lunes, 10 de febrero de 2020

Élites y linajes en Cañete la Real durante el siglo XIX

Entre los fondos del Archivo Municipal de Cañete la Real podemos encontrar documentación de tipo recaudatorio, vital para comprender que linajes movían las riendas de la economía local en este lugar.
Las familias mejor posicionadas del pueblo ejercían diferentes oficios, yendo desde grandes propietarios o terratenientes, pasando por comerciantes, abogados y ganaderos, además de otras profesiones de ámbito liberal.
En la localidad no había ninguna duda de que los Cuevas eran unas de las personas más influyentes, no obstante, estos no serán los únicos, pues existían otras tantas casas con cierto poder, tal y como sucedió en el caso de los Martín, Mesa u Ojeda, junto un conjunto restante de linajes, capaces de generar notables ingresos, pero con la diferencia de que algunos no eran oriundos del lugar, tal y como veremos entre los mayores contribuyentes que se registran en Cañete.
En este sentido, sabemos por ejemplo que don Manuel Gómez era un comerciante procedente de un pueblo de Cádiz, así como que el Duque de Osuna controlaba bastantes propiedades, a pesar de carecer de un arraigo directo con el municipio. Fenómeno similar ocurría con los Bocanegra, puesto que eran naturales de Olvera, pues don Mateo Bocanegra era profesor de medicina, siendo a través de su enlace con Ana María Muñoz, cuando éste dejó varias líneas de descendientes en la localidad.
Sabemos que estos linajes no fueron los únicos casos de familias pudientes con raíces foráneas, habiendo diversos, en los que se evidencia como las personalidades más ricas, ven en Cañete un enclave ajeno a su foco de residencia, pero que, mantenido por mano nativa, reportaba ingresos más que suficientes para seguir gestionando sus propiedades, aunque fuese desde la distancia.

Lista de mayores contribuyentes de 1869 a 1870 en Cañete la Real:
  1. Manuel Gómez de las Cortinas - 151.462
  2. Excelentísimo Señor Duque de Osuna - 139.721
  3. Manuel Bocanegra Muñoz - 72.419
  4. José Ojeda Crespo - 62.697
  5. Ángel Cuevas Chacón - 60.675
  6. Fernando Cuevas Chacón - 52.184
  7. Manuel Enríquez Muñoz - 50.162
  8. Fernando Reynoso Ortiz - 49.551
  9. Antonio Martín Hinojosa - 46.551
  10. Serafín Bocanegra Muñoz - 40.450

Por debajo de esa élite enriquecida en el campo y la ganadería, estaban los linajes autóctonos, y que como decimos, eran los que realmente representaban la sociedad cañetera de la época. Los Cuevas con una política bastante cerrada y endogámica, controlaron muchas veces las alcaldías durante la centuria del XIX, recordemos como por ejemplo don Gonzalo de las Cuevas (de oficio abogado), era esposo de doña Teresa de las Cuevas, siendo una de las familias más ricas que por aquel entonces había en el municipio.
Del mismo modo, veremos linajes especializados en sectores concretos, que potenciaron su patrimonio mediante un control monoproductivo que se prolongará durante el trascurso de generaciones. Si anteriormente hemos comentado que los Cuevas eran abogados y hacendados importantes, otros gracias a la posesión de tierras, como especialmente de la ganadería, forjarán un conjunto de políticas matrimoniales, que en zonas rurales como a la que nos referimos, resultará vital para sostener su estatus dentro del municipio.
Resulta importante el peso de la ganadería entre las familias mejor posicionadas, pues la disponibilidad de un enclave montañoso dedicado al pasto, harán que esta actividad se convirtiese en una fuente de ingresos para muchos de sus vecinos.
Por lo que respecta a la labranza, observamos casas como la de los Escamilla, Jiménez, Mesa y Muñoz, representada por propietarios agrícolas autóctonos del lugar. Por otro lado, respecto a la producción ganadera, tenemos linajes como los Cruces o los Domínguez, y a los que les seguirán otros como los Fernández, González, Martín u Orozco.
Todavía durante la segunda mitad del siglo XIX, se palpa esa especialización por familias, en donde las políticas matrimoniales obedecen más a intereses económicos que de tipo sentimental. La ubicación geográfica de Cañete, y la mentalidad tradicionalista que se forjó en este municipio, explicará como durante aquellas fechas, toda su área territorial fue escondrijo y zona predilecta en la que se abrazaron las ideas carlistas.
En lo que compete a la economía local, salta a la vista su especialidad por oficios de acorde a determinados grupos sociales, llegando en ocasiones a alternarse con diversas ocupaciones, lo que podía aparentar cierta heterogeneidad. Buen ejemplo de ello fue durante la segunda mitad del siglo XIX los Orozco, quienes además de la ganadería tenían a otros integrantes trabajando la tierra, además de controlar la taberna del pueblo.
Por norma general, las mejores familias vivían o tenían un cortijo, una construcción típica de las zonas rurales del área meridional de la península, pero que además de Andalucía, podemos apreciar en la región extremeña, incluso en puntos de Castilla-La Mancha. El cortijo era una vivienda en la que se combinaba la explotación agrícola con la de tipo ganadero. Se cree que su antecedente arquitectónico era en muchos casos las alquerías de época musulmana.
Sabemos que en los cortijos de Cañete los mismos propietarios o una familia encargada de mantenerlos, podían estar acompañados por varios trabajadores que tenían alojados, puesto que se disponía de suficiente espacio para albergar habitaciones. Las parte más destacada y representativa era la cocina (inconfundibles por sus amplias dimensiones), que junto con una chimenea bastante grande, era el espacio donde se reunían los jornaleros. No obstante, también era reseñable el patio cerrado que se sellaba con un portalón desde el que se accedía a la propiedad. Alrededor del mismo, se distribuían las cuadras, gallineros y parideras, además de habitáculos para el almacenaje de grano y semillas.
Como todavía vemos en muchos cortijos, la presencia de una fuente, pozo, abrevaderos y asientos, son elementos que daban un toque distintivo a esta parte de la residencia.
Sabemos por ejemplo que los Bocanegra comenzaron a sacar rédito de la tierra tras su instalación, a pesar de que su padre era profesor de medicina. Otro vecino de mismo oficio era el Doctor don Antonio Cabrera, quien a diferencia del anterior si era oriundo de Cañete.
Desde la segunda mitad del siglo XVIII los Escamilla estrecharon lazos con los Muñoz, y es que motivos desde luego no les faltaban, pues esto les permitía unir fuerzas en la concentración de patrimonio agrícola, y por lo tanto mejorar su calidad de vida.
Sabemos por ejemplo que alrededor de 1791 nació Pedro Jiménez Ramírez, de profesión arriero e hijo de Antonio Jiménez y María Juana Ramírez. Conocemos otro cañetero de idéntica dedicación, éste era don Antonio Solís, quien llegó a ser teniente de alcalde durante el año 1847, y marido de María Flórez. Desde luego el arriero en muchas ocasiones no era un mal oficio, pues siempre que se dispusiera de carros y animales, era señal de que había faena, y de ello tenemos pruebas en algunos linajes que hemos analizado en muchos pueblos de la provincia de Cuenca, y que volvemos a evidenciar por los datos del libro de defunciones del pre-registro civil de Cañete. Otros encargados a estos menesteres fueron los Rodríguez, es el caso de José Rodríguez de Mesa, hijo de Cristóbal Rodríguez y Josefa de Mesa Sánchez.
Los oficios gremiales no podían faltar, y buen ejemplo lo vemos con los al menos tres zapateros que tenemos registrados a mediados del XIX. Una profesión mucho más tranquila y cómoda que la dura vida de los jornaleros. Por un lado estaba Lucas Solís, marido de la hidalga doña María Josefa de Osuna, así como una línea de los Cabrera, que estaba enlazada con los Escamilla, sin olvidar a un integrante de la casa de los Chito.
Los Romero eran otra de las estirpes que entroncaron con linajes destacados del municipio, sabemos que a mediados del siglo XVIII establecieron alianzas con familias pudientes, buen ejemplo es el rico labrador don Alonso Romero, quien casó con doña Francisca de las Cuevas. Este matrimonio tenía su residencia en la calle de la Iglesia, punto neurálgico en el que vivían los vecinos mejor posicionados económicamente.
Otro matrimonio que a mediados del siglo XIX era denominado como de hacendados y que estaban viviendo en este mismo viario, era el de don Francisco José de las Cuevas y su esposa doña Francisca Antonia de Milla. Estos poseían un panteón familiar para el enterramiento de sus familiares en el cementerio municipal. Una de sus hijas era doña María Jesús del Sagrario de las Cuevas, monja del convento del Carmen, y que tras morir en 1848 se le enterró en este mismo edificio religioso. No olvidemos como entre las casas de la nobleza y burguesía local, era habitual que alguno de sus hijos se alistara en el brazo eclesiástico, puesto que aquello daba todavía una mayor imagen y proyección social al resto del linaje. Curiosamente, al año siguiente sabemos que moría otro representante de esta familia, se trataba del abogado don Gonzalo de las Cuevas (a la edad de 50 años), siendo hijo de don José Quintín de las Cuevas (hacendado) y de su esposa doña Ángela Chacón, familia también de reconocida solera en Cañete.

Cañete la Real. Imagen de megamineko.wordpress.com

Como decíamos anteriormente los Cruces son otra de las casas de ganaderos con los que contará la localidad. Por ejemplo Antonio de Cruces se dedicaba a este oficio, así como una larga retahíla de parientes, es el caso de Diego de Cruces, esposo de Ana Pérez, o Isabel de Cruces, mujer del ganadero Alonso Jiménez. Otros ganaderos de este linaje fueron Pedro de Cruces, esposo de María Fernández, Francisco de Cruces, marido de Ana de Vargas o Antonio de Cruces, esposo de Ana González. Podríamos mencionar más integrantes de este sector, como resultaron ser Alonso de Cruces, marido de Francisca Contero; Francisco de Cruces, esposo de María Dolores Solís; Andrés de Cruces, marido de María Cabañas; Antonio de Cruces, esposo de María Dolores de Cruces; Cristóbal de Cruces, cónyugue de María Moreno y Diego de Cruces, marido de Blasa Naranjo.
En una esfera similar se movían los Martín, otra de las familias mejor posicionadas del municipio, y dedicada también a la cría de animales. En este sentido importante fue el matrimonio de Diego Martín y su mujer Ramona Alfaro. Los Martín sellarán diferentes enlaces con los Orozco, manifestados como en el caso de Pedro de Orozco y María del Carmen Martín, así como también con Antonio de Orozco y Nepomucena Martín, sendas casas dedicadas a la labranza.
Igualmente se erigieron relaciones con otras familias poderosas como los Romero y los Mesa, así Joaquín Martín (de ocupación labrador), lo hizo con María Romero, mientras que Diego de Orozco con Isabel de Mesa.
Los Fernández también tuvieron bastantes representantes dentro de la ganadería, es por ello que no podemos olvidar el caso de Cristóbal Fernández, marido de Josefa Ferrete o Juan Fernández, esposo de Antonia López, además de Pedro Fernández, marido de María Delgado. Otro Fernández dedicado a este sector fue Juan Fernández, esposo de María Antonia García, además de Pedro Fernández, marido de Francisca de Torres.
En la misma línea se movían los Domínguez, larga estirpe de ganaderos que entroncó con los Cruces, o como veremos en el caso de Juan Domínguez con María Ramírez. Sebastián Domínguez también se dedicaba al cuidado de los animales, así como demás vecinos que no por designios del azar portaban este apellido. Parece ser que los Ramírez promovieron alianzas con otras familias dedicadas a esta ocupación, de ahí que no será casual que Francisca Ramírez, celebrará sus nupcias con el ganadero Francisco Romero.
Obviamente no toda la riqueza se concentraba en las manos de la explotación animal, pues Cañete fue como muchos de los parajes de su tierra un enclave de agricultores, que compaginó su producción con la explotación de sus montes. Es por ello que salta a la vista el peso de algunas estirpes que durante generaciones establecieron políticas cerradas, cuyo principal interés era ampliar el número de tierras, así como de cabezas de ganado. En cuanto a la tenencia de bienes raíces para el oficio de labradores, los Jiménez son también otra casa importante del municipio, así por ejemplo se nos informa que el propietario don José Jiménez Moreno, fallece en 1854 con 80 años, siendo hijo de Alonso Jiménez y María Moreno. Otro labrador con tierras era Juan Jiménez, marido de Isabel de Escamillas, además de don Joaquín Gómez y doña Antonia Jiménez, quienes residían en la calle de cabra, y tuvieron por hijo al sacerdote de Campillos, don Miguel Gómez Jiménez. No olvidemos que en un círculo social muy similar se movían los Escamilla, quienes también retuvieron diferentes tierras. Tenemos constancia de que a principios del siglo XIX nació Antonio Escamilla, labrador e hijo de Pedro Escamilla y Dolores Muñoz.
Valgan pues estas notas, como una primera aportación, necesaria para entender de que manera funcionaba la geografía económica junto con las diferentes políticas de tipo social, en este municipio del interior malagueño a lo largo del siglo XIX.

David Gómez de Mora

Fuentes:

*Apuntes genealógicos de la familia Gómez-de Mora y Jarabo
* Archivo Municipal de Cañete la Real. Libro de difuntos del Pre-registro Civil de Cañete la Real, años 1849-1854
* Archivo Municipal de Cañete la Real. Lista cobratoria de Cañete la Real de 1869 a 1870

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).