Ya hemos redactado en diversas
ocasiones el protagonismo que jugó Peñíscola durante el siglo XIX a lo largo de
las guerras carlistas. Una plaza militar recelosamente vigilada y custodiada
por las tropas liberales, pero que como tan acertadamente apunta el Marqués de
San Román era “una población de 400
habitantes devotísimos al carlismo”. Los vecinos del lugar lo tenían claro,
las ideas tradicionalistas mandaban e impregnaban un municipio mayoritariamente
compuesto por labradores, que conocían de primera mano la crudeza de lo que
verdaderamente preocupaba a aquellos foráneos destinados a esta localidad, y
que durante siglos habían dado tantos quebraderos de cabeza a sus habitantes.
Así fue como los peñiscolanos
tuvieron que hacer frente durante generaciones a los intereses de diferentes
monarcas, a los que la roca únicamente les incumbía en aspectos de tipo
geoestratégico, pues poco o nada les importaba la penuria de muchos de sus
habitantes, que de manera heroica lograron grandes hazañas, y que de modo
injusto la historia nunca les reconocería de la debida forma.
La situación de inestabilidad y
estancamiento económico que venía arrastrándose desde las guerras anteriores,
afectó de pleno a una modesta sociedad local, que tocó fondo tras el exilio y
exterminación de una tercera parte de sus habitantes como resultado de su éxodo
tras la ocupación francesa.
I.
El contexto socio-político en Peñíscola
Sobre ese escenario antes
descrito es muy seguramente donde se canalizan las ideas de un pueblo que ve
como los intereses de unos pocos, se imponen por encima del resto de personas.
Las relaciones con las tierras carlistas del interior de Castellón, junto la
influencia alentada desde este área geográfica, y en la que el carlismo
adquirió un apego incondicional (Benicarló, Alcalà de Xivert…), consolidó la
defensa de un ideario, vivido desde la cautela y precaución que suponía
compartir idéntico lecho geográfico con los soldados liberales que defendían la
plaza de su pueblo.
Sobre este escenario muchos de los
habitantes seguían con su día a día, abogando por una resistencia silenciosa,
que durante la década de los setenta del siglo XIX, no era más que la
continuación del pensamiento que sus abuelos les habían trasmitido en los
tiempos de Cabrera, ocultando y mandando a sus hijos a las partidas rebeldes que
se movían por los alrededores, hecho que podemos leer e interpretar gracias a
dos documentos existentes en el Archivo Municipal de la misma localidad, además
de las fuentes orales que hasta hace una generación muchos hemos escuchado en
boca de nuestros antepasados.
En el primer documento referido,
el Alcalde de Peñíscola realiza un escrito al Gobernador Civil de la Provincia,
para que se rompa el bloqueo que los carlistas están efectuando en las afueras
de la villa, puesto que en ocasiones se presentaban en las inmediaciones de la
muralla exigiendo tributos. El segundo guarda un interés destacado, ya que se
trata de un registro de escritos y notificaciones, en el que se informa con
nombre y apellidos de que habitantes se habían adherido a la sublevación.
Ambos cronológicamente se
encuadran en el período que comprende la tercera Guerra Carlista, por lo que se
desprenden diversas conclusiones que resultan vitales para explicar y
reconstruir que escenario político se estaba viviendo en Peñíscola durante los
primeros años de la década de los setenta del siglo XIX.
Por un lado vemos como los
carlistas se acercan con frecuencia hasta las puertas de la población, pidiendo
a algunos labradores que contribuyan a la causa con pagos económicos. Otro
elemento de interés, es que de esa situación se percibe cierta connivencia,
pues en ocasiones los labradores salían a faenar a los campos a pesar de que desde
dentro los soldados avisaban del riesgo que podían correr. Tengamos en cuenta
que los labradores necesitaban ir a trabajar para poder sobrevivir, de ahí que
en multitud de ocasiones ignorasen las órdenes de permanecer dentro de la
villa. Durante las notificaciones de 1870-1874 en ninguna ocasión se menciona
un ataque de los carlistas a los labradores que traspasan las murallas, lo que
respalda la tesis de que existía en muchos casos una estrecha colaboración
entre los vecinos de la roca y los carlistas que acechaban las inmediaciones.
Suponemos que en el momento de tener que salir para proveerse de víveres
cultivados en sus fincas, muchos padres y madres aprovechaban para ir a ver a
sus hijos, quienes se acercarían y de paso, seguirían animándoles para que no
desistieran en su lucha.
Carlistas.
Obra del pintor Augusto Ferrer-Dalmau Nieto
Normalmente cuando los mozos
llegaban a los 18 años debían prestar servicio, ayudando a defender la plaza si
se les requería, cosa que como veremos no siempre sucedía, puesto que llegado
el momento de ser llamados, algunos ya se habían sumado a los grupos sublevados.
Resulta curioso el caso de un vecino que se relata el 14 de junio de 1874, y que según el testimonio escrito, estuvo varias jornadas conviviendo con los rebeldes: “Agustín Cabanes i Pauner se ha presentado y me ha manifestado que ha estado por espacio de seis días en compañía de carlistas en Benicarló con los cuales comía y bebía, así como también ha estado con dichos carlistas en este término municipal, y dicho Cabanes quería que su esposa le llevara la ropa para marchar con los carlistas y que si no se la llevaba los carlistas de Peñíscola lo matarán” (AMP).
Resulta curioso el caso de un vecino que se relata el 14 de junio de 1874, y que según el testimonio escrito, estuvo varias jornadas conviviendo con los rebeldes: “Agustín Cabanes i Pauner se ha presentado y me ha manifestado que ha estado por espacio de seis días en compañía de carlistas en Benicarló con los cuales comía y bebía, así como también ha estado con dichos carlistas en este término municipal, y dicho Cabanes quería que su esposa le llevara la ropa para marchar con los carlistas y que si no se la llevaba los carlistas de Peñíscola lo matarán” (AMP).
Parece ser que Agustín estaba
conspirando, pues incitó a sus compañeros a asesinar al Segundo Teniente de
Alcalde, vacilando que si ellos no eran capaces, el mismo se encargaría de
hacerlo.
Este relato nos muestra otra
cuestión que hasta el momento no hemos planteado, y es el de la fractura social
e ideológica que existía entre los vecinos de la roca respecto al gobierno
local. Como bien sabemos, Peñíscola estaba ocupada por los milicianos liberales
y un Gobernador (siempre forastero) que era el principal responsable de velar
por el orden y control de la plaza, encargado de evitar cualquier tipo de problema que
pudiera ocasionarle una población claramente favorable a traicionar sus
intereses, tal y como ya se intentó en la primera guerra de acuerdo al
testimonio que aportó el Marqués de San Román.
Los elegidos para integrar
aquel gobierno municipal eran familias bien posicionadas, normalmente alguno de
los escasos industriales que podían haber en la villa, así como diferentes
personas vinculadas a oficios con formación académica, maestros,
agrónomos…, que numéricamente eran escasos comparados con el resto de
habitantes. En el otro bando nos encontrábamos con medianos y pequeños
terratenientes (labradores poseedores de un patrimonio heredado de sus ancestros,
que seguían fieles a las ideas tradicionalistas), y que junto con pastores,
tejedores, marineros y los jornaleros más desfavorecidos, sin olvidar el apoyo
incondicional del clero y sus familiares, consolidaban un grueso considerable,
que venía casi a representar la gran mayoría del vecindario, no distando mucho
de esos cuatro centenares de familias que describía don Eduardo Fernández San
Román en el trascurso de la primera contienda.
Siguiendo con las
notificaciones que vamos relatando, como decíamos suponemos que los carlistas
nunca atacaron fuera de la muralla a los labradores y jornaleros que
desobedecían las recomendaciones del Gobernador, por el hecho de que había una
clara confabulación entre ambos, a pesar de que en algunas ocasiones se
aquejaban de los tributos que les exigían. Así lo vemos el día 11 de junio de
1874 cuando se informa de que los carlistas “continuaban
por las inmediaciones de esta ciudad y por las huertas, y en atención a que
apenas hacían fuego, muchos trabajadores salieron a regar el trigo, a coger
patatas (…) dichos carlistas no hacen más que pasearse por los huertos y
campos” (AMP).
En ese clima de tensión y sociedad
dividida, los carlistas peñiscolanos tenían claro que los políticos liberales
que respaldaban al Gobernador habían de ser atacados, por ello no sorprende que
el día anterior a la declaración de Agustín Cabanes se informe que al Segundo
Teniente Alcalde le han destrozado una casita de campo, además de que a los
arrendatarios les han desposeído de sus caballerizas. Sabemos que el día anterior
las fuerzas carlistas ya se reunieron en el término de Peñíscola a paso doble
para dirigirse hacia Benicarló, volviendo al día siguiente a ocupar los mismos
puntos y prosiguiendo con el bloqueo, exigiendo una contribución a aquellos
labradores que ellos consideraban que nos les habían beneficiado.
El 14 de junio de 1874 se
informa de que “hace 7 días una partida de
carlistas se estaba paseando por este término municipal impidiendo la entrada
de toda clase de víveres a esta ciudad, y al propio tiempo exigiendo un año de
contribución territorial a todos y los que se resisten al pago” (AMP). Por
desgracia los trabajadores que faenaban eran quienes pagaban la consecuencia de
aquel conflicto, ya que los liberales guardaban la plaza del castillo, y por lo
tanto, no se llegaban a exponer directamente a la milicia carlista, al
contrario de los vecinos que necesitaban buscar su sustento. Durante el mes de
junio de aquel año la situación se hacía insostenible, y ante la presión de los
carlistas, el Gobernador temeroso de una insurrección dentro de la misma
localidad, pide al Gobernador Civil de la provincia que intervenga lo antes posible,
para disipar la presión que se amontonaba en las afueras del pueblo.
Llegados al 16 de junio se dice
que la fuerza que guarnece la plaza está pidiendo dinero a la Alcaldía, en
atención a que no hay fondos depositados, pues no existe ningún contribuyente
mayor que pudiera respaldarles. Sin lugar a dudas el Gobernador contaba con el
apoyo de los regidores que eran los mejor posicionados económicamente, de ahí que
esa brecha entre algunos de éstos y el resto de la población, acrecentara unas
rencillas, que el carlismo aprovechaba a la hora de reunir combatientes que se
alistaran a la causa. Durante aquellos días Cucala se movía por las tierras del
Maestrat con 250 hombres, tal y como pudieron presenciar en Rosell. Dato que se
confirma en las referidas notificaciones de este documento.
II.
Carlistas peñiscolanos
Desde septiembre de 1873 hasta
mayo de 1874 se registran numerosos vecinos que por interrogatorios e
informaciones que se han ido transmitiendo, no cabe la menor duda de que se
alistaron en los contingentes que se movilizaban por los alrededores.
Obviamente se ignorarían otros tantos vecinos, que bien por su oficio (pues
recordemos que por ejemplo los pastores no estaban obligados a rendir cuentas
de sus servicios si se les requería) o directamente por el silencio que
guardaban sus familiares, incrementaron la lista de integrantes en el grueso
revuelto. A esto cabría sumar los que pudo obviar el propio Gobernador, ya que
gozaría de enorme descrédito de saberse que a medida que transcurrían los días
eran muchos los vecinos que se alistaban y jugaban en su contra…, sin lugar a
dudas una difícil papeleta con la que le tocaría lidiar.
El día 14 de septiembre de 1873
se informa de que han marchado a las partidas carlistas los siguientes vecinos:
-Romualdo Tomás i Domènech, 24
años, de oficio zapatero (estaba cojo e iba con una muleta).
-Miguel Galán i Simó, 20 años,
de oficio pastor.
-Pedro Ramón Llopis i Ayza, 23
años, de oficio marinero (su hermano ya estaba con las partidas carlistas desde
tiempo antes).
-Manuel Martín (apodado como
Villacampa), 19 años, de oficio pastor.
-José Peña i Domingo, 23 años,
casado, de oficio pastor.
Sobre estos vecinos se dice que
las familias manifestaban no saber nada sobre su paradero, así como que no les
constaba que éstos marcharon con las partidas carlistas. El 28 de septiembre de
1873 la milicia de Segarra estuvo en Benicarló, y dos días después el Señor
Alcalde de Sant Mateu remitió una comunicación reclamando 45 reales por el
importe que costaba mandar desde Benicarló a Castelló de la Plana a otros seis
presos correspondientes de las partidas salidas desde Peñíscola.
El 4 de octubre de 1873 se dice
que en Benicarló había unos 60 carlistas sin que les guiara ningún cabecilla
conocido, a lo que el Gobernador de la plaza de Peñíscola omite cualquier tipo
de relación con sus vecinos, argumentando que en el puesto que él defendía no se
alistaban gentes hacia las filas sublevadas, hecho que como bien sabemos era
totalmente falso, pues el alzamiento de milicianos que salían desde dentro de la
roca era un goteo incesante. Una semana y media después se plantea si es
obligación del Ayuntamiento de Peñíscola socorrer cuatro presos carlistas que
había en las cárceles de su castillo.
Durante el 15 de noviembre de
1873 se anota que desde hacía dos meses “en
esta localidad se observa que de algunos días a esta parte faltan los
siguientes vecinos” (AMP):
-Francisco Prats i Febrer, 38
años, casado, de oficio panadero.
-Vicente Tomàs i Domènech, 19
años, soltero, de oficio panadero.
-Gabriel Vizcarro i Peña, 19
años, soltero, de oficio pastor.
-Pascual Albiol i Arenós, 19
años, soltero, jornalero.
-José Pauner i Castell, 19
años, soltero, jornalero.
-Diego Prades i Expósito, 17
años, soltero, jornalero.
Como vemos la manera que tenían
los militares de detectar el alistamiento de peñiscolanos en las filas
carlistas se basaba en el recuento que cada cierto tiempo hacían preguntando
por las viviendas, contabilizando la ausencia de algunos de los ocupantes,
puesto que las familias de los sublevados guardaban silencio, justificando
desconocer cualquier pista sobre el paradero de su hijo o marido.
Durante los meses siguientes
seguirían produciéndose diferentes incorporaciones. Llegados al 13 de marzo de
1874 se percatan de que desde el 9 de septiembre, por testimonio de Salvador
Ciurana, el vecino Rafael Dragó i Galán, jornalero y casado, marchó con el
bando carlista, concretamente a la partida que capitaneaba el cabecilla
Segarra. Este dato que como vemos fue omitido por la guardia encargada de
controlar el vecindario (y que en cierto modo demuestra la multitud de peñiscolanos
que se pasarían por alto al estar desde tiempo atrás alistados en las
filas enemigas), se supo de casualidad cuando el propio Ciurana en un
desplazamiento a Benicarló vio a Rafael vestido de paisano.
El día 2 de mayo de 1874 se
informa de que durante los últimos días se han agregado a las partidas
carlistas algunos mozos peñiscolanos, es el caso de:
-Domingo Sanz i Ayza, 19 años,
soltero, de oficio panadero.
-Juan Oms i Paris, 18 años,
soltero, aprendiz de confitero.
-Bautista Pedra i Esbrí, 19
años, soltero, tejedor.
Durante la primavera de 1874
los carlistas se verían con bastantes fuerzas, tras decidir realizar varias
incursiones que tenían como objetivo tomar la plaza militar. Probablemente el
incremento de milicianos procedentes del mismo lugar animaría sustancialmente aquel
intento. Esta acción se refleja en el cuaderno de anotaciones el 4 de mayo de
1874 de la siguiente manera: “Se
ha observado en esta ciudad y en su término municipal una completa tranquilidad
hasta la hora de cerrar las puertas del día de ayer (3 de mayo), merced a las
precauciones, más a las 11 de la noche se oyeron en las inmediaciones de esta
ciudad algunas detonaciones de fusilería, sin que se hayan repetido en toda la
noche hasta el amanecer del día de hoy que han aparecido a distancia de unos
1200 metros de esta ciudad algunos grupos de carlistas que desplegados en
guerrillas han hecho fuego bastante seguido hasta las 10 de esta mañana, y en
vista que algunos carlistas se hallaban parapetados a una paridera de ganado
que hay en estas inmediaciones, el Señor Gobernador Militar de esta plaza a
dispuesto dirigir 4 cañonazos con los cuales se ha logrado que abandonaran (…)
a la una de esta tarde han vuelto a continuar el fuego, pues se ignora el filón
que desean los insurrectos con el objeto de no dejar entrar en esta ciudad
ninguna clase de comestibles a consecuencia de la comunicación que el cabecilla
Cucala desde Alcalà dirigió a esta alcaldía en fecha de 28 del pasado abril” (AMP).
El 6 de mayo de 1874 las
acciones por parte de los carlistas no cesan, de modo que “siguen ocupando las mismas posiciones en las inmediaciones de esta
ciudad, desde las cuales continuaron haciendo fuego hasta el anochecer del día
cuatro y durante la noche de dicho día no se oyó ninguna detonación, pero al
amanecer el día de ayer continuó el fuego que duró todo el día aunque poco
nutrido”. Luego el Gobernador efectuó varios disparos, aunque los carlistas
“se parapetaron detrás de las paredes del
cementerio, y de los troncos de los muchos algarrobos que hay en estas cercanías,
desde donde continuaron haciendo fuego hasta el anochecer, en cuya hora cesó
por completo el fuego hasta el amanecer del día de hoy, el cual ha vuelto a
continuar hasta las 11 de esta mañana que ha cesado a consecuencia del tiempo
muy lluvioso” (AMP).
El resultado de estas refriegas
ocasionadas entre los días 4 y 6 de mayo se saldó con un carlista fallecido por
una bala de cañón, además de varios heridos por bala de fusil. Pocas jornadas
después se informa que seguían marchando mozos peñiscolanos a las filas
enemigas, es el caso de Tomàs Esbrí i Roca, así como Jaime Albiol i Vizcarro,
quienes estaban alistados en la reserva liberal.
Durante este periodo se
documentan casos curiosos como es el del estanquero, Juan Albiol i Arenós,
quien el 17 de abril de 1874, dirigiéndose a Vinaròs para entregar una
comunicación al alcalde liberal, comentó que no pudo hacer llegar su carta al
ser interceptado. El hecho no debería haber hecho sospechar a nadie, si meses
antes su hermano Pascual no se hubiera sumado a las tropas rebeldes.
El Gobernador Militar de
Peñíscola, viendo como el emplazamiento era un caldo de cultivo carlista, y
ante el temor de que muchos de los familiares de los hijos que desde sus
murallas estaban cañonenado, pudiera dar pie a una conspiración como la que se
planificó en la primera guerra, tomó cartas sobre el asunto, decretando junto
con el Alcalde Popular de la ciudad que “ninguna
persona vaya por las calles después de las ocho de la noche, que no haya
reuniones ni lio en las casas, y el que faltara a dicha orden se le impondrá
multa que a bien tendrá el Señor Alcalde” (AMP).
El testimonio de este documento,
resulta vital para reconstruir una situación de la que hasta la fecha sólo nos
habían llegado testimonios orales, que obviamente generación tras generación
acababan deformándose. En lo que concibe a los
personajes que forman parte de aquellas historias, centrémonos de manera más
detallada en el perfil de cada una de las familias, pues sólo de esta forma,
podremos entender mucho mejor que los llevaba a alistarse en la causa sublevada.
En su mayoría se trataba de
jóvenes, que a pesar de venir de casas con ciertos recursos (pues no olvidemos
que todos no eran jornaleros), en sus mentes tuvo que hacer mella las historias
legadas por sus abuelos, y que en algunos casos, estaban reviviendo de nuevo en
aquella tercera guerra. Creemos que esto tuvo que tener cierto peso, especialmente
entre quienes disponían de bienes, por gestionar negocios que aparentemente por
el pago de contribuciones que hemos observado en el Archivo Municipal, tampoco
justificarían un alistamiento por una desesperación de su situación económica o
el mero interés de bandolear, y con el que muchos historiadores encasillan
rápidamente a muchos milicianos. Siendo diversos los integrados en este
movimiento bajo un mismo perfil social. Por ejemplo Juan Oms i Paris, era
aprendiz de confitero cuando marchó hacia las filas rebeldes, oficio que le
venía como la mayoría de los peñiscolanos transmitido por herencia de su padre,
el señor Francisco Oms i Ayza, quien estaba casado con Vicenta Rosa Paris.
La familia de los panaderos
(los Tomàs), también lo tenían claro, así los hermanos Romualdo (que trabajó como
zapatero) y Vicente Tomàs i Domènech, que siguió con el oficio generacional,
engrosaron las filas carlistas en cuestión de escasos meses de diferencia.
Estos eran hijos de Romualdo Tomàs i Albiol y de Rosario Domènech.
Igual de interesante es el caso
de los Pauner, la familia de albañiles con la que contaba esta localidad
durante el siglo XIX. Los Pauner estaban bien posicionados, pues no olvidemos
que por ejemplo doña Vicenta Pauner i Castell residía en la calle caballeros, llegando
incluso a acoger refugiados que veían Peñíscola como un lugar seguro por las
prestaciones que otorgaba su plaza como punto infranqueable. En este sentido
José Pauner i Castell, otro joven que se alistó con 19 años, era hijo de José
Pauner i Oms (albañil) y María Castell i Simó.
Resulta curioso ver como las
casas de los pastores y panaderos son
quienes más implicados estarán con la causa, pues Pedro Ramón Llopis i Ayza,
era hijo del panadero Pedro Ramón Llopis i Ayza y su esposa Rafaela Ayza i
Simó. Por otro lado Gabriel Vizcarro i Peña, y que siguió los mismos pasos, era
hijo de Sebastián Vizcarro i Castell (pastor) y Josefa María Peña i Amargós.
Otros mozos antes citados y que tampoco contaban con 20 años de edad fueron
Tomás Esbrí i Roca, hijo de los peñiscolanos Antonio Vicente Esbrí i Amargós y
Josefa Teresa Ayza i Roca, así como Jaime Albiol i Vizcarro, hijo de
Ramón Albiol i Bayarri y Teresa Vizcarro i Castell.
David
Gómez de Mora
Referencias:
-Arxiu Municipal de Peníscola.
Escrito del Alcalde de Peñíscola al Gobernador Civil de la Provincia. 8 de
junio de 1874
-Arxiu Municipal de Peníscola.
Registros de escritos, notificaciones y bandos de 1870-1874
-Fernández San Román y
Ruiz, Eduardo (1884). Guerra Civil de 1833 a 1840 en Aragón y Valencia.
Campañas del General Oráa (1833 a 1840). 400 páginas.