Si existe una familia que ha
escrito una parte de la historia de estas tierras durante el siglo
XV, la de los Acuña es sin ningún tipo de dudas una de las más
importantes. Su llegada al territorio conquense viene motivada por
las consecuencias de la Guerra de los Cien Años, tras la derrota de
Aljubarrota, lo que ocasionó la huida de diversos linajes de la
nobleza portuguesa que habían apoyado a Juan I.
La familia de los Acuña era
sobradamente conocida, no olvidemos que por ejemplo Martín Vázquez
de Acuña era ni más ni menos que Alcalde Mayor de Lisboa, además
de primer Conde de Valencia de Don Juan, Señor de Tábua, Sul,
Gulfar y Besteiros. El padre de Martín llegó a ser uno de los
grandes personajes del Reino de Portugal durante el siglo XIV, por lo
que varios de sus hijos, para no ser menos, cuando se asentaron en
tierras castellanas, establecieron enlaces con familias muy
poderosas, en algunos casos incluso con descendientes de Casas
Reales, lo que legitimaba el nombre y casta de su linaje.
Sobradamente conocido es el
trabajo
efectuado hace unos años atrás por Juan Ignacio Ortega Cervigón,
donde de manera monográfica (“El
arraigo de los linajes portugueses en la Castilla bajomedieval. El
caso de los Acuña en el Obispado de Cuenca”,
2006), y
que relacionado con
su tesis doctoral
(2006-B), nos ofrece un
completo análisis, de lo que
hasta la fecha definiríamos
como uno de los estudios
más extensos
sobre
la historia de una parte
de las élites conquenses durante
finales de la Edad Media.
Sistema amurallado de Buendía,
y que junto con su castillo formó parte de la trama defensiva donde
los Condes del lugar fortalecieron su posición.
Imagen: wikipedia.org
Sobre la descendencia de Vasco de
Acuña y su esposa,
tenemos constancia de una decena de hijos que se repartieron en dos
matrimonios. En nuestro
caso, nos interesan
especialmente los surgidos
del primer enlace,
pues tres
fueron los que
marcharon hasta tierras castellanas (Gil, Lope y Martín). Sus
alianzas
matrimoniales no serán desde luego un hecho baladí, pues el poder e
influencia de sus cónyuges era sobradamente conocido, lo que les
facilitaría una inserción, que además con el beneplácito de la
corona, les permitiría mantener su estatus e incluso incrementarlo a
pesar de ser una primera generación recién llegada.
Lope Vázquez de Acuña1
casó con doña Teresa Carrillo de Albornoz, quien ya controlaba el
Señorío de Paredes, Portilla y Valtablado, y ahora por mediación
de su marido pasaba a ser Señora consorte de Buendía y Azañón,
puesto que Lope los recibió por concesión de Enrique III, el mismo
monarca que tres años antes ofrecía una pequeña aldea a los Ruiz
de Alarcón, y que fue el punto de proyección inicial de este linaje
en las altas esferas del ámbito nobiliario.
Sin lugar a dudas Enrique “el doliente”, supo
premiar a todas aquellas
familias que años atrás
dieron la cara por su
padre Juan I de Castilla .
La línea de Lope fue una de las
más afortunadas, pues su hijo Pedro2
recibiría el mayorazgo de sus padres, incorporando a sus
posesiones Buendía (con
quien ya se establecería
como condado), el Señorío de Casas de Javalera, Paredes y
Portalrubio. Éste casó
con la noble doña Inés de Herrera y de Ayala, quien era hija del
Mariscal de Castilla y Señor de Ampudia, Don
Pedro
García de Herrera y María de Ayala (Señora de Salvatierra). Otro
de los hermanos afortunados de Pedro fue Leonor Carrillo de Acuña,
Señora de Portilla (dominio
que le recayó por su madre), además de esposa de Juan de Silva y
Meneses, Conde de Cifuentes. Tampoco podemos olvidar a Gómez
Carrillo de Acuña, Señor de Jadraque, también hermano de los
anteriores, y que estableció enlace con doña María de Castilla.
Gómez, al igual que su hermano Pedro, participó en la batalla de
la Higueruela contra los musulmanes en el año 1431.
Los Acuña controlaron diversas
superficies señoriales en tierras palentinas, donde también
expandieron una política de control directo, que les llevó a una
resistencia antiseñorial de los habitantes del lugar, y que como
sabemos tuvo sus fisuras en Dueñas y otros enclaves. Obviamente el
linaje no quería perder el tiempo, por ello, a pesar de contar con
un escaso periodo de asentamiento en el territorio castellano,
intentaron ampliar sus influencias y patrimonio hasta donde pudieron.
Uno de los personajes más
insignes de la familia fue Lope Vázquez de Acuña (el hijo de Lope),
quien llegó a ser Conde de Buendía y de Viana, además de Duque de
Huete, sin olvidar que fue tío de Fernando el Católico, hijo de
Juan II de Aragón y Juana Enríquez, pues su mujer Inés Enríquez
era hermana de Juana. Resulta curioso el caso del Ducado de Huete,
del que nunca llegó a tomar posesión, debido a que la presión
ejercida por los optenses pudo más que sus ansias de control, ya que
los habitantes de la ciudad querían que el lugar siguiera siendo de
control regio.
El asentamiento de linajes judíos
en la tierra de Huete, coincide casi cronológicamente
con la llegada de los Acuña.
El enclave optense fue sin lugar a dudas un espacio de recepción
para muchas de las grandes
casas que no pudieron
proyectarse en la capital
por las exigencias religiosas impuestas,
por no mencionar la
coacción y persecución a las que se vieron sometidas.
En el caso de Huete, “lo
cierto es que los judíos se refugiaron en el castillo y no parece
que hubiese matanzas similares a las ocurridas en otras localidades”
(Blázquez, 1987, 42).
En este emplazamiento había
familias de notable poder. Buen
ejemplo de ello fue
el recaudador Ça Cohen quien recogía “las
rentas de alcabalas en Cuenca y su obispado. Hombre de gran
influencia y fortuna, toda su vida se dedicó a los negocios y a
pleitear contra quienes juzgaba y no se ajustaban a compromisos
contraídos”
(Blázquez, 1987, 43).
La presencia de numerosos linajes
que habían conseguido el reconocimiento de nobleza tras la gran
conversión, junto prestamistas que como vemos se negaban a dejar
atrás sus raíces religiosas, generaron un núcleo poblacional sobre
el que afloraron numerosas familias con recursos, indispensables para
explicar los intereses que Lope de Acuña perseguía en esta zona y
sus dominios.
Con la entrada en el trono de los
Reyes Católicos, los judíos “conservaron siempre un alto grado
de actividad, participando en arrendamiento de rentas, adquisición
de propiedades -incluso de tierras de cultivo a pesar de los
impedimentos legales- y sirviendo de cuna a personajes tan destacados
como el físico Symuel Abenuxén” (Sánchez, 2006, 52-53).
Huete era además un enclave
repleto de familias de la pequeña burguesía, un centro de poder,
donde la economía local fomentaba la creación de familias
destacadas, que aseguraban una producción permanente, donde el
comercio, los servicios y la agricultura congregaron una élite
municipal, con influencias en muchos casos más allá del ámbito
local, que además de Cuenca, estaba estrechamente relacionada con el
territorio de Guadalajara.
La posición de los Acuña,
contraria a los intereses de la Reina Isabel tras el estallido de la
Guerra de Sucesión Castellana, fue una constante que preocupó
muchos a los habitantes de la localidad, donde veían como los Acuña
comenzaban a acrecentar su dominio en el perímetro de lo que hoy
denominaríamos como el área comarcal, sufriendo sus consecuencias
de primera mano. Ya en los tiempos del hijo del Señor de Buendía,
concretamente Pedro de Acuña y Carrillo de Albornoz, la ciudad de
Cuenca veía los riesgos y poder concentrado por este linaje.
Igualmente su hermano Lope empleó todo lo que tenía a su alcance
para fortalecer su posición en Huete. Como destaca Sánchez (2006,
155) apoyándose en el trabajo de Quintanilla (1989), Lope se apoderó
de determinados lugares como Anguix y Huelves. Podemos afirmar que
los Acuña no se amilanaron, por ello para la toma del castillo de
Huete, Lope Vázquez de Acuña desplegó toda la resistencia que
pudo, hasta el punto de que se tuvo que cercar y sitiar.
No cabe ninguna duda del temor de
los optenses ante las operaciones que se llevaba entre manos el que
pretendió ser Duque del lugar, ya que en cuestión de varias décadas
consiguió convertirse en uno de los caudillos locales que mayores
riquezas concentró. Desde luego Lope era un hombre inconformista, y
sus ansias por ampliar su influencia nunca eran saciadas. “La aldea de Paredes había
sido tomada por Gómez Carrillo hacia 1400. La ciudad, disconforme,
pleiteó desde 1436 a 1455, aprovechando la presencia de jueces de
términos, y consiguió obtener sentencia favorable. Posteriormente,
la supremacía de Lope Vázquez de Acuña, cuya mujer Teresa Carrillo
decía tener los derechos sobre el lugar, impuso la pérdida
nuevamente de todo el término, obligando incluso a los regidores a
esconder la documentación judicial por miedo a quien desde el mismo
castillo urbano dominaba por completo la ciudad”
(Sánchez, 2006, 119).
En la izquierda, sepulcro de
Don Pedro Vázquez de Acuña y Carrillo de Albornoz, en la Iglesia de
Santa María de la Asunción de Dueñas. Fuente: pantxike.wordpress.
En la imagen derecha, sepulcro de Gómez Carrillo de Acuña en la
capilla mayor de la catedral de Sigüenza. Fuente: es.wikipedia.org
Obviamente los habitantes de la
ciudad sabían los contras que comportaba estar sumidos a los Acuña.
Hecho que hemos vislumbrado en la dinámica económica de los núcleos
poblaciones, en los que hay una clara relación entre la emersión
social de la pequeña burguesía local, respecto la inexistencia de
amplios espacios de dominios por mayorazgos de sus Señores. Ya
comentamos que en el área este de la franja de Huete, lugares como
Caracenilla o Saceda del Río tuvieron importantes terratenientes, en
detrimento de la capacidad que podían poseer los habitantes de otros
municipios como Carrascosilla o Villarejo de la Peñuela,
donde la capacidad de generar riqueza sobre bienes raíces era mucho
más complicada.
Además de Lope Vázquez (el
mayor), junto con Gil Vázquez de Acuña, marido de Isabel Pereira,
no podemos olvidar a Martín Vázquez de Acuña, el anteriormente
referido Conde de Valencia de Don Juan (enterrado precisamente en el
convento de Santo Domingo de esa ciudad), quien fue hermano de los
referidos. Éste tuvo alrededor de una decena de hijos en dos
matrimonios. En lo que concibe a sus primeras nupcias con Teresa
Téllez Girón fueron numerosos los descendientes, destacando Ginebra
de Acuña Girón, quien casó con Sancho Manuel, hijo del Conde de
Carrión que no llegó a poseer el título y que le recayó a su
hermana. Otra descendientes destacada fue Beatriz de Acuña Girón,
esposa de Juan de Valencia, Mariscal de Castilla en Zamora y Señor
de Valencia del Campo. Pero si hemos de remarcar un personaje de
enorme trascendencia para la familia, ese fue Alfonso Téllez-Girón
quien casó con la influyente María Pacheco. Un enlace más que
estratégico, consiguiendo ser alcaide de Belmonte. Alfonso aportó por su línea materna el
Señorío de Villalpando, Villamayor y Villafrechós. María Pacheco
fue sin lugar a duda un gran partido, ya que era la hija única de
Juan Fernández Pacheco e Inés Téllez de Meneses.
La estrecha vinculación entre
las líneas de la Manchuela con la de la Alcarria fomentó un
refortalecimiento de la
familia, así “en
1464 Enrique IV entregó la villa y la fortaleza de Huete al marqués
de Villena —tutor de don Alfonso— para realizar la toma de
posesión en nombre del infante, encargada a Lope Vázquez de Acuña,
cuya adscripción al bando alfonsino era completa al ser nombrado
Camarero mayor de las armas y recibir importantes cantidades en
concepto de quitación, lanzas y juros de heredad”
(Ortega, 2006-B, 191). Por
aquellos tiempos el área de la Manchuela, tras la coalición con los
Pacheco, se convirtió
en un punto sobre el que podrían desplegar su poder. Mientras tanto,
en la zona de la Alcarria Conquense, se atrincheraron como una de las
familias con mayor capacidad económica.
No olvidemos que Juan Fernández
Pacheco fue el suegro de Alfonso, y del mismo modo que su tío el
Señor de Buendía, éste fue recompensado por el monarca Enrique
III, recibiendo el lugar de Belmonte, donde se adjuntaban las aldeas
de Osa, Hinojosos y Monreal, que obviamente pasaron a su hija María
más tarde.
Las obras del castillo de
Belmonte se empezaron con el vástago de ambos, Don Juan Pacheco,
quien fue el primer Marqués de Villena. Debido a las convulsiones
políticas, la familia de los Acuña-Pacheco optaron por comenzar a
desplegar una línea de defensas sobre aquellos espacios que habían
adquirido recientemente sus abuelos. Esta idea de fortalecer sus
territorios ante los riesgos continuos que existían, fue adoptada
por sus vecinos de la línea alcarreña, donde se actuará tanto en
Buendía, Huevles y Huete.
Pensamos que el castillo de
Buendía se reforzó con una muralla cuando Pedro recibiría el
título de conde por su defensa al infante Alfonso. Igual de
importante era asegurar la plaza de Huelves, y cuyo castillo todavía
es conocido con el nombre de “Castil de Acuña”. No olvidemos que
Lope Vázquez de Acuña (el Duque de Huete) se posicionó en el bando
de la Beltraneja, aprovechando su territorio heredado como un
baluarte geográfico desde el que intentará mantener su posición y
dañar lo mayormente posible a la Reina Isabel.
No muy lejos de allí, estaba lo
que se conoce como la Alcazaba de Huete, y cuyas reminiscencias
arquitectónicas nos conducen al periodo de dominio musulmán. Sobre
ese baluarte defensivo en medio de una zona llana, Lope sabía la
importancia de su fidelidad como de los beneficios que le podía
reportar que surgiese ganador de aquella guerra, pues sin necesidad
de nadie, era propietario de un amplio territorio, conectado por un
conjunto de redes de caminos y suministros, a través de los lugares
que integraban sus señoríos familiares de la provincia de
Guadalajara. Del mismo modo, no hemos de olvidar que por aquel
entonces, el enclave optense era sin ningún lugar a dudas una de las
localidades más prósperas e importantes de la provincia.
En 1464 Enrique IV entregó la
villa y la fortaleza de Huete al marqués de Villena -tutor de don
Alfonso- para realizar la toma de posesión en nombre del infante,
encargada a Lope Vázquez de Acuña, cuya adscripción al bando
alfonsino era completa al ser nombrado camarero mayor de las armas y
recibir importantes cantidades en concepto de quitación, lanzas y
juros de heredad (Ortega, 2006, 77-78).
En tiempos del Duque, Huete
creció de forma notable, y en cierto modo, suponía una amenaza para
los intereses de la capital conquense. Muchos de los judíos y
linajes conversos que tras la persecución de finales del siglo XIV,
vieron en sus calles, y especialmente en barrios como el de Santa
María de Atienza un lugar desde el cual poder seguir proyectándose,
ampliaron su patrimonio, y de este modo, crecieron y generaron un
asentamiento que económicamente era más que beneficioso para
cualquier señor o amo que se prestara a tener controladas sus
rentas. Desde luego si algo demostró la Realeza, es que bajo ningún
concepto Huete se entregaría a las familias nobles, a excepción de los Acuña.
En aquellos tiempos de conflictos
turbios, Lope apoyándose en el privilegio concedido por Enrique IV,
fortificó todo lo que pudo su posición, siendo precisamente en ese
instante (y que deberíamos de enmarcar en el año 1475), cuando
Isabel I ordena la expropiación de todos sus bienes señoriales y
consiguientes fortalezas.
El sueño de Lope tiempo después
había acabado, abandonando su idea de amasar mayores influencias en
las tierras alcarreñas. La reina para asegurarse de que los Acuña
no iban a ser un quebradero de cabeza en un futuro inmediato, se
encargó de que Lope recibiera un perdón real, además de pedirle a
su hermano el Arzobispo de Toledo que se uniera a sus servicios. De
una manera inteligente y bastante sutil, se apagó todo intento de
reacción de un linaje, que a pesar de llevar sólo en aquel marco
geográfico dos generaciones, fue capaz de rivalizar contra la misma
casa real, ya que como vemos sus miras eran más que pretenciosas,
tanto es así que el hermano de Lope ya había conseguido emparentar
con los reyes, sin olvidar que su primo Pedro de Acuña y de Portugal
era hijo de María de Portugal, estrechamente ligada con la corona de
ese país, pues era hija de Juan de Portugal, hijo del rey Don Pedro.
Con este panorama, los propios Reyes Católicos entendieron que con
los Acuña no salía a cuenta acabar a malas.
Es lógico pensar que tras su
posicionamiento, junto con la red de influencias y poder amasado, los
reyes vieron a los Acuña
como unos enemigos, con
los que habían de tener cierto grado de respeto. “Los
Acuña también poseyeron importantes intereses señoriales en
tierras palentinas, pues desde 1439 Pedro de Acuña era señor de
Dueñas y otras villas de la merindad de Cerrato. Este personaje
había servido a Juan II en distintos episodios militares contra los
infantes de Aragón Enrique y Pedro: en 1430 integró el ejército
real que fue a Alburquerque a someterlos y en 1445 participó en la
batalla de Olmedo en el ejército de Álvaro
de Luna que los
derrotó, junto a Alfonso Carrillo”
(Ortega, 2006, 76).
Hablando del Lope que entregó la
fortaleza “otra muestra de esta actitud
incontrolada fueron los numerosos pleitos en tablados posteriormente
entre Lope Vázquez de Acuña y los oficiales de Huete, algunos
lugares de su tierra y personas particulares por los agravios
recibidos durante el enfrentamiento entre enriqueños y alfonsinos.
La militancia en el partido liderado por el Marqués de
Villena y los poderes recibidos por el infante, así como el control
del castillo de Huete, permitieron esta capacidad excesiva de mando”
(Ortega, 2006, 78).
Para nosotros no hay ninguna
discusión en afirmar que Lope era indiscutiblemente uno de los
grandes caciques que se había apropiado del dominio del área de
Huete, por lo que suponemos que a la Reina Isabel poca gracia le
haría esta situación.
Zona de control territorial de
la familia Acuña durante la segunda mitad del siglo XV en la tierra
de Huete. Imagen de soporte extraída de google.com (elaboración
propia).
Pensamos que los planes de los
Acuña iban más allá de la idea de poseer y acumular Señoríos de
los que sacar rédito económico, de ahí que su sublevación a
la reina Isabel, junto la adquisición de determinados territorios, y
cuyo eje vertebral radicaba en Huete, pudo responderse a un intento
fallido de ver en la Alcarria algo más que un entorno geográfico
del que sacar dinero. Nuestra idea se apoya en la localización
precisa y concreta de determinados enclaves de los que fueron
señores, donde se intuye una política descentralizadora respecto a
Cuenca, y que se pretendió consolidar a través de un anillo
exterior que ocupaba un radio de 30 kilómetros, en el que entraban
los enclaves de Buendía, Portalrubio y Huelves, que conectaban hacia
un segundo espacio o en este caso, principal núcleo o foco
geográfico, cuya ubicación corresponde con la ciudad optense.
El punto de fortificación que
pudo suponer Buendía por el norte era crucial para sus intereses,
pues Lope Vázquez ya era al mismo tiempo Señor de Azañon,
localidad emplazada más a septentrión, y todavía dentro de las
tierras de Guadalajara, y que abajo conectaba con la alcarria
conquense, bifurcando y buscando por un lado Buendía (precisamente
fortificada posteriormente por su hijo), así como llevando también
hasta la zona de Villalba (de donde los Acuña ya recibían rentas y
muy probablemente querrían poseer como futuros Señores), todo esto
sin olvidar Portalrubio, de donde si llegaron a ser señores. Una
idea que queda mejor dibujada en el posicionamiento de zonas
intermedias de refuerzo como Casas de Javalera, y que por el costado
meridional sellaba con el control de Huelves, estirando su influencia
hasta el principal acceso, Carrascosa del Campo, localidad de donde
era precisamente Álvar García de Albornoz, quien fue Mayordomo Real
y Embajador del Rey Alfonso XI de Castilla, además de abuelo de la
esposa de Lope Vázquez de Acuña (el viejo). A todo esto hemos de
sumarle que Teresa añadía el espacio de Valdejudíos, también
cercano a Huelves. En este sentido, como indica Quintanillla (1988,
444-445), no cabe ninguna duda de que el enlace que Lope establece
con Teresa, hizo que los Acuña alcanzaran cierto protagonismo en la
vida política castellana.
En el trabajo sobre los castillos
y fortalezas de Cuenca (Salas, 2019) se informa que es probable que
en el breve periodo del primer Duque de Huete, es cuando se construyó
o al menos se pudo reforzar el castillo de Huelves. Este espacio y que sería bautizado con el nombre del
mismo linaje, era un punto de importancia considerable.
Es por ello fundamental entender
que la mujer de Lope el Señor de Azañón y Buendía, además de
arrastrar un linaje notablemente influyente en el área, permitía
sellar un mayor control por el flanco oeste de los dominios que la
familia Acuña iba incorporando. Estrategia que como vemos encaja con
la hipótesis que planteamos en el presente artículo, en la que
creemos ver un interés por parte de los Acuña, en descentralizar el
poder de Cuenca, traiéndolo de este modo hacia Huete, puesto que
controlaban los principales accesos de la zona. De ahí que pensamos
que si el resultado de la Guerra de Sucesión Castellana hubiese sido
a la inversa, muy probablemente el destino de la geopolítica
alcarreña, hubiese cobrado otro rumbo. Sólo hemos de ver como tras
entrar en el siglo XVI y con el paso del tiempo, en Huete irá
desdibujándose ese perfil de ciudad influyente y próspera que se
describe en los estudios de Sánchez Benito, para dar paso a un
municipio que paulatinamente perderá fuelle, en detrimento de una
política centralizada desde Cuenca.
Desde luego en tiempos de los
Acuña, la Casa Real no estaba dispuesta a compartir la ciudad
optense con ningún noble, y esto venían demostrándolo desde los
tiempos de la Edad Media, donde otras muchas familias que controlaban
los territorios circundantes jamás consiguieron hacerse con su
posesión señorial.
No
olvidemos que además de las tierras palentinas, los Acuña
controlaron diversos señoríos dentro de las tierras del Obispado de
Sigüenza, y que más abajo podían conectar con los intereses
geopolíticos
que tenían puestos
en
la alcarria
conquense. Muestra de su interés por imponer con crudeza su fuerza,
conocemos el caso de Anguix, donde se nos informa que Lope, hijo de
Lope Vázquez de Acuña “recluyó,
una vez que tomó el lugar, a aquellas personas que apresaba por
estar labrando las tierras de pan llevar que estaban en término de
Anguix, a quienes incluso robó acémilas y bestias cuando iban a
labrar a esas heredades. Varios vecinos de Auñón reclamaron que
tenían títulos y habían poseído pacíficamente muchas de estas
tierras, labrándolas y llevándose sus frutos y rentas, además de
pacer sus hierbas, beber las aguas, cortar y rozar y cazar en sus
términos, pagando 1.200 mrs. anuales de martiniega”
(Ortega, 2006, 85).
Castillo de Anguix, imagen de
change.org
A pesar del
varapalo que supuso para el linaje la pérdida de Huete, y toda idea
de concentrar sus
influencias
en la Alcarria, vemos como finalizada la contienda con los reyes, los
Acuña
seguirán intentando restaurar y adquirir parte de esos dominios, en
una acción a la desesperada de no perder la posición que de manera
meteórica habían alcanzado en este lugar. Por ello a finales del
siglo XV, todavía volvían a la carga tras la intentona de Lope de
Acuña, de reclamar “en
1495 la heredad de Buciegas que pertenecía al término de Huete al
concejo de Olmeda de la Cuesta, que la tenía ocupada porque
argumentaba que le pertenecía tras la muerte de su madre María de
Mendoza” (Ortega,
2006, 86).
Genealogía
de la familia Acuña. Principales líneas del linaje durante el siglo
XV (elaboración propia)
Lo cierto
es que con el trascurso del tiempo la familia seguía ocupando
puestos destacados que los metieron
de lleno en la corte real o el alto clero, aunque nunca con la misma
capacidad de maniobra y poder que en el trascurso de las primeras
generaciones, donde experimentaron
su fase de mayor auge
a
mediados del siglo XV, así como poco antes de
su
apoyo a Juana de Castilla. Consideramos pues la guerra de sucesión
castellana como el punto de inflexión, que manifestado
con
la victoria de Isabel, y consiguiente implantación de los Reyes
Católicos, consolida
una
fase de ruptura en el que los descendientes de los Acuña conquenses,
a pesar de gozar de la posesión de diferentes señoríos, no
volverán a tener el mismo
protagonismo
que en tiempos de Lope Vázquez de Acuña y Albornoz 3.
Obviamente,
acabada
la contienda
se tomaron cartas sobre el asunto, de ahí que no fuese casual que se
pusiera
en marcha “la
ley de Toledo de 1480 sobre la restitución de términos públicos, y
que
fue promulgada para evitar las usurpaciones que la nobleza señorial,
la oligarquía urbana, las instituciones eclesiásticas o personas
particulares realizaban en lugares destinados al uso comunitario de
los concejos”
(Ortega, 2006-B, 39).
Además
de puestos destacados dentro de la corte, como el de camarero mayor
de armas o el de doncel, la familia de los Acuña se proyectó con
otros cargos igual de notables, y que iban consiguiendo a medida que
medraban. Veremos por ejemplo el caso del de Guarda Mayor, el de
Alcalde entregador del Rey de las mestas y cañadas, así como el de
adelantado de Cazorla. Transcribimos algunas de esas menciones que
aparecen detalladas en el trabajo de José Ignacio Ortega Cervigón
(2006-C):
pp.
585, “En
1417 concedió el oficio de Alcalde entregador del rey y del concejo
de las mestas y cañadas a su tío y procurador Lope Vázquez de
Acuña, señor de Azañón y Buendía”.
pp
590, “Lope
Vázquez de Acuña fue nombrado adelantado de Cazorla por don Alfonso
Carrillo de Acuña hacia 1455 y también ejerció el oficio bajo el
arzobispo Pedro González de Mendoza (1482-1495), hasta 1486
aproximadamente”.
pp.
567, “El
cargo de Guarda Mayor fue ocupado por numerosos nobles de origen
conquense en los reinados de Juan II y Enrique IV, entre ellos Pedro
de Acuña y Albornoz, conde de Buendía y señor de Dueñas”.
pp
586, “Pedro
de Acuña fue designado por Juan II Alcalde y entregador mayor de las
mestas y las cañadas (pp 587), También disfrutaron del cargo su
hijo Lope Vázquez de Acuña desde 1480 y su nieto Juan de Acuña,
que sustituyó a aquel a su muerte en 1489”.
pp
589, “Pedro
de Acuña, primer conde de Buendía, y su hijo Lope Vázquez de
Acuña, fueron adelantados de Cazorla. El primero desempeñó el
cargo bajo el mandato de su hermano don Alfonso Carrillo de Acuña
(1446-1482), hijo de Lope Vázquez de Acuña”.
Valgan
pues estas líneas, como un breve compendio sobre un linaje, del que
habría que plantear muchas cuestiones, que nos acerquen a entender
la idea de territorio, como de los planes que en el aspecto
geopolítico tuvieron sus integrantes.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* Blázquez
Miguel, Juan (1987). Huete y su tierra: un enclave inquisitorial
conquense. Ayuntamiento de Huete. Librería Anticuaria Jerez, 216 pp.
*
Ortega Cervigón, José Ignacio (2006). “El arraigo de los linajes
portugueses en la Castilla bajomedieval. El caso de los Acuña en el
Obispado de Cuenca”. BSEEM, nº16, pp. 73-92
*
Ortega Cervigón, José Ignacio (2006-B). La acción política y la
proyección señorial de la nobleza territorial en el Obispado de
Cuenca durante la Baja Edad Media. Memoria para optar al Grado de
Doctor. Bajo la dirección de la doctora: María Concepción
Quintanilla Raso Madrid, 2006, Universidad Complutense de Madrid, 941
pp.
*
Ortega Cervigón, José Ignacio (2006-C). “Prestigio político y
oficios reales: La nobleza conquense bajomedieval en el entorno
cortesano”. Anuario de Estudios Medievales (AEM), 37/2,
julio-diciembre de 2007, Universidad Complutense de Madrid, pp.
563-595
*
Quintanilla Raso, M. C. (1988). “Reflexiones sobre los intereses
nobiliarios y la política regia en tomo a Huete en el siglo XV”,
Anuario de Estudios Medievales, 18.
Homenaje
a la memoria del profesor Dr. Emilio Sáez.
*
Salas Parrilla, Miguel -coord.- (2019). Cuenca, castillos y
fortalezas. Autores: Miguel Salas Parrilla, Rafael Moreno García,
José Luis Rodríguez Zapata, José Antonio Almonacid Clavería,
Michel Muñoz García, Miguel Ángel Valero Tévar, Santiago David
Domínguez-Solera, Marino Poves Jiménez, José Ramón Ruiz Checa,
David Gallego Valle, Juan Ramón Arcos Conde, Jaime García-Carpintero
López-Mota, Miguel Romero Sáiz, Agrimiro Sáiz Ordoño, Miguel Ruiz
Bricio, Jorge Jiménez Esteban, Miguel A. Castillo Sepúlveda, 576
pp.
*
Sánchez Benito, José María (2006). Ciudad, territorio y poder.
Huete y sus aldeas en el siglo XV. Editorial Alfonsípolis.
Notas:
1“Realizó
grandes hechos de armas junto al infante don Fernando: ganó los
castillos de Ortixica y Cazarabonela y participó en la batalla de
la Sierra de la Boca. Cuando el infante tuvo necesidad de ir a
Aragón, le encargó la guarda de la frontera con Granada, cuyo rey
entraba con 3.000 hombres en territorio cristiano, llevando gran
cantidad de cántaros y ganados. Lope Vázquez de Acuña le combatió
con poca gente de pie y de caballo, y les ganó ocho banderas, que
después el rey Juan II, para honrar a su persona, mandó traer por
orla de sus armas. Su activa vida política en Cuenca se analizará
más adelante, en el contexto de las luchas nobiliarias por el
control de los mecanismos de poder concejiles” (Ortega,
2006-B, 182).
2“Este
personaje se había criado en la Casa del monarca Juan II, a quien
sirvió en distintos episodios militares contra los musulmanes en la
Vega de Granada y contra los infantes de Aragón Enrique y Pedro: en
1430 integró el ejército real que fue a Alburquerque a someterlos,
estuvo en San Lázaro —cerca de Toledo— cuando quisieron prender
al rey y en 1445 participó en la batalla de Olmedo en el ejército
de Álvaro de Luna que los derrotó, junto a Alfonso Carrillo”
(Ortega, 2006-B, 184).
3“Fue
después tan inquieto y gastador que en sus días dio licencia a su
hijo para vender las villas de Azañón y Viana con todos los
lugares del valle de Viana a don Íñigo López de Mendoza, conde de
Tendilla; además, vendieron casi toda la hacienda que tuvieron en
tierra de Huete, de manera que les quedó tan poca cantidad que el
hijo hizo mayorazgo de solo 314.000 mrs.” (Ortega, 2006-B,
191).