La
rivalidad entre las familias con poder de Barchín del Hoyo y
Piqueras del Castillo, se hace patente a través de un documento de
la Curia Episcopal de principios del siglo XVII. Concretamente se
trata del legajo 861, nº2293, perteneciente al año 1618, con más
de 300 páginas, y que se encuentra custodiado en el Archivo
Diocesano de Cuenca.
El
motivo es un pleito entre el Licenciado Juan Fernández de Peralta,
natural de Monteagudo de las Salinas, pero vecino de Piqueras del
Castillo, y que mantiene con el clérigo Don Cristóbal Girón Ruiz
de Alarcón. El conflicto se inicia como resultado de unas
capellanías que fundó en su día el clérigo García Ruiz Girón de
Alarcón, hijo de los terceros Señores de Piqueras, y cuya
descendencia hemos investigado, puesto que dejó varias líneas que
se asentarán en Piqueras y Barchín, que precisamente acabarán
enfrentadas, tal y como demostrará el documento al que nos estamos
refiriendo.
Parece
ser que el clérigo consumió una cantidad considerable de la dote
que dejaba para la construcción de una capilla y dos capellanías en
la Iglesia de Piqueras. García, siendo previsor, nombró por
patrones de las mismas a sus dos hijos. Se trataba de Don Luís de
Alarcón (que se quedó viviendo junto con su descendencia en
Piqueras), así como Don Fernando Girón de Alarcón, que marchó a
Barchín, donde casó con Doña María de Alfaro.
Cuando
García fallece, se adjudican las dos capellanías, una para su nieto
Cristóbal Girón (el hijo de Fernando) y la otra para un tal
Francisco de Liébana, vecino de Barchín, y sobre el que
desconocemos que parentesco existía en el caso de haberlo. Sabemos
que desde un principio el hijo de los Señores de Piqueras, solicitó
que los opositores a las mismas fueran miembros de su familia o
parientes.
Pasados
los años, Francisco de Liébana falleció, por lo que el Licenciado
Juan Fernández de Peralta, requiere las prestaciones de la
capellanía que ocupó el fallecido Francisco. El problema es que
desde el Obispado se había indicado que ambas capellanías debían
integrarse en una sola, pues generaban muy poca renta. Desde el
inicio Cristóbal y su padre, estaban de acuerdo con la idea de
integrar estas en una sola.
Además,
Cristóbal Girón argumentaba que era nieto del clérigo y bisnieto
de los Señores de Piqueras y Albaladejo (hecho que le beneficiaba
según lo acordado en la cláusula del testamento de su abuelo). A
esto habría que sumarle como su padre Fernando era patrón de las
memorias. El problema es que Don Luís de Alarcón también fue
designado como tal, y por lo tanto, los dos hermanos eran quienes se
habían de encargar de regular ambas capellanías, junto con el
Concejo y el Ayuntamiento de los dos municipios.
La
relación entre los hermanos Luís y Fernando parece ser que no era
la más idónea. Lo cual se percibe cuando leemos como Don Fernando
defiende sus intereses añadiendo en el pleito que “Don Luís
de Alarcón es hijo de clérigo por leyes del Reino, pero no puede
gozar de las honras y prominencias de honra y de oficios reales y
concejales, y que no puede usar de patrón de la capellanía”. No
cabe ninguna duda que Luis era una piedra en el zapato para los
intereses de su sobrino, quién deseaba que los bienes recayeran
exclusivamente en la línea de su familia de Barchín.
A
continuación el notario transcribió el testamento del padre de Luis
y Fernando, para demostrar que el clérigo nombró a los dos hijos
por patrones.
Sabemos
que Don Luís era partidario de otorgar la capellanía a Juan
Fernández de Peralta. Parece ser que en Piqueras había interés en
que ambas capellanías permaneciesen, de modo que estas no se
fusionaran en una sola.
Durante
el pleito Cristóbal arremetió contra la villa de Piqueras, y
especialmente hacia su tío Don Luís de Alarcón, a quien acusa de
entrometerse en el destino que ha de correr el poseedor de la
capellanía. Obviamente Luís tenía todo el derecho del mundo, ya
que era designado como patrón por su padre en el testamento que éste
redactó décadas atrás.
Cristóbal
como su padre Fernando se agarraban al texto del testamento, donde
García dejaba explícito que los propietarios debían ser familiares
del fundador, añadiendo que Luís no contó con su hermano Fernando
a la hora de dictar las preferencias de quienes habían de ocupar la
capellanía tras el fallecimiento de Francisco de Liébana.
Es
en este escenario donde los Buedo toman parte por el bando de
Fernando, pues intereses no les faltaban para defender la causa.
Sabemos que este linaje estableció una política matrimonial
bastante directa con familias que habían fundado capellanías,
puesto que aquello era una herramienta para conseguir medrar y
asentar su posición en la sociedad rural de aquellos tiempos. No
olvidemos que durante el último siglo sus representantes ya se
encargaron de demostrar su hidalguía a través de diversas
ejecutorias que les valieron para ser reconocidos como miembros del
estado noble, operación de ascenso social que podía mejorarse
mediante enlaces con fundadores directos de capellanías, que luego
les permitieran a su descendencia poder ostentar una plaza en el
clero local.
Así
lo hicieron poco después en Buenache de Alarcón cuando entroncaron
con la casa de los Parra, como anteriormente en Barchín…, y es que
Don Cristóbal el clérigo, tenía por sobrino al futuro heredero de
la capellanía, ya que su hermana Doña Rufina Girón de Alarcón,
casó con García de Buedo Gomendio (hijo de Pedro de Buedo y Juana
Gomendio, así como nieto paterno de Pedro de Buedo y Olaya López).
Martín de Buedo y Alarcón era hijo de García y Rufina, junto con
Don Diego de Buedo Girón de Alarcón, su hermano y futuro clérigo.
Los
Ruiz de Alarcón de Barchín recriminaban que sus parientes de
Piqueras (representados por Luís de Alarcón), eran preferentes a
poner a un capellán externo de la familia. A esto cabe añadirle las
reseñas de su hermano Don Fernando, quien decía como se encontraba
dispensado por su Santidad y su Majestad para cualquier cargo honroso
y honorífico, además de que tuvo rentas eclesiásticas, a
diferencia de su hermano Don Luís.
Como
comentábamos anteriormente, la decisión de unir en una sola
capellanía la fundación de García, iba en perjuicio de los vecinos
de Piqueras, tal y como pretendían Cristóbal y Fernando. Parece ser
que Cristóbal no se llevaba bien con todos los vecinos del pueblo de
su abuelo, cuando leemos que se hallaba desterrado “por tiempo
y voluntad que viviera el alcalde de Piqueras, Esteban de Zamora”.
El motivo fue una querella criminal interpuesta por el alcalde, por
ciertos agravios y malos tratos al propio Esteban. Violar aquella
sentencia no era ninguna tontería, pues en aquel caso Cristóbal se
veía obligado a pagar 10000 maravedís de multa (5000 para la Cámara
del Rey y los otro 5000 a Esteban de Zamora).
Desconocemos
con seguridad que le llevó a Don Luís de Alarcón a tomar la
decisión de defender los intereses de proponer al Licenciado Juan
Fernández de Peralta, bien es cierto por las declaraciones de la
probanza que entre ambos había un grado de parentesco bastante
lejano, tratándose de un cuarto grado por parte de la madre de Don
Luís de Alarcón, es decir, la mujer del clérigo García Ruiz Girón
de Alarcón. Por aquella época Luís tenía 70 años, tal y como
referencia su testimonio, muriendo más adelante con unos 83 años de
edad.
Resulta
interesante la lista de testigos que aportan las dos partes que
aparecen enfrentadas.
Por
un lado tenemos los llevados por Don Cristóbal Girón, siendo tres
vecinos de Piqueras (de los cuales dos guardan parentesco con el
Licenciado Juan Fernández de Peralta).
-Pedro
de Piqueras, de 46 años, vecino de Barchín. Manifiesta ser pariente
del Licenciado Juan Fernández de Peralta dentro del cuarto grado ya
que su madre era prima segunda. Añade además que es deudo de Miguel
Gascón y Pascual de la Orden.
-Pedro
Cantero, de 47 años, es vecino de Piqueras y no guarda ningún
parentesco con las partes.
-Juan
Miguel, de 50 años, vecino y alcalde de Piqueras, no guarda ningún
parentesco con las partes.
-Fabián
Mateo, de 60 años, vecino de Piqueras, no guarda ningún parentesco
con las partes.
-Miguel
de la Orden, de 65 años, vecino de Barchín, afirma ser pariente del
Licenciado Juan Fernández de Peralta dentro del cuarto grado por ser
sobrino e hijo de su prima segunda.
Añade
que el Licenciado Juan Fernández de Peralta es pariente de Don Luis
de Alarcón en cuarto grado por parte de su madre.
-Pedro
Gascón, de 44 años, es vecino de Barchín y afirma no ser pariente
de las partes.
Por
lo que respecta a los testigos que aporta el Licenciado Juan
Fernández de Peralta, vemos como éste apuesta por cuatro vecinos de
la villa de Piqueras, siendo los siguientes:
-Don
Luis de Alarcón, de 70 años, vecino de Piqueras, quien reconoce el
parentesco antes citado con el Licenciado.
-Juan
López, de más de 70 años, es vecino de Piqueras y no guarda ningún
parentesco con las dos partes.
-Juan
de Reyllo, de 50 años, vecino de Piqueras que no que no guarda
ningún parentesco con las dos partes.
-Domingo
Herráiz -el viejo-, de 62 años, vecino de Piqueras que tampoco no
guarda ningún parentesco con las dos partes.
Al
final del documento se añaden una serie de referencias sobre los
parientes del anterior clérigo ya fallecido, Francisco de Liébana.
Indicándose que son sus herederos Andrés de Lucas (padre de Amador
de la Orden), Martín de Liébana, Bartolomé López (marido de Ana
de Liébana) y Pedro Gascón (marido de María de Liébana).
Valgan
pues estas modestas anotaciones, como una información adicional, que
nos permita acércanos un poco más a la historia de Piqueras hace ya
400 años atrás.
David
Gómez de Mora
Referencias:
-
Legajo 861, nº 2293. Año 1618, Curia Episcopal. Archivo Diocesano
de Cuenca.