miércoles, 31 de julio de 2019

La advocación a la Inmaculada Concepción en Piqueras del Castillo


La Inmaculada Concepción, conocida también como la Purísima Concepción, ha sido venerada en el municipio de Piqueras del Castillo desde hace muchos siglos atrás. Si ya en las festividades religiosas de la localidad a principios del siglo XVIII, tenemos referencias que nos hablan de cómo el día 8 de diciembre era obligada su celebración, a través de una misa que corría a cargo del mayordomo de la cofradía de la Santa Vera Cruz. Igual de cierto es que ya en el siglo XVI tenemos constancia de que el hijo de los terceros Señores de Piqueras, mandará la construcción de una capilla para su familia en el interior de la Iglesia del municipio bajo esta misma advocación.

La tradición hacia la Purísima Concepción se extenderá con el trascurso del tiempo, algo que comprobaremos en la ejecución de un lienzo muy posterior, y que a día de hoy todavía se conserva en el interior del edificio religioso, que bien podía haber estado integrado en la antigua capilla de los Ruiz de Alarcón, donde se veneraba a dicha imagen. La pieza mide 1’44 x 1’03 metros.

Sabemos que la iconografía definitiva de la Inmaculada concepción no se establece hasta por lo menos el siglo XVI. Será en el Concilio de Trento cuando se dispondrá a sustentar definitivamente la concepción virginal de María.

 
Lienzo de la Inmaculada Concepción de Piqueras del Castillo

El tema de la Inmaculada Concepción es anterior a la natividad de Jesús y deriva de la creencia de que la mujer elegida por Dios para ser la Madre de su hijo debía ser una criatura excepcional y limpia de pecado. Desde la tardía Edad Media, artistas como Giotto que pintaba escenas de textos apócrifos, como el beso de San Joaquín y Santa Ana, donde se dice que concibieron sin pecado a la Virgen, surgen las representaciones de la Tota Pulchra, donde la Virgen se representa de pie, con el cabello suelto y las manos unidas en actitud de rezar y rodeada de los símbolos de las prefiguraciones del Antiguo Testamento; los símbolos de pureza del Cantar de los Cantares: el Sol, la Luna, el cedro, la rosa sin espinas, la fuente, la estrella del mar, el lirio, la rama de olivo, la torre de David y el espejo sin mancha. Los artistas conocían estos símbolos e iconografías por las letanías que circulaban en Europa desde el siglo XV (gracias a la imprenta). No obstante, de este modelo surgiría otro más difundido, el de María Mulier Amicta sole que estaba inspirado en el fragmento del Apocalipsis (12,1) donde dice: “Y allí apareció una maravilla en el cielo; una mujer vestida con el sol y la luna, a sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. Este era reconocido por el Concilio de Trento. Dicha iconografía alcanzó mucha popularidad y estuvo muy difundida por los modelos de las estampas que circulaban entre los artistas, presentando siempre unas características formales similares. Las más populares fueron las de Murillo, a partir de la que numerosos pintores copiaron también su diseño, siendo ese el caso de Salvador Maella.

David Gómez de Mora

davidgomezdemora@hotmail.com

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Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 25 libros entre 2007-2024, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo local. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).