Notas personales y apuntes genealógicos sobre las élites de Buenache de Alarcón siglos atrás
Por David Gómez de Mora
I. Introducción
A
grandes rasgos y siguiendo las pautas geomorfológicas del territorio conquense,
podríamos decir que esta provincia se divide en tres grandes bloques, en los
que pensamos que no por hechos casuales, desde la reconquista cristiana, se han
ido produciendo una serie de fenómenos históricos y económicos que han
permitido que cada una guarde unas características sumamente particulares.
Por
un lado, nos encontraríamos con la Alcarria, ocupando la zona norte de la
provincia, y en donde sin lugar a dudas Huete será desde antaño el principal
foco de atracción que habrá en ese marco territorial, viniendo a ser una
especie de comarca natural, gracias al relieve tabular donde se asienta, que
contrasta ampliamente con el resto de las otras dos regiones a las que nos
referimos en el presente estudio.
A
continuación, tendríamos la Serranía, y que como su nombre bien alude, sería el
área montañosa, integrada por diferentes municipios, que ya desde tiempos
históricos han guardado una enorme dependencia con la ciudad de Cuenca, debido
a que ésta se emplaza justo al inicio de lo que luego será un relieve abrupto
que va tomando altura a medida que nos adentramos en sus entrañas.
Finalmente,
llegaríamos a la Manchuela (la meseta conquense estrictamente hablando), en
donde el relieve no resulta tan accidentado, y por lo tanto apreciamos un
paisaje más homogéneo. Esta franja geográfica permitirá que junto a la ribera
del río Júcar, numerosos enclaves aprovechen la riqueza que les reportará la
explotación de sus recursos, fomentando así el crecimiento de múltiples
poblaciones, entre las que Alarcón gozará de un notable protagonismo ya desde
el siglo XII.
Como
veremos estos espacios irán creciendo y siempre siguiendo una política
centralista, donde tendrán a la ciudad de Cuenca, como principal eje
vertebrador, no obstante, junto a ellos se desarrollarán y asentarán diferentes
familias, que serán las que al final acabarán convirtiéndose en las
protagonistas de ese lugar, y que vivían una continua lucha por atesorar un
poder que permitiese dar una mejor calidad de vida a sus representantes.
Durante
los primeros siglos, vemos como el mapa de la actual provincia, es un filón
de oro que se reparte entre varias familias de la nobleza. Los más destacados por sus vínculos con la
corona son sin lugar a dudas los Manuel, principales controladores de la zona
de Cuenca (junto su serranía) y la Manchuela, dejando de lado la zona de la
Alcarria. Recordemos que años atrás, mucho antes que ellos, otras familias de
la nobleza penetraron en esta última zona, efectuando las primeras incursiones
contra las comunidades musulmanas, es el caso de los Lara y los Castro.
Trascurrida
la reconquista, así como controlada esta parte de la Península, comienza una
pugna por consolidar el poder, que se desempeñará mediante el establecimiento
de estrategias y alianzas entre familias que ocuparan la zona, para desde ahí
enriquecer su nombre y patrimonio, funcionando como una plataforma social,
desde la que poder ascender o mantenerse en los puestos más elevados.
Esa
fase que comenzará a percibirse en estas tres regiones a partir del siglo XIII,
se caracteriza por una disminución de la fuerza de los linajes que han entrado
en la reconquista, por otros que
descienden de modestos caballeros, pero que, gracias a la consecución de
diferentes señoríos, tierras y privilegios, estaban comenzando a hacerse un lugar
en ese espacio con tanta competencia. Nombres como los Ruiz de Alarcón,
Albornoz, Carrillo y Sandoval, serán fundamentales para entender la historia de
estas tres regiones conquenses hasta llegado el siglo XV, momento de ruptura
del modelo de control y proyección que hasta la fecha conocíamos, puesto que
aparecen nuevos agentes, que cambiarán por completo el panorama social.
El
final de la Edad Media, supuso también la entrada de un nuevo conjunto de elementos
socioeconómicos, entre los que destacó el florecimiento de una clase adinerada
emergente (la burguesía), y que si por algo se caracterizó, fue por no
arrastrar el pasado legendario de gestas caballerescas que los remontaban a
aquellos primeros linajes que se instalaron en este lugar durante el siglo XII.
Esas familias eran en muchas ocasiones nuevos ricos, cuya historia les conducía
hasta las antiguas comunidades judías, que desde siglos atrás, ya se
encontraban instaladas. El gran problema les acechó tras la
instauración de la inquisición, puesto que la corona y la iglesia dejaron de
ver con buenos ojos aquello que nada tuviera que ver con el cristianismo,
fenómeno por el que muchos de los linajes se convertirán a la fe católica,
adoptando un apellido, así como una historia o leyenda, que intentará esconder
el pasado judío de sus integrantes.
Linajes que se
proyectaron en Cuenca durante la Edad Media (elaboración propia).
Partiendo
de los estudios genealógicos que con el trascurso de los años he podido
realizar en muchos lugares de la zona de la Manchuela como la Alcarria, me
atrevería casi a decir con absoluta seguridad, que una cantidad reseñable de
las grandes familias de muchos municipios, arrastran un pasado judío, que nada
tiene que ver con las gestas que se recogen en tratados heráldicos e históricos
de siglos posteriores. De ahí que la famosa “Estoria de Cuenca” de Giraldo, no
deja de ser al fin y al cabo, una muestra más de esa especie de mitología
caballeresca reconquistadora, que pretende ensalzar el pasado de un nutrido
conjunto de linajes, que nada tenían que ver en origen con lo que se había
relatado (además de estar elaborada mucho tiempo después, debido a intereses
religiosos como los que me refiero). Y es que el vacío documental, como las
lagunas y dudas existentes entre los primeros siglos de la historia de la
reconquista, son un aliado perfecto para lo que en su día era la difusión de
esta serie de tesis románticas, pero que en buena medida son entendibles y
justificables, si tenemos en cuenta que la persecución a la que se vieron
sometidos muchos de sus integrantes, les obligó a seguir esta serie de
estrategias, puesto que acabó siendo la forma más efectiva de poder pasar
desapercibidos por el Santo Oficio, así como de medrar en la pirámide social.
Entre
estas familias nos encontramos con los Castillo, Jaraba, y demás linajes, que
aprovechando la riqueza e influencia que jugaron, consiguieron establecer
relaciones con las grandes líneas de la antigua nobleza, creando en su conjunto
un conglomerado nobiliario, que irá siendo más homogéneo, en el que se mirará
más su poder de influencia, que aparentemente el origen genealógico de su
linaje.
Como
decíamos, las raíces religiosas de muchas de las grandes familias que dominaron
esas áreas, tendrán un profundo pasado judío. Simplemente consultando por
encima la bibliografía existente respecto a la temática, comenzaremos a ser
consciente de que la hidalguía era un arma de doble filo, que servía para
enmascarar un pasado religioso.
Es
por ello que desde finales del medievo, muchos linajes comenzarán a adscribirse
a esa especie de club, al que era casi necesario pertenecer para que se les
reconociera de forma efectiva su estatus social. Si rastreamos el origen
genealógico de muchas de estas familias, veremos cómo desde la reconquista
hasta esas fechas, existe un vacío absoluto en el caso de muchos apellidos, que
pensamos no siempre será casual, puesto que, a través de la conversión, será
cuando inicialmente aparecerán sus primeras referencias.
A
continuación, veríamos como en los alrededores de enclaves más modestos, como
será el caso de Huete y Alarcón, existirán diferentes municipios, en los que
muchas familias atesorarán un poder considerable, y que por norma general para
seguir en su fase de crecimiento social, acabaran estableciendo relaciones y
pactando estrategias, con las existentes en el lugar de su misma condición,
generando así un renombre que tenía por objetivo conseguir llevar a lo más alto
a sus miembros, ascendiendo a través de los diferentes niveles que hemos
comentado.
Por
norma general los Señores no solían aparecer mucho por el área que
representaban, pues a pesar de que la mayoría tenían su casa solariega en el
pueblo, parte de su vida la realizaban en la ciudad de Cuenca, de ahí que se
les viera esporádicamente en la época de verano, en las temporadas de caza, así
como también en el momento de celebrar sus bodas, así como en las ceremonias de
difuntos.
Y
es que para los Señores era importante ser vistos, de ahí que muchas veces
durante festividades concretas o ceremonias religiosas, soliesen dejarse caer
por el lugar. Igualmente los tendremos documentados en los libros de
defunciones, ya que solían tener una capilla o zona de enterramiento
privilegiada dentro de cada iglesia, fenómeno que por un lado les recordaba su
nexo de unión con el municipio, además de remarcar ante el resto de vecinos
quién mandaba allí.
Visto
así, apreciamos como en el lugar queda un “vacío de poder”, que ante la
ausencia del Señor será aprovechado por las élites locales, y que vienen a ser
los vecinos que disponían de una mayor amplitud de recursos, bien por ser
parientes del referido señor, o proceder de otras familias de la pequeña y
mediana nobleza rural.
Serán
pues estos grupos de personas quienes más nos interesará destacar en el
presente trabajo, ya que formarán el conjunto de familias privilegiadas que
controlarán permanentemente estos modestos núcleos. Algunos conseguirán
ascender incluso fuera de la provincia, otros, y en el caso de la inmensa
mayoría, destacarán a nivel comarcal o local.
Conocer
a fondo la historia de un lugar, requiere de una concisa labor de análisis y
estudio de un marco reducido, donde interactúan muchos factores. No obstante,
si pretendemos realizar este propósito de un modo más detallado, como puede ser
una radiografía social de sus componentes en un marco cronológico concreto,
necesitaremos datos precisos, que permitan no alejarnos lo mayormente
posible de la realidad.
En
el tema referente a las élites locales, una de las fuentes esenciales, pero que
por desgracia no existen en todos los municipios, son los libros parroquiales,
puesto que ellos nos ofrecen una visión detallada de las personas que estaban
estrechamente vinculadas con ese territorio.
Sí
los libros bautismales nos señalan quienes eran los padres, abuelos o parientes
de ese sujeto que acababa de ser bautizado, las actas matrimoniales serán
útiles para de una modo seguro y discriminatorio, conseguir ascender en la
línea de sus antepasados. Igualmente, las partidas de defunción son
indispensables para averiguar más información adicional, pues nos aportarán
detalles vinculados con su estatus (tales como la cantidad de misas, la simple
referencia de si efectúo un testamento por el hecho de disponer de patrimonio o
la creación de un vínculo, mayorazgo u otro tipo de figura legal que conlleve
un amasamiento de riquezas).
Pero,
¿quiénes eran las élites sociales de aquellos espacios tan pequeños?, por norma
general las personas más destacadas de entornos rurales como al que nos estamos
refiriendo, eran individuos que gozaban de una buena reputación en su pueblo,
bien por el patrimonio que atesoraban, ya que sus tierras daban trabajo a gente
del lugar, así como también por su cargo dentro de la política local, aunque en
ocasiones no conllevase un salario, es el caso de concejales, alcaldes y otros
de índole similar, que a veces veremos en el sector eclesiástico, como sucedía
con el mayordomo de las cofradías. No olvidemos las formaciones universitarias,
donde la medicina y la abogacía era ejercida por muchos miembros de la nobleza
y la burguesía, aunque al tratarse de espacios con una escasa importancia
demográfica, veremos como en ocasiones su puesto podría no ser excesivamente
habitual.
Tampoco
hemos de olvidar otros oficios, que se convirtieron sin lugar a dudas en algunos
de los más deseados o envidiados, ya fuese tanto por su relevancia como estatus
dentro de esa región, es el caso de los empleos relacionados con el clero, y
que por aquellas fechas gozaban de enorme influencia y poder dentro de estas
comunidades rurales. En la administración veríamos a los escribanos y
procuradores.
Estos
últimos oficios, tenían algo que los hacía más preciados, y es que en ambos se
cobraba un salario, que les permitía no tener que ir a trabajar al campo. Además,
se exigían unos conocimientos en ortografía y gramática, que precisamente la
gran mayoría de las personas no poseían, algo comprensible, si tenemos en
cuenta los índices de analfabetismo que había por aquellas fechas.
La
vida en muchos de estos lugares pudo ser dura, dependiendo del período
histórico en el que nos movamos, puesto que la existencia de sequías y
epidemias eran una realidad, no obstante, los flujos migratorios no llegaron a
ser tan fluidos como en las zonas litorales, en parte gracias a que se
disfrutaba de una mínima calidad de vida sin lujos, pero que permitió el florecimiento y
mantenimiento durante centurias, de una pequeña nobleza, que acompañada por
una burguesía agraria y ganadera, resistió de manera eficiente, las variadas
inclemencias de tipo económico, sanitario y político, hasta entrado el siglo XVIII.
A partir de ese período, diversos agentes sociopolíticos, económicos e incluso
climatológicos, harán mucho daño a una población que comenzará a empobrecerse,
y donde la industrialización no pudo adherirse.
Ciertamente
el siglo XVI fue crucial para el surgimiento de las grandes familias de la
burguesía, ya que el renacimiento trajo consigo notables cambios, que desde la
perspectiva sociológica serán notorios incluso en las localidades rurales de
esta zona.
Veremos
a su vez como muchas familias sin un pasado arraigado a la aristocracia
municipal, empezarán a cobrar importancia, ya que algunos de los miembros de la
pequeña nobleza no disponen de suficientes recursos, por lo que este control del
poder será relevado a los integrantes de los ámbitos gremiales junto con ricos
ganaderos y terratenientes.
Resulta
interesante remarcar la situación que se vive en Huete, puesto que buena parte de
los linajes nobles que forman la corporación hidalga, no descienden en realidad
de caballeros medievales que participan en la reconquista, sino que, de familias
muchas de ellas conversas, que adoptan un nuevo apellido, aprovechando el vacío
documental y la escasez de información para ahondar en sus orígenes (previa
ayuda de los escribanos), pues esto les servirá para ennoblecer. Normalmente,
una vez pasadas dos ó tres generaciones desde el patriarca de un linaje converso,
era cuando ya se podía comenzar a practicar el juego de entremezclar historia y
ficción. Para ello solía ser necesario que el solicitante no residiera en aquel
lugar, y, por lo tanto, aprovechando la distancia y el factor de desconocimiento
de su historia familiar (sin olvidar previamente la tenencia de una cantidad
importante de dinero), podía iniciarse el proceso.
Mientras
tanto los grandes terratenientes irán adquiriendo más fuerza, como también las
escribanías (pues muchos representantes de la burguesía local eran sus poseedores),
obtendrán una influencia destacada.
Esta
dinámica se mantendrá hasta que lleguemos al siglo XVIII, punto de inflexión,
en el cual todavía se puede presenciar esa sociedad, que mantenía una parte considerable
de la esencia que la caracterizó desde sus orígenes. Donde se apreciará como
aquellas gentes seguían estando arraigadas en una economía que por ahora les
iba siendo efectiva en el marco local-comarcal, pero de la que los principales
núcleos, especialmente Cuenca, comenzaban a desmarcarse. Esa ruptura, que mucho
tiempo después se traducirá en un éxodo migratorio, será uno de los grandes
cambios, que, con el trascurso de las generaciones, dará lugar a la decadencia
social de los puntos de poder en zonas aisladas de los núcleos principales.
En
este sentido, el Catastro de Ensenada es una de las obras que mejor nos ayudan
a comprender, como funcionaba el tejido social de los municipios vinculados a
ese periodo concreto. Puesto que las familias y linajes que aparecen ocupando
los ayuntamientos, como los puestos más destacados del sistema municipal, son
muchos de los que seguían, apostando por aquella forma de vida, más propia de
siglos pasados.
Siguiendo
la información que nos aportan sus cuestionarios, apreciamos un modelo de
productividad con un peso considerable de la agricultura, y en la que el secano
será la principal fuente de ingresos, en muchas de las áreas que circundan
tanto Huete como Alarcón. La ganadería también adquiere su relativa importancia,
así como el cultivo de frutales y servicios adicionales, que no irán más allá
de la escala municipal en muchos de los casos.
Aunque
lo cierto es que habrá excepciones, y veremos familias que tendrán unas miras
de futuro mucho más amplias, ya que conseguirán poner su mercado más allá del
radio vecinal. Buen ejemplo, son los componentes de la familia Salonarde, un
linaje de la pequeña nobleza de Buenache, que, a través de algunas de sus
mujeres, llegó a controlar una parte considerable de las reses que había en la
ciudad de Cuenca, sacando muchísimo provecho de la venta de lana, fuera incluso
de la Meseta Castellana.
Como
decimos hasta el siglo XVIII este modelo se fue manteniendo en muchos lugares,
aunque las nuevas políticas liberales, afectaron de pleno a los miembros de la
pequeña y media burguesía, así como la nobleza rural más modesta, que, junto
con el clero local, fueron afectadas completamente por el nuevo sistema de
producción. No será por ello casual, que un siglo después en muchos de estos territorios,
veremos cómo los comités carlistas gozarán de un enorme respaldo, de ahí que un
fenómeno arrastrará las consecuencias de otro, que se reflejará en en el
ideario de una parte de la sociedad rural, externa a la ciudad de Cuenca.
II. Las familias de Buenache de Alarcón hace varios siglos
En
el Catastro del Marqués de Ensenada se realizan anotaciones de un considerable
valor por lo que compete a nuestra parte de estudio, ya que gracias a la
información que se detalla en el mismo, uno puede hacerse una idea
pormenorizada de que familias ostentaban cierto grado de poder en sus
respectivas localidades.
A
través de una serie de preguntas que de manera estandarizada se efectuaban en
cada lugar, se detalla la composición de los miembros de cada ayuntamiento, sus
cargos, así como los principales oficios del lugar. Estos datos, que nos ayudan
a encuadrar la posición de cada familia, son una radiografía del tejido social
en una región donde todavía la gente no había sufrido un notable cambio, que
económicamente comenzaría a perjudicarles.
Por
lo que concibe a nuestro interés, son valiosísimas las referencias de los
nombres y apellidos, que nos facilitan la tarea de encuadrar la condición
social de las familias y linajes.
Veremos
como muchas de estas zonas no destacan por la pervivencia de grandes linajes de
hidalgos, sino que más bien se reducen a familias de la pequeña nobleza local,
así como miembros de una burguesía rural, que cobran un notable protagonismo
hasta la fecha indicada.
Dentro
de este sector nos encontraremos con terratenientes, comerciantes libres
(artesanos y arrieros que se organizaban en gremios municipales). Algunos
autores, llegan a detallar diferentes niveles dentro de cada profesión, que
resultan vitales para entender la forma de vida de aquellas personas. Por un
lado, tendríamos a los comerciantes. En este grupo veremos gentes con oficios
variopintos como los antes mencionados arrieros, y que por ejemplo en el caso
de Navarra, se convirtieron en una burguesía comercial, que gozó de enorme
prestigio a finales del siglo XVIII y principios del XIX.
En
otro escalafón, se hallaban quienes desempeñaban su oficio en el ámbito de la
administración, alcanzando en muchos casos un patrimonio destacado. En nuestra
área de estudio serían empleos muy concretos, como el escribano.
En
otro grupo estarían los artesanos y tenderos, estos últimos con menor
protagonismo que los primeros, ya que, a diferencia de ellos, no llegaban a
tener en sus talleres varios trabajadores a su servicio.
Luego
estarían los rentistas, y que a diferencia de los anteriores en ocasiones
podían pasar malas rachas económicas, por lo que su situación variaba mucho
dependiendo de la época o suerte que tuviesen.
No
olvidemos obviamente que además de estos grupos que componían el conglomerado
económico muy característico del sector burgués, estarían los terratenientes y
controladores de ganado.
III. Familias destacadas
de la sociedad de Buenache de Alarcón a mediados del siglo XVIII
Buenache
cuenta a mediados del siglo XVIII con dos alcaldes ordinarios: Pedro López
Beltrán y Manuel García Carrasco. Poseía dos abogados de los Reales Consejos y
alcaldes de cada hermandad, que ganaban una cantidad de 800 reales al año, siendo
estos Tomás de Moya y don Manuel Gregorio de Buedo y Lucas.
Por
regidor tenían a Diego Francisco de Arribas, así como a Pedro Alcaraz Carrasco
y Manuel López de Gonzalo de diputados. Los síndicos procuradores eran Miguel
Lizcano y Juan Hortelano de Buedo (alguacil ordinario).
Los
escribanos del ayuntamiento eran dos, José Venancio Rochano y don José Ventura
de Buedo y Lucas. Las personas electas nominadas por los alcaldes también eran
miembros que gozaban de una considerable reputación en la villa, siendo sus
representantes Bartolomé García de Cañaveras, Juan de Aceta, Pedro Rentero de
Buendía y Manuel López.
Francisco
Antonio de Moya era notario del ayuntamiento, y don Juan Redondo Hortelano, era
uno de los poseedores de los dos molinos de aceite que había en la población,
siendo el otro propiedad de la Capellanía de la Concepción.
En
cuanto al entramado comercial, vemos como en Buenache hay una docena de
propietarios de fábricas o talleres (compuestos por alfarerías de ollas,
pucheros y platos). Sus propietarios son Juan Herrero (menor), José Herrero,
Agustín Hortelano, Juan de la Orden, Francisco Castañeda, Miguel de Moya,
Antonio Herreros, Tomás Herreros, Pedro Lozano, Gerónimo de Castañeda, Diego
Pérez y Juan Herreros (mayor).
Otro
negocio muy extendido en aquellos tiempos en las tierras de Cuenca, eran las
colmenas, de las cuales se censan un total de 300. Sus propietarios eran Pedro
de Zamora Martínez, Pedro Alcaraz Carrasco (el diputado), Lucas Hortelano,
Alonso Rabadán, Juan Saiz Domínguez, Matías González, Alonso López Beltrán,
Juan Ximénez de los Paños, Francisco Escalante y Gil Saiz Hortelano.
No
podemos tampoco olvidar a los arrieros, que por norma general disponían de una
caballería para poder realizar sus viajes. En el catastro se citan un total de
19, destacando miembros de la familia Olmedo, Ramírez de Arellano y Ontagas.
Finalmente,
había tres hornos de pan-cocer, que estaban bajo control de los Arribas, Melero
y González.
Una
vez que se han nombrado los diferentes nombres, vemos como entre muchos de
ellos existen numerosos nexos parentales que refuerzan la consolidación de los
linajes de la burguesía local antes descrita. Sí los López-Beltrán ya
destacaron por sus alcaldías y adjudicaturas dentro del Santo Oficio, no menos
lo hicieron los componentes de la familia Moya, que del mismo modo además de
las escribanías, también los veremos representando familiaturas del Santo
Oficio.
Por
descontado es evidente que los Buedo son la gran casa de Buenache. Además de
ser caballeros hidalgos con ejecutoria reconocida, en ese momento los vemos ejerciendo
el oficio de abogados y escribanos.
Los
Arribas también tuvieron cierto protagonismo en esa época al ocupar la alcaldía,
además de controlar puestos de comercio. En esta línea también será reseñable
la familia de los Hortelano (y que ya desde el siglo XVI aparecerán como
destacados mercaderes, así como ocupando puestos importantes dentro de la
iglesia comarcal). No olvidemos que uno de los grandes referentes de este
apellido en la región fue el padre don Cristóbal Jesús Hortelano de la Fuente.
Don
Cristóbal fundó en Sisante un convento, y trajo consigo una talla excepcional
de un Jesús Nazareno, que sólo se saca en procesión una vez cada 100 años en
dicha localidad. La pieza fue ejecutada por la escultora de cámara de Carlos
II, Luisa Roldán, y tenía como destinatario al Papa Inocencio III, como muestra
de gratitud del Rey al Pontífice. Al fallecer el Papa y luego el Monarca, la
pieza quedó en el Escorial y en 1711 la trajo para el convento el referido
Cristóbal Jesús Hortelano (Herrera Casado, 100, 2005, Monasterios de
Castilla-La Mancha).
Otros
apellidos igual de interesantes fueron el de los García de Cañaveras. También
vemos como se ha mencionado a la familia de los Aceta, muy vinculada con los
Moya, sin olvidar también a los Rentero, y cuya genealogía nos conduce hasta la
familia de los Campos, linaje del que nació el popular Domingo de Campos, y que
fundó una capellanía para ayudar a viudas que demostraran descender de su
linaje.
También
aparecen en el marco gremial diversos miembros de la familia Herrero, los
cuales pertenecen a una misma casa que controló la mayoría de los talleres
artesanales de la localidad. No es descabellado pensar que estos en un origen
pudiesen tener algo que ver con el famoso linaje de los Herreros de San Clemente,
ya que ambas formas del apellido las alternan constantemente. Sabemos que los
Herrero o Herreros de San Clemente fueron una de las familias más destacadas
del período que comprenden los siglos XV-XVII. En el caso de Buenache, Juan de
Herreros, casa en 1728 con Ana de Moya y Lozano, así como el referido Antonio
Herrero, también propietario del taller, hace lo mismo en 1735 con Juana de
Moya y Díaz-de Barambio (procedente de una acaudalada familia por la línea
materna que consiguió establecer cargos destacados en el ámbito eclesiástico).
De
este linaje conocemos la figura de Fray don Francisco de Barambio. Quien llegó
a ser maestro graduado de filosofía, además de logar el grado en teología por
la Universidad de Alcalá de Henares, y posteriormente el doctorado. Don
Francisco fue capellán mayor del convento de capuchinas de Madrid, además de un
gran erudito que escribió algunas obras, como unos discursos filosóficos,
teológicos, morales y místicos; además de una pieza atribuida a su persona,
titulada “casos reservados a su santidad”, y que debido a su contenido fue
prohibida en 1694.
Los
nexos parentales entre los apellidos Moya, Herrero y Lozano, evidencian esa
serie de uniones entre miembros de una misma condición social, que pretendía
controlar las riendas del sector artesanal, al emparentar entre sí a sus
integrantes.
Más
linajes que salen a la luz en esas líneas son los Zamora, que proceden en
origen de la villa de Piqueras, y en donde estaban reconocidos como caballeros
hidalgos, tal y como ha demostrado en sus incansables estudios del linaje,
Sebastián Hernández de Luján, gran conocedor y descendiente de dicha familia.
Entre los libros parroquiales consultados en el Archivo Diocesano de Cuenca, referentes a Buenache de Alarcón, destacamos los primeros cuatro volúmenes de matrimonios y cinco de defunciones, ya que abarcan la época de estudio que hemos tratado en este trabajo. Será a partir de los mismos, donde hemos establecido las correspondientes relaciones genealógicas que presentamos en el apartado siguiente {libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios (1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro IV de matrimonios (1678-1706), Sig. 24/30, P. 578; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586; libro III de defunciones (1629-1693), Sig. 24/39, P. 587; libro IV de defunciones (1694-1735), Sig. 24/40, P. 588 y libro V de defunciones (1735-1762), Sig. 24/41}.
Entre los libros parroquiales consultados en el Archivo Diocesano de Cuenca, referentes a Buenache de Alarcón, destacamos los primeros cuatro volúmenes de matrimonios y cinco de defunciones, ya que abarcan la época de estudio que hemos tratado en este trabajo. Será a partir de los mismos, donde hemos establecido las correspondientes relaciones genealógicas que presentamos en el apartado siguiente {libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios (1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro IV de matrimonios (1678-1706), Sig. 24/30, P. 578; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586; libro III de defunciones (1629-1693), Sig. 24/39, P. 587; libro IV de defunciones (1694-1735), Sig. 24/40, P. 588 y libro V de defunciones (1735-1762), Sig. 24/41}.
IV. Las élites locales de Buenache de Alarcón
Son diversas las familias que destacan
de este municipio, algunas de ellas como miembros de la pequeña nobleza local,
y que en muchos casos se difuminan con los linajes de grandes propietarios agrícolas
de la burguesía municipal. La documentación eclesiástica no nos deja ver la
diferencia en las corporaciones locales entre los representantes del estado
noble y el llano, no obstante, gracias a varios documentos, podemos descubrir o
hacernos una leve idea, de que personajes y líneas genealógicas, gozaron de un
protagonismo destacado en una sociedad rural, sobre la que existen muchos
interrogantes, de los que hay que seguir investigando y despejar dudas, que nos
acerquen a su mejor conocimiento.
Linaje Alcaraz
Una de
las familias influyentes que tendrá un papel destacado en la sociedad local del
Buenache de los siglos XVI y XVII fueron los Alcaraz. Se trata de un linaje que
supo enlazar con familias destacadas como sucederá con los Monteagudo o los Hortelano,
lo que les ayudó a vivir de modo muy cómodo a algunos de sus componentes.
Entre
los personajes más destacados, merece la pena reseñar la línea descendiente de
Bartolomé de Alcaraz, y cuya genealogía adjuntamos a continuación.
Línea
destacada de los Alcaraz (apuntes genealógicos). Elaboración propia
Bartolomé
de Alcaraz García, falleció en 1602, y tuvo por mujeres a Magdalena de
Monteagudo (en primeras nupcias), así como a María Martínez de la Parra (en
segundas), ambas muy bien posicionadas, especialmente María, quien era hija del
señor Bartolomé de la Parra, un linaje que mantuvo un estrecho vínculo con el
ámbito clerical.
El
referido Bartolomé llegó a pagar 225 misas para su funeral, además de crear una
memoria perpetua. Cifra que para su época no era desde luego pequeña. Por otro
lado, su hijo Bartolomé de Alcaraz Monteagudo, muere en 1626, y aunque “sólo”
pague 124 misas, llegó a crear dos memorias perpetuas, y su descendencia supo
relacionarse muy bien con las élites del lugar. En esta línea sería necesario
remarcar el vínculo de los Alcaraz, fundado por Pedro de Alcaraz y Bartolomé
Redondo, en el que habrá casas y hazas.
Linaje
Barambio
Hasta la fecha no hemos llegado a
concretar un origen estricto de esta familia, aunque pensamos que muy
probablemente descenderían del territorio vasco. Su asentamiento en Buenache
data del siglo XVI, y dejarán una nutrida línea de personajes, que se
proyectarán especialmente en el brazo eclesiástico. Si seguimos el matrimonio
de Juan de Barambio y María López, veremos somo su hijo, Juan de Barambio
López, casa en el año 1600 con Juana Díaz Descalza. De este matrimonio nacerá
don Francisco de Barambio Díaz, que celebrará en 1633 nupcias con su esposa
María Saiz de Piqueras (los Piqueras son también una familia con propiedades
agrícolas que estaba bien posicionada en el municipio), ambos fundaron un
vínculo, en el que se adscribían bastantes bienes agrícolas. Fruto de este
enlace nacerán varios hijos, que establecerán relación conyugal con otros miembros
igual de destacados. Por un lado, estará Juan de Barambio Saiz, que en 1664
casa con Ana Blanco (hija de los hidalgos don Matías Monedero y doña María de
Montero), fruto de esta línea nacerá el famoso párroco piquereño, y que tanto
prestigio dio al linaje en la vecina localidad. Otra sería Juana de Barambio
Saiz, que en 1672 casa con Miguel Martínez de Montero (también descendiente de
la noble línea de esta familia), otra hija fue María Saiz de Piqueras (quien
escogió el apellido de su madre), y casa en 1655 con Pedro de Ontagas
Hortelano. Otro de los hijos de Francisco y María, fue don Francisco de
Barambio Saiz, notable eclesiástico, que, a través de su testamento, nos
muestra el poder que atesoraba por aquellas fechas.
Genealogía
del linaje Barambio. Apuntes de la genealogía familiar (elaboración propia).
Linaje
Beltrán
Los Beltrán son una de las familias con
cierto renombre en la localidad durante los siglos XVI y XVII. Acabarán
ocupando cargos del Santo Oficio, así como algunas alcaldías, lo que les
permitirá codearse con personas destacadas de un rango similar.
Sabemos por nuestras investigaciones,
que hay líneas de este apellido muy bien posicionadas en varios lugares. Es el
caso de Chumillas, en donde la familia poseía una capilla propia. También los
veremos en Sisante, en donde los Martínez-Beltrán fundarán una de las
capellanías más destacadas, o por ejemplo en Villanueva de la Jara, lugar en el que también establecieron matrimonios con poder.
En el caso de Buenache, tenemos la
línea de los López-Beltrán, así como de los Beltrán. Entre los López-Beltrán conocemos
a Juan López-Beltrán, personaje importante por lo que intuimos de acorde a los
datos recabados.
Otra figura del linaje a destacar fue Nicolás
Beltrán, marido de María de Posadas, quien tuvo por hija a María Martínez
Beltrán, y celebró sus nupcias con uno de los miembros más importantes de la
nobleza local, don Pedro de Buedo-Ruiz de Alarcón y Lomas durante 1596, y de
donde nacerá María Beltrán de Buedo, mujer de Francisco Martínez de la Parra
(casados en 1620). Entre los alcaldes de esta familia, tenemos como ejemplo a
Nicolás Beltrán (quien repitió el cargo en 1627, 1632 y 1633)
Linaje Buedo
Una de
las familias más destacadas de la nobleza de Buenache y sus alrededores fue el
linaje de los Buedo. Sobre ellos se han investigado y escrito diversos
artículos, es el caso de Ignacio de la Rosa Ferrer, quien a través de su blog nos
recuerda como Martín de Buedo (marido de María Sánchez de Cuenca) mantuvo un
pleito de hidalguía contra el concejo de la Parrilla, así como en “la diáspora
de los Buedo, procedentes de Valera de Yuso -28/4/2018” detalla la batalla de
Toro como posible hecho que diera carta de naturaleza de hidalguía a esta
familia.
Ignacio
ya nos remarca que la línea que mayor porvenir tuvo fue la que se asentó en Vara
de Rey, y cuyo origen nos llevaría alrededor de 1520,
donde levantarían su hacienda y casa solariega. El primer personaje de la
familia que se cree que estuvo asentado en Vara de Rey fue García de Buedo, hijo
de Martín de Buedo y su esposa María Sánchez de Cuenca, casando con Catalina de
Montoya, integrante de otra familia ilustre de la zona. Este proceso de
proyección no acabaría ahí, fenómeno por el que se daría un paso más, y los
Buedo llegaron a intentar obtener el control de la tesorería de las rentas
reales del Marquesado de Villena, operación que para desgracia de ellos acabaría
fracasando.
De nuevo Ignacio nos reseña que la
ejecutoria de hidalguía ganada por Martín de Buedo en 1537, pasó a su hijo
García de Buedo, así como en 1573 estaba bajo el poder de Diego de Buedo
(vecino de Vara de Rey e hijo de García de Buedo). Como decimos esta
información se sintetiza en el referido artículo, a través de las ejecutorias
de hidalguía presentes en la Chancillería de Granada (Martín de Buedo, 1537,
vecino de la Parrilla, signatura antigua: 301-12-8, junto la de Pedro de Buedo,
1577, vecino de Barchín del Hoyo, signatura antigua: 301-62-16).
Igualmente habríamos de remarcar los
datos recabados en la obra Pleitos de Hidalguía. Reinado de Carlos I, tomo I,
en las páginas 165-167, donde se nos informa que el antes mencionado Fernando
de Buedo, fue un hombre de los más notorios de Valera de Yuso, así como su hijo
García. La línea de Buenache de Alarcón procede de don Pedro de Buedo-Ruiz de
Alarcón, quien casó con doña Apolonia de Lomas y Ayala.
Linaje
del Castillo
Los Castillo son otra de las grandes
familias de la nobleza rural conquense. La línea de Buenache es bastante
conocida, ya que sus miembros enlazan con gentes de un estatus muy similar. A
priori partimos de dos casas, una que ya está asentada en el municipio desde el
siglo XVI y otra que procede durante la segunda mitad de la misma centuria de Castillo
de Garcimuñoz. Ambas tienen en común el estar reconocidas como hidalgas.
Respecto a la de Garcimuñoz, sabemos
que Juan del Castillo, dejará por descendiente a través de la línea femenina a
Catalina del Castillo, quien casará con Cosme del Monte (también de muy buena
familia), y de donde nacerán varios hijos. Éstos tomaron el apellido materno y algunos
de sus descendientes casaran con miembros de la burguesía local.
Los Castillo ocuparán cargos destacados
dentro de la administración municipal, llegando a ostentar la alcaldía por el
estado noble, tal y como se desprende del documento de la Orden de Carlos III
de los Saiz de Zafra, en el que Bernabé del Castillo, marido de María de
Nieves, aparece ejerciendo tal función en los años de 1720, 1734 y 1746. Por
otro lado, la línea autóctona de Castillo efectuará una serie de entronques,
que en posteriores generaciones les llevará a despuntar en la ciudad de Cuenca.
Linaje Cerrillo
Uno de
los apellidos que tuvo un peso importante en la sociedad local de Buenache,
fueron algunas líneas del apellido Cerrillo, y cuyo asentamiento en la zona nos
conduce hasta finales del Medievo.
Los
Cerrillo dejaron una huella muy profunda, buen ejemplo son personajes de
notable renombre como María Cerrillo, fallecida en 1716, y que era hermana del
licenciado don Miguel Moreno. Ésta llegó a fundar un patronato de legos, así
como un vínculo, debido a su buena posición social, mandando un total de 400
misas el día de su muerte.
Línea destacada de los Cerrillo (apuntes genealógicos). Elaboración propia
La familia Cerrillo obtuvo el control
de puestos destacados. Tanto es así que consiguieron una capitanía militar,
fenómeno que les acercaba prácticamente al tratamiento que podían tener algunos
de los miembros que componían la nobleza local.
Tenemos apuntes, que nos revelan su
poder, en lo que concibe a la línea de los Cerrillo-Párraga, pues hay datos
sobre un censo de Ana García (viuda de Pedro de Cerrillo y Párraga), a través
de una carta que vende y cobra por venta real el día 25 de diciembre de 1722, y
en la que el valor total de su patrimonio asciende a 13.880 reales de vellón.
Recordemos que el marido de Ana García
casó en 1670 y era hijo de Juan de Cerrillo y Ana de Valverde (ambos presentes
en el árbol genealógico que se adjunta).
Los Cerrillo también se hicieron con cargos
dentro del clero municipal, así como en el campo de la política, alcanzando
diferentes regidurías y alcaldías durante los siglos en los que tuvieron un
mayor protagonismo
Otro
personaje fue don Juan de Cerrillo, presbítero fallecido en 1745, e hijo de
Juan de Cerrillo y Ángela García. Dejó un notable testamento, además de mandar
un total de 200 misas tras fallecer.
Línea
destacada de los Cerrillo (apuntes genealógicos). Elaboración propia
Linaje
Flores
Desconocemos por ahora cual es el
origen de la familia Flores, aunque vemos como existen en la localidad de
Villaescusa de Haro miembros de la línea noble que portaba este apellido. Por
ahora no podemos concretar si existe alguna relación entre ambos, aunque de lo
que no nos cabe la menor duda, es que los integrantes de este linaje adquirieron
una buena posición social con el trascurso de las generaciones. Esto ya lo
vemos en la defunción de 1578, de la esposa de Francisco de Flores (María
Galindo), quien efectúa un testamento importante, con una manda de 153 misas,
además de fundar una memoria perpetua que recaerá sobre su hija Juana María
Galindo de Flores, esposa de Pedro Hortelano.
Líneas fuertes de la familia Flores en
Buenache durante el siglo XVI (apuntes genealógicos). Elaboración propia
Entre
los personajes destacados del siglo XVII, hemos de señalar a Mateo de Flores,
fallecido en 1673, y cuyo entierro acabó convirtiéndose en un acto en el que se
pretendía recordar a lo grande la figura del individuo. Cuando Mateo (marido de
Mencía de Lima) fallece, además de mandar vestirse con el hábito franciscano,
quiere que su cuerpo sea acompañado sobre pellices y velas por todos los
sacerdotes de la villa, junto todos aquellos religiosos que se hallaran en la localidad,
doblando todas las campanas del templo en el momento de su enterramiento. Entre
sus mandas aparece una limosna para los pobres, y un pago total de 2.000 misas.
Sin
lugar a dudas los Flores se caracterizarán por establecer relaciones estrechas
con los Hortelano, además de los de la Orden y López de Vera, de ahí que de
modo repetido veremos cómo sus descendientes van intercalando sus apellidos,
recordando los troncos en los que ambas familias comenzaron a celebrar sus
respectivas uniones. En 1684, Juana de Flores, y que fue mujer de Bartolomé de
la Orden, mandó 401 misas en su partida de defunción
Linaje Hortelano
Poco o
casi nada sabemos sobre las raíces de este apellido. No nos cabe la menor duda
que varios de sus personajes consiguieron gran renombre y reputación, valga
como ejemplo el padre Cristóbal de Jesús Hortelano, natural de Sisante, y que se
convirtió en artificie indispensable de la construcción del convento de su
lugar natal.
Los
Hortelano establecieron numerosos enlaces con familias de la nobleza local,
tales como los Rojas, López de Vera, Flores e incluso otras líneas iguales o
más destacadas, como serían los Muñoz o de la Orden.
Gracias
a los testamentos, veremos cómo se hicieron con diversas propiedades de
tierras, así como puestos destacados dentro del ámbito eclesiástico.
Línea
destacada de los Hortelano (apuntes genealógicos). Elaboración propia
También nos resulta curioso ver en una
partida de un miembro de esta familia, como aparece reseñado el oficio de
“mercader”, nada extraño si tenemos en cuenta su situación privilegiada, ya que
iba más allá del trabajo agrícola, y por lo tanto sus estrategias comerciales,
se movían en un radio periférico del área de la Manchuela.
Pedro
Hortelano y su esposa María de Flores, tuvieron por hija a Catalina González de
Hortelano, quien pagó en 1584 un total de 560 misas. El mismo año Pedro
Hortelano manda un total de 1220 misas, que se repartirán entre Villanueva de
la Jara, Buenache y Valverde. Poco después, y ya en 1586 falleció Cristóbal
Hortelano -el viejo-, mandando un total de 200 misas (éste era el marido de
Juana Díaz). El referido Cristóbal dejó por descendencia una de las líneas más
importantes de este linaje, además de mandar 300 misas y crear una memoria
perpetua que recaería sobre su hijo de idéntico nombre y apellido.
Los Hortelano estuvieron muy
relacionados con el clero, tal y como apreciamos en algunos de sus
descendientes. Mención merece el testamento del padre don Pedro Hortelano,
clérigo que mandó enterrarse en la sepultura de sus padres (que estaba junto al
púlpito), y que se hizo cargó de 210 misas, además de pagar los costes de una
casulla para la iglesia del municipio.
Linaje Lezcano
El
origen de los Lezcano de Buenache deriva de don Juan de Lezcano, quien casa con
Luisa Ximénez, alrededor de 1520-1530. De este matrimonio nacerían varios
hijos: Juan, Martín y Pedro. Éste último, casará con Catalina de Moya en 1560,
y de dicho matrimonio surgirá más de media docena de hijos, que extenderán el
adn de la familia por la localidad durante siglos. De acuerdo a la
documentación accedida y que
tenemos en nuestras anotaciones familiares, el origen del linaje se remonta a
las tierras del norte del País Vasco, puesto que eran una familia hidalga, que procedía de la provincia de
Guipuzkoa, más concretamente del municipio de Albiztur. Este dato se puede
contrastar en la ejecutoria de hidalguía que consiguieron efectuar a mediados
del siglo XVI, y en donde se da detalles de algunas generaciones en las que
apreciamos los nombres y apellidos de sus ancestros. Suponemos que la línea que
existe en Buenache, guarda un nexo familiar con la vecina de Piqueras, y que
también gozó de buena posición en la historia del pequeño municipio. Recordemos
que los Lezcano, aparecerán también como Lazcano y Lizcano en el caso de
Piqueras, viniendo a ser un mismo apellido, tal y como se aprecia en Buenache,
en donde miembros de una idéntica generación, intercalan las tres formas.
Linaje López de Gonzalo
Nos
encontramos ante una familia que durante el siglo XVIII ejercerá una notable
influencia en la localidad, puesto que será a partir de la centuria anterior
cuando comenzarán a proyectarse, e irán adquiriendo un protagonismo destacado.
Los López de Gonzalo consiguieron aglutinar un patrimonio considerable, que les
sirvió para realizar algunas fundaciones de notable valor. Su origen lo vemos
en el matrimonio celebrado entre Marcos López con Ana Saiz de Gonzalo, momento
a partir del cual se solapa el apellido bajo la forma López de Gonzalo. Un de
los enlaces más importantes, fue el de su hijo Marcos López de Gonzalo, que en
1663 celebró nupcias con Quiteria Cano (quien tomaría el nombre y apellido de
su abuela paterna), puesto que era hija de los burgueses Fernando Saiz Moreno y
María Díaz de Gamboa (ella también procedente de buena familia, pues descendía
de la línea hidalga de los Lizcano). En el caso de sus abuelos sabemos que
estos eran Fernando Saiz Moreno y Quiteria Cano por el costado paterno, así
como don Francisco López de Lizcano y María Díaz por la parte de su madre.
Otro
de los enlaces más reseñables del siglo XVIII, fue el que unió a Catalina López
del Pozo, con Marcos López de Gonzalo. Éste era familiar del Santo Oficio, y
cuando su mujer falleció en 1738, creó dos vínculos. Entre su descendencia se
encontraría su nieto, el célebre Marcos López de Gonzalo Burriel, quien
antepuso el apellido materno, al ser hijo de don Miguel Burriel y doña Ana
López de Gonzalo (ésta hija de los referidos Marcos y Catalina).
Los
López de Gonzalo fundaron un vínculo y patronato con aniversario y misa
perpetua en la Iglesia de San Pedro, siendo su promotor el señor don Francisco
López de Gonzalo y del Pozo, quien fuera capellán mayor del Rey en el Sitio del
Buen Retiro de Madrid. El referido Francisco (hijo de Marcos y Catalina), fue
sepultado en la capilla del Santísimo Cristo de la Redención en la Iglesia de
San Lorenzo, anexa de la parroquial de esta villa. Éste poseía un patrimonio
bastante grande (compuesto por viñas, cañamares, corrales, así como casas y
bodega)
Linaje
López de Molina
El origen de los López de Molina nos
conduce hasta la localidad cercana de Valera de Abajo, de donde desciende
Andrés López de Molina, marido de María Saiz, y progenitor de la línea de
Buenache.
Sabemos que los López de Molina y la
Manchuela son el claro ejemplo de un linaje de ricos ganaderos, tal y como se
refleja en el artículo de Julián Sánchez Quiñones, de los arrendadores de las
alcabalas de la tierra de Cuenca (1464-1470)”, pues en aquellos tiempos ya se
permitieron pujar por el sexmo entero de Altarejos.
Desconocemos con precisión si hay una
relación genealógica entre los miembros de Buenache y la línea cercana que se
documenta en el siglo XV, no obstante, uno de los detalles que más nos llama la
atención, es que en alguna ocasión el apellido aparece como “López Malo de
Molina”, fenómeno que nos lleva a especular en si hay una hipotética relación
con el noble linaje manchego de los Malo de Molina.
Los miembros de este apellido descienden
de un matrimonio celebrado en 1592, cuando Andrés, el hijo de los anteriores,
casa con Juliana García Pérez de Mendoza. De este enlace surge la siguiente y
segunda generación, a partir de donde se expande la familia y el apellido.
Siguiendo nuestros apuntes
genealógicos, vemos como se establecen nupcias con familias distinguidas de la
localidad. Del referido matrimonio de 1592 nace Alonso López Malo de Molina,
marido de Isabel de la Fuente (casados en 1654), y padre de otro Alonso, que en
1689 celebra su boda con Juana Díaz Descalza. Su hermana Catalina López de Molina,
casa en 1691 con Pedro Ramírez (de la familia de los Arellano). Otro hermano de
Alonso (el marido de Isabel de la Fuente), es Juan López de Molina, casado en
1629 con Ana de Cuenca, y fallecido en 1668 (pagando un total de 115 misas).
Éste tiene por hija a Juliana García de Mendoza, mujer del hidalgo Bernabé del
Castillo.
Linaje Martínez-Herráiz
Nos
encontramos ante un apellido que puede aparecer compuesto o en ocasiones
simplemente como Martínez, y de los que sabemos que llegaron a ser miembros del
estado noble, por la documentación que se describe en el expediente de la Orden
de Carlos III de don Antonio Saiz de Zafra.
Alonso
Martínez-Herráiz, casó en 1662 con María de la Fuente y Ramírez de Toro. Su
hijo fue don Alonso Martínez-Herráiz, caballero hidalgo, y que casó con la
noble Magdalena de Olivares. El referido Alonso aparece en los padrones del
pueblo, y durante el año 1743 llegó a ser alcalde por el estado noble. De ambos
nacería doña Catalina Martínez de Olivares, y que enlazará con don Alonso Saiz
de Zafra, y cuyo nieto será el descendiente que ingresará en la referida corporación
nobiliaria.
Linaje Merchante
Los
Merchante es otra de las destacadas estirpes con las que cuenta Buenache desde
los inicios de sus libros parroquiales. No nos sorprende pues por ello que ya
en el siglo XVI estuviese alguno de sus integrantes dentro del Santo Oficio.
En el año 1592 Juan Martínez-Merchante
casó con María Moreno, teniendo por hija a María de Espinosa, quien invocaba al
apellido de sus antepasados, haciendo alarde del origen hidalgo de su familia.
Recordemos que los Espinosa son una familia de la nobleza local, con casa
solariega en el municipio de Iniesta.
En 1625
fallece Diego Martínez Merchante, sus hijos son Juan Martínez, Diego, Miguel de
Chumillas y Magdalena. Éste llegó a pagar un total de 128 misas cuando falleció.
Recordemos que los Merchante, son una de las familias destacadas que en esas
fechas hay en la villa. Por ello los veremos ejerciendo el control de
alcaldías. Esta influencia se extiende por varios lugares de la zona, pues en
nuestras anotaciones personales tenemos constancia de que por ejemplo en 1595
Alonso Merchante era el escribano de Gascas.
Por otro lado, vemos al referido Pedro
Merchante (miembro del Santo Oficio), casado con Juana Gómez, y que tiene una
hija que nace en 1556, casada en 1579 con Martín Donate (vecino de Quintanar, y
de una familia también influyente en el lugar). Este tipo de enlaces como
decimos no son casuales, ya que podemos comprobar como buscan en muchas
ocasiones que sus hijos emparenten con miembros de otras familias de estatus
semejantes.
El citado Pedro Merchante, familiar del
Santo Oficio, es el tio-abuelo de la referida María de Espinosa, ya que su
padre, Juan Martínez Merchante, marido de María Moreno, era su sobrino, puesto
que su padre, Juan Martínez Carnicero Merchante (casado con Elvira de Torralba)
era su hermano. Respecto a Diego Martínez Merchante, el marido de Ana de
Chumillas, sabemos que era hermano del referido Juan Martínez Merchante, y, por
lo tanto, sobrino de Pedro Merchante (el familiar del Santo Oficio).
Linaje
del Monte
Nos encontramos ante un linaje del cual
sabemos muy pocos datos, pero que simplemente por los matrimonios que celebran
algunos de sus representantes, vislumbran indicios de su protagonismo social en
lo que concibe a las familias de Buenache.
Hasta la fecha desconocemos su origen,
además de que la forma del apellido va siendo cambiante, de ahí que pertenecían
a la misma casa las formas de Monte, Montes o del Monte.
Uno de los miembros de la familia llegó
a ejercer de médico, así como en los pagos de misas hemos visto algunas cifras
bastante reseñables que ya indican su disponibilidad de recursos.
Probablemente, la figura más
característica del siglo XVII de esta estirpe, fue Cosme de Monte, quien conecta
su descendencia con familias destacadas del lugar, además de regir la alcaldía
en el año 1649.
Cosme del Monte casó con doña Catalina
del Castillo, y su hijo fue Gerónimo Saiz del Monte, quién también acabará
siendo alcalde, y casará en 1626 con la señora María Pérez, descendiente de
otra rica familia de la burguesía municipal, sobre la que en el apartado de su
apellido dedicaremos algunas líneas.
Linaje
Montero
Se trata de otro de los grandes linajes
de Buenache, integrantes de la nobleza local. Pues no hemos de olvidar que los Montero
gozaron de reconocimiento nobiliario en otros puntos de la Manchuela.
El abuelo paterno de don Antonio Saiz
de Zafra fue don Alonso Saiz de Zafra y Montero, reconocido como hidalgo, y
nacido en 1714. Su madre era María Montero, y sus abuelos maternos los señores
Matías Monedero y Mariana López. El apellido le recaía por la madre de Mariana, María Montero, y que, a
pesar de venirle en varias generaciones por línea materna, deciden recuperarlo
debido probablemente al prestigio histórico que arrastraba, además de posibles
herencias que conllevara su invocación en un descendiente.
Al tratarse de un apellido que existe
desde el siglo XVI, y que se posiciona entre sus integrantes a través de saltos
generacionales que recaen indiferentemente por ambos costados, nos resulta
difícil adscribirle el origen de un progenitor.
Linaje Moreno
Son una de las familias más influyentes
y poderosas de Buenache en el siglo XVII. Destacada fue la descendencia que dejó
el señor Fernando Saiz Moreno, marido de Quiteria Cano, quien fundó un vínculo
y patronazgo para el linaje. Este vínculo aglutina casas, corrales, tierras con
huertas, trigales y demás tipos de cultivos.
Entre sus hijos conocemos a Fernán Saiz
Moreno, quien tuvo varias nupcias y fundó en 1676 otro vínculo. En 1632 casó
con María Díaz de Lizcano, así como cuatro años más tarde lo hizo con Elvira
María de la Parra, de quien nacerá su hijo Alonso Saiz Moreno.
En cuanto a otro hermano del referido
Fernán, tenemos a Miguel Moreno, quién en 1641 casó con Catalina Cerrillo, y tuvo
por hija a María Moreno, y que celebró nupcias en 1662 con Antonio García
Moreno.
Obviamente la estrategia de la familia
Moreno era clara, y a través de las diversas líneas que existían en el lugar, y
que parece ser, procedían de una misma rama que las remontaba a los
López-Moreno, iban remarcando su nombre, llevándoles a ser una de las más poderosas
en sus días.
Esto dio como resultado el nacimiento
de una destacada estirpe, que pensamos como hipótesis, pudo guardar alguna
relación con la célebre familia de los Ximénez de Cisneros, pues siguiendo los
tratados clásicos, se nos informa que don Antonio López casó con doña Catalina
Ximénez de Cisneros, fruto de cuyo matrimonio nacerá doña Olaya López (vecina
de Motilla del Palancar), y que casará con don Juan Saiz Moreno de la Plaza. Fruto
de este matrimonio vino al mundo doña Juana Saiz Moreno de Cisneros (mujer de
don Francisco Carrasco) y doña Catalina Moreno de Cisneros (mujer de don Juan
López de Cardenete, y cuyo hijo será don Quílez Moreno de Cisneros, fundador de
un importante vínculo).
Comprobamos como algo corriente la
referida endogamia en la localidad de Buenache entre varias líneas del mismo
apellido. Tratándose de una clara estrategia, en la que primos lejanos iban
casando, y añadiendo las tierras que poseían, a los vínculos y mayorazgos ya
existentes. De este modo se conseguía aglutinar un patrimonio agrícola
remarcable dentro de un mismo bloque, que a su vez retroalimentaba el estatus
del linaje.
En el caso del árbol genealógico anterior,
sabemos por ejemplo que Bartolomé Moreno es sobrino del fundador del vínculo
Fernando Saiz Moreno, así como que Sebastián Moreno funda otro vínculo,
probablemente del patrimonio que acumula por la misma línea.
Sus lazos con los Ximénez acabaron
siendo muy estrechos, de ahí que esta línea consiguiera que sus representantes
enlazaran con nobles de la ciudad de Cuenca, tal y como sucedió con don Juan de
Solana. Será gracias a los Ximénez-Moreno donde veremos la creación de la
Cofradía del Cristo de la Viga. El referido hidalgo don Juan de Solana, era
hijo de un padre del mismo nombre y apellidos, avecindado en Cuenca, casó en
1683 con doña Ana Ximénez Moreno, hija de don Alonso Moreno Hortelano y doña
Juliana García. Los padres de doña Ana pertenecían a cuatro familias importantes
(Moreno, Hortelano, Rentero y Cerrillo).
Línea
destacada de la familia Moreno. Elaboración propia
Entre los
nombres destacados de este linaje, tenemos al clérigo Miguel Moreno, fallecido
el 8-12-1571, quien era hijo de Juan López Moreno y nieto de Juan López Moreno.
Mandó enterrarse en la sepultura de su abuelo, y que se ubicaba en el coro de
la iglesia de la localidad. Su madre era María Ramón Alonso, quien llegó a crear una
memoria perpetua. Sabemos que de esta línea se intercalará en sucesivas
ocasiones el apellido Moreno con el de Ramón, debido a que algunos hijos
reclamaron de este modo la herencia que descendía de la línea familiar.
Otro
personaje igual de interesante, fue el señor Miguel Moreno de la Fuente, quien
falleció en 1623, y era hermano del anteriormente referido Fernán Saiz Moreno
(marido de Quiteria Cano). Su padre era el señor Alonso Saiz, y entre sus
mandas pidió un total de 460 misas, además de que se realizara una lámpara de
plata de 30 ducados, y crear tres memorias perpetuas, fundando a su vez dos
mayorazgos, y celebrar una fiesta cada año para el día de su onomástica. Uno de
los datos que nos parece interesante es que entre los familiares que menciona
en su partida de defunción aparece su primo hermano, el padre Pedro Ramón
-clérigo-, por lo que la madre del referido Miguel (la señora María Moreno),
era hermana del padre del cura, esto serviría para comprender las dos
genealogías de Moreno que hemos adjuntado, ya que la línea de los López Moreno,
viene a estar vinculada con la de los Moreno-Ramón, pues pensamos que podría
proceder de dos matrimonios que en su origen eran los de Martín López Moreno y
Quiteria Ramón, o en su defecto, del que podría ser su hermano Juan López
Moreno, y que casó con María Ramón. De acorde a las hipótesis genealógicas, no
sería descartable que ambos hermanos descendieran de un tal Juan López Moreno,
y que sería de donde presuntamente procederían todos los miembros del linaje
que estamos tratando en este apartado, encontrándonos ya a comienzos de los que
sería el siglo XVI.
Línea destacada de los López-Moreno (apuntes genealógicos). Elaboración propia
Siguiendo la anterior genealogía,
sabemos que por ejemplo María Ramón (fallecida en 1621), mandó el día de su
muerte 264 misas, así como encargó una casulla y un manto de lino, además de
dar al hospital de la villa una manta y una sábana de cáñamo, junto la creación
una memoria perpetua. Otro de los personajes destacados de ese árbol, es el
señor Pedro López Moreno y Moreno, fallecido en 1723 y que mandará un total de
500 misas, además de la generar otra memoria (con vínculo y patronato de
legos).
Linaje
Moya
Los Moya son otra de las grandes
familias que integran el Buenache de los siglos XVII y XVIII. Vemos algunas
líneas con hidalguía reconocida, como sucede en el cercano pueblo de Sisante,
bajo la forma de Moya o Saiz de Moya.
Entre los miembros de Buenache apreciamos
como una de las casas nos conduce hasta Valera de Abajo, y cuya descendencia se
expande en este lugar. No será por ello casual que durante el siglo XVII el
Santo Oficio tuviera en Buenache alguno de sus representantes, pues su efectiva
proyección a nivel local, ya era una realidad, tal y como se desprende de la
documentación que hemos ido consultando.
Respecto a los miembros, don Cosme del
Castillo, establece matrimonio con Catalina de Moya, siendo velados en 1692, y
de cuyas hijas Teresa y Ana María, una casará con un miembro de los López de
Molina, mientras que la otra con un Saiz-Asensio (otra línea importante en la
localidad, que retuvo durante varios años la alcaldía municipal).
En el momento de la llegada del Marqués
de Ensenada, Francisco Antonio de Moya era el notario de la casa de la villa.
Otro caso muy interesante es el de una
línea con descendencia cuyas raíces nos remontan hasta el siglo XVII al
municipio alcarriense de Priego, procediendo del enlace de Julián de Moya y
María de Taravilla. Una línea igual de importante aparece en el Cañavate, y que
acabará asentándose en Buenache.
Linaje
Muñoz
Otra familia destacada de Buenache, es
la de los Muñoz, y que en ocasiones veremos cómo cambian su apellido bajo la
forma Muñiz. Gozaron de enorme protagonismo durante los siglos XVI y XVII, de
ahí que establezcan nexos con muchas de las casas nobles del entorno. En 1628
es alcalde de la localidad Diego Muñiz Hortelano.
Destacada fue sin lugar a
dudas la línea de los Muñiz-Hortelano, y cuya raíz nos remonta hasta Mateo
Muñiz, marido de Isabel Hortelano (el referido Mateo, era hijo de Mateo Muñiz
-el viejo- y Sabrina Herráiz). Su hijo Pedro Hortelano Muñiz o Muñiz Hortelano,
casa con Juana de Flores, y de ahí seguirá la descendencia.
Linaje Olivares
La
familia Olivares era más que conocida en la zona de la Manchuela por su
condición de caballeros hidalgos. Desconocemos por ahora el origen del linaje,
pero de lo que no nos cabe la menor duda, es de sus sucesivos entronques con personas
de la nobleza local.
De la
misma forma que los Zafra o los Lara, presentarán continuamente un estrecho
grado de parentesco con las élites municipales.
El
apellido se intercalará de forma repetida, y en ocasiones con saltos de hasta
dos generaciones en los que cuesta seguirle el rastro. Y es que aunque no
llegarán a proyectarse con la misma efectividad que familias con un origen
mucho más humilde y que luego conseguirían sacar rédito, este no fue el caso de
los Olivares de Buenache, en donde si se les reconocía como caballeros, aunque
sin acumular el excesivo protagonismo que sí tuvieron en otros enclaves.
Linaje Ordoño de Lara
Los
Ordoño, Ordoño de Lara, Lara o en ocasiones mencionados como Ordóñez, son una
familia de cuyas raíces desconocemos bastantes datos. Su origen lo observamos
en el siglo XVI, cuando se nos mencionan a dos hermanos (Fernando y Juan), el
segundo dejará una notable descendencia, y fallecerá en 1571, siendo marido de
María Herráiz (hija de Cristóbal Herráiz), quien muere en 1588 y paga una cifra
de 145 misas, número ciertamente remarcable, y más si tenemos en cuenta que
durante esta centuria la cantidad media era menor a las que vendrán a
posteriori, tal y como hemos presenciado en el estudio del pago de misas de
Buenache. El caso de Juan de Ordoño nos interesa bastante, puesto que en su
defunción manda ser enterrado en su sepultura, y que se halla
ubicada en un lugar privilegiado (la Nave de San Agustín).
Intuimos
que la familia Ordoño estaba bien posicionada, y que guardaba alguna relación
en sus ancestros con el linaje de los Lara, de los cuales desconocemos también
sus raíces, a pesar de que los Ordoño irán intercalando en generaciones
posteriores el apellido.
Los
hijos de Juan Ordoño y María Herráiz, nacen alrededor de la segunda mitad del
siglo XVI, y será a través de ellos por donde irá surgiendo su descendencia con
los apellidos Ordoño y Lara. Ese será el caso de Gabriel Ordóñez, Pedro Ordoño,
Ana Ordóñez Herráiz y Catalina de Lara.
Linaje de la Parra
Otra de las familias importantes que
veremos en la historia de la localidad son los integrantes del linaje de la
Parra. Sobre sus orígenes poco o casi nada sabemos, sólo que desde el siglo XV
ya estarían asentados en la villa, y ocuparían cargos destacadísimos, que les
llevarían a controlar los puestos municipales del Santo Oficio, así como
proyectar algunos de sus miembros en cargos relacionados con la iglesia, desde
capellanías locales, hasta llegar a ser canónigos de la misma catedral de
Cuenca.
En ese espacio de poder, donde sus
componentes establecen relaciones matrimoniales con miembros de la nobleza
local y comarcal, así como con integrantes de la burguesía rural, será como irá
forjándose la historia de una familia, que por lo que respecta a Buenache, ya
nos dejará diferentes líneas para la centuria del XVI, pero de la que creemos
que no cabe la menor duda que guarda un mismo origen genealógico que nos
remontaría a finales del Medievo.
Adjuntamos aquí dos genealogías, en
donde se destacan algunos de sus representantes, y cuyas relaciones de
parentesco han podido efectuarse mediante la información de los libros
parroquiales del lugar. De ellos desprendemos la estrecha relación que existirá
entre los Parra con los Rubio.
Línea destacada de los Parra (apuntes genealógicos). Elaboración propia
Entre los miembros más importantes de
la familia, cabe mencionar a don Mateo de la Parra, familiar del Santo Oficio,
fallecido en 1602 y que estaba casado con la hidalga doña Ana Laynez (pagó un
total de 273 misas en el momento de su muerte). Luego estaría Bartolomé de la
Parra (presbítero y Comisario del Santo Oficio), quien fallece en 1622 y se
entierra en la sepultura de su madre, mandando un total de 400 misas. En su
testamento dice que da su hacienda a Isabel Rubio, hija de Miguel García de la
Parra. Efectúa varias mandas, entre las que destacan donaciones monetarias,
además del pago de un frontal de altar para la ermita del municipio. Señalar
que Luisa Parra fundó un vínculo y patronato con casa y varias hazas.
Línea
destacada de los Parra (apuntes genealógicos). Elaboración propia
A
pesar de ser uno de los apellidos más frecuentes en la localidad, su historia
en Buenache refleja datos de enorme valor, puesto que durante el siglo XVI los
Pérez fueron una familia que gozó de un prestigio destacado y que en un futuro
nos gustaría seguir investigando, en donde algunas ramas consiguieron ocupar
puestos importantes, además de establecer enlaces matrimoniales con miembros de
la burguesía local. Conocemos el caso de Alonso Pérez y Pérez, quien en el año
1587 aparece como miembro del Colegio Mayor de San Ildefonso de Alcalá de
Henares.
En el
expediente que se le realiza a Alonso, y que pudimos consultar años atrás en el
Archivo Histórico Nacional (sección Universidades, 533,
expediente nº4), nos encontramos ante un documento bastante denso, con una
notable cantidad de información sobre personajes del Buenache del siglo XVI,
puesto que son numerosos los testigos, y que recomendamos casi de obligada
consulta, si se pretende conocer con un mayor detalle, la sociedad local de
Buenache que vivía por aquellas fechas. En el mismo hallamos diferentes
acusaciones, que nos hablan de ancestros y parientes que no eran limpios de
sangre. Obviamente este tipo de declaraciones que podían dañar a la imagen del
linaje, no serían lo suficientemente influyentes, ya que los miembros de la
familia seguían preservando su estatus, además de seguir entroncando con
personalidades muy prestigiosas del lugar, pues no olvidemos que con el linaje
de los Parra y que estaba representando el Santo Oficio, mantuvieron diversos
lazos sanguíneos.
El bachiller Alonso Pérez (clérigo),
falleció en 1599, y mandó un total de 400 misas, dejando una fiesta el día de
San Gerónimo (nombre de su sobrino), además de mandar una misa de por vida semanalmente
en su memoria. Éste se enterró en la sepultura de su madre, María Pérez, además
de crear una capellanía y una memoria perpetua. Nosotros lo consideramos como
una de las personas más influyentes y poderosas del Buenache de finales del
siglo XVI, y es que no olvidemos que por aquellas fechas su familia era una de
las más destacadas de la zona. Por otro lado, el primo de su madre, el señor
Juan Pérez (marido de Catalina Pérez Pastor), también gozaba de buena posición.
Murió en 1621 y creó una memoria perpetua, mandando ser enterrado en la
sepultura de los Pérez, que era donde descansaban tanto los cuerpos de su padre
como su esposa.
Otro personaje, aunque no perteneciente
directamente a este linaje fue la esposa de Juan Pérez de la Parra, doña Ana
Ximénez de Cisneros, quien falleció en 1741 y pagó 150 misas, además de crear
una memoria perpetua.
Linaje
Piqueras
Los Piqueras son otra de las familias
destacadas de la burguesía rural de la zona. Desconocemos si guardan alguna
relación con otros miembros del mismo apellido, que en la ciudad de Cuenca por
esas mismas fechas eran integrantes del Santo Oficio. Sabemos que los Piqueras
en Barchín del Hoyo eran una estirpe destacada, que tuvo un peso decisivo, en
la disputa por el control de las tierras contra la casa de los Buedo.
Los Piqueras se hallaban en una buena
posición económica, y de los mismos se expande la línea del apellido Utiel, y
que radica a través del matrimonio entre Alonso de Utiel y Ana de Piqueras.
Conocemos información destacada de los
mismos, y que se encuentra reflejada a través de un vínculo que fundó el señor
don Fernando de la Parra, quien fue canónigo de la Iglesia y Catedral de
Cuenca, así como del Licenciado Diego de la Parra, abogado de ella, y poseedor
de ese vínculo, y que litigó contra Juan Verde y su mujer Ana García de
Piqueras. Ambos casaron en 1654, y la referida Ana era hija de la señora Ana de
Piqueras, quien en 1615 celebró nupcias con Benito García.
Además de los Utiel, vemos como los
Verde son también otra de las familias que se adhieren a la línea de los
Piqueras, pensamos que en un intento por querer integrarse en el sector de las
élites municipales. Gracias al referido pleito, la memoria fundada por don
Fernando de la Parra, tenía varias casas, así como un par de hazas y viñas, una
de las cuales poseía 1000 vides, propiedad de Juan Verde Vallejo (el marido de
Ana García de Piqueras).
Linaje
Ramírez de Arellano-de Toro
De apellidos hidalgos sobradamente
conocidos en la zona, no cabe la menor duda que el de los Ramírez de Arellano
es uno de los más populares.
En el caso de Buenache, esta familia
aparece de varias formas, intercalando el apellido de Toro, así como
mayoritariamente dejando el Ramírez de forma aislada.
La raíz del mismo nos remonta hasta el
municipio de Santa María de Campo Rus, en donde Francisco Martínez Ramírez,
marido de Ana de Morales, dejará una numerosa descendencia que llegará hasta el
día de hoy por el apellido Ramírez. De este matrimonio nacerán dos hijos, que
serán quienes acabarán esparciéndolo (en ocasiones bajo la forma de sus abuelos
los Ramírez de Arellano, así como de Toro y Haro-de Toro).
Francisco Martínez Ramírez -el mozo-,
que en 1591 casa con Lucía de Montero y de la Orden, así como su hermano Juan
de Toro Ramírez, casado en 1601 con Ana García (hija de Pedro Ximénez y María
Pérez), son las líneas principales con descendencia en la localidad. El
referido Juan falleció en 1626 y mandó un total de 223 misas.
Por lo que respecta a la de Juan, merecen
interés las nupcias de Francisco Martínez Ramírez, quien las celebra en 1629
con Quiteria de la Orden. Luego tendríamos a Gregorio Ramírez, que casa en 1639
con Ana Martínez, así como Juan de Toro con Isabel Bautista Ramírez en 1627, y
Pedro Ximénez Ramírez en 1628 con María Álvarez.
En el caso de Juan de Toro Ramírez y su
esposa Isabel Bautista, intercalan en algunos de sus hijos los apellidos
Ramírez/Ramírez de Arellano y de Toro hasta entrado el siglo XVIII.
No cabe duda del poder de la familia,
si tenemos en cuenta que fueron grandes propietarios de tierras, además de
ocupar algunos cargos destacados a nivel local. En su lugar de origen (Santa
María de Campo Rus), fueron regidores, además de regentar el mesón del
municipio, y poseer una familiatura del Santo Oficio.
Algunas
de las líneas de los Ramírez de Toro de Buenache (genealogía familiar).
Elaboración propia
Los
Ramón son una familia estrechamente vinculada con la de los Moreno, debido a
que en su origen proceden de una misma línea en la que convergen ambos
apellidos. Queda claro que aprovechando la situación de alianza con la línea de
los López-Moreno, la familia Ramón desvinculará una parte del patrimonio, en
forma de fundaciones, que en este caso para distinguir sus descendientes
interesados en heredarlas, deberán siempre llevar su apellido.
De
acorde a la información que hemos podido recabar, la familia Ramón comenzará
aglutinando en dos líneas, parte de unos bienes agrarios, que irán transmitiendo
durante generaciones.
Ya en
el siglo XVI tenemos referencias alusivas a algunos de sus integrantes, como
sucede con María Ramón (una de las representantes más destacadas del linaje, y
que en 1621 casará con Mateo Pérez, procedente de una de las grandes familias
de la burguesía agraria del lugar). El primo de María era Pablo de Santacruz, y
el día de su fallecimiento mandó un total de 264 misas por su alma y demás.
Sabemos
que María procedía de la línea que entronca con los Santacruz, ya que en su
partida de defunción se menciona a Diego y Pedro de Santacruz. Esta línea se asocia con los Pérez, así como con los Gómez, debido a que su tío era Fernán Gómez, un
personaje que ya hemos visto documentado en varias ocasiones en referencias de
la época. La mencionada María distribuyó su patrimonio mediante la creación de
dos memorias perpetuas, junto la fundación de un patronazgo de legos, en el que
veremos cómo descendientes y colaterales, mostrarán con interés la relación
genealógica que aguardaban con ella.
Otra
representante de la familia será Ana Ramón, mujer de Pedro García Redondo,
fallecida en 1634, y hermana de Bartolomé Saiz de Villora. Ésta mandó un total
de 270 misas, así como varias fiestas con misas rezadas en honor de su memoria.
Linaje Rentero-Campos
Otra
de las líneas que nos resultaría imposible de obviar, es la de la familia
Rentero, y que en origen estuvo entroncada con los Campos.
La
relación de este linaje, a través de María de Campos, resultará clave para
comprender el vínculo sanguíneo que ambas estirpes establecieron. De dicha
María nacería la descendencia de Diego Rentero, y sus sucesivas generaciones, por
lo que muchas veces las veremos con el mismo nombre y apellido.
Esta
María era hermana del padre don Domingo de Campos, clérigo de la villa
fallecido en 1595, y que tuvo también por hermano a Juan Ibáñez de Campos
(quien heredaría buena parte de su fortuna).
El
citado Domingo fue todo un personaje con mucha historia, que mandó en su
testamento celebrar 626 misas, además de realizar una casulla rojo-violeta para
la iglesia, crear tres memorias perpetuas y dar limosna a los pobres el día de
Nuestra Señora de la Concepción. No olvidemos que una de estas memorias era
para socorrer a todas las descendientes de su familia que necesitaban ayuda
económica.
Llegó
a enterrarse en la misma sepultura de doña María de Andrade (la que fuera ni
más ni menos que Señora de Buenache de Alarcón). La relación de Domingo con la
aristocracia local era más que evidente, hasta el punto de que veremos cómo su
hermano guarda lazos muy destacados con familias de este grupo social.
María de Campos apostó por la burguesía y la pequeña nobleza local, y a partir de ahí es de
donde podemos seguir a la mayoría de representantes del apellido Rentero que
encontramos en la localidad.
Tiempo
después Pedro García-Rentero es poseedor de un vínculo que fundó el licenciado
Diego Rentero de Campos, y cuyos bienes son una casa y bastantes hazas.
Linaje Reyllo
Los
Reyllo son un linaje de hidalgos de los que ya hemos efectuado varias
publicaciones, que nos recuerdan la posición destacada que alcanzaron dentro
del ámbito de la nobleza municipal de Buenache, así como incluso en las tierras
de esta comarca.
Sabemos
que durante el siglo XVI hay una clara alineación de dos familias con los
Reyllo, ese será el caso de los Castillo (también hidalgos procedentes de
Castillo de Garcimuñoz), así como los Silva (que serán acusados de conversos),
y que intercalarán el apellido de este linaje durante mucho tiempo en sus
descendientes.
Tal
fue el grado de poder de los Reyllo, que consiguieron establecer relaciones con
los Señores de Buenache de Alarcón, además de incluso alcanzar el Priorato de
Belmonte.
De
entre los personajes citados en el árbol que adjuntamos, sabemos que el padre
Rodrigo de Silva (clérigo) falleció en 1603, creando una memoria perpetua, y
enterrándose en la sepultura de sus padres Bernabé y Estefanía. Tenía varias
casas en el pueblo y destacó como una de las personalidades más conocidas del
lugar. Arrastró acusaciones deshonestas, que parece ser nunca llegaron a
perjudicarle. Su sobrino Diego de Reyllo fue familiar del Santo oficio, y
cuando falleció en 1636 mandó un total de 300 misas, además de varias fiestas.
Merece nuestra atención, la renta que dedicaban a los capellanes, como leemos
en el testamento de don Pedro del Castillo y Reyllo, quien fuera canónigo de la
Catedral de Cuenca.
Imposible
de obviar es la figura de don Diego de Reyllo, quien muere en 1673 y manda un
total de 2300 misas, además de dar una lámpara de plata a la iglesia y fundar
una memoria para huérfanas. Creó un mayorazgo, y es el que ordena que se alce
una capilla bajo la advocación de Nuestra Señora de la Concepción. A ello hay
que sumarle la creación de dos capellanías con cargo de 100 misas rezadas. En
el testamento menciona a su sobrino don Pedro del Castillo y Reyllo.
Entre
las mandas que se piden tenemos una imagen de bulto con retablo proporcionado
para la dicha capilla que fundaron (con reja y puerta), así como un arca y
cajones con dos cálices. A ello cabe sumarle un San José en un cuadro con un
marco dorado, como también se manda realizar una campana de plata para la dicha
capilla, además de dorar el retablo y la reja.
Añade
que se intervenga en la bóveda de la Ermita de Nuestra Señora de la Estrella. Así
como que reitera que se dore y estofe el retablo. Esta tarea recaerá sobre el
maestro Bernardo de Soria (vecino de Honrubia).
En
cuanto al origen de la familia, averiguamos por la “Memoria
del Nuevo Mundo. La Mancha y América en el Quinto Centenario”, de Pedro Miguel
Ibáñez Martínez, como en la página 26 se menciona esta noble línea,
informando de que las crónicas dicen que el linaje se ennoblece en la famosa
batalla del Clavijo. Parece ser que el padre de Bernabé de Reyllo era don
Francisco de Reyllo (capitán de caballos). Su bisnieto Juan de Reyllo (de
oficio tundidor), casó con Agustina de Yuste y marchó a las Américas, donde
dejaron una notable descendencia que acabó representando a la aristocracia del
lugar.
Ya
desde los primeros siglos, la familia Rubio adquirió un peso destacado en el
municipio de Buenache de Alarcón. De acuerdo a los datos que nos proporciona el
expediente de finales del siglo XVI de Alonso Pérez Pérez, se dice de este
linaje, que su origen se encuentra en la cercana localidad de Valera, siendo
estos parientes de los de Buenache, considerándolos además como una de las
principales familias de Valera.
Este
dato no nos sorprende, si tenemos en cuenta que los Rubio entroncan con las
casas más fuertes de Buenache.
Como
ejemplo tenemos a Quiteria Rubio, quien en 1648 celebra sus nupcias con don
Matías de Buedo y Ruiz de Alarcón. Dicha Quiteria era hija de Luís de la Parra
y Catalina Martínez de la Parra, e invocó al apellido de su abuela materna (la
madre de Luís), y que era Quiteria Rubio Martínez, casada en 1581 con Juan de
la Parra, e hija a su vez de Pedro Pérez y Juana Rubio. La mujer de don Matías
tuvo por tia-abuela a Juana Rubio, que se encontraba casada con el hidalgo don
Andrés de Zafra.
Entre
los personajes destacados, tenemos a Baltasar Rubio, quien llegó a ser
procurador de la villa, y falleció en Granada durante 1584, siendo enterrado en
el Hospital de Santa Ana de Granada. Creó dos memorias perpetuas y mandó 150
misas.
Otro
miembro destacado de la familia fue María Rubio, fallecida en 1649, y mujer de
Bartolomé Saiz (en segundas nupcias), ya que su primer marido era Pedro Cerrillo.
Ésta pagó un total de 390 misas y creó una memoria perpetua.
Se
trata de un linaje bien posicionado en la localidad desde sus inicios, y que
como se desprende de otros muchos, parece ser que en diversas localidades eran
incluso reconocidos como caballeros hijosdalgos. Es el caso de la zona de
Motilla del Palancar y algunas otras vecinas, en donde su adscripción al estado
noble era indiscutible.
En el
caso de Buenache veremos cómo su origen nos conduce a la línea de los Pérez de
Ruipérez, fenómeno que en cierta medida complica averiguar el origen de su apellido.
Durante los inicios del siglo XVI tenemos documentado a Juan Pérez de Ruipérez,
marido de María Moreno. Uno de sus hijos fue Rodrigo Pérez de Ruipérez, y a
través de él veremos como el apellido pierde en algunos de sus descendientes
esta designación. Otros en cambio si deciden mantenerla, casando con familias
destacadas, y que formaban parte del estrato burgués y nobiliario del entorno.
Los
Ruipérez son mencionados también en el expediente de Alonso Pérez Pérez, en
donde se cita a Rodrigo de Ruipérez, remarcando que su origen genealógico era
limpio de conversos.
Linaje Saiz
El
apellido Saiz aparece de manera repetida en multitud de documentación, nada
extraño si además de su frecuencia, partimos de que sus integrantes mantuvieron
cierto protagonismo en momentos puntuales de la historia de la localidad.
Existen varias líneas que acaban cruzándose entre sí, y que debido a los saltos
que se da con los apellidos, no sabemos en ocasiones si se adscriben a la misma
familia. Siendo los más importantes aquellos que engloban los linajes de los
Saiz-Carnicero, Saiz-Asensio y Saiz-Izquierdo.
Los
Saiz, Carnicero o Saiz-Carnicero, son algunas de las formas bajo las que podemos
ver a los miembros de una misma casa que acabará entroncando con numerosos
linajes de la nobleza municipal.
En el
siglo XVI Pedro Saiz-Carnicero y María Saiz, tienen varios hijos, por un lado,
conocemos la descendencia de Miguel Saiz, quien casa en 1589 y tiene por hijo a
Miguel Saiz Carrión, a partir de quien nacerá la línea de Saiz-Carrión, y entre
la que veremos diferentes integrantes. En el año 1677, falleció Pedro
Saiz-Carnicero, hijo de Pedro y mismos apellidos. Éste creo una memoria y mandó
el día de su defunción un total de 376 misas.
Igual
de interesante es remarcar que la familia de los Saiz de Piqueras, está en
origen vinculada con los Carnicero, fenómeno que apreciamos si seguimos la
ascendencia de María Saiz de Piqueras, quien en 1655 casó con Pedro de Ontagas.
Pues bien, ésta era hija de don Francisco de Barambio y María Saiz de Piqueras
(casados en 1633), a su vez, nieta materna de Miguel Herráiz y Saiz, junto su
esposa María de Piqueras (de donde se solaparía el apellido Saiz de Piqueras). Dicho
Miguel y que casó en 1597, era hijo de Miguel Herráiz y María Saiz-Carnicero, así
como nieto materno de Hernando Carnicero.
A los
Saiz-Carnicero los veremos muchas veces entablar relación con los
Saiz-Izquierdo, así como los Saiz-Asensio, puesto que todos pertenecían a un
grupo social bastante similar.
No
olvidemos por ejemplo que el famoso Antonio Saiz de Zafra Martínez-del
Castillo, que entró en la Orden de Carlos III, era en realidad por línea recta
de varón un Saiz, al margen de que él apoya sus informaciones en el linaje
hidalgo de los Zafra por el peso que tenían para conseguir su reconocimiento
nobiliario. Y es que Antonio era hijo de Martín Saiz de Zafra Martínez, nieto
de Alonso Saiz de Zafra Montero, bisnieto de Martín Ordoño Saiz de Zafra, tataranieto
de don Juan de Zafra, 4to. nieto de Francisco Saiz-Izquierdo (marido de María
García de Zafra, y de donde nace la unión del apellido), 5to. nieto de Juan
Saiz-Asensio (marido de María Hortelano Saiz) y 6to. nieto de Francisco
Saiz-Izquierdo e Isabel Saiz.
Remarcar
que a pesar de lo abundante y repetitivo que pueda parecer el apellido, pudimos
leer en el expediente de universidades de Alonso Pérez y Pérez del Archivo
Histórico Nacional, que éstos eran una familia limpia (no descendiente de
judíos o conversos), que comparte su vecindad sólo con otras dos líneas del
apellido. Remarcando que esas dos restantes eran venidas de fuera, procediendo
de Esteban Saiz de la Herrada y de Sebastián Saiz-Tapiador. De ser correcta
esta información, veríamos como hay una conexión genealógica más estrecha con
algunas de las líneas que portan el apellido Saiz, independientemente del
solapamiento que estas pudiesen llevar, probablemente por distinguirse unas
ramas de otras.
Entre
los alcaldes que descienden de estas líneas, vemos durante el siglo XVII,
personajes como Fernando Saiz (1634, 1641 y 1642), Gerónimo Saiz (1644 y 1654),
y Fernando Saiz Moreno (1659). No olvidemos tampoco que incluso los
Saiz-Moreno, procedían de estas mismas familias, pues sus progenitores fueron
Alonso Saiz y su esposa María Moreno.
Linaje Salonarde
Una de las grandes familias de la ganadería conquense fueron los
Salonarde, una estirpe de gentes arraigadas a la economía rural, que supieron
ver y conectar el negocio de las reses (a través de la venta de lana) con el
aprovechamiento de la producción industrial que se podía ejecutar desde sus
molinos, mediante la fabricación de papel.
Esta
familia fue sin lugar a dudas una de las más importantes en cuanto al control
de ganado a nivel provincial. Sabemos que Simón Salonarde, marido de Catalina
de Xábaga (natural de Barchín del Hoyo), dejó una línea de descendientes que entroncaron
siguiendo una clara política endogámica, en la que iban manteniendo y
acaudalando un mayor patrimonio, que en generaciones posteriores les sirvió
para desmarcarse de las clásicas familias de la pequeña nobleza rural.
Los
sucesivos cruces entre primos, fueron una estrategia habitual, que veremos en las
dispensas de Buenache de Alarcón. Probablemente muchos de estos matrimonios
serían alianzas planificadas, y que una vez que consolidaron a la familia en la
localidad, fueron con miras más ambiciosas, implantándose en un marco comarcal,
mucho más extenso. La jugada fue perfecta, si tenemos en cuenta que pocas
generaciones después consiguieron comprar una casa palaciega en el mismo casco
central de la ciudad de Cuenca.
Obviamos
genealogías ya publicadas sobre esta familia para no repetir contenidos, y que
redirigimos para su consulta a través de los artículos de “Las Salonarde, tres mujeres
emprendedoras en Cuenca (siglos XVIII y XIX)”, así como, “Los Salonarde. Un linaje de la nobleza rural conquense vinculado con la
trashumancia rural” -ambos en nuestro blog personal-”.
Lo que
si nos gustaría incorporar, es otra genealogía, que refuerza una vez más el
poder del que gozaban los Salonarde a nivel provincial. Y es que doña Quiteria
Antonia Salonarde, tuvo dos nupcias. La primera de ellas con don José Clemente
de Arostegui (en 1719), así como la segunda con don José Sancha de Ayala.
Sabemos
por las referencias protocolarias que la mencionada doña Quiteria heredó de su
suegra un pájaro de oro que iba introducido dentro de una jaula y que estaba
guarnecido de esmeralda, además de distintos cuadros y una cruz de cristal con
remates de filigrana de oro. Piezas de este calibre son una muestra del nivel
de vida en el que se movían los integrantes de esta especie de aristocracia rural
que atesoraba un ingente patrimonio.
Relación de los Salonarde con
familias de la nobleza conquense (datos extraídos de Valentín Casco y
Fernández, a través del testamento de doña Antonia de Cañaveras y Guadarrama de
Alcázar).
Linaje
Santacruz
Los Santacruz son una familia con una
creciente importancia durante los siglos XVI y XVII. Tanto es así que controlaron
alguna escribanía, además de alcaldías y cargos destacados del funcionariado
municipal.
Sobre su origen hay muchas lagunas que
desconciertan y que se esquivan en su genealogía. Ello se debería a un probable
foco converso. Y es que otras familias con el mismo apellido (como sucede en el
caso de la Alcarria), ya fueron acusadas de judaísmo, hecho que ayudaría a
explicarnos algunos de los problemas y reiteradas dudas que nos acechan en
torno a sus raíces.
Si fueron una familia judía, es
entendible la posición destacada que ocuparon, así como las relaciones de
parentesco que establecerán con los linajes más importantes de la localidad.
Parece que a más de uno de sus
ancestros no le preocupaba las acusaciones que podían realizarle desde el Santo
Oficio, fenómeno que nos indicaría en cierta medida una tranquilidad justificada
por el peso que ejercían, y que como decimos, vemos reflejada en alguno de los
testimonios que aparecen en la documentación de la Inquisición.
Ya en la primera mitad del siglo XVI, tenemos
algunos personajes de interés, como Diego de Santacruz, Pablo de Santacruz, o
la genealogía de Bartolomé que aquí adjuntamos.
No nos cabe la menor duda de que entre
ellos existía un parentesco, que nos reduce a unir a todos como pertenecientes
a un mismo linaje, que tendrá su llegada a la localidad entre finales del siglo
XV o principios del XVI.
Hasta la fecha ignoramos si hay alguna
relación con el poderoso linaje converso de los Santacruz que existía por esas
mismas fechas en la zona de Huete y lugares anexos. No obstante, remarcar como
curiosidad la existencia de una aldea, llamada Casas de Santracruz, y que
también se ubica en la zona de la Manchuela, ignorando si también alberga
relación alguna con miembros de esta estirpe.
Bartolomé
de Santacruz (el marido de Isabel de Sotomayor), fallece en el año 1579, así
como su hija Isabel en 1598. Su familia se convertirá en una de las líneas más
fuertes que habrá en la localidad a finales del XVI, y ejercerán un enorme
protagonismo a lo largo de todo el siglo XVII.
Sus
relaciones con gentes que durante aquellas fechas estaban muy vinculadas con el
clero (es el caso de los Pérez), les ayudó muy probablemente a consolidar su
estatus dentro del marco municipal. Pensamos que algunas de las familias con
las que establecen nexos sanguíneos, pudieron tener en algunos casos un pasado
converso.
Linaje Silva
Nos
encontramos ante un linaje de cuyo origen poco sabemos, ya que a priori su
apellido es el de una de las grandes casas de la nobleza española, no obstante,
nuestra hipótesis nos hace pensar en una estirpe conversa, que lo emplearía
para evitar pruebas de su pasado genealógico. Este tipo de estrategias es muy
empleado por numerosas familias con raíces judías, incluso algunas moriscas,
que aprovechando una buena situación económica junto una movilidad del lugar de origen, permitían la integración y creación de un linaje, que en muchos casos
podía llegar a proyectarse entre las altas esferas en cuestión de escaso tiempo.
Sólo
hemos de ver cuál es el pasado genealógico de muchas de las grandes familias
que compusieron el eslabón de la nobleza conquense, para hacernos una leve idea
de en qué consistía aquel proceso.
Esta
tesis parece reflejarse en la documentación vinculante con los Silva. Por un
lado, nosotros hemos conseguido ascender hasta el progenitor de la familia,
se trataría del señor Rodrigo de Silva, del que hasta la fecha desconocemos
cualquier dato sobre sus antepasados.
Los
hijos, nietos y biznietos de Rodrigo casarían con familias de la nobleza local
como serán los Reyllo, Castillo…, esto obviamente permitió una proyección, que
le dio cierto estatus al apellido en este pueblo.
Obviamente
eran una familia con sus influencias dentro y fuera del lugar. Sólo hay que
leer el proceso que se efectúa contra un miembro del linaje, con declaraciones
más que deshonestas, añadiendo el aliciente de que eran acusados de ser conversos,
para que luego no se procediera a efectuar ningún tipo castigo o pena.
Entre
los representantes cabe destacar a uno de estos sujetos, concretamente el padre
Rodrigo de Silva, clérigo fallecido en 1603 (acusado un año antes por
amancebamiento, tal y como leemos en el legajo 355, del fondo de la Inqusición
de Cuenca), que consiguió crear una memoria perpetua, y tuvo entre sus sobrinos
a Francisco de Reyllo (clérigo también), así como a Catalina de Reyllo, esposa
de Pedro de Artiaga, matrimonio este último de donde nacerá otro Rodrigo de
Silva que volvía a invocar el apellido de la familia.
Linaje Valladolid
La
familia Valladolid comienza a dejar su huella en la localidad de Buenache de
Alarcón a partir del siglo XVII, momento en que aparece este apellido en los
libros de la parroquia, así como en las anotaciones de los apuntes genealógicos
que poseemos.
Poco
sabemos por ahora de sus raíces, no obstante, lo que sí parece evidente, es que
muchos de sus miembros se encontraban representando diversos de los personajes
más destacados del Buenache del siglo XVIII. Circunstancia que comprobamos
mediante sus testamentos, así como por los diferentes enlaces que realizan con
otras familias de la burguesía local, tal y como sucede en la segunda mitad de
esa centuria con los Barambio.
Su
interés por proyectarse desde las primeras generaciones de su asentamiento
queda patente a través del matrimonio celebrado entre Francisco de Valladolid
con María García de Arribas, quien era hija del alcalde de Buenache, don Marcos
de Arribas y su esposa Margarita López, naturales de la localidad y gentes de
buena posición. Recordemos que su pariente Alonso de Valladolid casó en 1703
con la noble doña María de Villanueva. De estos dos últimos personajes sabemos
que Alonso falleció en 1735, pagando un total de 500 misas, así como su esposa
María lo hizo en 1744, con 1.102 misas. Cifras tremendamente exageradas, que a
simple vista son indicativas del poder ostentando por ambas casas.
Linaje Ximénez
Otra
de las grandes familias que veremos en la localidad de Buenache es la de los
Ximénez. Sobre su origen surgen numerosos interrogantes que todavía no hemos
conseguido esclarecer, como por ejemplo el de que algunos de sus miembros porten
la forma Ximénez de Cisneros.
No
olvidemos que en la zona de la Manchuela es más que conocida la existencia de
algunas líneas descendientes de la casa a la que perteneció el célebre Cardenal,
así como la relación que hay de ésta a través de los Muñoz en el mismo Buenache,
no obstante, todo no dejan de ser meras conjeturas, que deberíamos esclarecer
una vez que se puedan cruzar más datos.
Por
ahora lo que sí sabemos es que hay algunos representantes de ésta, portadores
de tal apellido, que destacaron notablemente en el municipio.
En
nuestros apuntes los tenemos como los precursores de la fundación del Cristo de
la Viga, además de tratarse de gentes relacionadas con familias de la nobleza
conquense, y que van más allá de lo que era la escala de influencia local. Este
será el caso concreto de doña Ana Ximénez Moreno, casada en 1683 con don Juan
de Solana, hijo de don Juan de Solana -el viejo-, y ambos reconocidos
caballeros hidalgos de la ciudad de Cuenca. La capilla que erigieron los
Ximénez, poseía una imagen del Cristo de la Viga, y que fue dada por don Alonso
Antonio de San Martín, Obispo de la ciudad de Cuenca (hijo natural, no
legítimo, del rey Felipe IV y Mariana Pérez de Cuevas).
Sabemos
que don Juan de Solana y su esposa Ana Ximénez tenían un oratorio privado, con
una imagen de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza y que quisieron donar a la
iglesia del pueblo, junto con un largo listado de piezas, que se correspondían
con la respectiva caja de la imagen, y que acompañaban con un bastidor, cortina
y cenefa con encajes de plata negros de chamelote de agua azul, así como todas
las alhajas para celebrar misa, a lo que se incluía dos frontales de altar,
varias casullas, unos manteles con encaje, dos pares de corporales con su caja,
dos amitos, un cáliz con patena, una cucharita de plata, tres purificadores,
cinco tafetanes para cubrir el cáliz, una bolsa de corporales de damasco blanco
(uno de ellos verdejo), un misal nuevo con cubierta, un atril de talla, un ara
de jaspe encarnado de media vara en cuadra, otra de alabastro más pequeña, un
sacra, un evangelio de San Juan, dos paños con altares, una campanilla, una
caja en forma de libro para hostiario, otra caja dorada y jaspeada para introducir
el cáliz, una cruz para el altar con una pintura del Cristo crucificado en la
agonía, unas tijeras grandes para cercenar las hostias, un formón para hacer
formas, un papel de oraciones del Amito, así como demás escrituras, entre las
que había papeles del Ánima, matacandelas, una tarima para el altar y dos
candeleros.
El
período en el que los Ximénez gozan de un poder destacado, será especialmente a
mediados del siglo XVII, momento en el que don Alonso Ximénez Moreno, casa en
1652 con doña Juliana García.
El
referido Alonso era hijo de don Alonso Moreno e Isabel Hortelano, y empleaba el
apellido Ximénez en alusión a su abuelo paterno Francisco Ximénez Martínez,
casado en 1583 con María Ramón. Los abuelos eran a su vez hijos de Francisco
Ximénez y Ana Martínez, así como de Antonio Moreno y María Lucas,
respectivamente.
Esta
línea de la familia es una de las mejor posicionadas, y en ella se evidencia la
relación estrecha que los Ximénez guardaban con el linaje de los López-Moreno,
a través de los que mantuvieron muchas más conexiones de parentesco, que
fortalecieron mutuamente a ambas familias hasta entrado el siglo XVIII.
Recordemos
como a finales del siglo XVII, el Licenciado Francisco Ximénez Moreno, posee
vínculos y patronatos que fundó María Ramón, la mujer de Pedro Moreno. El
referido Francisco pide que se pongan en la parroquia tres cuadros (uno de
Nuestra Señora de la Asunción, y otros dos de San Pedro, uno de ellos para la
sacristía que se había realizado nueva en la Parroquia).
Linaje Zafra
Nos
resulta imposible cerrar este apartado sin mencionar la familia de los Zafra,
de los cuales, gracias a un expediente de la Orden de Carlos III, sabemos que
se les tiene por caballeros hijosdalgos de devengar 500 sueldos, tras el
privilegio concedido a don Fernando de Zafra en 1479. El escudo que se le
asigna a los Sainz de Zafra está compuesto por dos cuarteles, el primero en
campo encarnado con un castillo de oro, mientras que en el segundo cuatro
calderas en campo de plata.
El
origen genealógico de esta familia nos remontaría hasta el siglo XV, momento en
el que ya tenemos constancia de su instalación en este lugar.
Sabemos
cómo durante la segunda mitad del siglo XVI, don Juan de Zafra casa con Ana
Herráiz, fruto de este matrimonio nacerá Juan de Zafra Herráiz, quien en 1617
mantendrá nupcias con María Pastora. A raíz de ahí veremos muchos Zafras que
guardan un parentesco, y en donde las intercalaciones de apellidos complican a
veces su seguimiento. Del último matrimonio nacerá Magdalena García de Zafra,
quien en 1650 casará con Francisco Saiz-Izquierdo, también de un linaje
destacado, y cuyo hijo será don Juan de Zafra Izquierdo, casado en 1674 con
doña Catalina de Lara y que nos conducirá hasta la línea de los Ordóñez de Lara.
El
hijo de Juan y Catalina, invocará al apellido de su abuelo materno, de ahí que
su nombre sea Martín Ordoño Saiz de Zafra, reconocido a su vez como caballero
hijodalgo, y esposo de María Montero. Éste se encontrará mencionado en los
repartimientos, padrones y elecciones de justicia. En el año 1714 nacerá su
hijo Alonso Saiz de Zafra Montero, marido de doña Catalina Martínez de Olivares
y de la Parra, y de donde nacerá en 1736 don Martín Saiz de Zafra, y cuyo hijo,
Antonio Saiz de Zafra, bautizado en 1771, será quien conseguirá ingresar en la
Orden de Carlos III, alegando el pasado noble de sus ancestros, a pesar de que
el apellido Zafra en realidad no le recaía por línea recta de varón
Podríamos
decir que la familia Zafra o Saiz de Zafra durante la segunda mitad del siglo
XVIII, se les puede considerar como uno de los linajes más poderosos del
municipio de Buenache.
V. Breves notas sobre los Señores de Buenache de
Alarcón
Ya
para finalizar, remarcar (y siempre desde nuestra modesta opinión), que los
Ruiz de Alarcón son uno de los linajes más importantes que han existido en la
zona de la Manchuela, debido al poder aglutinado, así como a la influencia
territorial que fueron adquiriendo sus representantes con el trascurso de los
siglos.
Hemos
de destacar especialmente, el periodo que comprenden los siglos XIV-XVI, en los
que la familia adquiere un protagonismo, que va más allá de las tierras conquenses.
El origen y leyenda de su pasado, nos
conduce hasta la fase de la reconquista, durante la toma de la localidad de
Alarcón, no obstante, debido a que nos movemos en fechas donde hay varias
lagunas, no será hasta el siglo XIII, cuando podemos empezar a realizar un
seguimiento riguroso de la familia, donde la casa de los Ruiz, comienza a
destacar entre las élites de la zona de Alarcón.
Sabemos que en Buenache, los Ruiz de
Alarcón celebraron diferentes actos religiosos, como bautismos, matrimonios y
defunciones, ya que era normal y habitual en la localidad (aunque el Señor no
residiera de forma permanente en el lugar), que éste dejara verse en momentos
puntuales sobre su Señorío.
Desde el Señor Garci Ruiz de Alarcón y
su mujer María de Peralta, son muchas las familias de la nobleza conquense que
han controlado el Señorío, es el caso de los Toledo, Carrillo, Pareja,
Pacheco…, no obstante, merece la pena remarcar que si algo realizaron los Ruiz
de Alarcón, fue no perder el contacto con la zona, hasta el punto de que
algunos de sus miembros llegaron a mezclarse con gentes de la nobleza local,
muy probablemente como consecuencia de que al estar asentados desde tiempos lejanos,
fueron surgiendo diversas líneas (denominadas con el apelativo de segundonas),
en las que sus integrantes se instalaron en varios municipios. Esto permitió la
proyección de las casas que se juntaron con ellos, como sucedió con el caso de
los Buedo, Oviedo, Peralta y demás que se encontraban en un estatus social muy
similar.
Hablando con Sebastián Hernández de
Luján (estudioso de sus ancestros, y muy concretamente de los Alarcón),
comentaba como en el área de la Manchuela existen dos grandes ramas de esta
familia, cuyo origen se remonta a las primeras generaciones de su existencia en
la zona, y que cada una revindicaba de forma diferente. Por un lado nos
encontraríamos con el linaje de los Ruiz de Alarcón, así como por otro con
líneas que empleaban heráldicamente las armas de los Alarcón-Ceballos, o
incluso Ceballos de manera individual, siendo en realidad la misma.
En el caso de los Ruiz de Alarcón, su
procedencia es la línea tradicional y más conocida que nos remonta hasta los
caballeros de la localidad de Alarcón, que como decimos, la documentación verifica
al menos hasta entrado el siglo XIII. Dese allí, la familia comenzó a adquirir
grandes propiedades, como sucedió con Talayuelas y Valverde, estableciendo
enlaces con gentes de la nobleza local, que poco a poco les valieron para
conseguir renombre y una buena proyección, manifestándose en lo más alto
durante el siglo XV.
Entre los datos de interés que hemos
extraído relativos al primer libro de defunciones de Buenache, vemos que en
1580 fallece el presbítero Juan Pacheco, quien nacería cerca de la segunda
década del mismo siglo. Se cree que fue un hijo ilegítimo del Señor de este lugar. Se enterró en la capilla de
Santiago, puesto que era en la que la familia tenía su sepulcro dentro del
templo, en donde todavía pueden apreciarse sus armas.
Poco después, en 1581, falleció doña
Ana Manuel, viuda de don Martín de Alarcón (natural de Almodóvar del Pinar),
mandando ser enterrada en la misma capilla que tenían los Ruiz de Alarcón.
Recordar que Martín era hijo del III Señor de Almodóvar, Alonso Ruiz de Alarcón
y Portocarrero, marido de María Ruiz de Alarcón, quien era hermana del V Señor
de Buenache de Alarcón.
Ya en 1588 tenemos noticias del
fallecimiento de don Diego Ruiz de Alarcón y Hurtado de Mendoza Pacheco, éste
era marido de doña María de Andrade. Alrededor de mediados del siglo XVI nació
su hermana Catalina Ruiz de Alarcón, y cuya partida todavía podemos leer en las
viejas hojas del libro bautismo de la localidad.
Referencias
documentales y bibliográficas:
Archivo Diocesano de Cuenca. Volúmenes
parroquiales de Buenache de Alarcón: libro I de matrimonios (1571-1606), Sig. 24/27, P. 575; libro II de
matrimonios (1606-1651), Sig. 24/28, P. 576; libro III de matrimonios
(1651-1678), Sig. 24/29, P.577; libro IV de matrimonios (1678-1706), Sig.
24/30, P. 578; libro I de defunciones (1571-1592), Sig. 24/37, P. 585; libro II
de defunciones (1593-1629), Sig. 24/38, P. 586; libro III de defunciones
(1629-1693), Sig. 24/39, P. 587; libro IV de defunciones (1694-1735), Sig.
24/40, P. 588 y libro V de defunciones (1735-1762), Sig. 24/41
Archivo Diocesano de Cuenca.
Inquisición, legajo 355, nº5045.
Archivo
Diocesano de Cuenca, legajo 358, nº5102.
Archivo Histórico Nacional. Catastro de
Ensenada (1749-1756).
Archivo
Histórico Nacional. Sección Universidades, 533, expediente nº4.
Archivo
Histórico Nacional, 1827. Expediente de la Orden de Carlos III, nº1936. Sáinz
de Zafra y Martínez del Castillo Martínez Olivares y del Castillo, Antonio.
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diáspora de los Buedo, procedentes de Valera de Yuso.
Historiadelcorregimientodesanclemente.blogspot.com
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vinculado con la trashumancia rural. Davidgomezdemora.blogspot.com
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Salonarde, tres mujeres emprendedoras en Cuenca (siglos XVIII y XIX).
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Ibáñez
Martínez, Pedro Miguel (1992) -coordinador-. Memoria del Nuevo Mundo. La Mancha
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(2016) Pleitos de Hidalguía. Reinado de Carlos I, 1516-1536.
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Serie III, Hª Medieval, t. 26, pp. 395-420.