Uno de los nombres que durante
principios del siglo XVIII fue conocido en Valera de Abajo como sus alrededores
tras el estallido de la Guerra de Sucesión, fue el de su vecino Don Juan
Serrano Gil.
Ya hemos comentado en más de
una ocasión la implicación que tuvo la tierra de Cuenca en los diferentes
conflictos dinásticos que se han vivido a lo largo de la historia…, y es que si
las guerras carlistas tuvieron una incidencia que ha resultado infravalorada
por la historiografía general en muchas de las zonas rurales, la Guerra de
Sucesión también se vivió con cierta intensidad en diversos puntos de la
provincia, con especial fuerza durante la campaña de 1706, representando a la
postre las raíces de lo que poco más de un siglo después será el caldo de
cultivo de los movimientos carlistas en esta franja geográfica.
El cambio de poder en la
Monarquía de los Hasburgo comportó una guerra extendida por buena parte de
Europa, y de la que Cuenca no pasó desapercibida.
Con la muerte sin descendencia
de Carlos II, Felipe de Anjou (miembro de la dinastía Borbónica) acabó siendo
designado como el heredero oficial, por lo que se coronó con el nombre de
Felipe V. Ante aquel hecho los Hasburgo presentaron su oposición a través de la
figura del Archiduque Carlos, quien apoyado desde el extranjero, así como en el
territorio peninsular con especial interés por los bandos foralistas, enmarcarían
las dos cabezas visibles de un conflicto que sumió a las grandes potencias del
continente.
Tengamos en cuenta que por
ejemplo la ciudad de Cuenca fue saqueada y bombardeada por las tropas inglesas
del General Hugo de Wildham, produciéndose además refriegas y combates entre
las tropas inglesas y el vecindario de Huete.
Mientras tanto, durante el verano
de 1706, y antes de que finalizara la primera fase del conflicto, las tropas
antifelipistas se dejaron ver por nuestras tierras.
No nos cabe la menor duda que
de ello quiso dejar constancia intencionadamente el párroco de la iglesia de
Valera de Abajo, cuando al escribir en
verano de 1706 (concretamente en los fols. 57 v. – fols. 58 del libro de
defunciones), relata los sucesos ocurridos en la población.
Recreación de la Batalla
de Almansa. Foto: El Economista.
Según el autor, desde el 20 de
agosto hasta el 17 de septiembre la población se vio sumida en una situación de
temor y miseria, en donde no se sabía muy bien que podía pasar. Parece ser que
en los campos de esta tierra se produjeron muchas muertes entre soldados,
acompañadas por el saqueo de dinero de muchos vecinos, llegándose incluso a
quemar varias casas de la localidad. De acorde al relato del párroco, en el
pueblo se presenció la entrada de 4000 soldados a caballos y
bagajeros, que generaron cuantiosos gastos y desperfectos a los habitantes del lugar.
La situación de guerra no
ayudaría en nada a la economía local de una zona tan tranquila en la que por
las descripciones que se reflejan en el libro de defunciones, sabemos que se
pasó por momentos muy duros. Detallándose que los soldados “sacaron todo lo que
quisieron de trigo de cebada (…), al vicario le quitaron cuantos vestidos tenía
y alhajas en la casa de sus padres en que vivían sus hermanos (…) y que algunos
desnudaron quitándoles hasta la camisa que tenían puestas sucediendo malos
partos”.
Entre medio de aquel conflicto
que rompió con la tónica natural de un pueblo rural, fue destacada la figura
del Regidor Juan Serrano Gil, quien proclamándose defensor de la causa
felipista, fue finalmente ejecutado por las tropas enemigas que entraron en la
localidad.
De acuerdo a la partida de
defunción que se anticipa a la descripción que realiza el párroco de Valera, se
dice que Juan Serrano Gil, Regidor de esta villa, murió “de repente” confesando
previamente a manos de los herejes de la Orden de uno de los Duques
Austracistas. Según el párroco, Juan fallecía el 21 de agosto de 1706, luchando
al Servicio de Felipe V, y mandando ser sepultado en la parroquia de Valera de
Abajo.
La Gaceta de Madrid, en verano
de 1707, nos informa de su ejecución con la pena de la horca, tras mostrar su fidelidad
a Felipe V, suceso del que según parece tuvo noticia el propio monarca, por lo que
acogió durante un tiempo a la viuda María Saiz de la Blanca en la Corte Real.
Su descendencia adoptó el
apellido compuesto durante varias generaciones, moviéndose por diversos municipios
de la zona, tal y como fue el caso de Albaladejo y Piqueras del Castillo. Todo
esto a pesar de que el apellido Saiz de la Blanca gozaba de cierto peso en la
historia del municipio de Valera, pues veremos a diversos integrantes de la
corporación y del clero local como portadores del mismo. Sabemos que una hija del Regidor se llamaba
Margarita Serrano-Gil, quien casó con el vecino de Albaladejo, Bartolomé
Ruiz-Tébar Campillo, y que celebró sus nupcias el lunes día 1 de enero de 1725.
Bartolomé era hijo de Gaspar Ruiz-Tébar Gómez y Catalina Martínez Campillo (él era
natural de Albaladejo pero con raíces en Iniesta, mientras que ella vecina de
Honrubia, casando en este mismo lugar en primeras nupcias el 25-2-1706 con
Diego de la Fuente). La hija de Bartolomé y Margarita Serrano-Gil fue María
Antonia Ruiz Serrano-Gil, quien estableció enlace matrimonial con el piquereño
Alonso de Checa y de Crespo, y cuya descendencia permanecerá en esta localidad bajo
el apellido Checa.
David Gómez de Mora