lunes, 16 de julio de 2018

Breve historia del Convento de Clarisas de la Divina Providencia de Vinaròs


Para entender el momento en que se inicia la construcción del convento, hemos de remontarnos hasta un período que desde el punto de vista político nos recordaba al trayecto de una montaña rusa, puesto que un conjunto de altibajos, forjados por el miedo y la inestabilidad, habían influido de manera constante en la mentalidad de los habitantes de esta zona. Nos estamos refiriendo a las escaramuzas de las tan desastrosas Guerras Carlistas, y que como bien sabemos, fueron duras y complicadas en esta localidad. Pensamos que posiblemente por ello, años después de que el conflicto se extinguiera, y por lo tanto, imperase un escenario de tranquilidad y sosiego, se propiciara la idea de levantar un convento en este lugar.

El paso de la historia ha ido mostrando como Vinaròs ha sido un enclave en el que la religiosidad ha tenido siempre un papel destacado en el día a día de sus habitantes. Si los Agustinos así lo demostraron a finales del siglo XVI, así como en la centuria siguiente los Franciscanos, podía comprobarse como todavía seguía vigente ese sentimiento, en los momentos de romerías y festividades locales, cuya manifestación más contundente se vivía en las fiestas de invierno, justo cuando se celebra las onomásticas de San Antonio y San Sebastián. En este contexto religioso, favorecido además por el auge de la economía local de aquellos tiempos (pues no olvidemos que nos encontramos sumidos en plena Edad de Oro de la economía vinarossenca, debido a las crecientes ganancias que nos reportaban nuestros campos a través de la producción vinícola), se alinean diferentes variables, que permitirán sin lugar a duda, el establecimiento de esta comunidad religiosa en la localidad.

En este sentido, una de las personas que resultaron cruciales para llevar a cabo dicha tarea, fue Mossèn Manuel Domingo Sol i Gombau, nacido en la vecina Tortosa, quien junto con varias monjas venidas desde el convento de Mataró, fueron las encargadas de fundar este espacio religioso. No tampoco sin olvidar la figura de otro gran personaje de nuestra historia local en el momento de la tramitación inicial, don José Domingo Costa y Borràs. Para ello se adquirió un terreno, que bajo las órdenes de Vicente Benet, será el espacio donde se alzará todo el complejo religioso, donde se integraría la escuela, convento, iglesia y huertos que delimitarán un área rectangular, que por aquellos tiempos quedaba a las afueras del municipio. No olvidemos que la muralla carlista, y de la cual aún se conserva una pequeña parte, era un elemento medianero que lindaba con la franja a la que nos referimos.

Durante el 9 y 10 de diciembre de 1884, llegó hasta nuestra localidad el Obispo de Tortosa, Francesc Aznar i Pueyo, quien presidiría los actos de inauguración de la iglesia de nuestro centro para consagrarla, y que junto con el convento anexo, albergaba en aquellos días nueve religiosas. Dicho Obispo fue el encargado de pagar el antiguo altar con el que contaba el templo. El acto fue todo un acontecimiento, ya que la visita del Obispo generó un baño de masas en donde no faltaron las personalidades más destacadas de nuestro municipio, y que de la misma forma, estuvieron acompañándole, hasta su vuelta a la estación un par de días después.

Uno de los recientes descubrimientos que se han realizado en lo que se refiere a como afrontaban las dolencias y enfermedades las antiguas clarisas, ha sido el de un texto manuscrito, elaborado por el célebre doctor don Román Vizcarro i Tomás. Uno de los mejores médicos con los que ha contado nuestra localidad, y que era hijo del famoso doctor don Ignacio Vizcarro, natural de Ulldecona.

Don Román, fue autor de diferentes obras científicas, como una “Memoria sobre el cloroformo, éter y demás medios” (1853) o “La medicina puesta al criterio del público ilustrado”, publicada en 1882, dentro de la Biblioteca Científico-Literaria de Sevilla. Ello junto el trabajo desinteresado por los pacientes de su pueblo, permitieron que su labor finalmente fuese públicamente valorada, cuando en 1896, logró el reconocimiento por la Real Academia de Medicina, debido a su trayectoria en el mundo de la investigación médica.

Será pues de su puño y letra, donde nacerá una obra que había permanecido inédita hasta hace escaso tiempo. Se trata de un compendio que tal y como reza en su escrito está dedicado “a la venerable comunidad de Nuestra Señora de la Providencia de esta ciudad”. Se desconoce si dicha obra iba a publicarse o estaba realizada sólo para las representantes de esta comunidad. No obstante, lo que si es casi seguro, es que los remedios que propone, serían los empleados por las religiosas para paliar las diversas molestias que podían sufrir. La obra es bastante completa, ya que relata y describe los síntomas y dolencias, así como la forma de curar las diferentes patologías.

Hemos de entender que la regla de clausura motivaba que las integrantes de la comunidad religiosa no podían mantener un contacto con el exterior, de ahí que su redacción detallaba que tipo de medicamentos habían de tomar y que pasos a realizar para afrontar la dolencia. Sabemos que por aquellos tiempos, el convento contaba con más de treinta hermanas.

Las primeras décadas de vida de nuestro colegio fueron apacibles y tranquilas. Con el transcurso de los años el centro pasó a ser famoso ya no sólo a nivel municipal, pues bien conocida en la comarca ya era esta orden religiosa, estando completamente volcada con el principio de la filosofía clarisa, ayudando y socorriendo a los más pobres, los cuales no eran pocos por aquellas fechas. Y es que entrado el año 1899, la filoxera había comenzado a diezmar nuestros campos de cultivo, tal fue el varapalo económico sufrido por este municipio, que muchísima gente comenzó a pasar hambre. Reflejo de esta grave situación, la vemos durante los primeros años del siglo XX, ya que Vinaròs ve como 3 de cada 10 habitantes dejarán atrás su tierra y su familia, en busca de un sustento que les permitiese sobrevivir. Es pues durante esta situación de grave crisis, cuando esta orden religiosa tomará un protagonismo destacado, puesto que se volcará en la ayuda y alimentación de muchos de aquellos vecinos que estaban sufriendo las consecuencias de aquel período de inestabilidad económica.


Poco a poco, y ya entrados los años veinte, cuando el escenario socio-económico empieza a mejorar, el centro religioso es toda una institución en la comarca. Se celebrará por aquellas fechas la cuarta década de llegada e inauguración del convento, así como cotidianamente se realizarán diferentes obras sociales, que aumentarán más si cabe la reputación y estima hacia las clarisas de Vinaròs.

Los valores cristianos y la preocupación por los más pequeños fue una constante que siempre imperó dentro del convento, de ahí que se organizaban diferentes actos, para mantener a los niños contentos y entretenidos, algo con mayor mérito durante los años treinta y posteriores, debido a las dificultades que se tuvieron que superar, tanto es así que todavía son recordados por los más mayores, algunas de aquellas actividades desempeñadas por el centro, tales como las tardes de cine gratis, organizadas por Mossèn Bono, en donde los niños podían merendar y divertirse.

En el año 1931, tras la quema de conventos de muchos lugares de España, ante el temor de sufrir males similares, las monjas del convento recogieron sus pertinencias y marcharon cada una de ellas hacia los domicilios de sus familiares.

Este hecho queda recogido en la prensa local, en el número de la revista San Sebastián del día 14 de mayo de 1931. En el mismo se relata como las religiosas tuvieron que salir de repente y ausentarse durante un breve período, no obstante, cabe destacar la admirable conducta del alcalde, quien desde un primer momento se ofreció en todo tipo de ayuda a las mismas.

Poco después, y con la seguridad de que podían estar tranquilas, las hermanas volvieron al convento. Cambiando temporalmente el uso del edificio tras la entrada de las tropas nacionales en 1938, pues este se aprovechó como hospital militar, prolongándose esta función hasta el final de la guerra, durante 1939. Sabemos que a lo largo de aquella temporada las clarisas trabajaron como enfermeras.

El final de la guerra, ayudó notablemente a que la situación se estabilizara, de ahí que las integrantes de la comunidad religiosa pudieron de nuevo volver a su rutina diaria. Siempre siguiendo el ideario de Santa Clara, la congregación continúo dedicándose a su servicio religioso, social y educacional.

Muestra de ello ya se produce en el momento de la fundación del espacio religioso, pues el convento se erigió con una aportación destacada de doña Concepción Esteller i Esteller. Descendiente directa de la familia de los Esteller, quienes fueron integrantes de la nobleza local, y que estaban conectados a su vez con la familia Noguera, descendientes de don Guillem de Noguera, quien fue a su vez fundador del convento de San Francisco de Vinaròs durante la primera mitad del siglo XVII.

Durante el año 1936 aparece como benefactora del convento doña Francesca Llavina i Gaunyabens, descendiente también de otro linaje con nutrida historia.

Tras el final de la guerra el convento comienza a concentrar algunas piezas que decoraran su edificio, es el caso de la escultura que se encarga al conocido artista barcelonés Josep María Camps i Arnau, quien finalmente elaboraría la imagen de la Divina Providencia de nuestro convento.

Entre las hermanas que formaron parte de la congregación por aquellas fechas, difícil seria de olvidar a la reverenda Madre Purificación de la Sagrada Familia, nacida en València en 1874, y fallecida en 1941 en nuestra localidad. Ingresó en el convento en febrero del año 1900, destacando por su gran devoción a la Mare de Déu, así como por sus dotes para promover la práctica de la antigua Regla de Santa Clara a lo largo de los diferentes conventos de clarisas que había en todo el país. Tras su pertenencia a la orden de Vinaròs, consiguió una popularidad que se manifestó rápidamente con el cariño de la gente del pueblo hacia su persona, tal fue el grado de afecto adquirido, que durante el día de su entierro, los habitantes que acudieron para darle su último adiós se llevaban a empujones las flores de su féretro, así como cualquier elemento que recordase su persona. Tal y como relata el historiador Ramón Redó, muchos vecinos de la población aquel día estaban convencidos de que asistían al enterramiento de una Santa. Otra de las integrantes que durante los años veinte entró a formar parte de la congregación fue Sor Pilar Piquer i Valanzuela. Realizaba la función de organista del convento, un oficio que ya llevaba en la sangre, puesto que su hermano Mossèn Joan Baptista Piquer, tenía gran destreza con este instrumento, además de ser un gran compositor, por este motivo, compuso una variante de la canción de “la nit de nadal” y que tantas veces Sor Pilar tocó dentro del convento.

Durante el año 1952 entró como directora del centro María Amela i Falcó, y cuya labor vendría desarrollando durante 35 años. Será en ese período durante el que se producen obras de remodelación tanto en la zona escolar como en la parte de la iglesia. Ejemplo de ello lo tenemos en 1972, justo cuando se encarga la realización de las pinturas de la iglesia a Ángel Acosta Martín, un artista tinerfeño, y que será el mismo autor que elaborará las pinturas de la última cena del altar de la iglesia de Santa Magdalena, además de otras piezas de técnica escultórica de carácter religioso que hay en nuestra población.

Escasos años antes, las hermanas realizaron diferentes obras sobre textil, entre las que destacan algunos bordados, como sucede con el estandarte de la cofradía de la oración en el huerto (realizado en 1962), así como el que posee la cofradía de la Virgen de las Angustias (en 1965).



David Gómez de Mora



Bibliografía:

-Borràs Jarque, J.M. (1931). Historia de Vinaròs. Tomo II.

-Oliver Guimerà, G. y Guimerà Salom, M.L. (2014). El legado del Dr. Román Vizcarro Tomás. Un punto de vista actual.

-Redó Vidal, R. (2010). L'encliclopèdia il·lustrada de Vinaròs.

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).