El propósito de este artículo es bastante diverso, ya que por un lado queremos indagar en aspectos genealógicos que nos permitan conocer con mayor detalle el nombre y apellidos de muchos de los antepasados de aquellas personas con raíces en este singular enclave de la geografía conquense, como también poner de relieve la lucha de intereses que podía suponer ocultar el pasado de determinados miembros de una familia, así como que tipo de métodos llegaban a emplearse para una consecución efectiva de tales fines.
La base de este estudio ha sido trazada hace casi medio siglo atrás por las investigaciones de W. F. King, quien en un trabajo arduo y digno de alabanza, desentrañó la ascendencia del célebre dramaturgo Don Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza. Una tarea nada fácil si partimos de que por aquellas fechas King no consiguió acceder a toda la documentación que él hubiese deseado, teniendo que conformarse con arañar datos de algunas parroquias, que acabaron vislumbrando el origen de una historia, que nos ha servido de modo paralelo para conocer con mayor claridad el rastro de un conjunto de piquereños, que el trascurso del tiempo nos había hecho casi olvidar, y que de modo adicional vienen a reforzar la principal tesis que sostuvo su autor: la paternidad y descendencia de la familia del que fuera párroco del municipio (e hijo de los poderosos Señores de Piqueras y Albadalejo), Don Garci Ruiz Girón de Alarcón.
I. El origen de una genealogía oculta
La historia de la familia Ruiz de Alarcón es sobradamente conocida tanto en el área de la Manchuela como en otros puntos de la geografía conquense y resto peninsular. El linaje está documentado desde finales de la Edad Media, gracias a la variada información que encontramos en distintos fondos archivísticos de la provincia.
Los Ruiz de Alarcón, representaban una de las casas más poderosas e influyentes que había en esta franja de estudio. Testimonio de ello son las muchas viviendas que se conservan de sus ancestros en algunos puntos de la región, así como de los señoríos que consiguieron ostentar sus representantes.
Esto obviamente permitió la adquisición de un alto estatus, que había de conservarse y emplear en los momentos cruciales, para así seguir medrando en una sociedad claramente determinada por escalafones.
El municipio de Piqueras, era un lugar de aparente descanso. Un municipio de ganaderos y agricultores, en el que se pretendió gestar la ocultación familiar de una serie de personas que con el paso de los años fueron más bien un problema, que un orgullo a difundir para algunos de sus miembros.
Por aquellos tiempos casaban los Señores de Piqueras y Albaladejo del Cuende, una estrategia matrimonial que tenía como objetivo sellar alianzas entre familias de un nivel social similar. Se trataba de Don Garci Ruiz de Alarcón (quién ya testó en 1545), así como su esposa doña Guiomar Girón de Valencia (y que lo hizo un año más tarde).
Garci era descendiente de las familias más influyentes de la región, pues de acuerdo a su genealogía era portador de la sangre de los Carrillo, Álvarez de Toledo, Coello (Señores de Cervera y demás lugares), como de los Ruiz de Alarcón (Señores de Valverde, Talayuelas, Zafra, Veguilla de las Truchas, Hontecillas) o los Castillo, y que junto con sus enlaces ya desde tiempo atrás controlaron los Señoríos de Santa María del Campo, Santiago de la Torre, Belmonte, Perona y Altarejos.
Por otro lado, Guiomar tampoco ocultaba su linaje, y hacía alarde de su pasado monárquico, puesto que según la tradición familiar (pero que hasta la fecha no se ha podido probar de manera fehaciente), los Valencia descendían de las casas reales que había en la Península, como Alfonso X el Sabio o el Rey Jaume I de Aragón, a ello habría que sumarle su ascendencia con los Pacheco, Téllez-Girón (Señores de Frechoso) y la casa de los Acuña (Señores de Tábua), estando asociada a los intereses del Marqués de Villena.
Partiendo de este contexto, nos encontramos ante dos familias con un poder destacado, en el que hay mucho en juego, pues obviamente los enlaces matrimoniales que efectúan sus hijos no serán algo baladí.
Del matrimonio entre ambos, conocemos la existencia de un total de ocho hijos. Estos son Aldonza de Alarcón (que fue monja), así como Juana de Alarcón (que también se dedicó a la vida religiosa). Luego tendríamos a María (de la que ignoramos que edad alcanzó, pero que su hermano Garci ya en 1577 nombra en su testamento como fallecida y enterrada en la capilla que el linaje fundó en Piqueras). Luego estaría Fernando Ruiz Girón de Alarcón, sobre el que tampoco hemos podido indagar muy a fondo, junto sus hermanas Beatriz de Alarcón, quién casó con un miembro de la casa de los Castillo, y cuyo hijo fue Diego del Castillo y Guzmán (Señor de Altarejos), así como Ana de Alarcón, esposa de Diego Pacheco de Avilés y de donde conocemos a Fernando Pacheco de Avilés. Por último, tendríamos a Alfonso Ruiz Girón, que acabaría heredando los títulos de Señor de Piqueras y Albaladejo, que celebraría sus nupcias con Juana Pacheco de Silva. Será esta línea la que mayor proyección obtendrá, puesto que conseguirá aglutinar mucho poder en la descendencia de sus hijos a través del Condado de Cifuentes.
Finalmente nos quedaría el personaje que más nos interesa de esta familia, García o Garci Ruiz de Alarcón. El que fuera párroco de Piqueras, así como fundador de dos capellanías y ejecutor de la capilla privada que había dentro de la iglesia parroquial de la localidad, donde luego descansarán los cuerpos de sus familiares.
Willard F. King fue el primero en descubrir que García Ruiz tuvo dos etapas muy diferentes a lo largo de su vida, así lo revelaba cuando escribía que “hora es ya de encarar el espinoso problema entre Juan Ruiz de Alarcón y García Ruiz de Alarcón -cura de Piqueras- ʺ (1970, 70). No está del todo claro si su descendencia se produce antes de ser sacerdote, pero todo hace pensar que después de tener a sus hijos, acabaría ordenándose tras haber enviudado.
King consiguió establecer la senda de la descendencia de este personaje, cruzando datos de un expediente de caballería, así como con la documentación de la parroquia de Barchín, y el testamento de un hijo suyo que podemos consultar en el Archivo Provincial de Cuenca. Nosotros hemos hecho lo mismo, pero añadiendo otros documentos que King desconocía, al no acceder con detalle a la información presente en el Archivo Diocesano de Cuenca, y que estaría vinculada con la parroquia de Piqueras.
Como bien dice el autor “García no reconoce a sus hijos como tales en su testamento, cosa nada sorprendente, dado que era clérigo. El testamento, se inicia con la frase identificadora -Yo, Don Garci Ruiz Girón de Alarcón, clérigo, hijo de los Ilustres Señores Don Garci Ruiz de Alarcón y Doña Guiomar de Valencia… Señores que fueron de las villas de Albaladejo y Piqueras-ʺ (1970, 71).
Obviamente hay un silencio sepulcral por parte de Garci, pero que se vislumbra en diversas referencias en cuanto al momento de la redacción de su testamento. Pues si hay algún pariente, este siempre lo menciona, es el caso del Señor de Altarejos, a quien cita como su sobrino, o idéntico caso con Diego Pacheco de Avilés. “Si se combinan los informes que ofrecen los testamentos de García (1577) y de Fernando (1618), resulta que el clérigo de Piqueras tuvo al menos cinco hijos -Justa, Fernando, Pedro, Luís y Juan”, y que, aunque García no estimó decente o posible reconocer oficialmente a su prole en el testamento, hizo constar su responsabilidad para con ella y le dejó su hacienda” (1970, 72-73).
En el testamento del cura, Luís Ruiz Girón de Alarcón y Fernando Girón de Alarcón son tratados de hermanos, así como después comenta que Luis tiene otros dos, llamados Juan y Pedro. Fernando es indiscutiblemente hijo de García, y esto lo sabemos por su misma confesión, “porque Fernando, en su propio testamento, declara inequívocamente ser hijo de María Gil y García Ruiz Girón de Alarcón, el cual -dotó y fundó la capilla de Nuestra Señora de la Concepción- y dos capellanías en la iglesia parroquia de Piqueras” (1970, 72).
Fol. 29 v. (APC, 1618) “Nuestros cuerpos sean sepultados en la capilla de Nuestra Señora de la Concepción que sita en la Parroquial de la villa de Piqueras que dotó y mandó Don García Ruiz Girón y Alarcón, nuestro padre y suegro”.
Fol. 32 (APC, 1618) Donde se reitera la paternidad de Don García y se añade que su esposa es Doña María Gil.
El testimonio de Don Fernando en su testamento, resulta vital para entender toda esta historia, puesto que su padre ya había fallecido, y suponemos que no tuvo ningún temor en revelar de manera reiterada cuales eran los nombres y apellidos de sus progenitores. Tengamos en cuenta el contexto histórico del momento para llegar a comprender mucho mejor el escenario sobre el que se desarrollan los hechos. Cuando su padre Don García redacta el testamento, el Concilio de Trento pocos años atrás había finalizado, y la opinión que se tenía sobre los miembros de la comunidad con hijos en una etapa anterior, no estaba tan definida como la podríamos ver poco después, pues en Trento el concepto de celibato se redefinió, ante una especie de vacío, donde moralmente no se veía nada bien aquella posición desde el Concilio de Letrán, pero donde se fue más laxo con su cabida, y que presenciamos en los casos de Gregorio XIII, Pablo III y Pío IV.
Y es que durante los tiempos de Trento, había gente de peso, como varios Obispos, e incluso el mismo emperador Carlos V, defendiendo una postura menos restrictiva, en torno a la capacidad de ejercer como ministros de la iglesia, siempre que estos se ordenasen una vez hubieran enviudado. Don García vivió durante un período de transición, donde obviamente reconocer una paternidad era ya un problema, pero donde a su vez todavía existían voces con bastante poder, en las que si previamente se había sido padre, tampoco era un hecho determinante para acabar cerrando puertas, no obstante se debía ser precavido, e insinuar hasta donde se pudiera, salvaguardando conflictos y habladurías que acusaran o dañaran de pleno la imagen de la familia, y eso es lo que tan correctamente consiguió hacer García, hasta que poco después su hijo revela de manera privada en su testamento, lo que era sabido y notorio por parte de toda la comarca. Tampoco obviemos que nuestro antepasado gozaba de una protección especial, pues ya no era simplemente un miembro de la nobleza local, sino hijo de los señores del lugar, así como pariente de la familia Villena, de ahí que tomando ciertas precauciones no hubiese ningún problema en efectuar de manera perpetua las diversas fundaciones que consiguió establecer dentro de la Iglesia de Piqueras.
La estrategia era clara, pues García debía obviar constantemente cualquier mención que implicara de modo directo reconocer su paternidad. Pero esto es un asunto que queremos tratar más a fondo en el siguiente apartado. Por ahora aquí sólo vamos a comentar como el personaje intenta evitar dejar cabos sueltos, que confirmaran ese asunto tan delicado. Y García, aunque de puertas hacia afuera parecía desentenderse de sus hijos, intentó que a estos no les faltase nada, muestra de ello queda en la repartición de bienes, donde les asigna diferentes responsabilidades y poderes.
Por ejemplo, nombra “por patrones de la dicha capilla, capellanías y memorias a Don Luis Girón de Alarcón y Don Fernando su hermano”. Dice que en 1577, “Don Luis está ausente de esta tierra, si acaso muriese sin venir a ella, mandó que las dichas dos juntas de heredad y casas pasaran a Luisico hijo natural del dicho Don Luis”. En este caso el cura no puede ocultar de manera cariñosa el diminutivo con el que se refiere a su nieto, asegurándose que este goce de un patrimonio para el futuro. El referido Luisico es el mismo “Luis hijo de Don Luis” que aparece inscrito en la lista de confirmados de Piqueras del Castillo durante el año 1588.
No olvidemos que Don Luis es el mayor favorecido por la herencia, y esto García lo tuvo claro, pues en el testamento de su madre Guiomar (en 1546), podemos leer por un traslado de bienes que se vuelve a copiar en 1594 (presente en los legajos sueltos de Piqueras del Castillo), como “la Señora doña Guiomar de Valencia señora que fue de esta villa de Piqueras y de Albadalejo del Cuende da al Señor Don García Girón y Alarcón su hijo la heredad de Alcohol”. De modo que otorga censo y tributo al cura y beneficiado para “él y sus herederos”, “la heredad que yo tengo y poseo y me pertenece y os pertenece en el término de Alcohol término y jurisdicción en la villa de Barchín con todas sus entradas y salidas y usos y costumbres y derechos y servidumbres”.
Doña Guiomar Girón de Valencia, establece bien claro una serie de obligaciones, entre las que García ha de mantener la heredad de Alcohol, preservando el patrimonio, y realizando los cargos y pagos que conllevaba la posesión de los bienes.
II. La manipulación documental
El principal testimonio que pudiese echar al traste con los intereses de los Ruiz de Alarcón, tras revelar la descendencia de Don García el cura, podía derivar de dos vías que este ya se encargó de controlar. Por un lado los libros parroquiales, pero que a través de los capellanes (familiares suyos) que conseguían hacerse con las capellanías fundadas, estarían a buen recaudo. Luego nos encontraríamos con la escribanía, y que también estuvo en poder de su familia.
Sobre los libros de escrituras sólo hemos hallado papeles sueltos en los legajos de Piqueras que hay en el Archivo Diocesano de Cuenca. Obviamente en este caso no hay una falta de documentación seleccionada, sino que simplemente los volúmenes se han perdido como en otros muchos lugares. Pero lo que no es casual, es la falta de determinadas series de años en la sección de los libros parroquiales, y que como veremos no son fruto del azar.
Willard F. King ya advirtió, que “los dos primeros libros de partidas de bautismo que se conservan en la iglesia parroquial de Piqueras van de 1509 a 1590 y de 1604 a 1658. Del primero faltan los folios del 35 al 42. Estos como era de esperar, son precisamente los folios que hubieran podido contener el acta original del acta copiada” (1970, 54) y que estaba investigando sobre la paternidad del dramaturgo en su momento este autor. Añade que “el libro segundo de bautismos (años 1604-1658) no tiene ninguna acta entre agosto de 1612 y enero de 1621, si bien una mano del siglo XVII volvió a hacer, engañosamente, una numeración consecutiva de los folios”.
Yendo por partes, veremos que la cosa parece más reveladora de lo que ya apuntó tímidamente King. Y es que, en los primeros tomos de los libros de bautismos, matrimonios como defunciones, hemos observado la ausencia de un período de años concretos, que en su conjunto no tienen nada de fortuito, pues no se presencian en los restantes ejemplares posteriores.
En los volúmenes bautismales King ya comentó la falta de datos en los dos primeros, no siendo sólo hojas puntuales, lo que ya no haría pensar en la extracción de una partida concreta sólo para transcribirla y que luego podría habérsela pasado por encima al tener que reincorporarla el párroco. Pues ya estamos hablando de periodos de años.
En el primer tomo del libro de bautismos (P-2583) la serie está catalogada desde 1504 (1509 según King) hasta 1590, un error al interpretar la grafía, ya que el primer folio tiene como referencia inicial una partida de bautismo con fecha de 1559. Ahora bien, lo cierto es que el libro carece de portada, y resulta sospechoso que empiece de repente con una simple partida, que obvia toda nota o primera página en la que se debería informar del volumen que a continuación se va a consultar, lo que podría hacernos pensar que en su día, hubiese partidas mucho más antiguas, pero que ya debieron desaparecer. Estas obviamente se enmarcarían en la época cuando Don García pudo ser padre de las criaturas.
Al margen de este detalle, como decimos nos encontramos con la falta de años que comentaba el autor, pero hemos de sumar que el tomo II (el siguiente), se inicia con el año 1604 (P-2584). Es decir, desde 1590 hasta 1604, tenemos la falta de casi 15 años en los que no ha habido ningún bautismo, y tengamos en cuenta que en esa época el Concilio de Trento ya había dejado más que estipulado la necesidad de su registro. Podríamos pensar que se trataría de un volumen perdido entremedio de ambos años, pero no es el caso, puesto que en ningún momento el primer volumen se da por finalizado, de ahí que los casi quince años de bautismos que faltan estarían integrados en el mismo, y en los que con toda seguridad aparecerían los nietos del capellán.
Pero tampoco se nos debe de pasar por alto que el libro I de matrimonios no arranca hasta entrado el siglo XVII. Lo cierto es que podríamos no ser tan malpensados, y creer que el primer volumen de bautismos es una pieza a parte, y hasta que no comienza el siglo XVII, no se comienza a apuntar de modo regular las celebraciones sacramentales, pero esto no tiene sentido, puesto que consultando los documentos sueltos que aparecen en los legajos de Piqueras, leemos en un conjunto de folios referentes a visitas pastorales de la segunda mitad del siglo XVI, el testimonio del visitador donde se redacta como en la parroquia se preservan los libros de bautismos, matrimonios y defunciones por aquellas fechas.
Obviamente son demasiadas casualidades, que se evidencian tras llegar al primer volumen de defunciones, y que supuestamente se habría iniciado en 1659, lo que sucede es que en este caso, además de la prueba escrita que deja constatada el visitador 60 años antes, tenemos que en esos mismos legajos aparecen muchas hojas sueltas de las defunciones de la villa, como mínimo ya desde finales del siglo XVI, y que formaron parte de un primer volumen, que se encuentra mutilado entre los varios legajos con hojas sueltas del Archivo Diocesano de Cuenca.
De ahí nuestra insistencia en pensar que no es fruto del azar todo este conjunto de peculiaridades, si le sumamos las apreciaciones que cita King. Pues la falta puntual de datos, la vemos tanto en el registro de bautismos durante 1590-1604, como en el de matrimonios, junto la disgregación de las partidas de defunción, y que podían haber formado parte de un primer volumen de fallecidos desde el siglo XVI. Esto demuestra una pérdida de documentación más que premeditada, que intentaba poner trabas a cualquier investigación que sacara a la luz datos vinculados con aquellos familiares que se enmarcaban dentro de la generación de los hijos y nietos de García Ruiz de Alarcón, de lo contrario son demasiadas casualidades que las franjas de años desaparecidas, puedan enmarcarse en un período tan preciso, teniendo en cuenta la variedad de siglos que ha habido de por medio, en los que este fenómeno no se ha repetido.
III. La descendencia de Don Luis Ruiz de Alarcón y Girón
Establecida la conexión, Don Luis es sin ningún tipo de dudas otro de los personajes que más nos interesa de toda esta historia, ya que fue el responsable de dejar una nutrida descendencia en el municipio de Piqueras, y que ha llegado hasta el presente. Don Luis junto con Fernando serán los hijos en los que vemos como García deposita toda su confianza, y no sólo por su designación como patrones.
García quería asegurarse como hemos dicho un futuro para su nieto, e indiscutiblemente para su hijo. Sabemos que la esposa de Don Luis es la señora Catalina Ballesteros, perteneciente a un linaje de la pequeña burguesía local, y que a pesar de no arrastrar la solera que llevaba a sus espaldas la familia de su marido, era bien vista si tenemos en cuenta la escasa disponibilidad de familias con poder económico, en un marco tan sumamente delimitado como era la localidad de Piqueras.
Como decimos, García se encarga de dejar todo bien atado, cuando en su testamento “manda que las casas que yo tengo de Juan Ballestero el viejo, y que las compré por cierta cantidad de maravedís, las haya y se den a María Ballestero, nieta del dicho Juan Ballestero para que vive y more en ella por todos los días de su vida”. Mediante la clausula del contrato garantiza que la familia de la esposa de su hijo tenga una serie de recursos mínimos.
Es cierto que la línea de los hijos de García, jamás llegará a proyectarse como la de los descendientes de su hermano Alfonso, quien acabó recibiendo el grueso de la herencia junto con los señoríos. De ahí que resultará bastante curioso ver como en Piqueras unos se dedicarán a emparentar con labradores y ganaderos, mientras que sus primos enaltecerán su estatus consiguiendo el Condado de Cifuentes.
Probablemente esto fue un argumento de mayor índole que repercutió en la estrategia de suprimir cualquier testimonio en el que se intuyera algún vínculo con esta línea de la familia, puesto que acabaría dañando su imagen, resultando una nefasta propaganda para el linaje, y que estaba en su fase más álgida de proyección social.
Don Luis y su esposa Catalina Ballestero, fallecen con diferencia de unas dos semanas, ambos en primavera de 1631. El documento en el que aparecen marido y mujer, pudimos hallarlo entre los papeles sueltos de los legajos de Piqueras, en donde se recoge su defunción. Pero estos no serán los únicos, puesto que su hermano Fernando Girón, como su esposa doña María de Alfaro, también aparecen residiendo en Piqueras los últimos años de su vida, a pesar de darlos por residentes en Barchín. Ello evidencia que los hijos volvieron al pueblo natural de los padres.
Don Fernando Girón de Alarcón falleció el 14 de febrero de 1622, su esposa Doña María de Alfaro el 20 de mayo de 1627 (con pago de más de 400 misas, y mandando enterrarse en la capilla que dejó su suegro Don García Ruiz Girón de Alarcón), mientras que Catalina Ballestero lo hizo el 20 de mayo de 1631 y su marido Don Luis Ruiz de Alarcón Girón el 8 de junio de 1631, quien “mandó se enterrara en su capilla que esta sita en esta iglesia”. En la partida recalca que su hijo es el escribano Pedro Ruiz de Alarcón, quien se encarga de redactar su testamento, así como mandar misas para sus hijos fallecidos Luis y Catalina.
Como vemos el Luisito que se menciona en el testamento de su abuelo García, y en la confirmación de 1588, ya había fallecido en 1631, de ahí que sólo queden (que sepamos por ahora), dos hijos todavía vivos para este periodo. Uno sería el mismo escribano y que ejerció durante un tiempo considerable, así como una hija, de la que pasaron por encima su partida en el momento de la purga documental. Se trata de una niña llamada María, y cuya partida bautismal aparece en el primer volumen de la parroquia. Concretamente el sacramento se celebró en agosto de 1585, y esta se define como hija de Don Luis de Alarcón y su esposa Catalina Ballestero. El compadre es García Ruiz de Alarcón, y que por aquellas fechas ya tendría una edad bastante avanzada, aunque no olvidemos que efectuó su testamento con buena salud y plenas facultades, sólo unos pocos años atrás.
En el caso de Fernando (el hermano de Luis), trascurrirán cuatro años desde la realización de su testamento hasta el momento de su muerte, así como diez por parte de su su esposa Doña María.
Otro argumento por el que nos interesa de manera reiterada la figura de Don Luis, es por el cargo que acaba ostentando, pues sabemos por una referencia documental de los citados legajos de Piqueras, que en el año 1616 es el escribano del municipio.
A priori este dato podría parecernos algo anecdótico, pero veamos el trasfondo de esta cuestión para entender la importancia de que Don Luis fuera precisamente el encargado en el municipio de llevar la escribanía.
No nos cabe la menor duda que en las familias destacadas, tener miembros dentro de la Iglesia como en la escribanía local, se convertía en un arma de doble filo, pues se controlaba la casi totalidad de la documentación que se moviese en el lugar, bien fuese para compulsar, consultar, así como manipular o hacer desaparecer.
Desde luego García sabía lo que se traía entre manos, pues si la capellanía estuvo más que controlada por sus descendientes a través de la línea Girón de Alarcón-Buedo, para frenar en cualquier intento a los Gil (de los que luego hablaremos), lo mismo sucedía con la manufacturación de escrituras que se ejecutaban en la localidad, ya que Don Luis era el encargado, y que como apreciamos en su partida de defunción, transfiere al vástago, pues su testamento fue redactado por su hijo Pedro Ruiz de Alarcón (oficio heredado de padre a hijo), alargando así hasta en centurias posteriores el control del cargo. Un fenómeno que no debe de parecernos extraño, ya que las escribanías eran un buen empleo, que como decimos no solían desvincularse, y por las que se pagaban sumas elevadas en el caso de querer controlarlas o comprar. Esta cuestión ya la tratamos en el caso del municipio de Caracenilla, en donde vemos una misma línea de intereses y tradición, con traspasos de padres a hijos o en su defecto a un pariente, que la siguiera prolongando en el tiempo.
El escribano era la persona capacitada para dar fe de cualquier documento, tanto si en realidad existiera como si no, y en el segundo caso, pudiendo exigir cifras nada despreciables, además de custodiar en su hogar, toda la información sobre herencias y posesiones que tenían el resto de vecinos, de ahí que los Ruiz de Alarcón, sabían como manejar de modo correcto el poder del que disponían en Piqueras.
Genealogía de los Ruiz de Alarcón de Piqueras del Castillo (árbol genealógico del autor).
IV. El linaje Gil de Piqueras
El apellido de los Gil ha sido uno de los probablemente menos apreciados por los estudios genealógicos de la zona, pero con un pasado más que interesante a tenor de diferentes cuestiones que desearíamos exponer. Y es que ya en su día W. F. King comentó que la mujer del párroco descendiente de los Señores de Piqueras del Castillo, era una representante de este mismo linaje. Dato que se extrae de la propia confesión que realiza Don Fernando al citarla como su madre y esposa del cura. Creemos que Melchor Gil (quien fallece en el año 1606), tuvo que guardar algún parentesco con García Ruiz, bien por ser descendiente directo y coger el apellido por su parte materna, o en su defecto por una colateralidad genealógica que lo convertía en un pariente muy cercano del hijo de los Señores de Piqueras. No deja de llamarnos la atención como en un bautismo de su hija Quiteria en 1581, aparece como padrino Don Fernando de Alarcón, vecino de Barchín, y por lo tanto, el hijo de García Ruiz de Alarcón que aquí hemos comentado. Sea o no un hecho casual, García Ruiz en su testamento no se olvida de esta familia, lo que hace todavía mal pensar aun más que tipo de vínculo parental tenían Melchor y el cura.
Genealogía de los Gil de Piqueras del Castillo (árbol genealógico del autor).
La relación entre la descendencia de los hijos de Fernando Girón de Alarcón y los Gil fue duradera en el tiempo, aunque parece ser que no siempre para bien, ya que desde Barchín, la línea de Fernando y María de Alfaro, veía como los Gil podían ser un peligro para las aspiraciones de las capellanías que fundó García.
Sabemos que por ejemplo Don Cristóbal Girón, hijo de ambos, fue el patrón y capellán de las memorias de García, al que en un documento del 9 de noviembre de 1629 de los legajos sueltos de Piqueras, menciona como “mi Señor”.
Las disputas por el censo que recogen los Gil del mismo García Ruiz de Alarcón en su testamento, afloran en varias épocas. Así, en otro documento de los papeles sueltos con fecha del 13 de noviembre de 1656, siendo alcalde de la localidad Esteban de Zamora, compareció la hermana del Licenciado Peralta (Ana Fernández de Peralta), diciendo que su hermano fue capellán de una de las capellanías que fundó Don García el cura. Desconocemos por donde les viene el parentesco para llegar a opositar a las misma, pero remarca que su hermano “y como tal capellán se le adjudicó un censo de dichas capellanías contra Melchor Gil y sus herederos, el cual está reconocido por los dichos herederos y le tocaban al dicho Juan Fernández de Peralta como tal capellán 27 reales cada año de réditos, los cuales dichos réditos están a cargo de pagarlos Martín Gil como hijo y heredero del dicho Melchor Gil su padre”.
En el testamento del cura, se menciona a Francisca Gil, como poseedora de un conjunto destacado de heredades. Dos siglos después todavía vemos como se alude al vínculo de esta y que se hallaba formado por más de sesenta hazas y unas casas de morada. La pregunta es si lo hizo sobre los bienes que adquirió de Don García Ruiz de Alarcón, o directamente eran de ella, puesto que en el testamento el cura estipula que sólo los posea Francisca mientras esté en vida, siendo sin ninguna duda la fundación más rica que existía en el municipio de Piqueras.
Es más que evidente que esta historia tiene su origen en la repartición de bienes que realizó en su testamento Don García, quién no se quiso olvidar de manera discreta de la familia de su esposa, la señora Gil. El capellán dicta “mandar a Francisca Gil mientras viviera toda la heredad de tierras, pan de llevar, viñas, cañamares, huertos y cavas que fueron de su padre para que los posea y goce, y disfrute, por todos los días para que ella viviera”. Pero, ¿Quién era el padre de Francisca propietario de esas tierras?, ¿Y qué interés le llevó a García decidir que las disfrutara hasta el día que estuviese viviendo?, no cabe la menor duda de que esta cesión es más que reveladora, al indicarnos que Francisca fue algo más que una vecina para el capellán. De acorde a la aportación que realiza King al decir que la mujer de Don García Ruiz fue María Gil, se abre el interrogante de que grado de parentesco había entre Francisca y Don García.
Antes de producirse la unión, la familia Gil podría ser una de las mejores asentadas durante mediados del siglo XVI, de ahí que Don García no entablaría relación con una persona cualquiera, y por lo tanto, la fundación con más de 60 tierras que poseyó Francisca, formarían parte del patrimonio familiar, como terratenientes destacados que fueron de la localidad.
El interés de los Gil por aprovechar las prestaciones que suponía haber emparentado con los Ruiz de Alarcón lo vemos todavía en la centuria siguiente, pues en el libro de la capellanía de Piqueras fundada por Don García Ruiz de Alarcón, leemos como en 1728 la plaza estaba vacante, y uno de sus opositores era Don Juan Gil, clérigo de Albaladejo del Cuende.
En el año 1679 el patronato fundado por Francisca Gil, y que lo hizo con las propiedades que le entregó en su testamento Don García Ruiz de Alarcón, está bajo posesión de Don Luis de Alarcón.
Pocos años después en 1660, leemos en otro papel suelto de los referidos legajos como “Don Diego de Buedo y Alarcón, presbítero y capellán de la capilla que fundó García Girón en la parroquial de esta villa de piqueras, dijo que tenía un censo de dicha capilla de 80 ducados e principal entre los bienes de Martín Gil, difunto el cual se está por reconocer por sus herederos y poseedores de algunas hipotecas y debiéndose algunos años réditos (…) notificando a los herederos de Martín Gil, reconozcan si dicho censo a favor de dicha capilla y capellanías para pagar con los bienes que fueron de éste los réditos a él y a su tío Don Cristóbal Girón, se le debieron como capellanías que son en dicha capilla. Así como que declaren Quiteria Cano -viuda- y María Lozano, como mujeres de sus maridos”. Esta petición se extiende a Martín Gil, Melchor Gil y a Juan de Martín Gil. Queda con ello más que claro que esta parte de la familia había recibido algo por parte del capellán Don García.
El interés de los Buedo por el control de las capellanías es algo que ya hemos presenciado en el municipio vecino de Buenache de Alarcón, a través del enlace con los integrantes de la familia de la Parra-Rubio. En Barchín comprobamos como ejecutan una estrategia similar, tras su entronque con los Girón.
Desde luego los Buedo saben aprovechar el momento de pujanza de su estirpe, para controlar las varias capellanías que durante los siglos XVII-XVIII van quedando vacantes para opositar.
Un dato adicional que ya estudió King, es el de algunos de los descendientes de Don García. Concretamente lo vemos en los testimonios del expediente de caballería para la Orden de Montesa que extrae este autor. Entre las informaciones de Juan Girón de Buedo, el señor Don Felipe de Ayala dice que “los dos costados de abuelos del pretendiente eran parientes muy cercanos entre sí, y también de la casa del Conde de Cifuentes por los apellidos de Girón y Alarcón, y Señores de Albaladejo y Piqueras, de cuya casa era nieto el dicho Don Juan Ruiz de Alarcón” (1970, 56). Estos datos son sumamente interesantes, puesto que establecerían una unión sanguínea entre el famoso dramaturgo Ruiz de Alarcón Mendoza, con la línea de Piqueras, y de la que por su genealogía y testimonios, es indudable su parentesco.
Genealogía elaborada a través de los testimonios del expediente de Juan Girón de Buedo (1688).
Sobre la capilla familiar de los Señores de Piqueras y Albaladejo, aparecen varias referencias en los mencionados papeles sueltos, tales como una reforma a partir de 1745, en la que se manda la elaboración de un vestido para la Imagen de Nuestra Señora de la Concepción, así como la necesidad de realizar un frontal con su marco. Se detalla que el vestido será de tafetán doble, de color blanco, con puntilla de oro y el frontal de damasco, así mismo blanco con cenefas encarnadas, también en damasco, junto con una toca para la imagen.
En 1759 se vuelve a mencionar que se destinen 22 reales para que se colocara el marco nuevo en el altar de la capilla, puesto que todavía no se había integrado, así como se pague con 17 reales una vara y media de tafetán encarnado, para colocarlo como cortina en la ventana de la capilla, con una barreta de sortijas y escarpias. Finalmente, en 1763 se confirma la compra de un frontal para el altar de la imagen, con un coste total de 93 reales y 14 maravedís.
Valgan pues estas líneas, para poner de relieve, un fenómeno que estamos convencidos que pudo suceder en otros muchos lugares, pero que en este caso, gracias a un abundante solapamiento de datos cruzados, hemos podido vislumbrar aunque fuese de manera tímida.
David Gómez de Mora
Fuentes:
*Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de bautismos de Piqueras del Castillo. P-2583
*Archivo Diocesano de Cuenca. Libro II de bautismos de Piqueras del Castillo. P-2584
*Archivo Diocesano de Cuenca. Libro I de matrimonios de Piqueras del Castillo. P-2587
*Archivo Diocesano de Cuenca. Sección Capellanías. Libro de las capellanías de Don García Girón (1745-1802). p-2594
*Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo (hojas sueltas), nº1. P-2602
*Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo (hojas sueltas), nº2. P-2603
*Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo (hojas sueltas), nº3. P-2604
*Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo (hojas sueltas), nº4. P-2605
*Archivo Diocesano de Cuenca. Legajo (hojas sueltas), nº5. P2606
*Archivo Histórico Nacional. Expediente de la Orden de Montesa (1688). Juan Girón de Buedo y Ruiz de Alarcón. Expediente nº234
*Archivo Personal. Los Ruiz de Alarcón de Piqueras del Castillo, nº369 (inédito).
*Archivo Personal. Genealogía de la familia Gómez-de Mora y Jarabo (inédito).
*Archivo Provincial de Cuenca. Año 1577, testamento de Don García Ruiz Girón de Alarcón, P-260 (IX-X-1577), 7º cuadernillo, fol. 502 r.-506 v.
*Archivo Provincial de Cuenca. Año 1618, testamento de Don Fernando Girón y de Doña María de Alfaro, P-2097/2. Notario Juan de Lecuza, fol. 29 r.-38 v.
*King, Willard. F. (1970). “La ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 19, Nº1 (1970), 49-86 pp