viernes, 15 de febrero de 2019

Datos demográficos sobre Peñíscola a mediados del siglo XIX

Poder escribir una historia de Peñíscola, en donde se incorporen referencias que hasta la fecha no se han conocido, o que dentro de sus estudios, se han vislumbrado de modo tímido, es un propósito que nos hemos marcado para un futuro, especialmente en lo que compete a la vertiente sociológica como de la geografía humana de esta localidad.

Pues consideramos que esta cuestión es de suma importancia, para ir identificando con detalle, como ha sido la evolución interna de este municipio.

Sin lugar a dudas, el pasado de Peñíscola guarda muchos secretos, que para nuestro interés, se albergan en la historia de sus gentes, específicamente de los habitantes y antepasados de muchos de nosotros.

Sabemos que en Peñíscola el sector primario fue el principal motor económico. Pues tanto desde el ámbito de la agricultura como de la pesca, es donde se asientan los cimientos de la riqueza generada durante el siglo XIX por muchos de sus vecinos. Bien es cierto que Peñíscola había perdido mucho fuelle, en relación a épocas anteriores, si la comparamos con Benicarló, y especialmente Vinaròs, ya que ambos enclaves comienzan a sufrir una metamorfosis en el ámbito socioeconómico sin precedentes en su historia.

En este caso, nos encontramos ante una población que desde los primeros años del siglo XIX ha pasado las penurias de una guerra que ha marcado de por vida a sus habitantes. El conflicto contra los franceses fue palpable en el propio viario hasta bien entrada la centuria.

La fecha que marcará un antes y un después en la historia de Peñíscola se produce el 4 de febrero de 1812, durante las guerra contra los franceses, cuando tal y como relata Febrer Ibáñez (pág. 269): El Gobernador de la plaza, García Navarro “entregó al enemigo la fortaleza con 74 cañones y una inmensa cantidad de municiones de boca y guerra”, a ello continúa más adelante (pág. 277), “se ordenó bajo pena de la vida, la salida de ella de todos los hombres desde los 16 años de edad hasta los 50. En la playa les arengó prohibiéndose volver al pueblo, por lo cual, unos quedaron en sus campos y otros fueron a retirarse en los pueblos cercanos, particularmente en Benicarló y Santa Magdalena de Polpis, por estar más cerca de sus propiedades”. Para asegurarse de que sus vecinos no pudieran regresar a sus hogares, se colocaron cañones en las bocacalles, y así evitar cualquier revuelta.

Como vemos se obliga a toda la gente joven a marcharse de su pueblo, abandonando sus casas, y dejando atrás en muchos casos a sus seres más queridos, especialmente a las personas de edades avanzadas, debido a que aquellas no estaban preparadas para poder emprender una nueva vida como la que se les deparaba tras su expulsión. Una auténtica barbaridad, que obviamente comportó un conjunto de secuelas en la localidad. El cura don Joaquín Balaguer, relata en el libro parroquial de aquel año (ya desaparecido) lo siguiente, tras referirse a este episodio: “Con el pueblo me salí yo también y me fijé en Benicarló, para desde allí acudir a lo que fuese necesario, sacando de la iglesia las ropas y ornamentos que fue permitido sacar para conservarlos hasta que Dios Nuestro Señor nos restituyera a nuestra amada patria. Desde dicho día toda la gente se estableció, parte en Benicarló, parte en la partida de Irta y parte en la huerta, sufriendo todas las privaciones e incomodidades que consigo lleva esta infeliz suerte. Algunas gentes se fijaron en la ermita de San Antonio Abad (…) ya que la dura necesidad les obliga a vivir en chozas, en cuevas y por bajo de los árboles” (Febrer, págs. 278-279).

Mientras tanto el pueblo dispersado intentó sobrevivir. Sabemos que se aprovechó la casa de campo de la viuda de don Agustín Ayza como Ayuntamiento, pues allí se reunieron los Regidores para el desarrollo de una Corporación Constitucional. Por fin, el 25 de mayo de 1814, las tropas francesas abandonan Peñíscola, el problema es que previamente para su expulsión se hubieron de lanzar según Febrer, más de 60.000 proyectiles sobre la fortaleza, fenómeno que causó muchos daños más allá de la zona militar.

Esto comportó 28 duros meses, en los que la desolación se apoderó de unas calles, con muchas casas en estado de ruina, que agravaron severamente la situación de la localidad, pues durante esos más de dos años, perdieron la vida una tercera parte de la población, intentando sobrevivir por las miserias y enfermedades a las que se vieron sometidas por culpa de aquella expulsión.

Sin lugar a dudas una situación que afectó de pleno a las generaciones posteriores, pues han sido muchos los municipios que por menos han acabado desapareciendo. Tenemos muy claro que Peñíscola ha pagado un precio muy alto a lo largo de su historia por el privilegiado lugar que ha ocupado, pues ha sido siempre motivo de los intereses geopolíticos del Estado. Fatídicos intereses que siempre primaron por encima de la capacidad de crecimiento o desarrollo del municipio y por consiguiente, de la vida de sus habitantes.

Como decimos, a pesar de todas aquellas penurias y dificultades, Peñíscola siguió hacia adelante, y aunque las guerras carlistas se vivieron bajo un prisma de aparente tranquilidad si las comparamos con el conflicto anterior, también causaron sus estragos y problemas.


Imagen de Peñíscola (Archivo L. Roisin. Barcelona), todocoleccion.net

Uno de los factores que han permitido que Peñíscola aguantara carros y carretas, ha sido su capacidad de gestión territorial. Tengamos en cuenta que al tratarse de un enclave encorsetado por el propio medio, la cifra de residentes no ha sufrido grandes variaciones, de ahí que por norma natural se efectúa un control de la producción y consiguiente gestión de sus recursos. A ello cabe sumarle que Peñíscola cuenta con un término municipal bastante grande, tanto que la relación de propiedades de tierra con respecto a la presión demográfica, permitirá que a pesar del sometimiento y desgaste que le producirán las guerras, siempre quedara a salvo alguna fuente de ingresos, y obviamente en Peñíscola siempre había solución por partida doble, pues además de los campos, estaba la baza del mar.

La celebración ordenada de matrimonios entre gentes asentadas en el municipio, también fomentó que el proceso de heredamiento de tierras, no generara un enclave con severas desigualdades sociales entre sus pobladores, y en los que la propiedad de la tierra, salvo en ocasiones puntuales, casi nunca salía de “la roca”.

Los datos demográficos nos muestran una localidad donde la mortalidad infantil seguía siendo una realidad, que parece tener el período de verano hasta inicios de otoño como el momento en que mayor cantidad de defunciones se registran.

Si nos ceñimos a los valores que hemos extraído a través de un libro de defunciones del Pre-registro Civil, observamos los siguientes resultados y que hemos clasificado acorde a estos criterios:

MNP (Mortalidad Neonatal Precoz, desde el día del nacimiento hasta los 6 días).

MNT (Mortalidad Neonatal Tardía, de los 7 hasta los 27 días).

MP (Mortalidad Postneonatal, de los 28 a 364 días).

     TMI        1841-1845       1846-1850
MNP            9 %                    15%
MNT            9%                     15%
 MP              82%                    70%

Elaboración propia

Como vemos la mortalidad infantil para el período de 1841-1845 comprende un 36’8 % de la mortalidad total de la localidad, cifra que se rebaja en varios puntos para el quinquenio siguiente de 1846-1850 con un 29,4%.

A continuación, tendríamos las edades que irían desde el año hasta la edad adulta, en donde los números van un poco por encima de los veinte y pico puntos de media. Finalmente estaría el sector de los adultos, en donde vemos como las tasas de mortalidad entre el total de la población de 1841-1845 son de un 40’4%, mientras que para 1846-1850 alcanzan un 47’2%.

Esta disminución de las tasas de mortalidad infantil para el segundo sector, ya nos indica una mejora en la esperanza de vida.

Averiguar en qué estado se hallaba el tejido económico de Peñíscola por aquellas fechas, es algo que podemos intuir a través de un artículo realizado por Juan-Luis Constante Lluch (1980), y que lleva por título “El padrón de habitantes de Peñíscola de 1857”. Del mismo se desprende que en el año 1857 la diversidad económica era mucho más amplia que por ejemplo en 1950, tras las graves secuelas de la Guerra Incivil. Por un lado en 1857 los labradores representan 1 de cada 4 habitantes, es decir, agricultores con su propia tierra, en donde si quitamos el grueso que representaban los militares que habían en la plaza defensiva, se complementaba con más de un 30% formado por oficios diversos, cuyas reminiscencias las tenemos en los gremios locales (carpinteros, carreteros, panaderos, tejedores…), por otro lado los marineros representan cerca de un 10%, en contra de la imagen idealizada de localidad marítima, en donde la cantidad de gentes que faenaban en la mar podía hacernos pensar que sería superior. Esto nos demuestra que Peñíscola a la hora de explotar sus recursos, miraba mucho más a las huertas y fincas traseras de la marjal como a la Serra d’Irta, en lugar del medio marino que la rodea. Esta cifra de distribución económica veremos que será muy diferente con respecto a la centuria posterior (mediados del siglo XX), pues los braceros o jornaleros ya ocupan más de un 50% del sector económico, quedando los labradores en un porcentaje por debajo del 15%.

Obviamente esto nos indica una pérdida de poder en la economía local, al desaparecer numerosos propietarios de tierras, y que desde antaño controlaron el sistema productivo del municipio, debido a la amplia disponibilidad de cultivos que ofrecía Peñíscola. La disminución de labradores se explica por la crisis en la que se ve sumida la población desde principios del siglo XX. Pues no hemos de olvidar que la filoxera tuvo serias repercusiones, ya no sólo en Peñíscola, sino que en buena parte del país.

Volviendo a la demografía de la segunda mitad del siglo XIX, hay claras evidencias de que la población pasó por algunos episodios de epidemias, tal y como sucederá con la viruela. Igual de importante es destacar que durante la franja de los años de 1841-1850, percibimos como se concentra la mortalidad infantil en periodos puntuales, resultado de enfermedades, y que por aquel entonces tenemos documentadas en muchos puntos cercanos, tal y como es el caso de Vinaròs con el cólera. Respecto a Peñíscola, hemos detectado un conjunto de series bastantes sospechosas, que nos hacen plantear la hipótesis de posibles brotes de enfermedades contagiosas. Teniendo los intervalos de mayo, junio y julio de 1843, un 45% de la mortalidad total del año, o por ejemplo abril y mayo de 1845 (con casi un 40%). Tampoco hemos de olvidar noviembre y diciembre de 1847 (con un 35%), llegando hasta el mes de enero de 1848.


David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Arxiu Municipal de Peñíscola, Volumen de defunciones de Peñíscola. Pre-registro Civil, años 1841-1852.

*Constante Lluch, Juan-Luís (1980). El padrón de habitantes de Peñíscola de 1857, nº47. Revista Peñíscola.

*Febrer Ibáñez, Juan José (1924). Peñíscola, apuntes históricos. Castellón.

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).