Ya hemos publicado en
diferentes ocasiones que tipo de intereses albergaban los Alarcones a la hora
de querer extender sus dominios en determinados puntos de la geografía
conquense. Y es que desde finales de la Edad Media, apreciamos como se valora
el papel que juegan las torres de vigilancia, desde las que se podía divisar un
entorno que en cuestión de varias décadas había comenzado a fragmentarse y
señorializarse de forma súbita.
Las concesiones territoriales se
disparan a partir del reinado de Enrique III, marcando un punto de inflexión, lo
que dibujará un intrincado tablero, en el que sólo los más poderosos podrán
ejercer el dominio de un lugar preciso. Una nueva oportunidad que será
aprovechada sólo por aquellas familias con un destacado poder económico, y
entre las que se encontraban algunas que hasta no hacía mucho tiempo, acababan
de modificar su nombre y apellido, como resultado de la gran revuelta antijudía
de 1391, que en Cuenca como en otros puntos de su geografía, se recuerda por la
intensa espiral de violencia alcanzada.
Con ese panorama, y ante una
sociedad que dejaba bien claro que límites y manera de crecer socialmente era
la adecuada, comenzamos a ver distintos linajes, que aprovechando una segunda
oportunidad para “reinsertarse”, invertirán y mostrarán su apoyo de manera
legítima a la Corona. Esto se traducirá en concesiones y otorgamientos, que
generarán una feudalización del marco geográfico, donde veremos todo tipo de
situaciones, empezando con antiguas familias involucradas desde
los tiempos de la primera guerra civil castellana, así como otros grupos que procedían de grandes terratenientes del lugar (en algunos casos cristianos
viejos que como labradores de sus propias haciendas, habían mejorado económicamente),
sin olvidar los mencionados conversos judíos, prestamistas y acaudalados
rentistas que tras sobrevivir a la purga de 1391, estaban dispuestos aceptar
las nuevas reglas de juego.
La gran mayoría del conjunto de
este grupo de personas tan heterogéneo, al menos compartía algo en común, y eso
era el invocar a un pasado mitológico o legendario de su familia, que los
remontaba hasta los tiempos de la conquista cristiana. Este relato era
entendible, especialmente a partir de finales del siglo XV, cuando el contexto
social lo requería más si cabe, pues entra en escena la Inquisición.
A partir de ahí la elección era
libre, los había quienes afirmaban haber combatido junto al mismísimo Alfonso
VIII durante la toma de Cuenca en 1177, otros eran más precavidos e intentaban
ser más discretos, tirando de algún cacique o personaje que la documentación
histórica no pudiese probar de ninguna de las maneras.
Sobre ese escenario de fondo es
como comenzaremos a ver el nacimiento de una pugna, en la que cada linaje
intentará hacerse con una parte del pastel. Un tira y afloja que como apreciamos
en el caso de la tierra de Huete tuvo que frenarse en seco, pues con tanto
nuevo Señor, quien sufría las primeras consecuencias era la propia corona, de
ahí la necesidad de controlar esta práctica en determinados lugares, además de
confabularse enmarañados acuerdos, que siempre deberemos ver con los ojos de la
geografía política de aquellos tiempos.
Centrándonos en los Ruiz de
Alarcón de Piqueras, ya comentamos que su pasado genealógico es una cuestión
claramente turbia y confusa. Si queremos seguir el relato de los tratados familiares,
todo es sencillo y claro, pero no es el caso, ya que como bien sabemos, la
intencionalidad y uso de estas fuentes era mera propaganda del linaje, editándose
en un periodo de tiempo muy apartado del que pretendemos abordar, y que por lo
tanto nos aleja del objetivo que perseguimos a la hora de entender los
intereses territoriales de estos grupos de poder.
Sobre esta rama de los Ruiz de
Alarcón, una de las pocas conclusiones a las que hemos llegado, es que desciende
de los González del Castillo. Un linaje converso, en el que hasta los mismos Alarcón,
reconocen su pertenencia en variados documentos.
En todo este relato entra en
juego un personaje que la historiografía ha dejado literalmente de lado, pero
quien desde la perspectiva genealógica e histórica explica muchas cosas, ese es
Garci Ruiz de Alarcón.
Garci era sobradamente
conocedor de su ascendencia, y tanto por interés personal, como por el de su prole,
supo cómo emplear cada una de las informaciones que afectaban a su familia.
Castillo
de Fuentes, en Villarejo de Fuentes. El Señorío perteneció al hijo de García, Don
Alonso Ruiz Girón de Alarcón, tras celebrar su matrimonio con Doña Juana
Pacheco de Silva. Imagen de castillosdelolvido.com
Don García ya era Señor de
Albaladejo desde finales del siglo XV, concesión sobre la que hemos expuesto en
diversas ocasiones su probable origen. Es importantísimo dejar clara la
cuestión de cómo le llegan estos dominios a los Alarcón de Piqueras, puesto que
indirectamente estaremos reconstruyendo ese pasado familiar, que como nosotros
sostenemos, empezó a desdibujarse en tiempos de su protagonista.
W. King comentaba que “el
licenciado Fernán González del Castillo, hijo de Pedro González,
heredó de su
padre algunas propiedades
en Castillo de
Garcimuñoz, habiendo medrado, pues hizo
un buen matrimonio
(su mujer Guiomar
de Alarcón, hija
de Garci Ruiz de
Alarcón, señor de
Buenache, quien establece el
primer vínculo con los
descendientes de Fernán
Martínez de Ceballos),
comprando la villa
de Albaladejo en
1474 y fundando
en este mismo
año un mayorazgo
para su hijo
Pedro de Alarcón” (King, 1970, 63).
Para desgracia de los que
amamos la genealogía, la inversión del apellido en la ascendencia de García,
acarreará una desfiguración de su pertenencia a un linaje, del que
afortunadamente si existen estudios, destacando especialmente los efectuados
por los historiadores Miguel Rodríguez Llopis, Aurelio Pretel Marín o Ignacio
de la Rosa Ferrer, quienes han aportado un conjunto de conocimientos sin
precedentes acerca de la vida de los Castillo.
Elementos
defensivos relacionados con la familia de García Ruiz de Alarcón (elaboración
propia)
A pesar de que a García lo
único que le llega es un Señorío que nada tenía que ver con el que poseyeron
sus antepasados, hemos de ver como todavía conserva ese interés por tomar parte
del control del espacio geográfico sobre el que está asentado. Recordemos que
Pedro González del Castillo fue Señor de Santa María del Campo y de Santiago de
la Torre, que en el caso de este último reforzaría arquitectónicamente. Como
indica Ignacio de la Rosa, “Santiago el Quebrado era propiedad de
Rodrigo Rodríguez de Avilés, el antecesor de la línea bastarda de los Pacheco,
que consolidó su poder en el señorío de Minaya. Preso de los moros tuvo que
pagar un alto rescate, que le obligaría a vender en 1428 su heredad de Santiago
el Quebrado al doctor Pedro González del Castillo. Especial querencia debía
tener el doctor a este lugar pues aquí lo dispuso como primer lugar para que se
le enterrara y aquí mando construir el castillo que hoy se nos conserva” (De
la Rosa, 2008).
Castillo
de Santiaguillo de la Torre con su principal baluarte. Imagen de
castillosdelolvido.com
Mientras tanto, el hermano del
Doctor, Hernán González del Castillo mandaba alzar la torre vieja de San
Clemente. De este modo la línea de los González del Castillo dejaba huella en
un marco geográfico donde se vislumbran unos planes de futuro como los de
cualquier señor que pretendía expandir sus dominios. Esto nos lleva a pensar
que el antepasado de García y su tío lejano, pudieron barajar la posibilidad de
extender su influencia alrededor de ese perímetro, pero en el que otras
familias como los Pacheco y los Calatayud ejercían un peso importante. Al final
aquello quedo en nada.
No sabemos qué planes tenían en
mente los González del Castillo, pues proponer algo más sería mera
especulación, aunque si en algún momento mostraron interés por ampliar su
dominios, aquello hubo de ser alrededor del área fluvial que comprendía el
territorio dibujado por el curso del río Záncara, en paralelo hacia el este con
el río de Santa María del Campo Rus. Un entorno que ofrecía las prestaciones de
los tan valorados molinos, pero que como decimos, tanto por la dispersión y
repartición heterogenia de esa porción del mapa, complicaban cualquier jugada. Al
menos los lindes estaban claros, o así por lo menos creemos que los pudo ver el
Doctor, quien reforzando sus influencias desde San Clemente gracias a su
hermano el Corregidor de Ávila, intentarían revindicar su modesta esfera de
poder.
Torre
Vieja de San Clemente. Imagen de castillosdelolvido.com
Obviamente de todo esto poco o
nada habrá que relacionar con García el esposo de Guiomar, quien además de
renegar sobre su ascendencia, el dominio que poseía quedaba a la otra parte del
Júcar, viniéndole por la línea de los Ruiz de Alarcón, quienes a diferencia de
su rama de los Castillo, ya habían aglutinado un conjunto patrimonial muy bien
conectado. No olvidemos que mientras García Ruiz de Alarcón (el hijo de Fernán
Ruiz) poseía Buenache, la familia ya tenía asignado el Señorío de Valverde, Hontecillas
y Gascas. Siendo por lo tanto Albaladejo del Cuende una pequeña porción más del
amplio dominio Alarconiano, y que nuestro García supo aprovechar. Hecho que
demostró tras casar con Guiomar Girón de Valencia, única heredera del Señorío
de Piqueras.
Suponemos que a García poco le
importaba el pasado de su suegro, quien además de promover la persecución
contra sus ancestros, nada buena era la reputación que pesaba sobre su persona
por estas tierras, especialmente después del espectáculo acaecido con Mosén
Zarzuela, en el que se destaparon las intenciones como tejemanejes[1]
del sujeto, y que García Moratalla (2003, 180) nos relata en su obra sobre la
Tierra de Alarcón. Creemos que García, astuto como él solo, sabía de la mala
situación por la que estaría pasando Juan de Valencia pocos años antes de su
muerte, unas hora bajas que pensamos que serían decisivas para que no viese
ningún impedimento en que su única hija legítima, Guiomar, acabará entablando
alianza matrimonial con él.
García no se conformaba con
poco, por lo que una vez fallecido su suegro, y con la seguridad de que
Piqueras formaba parte de sus dominios, inmediatamente abre una relación de
enemistad con Francisco de Bazán, Señor consorte de Valera de Abajo, enclave
del que García estaría muy interesado. Pensamos que el escaso periodo de tiempo
que separa el fallecimiento de su suegro con las luchas establecidas contra
Bazán no son casuales, de ahí que ante la tranquilidad y seguridad de poseer un
nuevo territorio que ya nadie le podía arrebatar, García emprende una política de acecho hacia
esa pieza del rompecabezas que le faltaba para completar sus dominios, llegando
incluso a meterse en el bolsillo a muchos de los vecinos de Valera, pues le
dieron su apoyo en alguna de las escaramuzas.
Torre
de Piqueras del Castillo. Fotografía de José Ramón Ruiz-Checa
No nos cabe ninguna duda que la
torre de Piqueras fue un hito indispensable en este conjunto de jugadas, desde
las que García tenía controlado el perímetro de su demarcación. Una presión que
si no es mucho especular, podría explicar el porqué de la denuncia de 1504, en
la que se informa como “se levantó una
fortificación no autorizada en Valera de Abajo, que había llegado a manos del
Comendador Alonso de Hinestrosa, suegro del alcalde de Requena Francisco de
Bazán” (Cooper, 2019, 208). Nada extraño conociendo a García, quien tenía
literalmente rodeado al Señor Bazán, a través de sus dominios de Albaladejo y
Piqueras, obviamente, Francisco viendo lo que le podía venir, se anticipó y
tomó precauciones.
El ahora Señor de Piqueras y
Albaladejo había conseguido vender una imagen ambiciosa y temperamental, lo que
extendía el nombre de su casa (para bien o para mal), pues recordemos que en el
Obispado muy probablemente sus movimientos se estaban mirando con lupa, pues ya
le habían dado un primer aviso. No obstante, el gran hito que consigue en el
ascenso social de su familia, se mediará a través del enlace de su hijo Alonso Ruiz
Girón de Alarcón, con la prima segunda del Marqués de Villena, Juana Pacheco de
Silva, hija de Luis Pacheco de Silva, Señor de Villarejo de Fuentes, y de cuya
descendencia emanará la ilustre Casa de los Condes de Cifuentes. Tampoco
olvidemos los restantes entronques de sus vástagos, pues Ana Ruiz Girón de
Alarcón casó con Diego Pacheco (alcalde de Belmonte), así como otra hija con
Hernando del Castillo (señor de Altarejos).
Según los datos aportados por Antonio Suárez de Alarcón, los
dominios de Alconchel y Villarejo se sumaban al control del hijo de García
(Coord. Salas, 2019, 82). “El señorío de
Villarejo de Fuentes, al que pertenecía Alconchel, lo creó don Juan Pacheco
para dote de su hija Beatriz (Segovia, 2-11-1453) cuando ésta se casó con el
conde de Medellín. Por testamento realizado en Castillo de Garcimuñoz
(29-3-1490), Beatriz se lo cedió a su hijo Luis Pacheco de Silva que era fruto
de su segundo matrimonio con don Alonso de Silva, II conde de Cifuentes. Así se
explica que Alconchel, que perteneció a la tierra de Alarcón y después al marquesado
de Villena, terminara formando parte del condado de Cifuentes (Guadalajara)”
(Coord. Salas, 2019, 83, de Miguel Lasso de la
Vega -marqués del Saltillo-, El
señorío de Valverde, p. XIX.).
Castillo de
Alconchel de la Estrella. Imagen de castillosdelolvido.com
Con este conjunto de políticas
matrimoniales, por un lado García realza el nombre de su familia, además de concentrar
en su descendiente casi todo el patrimonio señorial del clan, ello conjuntamente
con el de un territorio mucho más alejado, ubicado hacia el norte, además de
encontrarse en la otra parte del río Júcar, pero con la gran prestación de
hallarse fortificado.
Sin lugar a duda los tiempos estaban
cambiando, por lo que la nueva situación política y la forma de entender el
territorio, distaba bastante de la idea con la que se forjó la señoralización
del territorio conquense desde finales del siglo XIV. Aquella mentalidad tardomedieval donde los
caciques locales se aferraban a sus dominios feudales, y que en algunos
aspectos escasamente distaban de los vividos en los tiempos de las taifas, poco
a poco comenzaban a desdibujarse, abriéndose un horizonte, en el que nuevos
agentes empezaron a cambiar e influir en las ideas sobre lo que sería la
geopolítica del momento, pues el territorio se iba mirando con un prisma diferente.
David
Gómez de Mora
Bibliografía:
* De la Rosa Ferrer, Ignacio
(2006). “Los Castillo o el malogrado intento de reducir San Clemente a
jurisdicción señorial (I)”. En:
historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com
* García Moratalla, Pedro
Joaquín (2003). La tierra de Alarcón en el Señorío de Villena (Siglos XIII-XV).
Instituto de Estudios Albacetenses "Don Juan Manuel", 394 pp.
* Salas Parrilla, Miguel
-coord.- (2019). Cuenca, castillos y fortalezas. Autores: Miguel Salas
Parrilla, Rafael Moreno García, José Luis Rodríguez Zapata, José Antonio
Almonacid Clavería, Michel Muñoz García, Miguel Ángel Valero Tévar, Santiago
David Domínguez-Solera, Marino Poves Jiménez, José Ramón Ruiz Checa, David
Gallego Valle, Juan Ramón Arcos Conde, Jaime García-Carpintero López-Mota,
Miguel Romero Sáiz, Agrimiro Sáiz Ordoño, Miguel Ruiz Bricio, Jorge Jiménez
Esteban, Miguel A. Castillo Sepúlveda, 576 pp.
* King, Willard F. (1970). “La
ascendencia paterna de Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza”. Nueva Revista de
Filología Hispánica, Vol. 19, Nº1 (1970), 49-86 pp.
Imágenes:
* Castillosdelolvido.com
* José Ramón Ruiz-Checa
[1] García Moratalla (2003, 180): “Como también veremos después, este mosén
Zarzuela había entablado conversaciones con Juan de Valencia, señor de Piqueras
y vecino de la villa del Castillo de Garcimuñoz, con tal de que este último le
diese entrada en ese lugar. En pago, el tal Valencia recibiría la tenencia de
la fortaleza de la villa, 100.000 maravedís de juro y el lugar de Barchín y
otras mercedes. El trato fue desbaratado por el capitán del Marqués, Fernando
del Castillo, alcaide de Alarcón, ya que "...vino a notiçia del dicho
Fernando del Castillo, e avn vino a su poder la escribtura e asiento dello. E
por lo rremediar, fue a la dicha villa del Castillo e echó della al dicho Juan
de Valençia mui desonrradamente, que non le dexó comer en la dicha villa del
Castillo siendo ya salidos de misa maior, si no que lo hizo yr a comer a la
Fuente del Berro, publicando el dicho trato". A. Diocesano de Cuenca. Inquisición. Leg. 271480, fol. 121r°.