domingo, 10 de noviembre de 2019

El apoyo de Peñíscola a la causa carlista (1873-1874)


Ya hemos redactado en diversas ocasiones el protagonismo que jugó Peñíscola durante el siglo XIX a lo largo de las guerras carlistas. Una plaza militar recelosamente vigilada y custodiada por las tropas liberales, pero que como tan acertadamente apunta el Marqués de San Román era “una población de 400 habitantes devotísimos al carlismo”. Los vecinos del lugar lo tenían claro, las ideas tradicionalistas mandaban e impregnaban un municipio mayoritariamente compuesto por labradores, que conocían de primera mano la crudeza de lo que verdaderamente preocupaba a aquellos foráneos destinados a esta localidad, y que durante siglos habían dado tantos quebraderos de cabeza a sus habitantes.

Así fue como los peñiscolanos tuvieron que hacer frente durante generaciones a los intereses de diferentes monarcas, a los que la roca únicamente les incumbía en aspectos de tipo geoestratégico, pues poco o nada les importaba la penuria de muchos de sus habitantes, que de manera heroica lograron grandes hazañas, y que de modo injusto la historia nunca les reconocería de la debida forma.

La situación de inestabilidad y estancamiento económico que venía arrastrándose desde las guerras anteriores, afectó de pleno a una modesta sociedad local, que tocó fondo tras el exilio y exterminación de una tercera parte de sus habitantes como resultado de su éxodo tras la ocupación francesa.


I. El contexto socio-político en Peñíscola

Sobre ese escenario antes descrito es muy seguramente donde se canalizan las ideas de un pueblo que ve como los intereses de unos pocos, se imponen por encima del resto de personas. Las relaciones con las tierras carlistas del interior de Castellón, junto la influencia alentada desde este área geográfica, y en la que el carlismo adquirió un apego incondicional (Benicarló, Alcalà de Xivert…), consolidó la defensa de un ideario, vivido desde la cautela y precaución que suponía compartir idéntico lecho geográfico con los soldados liberales que defendían la plaza de su pueblo.

Sobre este escenario muchos de los habitantes seguían con su día a día, abogando por una resistencia silenciosa, que durante la década de los setenta del siglo XIX, no era más que la continuación del pensamiento que sus abuelos les habían trasmitido en los tiempos de Cabrera, ocultando y mandando a sus hijos a las partidas rebeldes que se movían por los alrededores, hecho que podemos leer e interpretar gracias a dos documentos existentes en el Archivo Municipal de la misma localidad, además de las fuentes orales que hasta hace una generación muchos hemos escuchado en boca de nuestros antepasados.

En el primer documento referido, el Alcalde de Peñíscola realiza un escrito al Gobernador Civil de la Provincia, para que se rompa el bloqueo que los carlistas están efectuando en las afueras de la villa, puesto que en ocasiones se presentaban en las inmediaciones de la muralla exigiendo tributos. El segundo guarda un interés destacado, ya que se trata de un registro de escritos y notificaciones, en el que se informa con nombre y apellidos de que habitantes se habían adherido a la sublevación.

Ambos cronológicamente se encuadran en el período que comprende la tercera Guerra Carlista, por lo que se desprenden diversas conclusiones que resultan vitales para explicar y reconstruir que escenario político se estaba viviendo en Peñíscola durante los primeros años de la década de los setenta del siglo XIX.

Por un lado vemos como los carlistas se acercan con frecuencia hasta las puertas de la población, pidiendo a algunos labradores que contribuyan a la causa con pagos económicos. Otro elemento de interés, es que de esa situación se percibe cierta connivencia, pues en ocasiones los labradores salían a faenar a los campos a pesar de que desde dentro los soldados avisaban del riesgo que podían correr. Tengamos en cuenta que los labradores necesitaban ir a trabajar para poder sobrevivir, de ahí que en multitud de ocasiones ignorasen las órdenes de permanecer dentro de la villa. Durante las notificaciones de 1870-1874 en ninguna ocasión se menciona un ataque de los carlistas a los labradores que traspasan las murallas, lo que respalda la tesis de que existía en muchos casos una estrecha colaboración entre los vecinos de la roca y los carlistas que acechaban las inmediaciones. Suponemos que en el momento de tener que salir para proveerse de víveres cultivados en sus fincas, muchos padres y madres aprovechaban para ir a ver a sus hijos, quienes se acercarían y de paso, seguirían animándoles para que no desistieran en su lucha.

 
Carlistas. Obra del pintor Augusto Ferrer-Dalmau Nieto

Normalmente cuando los mozos llegaban a los 18 años debían prestar servicio, ayudando a defender la plaza si se les requería, cosa que como veremos no siempre sucedía, puesto que llegado el momento de ser llamados, algunos ya se habían sumado a los grupos sublevados.

Resulta curioso el caso de un vecino que se relata el 14 de junio de 1874, y que según el testimonio escrito, estuvo varias jornadas conviviendo con los rebeldes: “Agustín Cabanes i Pauner se ha presentado y me ha manifestado que ha estado por espacio de seis días en compañía de carlistas en Benicarló con los cuales comía y bebía, así como también ha estado con dichos carlistas en este término municipal, y dicho Cabanes quería que su esposa le llevara la ropa para marchar con los carlistas y que si no se la llevaba los carlistas de Peñíscola lo matarán” (AMP).

Parece ser que Agustín estaba conspirando, pues incitó a sus compañeros a asesinar al Segundo Teniente de Alcalde, vacilando que si ellos no eran capaces, el mismo se encargaría de hacerlo.

Este relato nos muestra otra cuestión que hasta el momento no hemos planteado, y es el de la fractura social e ideológica que existía entre los vecinos de la roca respecto al gobierno local. Como bien sabemos, Peñíscola estaba ocupada por los milicianos liberales y un Gobernador (siempre forastero) que era el principal responsable de velar por el orden y control de la plaza, encargado de evitar cualquier tipo de problema que pudiera ocasionarle una población claramente favorable a traicionar sus intereses, tal y como ya se intentó en la primera guerra de acuerdo al testimonio que aportó el Marqués de San Román.

Los elegidos para integrar aquel gobierno municipal eran familias bien posicionadas, normalmente alguno de los escasos industriales que podían haber en la villa, así como diferentes personas vinculadas a oficios con formación académica, maestros, agrónomos…, que numéricamente eran escasos comparados con el resto de habitantes. En el otro bando nos encontrábamos con medianos y pequeños terratenientes (labradores poseedores de un patrimonio heredado de sus ancestros, que seguían fieles a las ideas tradicionalistas), y que junto con pastores, tejedores, marineros y los jornaleros más desfavorecidos, sin olvidar el apoyo incondicional del clero y sus familiares, consolidaban un grueso considerable, que venía casi a representar la gran mayoría del vecindario, no distando mucho de esos cuatro centenares de familias que describía don Eduardo Fernández San Román en el trascurso de la primera contienda.

Siguiendo con las notificaciones que vamos relatando, como decíamos suponemos que los carlistas nunca atacaron fuera de la muralla a los labradores y jornaleros que desobedecían las recomendaciones del Gobernador, por el hecho de que había una clara confabulación entre ambos, a pesar de que en algunas ocasiones se aquejaban de los tributos que les exigían. Así lo vemos el día 11 de junio de 1874 cuando se informa de que los carlistas “continuaban por las inmediaciones de esta ciudad y por las huertas, y en atención a que apenas hacían fuego, muchos trabajadores salieron a regar el trigo, a coger patatas (…) dichos carlistas no hacen más que pasearse por los huertos y campos” (AMP).

En ese clima de tensión y sociedad dividida, los carlistas peñiscolanos tenían claro que los políticos liberales que respaldaban al Gobernador habían de ser atacados, por ello no sorprende que el día anterior a la declaración de Agustín Cabanes se informe que al Segundo Teniente Alcalde le han destrozado una casita de campo, además de que a los arrendatarios les han desposeído de sus caballerizas. Sabemos que el día anterior las fuerzas carlistas ya se reunieron en el término de Peñíscola a paso doble para dirigirse hacia Benicarló, volviendo al día siguiente a ocupar los mismos puntos y prosiguiendo con el bloqueo, exigiendo una contribución a aquellos labradores que ellos consideraban que nos les habían beneficiado.

El 14 de junio de 1874 se informa de que “hace 7 días una partida de carlistas se estaba paseando por este término municipal impidiendo la entrada de toda clase de víveres a esta ciudad, y al propio tiempo exigiendo un año de contribución territorial a todos y los que se resisten al pago” (AMP). Por desgracia los trabajadores que faenaban eran quienes pagaban la consecuencia de aquel conflicto, ya que los liberales guardaban la plaza del castillo, y por lo tanto, no se llegaban a exponer directamente a la milicia carlista, al contrario de los vecinos que necesitaban buscar su sustento. Durante el mes de junio de aquel año la situación se hacía insostenible, y ante la presión de los carlistas, el Gobernador temeroso de una insurrección dentro de la misma localidad, pide al Gobernador Civil de la provincia que intervenga lo antes posible, para disipar la presión que se amontonaba en las afueras del pueblo.

Llegados al 16 de junio se dice que la fuerza que guarnece la plaza está pidiendo dinero a la Alcaldía, en atención a que no hay fondos depositados, pues no existe ningún contribuyente mayor que pudiera respaldarles. Sin lugar a dudas el Gobernador contaba con el apoyo de los regidores que eran los mejor posicionados económicamente, de ahí que esa brecha entre algunos de éstos y el resto de la población, acrecentara unas rencillas, que el carlismo aprovechaba a la hora de reunir combatientes que se alistaran a la causa. Durante aquellos días Cucala se movía por las tierras del Maestrat con 250 hombres, tal y como pudieron presenciar en Rosell. Dato que se confirma en las referidas notificaciones de este documento.


II. Carlistas peñiscolanos

Desde septiembre de 1873 hasta mayo de 1874 se registran numerosos vecinos que por interrogatorios e informaciones que se han ido transmitiendo, no cabe la menor duda de que se alistaron en los contingentes que se movilizaban por los alrededores. Obviamente se ignorarían otros tantos vecinos, que bien por su oficio (pues recordemos que por ejemplo los pastores no estaban obligados a rendir cuentas de sus servicios si se les requería) o directamente por el silencio que guardaban sus familiares, incrementaron la lista de integrantes en el grueso revuelto. A esto cabría sumar los que pudo obviar el propio Gobernador, ya que gozaría de enorme descrédito de saberse que a medida que transcurrían los días eran muchos los vecinos que se alistaban y jugaban en su contra…, sin lugar a dudas una difícil papeleta con la que le tocaría lidiar.

El día 14 de septiembre de 1873 se informa de que han marchado a las partidas carlistas los siguientes vecinos:

-Romualdo Tomás i Domènech, 24 años, de oficio zapatero (estaba cojo e iba con una muleta).

-Miguel Galán i Simó, 20 años, de oficio pastor.

-Pedro Ramón Llopis i Ayza, 23 años, de oficio marinero (su hermano ya estaba con las partidas carlistas desde tiempo antes).

-Manuel Martín (apodado como Villacampa), 19 años, de oficio pastor.

-José Peña i Domingo, 23 años, casado, de oficio pastor.

Sobre estos vecinos se dice que las familias manifestaban no saber nada sobre su paradero, así como que no les constaba que éstos marcharon con las partidas carlistas. El 28 de septiembre de 1873 la milicia de Segarra estuvo en Benicarló, y dos días después el Señor Alcalde de Sant Mateu remitió una comunicación reclamando 45 reales por el importe que costaba mandar desde Benicarló a Castelló de la Plana a otros seis presos correspondientes de las partidas salidas desde Peñíscola.

El 4 de octubre de 1873 se dice que en Benicarló había unos 60 carlistas sin que les guiara ningún cabecilla conocido, a lo que el Gobernador de la plaza de Peñíscola omite cualquier tipo de relación con sus vecinos, argumentando que en el puesto que él defendía no se alistaban gentes hacia las filas sublevadas, hecho que como bien sabemos era totalmente falso, pues el alzamiento de milicianos que salían desde dentro de la roca era un goteo incesante. Una semana y media después se plantea si es obligación del Ayuntamiento de Peñíscola socorrer cuatro presos carlistas que había en las cárceles de su castillo.

Durante el 15 de noviembre de 1873 se anota que desde hacía dos meses “en esta localidad se observa que de algunos días a esta parte faltan los siguientes vecinos” (AMP):

-Francisco Prats i Febrer, 38 años, casado, de oficio panadero.

-Vicente Tomàs i Domènech, 19 años, soltero, de oficio panadero.

-Gabriel Vizcarro i Peña, 19 años, soltero, de oficio pastor.

-Pascual Albiol i Arenós, 19 años, soltero, jornalero.

-José Pauner i Castell, 19 años, soltero, jornalero.

-Diego Prades i Expósito, 17 años, soltero, jornalero.

Como vemos la manera que tenían los militares de detectar el alistamiento de peñiscolanos en las filas carlistas se basaba en el recuento que cada cierto tiempo hacían preguntando por las viviendas, contabilizando la ausencia de algunos de los ocupantes, puesto que las familias de los sublevados guardaban silencio, justificando desconocer cualquier pista sobre el paradero de su hijo o marido.

Durante los meses siguientes seguirían produciéndose diferentes incorporaciones. Llegados al 13 de marzo de 1874 se percatan de que desde el 9 de septiembre, por testimonio de Salvador Ciurana, el vecino Rafael Dragó i Galán, jornalero y casado, marchó con el bando carlista, concretamente a la partida que capitaneaba el cabecilla Segarra. Este dato que como vemos fue omitido por la guardia encargada de controlar el vecindario (y que en cierto modo demuestra la multitud de peñiscolanos que se pasarían por alto al estar desde tiempo atrás alistados en las filas enemigas), se supo de casualidad cuando el propio Ciurana en un desplazamiento a Benicarló vio a Rafael vestido de paisano.

El día 2 de mayo de 1874 se informa de que durante los últimos días se han agregado a las partidas carlistas algunos mozos peñiscolanos, es el caso de:

-Domingo Sanz i Ayza, 19 años, soltero, de oficio panadero.

-Juan Oms i Paris, 18 años, soltero, aprendiz de confitero.

-Bautista Pedra i Esbrí, 19 años, soltero, tejedor.

Durante la primavera de 1874 los carlistas se verían con bastantes fuerzas, tras decidir realizar varias incursiones que tenían como objetivo tomar la plaza militar. Probablemente el incremento de milicianos procedentes del mismo lugar animaría sustancialmente aquel intento. Esta acción se refleja en el cuaderno de anotaciones el 4 de mayo de 1874 de la siguiente manera: “Se ha observado en esta ciudad y en su término municipal una completa tranquilidad hasta la hora de cerrar las puertas del día de ayer (3 de mayo), merced a las precauciones, más a las 11 de la noche se oyeron en las inmediaciones de esta ciudad algunas detonaciones de fusilería, sin que se hayan repetido en toda la noche hasta el amanecer del día de hoy que han aparecido a distancia de unos 1200 metros de esta ciudad algunos grupos de carlistas que desplegados en guerrillas han hecho fuego bastante seguido hasta las 10 de esta mañana, y en vista que algunos carlistas se hallaban parapetados a una paridera de ganado que hay en estas inmediaciones, el Señor Gobernador Militar de esta plaza a dispuesto dirigir 4 cañonazos con los cuales se ha logrado que abandonaran (…) a la una de esta tarde han vuelto a continuar el fuego, pues se ignora el filón que desean los insurrectos con el objeto de no dejar entrar en esta ciudad ninguna clase de comestibles a consecuencia de la comunicación que el cabecilla Cucala desde Alcalà dirigió a esta alcaldía en fecha de 28 del pasado abril” (AMP).

El 6 de mayo de 1874 las acciones por parte de los carlistas no cesan, de modo que “siguen ocupando las mismas posiciones en las inmediaciones de esta ciudad, desde las cuales continuaron haciendo fuego hasta el anochecer del día cuatro y durante la noche de dicho día no se oyó ninguna detonación, pero al amanecer el día de ayer continuó el fuego que duró todo el día aunque poco nutrido”. Luego el Gobernador efectuó varios disparos, aunque los carlistas “se parapetaron detrás de las paredes del cementerio, y de los troncos de los muchos algarrobos que hay en estas cercanías, desde donde continuaron haciendo fuego hasta el anochecer, en cuya hora cesó por completo el fuego hasta el amanecer del día de hoy, el cual ha vuelto a continuar hasta las 11 de esta mañana que ha cesado a consecuencia del tiempo muy lluvioso” (AMP).

El resultado de estas refriegas ocasionadas entre los días 4 y 6 de mayo se saldó con un carlista fallecido por una bala de cañón, además de varios heridos por bala de fusil. Pocas jornadas después se informa que seguían marchando mozos peñiscolanos a las filas enemigas, es el caso de Tomàs Esbrí i Roca, así como Jaime Albiol i Vizcarro, quienes estaban alistados en la reserva liberal.

Durante este periodo se documentan casos curiosos como es el del estanquero, Juan Albiol i Arenós, quien el 17 de abril de 1874, dirigiéndose a Vinaròs para entregar una comunicación al alcalde liberal, comentó que no pudo hacer llegar su carta al ser interceptado. El hecho no debería haber hecho sospechar a nadie, si meses antes su hermano Pascual no se hubiera sumado a las tropas rebeldes.

El Gobernador Militar de Peñíscola, viendo como el emplazamiento era un caldo de cultivo carlista, y ante el temor de que muchos de los familiares de los hijos que desde sus murallas estaban cañonenado, pudiera dar pie a una conspiración como la que se planificó en la primera guerra, tomó cartas sobre el asunto, decretando junto con el Alcalde Popular de la ciudad que “ninguna persona vaya por las calles después de las ocho de la noche, que no haya reuniones ni lio en las casas, y el que faltara a dicha orden se le impondrá multa que a bien tendrá el Señor Alcalde” (AMP).

El testimonio de este documento, resulta vital para reconstruir una situación de la que hasta la fecha sólo nos habían llegado testimonios orales, que obviamente generación tras generación acababan deformándose. En lo que concibe a los personajes que forman parte de aquellas historias, centrémonos de manera más detallada en el perfil de cada una de las familias, pues sólo de esta forma, podremos entender mucho mejor que los llevaba a alistarse en la causa sublevada.

En su mayoría se trataba de jóvenes, que a pesar de venir de casas con ciertos recursos (pues no olvidemos que todos no eran jornaleros), en sus mentes tuvo que hacer mella las historias legadas por sus abuelos, y que en algunos casos, estaban reviviendo de nuevo en aquella tercera guerra. Creemos que esto tuvo que tener cierto peso, especialmente entre quienes disponían de bienes, por gestionar negocios que aparentemente por el pago de contribuciones que hemos observado en el Archivo Municipal, tampoco justificarían un alistamiento por una desesperación de su situación económica o el mero interés de bandolear, y con el que muchos historiadores encasillan rápidamente a muchos milicianos. Siendo diversos los integrados en este movimiento bajo un mismo perfil social. Por ejemplo Juan Oms i Paris, era aprendiz de confitero cuando marchó hacia las filas rebeldes, oficio que le venía como la mayoría de los peñiscolanos transmitido por herencia de su padre, el señor Francisco Oms i Ayza, quien estaba casado con Vicenta Rosa Paris.

La familia de los panaderos (los Tomàs), también lo tenían claro, así los hermanos Romualdo (que trabajó como zapatero) y Vicente Tomàs i Domènech, que siguió con el oficio generacional, engrosaron las filas carlistas en cuestión de escasos meses de diferencia. Estos eran hijos de Romualdo Tomàs i Albiol y de Rosario Domènech.

Igual de interesante es el caso de los Pauner, la familia de albañiles con la que contaba esta localidad durante el siglo XIX. Los Pauner estaban bien posicionados, pues no olvidemos que por ejemplo doña Vicenta Pauner i Castell residía en la calle caballeros, llegando incluso a acoger refugiados que veían Peñíscola como un lugar seguro por las prestaciones que otorgaba su plaza como punto infranqueable. En este sentido José Pauner i Castell, otro joven que se alistó con 19 años, era hijo de José Pauner i Oms (albañil) y María Castell i Simó.

Resulta curioso ver como las casas de los pastores y  panaderos son quienes más implicados estarán con la causa, pues Pedro Ramón Llopis i Ayza, era hijo del panadero Pedro Ramón Llopis i Ayza y su esposa Rafaela Ayza i Simó. Por otro lado Gabriel Vizcarro i Peña, y que siguió los mismos pasos, era hijo de Sebastián Vizcarro i Castell (pastor) y Josefa María Peña i Amargós. Otros mozos antes citados y que tampoco contaban con 20 años de edad fueron Tomás Esbrí i Roca, hijo de los peñiscolanos Antonio Vicente Esbrí i Amargós y Josefa Teresa Ayza i Roca, así como Jaime Albiol i Vizcarro, hijo de Ramón Albiol i Bayarri y Teresa Vizcarro i Castell.


David Gómez de Mora

Referencias:

-Arxiu Municipal de Peníscola. Escrito del Alcalde de Peñíscola al Gobernador Civil de la Provincia. 8 de junio de 1874

-Arxiu Municipal de Peníscola. Registros de escritos, notificaciones y bandos de 1870-1874

-Fernández San Román y Ruiz, Eduardo (1884). Guerra Civil de 1833 a 1840 en Aragón y Valencia. Campañas del General Oráa (1833 a 1840). 400 páginas.
 

davidgomezdemora@hotmail.com

Mi foto
Profesor de enseñanza secundaria, con la formación de licenciado en Geografía por la Universitat de València y título eclesiástico de Ciencias Religiosas por la Universidad San Dámaso. Investigador independiente. Cronista oficial de los municipios conquenses de Caracenilla, La Peraleja, Piqueras del Castillo, Saceda del Río, Verdelpino de Huete y Villarejo de la Peñuela. Publicaciones: 20 libros entre 2007-2023, así como centenares de artículos en revistas de divulgación local y blog personal. Temáticas: geografía física, geografía histórica, geografía social, genealogía, mozarabismo y carlismo. Ganador del I Concurso de Investigación Ciutat de Vinaròs (2006), así como del V Concurso de Investigación Histórica J. M. Borrás Jarque (2013).