Corría la segunda mitad del siglo XVII, cuando la casa de los Castillo-Reyllo estaba proyectándose de forma satisfactoria más allá del área circundante de Buenache de Alarcón. Eran tiempos proclives para una familia que ya había conseguido tener a un representante como Prior de la Colegiata de Belmonte, además de integrarse dentro de la Inquisición conquense. No obstante todavía quedaba mucho por hacer, pues poco después el linaje conseguiría dar su gran salto al ejercer como secretarios del secreto del Santo Oficio, ejercicio inmediatamente seguido de la consolidación de un conjunto de bienes patrimoniales, que se traducirían en la materialización de los que serán los Señoríos de Marín y Zarza.
Durante ese periodo de transición, en el que Pedro del Castillo y Reyllo era familiar del Santo Oficio, veremos como se verterán una serie de duras acusaciones, de las que suponemos que tiempo después y gracias al cargo controlado dentro del seno inquisitorial por sus descendientes, se conseguirá maquillar una parte de los testimonios que fueron saliendo a la luz en un expediente informativo del año 1661, y del que a pesar de todo lo intentando por salvaguardarse la reputación del linaje, este no saldrá bien parado, pues a aquellas alturas el apellido Castillo junto con sus asociados, arrastraban una marca casi imposible de ocultar.
La casa de los Reyllo-Castillo, y que se antepuso en muchas ocasiones a la forma Castillo-Reyllo, era sobradamente conocida en la ciudad de Cuenca durante las últimas décadas del siglo XVII. Así le sucedió a la familia de Pedro, familiar del Santo Oficio, hijo de Diego de Reyllo, quien también ejerció idéntico cargo. Los padres de Diego eran Pedro del Castillo y Francisca de Reyllo, línea “complicada” de la familia por los rumores que se extendieron acerca de su ascendencia.
La genealogía de Francisca estaba fuera de toda sospecha, al haberse redactado un informe sobre el que también hay mucho que decir, donde remontaba el origen de la familia a la localidad de Arcas, cuando un capitán llamado Francisco de Reyllo Magrobejo, aparecía como el progenitor ennoblecedor del linaje a finales del siglo XV. No obstante, el principal escollo no estaba en los Reyllo, pues como decimos, estos ya habían escurrido unas sospechas, y que en el peor de los casos le podían portar hacia un deudo de Francisca, el clérigo Rodrigo de Silva, acusado de morisco y amancebador. Aunque, como comentabamos, el núcleo de la acusación acabaría derivando hacia la genealogía de Pedro del Castillo, puesto que esta vez era doble, de ahí que en el interrogatorio sobre su limpieza de sangre, veremos dos líneas en las que los testimonios enfocarán sus acusaciones. Por un lado nos encontraríamos con su padre Antonio del Castillo, apellido con notables cargas de ser sospechoso, aunque para fortuna de este, el principal problema partía desde su madre Catalina de Valdolivas Flores, de quien nada bueno se decía. Siguiendo la estrategia de enaltecer el nombre del clan, veremos como se cita una reseña del año 1572, donde la corporación municipal estaba encabezada por los alcaldes Antonio del Castillo (el padre de Pedro) y Francisco Ximénez, así como los regidores Gabriel Chacón y Sebastián Hortelano, junto los diputados Álvaro de Alcaraz y Diego de Santacruz. Con ello se le daba buena fama a la línea recta de Pedro, y se difuminaba en cierto modo la problemática que podía acarrearle una investigación más minuciosa.
Sobre Antonio del Castillo, sólo se menciona que este era vástago de un tal Alonso del Castillo (personaje que pudo vivir durante la segunda mitad del siglo XV y la primera mitad del XVI). No obstante, los vecinos de Buenache señalarán duramente a los antepasados de Catalina de Valdolivas y de Flores (esposa de Antonio), de quien se tirará por tierra toda su ascendencia al ser portadora de sangre conversa. La relación genealógica que mantuvieron los Valdolivas de Garcimuñoz con los Castillo, será un arma de doble filo desde la que se podrá atacar conjuntamente a ambas casas, añadiendo como extra los sambenitos de los Flores, y que como veremos la familia intentará proteger al invocar a una supuesta hidalguía que les valdrá para ser considerados como miembros del estado noble.
Al respecto, y centrándonos en el contenido vinculante con las indagaciones de las raíces del familiar de la Inquisición bonachero, leemos que Agustín Bejarano de Chaves, secretario del secreto del Santo Oficio de la ciudad de Cuenca, certificó que hay un libro que se titula “primer de inaviles” (fol. 11), del que se extrae el testimonio de Juan del Castillo, vecino de San Clemente que durante 1522, con 55 ó 60 años de edad, dice ser hijo de Fernán Sánchez de Valdeolivas y María Sánchez (ambos condenados por el Santo Oficio). De sus abuelos paternos no recordaba ni su nombre, pero matiza que “ni oyó decir como se llamaban, ni oyó decir que fuesen condenados por este Santo Oficio, ni si murieron judíos” (fol. 11v), así como de su abuelo materno Juan Sánchez del Castillo, “que no oyó decir que fuese llamado preso, ni penitenciado, ni condenado por este Santo Oficio) (fol. 11v). Lo cierto es que Juan faltaría bastante a la verdad, ya que además de sus tías maternas y que fueron condenadas por la Inquisición (Juana de Valdeolivas, así como Leonor y Guiomar), veremos como su abuelo materno también corrió el mismo destino. Y es que tanto su padre, como madre, y esos abuelos de que los que ni tan siquiera recordaba su nombre y apellidos, serían con toda seguridad otros más de los conversos penitenciados por el Santo Oficio. Sabemos que Juana era esposa de Diego de Peñafiel, personaje de otra familia que también arrastraba sus sambenitos. La casa de los Peñafiel ya había empezado a lavar su imagen, pues veremos como uno de los hijos de Diego, Juan de Peñafiel, ya estaba ejerciendo de clérigo (encontrándose en Roma durante el año 1525), del mismo modo su hermano Miguel de Peñafiel “estaba en Italia en el campo del Emperador”. Los intentos por ocultar el pasado converso del abuelo de Juan del Castillo quedarán en vano, cuando uno de sus parientes recordaba como Juan Sánchez del Castillo y Valdeolivas fue condenado por la Inquisición (fol. 12).
El informe hará especial reseña en Catalina de Valdolivas, vecina de Buenache de Alarcón, y abuela paterna de Pedro de Reyllo, quien era a su vez hija de Hernando de Flores y Mencía de la Muela, a quienes en el posterior informe los Castillo harán llamar Burgos, y sobre la que se contará un relato inventado con tal de ocultar su pasado converso. Fernando de Flores, realizó una confesión ante la Inquisición el 22 de agosto de 1523, declarando que era converso por parte de padre. Este personaje fallecería en el año 1561 a la edad de 96 años, lo cual le situaba como nacido durante la segunda mitad del siglo XV. Mientras tanto, Mencía era acusada de ser hermana del regidor de Cuenca penitenciado en 1533, don Íñigo de la Muela, un conocido descendiente de judíos, pero que luego veremos por otros testimonios que se matizará en que era en realidad deudo de ella.
Entre la documentación se recogen la referencias de interés, como la de que en el Obispado de Sigüenza había genealogías del apellido Burgos acusándole de judaismo. Otro dato clave que se aporta, será la figura de Miguel de Flórez, tío de Hernando y penitenciado por el Santo Oficio. También se añadirá que el apellido Valdolivas procedía de Gómez Ruiz de la Muela Valdolivas, vecino de Huete y señalado de converso.
La genealogía de Pedro de Reyllo se va aclarando cuando se informa que este descendía de Diego Núñez, vecino de Alcocer, hijo de Álvaro Núñez de la Muela y Beatriz de Molina, ambos vecinos de Cuenca. Parece ser que Diego casó en segundas nupcias con Luisa de Valdolivas, hija de Cristóbal de Valdolivas, natural Huete o Alcocer, y cuya familia aparecería en los cuadernos de la Inquisición de Segovia.
Otra relación que aporta un testigo es la de que Pedro del Castillo, es del mismo linaje que Pedro Suárez de la Muela, quien vivió en la calle de la correría de la ciudad de Cuenca. La historia de los Burgos que enmascaran el apellido Valdolivas intentaba conducir la ascendencia de Catalina hacia el municipio de Campillo de Altobuey, donde se le hacía pasar por la hija de un tal Bartolomé de Burgos -el viejo-, quien para ser más cristiano que nadie, se comenta que descendía de una familia bien asentada, con sepultura propia dentro de la Iglesia del lugar, ubicada junto al altar de Nuestra Señora del Rosario. Otra persona que se asocia al mismo tronco de Mencía es la familia de Juan de la Muela y su esposa Catalina de Cañete, esta hija de Juan de Cañete. Al respecto se dice que “los descendientes de Íñigo de la Muela, y Catalina Cañete, mujer de Juan de la Muela, y los de Huete y Valdolivas, son de un mismo linaje, lo cual es público” (fol. 470). Incluso parece ser que Íñigo elaboró una falsa genealogía, que emplearía para enmascarar las raíces de la familia, hecho que no fue pasado por el Santo Oficio, y que también estaba anotado en sus referencias sobre el linaje.
Por otro lado desde el frente de los Flores la familia intentaba engalanar su pasado, olvidando las feas acusaciones de Hernando y su tío, argumentándose que en Buenache había hasta tres líneas diferentes, dato que como hemos podido comprobar era falso. Al respecto cuatro testigos (uno de ellos nieto de ambos) reconocen que Hernando había casado con Mencía de la Muela, indicando que en un lugar como Buenache no había 2 ó más personas llamadas y apellidadas por igual, de ahí que existía un único tronco del linaje, y que era del que obviamente procedía el citado personaje. Pero sin lugar a dudas uno de los testimonios más interesantes es el de Pedro Saez de Guzmán, albañil de 60 años de edad, quien oyó decir a su abuela paterna, Catalina de Guzmán, que la esposa de Hernando (Mencía de la Muela), fue quemada en Cuenca. Esta información sería respaldada por Juan de Guzmán, quien siendo tío-abuelo de Pedro, afirmaba lo mismo. En este sentido “tres testigos dicen que la susodicha Mencía de la Muela fue hermana de Íñigo de la Muela, Regidor de Cuenca”.
Otro dato que podemos leer es el de que “fueron llamados por el Santo Oficio otras muchas personas del apellido de la Muela, originarias de dicha ciudad de Cuenca, Huete y Valdolivas”. De las múltiples referencias que se pueden leer a través de los testimonios presentados en este informe, se llega a la conclusión de que Catalina de Valdolivas era hija de Hernando de Flores y Mencía de la Muela, tal y como afirman un total de 25 personas (fol. 3), del mismo modo se reconoce que Hernando de Flores “en una confesión que hizo en este Santo Oficio en tiempo de gracia en 22 de agosto de 1523, declaró que era converso por parte de su padre” (fol. 3). Incluso el propio Castillo-Reyllo, ni tan siquiera negaba el parentesco de su bisabuela con Íñigo de la Muela, de quien afirmaba ser su deudo (fol. 3v).
En el año 1664, don Cristóbal Arnedo de las Muelas y Ortega, natural de Cuenca, es el procurador del Real Fisco de la Inquisición, y este dice que “hubo antiguamente dicho apellido de la Muela un solo y originario de ella, del cual a oído decir hubo cuatro hermanos, Íñigo de la Muela, Tristán de la Muela, Isidro de la Muela y Yuste de la Muela, vecinos y naturales de Cuenca” (fol. 446v). Esta información es repetida por un testigo llamado Bartolomé de la Muela, quien en el folio 456 añade lo mismo, remarcando que había un solo apellido, así como que Íñigo de la Muela, estuvo viviendo en Molina de Aragón, siendo la familia “judía de nación”. Parece ser que el sambenito de Íñigo de la Muela estaba señalado en la Catedral de Cuenca, justo en la puerta de afuera de la capilla del Obispo.
David Gómez de Mora
Bibliografía:
* Archivo Histórico Nacional. Informaciones genealógicas de Pedro del Castillo Reyllo y de María Saiz Chicano. Inquisición, 1551, expediente 6. Año 1661.