La Inmaculada Concepción,
conocida también como la Purísima Concepción, ha sido venerada en el municipio
de Piqueras del Castillo desde hace muchos siglos atrás. Si ya en las
festividades religiosas de la localidad a principios del siglo XVIII, tenemos
referencias que nos hablan de cómo el día 8 de diciembre era obligada su
celebración, a través de una
misa que corría a cargo del mayordomo de
la cofradía de la Santa Vera Cruz. Igual de cierto es que ya en el siglo XVI tenemos constancia de
que el hijo de los terceros Señores de Piqueras, mandará la construcción de una
capilla para su familia en el interior de la Iglesia del municipio bajo esta misma
advocación.
La tradición hacia la Purísima
Concepción se extenderá con el trascurso del tiempo, algo que comprobaremos en
la ejecución de un lienzo muy posterior, y que a día de hoy todavía se conserva
en el interior del edificio religioso, que bien podía haber estado integrado en la
antigua capilla de los Ruiz de Alarcón, donde se veneraba a dicha imagen. La
pieza mide 1’44 x 1’03 metros.
Sabemos que la iconografía
definitiva de la Inmaculada concepción no se establece hasta por lo menos el
siglo XVI. Será en el Concilio de Trento cuando se dispondrá a sustentar
definitivamente la concepción virginal de María.
Lienzo
de la Inmaculada Concepción de Piqueras del Castillo
El tema de la Inmaculada
Concepción es anterior a la natividad de Jesús y deriva de la creencia de que
la mujer elegida por Dios para ser la Madre de su hijo debía ser una criatura
excepcional y limpia de pecado. Desde la tardía Edad Media, artistas como
Giotto que pintaba escenas de textos apócrifos, como el beso de San Joaquín y Santa
Ana, donde se dice que concibieron sin pecado a la Virgen, surgen las representaciones
de la Tota Pulchra, donde la Virgen se representa de pie, con el cabello suelto
y las manos unidas en actitud de rezar y rodeada de los símbolos de las
prefiguraciones del Antiguo Testamento; los símbolos de pureza del Cantar de
los Cantares: el Sol, la Luna, el cedro, la rosa sin espinas, la fuente, la
estrella del mar, el lirio, la rama de olivo, la torre de David y el espejo sin
mancha. Los artistas conocían estos símbolos e iconografías por las letanías
que circulaban en Europa desde el siglo XV (gracias a la imprenta). No
obstante, de este modelo surgiría otro más difundido, el de María Mulier Amicta
sole que estaba inspirado en el fragmento del Apocalipsis (12,1) donde dice: “Y allí apareció una maravilla en el cielo;
una mujer vestida con el sol y la luna, a sus pies y sobre su cabeza una corona
de doce estrellas”. Este era reconocido por el Concilio de Trento. Dicha
iconografía alcanzó mucha popularidad y estuvo muy difundida por los modelos de
las estampas que circulaban entre los artistas, presentando siempre unas
características formales similares. Las más populares fueron las de Murillo, a
partir de la que numerosos pintores copiaron también su diseño, siendo ese el
caso de Salvador Maella.
David Gómez de Mora