hasta el área septentrional.

Imagen de Les Estrets (foto del autor). A finales de verano de 1764, aquí la bestia atacó mortalmente a una mujer

Por desgracia, los ataques en noviembre de ese año no cesaban, tal y como veremos también durante el mes de diciembre, momento en el que se producirán varias muertes. Ya a inicios de 1765, la situación se sume en una escalada preocupante, con numerosas víctimas, que continuarán manteniéndose durante la estación primaveral, tanto que marzo como abril, sumirán en el pánico a muchos de los aldeanos de las zonas afectadas. Entre febrero y marzo los ataques se produjeron especialmente a lo largo de la franja de Aumont, además del área de Fournels y Saint-Chély-d'Apcher.


Imagen de las afueras de Chanailelles (foto del autor)

La situación fue tal, que se llegó a afirmar que la bestia fue vista en algunas localidades de la zona, merodeando alrededor de las casas, como si esta no tuviese miedo de encontrarse con personas. Obviamente, historias y leyendas como estas difundidas desde la prensa, a los ataques que ya de por sí estaban generando mucha preocupación en la región, poco ayudaban a mantener la calma en un área en la que habitualmente había pocos acontecimientos relevantes que contar, y que no iban más allá de la monotonía de una vida tranquila, característica del trabajo en las explotaciones rurales de sus gentes.

Afueras de la localidad de Saint Amans, donde también se relató que la bestia fue vista. Precisamente en este municipio se tiene constancia de la ocurrencia de un ataque por parte de la criatura a un joven que afortunadamente resultó ileso en mayo de 1765

Uno de los hechos más conocidos, es el ocurrido en enero de ese mismo año, cuando se registró el famoso acto heroico que dio la vuelta por todo el país, el cual tendrá como protagonistas a varios niños de Villaret (en la Parroquia de Chanaleilles), quienes tras toparse con la bestia, y valiéndose de varas, consiguieron repelerla, permitiendo así salvar sus vidas.

Castillo de La Clauze (foto del autor)

La primavera de 1765 resultó bastante agitada, registrándose múltiples ataques en lugares variopintos, lo cual no hizo más que incrementar el pánico entre los habitantes de la zona. En muchas familias, como era normal, no se fiaban de dejar a sus hijos cuidando del ganado, incluso ni tan siquiera aunque estos se hallasen en las inmediaciones de sus casas.

Castillo y municipio de La Clauze (foto del autor)

En abril de 1765, sabemos que en la localidad de La Clauze, otra joven es atacada mortalmente por la bestia. Escasos días antes otras tres víctimas menores habían sido halladas en diferentes puntos de la región. Esta serie de ofensivas, manifestaban la elevada movilidad de la criatura, así como el peligro que se corría. Durante los últimos cinco meses antes de que la primera bestia fuese cazada, muchas de las bajas se producen en pueblos ubicados al sur de Auvers.

Imagen de un bosque a las afueras de Pépinet (foto del autor). El 21 de mayo de 1765 en esta localidad falleció una mujer como resultado de una ataque de aquella criatura

Ante esta situación, fue propagándose un escenario en el que comenzó a reinar la histeria, al mismo tiempo que los cazadores encargados de dar con aquel animal, iban abatiendo diferentes lobos, aunque sin conseguir frenar la escalada de personas que iban falleciendo por los tan temidos ataques. El desgaste mental que estaba extendiéndose en la región, como veremos tenía preocupado al mismo rey de Francia, ya que la ineficiencia de los hombres encargados de paliar aquel problema, estaba comenzando a generar cierto descrédito, poniendo así en tela de juicio su capacidad para controlar aquella situación.

Afueras de Le Mazet (foto del autor). El 24 de mayo se registra la muerte de una joven en esta localidad como consecuencia de otro ataque

En mayo de 1765 la cantidad de fallecidos seguía incrementando, sintiéndose mucha gente desamparada, y por tanto, creyendo que aquello nunca llegaría a su fin. Por ejemplo el día 24 de mayo de 1765, se produjo en un intervalo de varias horas un ataque mortal a una adolescente en la localidad de Le Mazet, mientras la misma jornada esto sucedía en la zona de Saint Privat du Fau. Ello sin olvidarnos de algunos heridos en varios puntos más. Lo grave de aquella situación, es que eso no era la primera vez que ocurría desde que los ataques comenzaron hacía ya casi un año atrás.

Saint Privat du Fau (foto del autor)

Por desgracia, el verano de 1765 fue también muy duro, marcándose un aparente periodo de tranquilidad, justo una vez que la bestia fue cazada en septiembre de 1765 por François Antoine. Esto obviamente venía a indicar que parte de las desgracias ocasionadas durante los meses anteriores, podían perfectamente atribuirse a aquel animal abatido.

El 21 de junio en Pépinet fallece un adolescente por otro ataque de la bestia. Pépinet (foto del autor)

A pesar de que el itinerario de los meses de junio y julio no fue igual de crítico que los anteriores, durante ese periodo se registraron varias muertes y heridos en diferentes localidades, como sucederá en Auvers y Pépinet.

Auvers (foto del autor)

Una de las víctimas del mes de julio de ese año fue una niña de la citada localidad de Auvers. Es precisamente en este pueblo, donde hoy se alza una escultura, dedicada a la joven Marie-Jeanne Vallet, quien se defendió valientemente de la bestia en agosto de 1765.

Le Besset (f0t0 del autor). Las muertes seguían produciéndose, hecho que ocurrió en agosto de 1765 en la localidad de Le Besset

Una semana antes de cazarse el denominado como lobo de Chazel, se registró una última víctima en Pépinet (una niña adolescente). Es importante recordar que en mayo, así como en junio, ya se habían producido dos víctimas más en este pequeño municipio, cosa que como podemos imaginar, muy probablemente tuvo que afectar a un vecindario tan reducido.

Será en el mes siguiente (21 de septiembre), cuando tal y como ya hemos adelantado, François Antoine dispara dos veces a un lobo de tamaño muy grande. Estos hechos ocurrieron cerca de Saint Julien de Chazes. El animal se llevó a Saugues, donde fue estudiado y se confirmó que se trataba de un lobo muy grande, para luego trasladarse hasta la corte del rey y allí ser expuesto.

Iglesia de Saint Julien de Chazes (foto del autor)

Ciertamente la caza de aquel ejemplar representó una reducción considerable de los ataques que se habían estado produciendo, algo que comprobamos si comparamos los números acumulados hasta el momento, no obstante, con ello se demostró que todavía en la región seguía habiendo otras "bestias", ya que escaso tiempo después, las muertes por ataques volverían a manifestarse.

Esto fue algo que se vivió en la navidad de 1765, así como a través de diversos ataques ocasionados en el año siguiente. En Le Liconès, en marzo de 1766, una pobre niña se sumaba a esa lista fatídica. Esta serie de desgracias, encendieron nuevamente las alarmas, agitando el pánico entre los campesinos y ganaderos de la región.

Le Liconès (foto del autor)

Aunque las cifras de ataques y muertes de aquel año nada tendrán que ver con lo ocurrido en la temporada anterior, en el verano de 1766, se produjeron diferentes muertes entre niños pequeños y adolescentes de la zona, repitiéndose en algunos casos, en localidades afectadas durante lo que ya fue el primer intervalo, tal y como sucederá en Auvers, donde a finales de agosto, murió trágicamente otra joven del lugar.

Fuente de Auvers (foto del autor)

Finalmente, la historia nos conducirá hasta la primavera de 1767, estación sumamente trágica en la zona de Auvers y sus alrededores, como resultado de la cantidad de personas que morirán  entre los meses de marzo, abril y mayo. El punto final a esta pesadilla, se produce justo tras la caza de lo que se denomina como la segunda bestia. Esto se producirá en el mes de junio, frenándose inmediatamente la cifra de muertes por ataques de aquella índole.

Nozeyrolles (foto del autor)

Como decíamos, la primavera de 1767 fue muy cruenta por la cifra de ataques y muertes que se concentrarán especialmente en el mes de abril, donde en una semana murieron cuatro personas, siendo todas ellas mujeres y menores de 18 años. Estas víctimas se registraron en los municipios de Nozeyrolles, Fraissinet, Le Besset y Bugeac.

Fraissinet-Chazalais (foto del autor)

Durante la primera semana de abril sabemos que falleció en Nozeyrolles una joven del lugar. Esta víctima fue la primera de una serie de ataques que se fueron extendiendo por la zona en los días posteriores.

Le Besset (foto del autor)

Las bajas prácticamente seguidas de dos niñas también adolescentes en las localidades de Le Besset y Bugeac, sacudieron a estas poblaciones, que seguían sin levantar cabeza ante la dificultad de dar caza a la criatura que días atrás estaba sembrando el terror en aquellos lugares.

Bugeauc (foto del autor)

Por desgracia mayo seguiría siendo un mes crítico en el que se producirían diferentes muertes, como la ocurrida a una mujer en la localidad de Le Mont, además de en otros puntos de la zona.

Le Mont (foto del autor)

Igualmente junio por desgracia fue un mes trágico, debido a los varios fallecidos que se habían acumulado durante el trascurso de la primera mitad, habiendo entre ellos varios niños. Finalmente un lobo de tamaño grande, fue cazado por el granjero Jean Chastel el 19 de junio de 1767.

Servières (foto del autor). En esta localidad murió un joven en mayo de aquel mismo año

El ejemplar denominado como el lobo de Chastel, era un espécimen con una media superior a la habitual. Este fue abatido en la zona de La Sogne de Auvers, área alrededor de la que durante los últimos meses eran parte de las víctimas. El cadáver del animal fue estudiado, disponiéndose de datos que aportarán muchos detalles sobre sus características. 

Servières (foto del autor)

Se sabe que ese animal, al encontrarse en mal estado de conservación (especialmente por haberse abatido en un momento de altas temperaturas), aquello propició que este no se llegase a conservar de la forma adecuada, por lo que se decidió enterrarlo, y por tanto, no poder llevarse a la corte, a diferencia de como ya previamente había sucedido con el ejemplar de septiembre de 1765.

Iglesia de La Besseyre-Saint-Mary, lugar del que era oriundo Jean Chastel, granjero y tabernero que abatió a la denominada como segunda bestia de Gévaudan (foto del autor)

Tras la caza de este lobo, se produciría una semana después el de una hembra que acompañaba a aquel ejemplar, finalizando de esta forma las muertes en la región, y por tanto, entendiéndose que estas podrían estar relacionadas con los ataques que se habían estado desencadenando.

David Gómez de Mora


Referencias:

*Moriceau, Jean-Marc (2021). La Bête du Gévaudan. Mythe et réalités. La primera edición fue publicada en el año 2008. Larousse, 479 pp.

*betedugevaudan.com