viernes, 15 de febrero de 2019

La fuerza del carlismo en Peñíscola

La opinión general ha tendido a enmarcar el municipio de Peñíscola como un enclave liberal durante el desarrollo de las Guerras Carlistas, cuestión que como bien sabemos no ha sido del todo cierta. Una verdad a medias, y que la propia documentación no sostiene de modo creíble. La explicación radica en el emplazamiento estratégico del municipio, y por índole, de los intereses que desde el gobierno central poseía su plaza, obviamente nada que ver con la opinión que tenían muchos de los peñiscolanos sobre las ideas y consecuencias de aquel conflicto.

Antonio Caridad Salvador es sin lugar a dudas uno de los mejores conocedores de estas guerras en el territorio valenciano, y ello lo plasma en su estudio “El carlismo en las comarcas valencianas y el sur de Aragón (1833-1840)”, una obra de casi obligada consulta para aquellos que deseen profundizar en el conocimiento de este episodio bélico.

Sabemos que en las tierras septentrionales de Castellón, el auténtico núcleo liberal fue Vinaròs, explicado en parte por el modelo económico que se venía desarrollando en el lugar desde hacía unas décadas atrás, puesto que una nueva burguesía, que supo sacar rédito del tejido económico, comenzó a asentarse, lo que sumado a un notable incremento de la población, que generó una sociedad más heterogénea, y por lo tanto, con una permeabilidad y apertura económica (que era más favorable a las corrientes liberales), fomentaron la idea de que el carlismo no era positivo para el progreso de la población. Por el contrario, Peñíscola era un municipio donde las tradiciones y la consanguinidad pesaban muchísimo. Un núcleo con una identidad muy arraigada entre sus habitantes, y que hasta un par de centurias atrás, estaba considerado como uno de los principales motores económicos de la provincia de Castellón. Y es que el peñiscolano no olvidaba de la importancia que su municipio alcanzó en tiempos pasados, así como de la disponibilidad de recursos que existían tanto en sus campos como en el mar, a pesar de que en esos momentos la situación no les era favorable.

El único fundamento en el que se han basado historiográficamente los autores para relacionar Peñíscola con el liberalismo, sólo hemos de entenderlo desde la perspectiva de los intereses del gobierno central, con especial carisma desde el siglo XVIII, para potenciar sus políticas militares, siendo un punto de vital importancia, desde el que se configuraba un control por mar y tierra. 


I. La pérdida de poder. Un punto a favor del carlismo

Como decimos, y yendo por partes, el motivo principal ha sido el peso que ha gravitado sobre el castillo y su muralla como plaza militar, pues la singular geografía de esta localidad, ha sido una joya para cualquier cultura que pretendiera controlar este territorio desde tiempos antiguos, sólo hemos de ir hasta el periodo de dominación musulmana para ver cómo se desarrollaron los acontecimientos.

Es por ello, que deberíamos reflexionar diversas cuestiones, como la de ¿qué suponía poseer una plaza militar para los habitantes de Peñíscola?, ¿qué tipo de privilegios les otorgaba?, o ¿qué tipo de consecuencias comportaba aquello?, estas y muchas otras preguntas que irían en esta línea, nos indicarían en un balance general que por desgracia no todo eran satisfacciones y elementos positivos. Recordemos que Peñíscola tenía un ayuntamiento municipal, como cualquier otro lugar, pero con la particularidad de que por encima estaba la figura del Gobernador de la plaza militar, y que obviamente era quien podía tener la última palabra en el momento de la toma de decisiones. Gracias a la documentación hemos comprobado que esta figura nunca era nativa del lugar. Solían ser integrantes de la nobleza que en su proceso de proyección social podían ser destinados hasta aquí, y que a través de la documentación conservada de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, vemos como no se hallaban presentes de modo permanente en la villa, pues en muchas ocasiones el señor aparecía como ausente. A ello habríamos de sumar que la mayoría de los militares no eran tampoco vecinos, sino que soldados destinados en una plaza que iba continuamente cambiando. 

Si a esto le añadimos que cualquier enemigo ansiaba poder tomar el control de un enclave como este, comprendemos como aquella sociedad mayoritariamente agrícola, y que además contaba con una buena cantidad de tierras para su cifra de habitantes, tampoco estaba muy preocupada por las ideas que difundía el nuevo liberalismo. En todo caso, al peñiscolano lo que realmente le preocupaba es que tras el estallido de cualquier conflicto, su pueblo fuese arrasado, pues como bien sabemos su trama urbana se integra dentro del mismo recinto. De ahí que dudamos mucho del testimonio de Febrer, cuando dice que la gente de Peñíscola estaba dispuesta a volar sus casas y destruir todo aquello que tenía con tal de que el enemigo no tomara su plaza.

Tampoco hemos de obviar que en muchos períodos los abastecimientos de víveres no se producían de manera regular, y eran los propios vecinos de Peñíscola quienes tenían que alimentar a los soldados o incluso quienes habían de costear las reparaciones de muchos desperfectos que generaron las múltiples contiendas (además de una tensa relación que la documentación refleja entre deudas y gastos por mantenimientos de servicios). Visto así, tenemos como resultado una localidad que sufre constantemente adversidades que no le ayudan en nada a desarrollar un crecimiento económico estable, y que para más inri, ha de presenciar como las localidades vecinas que antaño estaban a su mismo nivel o incluso por debajo, ahora están despuntado, en contra de una situación de estancamiento que ellos van viendo día tras días de modo injusto, a pesar de la enorme disponibilidad de tierras, como de labradores o propietarios agrícolas con los que cuenta el municipio.

Como decimos, esto será el caldo de cultivo para una situación de malestar, que acabará siendo contraria a las corrientes políticas de la época. Tampoco olvidemos que una centuria antes, Peñíscola tuvo que resistir de manera heroica en la Guerra de Sucesión, pero ¿cuál fue el coste de todo aquello?, ¿durante cuánto tiempo tuvo su economía local bloqueada por verse sometida a un conflicto que no vivieron para nada con la misma gravedad el resto de municipios circundantes?, ¿fue suficiente perdonar la deuda (que hasta cierto punto no era culpa de sus vecinos) y ennoblecer a los miembros del consistorio?

Alfredo Ayza Roca (1982) lo explica de modo claro en uno de sus artículos: “Peñíscola, del lado del poder”, cuando al referirse al conflicto de principios del siglo XVIII, escribe: ¿Por qué tomaba Peñíscola un rumbo totalmente diferente al de las poblaciones vecinas?, parece ser que la personalidad de Sancho de Echevarria, Gobernador de la plaza, fue decisiva, les alentó a resistir y les prometió que serían indemnizados por sus pérdidas (…) A cambio de esta fidelidad, la corona ofreció títulos y honores a la ciudad y muy especialmente a los mandatarios del Consell Municipal que pasaron a engrosar las filas de la nobleza”.

Ese grupo de personas ennoblecidas fueron media docena, y el tiempo que resistió la localidad abarcó un año y medio desde el día 14 de diciembre de 1705 hasta el 15 de mayo de 1707. Mientras tanto en el resto del término municipal los enemigos talaban los árboles de la Serra d’Irta, destruían las norias y todo tipo de construcciones, así como arrasaron con muchas de las propiedades de cultivo y ganado que existían en el exterior del sistema amurallado. Peñíscola efectuó una resistencia histórica, pero que obviamente tuvo que repercutir en su situación económica, pues las pérdidas fueron espectaculares. Mientras tanto Benicarló y Vinaròs comenzaban a incrementar sus cifras de habitantes, generando el fortalecimiento de una riqueza local, que abrió más la brecha en la capacidad de influencia política en las tierras del norte de Castellón.

La guerra de Sucesión tuvo que ser un varapalo, pero lo peor aún estaba por llegar, pues cuando Peñíscola podía haber comenzado a levantar cabeza, se vio de pleno afectada por la Guerra de Independencia. Es cierto que los conflictos bélicos eran un fenómeno que se repetían de modo cíclico, pudiendo “convivir” hasta cierto punto con este tipo de episodios, pero lo que ya no era tan regular, y si muy aleatorio, eran sus consecuencias, puesto que en cada lugar el escenario que se desarrollaba era muy diferente. Esto mismo acontece en 1812, tras la entrada de las tropas Napoleónicas. Febrer Ibáñez (pág. 269) relata como el Gobernador de la plaza militar, García Navarro, “entregó al enemigo la fortaleza con 74 cañones y una inmensa cantidad de municiones de boca y guerra”, añadiendo más adelante (pág. 277),  que “se ordenó bajo pena de la vida, la salida de ella de todos los hombres desde los 16 años de edad hasta los 50. En la playa les arengó prohibiéndose volver al pueblo, por lo cual, unos quedaron en sus campos y otros fueron a retirarse en los pueblos cercanos, particularmente en Benicarló y Santa Magdalena de Polpis, por estar más cerca de sus propiedades”.

El resultado fue un exilio de buena parte de la población desde 1812 hasta mediados de 1814, en el que fallecieron una tercera parte de los habitantes, debido a las penurias, pobreza, hambre y enfermedades originadas sobre el grueso de aquellos habitantes que lo perdieron casi todo, y que sólo intentaban sobrevivir. Finalmente, en primavera de 1814 la villa se consigue tomar, tras un bombardeo de más de 60.000 proyectiles según apunta Febrer. La situación de crisis que se vive en la localidad es palpable en algunas de las sesiones del Ayuntamiento, debido a la falta de recursos con los que ha de hacer frente el vecindario.



Imagen de Peñíscola (Archivo M. Segarra, Castellón), todopeniscola.com


II. Las Guerras Carlistas

Cuando el municipio todavía no se había repuesto, y los daños del conflicto contra los franceses seguían siendo palpables en el viario público como en las propiedades, estalló a finales de 1833 la primera de las tres Guerras Carlistas.

Los carlistas encarnaron la posición contraria al liberalismo, defendiendo la instauración de una monarquía tradicional absolutista, con un gran peso del catolicismo conservador, como de los foralismos a la hora de gestionar sus competencias administrativas y jurídicas. Obviamente Peñíscola estaba “obligada” a defender la causa opuesta, y ello significaba estar del lado del bando liberal, pues su Gobernador como los soldados habían de mantenerse fieles a los mandatos de la Corona. Pero es aquí cuando surge la gran cuestión, pues una cosa eran los intereses de los varios militares que estaban defendiendo la población, y que como decimos no siempre guardaban una relación de arraigo con el municipio, y otra muy distinta, era la de los habitantes nativos de la población, que estaban preocupados especialmente por el trabajo diario de su tierra y el mar. Dos cosas que la historiografía nos ha querido hacer ver que iban cogidas de la mano.

Partiendo de los avatares de los últimos ciento y pocos años que separan la Guerra de Sucesión de la primera Guerra Carlista, es más que comprensible que idea tenían los peñiscolanos de las políticas dirigidas desde Madrid, ya que habían visto como durante el siglo pasado, Peñíscola era un enclave que pierde el peso geopolítico y económico de épocas pasadas, cuando era sin lugar a dudas el principal enclave litoral de las tierra norte de Castellón desde tiempos del Medievo. Aquello realmente era una pena, pues Peñíscola desde el punto de vista económico no estaba pasando por uno de sus mejores momentos, a pesar de tener claro que poseía una indudable capacidad de recursos.

Ahora sus habitantes habían de resignarse a vivir en condiciones que en muchos casos eran probablemente incluso peores a las de sus bisabuelos. A eso hemos de sumarle que el peñíscolano todavía seguía manteniendo parte de aquel patrimonio agrícola que tantas ganancias dio a sus ancestros, pues si la vida en la roca continúo existiendo tras las situaciones extremas a las que se vio sometida la villa, fue en parte por la disponibilidad de recursos que ofrecía su término, en donde el conglomerado social de labradores que integraban la pequeña burguesía local fue claramente decisivo, además de una enorme fidelidad incondicional de los habitantes a su pueblo y forma de vida.

Pensamos que la cifra de vecinos en este municipio no se vio alterada a lo largo de su historia, debido a que el propio encorsetamiento que generaba su muralla obligaba indirectamente al desarrollo de una política demográfica, en la que el número de habitantes estaba regulado de forma natural, guardando una proporción muy aceptable con la disponibilidad de tierras. Si a ello le añadimos que su término municipal cuenta casi con 80 kilómetros cuadrados, tenemos pues cifras que nos explican la existencia de una sector agrícola y gremial, que puede abastecerse hasta en los periodos más complejos, a pesar de que una parte del territorio pudiese estar en manos de agricultores de pueblos vecinos, debido a la cantidad de tierra disponible, o incluso en estado de abandono, como resultado de la falta de manos. Como decimos, esa pequeña burguesía rural todavía la veremos en el siglo XIX, cuando los labradores tienen un peso considerable en el tejido de la economía local, así como en la costumbre de traspasar y conservar la herencia sobre el primogénito, que después se encargará de dar trabajo a sus hermanos y familiares, para que así la calidad de vida de los suyos no fuera mermándose.

Del abrazo al carlismo por parte de los habitantes de Peñíscola hay diversas pruebas que vemos en algunas referencias documentales. En el trabajo de Febrer Ibáñez, el autor no llega a profundizar en el tema, probablemente, ya como comentamos en un artículo anterior, por las heridas que seguía reabriendo aquel conflicto, así como por la imagen negativa que siempre se asociaba con el carlismo.

Un documento muy interesante que refleja simpatización por la causa, lo tenemos en el Arxiu del Regne de València, se trata de un proceso entre don José Simó contra doña Felicia Ramón, y cuya historia es la siguiente: 

Doña Felicia Ramón era la viuda de don Bernardo Ibáñez, y ambos residieron en Peñíscola, aunque luego se irían a vivir a Benicarló. Parece ser que don Bernardo Ibáñez tuvo un pleito contra el Marqués de Branciforte, de donde extrajo varios bienes, como una casa en la calle mayor que compró a José de Llaudís en 1834, así como varias tierras, junto otra vivienda en la calle del Soto de Jaime Ayza y Antonia Bayarri en 1835. 

El Marqués intentó impedir que esta familia pudiera tener cualquier bien en Peñíscola, para lo que nombró como apoderados al noble vinarocense don Manuel María Febrer de la Torre, así como a don José Simó, quien comenta que los bienes comprados por el señor Ibáñez cuando estaba de ayudante en la plaza militar no le debían corresponder, argumentando “que los vínculos de amistad que unían a don Bernardo Ibáñez y a don Juan Marco del Pont por coincidir en ideas traidoras a la Reina y libertad Nacional y el verse privado el referido Marco del Pont del poder de adquirir bienes por el pleito que tenía el Marqués, fue la causa por la que se entregaron al Señor Ibáñez” (fol., 23 v.).

Marco del Pont fue expulsado de Peñíscola, y le encargó al cura don Facundo Martorell que cobrara los alquileres de las casas, así como que el labrador don Pablo Boix, cometiera los trabajos de cultivo y recolección de los frutos de sus heredades (fol., 24).

Finalmente, don José Simó recurre remarcando el pasado ideológico del marido de la viuda, para que así perdieran sus propiedades, ya que en la previa, la justicia de Vinaròs dio la razón a la viuda.

Obviamente aquí se aprecia la conexión entre miembros de la localidad, en los que aflora un nexo de intereses que aglutina a varios vecinos del municipio, y que obviamente no sucedieron de modo asilado. Así lo remarcamos con anterioridad en otro artículo, en el que Eduardo Fernández de San Román, deja bien claro en su relato de la primera guerra carlista, como Peñíscola era “una población de 400 habitantes devotísimos al carlismo”.

Los intereses de los carlistas se dejan ver desde un primer momento, así lo comprobamos en la figura del vinarossenc don Cosme Covarsí Membrado, quien estuvo al mando del intento de insurrección carlista en Peñíscola. Y que junto con el Barón de Herbés, intentó dirigir sus influencias en la búsqueda de hombres que defendieran la causa.

Otra referencia la vemos en las notas del libro de acuerdos de la ciudad de Peñíscola, concretamente en el volumen del año 1835, cuando en la sesión del 10 de diciembre se habla de los rebeldes.

Los intentos de toma por parte de los carlistas desde dentro del vecindario fueron constantes, puesto que un año después, en navidades de 1836, sabemos que toda la corporación del ayuntamiento quedó destituida y reemplazada por soldados de la plaza militar, tras planificarse un motín que entregara Peñíscola a los carlistas.


David Gómez de Mora


Bibliografía:

*Arxiu Municipal de Peníscola. Libro de acuerdos de la ciudad de Peñíscola del año 1835.

*Arxiu del Regne de València. Escribanías de cámara, año 1842, Legajo nº 15.

*Ayza i Roca, Alfredo (1982). “Peñíscola, del lado del poder”, nº57. Revista Peñíscola.

*Caridad Salvador, Antonio (2017). El carlismo en las comarcas valencianas y el sur de Aragón (1833-1840). Institució Alfons el Magnànim. 488 páginas.

*Febrer Ibáñez, Juan José (1924). Peñíscola: Apuntes históricos. Castellón.

*Fernández San Román y Ruiz, Eduardo (1884). Guerra Civil de 1833 a 1840 en Aragón y Valencia. Campañas del General Oráa (1833 a 1840). 400 páginas

*Gómez de Mora, David (2018). Peñíscola y el carlismo. En davidgomezdemora.blogspot.com

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).