domingo, 31 de marzo de 2019

Los antepasados paternos de Don García Ruiz Girón de Alarcón (el párroco de Piqueras del Castillo)


Los antepasados paternos de Don García Ruiz Girón de Alarcón (el párroco de Piqueras del Castillo). Apuntes sobre una familia poderosa de la Manchuela

por David Gómez de Mora

Hasta la fecha, los orígenes de las genealogías de muchas familias de la nobleza, no han sido estudiados de modo conciso, puesto que los datos en los que se han apoyado, han sido básicamente extraídos de los cronicones o libros de linajes, en los que se ha tirado casi siempre de tradición, imaginación o directamente, fuentes que beben de otras, en las que se obvian referencias documentales que pudieran acercarnos lo mayor posible a la realidad.

Sin lugar a dudas, tras el Concilio de Trento se marca un punto de inflexión, en donde la información eclesiástica se vuelve en la mayoría de las ocasiones, una prueba más que rigurosa a la hora de establecer las relaciones genealógicas en el momento de querer estudiar una familia.

No nos cabe la menor duda de que se abren multitud de interrogantes antes de la primera mitad del siglo XVI, cuando en la mayoría de las parroquias todavía se carece de esta clase de soportes documentales, mediante los que será más seguro indagar en las raíces de cualquier apellido.

A todo ello hemos de añadir que muchos expedientes de órdenes religiosas o de limpieza de sangre, se efectuarán con unos intereses particulares, en los que la información de algunos testimonios siempre podrá estar tergiversada.

Un testimonio que revela los chanchullos que se cocían por estas tierras dentro de ese mundo cargado de intereses, lo vemos en un expediente de Inquisición del Archivo Diocesano de Cuenca, concretamente en el legajo 361, nº 5119. En el mismo se relata el proceso de los vecinos de Buenache de Alarcón, Pedro de Santa Cruz y Alfonso de Moya Santoyo. Los Santacruz son una familia influyente en la política local, que ha conseguido una escribanía en el municipio, así como los Moya son reputados representantes de una familia hidalga de la zona. De los testimonios se desprende que el referido Pedro de Santacruz es tenido por descendiente de musulmanes, vacilando de que aquello no suponía ningún problema para él, puesto que se podía sobornar al Santo Oficio sin grandes dificultades, añadiendo por parte de su compañero Alonso de Moya, que el alcalde de la Hinojosa tenía influencias para falsificar genealogías y limpiezas de sangre. Todo esto sucede en el año 1605, y nos sirve como ejemplo de una práctica que obviamente no sería un hecho puntual.

El documento no tiene desperdicio, puesto que el yerno de Pedro Herráiz de Santacruz era familiar del Santo Oficio, quien se cuenta como tras la buena negociación alcanzada a su favor con los informadores que aparecían por el lugar, consiguió lo que le interesaba.

Obviamente, en un contexto como el descrito, el cruce de variados documentos, tales como testamentos, pleitos, contratos y demás papeles, son de las pocas cosas que pueden ayudar a conocer desde la base, que de cierto hay en los relatos que remontan hasta plena Edad Media, el origen de muchas de las grandes casas nobles de este país, puesto que poco o casi nada hay que creerse de las tradiciones familiares, en las que se rememoran gestas y mitos de sus ancestros.

Como decíamos, existe una amplia cantidad de información apócrifa, en donde se ha relatado una visión idealizada sobre el origen de la mayor parte de los linajes del estado noble. El contexto en el que se desarrollan los hechos se justifica, cuando vemos como, por ejemplo, el Santo Oficio comienza de manera intensa a efectuar persecuciones contra todas aquellas comunidades en las que el cristianismo no era la religión practicada.

En una población, donde las comunidades judías gozaban en muchos casos de poder y recursos, se propició una política cotidiana de manipulación documental, en la que su prioridad básica era demostrar un origen cristiano (y que, con una mayor inversión, se podía incluso hasta trasformar en un ennoblecimiento, tal y como se desprende de las ejecutorias de hidalguías u otro tipo de documentos que van en esta línea). Además de contactos y una buena disposición de fondos, el proceso mediante el que se tejía todo aquel relato no era nada sencillo, pues casi siempre quedarán cabos sueltos, fechas que no encajan, o duplicados diferentes, en los que el historiador habrá de observar que incongruencias y contradicciones existen. Por norma general la gran mayoría de estas familias afirmaban descender de caballeros que remontaban sus raíces al período de la Reconquista.

En realidad, se trataba de cuestiones que técnicamente eran casi imposibles de probar, pero en las que tirando de testimonios que repetían de manera continua un mismo discurso en los interrogatorios, eran junto con los relatos que se invocaban por tradición familiar, una prueba considerada como suficiente y casi irrefutable contra cualquier tesis que pretendiera tirarla por tierra.

Partiendo de este contexto, el propósito de nuestro artículo es analizar el origen de varias de esas grandes familias de la nobleza conquense, en las que hay una cantidad reseñable de informaciones, donde se revela una manipulación histórica a medida que vamos ahondando en sus raíces. El caso al que nos ceñimos en este escrito, se centra en la ascendencia de don García Ruiz Girón de Alarcón, un noble con notable peso en la sociedad de la Manchuela de mediados del siglo XVI, donde ya de por sí, su vida irá a caballo entre dos etapas muy diferentes. Por un lado, la de un padre de familia con una nutrida descendencia, mientras que por otro, la de párroco de su localidad familiar (Piqueras del Castillo). Un modesto municipio de ganaderos y agricultores, del cual eran poseedores del Señorío sus padres, y donde obviamente ejercerán una destacada influencia, por la historia de los linajes que pesaban en su sangre.

Y es que si el padre del cura era portador de los apellidos Ruiz de Alarcón y Castillo, los de su madre no eran menos destacados, ya que aglutinaba la casa de los Valencia, Girón y Acuña. Cinco de los grandes linajes que controlarán parte de los principales señoríos del área meridional conquense a finales de la Edad Media, tal y como expone en su trabajo Rodríguez Llopis (1998) y sobre los que veremos, como existen notables dudas acerca de su historia, una vez que ignoramos los relatos tradicionales, al contrastar la documentación que se ha conservado de los mismos.

Otro argumento a tener en cuenta que complica este tipo de investigaciones, tal y como comenta Lorenzo Cadarso, es que “era casi excepcional que, desde finales del siglo XV, cuando la inquisición empieza a actuar, una familia conversa de alto nivel político o económico permaneciera más de dos o tres generaciones en la misma población” (Lorenzo Cadarso, 1994, 56). Puesto que la mayor parte de estos grupos de la nobleza local y regional, solían arrastrar un pasado judío, o incluso musulmán.


I. Los antepasados paternos de Don García Ruiz Girón de Alarcón

La línea recta de varón de nuestro personaje, era en realidad perteneciente al apellido González del Castillo. En estos momentos, debido a las dudas que presenta parte de la genealogía de su familia, como resultado de las abundantes pruebas de judaísmo que involucraban a sus ancestros, no sabríamos definir si nos hallaríamos en la generación de sus abuelos o bisabuelos, cuando Hernán González del Castillo, marido de Guiomar de Alarcón, por decisión personal de él o su esposa, adscribe el apellido femenino en sus descendientes, para que de por vida a través de la línea recta de hombre se prolongue hasta nuestros días. Lo cierto es que si pretendemos partir de un enfoque más estricto a la hora de interpretar la fiabilidad de cada eslabón generacional, veremos como presenciamos numerosos vacíos, que nos impedirán atinar de modo estricto, cuantas son las generaciones que separan este matrimonio en el que se gesta el origen por línea varonil del apellido, hasta llegar a García Ruiz de Alarcón y Guiomar Girón de Valencia, padres de nuestro personaje estudiado. Estamos convencidos de que la dificultad de definir esta relación no es fruto del azar, puesto que probablemente la desaparición de datos que vislumbraran algún ápice de sangre conversa en la familia, pudieron motivar la ocultación y confusión de fechas y nombres.

Mucho antes de que se efectuaran estudios más precisos sobre el grado de conversos que existían dentro de la nobleza conquense, King (1970) ya comentaba lo escalabroso que resultaba seguir la pista a la línea de los Ruiz de Alarcón, motivo que muy acertadamente define cuando al referirse al dramaturgo y que indudablemente procedía de esta familia escribe lo siguiente:

 “siempre ha quedado, por eso, la sospecha de que Juan Ruiz de Alarcón no se hallaba necesariamente relacionado con las casas nobles de manera tan directa como él o sus biógrafos pudieran desearlo. Todos recordamos las crueles burlas (atribuidas algunas veces a Quevedo) que toman como blanco las pretensiones aristocráticas de Alarcón así como su desdichada deformación física: Los apellidos de don Juan crecen como hongos: ayer se llamaba Juan Ruiz; añadiósele el Alarcón, y hoy ajusta el Mendoza, que otros leen Mendacio (…) yo aseguro que tiene las corcovas llenas de apellidos. Y adviértase que la D. no es don, sino su medio retrato” (Lope de Vega; King, 1970, 52).

La descripción es demoledora, pero lo verdaderamente interesante de esta afirmación (que perjudica al personaje que estamos estudiando, puesto que el famoso escritor era descendiente o pariente cercanísimo), lo vemos concretamente entre las páginas 61-63, cuando King informa de que Pedro González del Castillo (el marido de Isabel Portocarrero), fue a su vez el señor que mantuvo relación con Violante González (la Blanquita).

¿Quién era esta señora?, pues una mujer bastante famosa para todos los que hemos estudiado en alguna ocasión los procesos de la Inquisición del Archivo Diocesano de Cuenca, debido a que una vez fallecida, tras averiguarse su pasado judío, sus restos fueron exhumados por la Inquisición para luego ser quemados en un auto de fe en la plaza de Santa María de Cuenca en 1491.

Cuando llegamos al tema de Violante, comienzan a plantearse muchas cuestiones, una de ellas es la de si, el famoso Doctor Pedro González del Castillo, y del que descienden por línea recta los Ruiz de Alarcón, fue el progenitor de este apellido en las variadas ramas que hay del mismo en múltiples lugares de la provincia. Para autores como Pretel y Salas (2016, 133), Violante pudo ser hermana del Doctor González del Castillo.

Sabemos que el citado Doctor mantuvo relaciones con una doncella, de la que nacerá Hernando González del Castillo, quién luego casará con la hija del Señor de Buenache, Guiomar de Alarcón, y que como venimos diciendo, no sabemos si son los abuelos o bisabuelos del padre de nuestro cura. Podríamos pensar que relacionar a Violante con la doncella de cuyo nombre no se dice nada es una mera suposición. Pero hay que entender que la familia Ruiz de Alarcón invierte el apellido por intereses, que obviamente eran muy importantes.

King nos plantea esta situación cuando comenta que “Pedro de Alarcón, segundo señor de Albaladejo, descartó el apellido quizá sospechoso de su padre (algunos testigos en la prueba de Juana Pacheco señalan maliciosamente ese hecho), y que casó con Catalina Barba de la familia Alarcón (rama de Valverde)”, como resultado de las marcas que arrastraba. Precisamente, en las mismas fechas, existía en esta zona, un señor que los testigos de algunos procesos habían hecho llamar igual, y que era en realidad el progenitor de otra línea con idéntico apellido y poder, que en este caso, si reconocían la descendencia por la línea de la desdichada Violante. Estos eran la familia Castillo, poseedores del Señorío de Altarejos y otras propiedades, que tras los interrogatorios de la Inquisición, se vieron notablemente afectados de por vida, pues fueron enormes las injurias que sobre ellos pesaban por el mero hecho de que sus antepasados hubieran practicado la religión judía. La cuestión del judaísmo de la familia y la estrategia de cambio de apellido por temor a ser perseguidos por el Santo Oficio, vuelven a plantearla Salas y Pretel, con un argumento bastante revelador (2016, 170).

Partiendo de la tesis que tanto los González del Castillo como los Castillo proceden de un mismo progenitor converso, King nos comenta que Alarcón y Andrada consiguió disipar el rumor lanzado por el genealogista Pedro Salazar de Mendoza, que lo hacía descendiente directo de un famoso judío toledano llamado Antón Dieme (King, 1970, 63). Pero eso es un tema que esperamos tratar en un futuro, puesto que ahora mismo nuestro interés radica en las generaciones ya reconocidas como cristianas, y sobre las que hay un abundante baile de nombres y apellidos.

De lo que no cabe la menor duda, es que como bien resalta King, los testigos favorables a Juana Pacheco repiten simplemente, una y otra vez, que estos Castillos gozan de buena fama, mientras que los Castillos –malos- “dicen que descienden de un Hernando del Castillo criado del Marqués de Villena” (King, 1970, 63). Vemos pues la presentación de dos líneas diferentes, pero que perfectamente fueron una misma.

Los Castillo se proyectan a través de la figura del doctor Pedro González del Castillo, quien aglutina un patrimonio considerable, tras hacerse con el Señorío de Santa María del Campo y Santiago de la Torre, y que compró a la familia Rodríguez de Avilés en 1428, junto con varias propiedades en otros municipios de la región (De la Rosa, 2015-b). Obviamente la necesidad de crear una genealogía que les ascendiera hasta un personaje de aquel calibre, era un arma de doble filo, pues por un lado les daba más legitimidad como señores de aquellas propiedades, así como por otra despejaba cualquier sospecha que los vinculase con la comunidad judía, y que como bien sabemos, estaba expandida de forma notoria en esta área de la provincia durante el siglo XV, a pesar de la gran repercusión que tuvo para su cultura la persecución de finales de la centuria anterior.

La familia estuvo en el punto de mira por su pasado judío, aunque el poder gozar de una protección por alguien tan influyente como el Marqués de Villena, les ayudó sin lugar a dudas a prevalecer y crecer como linaje.

Rodríguez Llopis e Ignacio de la Rosa ya nos hablan sobre el uso del apellido Orihuela (que luego emplearán como Castillo), con los mismos Castillo de la familia del doctor Pedro González, de modo que los miembros de Santa María del Campo y San Clemente, serían parientes, una hipótesis genealógica bastante interesante, que refuerza el parentesco entre todos los componentes del apellido Castillo, si tenemos en cuenta que “la vinculación de los Orihuela con la villa de Santa María del Campo, que permanecería como aldea de señorío de esta familia hasta su paso a realengo en 1578, está demostrada por las vinculaciones familiares con vecinos de esas localidad: ejemplos claros son los Galindos o los Ortega” (De la Rosa, 2015-b).

Como bien indica Ignacio (2015-c), “conversos de sus familias no faltaban en la oscura genealogía del antecesor Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón y al servicio del Marqués de Villena, apodado el aceitero, y vecino de Castillo de Garcimuñoz” (Rodríguez Llopis, 1998).  Esta rama de los Castillo al igual que los González Orihuela había abandonado pronto el apellido paterno, que se desconocía o no se quería conocer” (De la Rosa, 2015-c). Estrategia que disipaba cualquier movimiento que pusiera entre la espada y la pared a los integrantes de la familia, ya que intuimos un apoyo mutuo entre ambas líneas, obviamente constituido por el parentesco que las relacionaba. Pensamos que las acusaciones contra el alcalde y años después sobre sus descendientes, eran una herida infectada que podía extenderse por toda la estirpe, abarcando así mismo a las líneas colaterales, es entonces cuando los González del Castillo, desde la casa de los Ruiz de Alarcón, viendo el riesgo de verse alcanzados por aquella cacería, guardan distancia, y deciden desvincularse de cualquier modo con el nombre de Violante González.

La jugada será simple y eficaz, trocar las genealogías que verificaban su procedencia con los Castillo, a través de la apodada Blanquilla (principal escollo que cualquier descendiente intentará omitir). Por un lado, los González del Castillo la esquivan refiriéndose a ésta como una doncella, de la que no revelan su identidad, mientras que los Castillo optan por asumir lo indefendible, y aceptar su parentesco, aunque inteligentemente obviando el nombre del padre. De esta forma una parte de los Castillo queda “a salvo”, y sólo la restante es la que tiene que acarrear con el problema. Intuimos que las manipulaciones documentales se enmarcan durante el siglo XVI, desde la cruzada contra el alcalde de Alarcón, pasando por Diego, y llegando a mediados de la centuria con los Ruiz de Alarcón, cuando los Señores de Albaladejo y Piqueras ven que tienen miras para potenciar su linaje. Esta política se manifiesta en las líneas colaterales, como sucede con Pedro Ruiz de Alarcón, vecino de Vara de Rey y representante de la casa en Sisante, donde existen informaciones contradictorias y que no se pueden probar de manera fehaciente, como resultado de esa alteración genealógica en caso de que se trabara su crecimiento en el ámbito social.

La propia endogamia es una prueba más del parentesco y ascendencia común de estas familias, relato que queda bien claro en el trabajo de Pérez García, cuando dice que “las elites judeoconversas conquenses carecían de parangón social con el que entablar alianzas de tipo matrimonial; esto significó que, dado que el conocimiento entre los miembros de esta comunidad de nuevos cristianos era muy intenso, se emparejasen entre sí generación tras generación, hasta el momento en que pudieron saltar los gruesos muros de la villanía y entablar puentes con la orilla de la aristocracia, única clase con la que podían medirse desde un punto de vista relativo” (Pérez García, 2013, 111).

No cabe la menor duda que las alianzas que sellaron con familias como los Pacheco, Girón y otras casas de la Manchuela, facilitarían una disolución de aquellas marcas en sus expedientes de limpieza de sangre. En este sentido nos parece crucial el enlace de Don García Ruiz de Alarcón (el Señor de Albaladejo), con las señora de Piqueras del Castillo (Doña Guiomar Girón de Valencia), puesto que supuso la mezcla de la sangre judía de los Castillo (y que en el caso de los Ruiz de Alarcón tampoco sabemos hasta que punto fue originariamente cristiana), con la de otras familias, que si bien en un pasado alguna de ellas también bebía del judaísmo, gozaban de una reputación considerable en el sector de la nobleza conquense, argumento de peso que ahuyentaba cualquier fantasma que pretendiera frenar las aspiraciones de medrar por parte de los Castillo.

Como ya comentó Ignacio de la Rosa sobre Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, y hombre de confianza del Marqués de Villena, se sabe muy poco sobre él por el hecho de que posiblemente “él mismo estaba interesado en ocultar sus orígenes. Su madre era Violante González, la Blanquilla, fallecida en 1468, sus huesos exhumados de la capilla de Santa Catalina del convento de San Agustín de la villa del Castillo de Garcimuñoz serían quemados para escarnio familiar en la Plaza Mayor de Cuenca en 1491 en auto de fe públicamente. Sabemos que su marido era Alonso de Luz, también acusado de judaizante, pero antes había nacido Hernando. Nunca el hijo quiso desvelar la identidad del padre en el proceso inquisitorial que padeció en 1499” (De la Rosa, 2016-a). Pero, ante el reconocimiento de una pobre madre como aquella, cuyo relato sobre su exhumación fue todo un culebrón para todos los alcahuetes de la provincia, ¿qué problema quedaba ya en revelar el nombre del padre?, pensamos que ahí radica la clave sobre la paternidad del personaje, pues prefirió no decir nada, debido a las consecuencias que conllevaba extender el sambenito a otras líneas del linaje. Esa es la hipótesis nuclear en torno a la que gira nuestro presente artículo.

En el proceso de Violante (legajo 5, expediente 118, fol. 4), ya se nos advierte por parte de un testigo que el alcaide era hijo de otro primer marido que era judío.

Otro personaje que aparece en escena es Fernando del Castillo del Arzobispo, sobrino de Violante. Una pista más que junto con su primo el alcaide, va cercando más la identidad del marido de Violante. “Para mayor de las casualidades”, se daba el caso de que el Doctor Pedro González del Castillo, tenía un hermano, el señor don Diego González del Castillo, quien fue Confesor Real y precisamente Arzobispo, de acuerdo a los datos de Rodríguez Llopis (1998, 63), aunque Salas y Pretel (2016, 113) resaltan que de serlo así no se conoce su lugar. El hecho de que se mencione algo tan inusual como un cargo de Arzobispo, nos da a entender que Fernando, pudo ser perfectamente fruto de una relación del señor don Diego, tal y como podría evidenciar la coletilla de su apellido. Siendo primo hermano del alcaide, y de este modo sobrino del Doctor Pedro González del Castillo y de Violante González por el costado de su supuesto marido y que ocultan públicamente, pero al que Violante si trata como sobrino. Pensemos que los testigos siempre empiezan a mentir a medida que ascienden en generaciones e invocan a gente difunta que no se puede interrogar, o que les puede resultar embarazosa, y esas dos cualidades se reúnen con Violante, momento en el que pensamos que Francisco el Castillo del Arzobispo y Piñán, efectúa la manipulación informativa.

Tampoco olvidemos que los hijos del alcaide, y por tanto nietos de Violante, se vieron expuestos al interrogatorio de la Inqusición, y en esta ocasión para salir adelante, invocaron como bisabuelos a una serie de sujetos inventados, que se distinguían por su impecable hidalguía.

En el legajo 117, exp. 1600, Francisco, era primo de Diego del Castillo, e hijo de Fernando del Castillo del Arzobispo.

Con tanta ocultación de información en los procesos, resulta difícil atinar con precisión cual fue el verdadero nexo familiar del linaje. Rodríguez Llopis comenta que “en un pleito de 1548 afirman ser descendientes del citado doctor y a éste lo hacen oriundo de la Casa del Castillo, cerca de Laredo, «que siendo mozo llegó a la Mancha», según testimonios de Juan Díaz de Barcenillas, un cantero vecino de Hoz que labraba en la iglesia de San Clemente a fines del siglo XV (ARChGranada, 302-184-1). En otro pleito de 1553 citan a Pedro Sánchez del Castillo «el viejo» como su ascendiente principal, señor de la casa del Castillo en la Trasmiera, aunque sin identificarlo con el doctor (ARChGranada, cab. 301, leg. 24, no 12)” (Rodríguez Llopis, 1998, 71). 

Obviamente como advierte su autor, esta información hay que cogerla con pinzas, ya que se enmarca en un proceso de manipulación sobre la historia del linaje, pero no por ello deja de llamarnos la atención, el hecho de que aparezca un Pedro Sánchez del Castillo, que nos recuerda a la figura de ese Doctor Pedro, del que se ha creído que debería derivar el origen de todos los Castillo, y del que ya no dudamos un evidente origen converso. Para nosotros la siguiente duda, ya no sólo es la de quién era el padre que le dio el apellido Castillo a Hernando el alcalde, pues estamos convencidos y proponemos como hipótesis que este le recayó por línea de varón, y que la historia de un Alonso del Castillo, hermano de Violante, es otra de las invenciones para sellar la privacidad del padre que no pretenden violar aunque los llevasen a la misma hoguera. 

Partiendo de este escenario, nuestro interés radica en quién fue el progenitor de los cuatro hermanos González del Castillo, ¿pudo tener algo que ver este personaje de la segunda mitad del siglo XV?, ¿Qué relación existe entre los cuatro hermanos que se citan en la genealogía de la página 63 de Rodríguez Llopis, con el Pedro Sánchez del Castillo, Oidor real, Señor de la Puebla de Almenara?, pensamos que procesos como el de María Sánchez del Castillo que invocan a un González del Castillo, donde a su vez aparece la leyenda de Trasmiera, como la relación del alcalde de Alarcón con su madre Violante, y los nexos de los González del Castillo de Orihuela, junto con la hipotética relación que se desprende de los Castillo con la figura de un Pedro Sánchez del Castillo (que bien podría invocarse sobre la figura del Señor de la Puebla de Almenara, aunque trufando el contexto originario, y todo ello dentro de un mismo municipio como Castillo de Garcimuñoz, con un mismo apellido, bajo una misma procedencia religiosa conversa), dan como mínimo pie para pensar en la hipótesis de que todos los Castillo vienen de una misma familia, de ahí que las tres ramas adoptan una estrategia diferente , pero en la que se vislumbran datos y nombres que se repiten en las otras, fenómeno que por un lado genera un caos intencionado que pretendía despistar al Santo Oficio, y que a su vez viene a revelar que los Castillo-Peralta, González-Castillo de Origüela y Castillo, proceden de un mismo clan, que durante la fase final de la Edad Media, tuvo que hacer todo lo posible para enmascarar sus raíces, dentro del complejo y reducido marco geográfico sobre el que se asentaban todos sus representantes, de ahí que esa fuese la única salida factible que sirviera para generar la confusión que evitara cualquier acusación de la Inquisición, y que por lo tanto, metiera dentro del mismo saco a todos sus integrantes, puesto que si uno caía, la mancha se extendía por completo, quedando marcada de por vida toda la estirpe familiar. Probablemente esa es la explicación que nos revele ese baile de nombres tan parecidos e idénticos apellidos, dentro de una modesta escala municipal. Desde luego el contexto represor casi obligaba a justificar este conjunto de artimañas.

Pues recordemos que nadie estaba a salvo de una cacería, en donde el más mínimo indicio que probara la conexión con algún antepasado converso, era un verdadero problema a la hora de aspirar a enlazar con familias de un estatus similar, y desde luego la “marca Castillo” ya gozaba de cierto descrédito. En el caso de los Pacheco, a pesar de su vínculo más estrecho con la casa del Marqués de Villena, vemos como “Alonso Pacheco, casado con otra Castillo, de nombre María, había sido acusado de seguir los preceptos de la ley mosaica en 1563. Sus parientes de Minaya no podían olvidar que su ascendiente directo era Alonso del Castillo. Pero los Pacheco tuvieron éxito en borrar las huellas que sus enemigos trataban desenterrar. Unas veces haciendo desaparecer los procesos inquisitoriales, tales como ocurrió con el proceso original de Violante González; otras, a costa de matrimonios con familias de cristianos viejos y la extensión de sus señoríos” (De la Rosa, 2015-d).

Existe un documento bastante interesante, que aboga por la posibilidad de un mismo origen para todos los integrantes de las ramas fuertes del apellido Castillo en la localidad de Garcimuñoz. Aunque en alguna información sufre ciertas incongruencias (nada extraño tratándose de los Castillo), el árbol nos aporta novedades que van más allá de las clásicas menciones que conocemos por algunos procesos suyos. Ciertamente, como todo lo referentes a esta familia, debemos cogerlo con pinzas, pues la información se ha podido sesgar o directamente reconstruir de modo incorrecto, tal y como apreciamos en otros tantos expedientes del linaje. No obstante nos parece no menos que curiosa, al apoyarse sobre una tesis que formulamos antes de conocer su existencia, de ahí el interés que personalmente guarda para nosotros esta genealogía. Añadir que hemos podido localizarla gracias a la referencia que nos aporta Valentín Casco y Fernández, quien amablemente nos informó de su correspondencia con un expediente de Santiago, presente en el Archivo Histórico Nacional, sobre el señor Francisco del Castillo y de Olarte.

Árbol genealógico en el que se respalda la hipótesis de que todos los miembros de las líneas de Castillo-Peralta, Castillo-Origüela y Castillo, proceden de un mismo tronco. (AHN, 1761).

Los Pacheco tampoco se salvaban del punto de mira de la Inquisición, y a pesar del poder e influencias con el que contaban sus integrantes, ya se podía leer en la documentación del Santo Oficio que “Rodrigo Rodríguez de Avilés fue converso de judíos y hombre que andaba con arrendamiento de rentas y el dicho Rodrigo, el primero Pacheco, y doña Catalina de Alarcón su mujer tuvieron por hijos entre otros a Juan y Diego Pacheco, Alcaide de Belmonte, que casó con doña María del Castillo, hija de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón, penitenciado  por judaísmo en el Santo Oficio durante el año de 1498” (De la Rosa, 2016-b). Sin lugar a dudas las alianzas entre miembros de una misma creencia religiosa (aunque fuese en el pasado), fue un hecho habitual, que reforzaba sus lazos, pues de este modo no dividían sus fuerzas, y seguían atesorando el poder como recursos que legítimamente les correspondía, no siendo mal vistos a los ojos de los miembros de la alta nobleza, como en el caso de los Manuel.

“Rodrigo Rodríguez de Avilés, resultaba ser un converso, natural de Quintanar de la Orden y administrador de rentas, al servicio del señor de Belmonte, casado con la hija de la nodriza que amamantaba a María Pacheco, la hija legítima del señor de Belmonte Juan Fernández Pacheco. La nodriza llamada Beatriz Sánchez, casada con un tal Juan Hernández había tenido una hija, Beatriz, origen de la saga familiar. Se rompía así la ligazón de los Rodríguez Avilés con los Pacheco, que radicaba en la reivindicación por los señores de Minaya de una vástaga bastarda, cuyo hecho no se quería reconocer públicamente, pero tampoco se quería olvidar. Por eso a falta de conquistador bajado de las Asturias, siempre quedarían las dudas si Beatriz era hija bastarda del primer Pacheco, pues al fin y al cabo el mote de Pachequita podía bien corresponder a la amistad de la niña con la hija legítima, María Pacheco (la futura madre de Juan Pacheco, I Marqués de Villena) o bien a su parecido con su padre natural, como hija del señor de Belmonte y la nodriza” (De la Rosa, 2016-b). Por supuesto la genealogía que prevaleció fue la elaborada por los Pacheco y sus orígenes asturianos, reivindicando el apellido Avilés incluso frente al de Pacheco.

Recordemos que se intentó cuajar la unión de Juan de Valencia (el Señor de Piqueras), con Inés, la hija de Hernando. Estrategia que resultó fallida, y que el alcaide acabó pagando muy caro, puesto que Juan estuvo detrás del proceso inquisitorial de 1491, donde saldría a relucir el vínculo de los antepasados de los Castillo con la conversión religiosa. Ignacio De la Rosa (2008), nos comenta el testimonio de algunos vecinos, que a la hora de referirse a Hernando del Castillo (el Señor de Altarejos y otros lugares), es tratado de judío, e incluso hay quien intenta atinar sus raíces con las tierras de Portugal. Acusación que no se inmiscuirá sólo a los Castillo, puesto que también afectaba a la casa de los Pacheco. Lo contradictorio y perverso de todo este suceso, es que muy probablemente el Señor de Piqueras Juan de Valencia, tenía un pasado converso, ya que el relato legendario de su familia que lo hacía entroncar con las Casas Reales, presenta determinadas lagunas y datos que deben ponerse en tela de juicio. La diferencia entre Juan de Valencia y los Castillo, es que el pasado converso de su familia pudo ser más lejano, lo que sumado a que se gestaría en las distantes tierras de Castilla la Vieja, antes del decreto de 1391, fue algo que nada tenía que ver con la familia de Garcimuñoz, en donde su fase de cambio religioso, sería más tardía, y encima, dentro de su propio territorio, sin olvidar además que Juan era pariente del Marqués de Villena, y junto con lo anterior, gozaba de una posición favorable, que le permitía regocijarse con ese grado de cinismo. Pues nos encontramos estudiando su genealogía, y partimos de indicios que a priori hacen pensar en una raíz judía durante el siglo XV, y que satisfactoriamente la familia Valencia logró quitarse de encima.

Violante González, la madre de Hernando y abuela de Alonso era conocida como la aceitera, por dedicarse según se cree a la venta de este producto y pescado, un oficio que nada tenía de hidalgo, y que obviamente tiraba por tierra todo intento de legitimar un prestigioso pasado como el que se vendía de puertas hacia fuera por las familias vinculadas con los miembros de la nobleza conquense. “Alonso heredó las propiedades de Perona y la Losa; su mujer (María de Hinestrosa) aportó al matrimonio una ingente hacienda en tierras que se extendía por varios pueblos, a esta herencia se unió el patrimonio adquirido por la familia en su matrimonio: además de los mencionados señoríos de Valera de Yuso, Perona o la Losa, heredades en San Clemente, La Roda, El Cañavate, Vara de Rey y El Picazo, censos en Iniesta, Villanueva, Cañavate, San Clemente, localidad donde sabiéndose adaptar a los tiempos poseían numerosas viñas”. (Rodríguez Llopis, 1998), (De la Rosa, 2008).

Ignacio nos relata como los últimos años de vida de Hernando del Castillo fueron bastante duros, recluyéndose en su fortaleza del Castillo de Alarcón, y donde veía trascurrir el tiempo, así como las consecuencias tan nefastas que tuvieron para él los procesos de Inquisición en los que se evidenciaba el pasado religioso de la familia. No sabemos si Hernando era consciente de los problemas que podía reportarle a sus descendientes aquella persecución, e incluso si imaginaría el destino que le depararía años después a su hijo Diego, pero de lo que no cabe la menor duda, es que todo su linaje quedaba marcado de por vida. “Los traslados de los procesos inquisitoriales incluían las acusaciones de 1498 y sentencia de 1499 contra Hernando del Castillo (García Morat) y la confesión y condena de su hijo Diego en el proceso de 1519 (Pérez Dimas). Contra Alonso del Castillo, el hijo menor no se aportó nada. Las acusaciones, era lo que esperaba el concejo sanclementino, demostraban la profesión de fe judaica de la familia. Hernando del Castillo fue acusado el 28 de marzo de 1499 por el promotor fiscal de la Inquisición Pedro López de Zamora de apostatar de la fe católica y abrazar la ley de Moisés” (De la Rosa, 2008).

Pensamos que esta situación explicaría el intento de los Ruiz de Alarcón por desmarcarse de su ascendencia por línea recta de varón, ya que en realidad, los Alarcones de Sisante, Vara de Rey y Piqueras, como sabemos, procedían directamente de los González del Castillo y esa doncella que creemos identificar con Violante González. Hipótesis que como hemos visto ya en su día formuló King (1970), y que nos servirán para entender la desaparición de determinadas partidas de los libros parroquiales de este municipio, y que hubieran ayudado a seguir la pista de esta familia sin necesidad de laboriosos cruces de datos, además de la ya sonada descendencia que dejaría el párroco de la localidad, García Ruiz de Alarcón, tras mantener relación con una hija de labradores de la familia Gil…, la magnitud de tal culebrón, explica la necesidad de iniciar una compleja trama de manipulación documental.
La sentencia contra Diego del Castillo por la Inquisición, fue un duro varapalo para los intereses de cualquier miembro linaje que deseara medrar socialmente.

Los Ruiz de Alarcón en todas sus líneas habían entroncado con diferentes familias conversas que explican la normalidad con la que se celebraban este tipo de enlaces entre las élites. Sabemos por nuestros apuntes que Juan de Carrillo y de Alarcón (Señor de Valverde), casó con Blanca de Yllanes (descendiente de judíos), puesto que sus padres García de Torres y Guiomar de Yllanes lo eran. Su madre Guiomar fue procesada, como los padres de la misma se vieron sometidos a la presión de la Inquisición. Así su abuelo paterno, Gómez de Yllanes, fue procesado también por la Inquisición, como su esposa Elvira Ortiz acusada de judaísmo. Los padres de Elvira, y por lo tanto, bisabuelos de Blanca, fueron el Doctor Pedro Ortiz y su esposa Guiomar Ortiz. Pero la cosa iba más lejos, ya que los padres del Doctor, es decir, los tatarabuelos de la esposa del Señor de Valverde, también estuvieron en el punto de mira, estos fueron Alvar Rodríguez de Ayllón (mercader y judío absuelto), como su esposa Gracia Rodríguez de Ayllón (también procesada por la Inquisición).

Otro dato que nos parece curioso lo vemos en las tablas genealógicas de Salazar de Castro, cuando en lo tocante a la familia Castillo, vecina de Alarcón (33, fol. 25, RAH), no llega a proporcionar por dudas, cual es el nombre y apellido de la esposa del hijo de Hernando del Castillo, Diego de Alarcón, precisamente el individuo procesado y que se enmarca en ese eslabón tan polémico, en el que se entremezclan las posibilidades que aquí hemos ido planteando. Pensamos de nuevo que todo esto no es otra mera casualidad que se suman a esta batería de pruebas que difícilmente han acontecido por azar.

Tabla genealógica de Salazar Castro(33, fol. 25, RAH).

La dificultad de seguir de modo conciso la pista de los Ruiz de Alarcón, es bastante notoria una vez que desaparecen los libros parroquiales. Fenómeno habitual entre las familias conversas, en donde se intentaba manipular hasta el extremo cualquier tipo de indicio que diese pie a pensar en aquellas acusaciones. La relación entre Guiomar de Alarcón y su esposo Hernando González del Castillo, fue un enlace que ya presagiaba problemas para la futura descendencia de la familia por el origen del apellido paterno, de ahí que se optase por la fórmula de anteponer el apellido de la madre, ya que además de darle realengo por proceder del primer Señor de Buenache, los Ruiz de Alarcón fueron más discretos con su genealogía, y por lo tanto no tenían tantas manchas como ya a esas alturas poseían los Castillo, y es que la familia de los González del Castillo, eran sobradamente conocidos como un linaje converso de la Manchuela, que a pesar de aquella condición religiosa, gozó de un notable poder, el problema es que su historia familiar, siempre truncaba las esperanzas de aquellos hidalgos que desearan proyectarse en el caso de ser portadores de su sangre, y en los Alarcón, para más inri lo eran por su línea recta de varón.

Siguiendo con la lectura de la ejecutoria de este Pedro Ruiz de Alarcón, de la información se extrae que era hijo de don Pedro Ruiz de Alarcón y doña Leonor de Mendoza, así como nieto de don Pedro Ruiz de Alarcón y doña María Carrillo por el costado paterno. La generación de los bisabuelos ya le sitúa con Hernando González del Castillo y doña Guiomar de Alarcón.

El primer dato que nos llama la atención es que cita que los padres de su abuela, María Carrillo, fueron los Señores de Cervera, don Juan Álvarez de Toledo y doña Leonor Coello. Aquí tenemos un primer problema y dato de interés, puesto que en las genealogías investigadas hasta la fecha, la única María que aparece documentada como vástaga de estos señores era María Guzmán, la esposa de Diego del Castillo (el Señor de Altarejos). Podemos suponer que ha sido un error, pero esta referencia da mucho que pensar, ya que si partimos de la hipótesis que el Doctor Pedro González del Castillo, junto con Violante, son los padres de Hernando el alcalde de Alarcón (padre de Diego), y que el citado marido de la señora Carrillo, Pedro Ruiz de Alarcón, era el hijo de Hernando del Castillo (el marido de Guiomar, y hermano según esta suposición de Violante). Tenemos pues que Hernando el alcaide de Alarcón, fue la misma persona, o un hijo con idéntico nombre de los mismos padres, y que bien por error o simplemente para despistar, los testigos cruzan en la ejecutoria, al referirse a Pedro, puesto tanto de una u otra forma, era hijo de un Hernando del Castillo, que a su vez lo era igualmente del doctor Pedro. Desde luego nos parece mucha casualidad, que se produzca una confusión de este tipo, sin que no hubiese en realidad una clara relación de parentesco, entre Diego hijo del alcalde de Alarcón, y ese Pedro, que se disputan en las genealogías una misma esposa, a menos que hablásemos de dos hermanos, o incluso de una misma persona, pero que la documentación ha trocado, intencionadamente, y por lo tanto, confirma una vez más, que los Castillo y los González del Castillo proceden de un mismo enlace (el del Doctor y la Blanquilla). El hecho de que Salazar y Castro ponga por esposa del hijo del alcaide a una Alarcón, no se nos debe pasar por alto. Y es que Pedro, el marido de la señora Carrillo, no se le encuentra con esta información en los datos genealógicos de la familia, pues aparentemente la hija de los Señores de Cervera casa con Diego, el hijo de Hernando del Castillo, alcaide de Alarcón.

Otra prueba la vemos en el trabajo de W. King, cuando al ascender en la genealogía de Lorenza de Alarcón, tras investigarse los antepasados del Caballero de la Orden de Montesa, don Juan Girón de Buedo, se dice que esta Lorenza era hija de Juan Ruiz de Alarcón y Ángela de Cervantes, añadiendo que los padres de Juan son los señores Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, precisamente los mismos que se mencionan en la ejecutoria de Pedro Ruiz de Alarcón, vecino de Vara de Rey y que nace en 1523. Este dato es sumamente revelador, puesto que evidencia como el hidalgo de Vara de Rey, tuvo por hermano a Juan Ruiz de Alarcón, y una sobrina llamada Lorenza. Ahora unidos ambos documentos, apreciamos lo que antes proponíamos, y es que si en la ejecutoria se decía que Pedro (y ahora su hermano Juan), eran hijos de Pedro y Leonor, los supuestos abuelos paternos, que se mencionan como Pedro Ruiz de Alarcón y María Carrillo, son absolutamente omitidos en las informaciones del trabajo de King, al no poder hallarlos en los testimonios, claramente por el hecho de que la abuela de estos dos hermanos, fue hija de los Señores de Cervera (la esposa del penitenciado), de lo contrario este dato no se hubiera escondido en la información de esas pruebas de ingreso como caballero. Tenemos pues muestras más que suficientes para sospechar de que el abuelo de Pedro y Juan, era un hijo de un Hernando, hijo a su vez del Doctor Pedro, y que esa Carrillo, efectivamente como dicen las informaciones, fue la hija de los Señores de Cervera, aunque realmente no se apellidara como tal, sino que Guzmán. Cruzando informaciones y efectuando esta interpretación, vemos que el caos de relaciones, se produce simplemente por el intento de la familia de sustituir la figura del penitenciado, por otro, que en lugar de llevar el apellido Castillo, portara ya el de Ruiz de Alarcón. Para ello, unos directamente lo omiten en el caso de los descendientes de Barchín, y otros como Pedro en su ejecutoria, optan por cambiarle el nombre y el apellido.

En caso de ser así, se vuelve por otra línea a demostrar que Diego, era hijo de un Hernando, que a su vez era nieto de un Pedro (que configuraría la misma persona bajo la identidad del Doctor, como del personaje incógnito que casa con la Blanquilla).

La hipótesis resulta más interesante cuando vemos como Garci Ruiz de Alarcón, el Señor de Piqueras, y marido de Guiomar de Girón, precisamente ofrece grandes lagunas en el caso de sus padres, puesto que su madre, hija de los Señores de Cervera, unas veces casa con Pedro Ruiz de Alarcón, en otras a su esposo se le menciona como Alonso, y ahora queda la duda si realmente fuese Diego el penitenciado, o en su defecto, que uno de los dos primeros fuese hermano de éste. Lo cierto es que al margen de como acontecieran los hechos, con Hernando casa una Alarcón.

King comenta como Hernando heredó de su padre algunas propiedades en Castillo de Garcumuñoz. Al casar con su esposa, aglutinan por compra en 1474 la villa de Albaladejo, y que recaerá sobre su hijo Pedro Ruiz de Alarcón, “la compra de Albaladejo (al comendador Alonso de Iniesta) y creación del mayorazgo, atestiguadas por el ms. M-71, fols. 13 v-16, y por el ms. M-90, fols. 232-239, respectivamente. En la segunda mitad del siglo XV la propiedad de Albaladejo había pasado por muchas manos: Juan Pacheco, Marqués de Villena, se lo vendió en 1458 a Lope de Alarcón, Señor de Valverde y doncel del Rey Juan II (ms. D-14, fols. 123-124); Lope le cedió la villa a su segundo hijo, Pedro de Alarcón, el cual se la vendió a Alonso de Iniesta en 1472 (ms. M-90, FOLS. 254 v-256v” (King, 1970, 63).

Obviamente, la presencia notable de conversos y los procesos de la Inquisición, obligaron a que cada rama de la familia intentara salvar los muebles de la mejor manera que pudo, desvinculándose unas líneas de otras, para así no tener que ser reconocidas como portadoras de una misma sangre. En un primer momento la estrategia pudo ser efectiva, e incluso les sirvió en cierto modo a las varias líneas colaterales del linaje, aunque la abundante información que proporcionaron en la documentación tanto por la línea de los Castillo, como de los Ruiz de Alarcón de Piqueras y Vara de Rey (cuyo origen a la par es el mismo), nos permite suponer este nexo genealógico, que difícilmente puede haberse intuido erróneamente por cuestiones del azar o la casualidad.


II. La ascendencia del Doctor Pedro González del Castillo

Creemos que llegados a ese punto, y antes de que el problema se agravase, la familia Ruiz de Alarcón comenzó un proceso de manipulación histórica, tan típico de aquellos tiempos, y ya no sólo por las posibilidades de proyectarse sociológicamente para no estar señalados de por vida, sino que también por el riesgo que corría su propia vida. Para esto, desde el apellido de los Castillo tiraban de una genealogía mitológica, en la que se rememoraba un pasado romántico que les hacía proceder de Clemén Pérez de Rus (el fundador de San Clemente), y que en la obra de Florián Ocampo, podemos leer cuando sitúa la genealogía de los Señores de Santa María del Campo quienes tienen “por sobrenombre y apellido del Castillo, los cuales procedieron del buen caballero Clemén Pérez de Rus, que fue el primer hombre que edificó casa en la villa de San Clemente en la Mancha (…) el doctor Pedro González del Castillo, del Consejo Real del Rey don Juan II, hijo de Alonso Martínez Macacho, hijo a su vez de Clemén Pérez de Rus. Clemén Pérez de Rus fue natural de Rus, que era un castillo pequeño cuyos edificios aun ahora permanecen, aunque muy derribados en la Mancha, una legua de la villa de San Clemente encima del río. Fue caballero hijodalgo según parece por un letrero y epitafio, que está en su enterramiento en la capilla mayor de la villa de San Clemente, del que asimismo parece que el dicho Clemén Pérez fue el primer fundador de la dicha villa” (BNE, fol. 304; De la Rosa, 2015-a).

El texto prosigue con una copla en la que se dice que Clemén era natural del Castillo de Garcimuñoz, así como que fue armado por el Rey Don Alonso. Según relataba la tradición de la familia, el referido Alfonso Martínez del Castillo Macacho sirvió al Rey Don Alonso XI en el cerco sobre Algeciras, y como resultado de una cabeza que cortó a un enemigo musulmán, fue llamado con el nombre de este personaje que ejecutó: Macacho.

En esta ocasión si leemos la genealogía (BNE) que se presenta de ese “primer” Castillo ennoblecido por el monarca, apreciamos que Alfonso Martínez, tuvo un hijo llamado Lope Martínez del Castillo. “Este Lope Martínez casó con Teresa Martínez como parece por una escritura de mayorazgo que fundó el Doctor Pedro González del Castillo, su hijo, el cual instituyó por sucesor de su casa a Juan del Castillo Portocarrero” (BNE; De la Rosa, 2015-e). El documento añade a continuación que los dichos Lope Martínez y Teresa Martínez, tuvieron tres hijos de su matrimonio: el doctor Pedro González del Castillo, Hernán González (quien se dice que fue marido de Mencía López de Mendoza) e Inés Martínez (casada en Ocaña con Juan Chacón, alguacil de Don Álvaro de Luna).

Si comparamos las dos genealogías que hemos citado, veremos como en el primer caso el progenitor es el señor Clemén Pérez de Rus, quien tiene por hijo a Alonso Martínez Macacho, y que seguirá con el Doctor Pedro González del Castillo, en cambio, en el caso siguiente, se obvia por completo la figura de Clemén, y se invoca por progenitor a Alfonso Martínez Macacho, de quien nacerá un hijo llamado Lope Martínez Macacho, y que casará con Teresa Martínez, de donde a su vez procederá el doctor Pedro González del Castillo. Ciertamente esta última genealogía nos parece de sumo interés, ya que es en la misma donde podríamos suponer el origen del primer progenitor cristiano de esta estirpe.

El caso de la ascendencia que relata la tradición familiar nos resulta curiosa, a pesar de la escasa base documental que tiene, pues es cierto que en muchísimas familias de origen converso, las mujeres toman en la primera generación cristiana el apellido patronímico del marido, y que como bien saben los estudiosos en documentación de finales de la Edad Media en temas de conversiones religiosas, era una técnica bastante habitual. De ahí que aplicando esta sencilla norma Lope Martínez y Teresa Martínez pudieron ser los primeros cristianos de la familia.

La tesis de la descendencia de Lope Martínez Macacho es de vital interés, ya que tanto en la leyenda de Clemén como en el relato de Alfonso Martínez Macacho, observamos que el nombre de Macacho aparece ligado. Esto incluso nos  puede llevar a pensar que Macacho es el nombre originario del linaje de los Castillo, algo para nada descabellado, pues solían mantenerse los apellidos o nombres de los linajes conversos de los que se procedía, debido a la solera que arrastraban, independientemente de lo que pudiese pensarse desde la Inquisición, buen ejemplo de ellos son los Salón, Abofalia y tantos otros que nunca tuvieron pudor en ocultarlos.

A ello hay que añadirle una prueba de un mayor interés, y es que Lope Martínez Macacho fue una persona de carne y hueso, que precisamente se enmarca en esta cronología, como vecino del Castillo de Garcimuñoz. Así nos lo relacionan Pretel y Salas (2016, 134): “Lope Martínez del Castillo Macacho (que creemos es el Lope Macacho que encontramos en otros documentos, sin ese apellido del Castillo), del que a su vez se dice es padre del doctor Pedro González del Castillo y de su hermano Hernando, corregidor de Ávila”.

Esto explicaría que los orígenes conversos de los Castillo nos conducirían como mínimo, hasta el siglo XIV, donde radica la figura de un señor de apellido Macacho, que convertido al cristianismo (en vida o muerte), pasará a designarse como Alfonso Martínez Macacho, siendo padre de un Lope Martínez Macacho (esposo de Teresa Martínez) y por consiguiente abuelo del famoso doctor Pedro González del Castillo.

Carecemos por ahora de datos que puedan ayudarnos a esclarecer esta duda, ya que los Castillo al querer relacionar la historia mitológica de la familia con un pasado caballeresco, tendrían que acabar derivando la misma hacia la lucha contra las hordas musulmanas como prueba de su legitimidad y sangre cristiana, de ahí que en lugar de esconderlo, el nombre de la familia, y que seguramente ya gozaría de cierto renombre durante esa época, se optará por conservar, cambiando su interpretación como arma de doble filo. Fenómeno que como decimos sólo es una posibilidad más, pues no nos cabe la menor duda de las raíces conversas de los Castillo tras su propia confesión. En 1455 y 1456 Lope Macacho ya era Regidor del Ayuntamiento de Garcimuñoz (Pretel y Salas, 2016, 352-353).


III. El proceso contra Mari Sánchez del Castillo (la prueba definitiva)

En el Archivo Diocesano de Cuenca, existe un proceso contra la señora María Sánchez, mujer de Fernán Sánchez del Castillo, vecinos de Garcimuñoz. Parece ser que Mari fue relajada en estatua el 29 de junio de 1492, siendo el documento ya desde el inicio un elemento revelador, cuando en su portada se advierte en una nota en su parte inferior que el 22 de agosto de 1665, el señor Don Antonio Castrillón, informa que “este proceso está viciado en la capa y en los folios 5, 6, 7, 8 y hasta el folio 13 como consta en las informaciones de Don Melchor de Mendoza”.

Como bien indica la nota de la tapa del proceso, se comprueba por la tinta y la grafía que acompaña el documento que este se halla claramente mutilado por la eliminación de hojas, que fueron sustituidas por posteriores, tal y como reseña el señor Castrillón. De la información se desprende que Mari Sánchez era hija de Fernando del Castillo, relacionándose con Juan del Castillo Alvarado, del que no tendrá más remedio que reconocer su parentesco, pero con una alteración en la que claramente se pretendía encubrir de un modo bastante nefasto la vinculación de la descendencia de este Juan, con la línea de María. La jugada es tan simple como ridícula, puesto que a Juan se le asigna como primo hermano de María. La información manipulada guarda bastante interés en el folio 10-v, donde se habla de un Álvaro González de Castillo, Montañés del Consejo de Trasmiera, marido de una Isabel Sánchez Gutiérrez. De estos personajes descienden según el documento los Castillo, y en donde como era de esperar se remarca que todos fueron cristianos viejos honrados, de los que obviamente procedía este Juan del Castillo (y del que creemos que en el proceso original se le atacaría por su parentesco estrecho con María la procesada), aunque lo gracioso del texto viene  a continuación, cuando tras citar que la esposa de este Juan, era Ana de Alarcón (limpia y cristiana vieja también), se recalca que “los Castillo son nobles hidalgos, pero no sus primos ni sobrinos porque esos son notoriamente judíos”.

Obviamente en los folios trufados, y que pudieron redactarse entre la segunda mitad del siglo XVI-primera mitad del siglo XVII, apreciamos una clara jugada de lanzar balones fuera, donde se intenta aislar una línea de la otra, para que los Castillo no lleguen a ser relacionados, a pesar de su estrecho parentesco (primos hermanos). Se añade que el marido de María era converso (el señor Valdeolivas) y que la línea de Juan nada tenía que ver con el judaísmo, a pesar de que los padres de ambos eran hermanos.

Parece ser que la familia de Juan no se encontraba nada cómoda con el sambenito de María, por lo que no sabía por donde salir cuando se dice sobre ambos, “que el dicho Juan del Castillo Alvarado anda vergonzoso” (fol. 11).

La traca final llega unas líneas más abajo del mismo folio, cuando podemos leer que “Los Castillo de Cuenca, Huete, Uclés y otros que hay aquí son muy diferentes de estos, otros porque esos proceden de Fernando del Castillo e Violante la Blanquilla que proceden del Castillo”.

Sin lugar a dudas el dato es sumamente revelador, por lo que de todo este intento de manipulación documental debemos de extraer como mínimo dos ideas:

La primera es que a partir del siglo XVII se desencadena una evidente “guerra” entre los Castillo, donde se extiende claramente una actitud de sálvese quien pueda, a pesar de que para ello, entre los mismos parientes acaben contradiciéndose, y esto suponga encasillar a sus representantes. Suponemos que evadir la presión del Santo Oficio no sería nada fácil, y al final los movimientos que se realizarían desde la familia ya no serían igual de coordinados como en la época del alcalde de Alarcón, puesto que en cuestión de dos generaciones desde el proceso del alcaide, entran en escena nuevos agentes y más miembros de la familia, lo que complica obviamente este tipo de operaciones.

El segundo elemento es que por fin se reconoce que Violante (además de Alonso de Luz) estuvo con un “Fernando” del Castillo, y que tanto por fechas, como por las alusiones cruzadas, pudo ser el cabeza de la familia González del Castillo, pues, del testimonio del proceso trufado de María, se desprende literalmente que todos eran deudos de un mismo progenitor, de ahí que los Origüela, junto con los Castillo, serían una misma familia. Tampoco olvidemos que los padres del alcalde de Alarcón y progenitor de la línea de los Señores de Altarejos, el apellido no le había caído del cielo, por lo que el Alonso del Castillo, hermano de Violante, creemos que fue una estratagema más para ocultar su paternidad.

Pero no todo acaba aquí, pues del proceso de María se desprenden reseñas bastante curiosas que refuerzan la tesis de un mismo tronco converso. Así sucede cuando se coloca con el apellido de “González del Castillo”, al progenitor de las líneas descendientes de Violante como de los restantes, ¿casualidad también?


IV. Árbol genealógico

Hipótesis sobre la ascendencia paterna del párroco García Ruiz de Alarcón de Piqueras del Castillo. Elaborada cruzando los datos de la genealogía tradicional de los Señores de Albaladejo, la ejecutoria de Pedro Ruiz de Alarcón, el expediente de Juan Girón de Buedo Alarcón, junto algunos procesos inquisitoriales de la familia Castillo (elaboración propia).

De la relación entre la familia Castillo con la de los González de Origüela, ya hemos comentado en líneas arriba que existen muchas evidencias, que confirmarían esta hipótesis. En nuestro caso, además del expediente de Francisco del Castillo de Olarte, hay algunas cuestiones que ya de por sí, podrían esclarecer una parte de este interrogante, y que nos gustaría exponer.

La primera procede de la declaración de Francisco del Castillo del Arzobispo, pues si partimos de que habitualmente se solían invertir parientes, para no conseguir desdibujar el origen genealógico de la familia, simplemente cambiando el dato de que su abuelo en lugar de ser hermano de Violante, lo es en realidad de su padre, tendríamos pues parte del enigma resuelto. Por no decir que el hecho de afirmar que la relación de sobrino si viene por línea paterna, nos está indicando que es el marido de Violante, pues por ahí encajaría la consanguinidad con dicho sobrino. Recordemos además que Violante es el escollo permanentemente a evitar, de ahí que tanto en una posibilidad como en la otra, se abre la conexión sobre la paternidad del padre del Alcaide.

El segundo aspecto procede del ya citado testimonio de Juana Pacheco, quien en cierto modo con su declaración, se ve obligada a efectuar la estrategia de la falsa distinción de sendas líneas, como resultado de un tronco en común.

La siguiente característica es que Salazar y Castro, duda en precisar sobre el tema de la mujer de Diego (el hijo del alcaide), atribuyéndola como hermana de García Ruiz de Alarcón (señor de Albaladejo), casualidad o no, es precisamente en esa generación donde los Ruiz relacionan a su ancestro con la hija de los Señores de Cervera, y es a su vez, donde los Señores de Altarejos en muchas genealogías, vinculan a Diego con la vástaga de los Señores de Cervera. Esta triangulación de relaciones, casi viene a indicarnos que a pesar de ocultar mucha información a la Inquisición, el nexo entre los hijos de los Señores de Altarejos, el de los de Albaladejo y los Cerveras, coincide en unas y otras genealogías, probablemente por el hecho de tratarse de una misma persona.

El cuarto aspecto es que según la información del proceso de María Sánchez del Castillo, las líneas de Cuenca, Huete, Uclés y otros lugares, hay que meterlas en el mismo saco. Y si algo sabemos es que precisamente la de la familia de Elvira Piñán y su esposo Fernando entrarían dentro de las relaciones que inmiscuyen el linaje de los Castillo de la Alcarria. Por no decir que precisamente la línea que ésta considera como infecta, reclama Trasmiera como punto de origen. Estrategia de desvinculación que también apreciamos en las otras ramas, debido a que probablemente hablamos de una misma o fuese también casualidad que les diera por reclamar un mismo origen del apellido.

Un quinto aspecto es que en el testamento del Doctor Pedro González del Castillo, no se dan excesivos datos sobre sus parientes, tanto que incluso de sus hermanos se omite cualquier tipo de información, lo que obviamente deja aún más la puerta abierta a posibles hermanos, sobrinos e incluso hijos que se desconocen. Y es que si hasta el Doctor por temor reniega del nombre de esa doncella por la que deja descendencia, y que se ve en la necesidad de desmarcar de la línea de los Portocarrero, que no quepa la menor duda que podría obviar también más información sobre esta parte de la genealogía familiar y que casi con total seguridad, pudo deberse a los motivos antes expuestos.


V. Conclusiones

La documentación de la familia Castillo es considerable, y por lo tanto, en este artículo hemos omitido muchos de los procesos y datos que podríamos extraer de otros expedientes, en los que continuamente se observan incongruencias y errores, que dan para un largo monográfico, centrado únicamente en la manipulación documental del linaje, con especial intensidad entre los siglos XVI-XVII.

Todo ello, analizado mediante un estudio comparativo de las fuentes, evidencia una clara raíz conversa, que es el germen de esa disparidad de datos tergiversados, de los que pocas veces se puede sacar una conclusión final y segura. Este albedrío de referencias, es precisamente el principal escollo que resalta la dificultad de atinar con dudas como es el caso de su ascendencia genealógica, especialmente en aquellas generaciones inmediatas a la época de Violante González o Hernando del Castillo el alcaide, puesto que la Inquisición comienza a hostigar duramente a la familia, de ahí que no nos cabe la menor duda que si los Castillo hubiesen sido cristianos viejos, jamás se habría llegado a ese extremo de imprecisiones, vacíos y dudas parentales, en las que más allá de su persecución como conversos, no vemos indicios de ningún origen que les hiciese proceder de una de las líneas de las tierras del norte de la Penísula, tal y como algunos de sus descendientes intentarán defender a posteriori en los procesos inquisitoriales.

En nuestra opinión, el caso de la familia Castillo es un ejemplo más, como el de otros tantos linajes, que consiguieron aglutinar un poder destacado, pero donde la mala suerte, como los intereses de sus competidores, prevalecieron por encima. Situación injusta, si se tiene en cuenta el grado de influencia que consiguieron desarrollar dentro del círculo más íntimo del Marqués de Villena, pero que tanto por el contexto represor de su anterior religiosidad, así como por los enemigos que fueron aflorándoles en su fase de ascenso social, trabaron por completo toda capacidad de medrar.


VI. Fuentes:

-Archivo Diocesano de Cuenca. Fondo de Inquisición. Legajo 5, expediente nº 118.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Fondo de Inquisición. Legajo 12, expediente nº 248.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Fondo de Inquisición. Legajo 117, expediente nº 1600.

-Archivo Diocesano de Cuenca. Fondo de Inquisición. Legajo 361, expediente nº 5119.

-Archivo Histórico Nacional, año 1761. Expediente O. M. Caballeros de Santiago, Castillo y de Olarte y Herrera, Francisco.

-Archivo Personal, nº369. Los Ruiz de Alarcón de Piqueras del Castillo (inédito).

-Archivo Personal, nº389. Linajes de origen judío relacionados con Cuenca y la genealogía familiar (inédito).

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-King, Willard. F. (1970). “La ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de Filología Hispánica, Vol. 19, Nº1 (1970), 49-86 pp.

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).