Durante la segunda mitad del siglo XVI en la tranquila localidad conquense de Villarejo había pocas familias, un computo que a duras penas superaba la cifra de cien hogares, no obstante, aquello no era inconveniente para que entre bastantes de sus vecinos el peso del catolicismo tuviera una importancia reseñable, pues al margen de su funcionalidad como trampolín social desde el que poder catapultar algunos de los hijos de quienes disponían de mayores recursos, la fe era un aspecto difícil de despreciar en una sociedad de labradores en la que el culto no sólo se restringía a la misa de los domingos. Entre los párrocos del municipio veremos diversos personajes a lo largo de la segunda mitad del siglo XVI, es el caso de Feliciano de Ojeda, García de la Fuente, Francisco López o Simón de Moya, entre otros. Tampoco podemos olvidar a los escribanos del municipio (Miguel de Culebras, Juan Sánchez de Sotos o Alonso López), encargados de redactar los testamentos y mandas que se referenciarán en los libros de defunciones.
Será el 12 de septiembre de 1580 cuando fallecerá en Villarejo la señora Catalina Martínez. Se trataba de una mujer volcada con la religión, pues nadie ponía en tela de juicio su compromiso con el cristianismo, hecho que podemos desprender de las referencias testamentarias que se extraen de su amplia partida de defunción. Esta era esposa de Juan García, y como practicante y devota recibió en su lecho de muerte los sacramentos de la penitencia eucarística y extrema unción. A diferencia de otros vecinos que acudían al escribano de Valdecolmenas, esta efectúo su testamento ante el villarejeño Juan Sánchez de Sotos.
Catalina primeramente solicitaría que para su entierro acudieran tres clérigos que celebrarían las misas por su ánima. Para seguir con la tónica habitual pidió unos oficios de difuntos con nueve lecciones y letanía cantada, incluyendo una novena en la que también quería que se hallasen otros tres clérigos. Las misas que exigiría se repartirán entre diferentes sitios, es el caso del convento de San Francisco de Huete, donde solicitaría 20 junto con ofrenda de rogativa diaria como era costumbre. Especificaría que cada año se celebrara una misa por su alma con tres lecciones y letanía cantada, junto con seis misas del Espíritu Santo y la Vera Cruz. Pidió otras cinco para las fiestas principales de la Virgen. Igualmente solicitará otras para los días de San José, las siete angustias, los misterios gozosos y la Santísima Trinidad (todas ellas cantadas). Además de Villarejo, en Huete acompañaría las del convento de San Francisco con varias mandas diferentes que en total sumaban un total de 100, donde tendríamos las dedicadas a sus suegros, padres y almas del purgatorio. Habría que añadir otras cuarenta que repartirá entre amigos y familiares de pueblos de los alrededores, como será el caso de Caracenilla, donde incidirá en que se dediquen diez a Juan de Alcázar, Diego de Alcázar y Catalina de Alcázar. En Valdecolmenas de Arriba mandará otra decena a Miguel de Culebras y Pascual de Culebras, mientras que en Villar del Horno diez para Ana Martínez, Matías Martínez y Pedro Martínez. Por último no hemos de olvidar la decena restante que en Naharros irá dedicada a sus abuelos. Otras de las donaciones se destinarán para la Virgen de la Sotarraña, así como para la Iglesia de Villar del Horno. Sin olvidar un paño negro labrado de seda que donará, junto con una manda a la ermita de Santa Ana de Villarejo de una delantera de Bretaña con tres varas de largo.
Su hijo Juan García recibirá “la suerte de casas que me cupo en la partición que hicieron mis hijos con cargo que me diga unas vigilias y una misa el día de San Ildefonso en cada un año perpetuamente y después de sus días lo herede su hijo si viviere en esta villa, y sino la nieta o nietos míos que vivieran en ella que sean de mi descendencia prefiriendo siempre el varón a la hembra con el dicho cargo para siempre jamás” (fol. 15). Donará al mismo un pedazo de la casa que pertenecía a “la Bartola”, y una suerte con fiesta de aniversario para el día de San Andrés. Tampoco se olvidará de una finca que tenía en la zona del Valhondo de 16 almudes para el Santísimo Sacramento, así como una manga con cintas para la cruz de la Iglesia de Villarejo y otras piezas de textil que irán a parar al hospital de Villar del Horno, todo ello quedando reflejado en el testamento que redactaría el 20 de noviembre de 1581, es decir, poco menos de un año antes de morir.
Otra vecina con un fuerte arraigo devocionario hacia la religión cristiana fue María Redondo, de quien en el año 1570 se trasladaba parte de su testamento. En el mismo también quedaba patente su compromiso con el catolicismo, hecho por el que en el pueblo se le llegará a conocer cariñosamente con el mote de “la beata”. La familia de María gozaba de cierta posición. Su hermana era Juana Redondo y su cuñado Alonso González. Catalina falleció concretamente el día 5 de septiembre de 1567, ésta fue enterrada en el cuerpo de la Iglesia, zona que durante el siglo XVI era el único espacio donde creemos que descansaban los restos de la mayoría de los habitantes, exceptuando los Señores del lugar, quienes por sus testamentos sabemos que poseían una zona particular, y donde también reposaban sus mayordomos o sirvientes. La beata no estaba soltera, pues además de marido tenía hijos que prolongaron el nombre de la familia. En sus últimas voluntades podemos contabilizar un total de casi un centenar de misas teniendo en cuenta los novenarios que fue solicitando. Esta efectuó pequeñas donaciones, como medio real para la fábrica de la Iglesia y la ermita de Santa Ana, sin olvidar una memoria de aniversario sobre un huerto para su hijo Luis. Otra de las tierras que tenía y que parece ser le venían de su padre era “la fuente el ojo”, ubicada dentro de este término, pero que acabará donando a su hermana Ana Redondo, esposa de Domingo Sánchez, con cargo perpetuo de una misa cada viernes del año.
David Gómez de Mora
Bibliografía
* Archivo Diocesano de Cuenca. Volumen I de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1557-1578). P. 2124, Sig. 113/13
* Archivo Diocesano de Cuenca. Volumen II de defunciones de Villarejo de la Peñuela (1578-1595). P. 2125, Sig. 113/14