Durante
el período que va desde finales del siglo XVI hasta las primeras décadas del
XVIII, en Buenache de Alarcón apreciamos una situación de bienestar, manifestada
durante algunos intervalos concretos, y que fomentó la consolidación de
diversos linajes locales, que en muchas ocasiones, siguiendo políticas
matrimoniales entre familias del mismo lugar, reforzaron la tenencia de un
patrimonio, que les sirvió para proyectarse, dentro de aquel reducido pero
provechoso espacio geográfico.
La
acumulación de tierras, como la consecución de cargos eclesiásticos por
integrantes de las familias o la adquisición de una plaza dentro del Santo
Oficio, permitían una situación de medraje social, que retroalimentaba el
enaltecimiento de determinados apellidos, que a través de fundaciones o
mediante la representación de cargos como las alcaldías o incluso las
mayordomías (y que estaban presentes en las numerosas cofradías con las que contó
el municipio), remarcaban más si cabe la procedencia de aquellas personas.
Conocemos
el caso de algunas familias que a finales del siglo XVI tuvieron cierta
influencia, aunque entrado el siglo XVII comenzarán a perder protagonismo, como
sucedió con los Alcaraz. Labradores con recursos que entroncaron con otras casas
como los Parra o los Hortelano. Por otro lado veremos el polo opuesto con
aquellas estirpes que gozaron de una situación de crecimiento permanente, y que
resultará inamovible a lo largo de varias centurias. Buen ejemplo serán los Pérez,
quienes supieron asociarse de manera continua con los Parra, y que por aquellas
fechas ya controlaban las familiaturas del Santo Oficio que había en la
localidad.
Serán
precisamente estos mismos Parra quienes junto con los Beltrán, de manera
simbiótica irán obteniendo un poder importante entrado el XVII (destacando especialmente
los primeros), al reservarse un control de determinados puestos. Esto les
llevará a estar considerados como una de las familias con mejor calidad de vida
dentro del municipio. Sus influencias irán más allá del marco local, dando como
resultado numerosos personajes que irán ascendiendo de manera reiterada,
enfatizando esta estrategia a través de la Iglesia, puesto que no se conformarán
con tener párrocos dentro de Buenache, de ahí que intentarán asentar miembros
del linaje en la misma Catedral de Cuenca, consiguiendo puestos favorables
dentro del Santo Oficio, que serán positivos para la preservación de su estatus
hasta finales del siglo XVII, convirtiéndose así en uno de los apellidos más
extensos, ricos e influyentes que había en el municipio. Entrado el siglo XVII,
linajes como el de los Cerrillo, Rentero y Coronado comenzarán a cobrar protagonismo
(especialmente a partir de la segunda mitad de esa centuria), siendo el
prolegómeno de un ascenso que paulatinamente irá calando con el trascurso de
las siguientes generaciones.
Buenachedealarcon.com
Desde
mediados de este siglo hasta principios del XVIII, tenemos otras familias igual
de importantes y que no podemos pasar por alto, ese será el caso de los
Barambio, Piqueras y Hortelano, quienes siguieron proyectándose, aunque sin
llegar a moverse fuera de su demarcación natural. Si los Barambio consiguieron ser
una de las casas más fuertes a través de sus influencias dentro de las Iglesias
de Buenache y Piqueras del Castillo, hubo quien incluso ya llegó a ocupar
puestos de importancia en Madrid, como sucedió con el Doctor Barambio. Otra de
las líneas menos estudiadas pero no por ello menos importantes, era la de los
Piqueras, quienes se proyectaron desde una perspectiva agrícola, ejerciendo
como terratenientes locales, que se asociaron en algunas generaciones con la
familia Barambio, de ahí que genealógicamente ambas compartan nexos en común.
Fenómeno parecido tendremos con los Hortelano, y sobre los que ya hemos
dedicado algún artículo, donde el campo de proyección será mucho más variado (párrocos,
mercaderes, escribanos, labradores…), y que como todos los restantes controlarán
siempre puestos destacados dentro de la política municipal.
No
obstante, se vivirá un punto de inflexión durante la segunda mitad del siglo
XVII, cuando familias como los Salonarde y los Reyllo, después de haber medrado
dentro del ámbito local, traspasarán su área de influencia, y entablarán
relaciones con integrantes de la nobleza conquense (ya asentados en la capital),
lo que les ayudará a extender su apellido, además de su fama y patrimonio. Los
primeros ejecutarán esta estrategia por medio de los Clemente de Arostegui,
mientras que los segundos a través de los Castillo y fundamentalmente los
Mendoza.
A
grandes rasgos y a modo de conclusión, observamos diferentes formas de ascenso
social, que en muchos casos resultarán fallidas, englobando sólo de manera
pujante no más allá de un par o tres generaciones la buena situación de sus componentes.
Por
el contrario otras lo conseguirán durante un tiempo más prolongado, con
diferentes variantes, que podían cernirse exclusivamente al ámbito municipal o
de sus alrededores, llegando en el mejor
de los casos a cruzar la frontera comarcal, y expandirse sobre un área
geográfica más amplia. No cabe la menor duda de que uno de los trampolines que
permitía ampliar aquellas fases de crecimiento, eran los cargos vinculados con
la Iglesia, así como la tenencia de un patrimonio suficientemente importante,
que sirviera como garantía para enlazar con familias de unas condiciones
similares, o que ya llevaban aparejada una hidalguía, que obviamente abría
muchas más puertas a la hora de conseguir estatus y posibilidades de subir
socialmente.
Todas
estas casas aquí citadas tendrán en común el haber realizado testamentos, con
fundaciones de bienes considerables, además de ocupar puestos destacados dentro
de la corporación municipal.
En
estos momentos nos encontramos recabando datos de interés sobre las mismas, y
que esperamos presentar en breve, para que el lector entienda como y de qué
manera fueron sus vidas, pues gracias a referencias documentales presentes en testamentos,
escrituras notariales y otro tipo de informaciones de tipo histórico, se puede
realizar una radiografía social de los mismos,
que no queda en meros nombres y apellidos, de los que a veces sólo se
intuye o cree una parte de su pasado.
David Gómez de Mora