viernes, 10 de enero de 2020

El linaje de los Acuña y su influencia en el territorio conquense. Aspectos geopolíticos


Si existe una familia que ha escrito una parte de la historia de estas tierras durante el siglo XV, la de los Acuña es sin ningún tipo de dudas una de las más importantes. Su llegada al territorio conquense viene motivada por las consecuencias de la Guerra de los Cien Años, tras la derrota de Aljubarrota, lo que ocasionó la huida de diversos linajes de la nobleza portuguesa que habían apoyado a Juan I.

La familia de los Acuña era sobradamente conocida, no olvidemos que por ejemplo Martín Vázquez de Acuña era ni más ni menos que Alcalde Mayor de Lisboa, además de primer Conde de Valencia de Don Juan, Señor de Tábua, Sul, Gulfar y Besteiros. El padre de Martín llegó a ser uno de los grandes personajes del Reino de Portugal durante el siglo XIV, por lo que varios de sus hijos, para no ser menos, cuando se asentaron en tierras castellanas, establecieron enlaces con familias muy poderosas, en algunos casos incluso con descendientes de Casas Reales, lo que legitimaba el nombre y casta de su linaje.

Sobradamente conocido es el trabajo efectuado hace unos años atrás por Juan Ignacio Ortega Cervigón, donde de manera monográfica (“El arraigo de los linajes portugueses en la Castilla bajomedieval. El caso de los Acuña en el Obispado de Cuenca”, 2006), y que relacionado con su tesis doctoral (2006-B), nos ofrece un completo análisis, de lo que hasta la fecha definiríamos como uno de los estudios más extensos sobre la historia de una parte de las élites conquenses durante finales de la Edad Media.

Sistema amurallado de Buendía, y que junto con su castillo formó parte de la trama defensiva donde los Condes del lugar fortalecieron su posición. Imagen: wikipedia.org


Sobre la descendencia de Vasco de Acuña y su esposa, tenemos constancia de una decena de hijos que se repartieron en dos matrimonios. En nuestro caso, nos interesan especialmente los surgidos del primer enlace, pues tres fueron los que marcharon hasta tierras castellanas (Gil, Lope y Martín). Sus alianzas matrimoniales no serán desde luego un hecho baladí, pues el poder e influencia de sus cónyuges era sobradamente conocido, lo que les facilitaría una inserción, que además con el beneplácito de la corona, les permitiría mantener su estatus e incluso incrementarlo a pesar de ser una primera generación recién llegada.
Lope Vázquez de Acuña1 casó con doña Teresa Carrillo de Albornoz, quien ya controlaba el Señorío de Paredes, Portilla y Valtablado, y ahora por mediación de su marido pasaba a ser Señora consorte de Buendía y Azañón, puesto que Lope los recibió por concesión de Enrique III, el mismo monarca que tres años antes ofrecía una pequeña aldea a los Ruiz de Alarcón, y que fue el punto de proyección inicial de este linaje en las altas esferas del ámbito nobiliario. Sin lugar a dudas Enrique “el doliente”, supo premiar a todas aquellas familias que años atrás dieron la cara por su padre Juan I de Castilla .

La línea de Lope fue una de las más afortunadas, pues su hijo Pedro2 recibiría el mayorazgo de sus padres, incorporando a sus posesiones Buendía (con quien ya se establecería como condado), el Señorío de Casas de Javalera, Paredes y Portalrubio. Éste casó con la noble doña Inés de Herrera y de Ayala, quien era hija del Mariscal de Castilla y Señor de Ampudia, Don Pedro García de Herrera y María de Ayala (Señora de Salvatierra). Otro de los hermanos afortunados de Pedro fue Leonor Carrillo de Acuña, Señora de Portilla (dominio que le recayó por su madre), además de esposa de Juan de Silva y Meneses, Conde de Cifuentes. Tampoco podemos olvidar a Gómez Carrillo de Acuña, Señor de Jadraque, también hermano de los anteriores, y que estableció enlace con doña María de Castilla. Gómez, al igual que su hermano Pedro, participó en la batalla de la Higueruela contra los musulmanes en el año 1431.

Los Acuña controlaron diversas superficies señoriales en tierras palentinas, donde también expandieron una política de control directo, que les llevó a una resistencia antiseñorial de los habitantes del lugar, y que como sabemos tuvo sus fisuras en Dueñas y otros enclaves. Obviamente el linaje no quería perder el tiempo, por ello, a pesar de contar con un escaso periodo de asentamiento en el territorio castellano, intentaron ampliar sus influencias y patrimonio hasta donde pudieron.

Uno de los personajes más insignes de la familia fue Lope Vázquez de Acuña (el hijo de Lope), quien llegó a ser Conde de Buendía y de Viana, además de Duque de Huete, sin olvidar que fue tío de Fernando el Católico, hijo de Juan II de Aragón y Juana Enríquez, pues su mujer Inés Enríquez era hermana de Juana. Resulta curioso el caso del Ducado de Huete, del que nunca llegó a tomar posesión, debido a que la presión ejercida por los optenses pudo más que sus ansias de control, ya que los habitantes de la ciudad querían que el lugar siguiera siendo de control regio.

El asentamiento de linajes judíos en la tierra de Huete, coincide casi cronológicamente con la llegada de los Acuña. El enclave optense fue sin lugar a dudas un espacio de recepción para muchas de las grandes casas que no pudieron proyectarse en la capital por las exigencias religiosas impuestas, por no mencionar la coacción y persecución a las que se vieron sometidas. En el caso de Huete, “lo cierto es que los judíos se refugiaron en el castillo y no parece que hubiese matanzas similares a las ocurridas en otras localidades” (Blázquez, 1987, 42).

En este emplazamiento había familias de notable poder. Buen ejemplo de ello fue el recaudador Ça Cohen quien recogía “las rentas de alcabalas en Cuenca y su obispado. Hombre de gran influencia y fortuna, toda su vida se dedicó a los negocios y a pleitear contra quienes juzgaba y no se ajustaban a compromisos contraídos” (Blázquez, 1987, 43).

La presencia de numerosos linajes que habían conseguido el reconocimiento de nobleza tras la gran conversión, junto prestamistas que como vemos se negaban a dejar atrás sus raíces religiosas, generaron un núcleo poblacional sobre el que afloraron numerosas familias con recursos, indispensables para explicar los intereses que Lope de Acuña perseguía en esta zona y sus dominios.

Con la entrada en el trono de los Reyes Católicos, los judíos “conservaron siempre un alto grado de actividad, participando en arrendamiento de rentas, adquisición de propiedades -incluso de tierras de cultivo a pesar de los impedimentos legales- y sirviendo de cuna a personajes tan destacados como el físico Symuel Abenuxén” (Sánchez, 2006, 52-53).

Huete era además un enclave repleto de familias de la pequeña burguesía, un centro de poder, donde la economía local fomentaba la creación de familias destacadas, que aseguraban una producción permanente, donde el comercio, los servicios y la agricultura congregaron una élite municipal, con influencias en muchos casos más allá del ámbito local, que además de Cuenca, estaba estrechamente relacionada con el territorio de Guadalajara.

La posición de los Acuña, contraria a los intereses de la Reina Isabel tras el estallido de la Guerra de Sucesión Castellana, fue una constante que preocupó muchos a los habitantes de la localidad, donde veían como los Acuña comenzaban a acrecentar su dominio en el perímetro de lo que hoy denominaríamos como el área comarcal, sufriendo sus consecuencias de primera mano. Ya en los tiempos del hijo del Señor de Buendía, concretamente Pedro de Acuña y Carrillo de Albornoz, la ciudad de Cuenca veía los riesgos y poder concentrado por este linaje. Igualmente su hermano Lope empleó todo lo que tenía a su alcance para fortalecer su posición en Huete. Como destaca Sánchez (2006, 155) apoyándose en el trabajo de Quintanilla (1989), Lope se apoderó de determinados lugares como Anguix y Huelves. Podemos afirmar que los Acuña no se amilanaron, por ello para la toma del castillo de Huete, Lope Vázquez de Acuña desplegó toda la resistencia que pudo, hasta el punto de que se tuvo que cercar y sitiar.

No cabe ninguna duda del temor de los optenses ante las operaciones que se llevaba entre manos el que pretendió ser Duque del lugar, ya que en cuestión de varias décadas consiguió convertirse en uno de los caudillos locales que mayores riquezas concentró. Desde luego Lope era un hombre inconformista, y sus ansias por ampliar su influencia nunca eran saciadas. La aldea de Paredes había sido tomada por Gómez Carrillo hacia 1400. La ciudad, disconforme, pleiteó desde 1436 a 1455, aprovechando la presencia de jueces de términos, y consiguió obtener sentencia favorable. Posteriormente, la supremacía de Lope Vázquez de Acuña, cuya mujer Teresa Carrillo decía tener los derechos sobre el lugar, impuso la pérdida nuevamente de todo el término, obligando incluso a los regidores a esconder la documentación judicial por miedo a quien desde el mismo castillo urbano dominaba por completo la ciudad” (Sánchez, 2006, 119).

En la izquierda, sepulcro de Don Pedro Vázquez de Acuña y Carrillo de Albornoz, en la Iglesia de Santa María de la Asunción de Dueñas. Fuente: pantxike.wordpress. En la imagen derecha, sepulcro de Gómez Carrillo de Acuña en la capilla mayor de la catedral de Sigüenza. Fuente: es.wikipedia.org


Obviamente los habitantes de la ciudad sabían los contras que comportaba estar sumidos a los Acuña. Hecho que hemos vislumbrado en la dinámica económica de los núcleos poblaciones, en los que hay una clara relación entre la emersión social de la pequeña burguesía local, respecto la inexistencia de amplios espacios de dominios por mayorazgos de sus Señores. Ya comentamos que en el área este de la franja de Huete, lugares como Caracenilla o Saceda del Río tuvieron importantes terratenientes, en detrimento de la capacidad que podían poseer los habitantes de otros municipios como Carrascosilla o Villarejo de la Peñuela, donde la capacidad de generar riqueza sobre bienes raíces era mucho más complicada.

Además de Lope Vázquez (el mayor), junto con Gil Vázquez de Acuña, marido de Isabel Pereira, no podemos olvidar a Martín Vázquez de Acuña, el anteriormente referido Conde de Valencia de Don Juan (enterrado precisamente en el convento de Santo Domingo de esa ciudad), quien fue hermano de los referidos. Éste tuvo alrededor de una decena de hijos en dos matrimonios. En lo que concibe a sus primeras nupcias con Teresa Téllez Girón fueron numerosos los descendientes, destacando Ginebra de Acuña Girón, quien casó con Sancho Manuel, hijo del Conde de Carrión que no llegó a poseer el título y que le recayó a su hermana. Otra descendientes destacada fue Beatriz de Acuña Girón, esposa de Juan de Valencia, Mariscal de Castilla en Zamora y Señor de Valencia del Campo. Pero si hemos de remarcar un personaje de enorme trascendencia para la familia, ese fue Alfonso Téllez-Girón quien casó con la influyente María Pacheco. Un enlace más que estratégico, puesto que le permitió la consecución de la Alcaldía y Castillo de Belmonte. Alfonso aportó por su línea materna el Señorío de Villalpando, Villamayor y Villafrechós. María Pacheco fue sin lugar a duda un gran partido, ya que era la hija única de Juan Fernández Pacheco e Inés Téllez de Meneses.

La estrecha vinculación entre las líneas de la Manchuela con la de la Alcarria fomentó un refortalecimiento de la familia, así “en 1464 Enrique IV entregó la villa y la fortaleza de Huete al marqués de Villena —tutor de don Alfonso— para realizar la toma de posesión en nombre del infante, encargada a Lope Vázquez de Acuña, cuya adscripción al bando alfonsino era completa al ser nombrado Camarero mayor de las armas y recibir importantes cantidades en concepto de quitación, lanzas y juros de heredad” (Ortega, 2006-B, 191). Por aquellos tiempos el área de la Manchuela, tras la coalición con los Pacheco, se convirtió en un punto sobre el que podrían desplegar su poder. Mientras tanto, en la zona de la Alcarria Conquense, se atrincheraron como una de las familias con mayor capacidad económica.

No olvidemos que Juan Fernández Pacheco fue el suegro de Alfonso, y del mismo modo que su tío el Señor de Buendía, éste fue recompensado por el monarca Enrique III, recibiendo el lugar de Belmonte, donde se adjuntaban las aldeas de Osa, Hinojosos y Monreal, que obviamente pasaron a su hija María más tarde.

Las obras del castillo de Belmonte se empezaron con el vástago de ambos, Don Juan Pacheco, quien fue el primer Marqués de Villena. Debido a las convulsiones políticas, la familia de los Acuña-Pacheco optaron por comenzar a desplegar una línea de defensas sobre aquellos espacios que habían adquirido recientemente sus abuelos. Esta idea de fortalecer sus territorios ante los riesgos continuos que existían, fue adoptada por sus vecinos de la línea alcarreña, donde se actuará tanto en Buendía, Huevles y Huete.

Pensamos que el castillo de Buendía se reforzó con una muralla cuando Pedro recibiría el título de conde por su defensa al infante Alfonso. Igual de importante era asegurar la plaza de Huelves, y cuyo castillo todavía es conocido con el nombre de “Castil de Acuña”. No olvidemos que Lope Vázquez de Acuña (el Duque de Huete) se posicionó en el bando de la Beltraneja, aprovechando su territorio heredado como un baluarte geográfico desde el que intentará mantener su posición y dañar lo mayormente posible a la Reina Isabel.

No muy lejos de allí, estaba lo que se conoce como la Alcazaba de Huete, y cuyas reminiscencias arquitectónicas nos conducen al periodo de dominio musulmán. Sobre ese baluarte defensivo en medio de una zona llana, Lope sabía la importancia de su fidelidad como de los beneficios que le podía reportar que surgiese ganador de aquella guerra, pues sin necesidad de nadie, era propietario de un amplio territorio, conectado por un conjunto de redes de caminos y suministros, a través de los lugares que integraban sus señoríos familiares de la provincia de Guadalajara. Del mismo modo, no hemos de olvidar que por aquel entonces, el enclave optense era sin ningún lugar a dudas una de las localidades más prósperas e importantes de la provincia.

En 1464 Enrique IV entregó la villa y la fortaleza de Huete al marqués de Villena -tutor de don Alfonso- para realizar la toma de posesión en nombre del infante, encargada a Lope Vázquez de Acuña, cuya adscripción al bando alfonsino era completa al ser nombrado camarero mayor de las armas y recibir importantes cantidades en concepto de quitación, lanzas y juros de heredad (Ortega, 2006, 77-78).

En tiempos del Duque, Huete creció de forma notable, y en cierto modo, suponía una amenaza para los intereses de la capital conquense. Muchos de los judíos y linajes conversos que tras la persecución de finales del siglo XIV, vieron en sus calles, y especialmente en barrios como el de Santa María de Atienza un lugar desde el cual poder seguir proyectándose, ampliaron su patrimonio, y de este modo, crecieron y generaron un asentamiento que económicamente era más que beneficioso para cualquier señor o amo que se prestara a tener controladas sus rentas. Desde luego si algo demostró la Realeza, es que bajo ningún concepto Huete se entregaría a las familias nobles, a excepción de los Acuña.

En aquellos tiempos de conflictos turbios, Lope apoyándose en el privilegio concedido por Enrique IV, fortificó todo lo que pudo su posición, siendo precisamente en ese instante (y que deberíamos de enmarcar en el año 1475), cuando Isabel I ordena la expropiación de todos sus bienes señoriales y consiguientes fortalezas.

El sueño de Lope tiempo después había acabado, abandonando su idea de amasar mayores influencias en las tierras alcarreñas. La reina para asegurarse de que los Acuña no iban a ser un quebradero de cabeza en un futuro inmediato, se encargó de que Lope recibiera un perdón real, además de pedirle a su hermano el Arzobispo de Toledo que se uniera a sus servicios. De una manera inteligente y bastante sutil, se apagó todo intento de reacción de un linaje, que a pesar de llevar sólo en aquel marco geográfico dos generaciones, fue capaz de rivalizar contra la misma casa real, ya que como vemos sus miras eran más que pretenciosas, tanto es así que el hermano de Lope ya había conseguido emparentar con los reyes, sin olvidar que su primo Pedro de Acuña y de Portugal era hijo de María de Portugal, estrechamente ligada con la corona de ese país, pues era hija de Juan de Portugal, hijo del rey Don Pedro. Con este panorama, los propios Reyes Católicos entendieron que con los Acuña no salía a cuenta acabar a malas.

Es lógico pensar que tras su posicionamiento, junto con la red de influencias y poder amasado, los reyes vieron a los Acuña como unos enemigos, con los que habían de tener cierto grado de respeto. “Los Acuña también poseyeron importantes intereses señoriales en tierras palentinas, pues desde 1439 Pedro de Acuña era señor de Dueñas y otras villas de la merindad de Cerrato. Este personaje había servido a Juan II en distintos episodios militares contra los infantes de Aragón Enrique y Pedro: en 1430 integró el ejército real que fue a Alburquerque a someterlos y en 1445 participó en la batalla de Olmedo en el ejército de Álvaro de Luna que los derrotó, junto a Alfonso Carrillo” (Ortega, 2006, 76).

Hablando del Lope que entregó la fortaleza otra muestra de esta actitud incontrolada fueron los numerosos pleitos en tablados posteriormente entre Lope Vázquez de Acuña y los oficiales de Huete, algunos lugares de su tierra y personas particulares por los agravios recibidos durante el enfrentamiento entre enriqueños y alfonsinos. La militancia en el partido liderado por el Marqués de Villena y los poderes recibidos por el infante, así como el control del castillo de Huete, permitieron esta capacidad excesiva de mando” (Ortega, 2006, 78).

Para nosotros no hay ninguna discusión en afirmar que Lope era indiscutiblemente uno de los grandes caciques que se había apropiado del dominio del área de Huete, por lo que suponemos que a la Reina Isabel poca gracia le haría esta situación.

Zona de control territorial de la familia Acuña durante la segunda mitad del siglo XV en la tierra de Huete. Imagen de soporte extraída de google.com (elaboración propia).


Pensamos que los planes de los Acuña iban más allá de la idea de poseer y acumular Señoríos de los que sacar rédito económico, de ahí que su sublevación a la reina Isabel, junto la adquisición de determinados territorios, y cuyo eje vertebral radicaba en Huete, pudo responderse a un intento fallido de ver en la Alcarria algo más que un entorno geográfico del que sacar dinero. Nuestra idea se apoya en la localización precisa y concreta de determinados enclaves de los que fueron señores, donde se intuye una política descentralizadora respecto a Cuenca, y que se pretendió consolidar a través de un anillo exterior que ocupaba un radio de 30 kilómetros, en el que entraban los enclaves de Buendía, Portalrubio y Huelves, que conectaban hacia un segundo espacio o en este caso, principal núcleo o foco geográfico, cuya ubicación corresponde con la ciudad optense.

El punto de fortificación que pudo suponer Buendía por el norte era crucial para sus intereses, pues Lope Vázquez ya era al mismo tiempo Señor de Azañon, localidad emplazada más a septentrión, y todavía dentro de las tierras de Guadalajara, y que abajo conectaba con la alcarria conquense, bifurcando y buscando por un lado Buendía (precisamente fortificada posteriormente por su hijo), así como llevando también hasta la zona de Villalba (de donde los Acuña ya recibían rentas y muy probablemente querrían poseer como futuros Señores), todo esto sin olvidar Portalrubio, de donde si llegaron a ser señores. Una idea que queda mejor dibujada en el posicionamiento de zonas intermedias de refuerzo como Casas de Javalera, y que por el costado meridional sellaba con el control de Huelves, estirando su influencia hasta el principal acceso, Carrascosa del Campo, localidad de donde era precisamente Álvar García de Albornoz, quien fue Mayordomo Real y Embajador del Rey Alfonso XI de Castilla, además de abuelo de la esposa de Lope Vázquez de Acuña (el viejo). A todo esto hemos de sumarle que Teresa añadía el espacio de Valdejudíos, también cercano a Huelves. En este sentido, como indica Quintanillla (1988, 444-445), no cabe ninguna duda de que el enlace que Lope establece con Teresa, hizo que los Acuña alcanzaran cierto protagonismo en la vida política castellana.

En el trabajo sobre los castillos y fortalezas de Cuenca (Salas, 2019) se informa que es probable que en el breve periodo del primer Duque de Huete, es cuando se construyó o al menos se pudo reforzar el castillo de Huelves. Este espacio y que sería bautizado con el nombre del mismo linaje, era un punto de importancia considerable.

Es por ello fundamental entender que la mujer de Lope el Señor de Azañón y Buendía, además de arrastrar un linaje notablemente influyente en el área, permitía sellar un mayor control por el flanco oeste de los dominios que la familia Acuña iba incorporando. Estrategia que como vemos encaja con la hipótesis que planteamos en el presente artículo, en la que creemos ver un interés por parte de los Acuña, en descentralizar el poder de Cuenca, traiéndolo de este modo hacia Huete, puesto que controlaban los principales accesos de la zona. De ahí que pensamos que si el resultado de la Guerra de Sucesión Castellana hubiese sido a la inversa, muy probablemente el destino de la geopolítica alcarreña, hubiese cobrado otro rumbo. Sólo hemos de ver como tras entrar en el siglo XVI y con el paso del tiempo, en Huete irá desdibujándose ese perfil de ciudad influyente y próspera que se describe en los estudios de Sánchez Benito, para dar paso a un municipio que paulatinamente perderá fuelle, en detrimento de una política centralizada desde Cuenca.

Desde luego en tiempos de los Acuña, la Casa Real no estaba dispuesta a compartir la ciudad optense con ningún noble, y esto venían demostrándolo desde los tiempos de la Edad Media, donde otras muchas familias que controlaban los territorios circundantes jamás consiguieron hacerse con su posesión señorial.

No olvidemos que además de las tierras palentinas, los Acuña controlaron diversos señoríos dentro de las tierras del Obispado de Sigüenza, y que más abajo podían conectar con los intereses geopolíticos que tenían puestos en la alcarria conquense. Muestra de su interés por imponer con crudeza su fuerza, conocemos el caso de Anguix, donde se nos informa que Lope, hijo de Lope Vázquez de Acuña “recluyó, una vez que tomó el lugar, a aquellas personas que apresaba por estar labrando las tierras de pan llevar que estaban en término de Anguix, a quienes incluso robó acémilas y bestias cuando iban a labrar a esas heredades. Varios vecinos de Auñón reclamaron que tenían títulos y habían poseído pacíficamente muchas de estas tierras, labrándolas y llevándose sus frutos y rentas, además de pacer sus hierbas, beber las aguas, cortar y rozar y cazar en sus términos, pagando 1.200 mrs. anuales de martiniega” (Ortega, 2006, 85).

Castillo de Anguix, imagen de change.org


A pesar del varapalo que supuso para el linaje la pérdida de Huete, y toda idea de concentrar sus influencias en la Alcarria, vemos como finalizada la contienda con los reyes, los Acuña seguirán intentando restaurar y adquirir parte de esos dominios, en una acción a la desesperada de no perder la posición que de manera meteórica habían alcanzado en este lugar. Por ello a finales del siglo XV, todavía volvían a la carga tras la intentona de Lope de Acuña, de reclamar “en 1495 la heredad de Buciegas que pertenecía al término de Huete al concejo de Olmeda de la Cuesta, que la tenía ocupada porque argumentaba que le pertenecía tras la muerte de su madre María de Mendoza” (Ortega, 2006, 86).

Genealogía de la familia Acuña. Principales líneas del linaje durante el siglo XV (elaboración propia)


Lo cierto es que con el trascurso del tiempo la familia seguía ocupando puestos destacados que los metieron de lleno en la corte real o el alto clero, aunque nunca con la misma capacidad de maniobra y poder que en el trascurso de las primeras generaciones, donde experimentaron su fase de mayor auge a mediados del siglo XV, así como poco antes de su apoyo a Juana de Castilla. Consideramos pues la guerra de sucesión castellana como el punto de inflexión, que manifestado con la victoria de Isabel, y consiguiente implantación de los Reyes Católicos, consolida una fase de ruptura en el que los descendientes de los Acuña conquenses, a pesar de gozar de la posesión de diferentes señoríos, no volverán a tener el mismo protagonismo que en tiempos de Lope Vázquez de Acuña y Albornoz 3.

Obviamente, acabada la contienda se tomaron cartas sobre el asunto, de ahí que no fuese casual que se pusiera en marcha “la ley de Toledo de 1480 sobre la restitución de términos públicos, y que fue promulgada para evitar las usurpaciones que la nobleza señorial, la oligarquía urbana, las instituciones eclesiásticas o personas particulares realizaban en lugares destinados al uso comunitario de los concejos” (Ortega, 2006-B, 39).

Además de puestos destacados dentro de la corte, como el de camarero mayor de armas o el de doncel, la familia de los Acuña se proyectó con otros cargos igual de notables, y que iban consiguiendo a medida que medraban. Veremos por ejemplo el caso del de Guarda Mayor, el de Alcalde entregador del Rey de las mestas y cañadas, así como el de adelantado de Cazorla. Transcribimos algunas de esas menciones que aparecen detalladas en el trabajo de José Ignacio Ortega Cervigón (2006-C):

pp. 585, En 1417 concedió el oficio de Alcalde entregador del rey y del concejo de las mestas y cañadas a su tío y procurador Lope Vázquez de Acuña, señor de Azañón y Buendía”.

pp 590, “Lope Vázquez de Acuña fue nombrado adelantado de Cazorla por don Alfonso Carrillo de Acuña hacia 1455 y también ejerció el oficio bajo el arzobispo Pedro González de Mendoza (1482-1495), hasta 1486 aproximadamente”.

pp. 567, “El cargo de Guarda Mayor fue ocupado por numerosos nobles de origen conquense en los reinados de Juan II y Enrique IV, entre ellos Pedro de Acuña y Albornoz, conde de Buendía y señor de Dueñas”.

pp 586, “Pedro de Acuña fue designado por Juan II Alcalde y entregador mayor de las mestas y las cañadas (pp 587), También disfrutaron del cargo su hijo Lope Vázquez de Acuña desde 1480 y su nieto Juan de Acuña, que sustituyó a aquel a su muerte en 1489”.

pp 589, “Pedro de Acuña, primer conde de Buendía, y su hijo Lope Vázquez de Acuña, fueron adelantados de Cazorla. El primero desempeñó el cargo bajo el mandato de su hermano don Alfonso Carrillo de Acuña (1446-1482), hijo de Lope Vázquez de Acuña”.

Valgan pues estas líneas, como un breve compendio sobre un linaje, del que habría que plantear muchas cuestiones, que nos acerquen a entender la idea de territorio, como de los planes que en el aspecto geopolítico tuvieron sus integrantes.


David Gómez de Mora


Bibliografía:

* Blázquez Miguel, Juan (1987). Huete y su tierra: un enclave inquisitorial conquense. Ayuntamiento de Huete. Librería Anticuaria Jerez, 216 pp.

* Ortega Cervigón, José Ignacio (2006). “El arraigo de los linajes portugueses en la Castilla bajomedieval. El caso de los Acuña en el Obispado de Cuenca”. BSEEM, nº16, pp. 73-92

* Ortega Cervigón, José Ignacio (2006-B). La acción política y la proyección señorial de la nobleza territorial en el Obispado de Cuenca durante la Baja Edad Media. Memoria para optar al Grado de Doctor. Bajo la dirección de la doctora: María Concepción Quintanilla Raso Madrid, 2006, Universidad Complutense de Madrid, 941 pp.

* Ortega Cervigón, José Ignacio (2006-C). “Prestigio político y oficios reales: La nobleza conquense bajomedieval en el entorno cortesano”. Anuario de Estudios Medievales (AEM), 37/2, julio-diciembre de 2007, Universidad Complutense de Madrid, pp. 563-595

* Quintanilla Raso, M. C. (1988). “Reflexiones sobre los intereses nobiliarios y la política regia en tomo a Huete en el siglo XV”, Anuario de Estudios Medievales, 18. Homenaje a la memoria del profesor Dr. Emilio Sáez.

* Salas Parrilla, Miguel -coord.- (2019). Cuenca, castillos y fortalezas. Autores: Miguel Salas Parrilla, Rafael Moreno García, José Luis Rodríguez Zapata, José Antonio Almonacid Clavería, Michel Muñoz García, Miguel Ángel Valero Tévar, Santiago David Domínguez-Solera, Marino Poves Jiménez, José Ramón Ruiz Checa, David Gallego Valle, Juan Ramón Arcos Conde, Jaime García-Carpintero López-Mota, Miguel Romero Sáiz, Agrimiro Sáiz Ordoño, Miguel Ruiz Bricio, Jorge Jiménez Esteban, Miguel A. Castillo Sepúlveda, 576 pp.

* Sánchez Benito, José María (2006). Ciudad, territorio y poder. Huete y sus aldeas en el siglo XV. Editorial Alfonsípolis.


Notas:

1“Realizó grandes hechos de armas junto al infante don Fernando: ganó los castillos de Ortixica y Cazarabonela y participó en la batalla de la Sierra de la Boca. Cuando el infante tuvo necesidad de ir a Aragón, le encargó la guarda de la frontera con Granada, cuyo rey entraba con 3.000 hombres en territorio cristiano, llevando gran cantidad de cántaros y ganados. Lope Vázquez de Acuña le combatió con poca gente de pie y de caballo, y les ganó ocho banderas, que después el rey Juan II, para honrar a su persona, mandó traer por orla de sus armas. Su activa vida política en Cuenca se analizará más adelante, en el contexto de las luchas nobiliarias por el control de los mecanismos de poder concejiles” (Ortega, 2006-B, 182).

2“Este personaje se había criado en la Casa del monarca Juan II, a quien sirvió en distintos episodios militares contra los musulmanes en la Vega de Granada y contra los infantes de Aragón Enrique y Pedro: en 1430 integró el ejército real que fue a Alburquerque a someterlos, estuvo en San Lázaro —cerca de Toledo— cuando quisieron prender al rey y en 1445 participó en la batalla de Olmedo en el ejército de Álvaro de Luna que los derrotó, junto a Alfonso Carrillo” (Ortega, 2006-B, 184).

3“Fue después tan inquieto y gastador que en sus días dio licencia a su hijo para vender las villas de Azañón y Viana con todos los lugares del valle de Viana a don Íñigo López de Mendoza, conde de Tendilla; además, vendieron casi toda la hacienda que tuvieron en tierra de Huete, de manera que les quedó tan poca cantidad que el hijo hizo mayorazgo de solo 314.000 mrs.” (Ortega, 2006-B, 191).

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).