sábado, 9 de julio de 2022

Resquicios de la vida ganadera en Saceda del Río

Mucho ha llovido desde los tiempos en los que el ganado era una parte fundamental de la economía doméstica de nuestros antepasados. Un periodo en el que no existían las grandes superficies comerciales y donde la comida muchas veces debía extraerse del mismo espacio en el que residían estas gentes.

Como sabemos, Saceda no fue un enclave estrictamente ganadero, cosa que no imposibilitaba que muchos de sus vecinos cuidaran pequeñas cabañas de ovejas y cabras, que además de diversificar las posibilidades de aquella sociedad agrícola, a veces reportaban algunos beneficios a sus propietarios.

Unas personas que se habían forjado en una vida en la que se trabajaba de Sol a Sol, donde los descansos no existían, y en los que el estrés o el agobio de la rutina raras veces se manifestaba en los rostros de esos labradores, quienes ya habían perdido la cuenta de los años que llevaban ejerciendo de manera mecánica un oficio ancestral, transmitido de forma generacional.

No muy lejos de la zona urbana, en la franja meridional del valle que corta el área de ribera donde se encuentra Saceda del Río, se puede ascender por una pista, justo en la parte superior de la que apreciaremos un camino que antaño conducía hacia el despoblado de Carrascosilla, una zona con cierta funcionalidad ganadera, y que conocemos por topónimos como el de los corrales de La Castilleja, y que a pesar de estar dentro de los dominios del actual despoblado, eran muchas veces propiedad de sacederos, ya que no existía una excesiva distancia de su zona de distribución hacia las casas de sus amos. Cabe decir que antes de llegar hasta ahí, y dentro del término municipal de Saceda, hallamos los restos de uno de los varios corrales que servían a nuestros antepasados para guarecer sus animales.

Realmente el que nos ocupa no deja de ser nada más que los restos de un conjunto de muros que dan a la obra una planta rectangular dividida en dos estancias, y que como solía ser habitual, aprovechaba el talud de la pendiente para que así las aguas de lluvia discurrieran pendiente abajo y no se estancaran dentro de la construcción.

Este aprovecha las piedras del terreno, que con una mezcla de argamasa han sido dispuestas de manera que daban consistencia al edificio, protegiendo el interior, pues esta zona se halla notablemente expuesta al viento.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).